Don Juan, el hombre que no pudo reinar

286 downloads 236086 Views 1MB Size Report
9 Ene 2013 ... cretamente el bienio durante el que España tuvo dos reyes. Don Juan, náufrago de su des- tino (La Esfera de los Libros), obra del editor de EL ...
31 PORTADOSSIERES copia_31 PORTADOSSIERES.qxd 09/01/13 18:30 Página 31

los dossieres de

Nuevo libro de García Abad

Don Juan, el hombre que no pudo reinar

32-38 DOSS_32-38 DOSS.qxd 10/01/13 14:08 Página 32

los dossieres

POLÍTICA

García Abad descubre facetas desconocidas del padre de Don Juan Carlos

Don Juan, el hombre que no pudo reinar

Tras aproximarse a las figuras de Don Juan Carlos y Don Felipe, el editor de EL SIGLO, José García Abad, publica ahora Don Juan, náufrago de su destino (La Esfera de los Libros), un retrato íntimo y personal del padre del monarca que descubre facetas desconocidas y trata de hacer justicia con una figura histórica maltratada por el régimen franquista y por los monárquicos afines a su hijo coronado. Coincidiendo con el centenario de su nacimiento y el veinte aniversario de su muerte, la obra abarca la dimensión política y humana de quien fuera hijo y padre de reyes y murió sin poder llegar a serlo. El conde de Barcelona y su hijo tuvieron una relación difícil, sobre

S

Por E. S.

La vidente y la despedida

Don Juan agonizaba y una vidente le había u tensa correspondencia con Fran- trasmitido al rey su convicción de que no co, su pacto roto con los socialis- dejara de hablar con su padre moribundo en tas, los desencuentros con Adolfo el convencimiento de que mientras hablara Suárez, la difícil relación que man- con él, el padre no moriría. Y en efecto, don tuvo con su hijo desde que el dictador le Juan Carlos se encerró a solas en la habitanombrara sucesor a título de rey y muy con- ción de su padre moribundo y se desahogó cretamente el bienio durante el que España con él confiándole todo lo que llevaba en el tuvo dos reyes. Don Juan, náufrago de su des- corazón y nunca le había dicho a su padre, tino (La Esfera de los Libros), obra del editor con quien, como es sabido, mantuvo relade EL SIGLO, José García Abad, descubre da- ciones que alternaron entre la tensión y el tos inéditos sobre el conde de Barcelona, hi- cariño […]. jo de rey, padre de rey y nunca rey. Una tra—Señor, al entrar en la clínica se me ha gedia española. acercado una señora mayor que me ha diA continuación reproducimos algunos pa- cho que es vidente… sajes exclusivos de la obra, unas pocas pin—No me jodas, Almansa [Fernando de Alceladas del retrato más íntimo y personal del mansa, jefe de la Casa Real] padre del rey. —Señor, yo no creo, en general, en estas

32

14–20 de enero de 2013. nº 1001

cosas, pero en la vida me he encontrado con gente que me ha hecho recapacitar. Esa señora no tenía pinta estrafalaria. Iba bien vestida, bien peinada y se expresaba bien. Por si acaso le he pedido el DNI y he anotado su nombre y sus señas. —¿Vas a contarme de una puta vez lo que te dijo o…? Y por favor, dímelo muy resumidito. —Señor, la vidente me mandó un recado para su majestad. Me dijo con mucha emoción: «Dígale al rey que cuando visite a don Juan, su padre, que no deje de hablarle. Que mientras le hable no se muere». —¿Tú qué piensas, Rocío [Ussía MuñozSeca, hija del conde de los Gaitanes]? —Hágalo, señor, yo también he oído eso. Quién sabe… […].

32-38 DOSS_32-38 DOSS.qxd 10/01/13 14:08 Página 33

que sería enterrado en el monasterio de El Escorial. Estaba empeñado en dedicar a su padre ese homenaje póstumo aun a sabiendas de las dificultades que ello entrañaba […]. Don Juan no había reinado, por lo que no podía ser sepultado en el Pabellón de Reyes ni en el reservado a las reinas madres que habían transmitido derechos. Pero un rey en ejercicio, de escasos poderes políticos, puede hacer lo que quiera, o casi, en lo referente a los ritos dinásticos, siempre, naturalmente, que no se opusiera el presidente del Gobierno. Don Juan Carlos decidió que su padre sería sepultado como un rey, en un mausoleo de mármol, con una inscripción en que se le proclamaría como rey con su nombre en latín: Johannes III. Felipe González, que gobernaba entonces, no planteó ninguna objeción.

