El Martir De Las Catacumbas

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4 Mar 1982 ... desapareciendo en el interior. Allí se encontraban ... cuales tuvo resultados fatales, despertando diferentes grados de interés, según el valor y habilidad que ... Mauritania, cuya complexión y fortaleza eran de gigante. Pero su ...
El Martir De Las Catacumbas Prologo

Hace muchos años que fue publicada una historia titulada El Mártir de las Catacumbas: Un episodio de la Roma Antigua. Un ejemplar fue providencialmente rescatado de un barco de vela americano y se encuentra en poder del hijo del Capitán Richard Roberts, quien comandaba aquella nave y tuvo que abandonarla en alta mar como consecuencia del desastroso huracán ocurrido en enero de 1876. Cuidadosamente reimpresa, presentamos aquí aquella obra, habiendo sido celosamente fieles al original aun en su titulo. Sacamos a la luz esta edición, animados de la viva esperanza de que El Señor la haya de emplear para hacerles ver a los fieles que reflexionan, como también a los descuidados y desprevenidos y a sus descendientes en estos últimos días malos, este palpitante cuadro de como sufrieron los santos de los primeros tiempos por su fe en nuestro Señor Jesucristo, bajo una de las persecuciones mas crueles de la Roma pagana, y que en un futuro no lejano se pueden repetir con la misma intensidad de la ira satánica, mediante el mismo Imperio Romano de inminente renacimiento.

Ojalá pueda despertar nuestra conciencia al hecho de que, si el Señor tarda en su venida, hemos de vernos en el imperativo de sufrir por El que voluntariamente tanto sufrió por nosotros. La Biblia ya no ocupa el legitimo lugar que le corresponde en nuestros colegios y universidades; la oración familiar es un habito perdido; nuestro Señor Jesucristo, el unigénito y bien amado Hijo del Dios viviente, es desacreditado y deshonrado precisamente en casa de aquellos que profesan ser sus amigos; el testimonios en corporación ha desaparecido de la tierra; no se obedece el llamado a Laodicea al arrepentimiento; y es así que la promesa del Señor de la comunión con. EL esta librada solo al individuo. Y aun a nosotros en estos días puede alcanzarnos la promesa a Smirna: "Se fiel hasta muerte y yo te daré la corona de la vida". La sangre de los mártires de Rusia y Alemania clama desde la tierra, cual admonición a los cristianos de todos lo países. Pero aun podemos arrancar de nuestras almas el clamor anhelante: "VEN SEÑOR JESUS; VEN PRONTO". Hartsdale, N.Y. Richard L. Roberts

Capítulo 1 El Coliseo

El Coliseo Cruel carnicería para jolgorio de los romanos Era uno de los grandes días de fiesta en Roma. De todos los extremos del país las gentes convergían hacia un destino común. Recorrían el Monte Capitolino, el Foro, el Templo de la Paz, el Arco de Tito y el palacio imperial en su desfile por las innumerables puertas, desapareciendo en el interior. Allí se encontraban frente a un escenario maravilloso: en la parte inferior la arena interminable se desplegaba rodeada por incontables hileras de asientos que se elevaban hasta el tope de la pared exterior que bordeaba los cuarenta metros. Aquella enorme extensión se hallaba totalmente cubierta por seres humanos de todas las edades y clases sociales. Una reunión tan vasta, concentrada de tal modo, en la que solo se podían distinguir largas filas de rostros fieros, que se iban extendiendo sucesivamente, constituían un formidable espectáculo que en ninguna parte del mundo ha podido igualarse, y que había sido ideado, sobre todo, para aterrorizar e infundir sumisión en el alma del espectador. Mas de cien mil almas se habían reunido aquí, animadas de un sentimiento común, e incitadas por una sola pasión. Pues lo que les había atraído a este lugar era una ardiente sed de sangre de sus semejantes. Jamás se hallara un comentario mas triste de esta alardeada civilización de la antigua Roma, que este macabro espectáculo creado por ella. Allí se hallaban presentes guerreros que habían combatido en lejanos campos de batalla, y que estaban bien entrenados de lo que constituían actos de valor; sin embargo, no sentían la menor indignación ante las escenas de cobarde opresión que se desplegaban ante sus ojos. Nobles de antiguas familias se hallaban presentes allí, pero no tenían ojos para ver en estas exhibiciones crueles y brutales el estigma sobre el honor de su patria.

