CONSIDERACIONES CRITICAS ACERCA DE LA EPISTEMOLOGIA ...

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Es dable realizar observaciones desde una epistemologıa (a ser formulada y ... presentarlas a partir de la epistemologıa con que la misma psicologıa social.
CONSIDERACIONES CRITICAS ACERCA DE LA EPISTEMOLOGIA DE LA PSICOLOGIA SOCIAL

ROBERTO A. FOLLARI*

NOTA INTRODUCTORIA La educaci´ on es un crisol discursivo. Para abonar su explicaci´on debe recurrirse a una serie de disciplinas b´ asicas que dan cuenta de ella: las ciencias de la comunicaci´on, la sociolog´ıa, la Ling¨ u´ıstica, la teor´ıa de las ideolog´ıas, la psicolog´ıa. La educaci´ on es una pr´ actica. Carece de estatuto epistemol´ogico aut´onomo; por ello debe ser analizada desde disciplinas generales de diferente orden (lo cual no la pone “por debajo” ni “por encima” de tales disciplinas, sino en un espacio diferente, el de las funciones sociales). Desde este punto de vista, tiene sentido para la educaci´on hacerse la pregunta, v´alida originalmente en el ambito de la psicolog´ıa, de cual es la fundamentaci´on de ese conglomerado conceptual reunido bajo el t´ıtulo ´ de “psicolog´ıa social”. En tanto se realizan aplicaciones de ´esta a la educaci´on, es importante estar atentos a las silenciadas carencias de su constituci´ on, que luego tendr´an efectos en la acci´on educativa, no s´olo como “huecos” ignorados en la problem´ atica, sino tambi´en como positividades equ´ıvocas. Es dable realizar observaciones desde una epistemolog´ıa (a ser formulada y fundamentada) sobre la psicolog´ıa social; no, en cambio, presentarlas a partir de la epistemolog´ıa con que la misma psicolog´ıa social supuestamente cuenta. Esto, dado que en los textos de psicolog´ıa social la reflexi´on en cuanto a una teor´ıa de la construcci´ on del conocimiento o est´ a por completo ausente 1 o se limita a una mera glosa de aspectos met´ odicos que, en la tradici´ on positivista, pretenden ubicar en el m´etodo las garant´ıas del conocimiento cient´ıfico, sin interrogarse debidamente acerca de la relaci´on entre teor´ıa y m´etodo, y entre ´este y el objeto particular de cada disciplina 2 . Hay, por tanto, que plantear desde la epistemolog´ıa el problema de la psicolog´ıa social y con esta ´ optica realizar un an´ alisis riguroso de los presupuestos, generalmente impl´ıcitos, existentes en el discurso y la pr´ actica de este campo de actividad cient´ıfica. Como ya formulara Freud, toda psicolog´ıa es necesariamente social. No s´ olo por el hecho, que afecta a toda disciplina cient´ıfica, de estar socialmente construida, sino por lo atinente a su objeto de tratamiento: en tanto el hombre no es otra cosa que “el conjunto de sus relaciones” (Marx, Tesis sobre Feuerbach) resulta impensable cualquier consideraci´on respecto de la conformaci´on de su psiquis que sea manejable fuera de tales relaciones. La psicolog´ıa denominada “individual” pone el acento en el efecto subjetivo de una multideterminaci´ on social: es psicolog´ıa no del “individuo” pensado metaf´ısicamente como expresi´ on de una particularidad radical e inefable, sino del sujeto sujetado, producido a partir de determinadas situaciones sociales. En este sentido, la expresi´on “psicolog´ıa social” carecer´ıa de significado preciso 3 , ya que el adjetivo “social” nada agregar´ıa a lo impl´ıcito en la palabra “psicolog´ıa” 4 . Se plantea, entonces, el problema del estatuto epistemol´ogico de supuesta autonom´ıa que en general se adjudica de manera no tematizada, y en otros casos en forma expl´ıcita5 a la psicolog´ıa social. ¿Estamos frente a una disciplina independiente, con un objetivo y un m´etodo que le sean propios? * Investigador

educativo en la Comisi´ on de Apoyo y Desarrollo Acad´ emico, Unidad Azcapotzalco de la Universidad Aut´ onoma Metropolitana. 1 ARONSON, ELLIOT, Introducci´ on a la Psicolog´ıa Social, Alianza Editorial, Madrid, 1979. 2 Para una cr´ ıtica del m´ etodo en la historia de las ciencias, ver Feyerabend, P.: Contra el m´ etodo, Ed. Ariel; ejemplos de lo se˜ nalado en psicolog´ıa social son Klineberg, O.: Psicolog´ıa Social, F.C.E., M´ exico, 1975; Asch, S.: Psicolog´ıa Social, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1964, etc. 3 Lo cual es, para la ciencia, un problema central a partir de las investigaciones de Ludwig Wittgenstein. 4 Este problema ha sido advertido por algunos psic´ ologos sociales, por ejemplo Klineberg, op. cit., p. 16. 5 Ver LAMBERT, WILLIAM y WALLACE LAMBERT, Psicolog´ ıa sociale, Aldo Martello Editore, Milano, 1964, pp. X y XI.