El orden dinástico

todo durante los dos tensos años en que España tuvo dos reyes.

No me preguntéis cómo sé yo lo que le dijo el rey a su padre en aquel momento, quizás el más solemne de sus vidas, pues no quiero comprometer a nadie, pero el caso es que este cronista puede dar fe de lo que ocurría en la habitación 601. […] —Papá […]. Ya sé que te inferí una herida que te llevas a la tumba, que te arrebaté aquello por lo que habías luchado a lo largo de toda tu vida […]. Reconoce conmigo que, cuando acordaste con Franco que vendría a estudiar a España, sabías lo que iba a ocurrir […]. Tú sabías que la corona solo podía venir de su mano […]. Me duele decírtelo en estos momentos, pero debes reconocer, papá, que Franco jugó contigo, como quiso, en un juego cruel: «¿Ves la corona? Ahora no la ves». […]. Yo me sentí muy mal cuando Franco me llamó a su despacho pa-

ARCHIVO DEL AUTOR

ra informarme de que era su voluntad que le sucediera a título de rey […]. No me dio opción a consultarlo contigo, créelo, papá […]. ¿Habrías preferido que rechazara la oferta del Caudillo?

La tumba que no fue en Poblet

Don Juan había dicho a sus íntimos que era consciente de que su muerte constituiría un serio problema de Estado y por ello había pagado una tumba en el monasterio de Poblet. Se lo había sugerido José María Gil Robles […]. Ambos eran muy aficionados a la historia y coincidieron en que tendría mucho sentido que el conde de Barcelona, como otros titulares de este rango secular, fuera sepultado en dicho monasterio. Don Juan Carlos decidió, sin embargo, sin haber tenido ocasión de comentarlo con su padre,

—Señor, le voy a hacer una pregunta muy comprometida —le había dicho Francisco Fernández Núñez, Faco, su ayudante a la sazón, navegando en el Giralda rumbo a la Costa Verde de Cerdeña— […]. Si los monárquicos del interior, o Gil Robles, que era quien verdaderamente mandaba durante el bienio, el bienio… santo, le hubieran ofrecido saltarse a su padre, ¿qué habría hecho su majestad? —Mi respuesta está en la prensa de entonces. […] «Ni pensarlo. Mientras el viva y QUIERA (ponga usted con mayúscula este “QUIERA”) no habrá más rey de España que Alfonso XIII» […]. Diga usted a mis amigos de España que agradezco mucho el que hayan pensado en mi nombre, pero que nunca, ¡nunca!, lo aceptaré mientras exista o no me ordene otra cosa el rey mi padre». ¿Qué te parece, Faco? —inquirió don Juan con un brillo de picardía en la mirada. —Que «el otro» debería haber actuado con vos como vos lo hicisteis con vuestro padre. El otro tenía nombre y apellidos. —No es oportuno que te lances por ese camino, Faco. Las circunstancias fueron después diferentes. Franco no puso la corona sobre la testa de mi padre ni pensaba ponerla sobre la mía. Prefería perpetuarse en el poder, jugar con la espera y para ello le servía mejor mi hijo. Lo sorprendente es que no designara a mi nieto Felipe. nº 1001. 14–20 de enero de 2013

33

32-38 DOSS_32-38 DOSS.qxd 10/01/13 14:08 Página 34

los dossieres

POLÍTICA

Novios de conveniencia

Dieron los monarcas italianos una fiesta y todas las miradas se dirigían alternativamente a la princesa italiana y al príncipe español. Este le solicitó un baile detrás de otro y todos los rechazó con la mayor simpatía. Quizás se sintiera obligada a ello para hacerse valer. Llegó un momento en que el príncipe se mosqueó de tantos rechazos virtuosos. Empezaba a sentirse ridículo, que es lo último que un príncipe puede tolerar, así que se fue a lo seguro: le solicitó el siguiente baile a su prima María, que le miraba socarronamente. María era de la familia, tres años mayor que él, y se habían criado juntos en el palacio de Oriente. La mirada que le dedicó el rey parecía confirmarle que estaba conforme; parecía decirle que para qué le iba a dar más vueltas. Tampoco tenía tantas para elegir. Con motivo de la boda de su hermana Beatriz en enero de 1935, a la que don Juan asistió cuando todavía estaba enrolado en la marina británica, bailó mucho con María, y no le pareció mal como esposa. Era terreno conocido en el que se sentía cómodo y le pidió permiso para cartearse, lo que hicieron mientras él navegaba en el Winchester. Se declaró por carta. En realidad de quien Juan estaba enamorado era de la hermana pequeña de María, Esperanza. Las circunstancias, y entre ellas el exilio, les alejaron, pero siempre ocupó un lugar en su corazón.