A su vez los filósofos, los poetas, los sacerdotes, los gobernadores, los encumbrados, como también los humildes de la tierra, atestaban los asientos; pero los aplausos de los patricios eran tan sonoros y ávidos como los de los plebeyos. ¿Que esperanza había para Roma cuando los corazones de sus hijos se hallaban íntegramente dados a la crueldad y a la opresión mas brutal que se puede imaginar? El sillón levantado sobre un lugar prominente del enorme anfiteatro se hallaba ocupado por el Emperador Decio, a quien rodeaban los principales de los romanos. Entre estos se podía contar un grupo de la guardia pretoriana, que criticaban los diferentes actos de la escena que se desenvolvía en su presencia con aire de expertos. Sus carcajadas estridentes, su alborozo y su espléndida vestimenta los hacían objeto de especial atención de parte de sus vecinos. Ya se habían presentado varios espectáculos preliminares, y era hora de que empezaran los combates. Se presentaron varios combates mano a mano, la mayoría de los cuales tuvo resultados fatales, despertando diferentes grados de interés, según el valor y habilidad que derrochaban los combatientes. Todo ello lograba el efecto de aguzar el apetito de los espectadores, aumentando su vehemencia, llenándoles del mas vivo deseo por los eventos aun mas emocionantes que habían de seguir. Un hombre en particular había

despertado la admiración y el frenético aplauso de la multitud. Se trataba de un africano de Mauritania, cuya complexión y fortaleza eran de gigante. Pero su habilidad igualaba a su fortaleza. Sabia blandir su espada con destreza maravillosa, y cada uno de los contrincantes que hasta el momento yacía muerto. Llego el momento en que había de medirse con un gladiador de Batavia, hombre al cual solamente El le igualaba en fuerza y estatura. Pero los separaba un contraste sumamente notable. El africano era tostado, de cabello relumbrante y rizado y ojos chispeantes; el de Batavia era de tez ligera, de cabello rubio y de ojos vivísimos de color gris. Era difícil decir cual de ellos llevaba ventaja; tan acertado había sido el cotejo en todo sentido.

Pero, como primero había ya estado luchando por algún tiempo, se pensaba que El tenia esto como desventaja. Lego, pues, el momento en que se trabo la contienda con gran vehemencia y actividad de ambas partes. El de Batavia asesto tremendos golpes a su contrincante, que fueron parados gracias a la viva destreza de este. El africano era ágil y estaba furioso, pero nada podía hacer contra la fría y sagaz defensa de su vigilante adversario.

Finalmente, a una señal dada, se suspendió el combate, y los gladiadores fueron retirados, pero de ninguna manera ante la admiración o conmiseración de los espectadores, sino simplemente por el sutil entendimiento de que era el mejor modo de agradar al publico romano. Todos entendían, naturalmente, que los gladiadores volverían. Llego ahora el momento en que un gran numero de hombres fue conducido a la arena. Estos todavía estaban armados de espadas cortas. No bien paso un momento, cuando ya ellos habían empezado el ataque. No era un conflicto de dos bandos opuestos, sino una contienda general, en la cual cada uno atacaba a su vecino. Tales escenas llegaban a ser las mas sangrientas, y por lo tanto las que mas emocionaban a los espectadores. Un conflicto de este tipo siempre destruiría el mayor numero en el menor tiempo.

