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Todo un mito. Marcel Proust (París, 10 de julio de. 1871-ibídem, 18 de noviembre de. 1922) fue autor de la serie de siete novelas En busca del tiempo perdido ...
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Humanidades médicas

Arte y medicina

Héctor Pérez-Rincón Psiquiatra. San Lorenzo Huipulco, México DF.

La “transvertebración” médico-literaria en Marcel Proust El sueño y los sueños y el concepto del “otro yo” en En busca del tiempo perdido En busca del tiempo perdido es, además de una obra magistral, una empresa verdaderamente científica que merece una relectura desde los puntos de vista clínico, fisiológico y etiológico. Referentes literarios Todo un mito

l término “transvertebración” es un neologismo que Marcel Proust introduce en las páginas iniciales del primer volumen de En busca del tiempo perdido para describir la superposición del mundo fantástico y del real en la escena de la linterna mágica. El neologismo tiene la virtud de expresar muy bien, en sus dos sonoras raíces, la íntima y sólida articulación entre dos campos originalmente diferentes. En el caso citado, el ambiente físico de la habitación del niño solitario por un lado, y por el otro, la proyección luminosa de una historia fantástica. De la mezcla surge una nueva atmósfera emocional facilitada por la interfaz sensorial de un estado hipnagógico. Ahora bien, a lo largo de esa obra monumental existe otra forma de transvertebración no menos original y sólida: la que opera Proust cuando logra articular dos terrenos en principio diversos y transmuta, dentro del universo de la literatura (que era para él la única realidad), un saber médico y psicológico extraordinariamente amplio y erudito. Que la obra proustiana estaba llena de referencias médicas era algo que se sabía desde un principio. El futuro novelista había crecido en una familia en la que el padre y el hermano menor ejercieron esa profesión. “Cuando se es hijo de médico, se acaba por llegarlo a ser uno mismo, a fuerza de no vivir más que de eso…”, había dicho. Al iniciar la construcción de su universo ficticio, había comentado a la condesa de Noaïlles: “Escribiré una obra sobre los médicos”. Empero, en los últimos años se ha ido precisando cada vez de manera más clara que la obra cumbre de la novelística es, además, una empresa verdaderamente científica, en muchos aspectos precursora, de gran agudeza psicopatológica, que merece una relectura desde los puntos de vista clínico, fisiológico y etiológico. Al decir de Michel Pierssens, existe incluso una verdadera “epis-

E

Marcel Proust (París, 10 de julio de 1871-ibídem, 18 de noviembre de 1922) fue autor de la serie de siete novelas En busca del tiempo

perdido, el libro de los libros, el de toda su vida, una de las obras más destacadas e influyentes de la literatura considerada por algunos como la culminación de la novela del siglo

XIX

y por otros como

precursora del

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“En el caso citado, el ambiente físico de la habitación del niño

La imagen, de Tino Soriano Los niños de las sociedades industrializadas

solitario por un lado, y por el otro la proyección luminosa de

suelen vivir acompañados de juguetes que les

una historia fantástica”.

estimularán en su proceso de madurez. Lo idóneo sería que también les ayudaran a soñar.

temología proustiana, una manera que le es propia, original y profunda, de reflexionar sobre el saber y el conocimiento, sin abandonar la literatura”. En este artículo nos limitaremos a abordar las raíces científicas de dos de los temas centrales de En busca del tiempo perdido en los que resulta patente esa transvertebración entre medicina y literatura: el sueño y los sueños (la función hípnica y la actividad onírica) por un lado, y el complejo concepto del “otro yo”, por el otro.

Interés por el dormir y el soñar Los especialistas de Proust resaltan de manera unánime su interés por el dormir y el soñar, por las peculiaridades conductuales de los procesos del adormecimiento y el despertar: “El mundo del sueño […] la dolorosa síntesis de la sobrevivencia y de la nada, en la profundidad orgánica y vuelta translúcida de las vísceras misteriosamente iluminadas […] en el que para recorrer las arterias de la ciudad subterránea nos hemos embarcado sobre las negras ondas de nuestra propia sangre como sobre un Leteo interior” (Sodoma y Gomorra). Más tarde, en el volumen final de su novela-río, Proust aventura una explicación de esa curiosidad: “Si yo me había interesado tanto en los sueños que se tienen durante el sueño, ¿no sería porque, al compensar la duración con la potencia nos ayudan a comprender mejor lo que tiene de subjetivo? […] Y más aún, fue tal vez también por el juego formidable que hace con el Tiempo por lo que el Soñar me había fascinado” (El tiempo recobrado). No pocos neurofisiólogos habían reconocido que los relatos literarios de la actividad hípnica y de la vida onírica alcan-