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Ser´ıa u ´til caracterizar en qu´e sentido puede hablarse dentro del campo cient´ıfico, de objeto de una disciplina: “No son -dice Max Weber- las relaciones reales entre ’cosas’ lo que constituye el principio de delimitaci´ on de los diferentes campos cient´ıficos, sino las relaciones conceptuales entre problemas. S´olo all´ı donde se aplica un m´etodo nuevo a nuevos problemas y donde, por lo tanto, se descubren nuevas perspectivas nace una ciencia nueva.” (Max Weber, “Essais sur la theorie de la sciencia”, citado por P. Bordieu y otros, El oficio de soci´ ologo, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1975, p. 51.) Continuamos con la reflexi´ on de Bordieu: “La investigaci´ on cient´ıfica se organiza de hecho en torno de objetos construidos que no tienen nada en com´ un con aquellas unidades delimitadas por la percepci´on ingenua. Pueden verse los lazos que atan a´ un la sociolog´ıa cient´ıfica a las categor´ıas de la sociolog´ıa espont´anea, en el hecho de que a menudo se dedica a clasificaciones por sectores aparentes, por ejemplo, sociolog´ıa de la familia, sociolog´ıa del tiempo libre, sociolog´ıa rural o urbana, sociolog´ıa de la juventud o de la vejez. En general, la epistemolog´ıa empirista concibe las relaciones entre ciencias vecinas, psicolog´ıa y sociolog´ıa por ejemplo, como conflictos de l´ımites, porque se imagina la divisi´ on cient´ıfica del trabajo como divisi´on real de lo real”6 . Estas cifras nos permiten pensar la diferencia entre objeto emp´ırico y objeto de conocimiento, anotando que este u ´ltimo no surge como una copia de las apariencias de aqu´el, sino como un punto de vista particular acerca de su an´ alisis. La divisi´ on entre ciencias no reproduce, por ello, la divisi´on emp´ırica; ´esta opera como obst´ aculo epistemol´ ogico7 para la construcci´on del objeto de la ciencia. El mismo objeto emp´ırico (la familia, por ejemplo) puede ser tratado por diferentes disciplinas, como la psicolog´ıa o la sociolog´ıa; tenemos en ambos casos el mismo objeto emp´ırico presente, pero dos objetos te´oricos diferentes: la familia desde el punto de vista de la historia de las sociedades y los modos de producci´on por una parte, y la familia como reproductora y conformadora de las caracter´ısticas del inconsciente por otra. El t´ermino “familia” designa en cada ocasi´ on fen´ omenos diversos, en tanto el punto de vista de la interrogaci´on es diferente, orientado por una problem´ atica general diferente, dentro de la cual se inscribe en cada caso el fen´omeno “familia” en una interconexi´ on a un corpus te´ orico org´ anico espec´ıfico. Por lo se˜ nalado, podemos convenir en que la psicolog´ıa social no puede fundarse en la referencia a cierto tipo de hechos que fueran propios de su campo, ya que tal referencia no garantiza la construcci´on de un objeto te´ orico espec´ıfico, a la vez que los mismos hechos podr´ıan ser objeto de conocimiento de disciplinas diversas. En todo caso, si tales hechos fuesen exclusivos al tratamiento de esta disciplina 8 , tal cosa no garantiza que se haya constituido un punto de vista te´ orico particular, que permita fundar una ciencia independiente. ¿Puede la psicolog´ıa social conformar teor´ıas propias en la interpretaci´on de los fen´omenos a los que se refiere? Se trata de dar cuenta psicol´ ogicamente de ciertos fen´omenos que ocurren a nivel de grupos, clases o grandes sectores sociales 9 . Nos encontramos, entonces, con la aplicaci´on a un campo emp´ırico determinado de las teor´ıas surgidas en torno a lo ps´ıquico, estamos ante una aplicaci´on de la psicolog´ıa a determinados hechos. Esto puede verse claro en la imposibilidad, por parte de la psicolog´ıa social originales, teor´ıas

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, de conformar puntos de vista

nuevas, en relaci´ on a los temas tratados. Se asume la teor´ıa de la Gestalt 11 , o una fenomenolog´ıa matizada 12 , o un “behaviorismo” definido 13 , o una posici´on ecl´ectica con predominancia experimentalista 14 . Las teor´ıas frente a las cuales nos hallamos son las teor´ıas que encontramos en el concierto de este conglomerado 6 BORDIEU,

et al., op. cit., p. 52. BACHELARD, G.: La formaci´ on del esp´ıritu cient´ıfico, Ed. Siglo XXI, M´ exico, 1979, pp. 27 y ss. 8 Es notorio que no es as´ ı; temas como “comunicaci´ on” o “grupos” son trabajados tambi´ en por la sociolog´ıa, variando en cada caso “lo que se desee analizar” de tales temas. 9 No afirmo que corresponda a nuestra disciplina dar cuenta de “hechos sociales”, porque s´ olo un empirismo extremo dejar´ a de advertir que cuando se est´ a solo tambi´ en se est´ a implicado socialmente; en el lenguaje conque se piensa, en la ideolog´ıa, en las consecuencias sociales de los propios actos, en la vestimenta que usamos y la arquitectura que nos rodea, en el “sentido” socialmente asignado a todo ello, etc. Siendo as´ı, todos los hechos en que el hombre est´ a implicado son sociales. 10 Por todo lo antes dicho resulta claro que esta denominaci´ on es equ´ıvoca y debiera revisarse. 7 Ver