[…]. Parece que Alfonso XIII contempló inicialmente la opción de María de la Esperanza de Borbón-Dos Sicilias y Orleáns para esposa del príncipe de Asturias, pero fue rechazada porque los médicos, tras hacerle análisis de fertilidad, entendieron que esta era escasa. Una previsión que quedó ampliamente desmentida por los hechos.

Franco, el impertinente

Don Juan aseguraba a sus amigos que se había carteado con el general Franco más que con su novia, aunque no con tanto cariño. La misiva que le envió desde Lausana en marzo de 1943, cuando empezó a verse que los Aliados ganarían la guerra, fue especialmente expresiva. En todas ellas le comunicaba su firme decisión de ser rey de todos los españoles y, por tanto, que no aceptaba su idea totalitaria. El Generalísimo le contestó el 27 de mayo con una larga carta en la que fijaba su propia posición y le indicaba cuál debía ser la suya si algún día quería heredar la jefatura del Estado. Le denominaba «príncipe», le decía que su preparación era escasa, le advertía de las maniobras de los intrigantes que le acompañaban y presumía de su generosidad con el vencido, que había pasado de cuatrocientos mil procesados a solo setenta mil. Se indignaba Franco de la injusticia de

que se criticara a su régimen «porque una docena de politicastros despechados o de capitalistas insaciables pretenden difamarlo». Y le recordaba al Pretendiente cuando «dejándose llevar de su buen natural» se presentó en el frente vistiendo la camisa azul y tocándose con la boina roja. Después criticaba a Alfonso XIII por escaparse de España el 14 de abril para evitar un baño de sangre y por haber destituido al general Primo de Rivera. Respecto a la guerra mundial criticaba la alianza de los ingleses con los rusos y justificaba el envío de la División Azul. Le dio un repaso formidable. Don Juan no había recibido nunca hasta entonces una carta tan impertinente.

Monárquicos y ‘agarrados’

Cuando llegaron los condes de Barcelona a Estoril su situación económica no era muy boyante. «Más bien abollada», decía él. Estiraba como podía la herencia de Alfonso XIII y recibió alguna aportación para el funcionamiento de la Casa de Juan March, quien daba dinero para propaganda y demás y sufragaba los gastos de Vegas Latapié, que ese sí que siempre estaba lampando, lo que era una forma de ayudar a la causa y a la Casa. Se ha dicho que la nobleza pasó la gorrilla para pagarle una vida regalada, y hasta hay quien le llamó «Don Juan de Gorrón», pero los verdaderos ricos, los verdaderos grandes de nobleza secular, con estupendas excepciones como la de Alburquerque y Fontanar, fallecido tan prematuramente y cuya viuda siguió su leal asistencia, no soltaron ni un duro para mantener la dignidad de su rey. Tampoco lo hicieron los monárquicos más ricos. Los banqueros Vilallonga y Guernica no le dieron ni un duro. La Diputación de la Nobleza, una especie de sindicato nobiliario, se limitó a organizar el servicio de atención a Juan III que, como se ha dicho, se relevaba cada quince días.

Nicolás Franco, un amigo leal

ARCHIVO DEL AUTOR

Don Juan pagó una tumba en el monasterio de Poblet (en la imagen), aunque sus restos descansan en El Escorial.

34

14–20 de enero de 2013. nº 1001

Don Juan publicó el manifiesto el 19 de marzo de 1945. Requería el Pretendiente al general Franco para que «reconociendo el fracaso de su concepción totalitaria del Estado, abandone el poder y dé libre paso a la restauración del régimen tradicional de Espa-