La arena presentaba el escenario de confusión mas horrible. Quinientos hombres en la flor de la vida y la fortaleza, armados de espadas luchaban en ciega confusión unos contra otros. Algunas veces se trenzaban en una masa densa y enorme; otras veces se separaban violentamente , ocupando todo el espacio disponible, rodeando un rimero de muertos en el centro del campo. Pero, a la distancia, se asaltaban de nuevo con indeclinable y sedienta furia, llegando a trabarse combates separados en todo el rededor del macabro escenario; el victorioso en cada uno corría presuroso a tomar parte en los otros, hasta que los últimos sobrevivientes se hallarían nuevamente empeñados en un ciego combate masivo la larga las luchas agónicas por la vida o la muerte se tornaban cada vez mas débiles. Solamente unos cien quedaban de los quinientos que empezaron, a cual mas agotados y heridos. Repentinamente se dio una señal y dos hombres saltaban a la arena y se precipitaban desde extremos opuestos sobre esta miserable multitud. Eran el africano y el de Batavia. Ya frescos después del reposo,

caían sobre los infelices sobrevivientes que ya no tenían no el espíritu para combinarse, ni la fuerza para resistir. Todo se reducía a una carnicería. Estos gigantes mataban a diestra y siniestra sin misericordia, hasta que nadie mas que ellos quedaba de pie en el campo de la muerte y oían el estruendo del aplauso de la muchedumbre. Estos dos nuevamente renovaban el ataque uno contra el otro, atrayendo la atención de los espectadores, mientras eran retirados los despojos miserables de los muertos y heridos. El combate volvía a ser tan cruel como el anterior y de invariable similitud. A la agilidad del africano se oponía la precaución del de Batavia. Pero finalmente aquel lanzo una desesperada embestida final, el de Batavia lo paro y con la velocidad del relámpago devolvió el golpe. El africano retrocedió ágilmente y soltó su espada. Era demasiado arde, porque el golpe de su enemigo le había traspasado el brazo izquierdo. Y conforme cayo, un alarido estrepitoso de salvaje regocijo surgió del centenar de millares de así llamados seres humanos. Pero esto no había de considerarse como el fin, porque mientras aun el conquistador estaba sobre su victima, el personal de servicio se introdujo de prisa a la arena y lo saco. Empero tanto los romanos como el herido sabían que no se trataba de un acto de misericordia. Solo se trataba de reservarlo para el aciago fin que le esperaba.

- El de Batavia es un hábil luchador, Marcelo - comento un joven oficial con su compañero de la concurrencia a la que ya se ha aludido. - Verdaderamente que lo es, mi querido Lúculo - replico el otro - No creo haber visto jamás un gladiador mejor que este. En verdad los dos que se han batido eran mucho mejores de lo común - Allá adentro tienen un hombre que es mucho mejor que estos dos. - ¡Ah! ¿Quien es el? - El gran gladiador Macer. Se me ocurre que el es el mejor que jamás he visto. - Algo he oído respecto a El. ¿Crees que lo sacaran esta tarde? - Entiendo que si.

Esta breve conversación fue bruscamente interrumpida por un tremendo rugido que surco los aires procedente del vivario, o sea el lugar en donde se tenían encerradas las fieras salvajes. Fue uno de aquellos rugidos feroces y terroríficos que solían lanzar las mas salvajes fieras cuando habían llegado al colmo del hambre que coincidía con el mismo grado de furor. No tardaron en abrirse los enrejados de hierro manejados por hombres desde arriba, apareciendo el primer tigre al acecho en la arena. Era una fiera del África, desde donde había sido traída no muchos días antes. Durante tres días no había probado alimento alguno, y así al hambre juntamente con el prolongado encierro había aguzado su furor a tal extremo que solamente el contemplarlo aterrorizaba. Azotándose con la cola recorría la arena mirando hacia arriba, con sanguinarios ojos, a los espectadores. Pero la atención de estos no tardo en desviarse hacia un

objeto distinto. Del otro extremo se donde la fiera se hallaba fue arrojado a la arena nada menos que un hombre. No llevaba armadura alguna, sino que estaba desnudo como todos los gladiadores, son la sola excepción de un taparrabo. Portando en su diestra la habitual espada corta, avanzo con dignidad y paso firma hacia el centro del escenario.