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indefinido denominado “psicolog´ıa”. Ser´ıa por dem´ as err´ oneo suponer que las teor´ıas referidas surgen como una “necesidad interna” del mundo de los hechos analizados. Como ha se˜ nalado Bachelard, los hechos nada dicen si no se los interroga met´ odicamente; la forma de la interrogaci´ on es anterior a la toma del dato, y condiciona la manera en que ´este se presenta. De tal modo, no existen datos puros, sino siempre -ya- situados en una perspectiva determinada para obtenerlos 15 . Por tanto, las teor´ıas anteceden en realidad a los hechos descritos por los manuales de psicolog´ıa social, y este anteceder tiene, en nuestro caso concreto, referencia diversa a la pol´emica entre las distintas corrientes que atraviesan el campo de la psicolog´ıa. Creemos con lo anterior haber fundamentado la no-autonom´ıa de la psicolog´ıa social como ciencia, y su estatuto de constituir una aplicaci´ on de la psicolog´ıa general. Esto nos lleva a un segundo nivel de problem´ atica, en relaci´ on a los criterios de construcci´ on te´orica que nos permitan pensar cu´al es el status cient´ıfico de la psicolog´ıa. Se ha escrito bastante sobre el tema 16 . Resumiendo algunos argumentos centrales al respecto, podemos se˜ nalar que: 1) La ciencia se construye a trav´es de una ruptura con el campo de desconocimientoreconocimiento previo instaurado en torno a los fen´omenos que pretende explicar; 2) se trata de un cambio de problem´ atica que se aleja del sentido com´ un hacia la construcci´on del objeto cient´ıfico; 3) este objeto rompe con el sentido com´ un precisamente en cuanto es metaemp´ırico; 4) este objeto es el que permite la explicaci´ on del funcionamiento del objeto emp´ırico. La funci´on de la ciencia es explicar, interpretar te´ oricamente, y no describir o reproducir la forma del objeto emp´ırico; 5) esta reproducci´on, presentada a menudo como ciencia, no es m´ as que sentido com´ un recategorizado, forma te´orica de operaciones puramente tecnol´ ogico-pr´ acticas y, seg´ un las posiciones de Luis Althusser y sus seguidores (entre los que cabe contar a los autores de las dos u ´ltimas obras citadas), “ideolog´ıa”. En nuestro caso, optamos por dar a ese t´ermino un sentido m´ as amplio que propondremos luego; por el momento, preferimos hablar de “sentido com´ un”, aunque deba aceptarse como propone L´ecourt 17 : que la construcci´on de sentido est´a siempre socialmente condicionada. Althusser ha expuesto detalladamente las condiciones de la “ruptura epistemol´ogica” para el caso del materialismo hist´ orico 18 , asumiendo de manera impl´ıcita por momentos y a veces expl´ıcita, que se trata de las condiciones generales de producci´ on de conocimiento por cualquier ciencia. Podemos aplicar esas condiciones al caso de la psicolog´ıa, operaci´ on que el mismo autor realiza elusivamente en diversos p´arrafos de su obra. En el campo de la psicolog´ıa este cambio de problem´atica, esta “ruptura” te´orica con el sentido com´ un instalado en la mera descripci´ on, se ofrece m´as clara y precisable que en otras disciplinas: es Freud, con su descubrimiento del inconsciente y la teor´ıa correspondiente, el psicoan´alisis, el que abre un campo de interpretaci´ on hol´ıstica de los fen´ omenos ps´ıquicos. El inconsciente aparece como el metaemp´ırico, sin embargo dotado de una realidad concreta, que da raz´on de una serie de fen´omenos de otro modo inexplicables (el lapsus, el chiste, el acto fallido, la alucinaci´on, los sue˜ nos, el delirio). La ruptura es rotunda, tanto respecto del sentido com´ un, que no recaba m´ as all´ a del dato inmediato, como cuanto de la psicolog´ıa anterior, relativa a los elementos de conciencia o a lo manejable seg´ un el m´etodo experimental: nos ubicamos en un campo decididamente nuevo. A su vez, como explica Bordieu y es planteado desde Arist´oteles, el m´etodo depende estrictamente del objeto del caso; Freud no acepta seguir los procedimientos de la medicina o la biolog´ıa para trabajar con sus 11 ASCH,

S., op. cit. J., Psicolog´ıa social, Ed. Paid´ os, Buenos Aires, 1973. 13 KLINEBERG, O., op cit. 14 La compilaci´ on de J. Piaget y P. Fraisse, Psicolog´ıa Social, Ed. Paid´ os, Buenos Aires, 1969; tambi´ en H. Lindgren, Introducci´ on a la Psicolog´ıa Social, Ed. Trillas, M´ exico, 1975. 15 BACHELARD, G., op. cit.; P. BORDIEU y otros, op. cit. 16 SASTRE, C., La Psicolog´ ıa, red ideol´ ogica, Ed. Tiempo Contempor´ aneo, Buenos Aires, 1975; N. BRAUNSTEIN y otros: Psicolog´ıa, ideolog´ıa y ciencia, Ed. Siglo XXI, M´ exico, 1977. 17 LECOURT, D., Para una cr´ ıtica de la epistemolog´ıa, Ed. Siglo XXI M´ exico, 1980. 18 ALTHUSSER, L. y E. BALIBAR, Para leer El Capital, Ed. Siglo XXI, M´ exico, 1969; ALTHUSSER, L., La revoluci´ on te´ orica de Marx, M´ exico, 1968. 12 MAISONEUVE,