32-38 DOSS_32-38 DOSS.qxd 10/01/13 14:08 Página 35

ña, único capaz de garantizar la religión, el orden y la libertad». […] No fue solo Franco quien se irritó con el manifiesto, sino también una buena parte de los monárquicos. […] Había también monárquicos entre los ministros del Gobierno que se esforzaban en convencerle de que no rompiera con el Caudillo. Y mucha gente del régimen que, sin ser monárquicos, veían en la monarquía la coronación del régimen franquista. Entre ellos se encontraba Nicolás Franco, embajador en Lisboa, que trataba de convencer a su hermano de que le tuviera en cuenta. Don Juan siempre consideró a Nicolás un amigo leal y lo siguió siendo después del Manifiesto de Lausana. Lamentaba Nicolás que de un solo golpe su amigo hubiera malogrado todos sus intentos en su favor y que los liberales le hubieran lavado el cerebro. Cuando se enteró por los teletipos de la embajada del texto del manifiesto montó en cólera. La escena fue tremenda. Todo el personal de la embajada le rodeaba pidiendo instrucciones y el embajador no paraba de gritar: «¡Qué desastre! ¡Qué desastre! Tantos años preparando la cosa y ahora se va todo a hacer puñetas». Subía las escaleras de cuatro en cuatro. Pasados unos días don Juan le telefoneó: «Nicolás, a lo mejor tú no lo entiendes, pero eso es lo mejor que tenía que hacer. Espero que sigamos siendo amigos». Nicolás refunfuñó un poco, pero enseguida le mandó un fuerte abrazo. Entendía que la relación de su amigo con su hermano era muy complicada. Este era un dictador en ejercicio con todos sus poderes y aquél un demócrata.

La tentación nazi

Cuando se conoció la enfermedad de Franco, mientras se acercaban a la Costa Esmeralda de Cerdeña, comentó [José Andrés de Lacour y Macia]: —Espero que no os molestéis, señor, pero ¿está su alteza seguro de que no pudo hacer más para congraciarse con el Caudillo? […] —Mis relaciones con el general, amigo mío, pasaron por muchas fases —explicó don Juan—. Debo reconocer que el general me toreó con maestría gallega, me hacía con-

ARCHIVO DEL AUTOR

Al padre del Rey le gustaba cazar perdices, no así la caza mayor.

cebir esperanzas y cuando me confiaba me daba unos cortes que me dejaban helado. Y yo jugaba con mis armas […]. —La verdad es que lo de los nazis me deja estupefacto, señor —reconoció [Santiago Muguiro Gil de Biedma]. —Yo por traer la monarquía hice de todo, amigo Santi. Al principio de la guerra mundial todo era muy fluido y ya sabes lo que le gusta conspirar a Sainz Rodríguez. Él y Luis de Zunzunegui llegaron a cenar con un enviado nazi que aseguraba que a Hitler le podía interesar una monarquía pelele y yo entonces me dejaba querer por todo el mundo, pero nunca me tomé en serio las insinuaciones nazis[…]. Me llegaron a proponer alistarme en la División Azul y yo dije que hasta ahí podíamos llegar […]. Contesté: «Yo no me visto de nazi ni juro fidelidad a Hitler por todos los tronos del mundo». Yo no me lo tomé demasiado en serio, pero Franco sí, y el 30 de septiembre de 1941 me envió una carta en la que me prometía que la monarquía coronaría la obra de la Cruzada.

La ruptura con Indalecio Prieto

El Pretendiente, en su empeñó de que Franco le entregara la corona, no solo soportó las mayores humillaciones inferidas por el dictador, sino que llegó a comprometer los acuerdos firmados con el PSOE en 1947, en un momento en que, terminada la II Guerra

Mundial con la derrota de los fascismos, se produjo una presión internacional muy fuerte para restablecer un régimen democrático, monárquico o republicano, en España. José María Gil Robles en nombre de don Juan e Indalecio Prieto en el del Partido Socialista habían llegado al acuerdo de resolver el problema político mediante un plebiscito, de acuerdo con los deseos expresados conjuntamente por el Reino Unido, Estados Unidos y Francia y suscritos después por las Naciones Unidas en pleno. Prieto y Gil Robles llegaron hasta el extremo de confeccionar la lista de un gobierno provisional. Sin embargo, don Juan dio marcha atrás porque temía que el pueblo optara por la República. Prefirió, pues, confiar en que Franco le hiciera rey, asumiendo un triste papel de pedigüeño a las puertas del Caudillo, quien respondía frecuentemente a sus ruegos de forma despectiva.