En el acto todas las miradas convergieron sobre este hombre. Los innumerables espectadores clamaron frenéticamente: "¡Macer, Macer!" El tigre no tardo en verlo, lanzando un breve pero salvaje rugido que infundía terror. Macer con serenidad permaneció de pie con su mirada apacible pero fija sobre la fiera que movía la cola con mayor furia cada vez, dirigiéndose hacia el. Finalmente el tigre se agazapo, y de esta posición con el impulso característico se lanzo en un salto feroz sobre su presa. Macer no estaba desprevenido. Como una centella voló hacia la izquierda, y no bien había caído el tigre en tierra, cuando le aplico una estocada corta pero tajante y certera en el mismo corazón. ¡Fue el golpe fatal para la fiera!. La enorme bestia se estremeció de la cabeza a los pies, y encogiéndose para sacar toda la fuerza de sus entrañas, soltó su postrer bramido que se oyó casi como el clamor de un ser humano, después de lo cual cayo muerta en la arena. Nuevamente el aplauso de la multitud se oyó como el estrépito del trueno por todo el derredor.

- ¡Maravilloso! - exclamo Marcelo -, ¡Jamás he visto habilidad como la de Macer! Su amigo le contesto reanudando la charla, ¡Sin duda se ha pasado la vida luchando!

Pronto el cuerpo del animal muerto fue arrastrado fuera de la arena, al mismo tiempo que se oyó el rechinar de las rejas que se abrían nuevamente atrayendo la atención de todos. Esta vez era un león. Se desplazo lentamente en dirección opuesta, mirando en derredor suyo al escenario que le rodeaba, en actitud de sorpresa. Era este el ejemplar mas grande de su especie, todo un gigante en tamaño, habiendo sido largo tiempo preservado hasta hallarle un adversario adecuado. A simple vista parecía capaz de hacer frente victoriosamente a dos tigres cono el que le había precedido.

A su lado Macer no era sino una débil criatura. El ayuno de esta fiera había sido prolongado, pero no mostraba la furia del tigre. Atravesó la arena de uno a otro extremo, y luego el rededor en una especie de trote, como si buscara una puerta de escape. Mas hallando todo cerrado, finalmente retrocedió hacia el centro, y pegando el rostro contra el suelo dejo oír profundo bramido tan alto y prolongado que las enormes piedras del mismo Coliseo vibraron

con el sonido. Macer permaneció inmóvil. Ni un solo músculo de su rostro cambio en lo mas mínimo. Estaba con la cabeza erguida con la expresión vigilante y característica, sosteniendo su espada en guardia. Finalmente el león se lanzo sobre El de lleno. El rey de las fieras y el rey de la creación se mantuvieron frente a frente mirándose a los ojos el uno al otro. Pero la mirada serena del hombre pareció enardecer la ira propia del animal. Erecta la cola y todo el, retrocedió; y tirando su melena, se agazapo hasta el suelo en preparación para saltar. La enorme la multitud se paro embelesada. He aquí una escena que merecía su interés La asa oscura del león se lanzo al frente, y otra vez el gladiador en su habitual maniobra salto havia el costado y lanzo su estocada. Empero esta vez la espada solamente hirió una e las costillas y se le cayo de la mano. EL león fue herido ligeramente, pero el golpe sirvió solo para levantar su furia hasta el grado supremo. Macer empero no perdió ni un ápice de su característica calma y frialdad en este momento tremendo. Perfectamente desarmado en espera del ataque, se planto delante de la fiera. Una y otra vez el león lanzo sus feroces ataques, y cada uno fue evadido por el ágil gladiador, quien con sus hábiles movimientos se acercaba ingeniosamente al lugar en donde estaba su arma hasta lograr tomarla nuevamente. Y ahora, otra vez armado de su espada protectora, espera el zarpazo final de la fiera que respiraba muerte. El león se arrojo como la vez anterior, pero esta vez Macer acertó en el blanco. La espada le traspaso el corazón. La enorme fiera cayo contorsionándose de dolor. Poniéndose en pie echo a corres por la arena, y tras su ultimo rugido agónico cayo muerto junto a las rejas por donde había salido.