zan en Proust el nivel de verdaderas descripciones clínicas, en tanto que más recientemente los críticos literarios se han interesado por sus lecturas médicas, subrayando que la traducción francesa de La interpretación de los sueños apareció cuatro años después de la muerte del novelista, por lo que la completa independencia de las empresas proustiana y freudiana confiere a “la obra catedral” (como la calificó Cocteau) toda su profunda originalidad. Ahora bien, la reedición integral, en 1995, de una obra curiosa a la que hicieron alusión los especialistas del tema a finales del XIX, pero que se había vuelto imposible de encontrar (Freud no pudo consultarla), abrió un nuevo campo de investigación para los estudiosos del novelista francés. Me refiero a Los sueños y los medios para dirigirlos. Observaciones prácticas que su autor, el marqués Léon D’Hervey de SaintDenys, había publicado de manera anónima en 1867. El marqués onirólogo, quien era además sinólogo y profesor de tártaro-manchú (lo que lo condujo al Collège de France y a la Academia de Inscripciones y Bellas Letras), ha sido calificado por J. Allan Hobson, el connotado neurofisiólogo, como “el más grande de los auto experimentadores de la historia de la investigación sobre el sueño y los sueños”. Aunque no era un médico, el valor científico de sus experiencias fue reconocido también por sus contemporáneos. La lectura de la descripción de sus “sueños lúcidos” y las explicaciones que de ellos brinda nos permiten descubrir semejanzas sorprendentes con los relatos proustianos. Aunque nunca menciona esta fuente, es muy probable que Proust la haya leído y obtenido de ella un gran provecho para la elaboración de uno de los temas centrales de su creación literaria, tanto más que, de acuerdo con la biografía de D’Hervey que aparece JANO 1-7 DE JUNIO 2007. N.º 1.654

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en un segundo tomo simultáneo al de su texto redescubierto, el marqués onirólogo había dedicado un ejemplar al conde Robert de Montesquiou, quien ejerció cierta influencia en el joven Marcel, que lo tomaría más tarde como uno de los modelos del barón de Charlus. Dentro del interesante relato de los “sueños lúcidos” de Marie Jean Léon Le Coq, barón D’Hervey, marqués de SaintDenys, se encuentran párrafos sorprendentes para el lector de En busca del tiempo perdido que son como esbozos de algunos de sus grandes temas: el papel central de la memoria (en particular el Leitmotiv de la memoria olfativa), la sobreimpresión de experiencias y recuerdos diferentes unidos por una liga sensorial, el recurso de la linterna mágica como explicación metafórica del mecanismo de las imágenes simultáneas producidas por la imaginación o que sobrevienen en el sueño y en los estados situados en la frontera sutil entre el sueño y la vigilia; la “imagen-recuerdo” que toma cuerpo por medio de una descripción botánica, la evocación de una “existencia anterior” que se manifiesta fugazmente en la vida onírica, la incorporación en la estructura del escenario de ésta de las percepciones auditivas provenientes del exterior, la descripción de la fugacidad del fenómeno hipnopómpico que permite captar la fragilidad de los análisis de la conciencia reestructurada que intentan ambos autores, etcétera. Más aún, muchos lectores tendrían dificultad para atribuir la autoría de estos fragmentos ya sea a Proust o a su misterioso predecesor (como si hubiera también una transvertebración del estilo). La filiación intelectual de Proust respecto de este original personaje incorpora su obra novelística dentro de un universo onirológico, independiente del freudismo, que merece ser explorado con mayor detalle y que nos deparará nuevas sorpresas.

El “otro yo” El otro tema de esta aproximación a las fuentes científicas de Proust, el relativo al concepto del “otro yo”, que había sido objeto de una gran cantidad de ensayos por parte de los estudiosos de esta obra prodigiosa, ha sido replanteado de principio a fin, de manera original y profunda, por el libro de Edward Bizub, Proust y el yo dividido. La Recherche: crisol de la psicología experimental (1874-1914), publicado a principios de 2006 por la editorial Droz de Ginebra. Esta acuciosa investigación representa un hito en el océano de la bibliografía dedicada al autor. En Contre Saint-Beuve expone Marcel Proust su conocida frase: “Un libro es el producto de otro yo diferente del que el autor manifiesta en sus costumbres, en la sociedad, en sus vicios”. Para Bizub, ese estado alterno, creador, sería la transposición literaria de algunas de las investigaciones científicas realizadas entre las fechas señaladas en el subtítulo de su libro. Las mayores experiencias de la novela serían el eco de los trabajos de la psicología experimental, de modo que la ficción proustiana trasviste algunas de las observaciones efectuadas por médicos franceses, suizos y alemanes de su tiempo para intentar comprender los mecanismos inconscientes, previas a las de Freud que tendrían mayor difusión en años posteriores (por motivos que no cabe aquí elucidar). El escritor ginebrino se adentró en una búsqueda de fuentes primarias (libros, artículos y comunicaciones) de los autores más conspicuos de esa época, los que constituyen una pléyade de gran originalidad, a veces olvidada por los historiadores contemporáneos de la psiquiatría. Entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del xx, el mundo médico mostró un gran interés en esos hallazgos a los que la posterior 52