La encerrona con González en Zalacaín

Felipe y don Juan no se encontraron personalmente hasta octubre de 1977, cuatro meses después de la renuncia de este a sus derechos dinásticos en circunstancias curiosas. Luis María Anson, «sin contar ni con Dios ni con el Diablo», según comentaba el conde de Barcelona, había organizado una cena en Zalacaín, el restaurante madrileño más exclusivo en aquellos momennº 1001. 14–20 de enero de 2013

35

32-38 DOSS_32-38 DOSS.qxd 10/01/13 14:08 Página 36

los dossieres

POLÍTICA

tos, para que don Juan se encontrara con Felipe González, pero sin precisarle al Pretendiente quién sería su compañero de mesa. Don Juan se enteró por una emisora de radio de que se iba a producir dicho encuentro y montó en cólera. —Quiero hablar con el rey —le dijo don Juan al ayudante de don Juan Carlos […]. El rey se puso enseguida al aparato. —¿Qué pasa, papá? —¿Que qué pasa? ¡Que estoy que fumo en pipa, Juanito! — ¿Ha ocurrido algo? —Pues ha ocurrido que Anson me ha colocado una entrevista con Felipe sin que yo me enterara. —No me digas… —Me había hablado vagamente en alguna ocasión de que González y yo debíamos conocernos y yo le dije que no tenía inconveniente, pero tal como ha montado la comida, sin consultarme previamente, me parece una encerrona. —Vaya lío —exclamó el rey. —Pues tú me dirás que hago, Juanito, que no quisiera yo interferir en nada. Yo ya estoy fuera de todo esto. Se hizo un silencio meditativo por parte del rey y de expectación en su padre. —No sé, no sé... Adolfo se va a poner como una fiera. —Pues si quieres suspendo la reunión. —Mira, papá, lo mejor es que vayas. No puedes dar plantón al líder de la real oposición. Pero lo mejor es que te acompañe gente de tu confianza que, llegado el caso, te sirvan de testigos. Vete tú a saber el uso que Anson va a hacer de ese cenáculo […]. Según la misma fuente durante la sobremesa, muy distendida, Felipe González le planteó a don Juan: —El resultado que mi partido ha obtenido en las pasadas elecciones [las constituyentes de junio de 1977 […]] ha sido más que aceptable. Yo quisiera preguntarle si la monarquía aceptaría una eventual victoria socialista en unos próximos comicios. —Chiquito —le responde don Juan—, no solo la aceptaría, sino que he dicho cien veces que la consolidación de la monarquía en España está en función de un largo gobierno socialista. El triunfo del PSOE no es solo conveniente para la alternancia democrática, sino deseable para la monarquía. 36

14–20 de enero de 2013. nº 1001

cado en el Boletín Oficial del Estado el nombramiento. «Sé que don Juan tiró la carta de su hijo, que era terrible. “Me sacrifico por España”, etcétera, etcétera».

De copas y ‘backgammon’ con los Thyssen

ARCHIVO DEL AUTOR

Pidió un baile a su prima María y empezó el cortejo.

La carta de la discordia

Un general, que no me autoriza a dar su nombre, fue testigo del malestar que le produjo a Franco que Juan Carlos no le insistiera en que deseaba pedir permiso a su padre antes de aceptar su propuesta: «El rey le hizo faenas muy gordas a su padre —me comentó—. Cuando Franco llama al príncipe y le dice que le va a nombrar heredero, que se va a publicar lo de sucesor a título de rey, don Juan Carlos debería haberle dicho: “Señor, antes debo hablar con mi padre. Mi padre tendrá sus cosas, pero es mi padre. Yo no puedo decirle que sí a Vuestra Excelencia sin consultarlo con él”. Mira, eso desanimó a Franco, aunque le facilitara sus propósitos. Franco debió de pensar: “Joder, este traga con todo”. Sé que a Franco le sentó mal. En La Zarzuela los príncipes permanecían como quien está pendiente del INEM para conseguir un empleo. Cuando don Juan Carlos volvía a palacio cada vez que se veía con Franco, doña Sofía le preguntaba ansiosa si había alguna novedad. Estaban esperando la comunicación del destino y, cuando al fin llegó, fue la apoteosis: “Ya, ya”. Y entonces, en lugar de decírselo a su padre por lo que pudiera ocurrir, le escribió una carta, con mucha calma, que le llevó Nicolás [Mondéjar] al día siguiente, lo que tardó el Lusitania Express». El rey Juan III, el Inédito, recibió la carta de su hijo cuando ya había salido la noticia en la prensa y se había publi-

Hubo una pareja, ajena a la corte de Estoril, que se interesó mucho en cultivar la amistad de don Juan: los Thyssen. Cuando inauguraron el museo que llevaba su nombre en Lugano (Suiza), la infanta doña Pilar dijo a su padre que Heini Thyssen, II barón Thyssen-Bornemisza, se sentiría muy honrado de que asistiera a dicha inauguración. Don Juan aceptó y el barón le mandó su avión. En el viaje a Lugano viajarían, junto al conde de Barcelona, Antonio Parés, que era el dueño del hotel Ritz de Barcelona; Tessa Baviera y su novio de entonces, Alberto Iriarte, cónsul de Jordania, y la familia Ussía. En este acto don Juan conoce a los barones e inicia con ellos una gran amistad, hasta el extremo de que los Thyssen deciden avecinarse con él y compran una casa en La Moraleja. Los Thyssen acudían a diario a casa de los Ussía. Jugaban al backgammon cada tarde y compartían bebidas y charlas hasta el amanecer.