Ahora Macer fue conducido fuera del ruedo, viéndose aparecer nuevamente al de Batavia. Se trataba de un publico de refinado gusto, que demandaba variedad. Al nuevo contendor le soltaron un tigre pequeño, el cual fue vencido. Seguidamente se le soltó un león. Este dio muestras de extrema ferocidad, aunque por su tamaño no salía de lo común. No cabía la menor duda de que el de Batavia no se igualaba a Macer. El león se lanzo sobre su victima, habiendo sido herido; pero, al lanzarse por segunda vez al ataque, agarro a su adversario, y literalmente lo despedazo. Entonces nuevamente fue sacado Macer, para quien fue tarea fácil acabar con el cachorro. Y esta vez, mientras Macer permanecía de pie recibiendo los interminables aplausos, apareció un hombre por le lado opuesto. Era el africano. Su brazo no siquiera había sido vendado sino que colgaba a su costado, completamente cubierto de sangre. Se encamino titubeando hacia Macer, con penosos pasos de agonía. Los romanos sabían que este había sido enviado sencillamente para que fuese muerto. Y el desventurado también lo sabia, porque conforme se acerco a su adversario, arrojo su espada y exclamo en una actitud mas bien de desesperación: - ¡Mátame pronto! Líbrame del dolor.

Todos los espectadores a uno quedaron mudos de asombro al ver a Macer retroceder y arrojar al suelo su espada. Todos seguían contemplando maravillados hasta lo sumo de silenciosos. y su asombro fue tanto mayor cuando Macer volvió hacia el lugar donde se hallaba el Emperador, y levantando las manos muy alto clamo con voz clara que a todos alcanzo:

- ¡Augusto Emperador, yo soy cristiano! Yo peleare con fieras silvestres, pero jamás levantare mi mano contra mis semejantes, los hombres, sean del color que fueren. Yo moriré gustoso; pero ¡yo no matare! Ante semejantes palabras y actitud se levanto un creciente murmullo. -¿Que quiere decir este? ¡Cristiano! ¿Cuando sucedió su conversión? pregunto Marcelo. Lúculo contesto, - supe que lo habían visitado en el calabozo los malditos cristianos, y que el se habría unido a esa despreciable secta, en la cual se halla reunida toda la hez de la humanidad. Es muy probable que se haya vuelto cristiano.- ¿Y preferirá el morir antes que pelear? - Así suelen proceder aquellos fanáticos. La sorpresa de aquel populacho fue reemplazada por una ira salvaje. Le indignaba que un mero gladiador se atreviera a decepcionarles. Los lacayos se apresuraron a intervenir para que la lucha continuara. Si en verdad Macer insistía en negarse a luchar debería sufrir todo el peso de las consecuencias.

Pero la firmeza del cristiano era inconmovible. Absolutamente desarmado avanzo hacia el africano, a quien el podía haber dejado muerto solamente con un golpe de su puño. El rostro del africano se había tronado en estos breves instantes cual de un feroz endemoniado. En sus siniestros ojos relumbraba una mezcla de sorpresa y regocijo loco. Recogiendo su espada y asiéndola firmemente se dispuso al ataque con toda libertas, hundiéndola de un golpe en el corazón de Macer.

- ¡SEÑOR JESUS, RECIBE MI ESPIRITU!

