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El elefante encadenado. -No puedo -le dije- , ¡NO PUEDO! -¿Seguro? -me preguntó el gordo. -Sí, nada me gustaría más que poder sentarme frente a ella y  ...
ARTE Y CULTURA La Máscara de Tutankhamón, un símbolo de la cultura egipcia. Comité Editorial Revista Médica Hipócrates

Tutankhamón, “Imagen viva de Amón", fue un faraón perteneciente a la dinastía XVIII de Egipto, bajo el nombre de Neb-Jeperu-Ra Tut-Anj-Amón. El nombre del faraón Tutankhamón ha superado los límites de la arqueología y la historia del arte para convertirse en todo un símbolo del Egipto antiguo, aunque casi siempre como objeto de luctuosas leyendas de conjuros rituales y maldiciones, nutridas, entre otras cosas, por la temprana muerte de los descubridores de su tumba, el arqueólogo Howard Carter y su mecenas, lord Carnavon. Hijo o yerno del faraón hereje Akhenatón, Tutankhamón reinstauró el culto al dios Amón. Su tumba, descubierta en 1923, contiene el mayor ajuar funerario llegado hasta nosotros cuyo mayor valor es aún más sorprendente si se tiene en cuenta la escasa trascendencia de la figura de este monarca. Una de las piezas más representativas es la máscara funeraria del joven faraón, en la que se representa el rostro del rey como dios Osiris. Los ricos elementos con que se cinceló no obedecen tanto a propósitos materiales como a necesidades espirituales. No se trataba precisamente de una obra de arte para la admiración del público, sino de un objeto con un importante contenido simbólico, indispensable para garantizar para garantizar la vida del faraón después de la muerte. Así el oro no era un material de ostentación, sino un elemento incorruptiblemente divino, y por ello se utilizaba en todo lo que estuviera relacionado con lo sagrado y lo eterno. Actualmente la máscara de Tutankhamón se exhibe en el Museo Egipcio de El Cairo.

REFERENCIAS • Gispert C. y cols. El Mundo del Arte. Autores, Movimientos y Estilos. Océano, Grupo Editorial. Barcelona, España, 2000. • Cyril Aldred. Akhenaten: History, Fantasy and Ancient Egypt. Routledge. Taylor and Francis Group.

El Rincón de la Introspección (Los cuentos que contaba mi analista) Dr. Sergio Adrian Trujillo Ponce, Cirujano Pediatra, Médico Adscrito de Urgencias Pediatría, Antiguo Hospital Civil Fray Antonio Alcalde

El elefante encadenado -No puedo -le dije- , ¡NO PUEDO! -¿Seguro? -me preguntó el gordo. -Sí, nada me gustaría más que poder sentarme frente a ella y decirle lo que siento… pero sé que no puedo. El gordo se sentó a lo Buda en esos horribles sillones azules del consultorio, se sonrió, me miró a los ojos y bajando la voz (cosa que hacia cada vez que quería ser escuchado atentamente), me dijo: -¿Me permites que te cuente algo? Y mi silencio fue suficiente respuesta.

Jorge empezó a contar: Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal… pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba por que estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado ¿Por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido alguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca… y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: el elefante del circo no escapa por que ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, jaló y sudó tratando de soltarse, y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que el día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía… Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa por que cree -pobre- que NO PUEDE. Tiene el registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro… Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez… -Y así es Damián. Todos somos un poco como ese elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que un montón de cosas “no podemos”, simplemente por que alguna vez, antes, cuando éramos chiquitos, alguna vez, probamos y no pudimos. Hicimos, entonces, lo del elefante: grabamos en nuestro recuerdo: NO PUEDO…NO PUEDO Y NUNCA PODRÉ. Hemos crecido portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar. Cuando mucho, de vez en cuando sentimos los grilletes, hacemos sonar las cadenas o miramos de reojo la estaca y confirmamos el estigma: ¡NO PUEDO Y NUNCA PODRÉ! Jorge hizo una larga pausa; luego se acercó, se sentó en el suelo frente a mí y siguió: -Esto es lo que te pasa, Demi, vives condicionado por el recuerdo de que otro Damián, que ya no es, no pudo. Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón… …TODO TU CORAZÓN. Jorge Bucay

Lyserg-Saure-Diathylamid 25 Comité Editorial Revista Médica Hipócrates

"Mis alrededores...se transformaron en formas aún más espeluznantes. Todo en la habitación giraba y los objetos familiares y los muebles asumieron formas grotescas y amenazadoras. Estaban en movimiento continuo y animado, como si estuvieran impulsados por una inquietud interna....Aún peor que estas transformaciones diabólicas del mundo exterior eran las alteraciones que yo sentía en mí, en mi propio ser. Toda ejecución de mi voluntad, todo intento de terminar la desintegración del mundo exterior y la disolución de mi ego, parecía un esfuerzo perdido. Un demonio me había invadido, se había apoderado de mi cuerpo, de mi mente y de mi alma." * Escrito por Albert Hoffman creador del LSD en 1938 tras intentar desarrollar un compuesto terapéutico derivado del ergot. Un hongo que se produce en la hierba de centeno.