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pacientes; el inconsciente plantea sus propias exigencias. Se acceder´a al sentido (inconsciente) de los actos y representaciones humanas a partir de lo propio del hombre: la palabra, v´ıa regia de acceso al mundo simb´ olico del lenguaje, exclusivo del ser humano (a este respecto ha abundado la escuela de Jacques Lacan, retomando los descubrimientos de la Ling¨ u´ıstica saussuriana en cuanto a la distinci´on significante-significado y a la autonom´ıa parcial de la cadena significante, elementos espec´ıficos del lenguaje humano que desautorizan la posibilidad de referirse al “lenguaje” de los antropoides o las abejas estrictamente como “lenguaje”. (Pueden verse las reflexiones sobre psicoan´ alisis y lenguaje en Andr´e Green y otros, Estructuralismo y psicoan´ alisis, Nueva Visi´ on, Buenos Aires, 1971). Hay en el psicoan´alisis una construcci´on del objeto y el m´etodo de acceso al mundo ps´ıquico. Esto no ocurre, por lo menos en medida comparable, con ninguna otra corriente de la psicolog´ıa. La teor´ıa de la Gestalt ha incluso propuesto m´etodos terap´euticos, partiendo de los an´alisis de Wertheimer, KoHeler y Koffka sobre la percepci´ on; pero esto implica partir de los efectos, dado que la percepci´on no es lo estructurante del conjunto del mundo ps´ıquico, sino que por el contrario, est´a estructurada a partir de la configuraci´ on significativa inconsciente. En este sentido, la Gestalt permanece en el plano de la apariencia. La fenomenolog´ıa es una teor´ıa de origen filos´ofico destinada al descubrimiento de las esencias; su entrada al campo cient´ıfico se establece a partir de presupuestos previos muy ajenos a la producci´on cient´ıfica misma. Su insistencia en permanecer dentro del marco de la conciencia, como un “a priori” del an´alisis, le impide reconocer los l´ımites de este m´etodo en cuanto al mundo ps´ıquico, donde el “yo” es sitio de desconocimiento (Lacan) y por ello el sujeto poco o nada sabe, a nivel de conciencia, de la causa real y significaci´on de sus s´ıntomas o angustias. El experimentalismo a ultranza proviene de una indebida importaci´on de la metodolog´ıa de las ciencias f´ısico-naturales a las ciencias humanas, seg´ un la tradici´on positivista que plantea la existencia de un m´etodo cient´ıfico universal. De este modo, se produce una reducci´on del mundo ps´ıquico a los elementos de aquel m´etodo, los cuales son manejables con esta u ´nica metodolog´ıa; lo ps´ıquico queda “atrapado” en una metodolog´ıa que no le es inmanente. Es el caso de la Introduction a la psychologie sociale, de Serge Moscovici, o de la psicolog´ıa social dirigida por Fraisse y Piaget 19 . Finalmente el “behaviorismo”, de fuerte peso en la psicolog´ıa social, plantea como su plan expl´ıcito precisamente el contrario a la fundaci´ on de un objeto te´orico: empirismo absoluto, supone que la remisi´on “pura” al dato, carente de interpretaci´ on alguna, permitir´ıa una visi´on realmente cient´ıfica. Habr´ıa que limitarse a lo que el sujeto hace o dice. De este modo, queda planteada la tarea imposible de llegar a los datos sin interpretarlos, por un lado; por otro, se renuncia a la funci´on esencial del cient´ıfico, la explicaci´on racional de las conexiones reales que articulan lo emp´ırico como tal. Hemos repasado, menos que sumariamente, las principales teor´ıas que coexisten con el psicoan´alisis en el campo de la psicolog´ıa. Si asumimos que la ciencia se caracteriza por la instauraci´on de una problem´ atica coherente, se aceptar´ a que todas estas teor´ıas no pueden coexistir sin opciones reales y mutuas incoherencias que exigen ser suficientemente tematizadas. De all´ı que no podamos aceptar a la psicolog´ıa sino como un conglomerado no un´ıvoco desde el punto de vista te´ orico, y por ello lleno de incongruencias y puntos ciegos; la psicolog´ıa no es un conjunto de leyes y conceptos coherentes, sino una especie de collage te´orico que debe ser decantado. Si aceptamos que la teor´ıa psicoanal´ıtica cumple con las condiciones definidas acerca de la producci´ on de conocimientos cient´ıficos, entre ellas la fundaci´on de un objeto metaemp´ırico y el alto nivel de explicaci´ on en relaci´ on a los fen´ omenos del campo, aceptaremos partir de ella como la base de una psicolog´ıa cient´ıfica, que se estructurar´ıa desde las nociones centrales de inconsciente y aparato ps´ıquico.

19 Respecto de la epistemolog´ ıa piagetiana y sus fundamentos de “continuidad” entre las disciplinas, que se oponen a la noci´ on de “ruptura”, hemos realizado una cr´ıtica en nuestro trabajo “Interdisciplinariedad”. UAM Azcapotzalco, mimeo, 1980, cap. 2; tambi´ en puede verse VENN, C. y WALKERDINE, V., “La adquisici´ on y producci´ on del conocimiento: reconsideraci´ on de la teor´ıa de Jean Piaget”, en Dial´ ectica, N´ um. 6. Universidad Aut´ onoma de Puebla, marzo 1979, pp. 77 y ss.