Salieron esas palabras entre el torrente de sangre en medio del cual este humilde pero osado testigo de Cristo dejo la tierra, uniéndose al nobilísimo ejercito de mártires. -¿Suele haber muchas escenas cono esta? - pregunto Marcelo - Así suele ser. cada vez que se presentan cristianos. Ellos hacen frente a cualquier numero de fieras. Las muchachas caminan de frente firmemente desafiando a los leones y a los tigres, pero ninguno de estos locos quiere levantar su mano contra otros hombres. Este Macer ha desilusionado amargamente a nuestro populacho. Era el mas excelente de todos los gladiadores que se han conocido; empero, al convertirse en cristiano, cometió la peor de las necedades. Marcelo contesto meditativo - ¡Fascinante religión debe ser aquella que lleva a un simple gladiador a proceder de la manera que hemos visto!

- Ya tendrás la oportunidad de contemplar mucho mas de esto que te admira.

- ¿Como así? - ¿No lo has sabido? Estas comisionado para desenterrar a algunos de estos cristianos. Se han introducido en las catacumbas y hay que perseguirlos. - Cualquiera pensaría que ya tienen suficiente. Solamente esta mañana quemaron cincuenta de ellos. - Y la semana pasada degollaron cien. Pero eso no es nada. La ciudad integra se ha convertido en todo un enjambre de ellos. Pero el Emperador Decio ha resulto restaurar en toda su plenitud la antigua religión de los romanos. Desde que estos cristianos has aparecido el imperio va en vertiginosa declinación. En vista de eso el se ha propuesto a aniquilarlos por completo. Son la mayor maldición, y como a tal se les tiene que tratar. Pronto llegaras a comprenderlo.

Marcelo contesto con modestia: - Yo no he residido en Roma lo suficiente, y es así que no comprendo que el lo que los cristianos creen en verdad. Lo que ha llegado a mis oídos es que casi cada crimen que sucede se les imputa a ellos. Sin embargo, en el caso de ser como tu dices, he de tener la oportunidad de llegar a saberlo.

En ese momento una nueva escena les llamo la atención. Esta vez entro al escenario un anciano, de figura inclinada y cabello blanco plateado. Era de edad muy avanzada. Su aparición fue recibida con gritos de burla e irrisión, aunque su rostro venerable y su actitud digna hasta lo sumo hacían presumir que se le presentaba para despertar admiración. Mientras las risotadas y los alaridos de irrisión herían sus oídos, el elevo su cabeza al mismo tiempo que pronuncio unas pocas palabras - ¿Quien es el? - pregunto Marcelo - Ese el Alejandro, un maestro de la abominable secta de los cristianos. Es tan obstinado que se niega a retractarse. - Silencio. Escucha lo que esta hablando - Romanos, - dijo el anciano -, yo soy cristiano. Mi Dios murió por mi, y yo gozoso ofrezco mi vida por El. Un bronco estallido de gritos e imprecaciones salvajes ahogaron su voz. Y antes que aquello hubiera concluido, tres panteras aparecieron saltando hacia el. El anciano cruzo los brazos, y elevando sus miradas al cielo, se le veía mover los labios como musitando sus oraciones. Las salvajes fieras cayeron sobre El mientras oraba de pie, y en cuestión de segundos lo habían despedazado. Seguidamente dejaron entrar otras fieras salvajes. Empezaron a saltar alrededor del ruedo intentando saltar contra las barreras. En su furor se trenzaron en horrenda pelea unas contra otras. Era una escena espantosa. En medio de la misma fue arrojada una banda de indefensos prisioneros, empujados con rudeza. Se trataba principalmente de muchachas, que de este modo eran ofrecidas a la apasionada turba romana sedienta de sangre. Escenas como