Martinis, siestas y perdices

De una a dos de la tarde don Juan se tomaba unos Martinis, pero sin Martini, muy secos, tan secos tan secos que decía que el Martini había que enseñárselo pero sin dejarle mancillar la ginebra. Después de comer tomaba su café y solía dormir la siesta, aunque fuera unos minutos. A veces pedía que le despertaran al cuarto de hora. Impresionaba su control del sueño. Se dormía en el acto. Llegaba a su cuarto y ya se le oía roncar. Por la tarde se quedaba leyendo hasta las siete y entonces salía de su cuarto y empezaba la tertulia con la tropa de Los Gaitanes. Jugaban al backgammon o al mus todos los días y se tomaba unos whiskys hasta las nueve de la noche, que enlazaba con su Martini, al que no tocaba el Martini, hasta la cena. Después de cenar se iniciaba la gran tertulia, que a veces se prolongaba hasta la madrugada. Era entonces cuando relataba a la gran familia Ussía anécdotas de su vida. Le gustaba mucho el golf y le divertía ver fútbol, pero cuando el Madrid iba perdien-

32-38 DOSS_32-38 DOSS.qxd 10/01/13 14:09 Página 37

do se levantaba y se iba. Sin embargo, lo que más le gustaba era navegar y la caza de perdiz, no caza mayor.

El ninguneo de Suárez

La enemistad entre Suárez y don Juan era mutua. En una cena en La Zarzuela en la que estaban invitados ambos, el presidente se jactó de que ya no quedaba nada de lo que Franco había dejado atado y bien atado. Don Juan saltó: «Sí que queda». «¿Qué?», desafió el abulense. «Tú y tú», replicó rápido don Juan señalando a Suárez y a su hijo. El presidente del Gobierno puso todo su empeño en reducir a don Juan a la mínima expresión política. Pasados los años, en 1992, cuando el conde de Barcelona se encontraba al borde de la tumba, ambos personajes tuvieron un último encuentro en tono más bien jocoso. Una enfermera le informó de que estaba Adolfo Suárez en la clínica atendiendo a su hija Mariam, sometida a tratamiento contra el cáncer. El conde de Barcelona le pidió a Teo Leste, su ayudante, que le dijera al expresidente que le gustaría hablar con él. Leste bajó a la habitación de Mariam, llamó a la puerta y entró con su uniforme de capitán de fragata. Suárez se puso en pie y le inquirió desabridamente: «¿Qué quiere usted?». Cuando Leste, muy molesto, le transmitió el recado de su jefe, el expresidente le respondió lacónicamente: «Mañana a las seis», y le hizo un ademán de que podía retirarse. El ayudante subió a la habitación 601 y le contó a don Juan, muy contrariado, lo que le había pasado. A este le dio un ataque de risa. —Teo, no te lo tomes a mal. Ya sabes que la relación de Suárez con los militares no ha sido idílica.

plicó contundente: «El rey no vota nunca. Está por encima de las distintas posiciones políticas y no debe involucrarse con ninguna». «Pues mañana va a votar», insistió el yerno. Don Juan se lanzó sobre el teléfono y llamó a La Zarzuela. «Quiero hablar con el rey». «Está reunido», le informó el ayudante de don Juan Carlos. «Pues dígale que no me acuesto hasta que no hable con él». A las dos de la mañana vuelve a llamarle y recibe, consternado, la contestación del ayudante: «Lo lamento, señor, pero el rey ya está en la cama».