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A su vez, es pertinente rechazar cualquier hip´otesis “ecl´ectica” acerca de esta disciplina, dado que la mezcla de problem´ aticas diferentes impide la consistencia interna del discurso cient´ıfico y deja en la ambig¨ uedad la identidad de su objeto particular. Siguiendo lo anterior, asumiremos a la teor´ıa psicoanal´ıtica como “suelo” estructural de una psicolog´ıa en construcci´ on; ella ofrece el marco te´ orico del aparato ps´ıquico desde el cual se conforma la subjetividad humana. Esto no niega totalmente lo propuesto por otras teor´ıas, pero lo subordina al orden de conceptos del psicoan´ alisis, evitando el eclecticismo inorg´anico y a la vez proponiendo una jerarqu´ıa te´orica a los diferentes conceptos y descubrimientos. Por ejemplo, la teor´ıa piagetiana de la inteligencia o los trabajos gest´ alicos sobre percepci´ on, podr´ıan ser reestructurados dentro de los marcos explicativos propuestos por la teor´ıa que abriera Sigmund Freud. La psicolog´ıa tal cual hoy la conocemos, como yuxtaposici´on o adici´on de posiciones diferentes y no articulables, no tiene por tanto status de ciencia. Proponemos (como lo han hecho Sastre o Braunstein en los textos aludidos) que la psicolog´ıa es ciencia en construcci´on, con una columna verbal que es el psicoan´alisis y con un objeto propio que es el aparato ps´ıquico conformado a partir del inconsciente. Si la psicolog´ıa social es una aplicaci´ on de la psicolog´ıa general, y si la fundamentaci´on de esta u ´ltima es equ´ıvoca, es notorio que tales fallas de fundamentaci´on estar´an presentes tambi´en en la psicolog´ıa social. Demos unos cuantos ejemplos: uno de los intentos es realizar una psicolog´ıa social ecl´ectica, donde todas las teor´ıas coexisten sin proponer a ninguna como ordenatoria de las otras. All´ı el psicoan´alisis es una teor´ıa m´ as (generalmente de las menos consideradas) que ofrece apoyo en ciertos temas espec´ıficos. Es el caso del Manual de Psicolog´ıa Social de T. Newcomb, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1972, 2 tomos; o del trabajo de Lambert ya citado, donde coexisten sin oposici´on Freud y Skinner. En otros casos, se asumen definiciones “behavioristas” que muestran con claridad su car´acter puramente ligado al sentido com´ un y provisto de serios errores de construcci´on te´orica. Dice Klineberg: “Se ha definido la psicolog´ıa como el estudio cient´ıfico de las actividades del individuo. La psicolog´ıa social puede definirse como el estudio cient´ıfico de las actividades del individuo influido por otros individuos” 20 . Es notorio que Klineberg supone que el campo de una disciplina se define por un c´ umulo de hechos propio: las actividades del individuo. De m´ as est´ a decir que ´estas pueden ser perfectamente analizables por el materialismo hist´ orico, desde el punto de vista de las instancias sociales, los roles institucionales, los enfrentamientos sociales, etc. “Lo que el individuo hace” puede ser trabajado desde ciencias muy diferentes. A su vez, el concepto de “individuo”, unidad primigenia de lo social seg´ un la ideolog´ıa liberal, aparece en dos ocasiones. La segunda desnuda su car´ acter equ´ıvoco a plenitud, ya que la psicolog´ıa y la psicolog´ıa social son diferenciadas en cuanto esta u ´ltima analizar´ıa “actividades del individuo influido por otros individuos”. Es notoria la imposibilidad de sostener esta distinci´ on entre psicolog´ıa y psicolog´ıa social. ¿Acaso la psicolog´ıa se encarga del individuo no influido por otros?, ¿d´ onde existir´a un tal individuo? Por otro lado, ¿s´olo “individuos” nos influyen socialmente?, ¿la sociedad no nos condiciona como un todo a trav´es de su modo de producci´ on, de la ideolog´ıa, etc., que no s´ olo provienen de “otros individuos” sino de estructuras objetivas que est´an m´ as all´ a de ´estos? Para no resultar incoherente, Klineberg contin´ ua con otros errores te´oricos del mismo tama˜ no, hablando de “conducta social de los animales” (¿es la de los animales una “sociedad” en sentido lato?, ¿hay en ella Estado, divisi´ on del trabajo, diferencias de clase?), discutiendo si existe una “cultura animal”, etc 21 . Tambi´en es paradigm´ atico el libro de Hollander22 , donde se se˜ nala que “la influencia social constituye el inter´es central de la psicolog´ıa social”. . . “la influencia social se manifiesta cada vez que un individuo responde a la presencia real o impl´ıcita de otro u otros”. Nuevamente la influencia social se supone demarcable emp´ıricamente, seg´ un las reglas del m´etodo asumido; no se concibe al problema como de estructuras o formaciones sociales en su conjunto, sino de “otro u otros”. Se agrega: “en primer lugar, la influencia social puede estar relacionada con el efecto rec´ıproco de una persona sobre otra en la interacci´on social” 23 ; una 20 KLINEBERG, 21 KLINEBERG,

O., op. cit., p. 15. O., op. cit., pp. 30-39.

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vez m´ as, en esta fase se recurre al empirismo m´as ingenuo, ligando la influencia de otros al fen´omeno de la interacci´ on, al “entrar en contacto” con otro; como si las fantas´ıas ligadas al ideal del yo, por ejemplo, no se constituyesen por im´ agenes sociales idealizadas de roles sociales lejanos y desconocidos, sublimados precisamente por tal desconocimiento. Posteriormente Hollander se refiere a la influencia de los grupos sobre el individuo o de grupos entre s´ı, pero nunca a la determinaci´on por la totalidad social, sus instancias y estructuras, sobre la subjetividad y el mundo intraps´ıquico. Asimismo hallamos en textos de psicolog´ıa social conceptos cient´ıficamente no sostenibles (ejemplo: el de “conducta emocional” en D. Krebs, Readings in social psychology; Contemporary perspectives, 1976-1977, Nueva York. Es sabido que no existe representaci´on que no est´e ligada a un afecto; en este sentido, toda conducta es emocional. Err´ oneo ser´ıa llamar “emocional” a aquello que tiene que ver con situaciones explosivas como el llanto o sublimadas como la amistad, dado que ello obrar´ıa como una copia del sentido com´ un, que encuentra lo emocional s´ olo en lo expresivo. Hablar de los aspectos afectivos de la estructura ps´ıquica, o mejor, del manejo din´ amico de los afectos, ser´ıa m´as preciso), o basados en teor´ıas que obvian el mundo interno del sujeto (ejemplo: el esquema de comunicaci´on que presenta Lindgren, op. cit., p. 236, que no hace relaci´ on al problema fundamental de la significaci´on del lenguaje, estudiado por la Ling¨ u´ıstica y la semi´ otica) o lo aluden sin captarlo a fondo (por ejemplo: el sugestivo tema de la disonancia cognitiva, en Aronson, op. cit., p. 119, que ser´ıa mucho m´ as rico con una aproximaci´on psicoanal´ıtica, se˜ nalando la oposici´on entre las diferentes instancias ps´ıquicas, partiendo de la cr´ıtica de la idea de sujeto unario, demarcando el rol del supery´ o y el ello, etc.). Hemos aludido al orden del discurso de la psicolog´ıa en general y a sus efectos, por aplicaci´on, en la psicolog´ıa social. No hemos hecho referencia precisa, sin embargo, a las condiciones hist´oricas de producci´on de ese discurso, que seg´ un ha mostrado la dial´ectica a trav´es de la fusi´on del ser social y la conciencia social24 son las determinantes de las caracter´ısticas de ese discurso. Existe un excelente texto de Didier Deleule que explica extensamente este proceso de producci´on de la psicolog´ıa25 , intr´ınsecamente ligado a las necesidades del aparato productivo y del aparato de Estado del capitalismo en su fase de concentraci´ on monop´olica a fines del siglo pasado y comienzos del presente. Apelando a las conocidas tesis de Marcuse acerca de la ciencia y la tecnolog´ıa como las formas de dominaci´ on caracter´ısticas de la sociedad contempor´ anea 26 , desglosa diferentes items de la psicolog´ıa demostrando su servicio directo, no a nivel de aplicaci´ on de los conocimientos sino de g´enesis de ´estos, a las necesidades del aparato de dominaci´ on social. No resulta particularmente dif´ıcil hacer notar la validez de sus tesis: por ejemplo el concepto de “adaptaci´ on”, extra´ıdo de las ciencias naturales, cumple un rol fundamental de afirmaci´on de los comportamientos normativos dominantes, dado que todo aquel que innove y se diferencie de la mayor´ıa ser´a calificado de inadaptado y por ello de anormal, ya que la adaptaci´on ha sido propuesta como criterio de normalidad. Por otro lado, la noci´ on de “ambiente” que le est´a ligada como medio en que los sujetos se desarrollan, conlleva una evidente alusi´ on del problema caracter´ıstico del medio social, que no es un “ambiente natural” al cual el sujeto se enfrenta, sino una forma social determinada y construida por los hombres, que naturalmente es hist´ orica y modificable. Al hablarse de “ambiente” se escamotea el problema sociopol´ıtico proponiendo como modelo de los comportamientos humanos los de los animales, entre los cuales esos problemas simplemente no existen. Otro caso es el de los “test”, cuya construcci´on estuvo ligada estrechamente a las necesidades del aparato militar norteamericano en la Primera Guerra Mundial (garantizar la inteligencia y lealtad de los soldados) y del aparato educativo-t´ecnico (garantizar que la escolaridad fuese otorgada a los m´as dotados).