esta habrían conmovido el corazón de cualquiera en quien las ultimas trazas de sentimientos humanos no hubiesen sido anuladas. Pero la compasión no tenia lugar en Roma. Encogidas y temerosas las infelices criaturas, mostraban la humana debilidad natural al enfrentarse con la muerte tan terrible; pero de un momento a otro, algo como una chispa misteriosa de fe las poseía y las hacia superar todo temor. Al darse cuenta las fieras de la presencia de sus presas, empezaron a acercarse. Estas muchachas juntando las manos, pusieron los ojos en los cielos, y elevaron un canto solemne e imponente, que se elevo con claridad y bellísima dulzura hacia las mansiones celestiales: Al que nos amo, Al que nos ha lavado de nuestros pecados En su propia sangre; Al que nos ha hecho reyes y sacerdotes, Para nuestro Dios y Padre; A el sea el dominio Por lo siglos de los siglos ¡Aleluya! ¡Amen!

Una por una fueron silenciadas las voces, ahogadas con su propia sangre, agonía y muerte; uno por uno los clamores y contorsiones de angustia se confundían con exclamaciones de alabanza; y estos bellos espíritus juveniles, tan heroicos ante el sufrimiento y fieles hasta la muerte, llevaron su canto hasta unirlo con los salmos de los redimidos en las alturas.

Capítulo 2 El Campamento Pretoriano

El Campamento Pretoriano Cornelio, el centurión, varón justo y temeroso de Dios

Marcelo había nacido en Gades, y se había criado bajo la férrea disciplina del ejercito romano. había estado en destacamentos en África, en Siria y Bretaña, y en todas partes se había distinguido, no solamente por su valor en el campo de batalla sino también por su sagaz habilidad administrativa, razones estas por las cuales se había hecho merecedor de honores y ascensos. A su llegada a Roma, adonde había venido portando importantes mensajes, había

agradado al Emperador de tal manera que le había destinado a un puesto de tal manera que le había destinado a un puesto honorable entre los pretorianos.

Lúculo, por el contrario, jamás había salido de las fronteras de Italia, apenas quizá de la ciudad. Pertenecía a una de las mas antiguas y notables familias romanas, y era, naturalmente, heredero de abundantes riquezas, con la correspondiente influencia que a estas compañía. había sido cautivado por el osado y franco carácter de Marcelo, siendo así que los dos jóvenes se convirtieron en firmes amigos. El conocimiento minucioso que de la capital poseía Lúculo, le deparaba la facilidad de servir a su amigo; y las escenas descritas en el capitulo precedente fueron en una de las primeras visitas que Marcelo hacia al renombrado Coliseo. El campamento pretoriano estaba situado a la muralla de la ciudad, a la cual se hallaba unido por otra muralla que lo circundaba. Los soldados vivían en cuartos a modo de celdas perforadas en la misma pared. Era un cuerpo integrado por numerosos hombres cuidadosamente seleccionados, y su posición en la capital les concedió tal poder e influencia que por muchas edades mantuvieron el control del gobierno de la capital. Un camino seguro hacia la fortuna, y Marcelo reunía todas las condiciones para que se le augurara un futuro pletórico de perspectivas y todos los honores que el favor del Emperador podía depararle. En la mañana del día siguiente, Lúculo ingreso a su cuarto, y después de haber cambiado los saludos usuales y de confianza, empezó a hablar respecto a la lucha que había presenciado.

Marcelo dijo: - Tales escenas no son de las que en verdad me agradan. Son actos de crasa cobardía.. A cualquiera le puede complacer el ver a dos hombres bien entrenados trabarse en pareja lucha limpiamente; pero aquellas carnecerías que se ven en el Coliseo son detestables. ¿Por qué había de matarse a Macer? El era uno de los mas valientes de los hombres, y yo tributo todo mi homenaje a su valentía inimitable. ¿Y por que se ha de arrojar a las fieras salvajes a aquellos ancianos y niños? - Es que esos eran cristianos. Y la ley es sagrada e inquebrantable. - Esa es la respuesta de siempre. ¿Que delito han cometido los cristianos?