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influencia del psicoanálisis condujo a un cierto olvido. Por eso el rescate de esa información no sólo tiene valor para los fines de su lúcido ensayo sobre Proust, sino también para la psicología y la medicina mental.

Lecturas médicas “El otro yo” que genera el acto creador sería, de acuerdo con la seductora hipótesis de Bizub, el resultado de una estética nueva basada en la “división de la conciencia”, fenómeno clínico cuya naturaleza y peculiaridades fueron objeto del interés de Taine, Charcot, Binet, Ribot, Janet… y Adrien Proust. Las lecturas médicas del novelista eran, pues, más serias y ricas de lo que se había pensado. Desde el campo del análisis literario, en una vía coincidente con la investigación de Edward Bizub, Luc Fraisse, uno de los más acreditados especialistas en el tema, tras señalar de qué manera “el relato onírico nutre en primer lugar el proyecto antirealista que sostiene la estética del Proust novelista” y “el universo del relato del sueño se aproxima al relato de un universo novelado”, ha descrito recientemente el paralelismo entre la confusión del narrador al despertar en una escena de A la sombra de las muchachas en flor y un caso clínico presentado por Ribot en Las enfermedades de la personalidad. En su libro, Bizub estudia, por un lado, “las dos memorias”, tema proustiano por excelencia, fenómeno descubierto por el estudio del sonambulismo y la hipnosis y sobre el que se funda la psicología experimental, y por el otro, la importancia primordial del concepto de la cenestesia, el “sentido del cuerpo”, en la búsqueda de ese otro yo olvidado y oculto a la que el narrador se entrega a lo largo del desarrollo de la novela. Además, por vez primera se relatan ahí dos datos fundamentales para entender el mecanismo de la “transvertebración” evocada: el caso de desdoblamiento de la personalidad estudiado y descrito por el padre del novelista y posteriormente utilizado como ingrediente dentro de la trama, y el papel que desempeñó en ésta la experiencia psicoterapéutica del propio Proust en la clínica de Paul Sollier en el invierno de 1905-1906. Ese “Otro yo”, hasta entonces oculto, que surge tras la reviviscencia de las experiencias infantiles olvidadas (técnica terapéutica de Sollier), que se manifestaba en forma de revelaciones súbitas y fugaces en los momentos privilegiados del desarrollo de la novela o en los límites del sueño y el despertar, y cuyo acceso a la conciencia del narrador le descubrirá su vocación, piedra angular de esa catedral de papel, sólo pudo ser comprensible a Proust tras el arduo proceso en el que logró la difícil transvertebración entre ciencia y literatura. Tras ocho décadas de análisis y crítica literarios, En busca del tiempo perdido es un campo abierto a la visión médica. El profesor Romolo Rossi, de Génova, lo considera “el más grande tratado de psiquiatría jamás escrito”.J Bibliografía Bizub E. Proust et le moi divisé. La Recherche: creuset de la psychologie expérimentale (1874-1914). Ginebra: Droz; 2006. D’Hervey de Saint-Denys. Les Rêves et les moyens de les diriger. Observations pratiques. Ile Saint-Denis: Oniros; 1995. Hobson JA. El cerebro soñador. México: Fondo de Cultura Económica; 1994. Luppé O de, Pino A, Ripert R, Schwartz B. II D’Hervey de Saint-Denys (18221892). Biographie, Correspondance familiale, L’oeuvre de l’onirologue & du sinologue. Ile Saint-Denis: Oniros; 1995. Pérez-Rincón H. La Lanterne magique. Illusion, imagination et rêve chez Marcel Proust et chez Sœur Juana Inès de la Cruz. Marcel Proust Aujourd’hui. 2004;2:65-82. Pérez-Rincón H. Marcel Proust, explorador de la psique. Psiquiatría. 2005;2:3-14. Pérez-Rincón H. De la possible influence de l’ouvrage Les Rêves et les Moyens de les diriger sur la genèse de À la recherche du temps perdu. Psychiatrie Sciences Humaines Neuroscience (PSN). 2006;16:208-14.