22 HOLLANDER,

E., Principios y m´ etodos de psicolog´ıa social, Amorrortu Buenos Aires, 1976. en el original. 24 Cf. LUKACS, G., Historia y conciencia de clase, Ed. Grijalbo, M´ exico varias ediciones; HABERMAS, J., Teor´ıa anal´ıtica de la ciencia y dial´ ectica, reproducido por Ed. Grijalbo, M´ exico. 25 DELEULE, D., La psicolog´ ıa, mito cient´ıfico, Ed. Anagrama, Buenos Aires, 1972. 26 MARCUSE, H., El hombre unidimensional, Ed. Jaoqu´ ın Mortiz, M´ exico, 1969. 23 Subrayado

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Los “test” estuvieron, y a´ un est´ an, al servicio de la selecci´on de las personas seg´ un aptitudes que no son naturales sino fruto del aprendizaje y por tanto de condiciones sociales particulares, y son la justificaci´ on de la repartici´ on desigual de las posibilidades sociales. Tambi´en puede hacerse referencia a la noci´on de “motivaci´on”, presupuesta a partir de la necesidad de manipular sujetos en una direcci´ on determinada por parte del aparato estatal e industrial, investigando c´ omo llevarlos a realizar una cierta conducta deseable para los sectores en el poder. Otro caso es el de los estudios sobre grupos, modos de conducci´on de ´estos, liderazgo, etc., cuya relaci´ on a necesidades de efectividad empresarial o de control militar son claramente discernibles. Hecha esta apreciaci´ on general sobre el surgimiento de la psicolog´ıa, siguiendo a Deleule, veremos ahora c´ omo en el caso concreto de la psicolog´ıa social aparecen este tipo de temas y de tratamientos signados por las necesidades de control social desde el poder econ´omico, pol´ıtico o militar. Encontramos en Klineberg, por ejemplo, un cap´ıtulo sobre “Psicolog´ıa y relaciones internacionales” 27 . Adem´ as de cubrir la funci´ on de an´ alisis sobre medios de persuasi´on y convencimiento en diplomacia 28 , se cumple el rol ideol´ ogico de presentar un problema de ´ındole netamente sociopol´ıtico como son las relaciones internacionales, como si fuese objeto de un tratamiento b´asicamente “psicol´ogico”. El efecto es presentar relaciones de fuerza 29 en las que habitualmente se juega el papel de dominador 30 como si fuesen amigables relaciones entre individuos libres y aut´ onomos. Para este tipo de proposiciones, as´ı como para los trabajos relativos a grupos en psicolog´ıa social, viene al caso para la cr´ıtica la fase de M. Harnecker: las relaciones entre los hombres no son relaciones humanas 31 . En Aronson encontramos el tema de la propaganda, el cual naturalmente puede explorarse (y se lo ha hecho) en un sentido diferente al dominante, pero que sin duda tiene su origen en las necesidades de obtener m´ axima efectividad en la persuasi´ on para la venta de un producto o para la propaganda ideol´ogica. En todo caso, este texto de psicolog´ıa social, como la mayor´ıa de los que hemos considerado, reproduce la perspectiva del poder 32 . El autor es consciente de que la psicolog´ıa social tiene fuertes consecuencias pr´acticas, como lo se˜ nala al comienzo de su obra, pero para ´el esto s´olo comporta problemas ´eticos 33 y no problemas de posici´ on pol´ıtica y de ideolog´ıa, que son en realidad las categor´ıas que dan cuenta del ´area del caso desde un punto de vista te´ orico, ya que la ´etica remite en u ´ltima instancia a la decisi´on individual de un sujeto libre frente a su acto, y no a una situaci´ on social estructural determinante de los valores y pr´acticas que sustentan los sujetos humanos. El texto de Hollander aborda de manera desprejuiciada toda una serie de temas en que la determinaci´ on sociopol´ıtica es evidente, pero nunca es enunciada, dando al estudio una pretensi´on de “neutralidad cient´ıfica”, cuando en estado pr´ actico est´ a tomando partido: desde los items decididamente pol´ıticos, como relaciones internacionales, diferencias de clase, elecciones, etc., a otros como “adaptaci´on”, del que ya hemos hablado; “desviaci´ on”, que es su par hom´ ologo-opuesto en la misma falsa problem´atica; “valores” y “actitudes” (que reemplazan, tambi´en aqu´ı, al problema de la producci´on social de sentido, la ideolog´ıa y la construcci´ on simb´ olica del supery´ o), “diferencias individuales” (no diferencias entre “sujetos producidos”), “movilidad social” (como opuesta a la idea de la supresi´on global de las diferencias de clase), etc. Este an´ alisis podr´ıa seguirse en casi todos los manuales. En Lindgren resulta esclarecedor el cap´ıtulo sobre “movilidad ascendente” que, adem´ as de obviar significativamente la “movilidad descendente”, propone un subtema como “el propio esfuerzo y la clase baja”, destinado a perpetuar, con t´ıtulo de ciencia, el mito del 27 KLINEBERG,