Alfonso XIII vuelve a España

La bandera española la puso don Juan. Era la del barco que llevó a su padre al exilio desde el puerto de Cartagena al de Marsella, la misma que le entregó el comandante del buque de la marina española que le sacó del país. El comandante la había sustituido con dolor, disciplinadamente, por la de la República. —Misión cumplida, señor —musitó el vicealmirante Poole. —Te voy a ser sincero, Fernando, aunque quizás te ponga en un brete con lo que te voy a decir. —Ya sabéis, señor, que contáis con mi total discreción. Soy una tumba. —Pues te digo, Fernando, que no podía imaginarme que, en la nueva monarquía, repatriar al penúltimo rey de España, al abue-

El día en que ‘Juanito’ no cogió el teléfono

Don Juan tuvo que tragar un formidable sapo cuando su hijo votó la Ley para la Reforma Política el 15 de diciembre de 1976. Un año después de la muerte de Franco se celebraría el referéndum que pondría en marcha el proceso legal necesario para pasar de la dictadura a la monarquía parlamentaria. Carlos Zurita se presentó en La Moraleja para avisar al suegro de que el rey introduciría también su papeleta en la urna. El conde de Barcelona se puso tieso y re-

lo del reinante, fuera tan complicado y que no pudiera hacerse hasta el 18 de enero de 1980.

Las armas del banquero

Mario Conde vio en don Juan una oportunidad de oro para acercarse a su hijo el rey […]. Atacó la ciudadela por medio de regalos y halagos: desde el obsequio de un reloj de coleccionista comprado en una subasta de Londres valorado en tres millones de pesetas, que Sabino devolvió, hasta su oferta de regalar al jefe del Estado el barco que le construía Mefasa, para lo que tomó la decisión injustificable desde la racionalidad inversora de adquirir, a costa del banco, naturalmente, el astillero que lo construía.

La factura que Conde no pagó

Cuando don Juan muere se corre la especie de que Conde pagó la factura de la Clínica de la Universidad de Navarra. No fue así, como he podido comprobar, pero la historia es muy bonita: el naviero cántabro Fernando Pereda, uno de los más importantes de Europa, le había enviado a Gaitanes una cantidad de dinero para pagar los gastos de la enfermedad del conde de Barcelona. Cuando el intendente se lo dijo a don Juan, este le instruyó de la siguiente forma: «Mira, Luis, como sé que Fernando lo hace de todo corazón y no quiero que piense que es un desprecio, cuando él se muera le devuelves el dinero a sus hijos». Sin embargo, Pereda no terminaba de morirse, así que Gaitanes se reunió con los hijos del naviero y les planteó el asunto: «Vuestro padre, a quien Dios dé larga vida y yo le deseo que viva muchos años más, faltaría más […]. Pero yo, queridos, tengo un problema: don Juan me ha confiado el encargo de devolveros a vosotros el dinero que le prestó Pereda, pero vuestro padre, a Dios gracias, no se muere y parece que me voy a morir yo antes. Así que no veo otra solución que dároslo a vosotros y rogaros que no se lo digáis a vuestro padre, porque le daríais un disgusto».

El testamento político que enfadó al Rey ARCHIVO DEL AUTOR

El Pretendiente reconocía que Franco le ‘toreó’.

En octubre de 1992 don Juan concede una entrevista a dos jóvenes periodistas del Diario de Navarra, Javier Errea y Santi Mendive, que el periódico publica el día 18 provonº 1001. 14–20 de enero de 2013