O., op. cit., pp. 512 y ss. de dudosa eficacia dadas las condiciones de su producci´ on de conocimiento y reproducci´ on de reconocimientodesconocimiento. 29 No otra cosa son las relaciones sociopol´ ıticas ver GLUCKSMANN, A. El discurso de la guerra, Ed. Anagrama, Buenos Aires, 1971. 30 Los manuales de psicolog´ ıa social emanan en un porcentaje abrumador de los pa´ıses capitalistas avanzados: EE.UU. y Europa. 31 HARNECKER, M.: Los conceptos fundamentales del materialismo hist´ orico. Ed. Siglo XXI, M´ exico, varias ediciones. 32 ARONSON, E., op. Cit., pp. 64 y ss. 33 Ibid., pp. 318 y ss. 28 An´ alisis

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“self-made-man”, adem´ as de los efectos ideol´ogicos del tenor valorativo de los t´erminos usados (“alta” y “baja”). En el texto de Moscovici 34 hay un cap´ıtulo destinado al problema del poder; all´ı la necesidad del an´ alisis social es evidente. Sin embargo, el libro escrito en franc´es no lleva referencia alguna a la rica obra de Michel Foucault sobre el tema, ni al materialismo hist´orico que ofrece una teorizaci´on rigurosa del tema, ni al psicoan´ alisis, que dar´ıa importantes aportes al problema de la introyecci´on subjetiva de la estructura del poder. No es casual la exclusi´ on de estas teor´ıas: son las que han surgido en contra, o cuando menos al margen, del poder establecido. Ya se˜ nalamos que esta psicolog´ıa aplicada que es la psicolog´ıa social no asume el objeto te´ orico aportado por el psicoan´ alisis (el inconsciente, cuya l´ogica del deseo no es funcional al aparato productivo ni a los prop´ ositos de subordinaci´on de los sujetos a un “orden”). Deberemos agregar que, siendo una aplicaci´ on de la psicolog´ıa a fen´ omenos de grupos o clases o sectores sociales, el u ´nico modo de ser riguroso es que Los fen´ omenos a los que se aplique el an´alisis (que, como ya hemos se˜ nalado, no pueden tomarse “en bruto”, de una forma epistemol´ ogicamente neutra) sean estructurados bajo un punto de vista te´oricamente estricto. En este campo, el materialismo hist´orico propone los instrumentos b´asicos de una teor´ıa social estructural 35 ; en ninguno de los textos reconocidos en psicolog´ıa social en Occidente se le asigna el lugar que le corresponde, quedando el campo de lo social librado a la ideolog´ıa espont´anea o consciente de los autores, habitualmente la ideolog´ıa dominante, que nunca se explicita a s´ı misma 36 . El se˜ nalado es un problema central en torno al sesgo ideol´ ogico que exhibe el discurso de la psicolog´ıa social. La psicolog´ıa social contiene, por lo antedicho, una fuerte carga ideol´ogica. ¿Qu´e queremos decir con esto? Consideraremos de una manera particular la diada epistemol´ogica ciencia-ideolog´ıa, que ha tenido tan fuerte influencia en los u ´ltimos a˜ nos a partir de las obras precitadas de Althusser. En otro trabajo 37 he planteado detalladamente mi posici´ on al respecto, resumida en la no aceptaci´on de ciencia e ideolog´ıa como pareja de opuestos, pudiendo la segunda estar presente en la primera; en la comprensi´on de la ideolog´ıa como conjunto de significaciones que porta un sujeto social, con efectos tanto de conocimiento como de desconocimiento y ocultaci´ on (se opone a la noci´ on de la ideolog´ıa s´olo como falsa conciencia, tal como aparece en Althusser); en asumir que la ideolog´ıa est´ a ligada estrictamente al lugar ocupado socialmente y en la lucha de clases; y en afirmar que no existe “ideolog´ıa” sino “ideolog´ıas” seg´ un clases sociales. Es notorio, para quienes conocen el tema, que esta posici´ on se sustenta en las versiones “historicistas” del marxismo y no en las filos´oficamente m´ as cercanas al estructuralismo 38 . Proponemos que el hecho de que una ciencia est´a bien construida como tal no impide la portaci´ on en su discurso (y m´ as a´ un en su pr´ actica de producci´on y difusi´on de conocimientos y en sus consecuencias tecnol´ ogicas) de elementos de ideolog´ıa. En el caso de la psicolog´ıa social, es notoria la falta de cientificidad por todos los argumentos que hemos ido exponiendo. Pero no es esto, a nuestro juicio, lo fundamental para hacer notar su carga ideol´ ogica, sino el rol claramente ligado a las necesidades de dominio de la clase hegem´ onica que funda sus temas y los modos de trabajarlos. Dicho de otra manera, el problema ideol´ ogico radica menos en la falta de un estatuto cient´ıfico suficientemente fundado, que en la evidente trabaz´ on existente entre los intereses de los sectores sociales en el poder y las propuestas te´oricas, metodol´ogicas y discursivas de la psicolog´ıa social. Estamos ante un campo ideol´ogico en el sentido fuerte de esta palabra, campo de lucha por el dominio de las significaciones sociales a los fines de perpetuar determinadas formas de organizaci´ on social. Esta ordenaci´ on de la psicolog´ıa social a partir de la ideolog´ıa y del sentido com´ un es la que determina la pobreza te´ orica de la disciplina; sus formulaciones b´asicas son escasas y repetitivas. El parecido entre 34 MOSCOVICI,

S., op. cit., pp. 45 y ss. fundamentaci´ on a fondo de ´ este escapa a la magnitud del presente trabajo. 36 Cabe se˜ nalar que al hablar de materialismo hist´ orico no lo hacemos sobre las vulgarizaciones mecanicistas de ´ este, sino respecto de la construcci´ on de los autores m´ as s´ olidos: Marx, Gramsci, Luk´ acs, etc. 37 FOLLARI, R., “Pol´ ıtica y ciencia en psicolog´ıa”, en Dial´ ectica N´ um. 6, Universidad Aut´ onoma de Puebla, junio, 1979, pp. 145 y ss. 38 Por ejemplo, se acerca a la posici´ on gramsciana expuesta por H. Portelli en Gramsci y el bloque hist´ orico, M´ exico, Ed. Siglo XXI, 1977. 35 La

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s´ı de los textos resulta llamativo, as´ı como la escasa originalidad de los planteamientos. Estamos en un ´ area sumamente est´eril desde el punto de vista de la innovaci´on hacia nuevas opciones tem´aticas y enfoques; las similitudes, por ejemplo, entre Asch y Lidgren o Hollander son tales que sus textos ser´ıan en buena medida intercambiables. Para patentizar lo dicho, pueden revisarse las bibliograf´ıas y los experimentos citados en cada caso, y se comprobar´ a que el grado de saturaci´on del campo es enorme, que el reconocimiento mutuo entre un limitado n´ umero de autores es constante; naturalmente, esto conspira contra cualquier ruptura te´ orica o metodol´ ogica. Por esto mismo es oportuno, para terminar, hacer menci´on de los escasos esfuerzos de alternativas en esta disciplina. Algunos, como el de Fromm, si bien contienen excelentes an´alisis del comportamiento y la estructuraci´ on social del norteamericano medio 39 , representan enfoques b´asicamente sociol´ogicos, que sin duda no configurar´ıan una psicolog´ıa aplicada 40 . Otros, como los que muestran algunas revistas sovi´eticas, responden a una versi´ on te´ orica y metodol´ ogica muy cercana a la de los EE. UU.; la explicaci´on de este paralelo en la supuesta oposici´ on puede rastrearse perfectamente en los an´alisis de la escuela de Frankfurt 41 . Quiz´ a el esfuerzo m´ as decisivo haya sido el de E. Pichon Riviere 42 , psicoanalista argentino de una l´ınea te´ orica que se difundi´ o en la d´ecada de los 60. Pichon Riviere intenta fundar la psicolog´ıa social desde el psicoan´ alisis, pero de un modo muy diferente al que nosotros hemos propuesto. El no intenta trabajar psicoanal´ıticamente, por ejemplo, el tema de las masas o el de la comunicaci´on, o de la disonancia cognitiva o percepci´ on; plantea un espacio estructurado fundamentalmente en el trabajo de grupos, orientado seg´ un la t´ecnica de grupos operativos por ´el ideada. De tal manera, la perspectiva de Pichon se centra en una t´ecnica concreta de intervenci´on social e institucional; en este sentido ofrece una salida pr´actica interesante y sugestiva para la psicolog´ıa social. Pero en el plano te´ orico, no define por qu´e “salir” del psicoan´alisis para “llegar” a la psicolog´ıa social, en una oposici´ on de ambos t´erminos poco comprensible; limita el ´ambito de la psicolog´ıa social a una serie de fen´omenos de microgrupo y a la interpretaci´ on del arte, dejando un campo considerable de an´alisis fuera de la mira, y comete serios errores te´ oricos en la fundamentaci´on, al proponer un materialismo ingenuo y poco riguroso, y al mezclar ecl´ecticamente categor´ıas del psicoan´alisis con otras de la Gestalt y aun del “behaviorismo” 43 . Dado todo lo anterior, y a la vez considerando el hecho de que una modificaci´on pr´actica (la “intervenci´ on”, actualmente puesta en boga en sociolog´ıa por Lourau y Lapassade) no implica per se cambios te´ oricos homologables, no encontramos en el intento de Pichon condiciones para plantear una nueva psicolog´ıa social. BIBLIOGRAFIA ALTHSSER, L.: La revoluci´ on te´ orica de Marx, Ed. Siglo XXI, M´exico, 1968. Para leer el Capital, Ed. Siglo XXI, M´exico, 1969. Nuevos escritos, Ed. Laia, Barcelona, 1978. ARONSON, E.: Introducci´ on a la psicolog´ıa social, Alianza Editorial, Madrid, 1979. ASCH, S.: Psicolog´ıa social, Eudeba, Buenos Aires, 1972. BACHELARD, G.: La formaci´ on del esp´ıritu cient´ıfico, Ed. Siglo XXI, M´exico, 1979. BORDIEU, P. y otros: El oficio de soci´ ologo, Siglo XXI, Buenos Aires, 1975. BRAUNSTEIN, N. y otros: Psicolog´ıa, ideolog´ıa y ciencia, Siglo XXI, M´exico, 1977. BLEGER, J.: Psicolog´ıa de la conducta, Nueva Visi´on, Buenos Aires, 1972. DELEULE, D.: La psicolog´ıa, mito cient´ıfico, Ed. Anagrama, Buenos Aires. 39 FROMM,

E., Psicoan´ alisis de la sociedad contempor´ anea, Fondo de Cultura Econ´ omica, M´ exico, 1956. quien ha encontrado en Fromm la posibilidad de una psicolog´ıa social diferente; pero cabe aclarar que ´ ese no era el prop´ osito del autor recientemente fallecido. 41 MARCUSE, H., op. cit. 42 PICHON RIVIERE. E., Del psicoan´ alisis a la psicolog´ıa social, Ed. Nueva Visi´ on, Buenos Aires, 1974, 3 tomos. 43 Ver por ejemplo BLEGER, JOSE, Psicolog´ ıa de la conducta, Ed. Nueva Visi´ on, Buenos Aires, 1972. 40 Hay

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