37

32-38 DOSS_32-38 DOSS.qxd 10/01/13 14:09 Página 38

los dossieres

POLÍTICA

cando en el rey un disgusto de aúpa […]. letras: «La veo mal, algo desgarrada y con y van a interpretar sus declaraciones como Don Juan declaraba, entre otras cosas: «He su unidad amenazada». su testamento político? visto siempre a los navarros como un pue—Señor, eso no se puede decir —saltó Les—Lo comprendo, señor, y no crea que no blo muy español y lleno de hombría de bien, te aterrado. he hecho todo lo posible por suavizar sus y me apena ver que en estos momentos al—¿Es que no puedo decir lo que pienso? expresiones, que hay que reconocer que han gunos están cambiado, y me disgusta la mez—Por favor, señor, ¿no puede suavizarla sido duras de cojones. cla abertzale». Teo Leste había rogado a don un poco? —Y algo de razón tiene, pero es lo que nos Juan que suavizara los términos de la entre—Puedo, pero no quiero. Lo que digo es faltaba. vista, que se había hecho sobre un cuestio- la verdad, la pura verdad. nario enviado por dichos periodistas, pero —La que se va a armar. A mí me hacen un Justicia para Don Juan se negó en redondo. ¿Qué queda de don Juan veinte años desconsejo de guerra, señor. —¿Es que no se pueden decir las cosas coEl rey echó a Teodoro Leste una bronca tre- pués de su muerte? En opinión de quienes mo son? menda. Le faltó tiempo para coger un avión le trataron no se le ha hecho justicia. La ver—Sí, pero a veces hay que decirlas de otra y personarse en Pamplona. dad es que no tuvo suerte con su imagen. O forma. —¿Dónde está Teo? —gritó por el pasillo— mejor dicho su imagen conspiró contra él de —Pues a mí me gusta decir las cosas de la […]. forma nada casual, nada inocente. El Preforma más clara y sencilla […]. —Pasa, Teo, que te voy a pegar cuatro ti- tendiente sufrió los efectos de la propaganDespués el diario hacía una pregunta po- ros […]. da adversa que le fabricó el régimen franco comprometedora: «El rey estuvo con su —Majestad —replicó Leste con voz cal- quista desde la muerte de su padre en 1941 alteza hace poco. ¿Cómo fue el enhasta la muerte del Caudillo en cuentro? ¿Qué le dice un padre a 1975. Treinta y cuatro años de cenun hijo y qué le dice un hijo a un sura gubernamental y de manipupadre en ocasiones como esta?» lación de una prensa dirigida con […]. habilidad y mano de hierro. Y a la —Afila el lápiz, Teo, que te dicmuerte del dictador nadie se tomó to. «Cuando unas relaciones son la molestia de reivindicar su figura cordiales se habla de todo y, como con la diligencia y objetividad que comprenderá, entre un padre y un era de esperar, a diferencia de la hijo hay muchas cosas que haque se brindó a otros exiliados. «La percepción que se tiene de blar…». él ha sufrido mucho —sostiene Jo—Cojonudo, señor. sé María Gil Robles, hijo—. Pri—Espera un poco, Teo, y ojo al mero por la propaganda en contra parche. Pon las siguientes palabras que se le fabricó a conciencia y sin tocar una coma: «El rey se inARCHIVO DEL AUTOR teresó por mi salud y yo por el es- Acompañado por su mujer, Mario Conde, que intimó con Don Juan para acercarse al Rey. después porque quienes han escrito sobre él han tratado unos de hatado de salud de España». Punto. —No joda, señor. mada—, yo tengo las espaldas muy anchas. cer la pelota a su hijo, abierta y descarada—Tú apunta lo que te digo. Para eso estoy aquí, para que se enfade mente […]. Me temo que ha habido gente que ha jugado a exaltar la sabiduría del rey —Señor, le ruego que lo piense un poco conmigo […]. más. Esta respuesta va a organizar la de Dios. —Entérate bien: de aquí no sale ninguna criticando a su padre» […]. En opinión de Rafael Borrás Betriú «la fi—Pero es lo que yo pienso, lo que me pre- entrevista con mi padre sin pasar por Zarzuela, gura de don Juan ha sido sistemáticamente ocupa, y estoy seguro que lo que preocupa ¿entendido? ¿O quieres que te lo repita? a muchos españoles, a todos los españoles —Señor —replicó Teo—, con el debido tergiversada a lo largo de casi toda su vida. de buena voluntad. respeto a vuestra majestad yo haré lo que su El cerrilismo de algunos lo ha presentado en —Al rey no le va a gustar. padre me diga. Si su padre me autoriza a que ocasiones como un izquierdista peligroso; —Pues ya sabes: ajo y agua. yo le pase las entrevistas, yo lo hago, pero si la ignorancia o la mala conciencia de otros, en particular a raíz de su fallecimiento, lo ha —Como usted mande, señor, pero… me dice que no… —No insistas, Teo […]. Sigue con el cues—De aquí no sale nada sin que yo lo vea. exhibido como un demócrata ejemplar» […]. Don Juan es un personaje de tragedia digtionario […]. Al final […] aparecía la si- Entérate de una puñetera vez, Teo. Has arguiente pregunta: «¿Cómo ve hoy España un mado un estropicio que no te puedes ni ima- na de Shakespeare. Hijo de rey y padre de hombre que ha dado tanto por ella?» Al ayu- ginar —el rey había pronunciado esta últi- rey solo pudo serlo él después de morir, codante le entró el temblor. ma frase con más suavidad, desacelerando mo Inés de Castro. Pero también es un per—¿Qué pongo, señor? la ira—. ¿No te das cuenta de que todo el sonaje para la historia que ha dejado a su —Pon lo que te voy a dictar con todas sus mundo sabe que mi padre se está muriendo muerte materia para el debate. l 38

14–20 de enero de 2013. nº 1001