Yo me he encontrado con ellos por todas partes del imperio, pero jamás los he visto entregados no comprometidos siquiera en perturbaciones o cosa semejante. - Ellos son lo peor de la humanidad. - Esa es la acusación. Pero ¿que pruebas hay? - ¿Pruebas? ¿Que necesidad tenemos de pruebas, si se sabe hasta la saciedad lo que son y hacen. Conspiran en secreto contra las leyes y la religión de nuestro estado. Y tanta es la magnitud de su odio contra las instituciones que ellos prefieren morir antes que ofrecer sacrificio. No reconocen rey ni monarca alguno en la tierra, sino a aquel judío crucificado que

ellos insisten en que vive actualmente. Y tanta es su malevolencia hacia nosotros que llegan a afirmar que hemos de ser torturados toda nuestra vida futura en los infiernos. - Todo eso puede ser verdad. De eso no entiendo nada. Respecto a ellos yo no conozco nada. - La ciudad la tenemos atestada de ellos; el imperio ha sido invadido. Y ten presente esto que te digo. La declinación de nuestro amado imperio que vemos y lamentamos por todas partes, el que se hayan difundido la debilidad y la insubordinación, la contracción de nuestras fronteras: todo esto aumenta conforme aumentan los cristianos. ¿A quien mas se deben todos estos males, si no a ellos? - ¿Como así han llegado a originar todo esto? - Por medio de sus enseñanzas y sus practicas detestables. Ellos enseñan que el pelear es malo, que los soldados son los mas viles de los hombres, que nuestra gloriosa religión bajo la cual hemos prosperado es una maldición, y que nuestros dioses inmortales no son sino demonios malditos. Según sus doctrinas, ellos tienen como objetivo derribar nuestra moralidad. En su s practicas privadas ellos realizan los mas tenebrosos e inmundos de los crímenes. Ellos siempre mantienen entre si el mas impenetrable secreto, pero a veces hemos llegado a escuchar sus perniciosos discursos y sus impúdicos cantos. - A la verdad que, de ser todo esto así, es algo sumamente grave y merecen el mas severo castigo. Pero, de acuerdo a tu propia declaración, ellos mantienen el secreto entre ellos, y por consiguiente se sabe muy poco de ellos. Dime, aquellos hombres que sufrieron el martirio ayer, ¿tenían apariencia de todo esto? Aquel anciano ¿tenia algo que demostrara que había pasado su vida entre escenas de vicio? ¿Eran acaso impúdicos los cantos que elevaron esas bellísimas muchachas mientras esperaban se devoradas por los leones? Al que nos amo; Al que nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre.

Y Marcelo canto en voz baja y suave las palabras que el había oído. - Te confieso, amigo, que yo en el fondo de mi alma lamente la suerte de ellos. A lo que Marcelo Añadió, - Y yo habría llorado si no hubiera sido soldado romano. Detente un momento y reflexiona. Tu me dices cosas respecto a los cristianos que al mismo tiempo confiesas que solamente las sabes de oídos, de labios de aquellos que también ignoran lo que dicen. te atreves a afirmar que son infames y viles, el desecho de la tierra. Yo personalmente los contemplo cuando afrontan la muerte, que es la que prueba las cualidades mas elevadas del alma. Le hacen frente con toda nobleza, al extremo de morir alegremente. Roma en toda su historia no puede exhibir un silo ejemplo de escena de mayor devoción que la que presenciamos ayer. Tu dices que ellos detestan a los soldados, pero son sobremanera valientes, me dices que son traidores, sin embargo ellos no

resisten a la ley; haces declaraciones de que ellos son impuros, empero, si se puede decir que existía pureza en toda la tierra, corresponde a las bellísimas doncellas que murieron ayer. - Te entusiasmas excesivamente por aquellos parias. - No es mero entusiasmo, Lúculo. Yo deseo saber la verdad. Toda mi vida he oído estas referencias. Pero ante lo que vi ayer juntamente contigo, por primera vez he llegado a sospechar de su veracidad. Y ahora te pregunto a ti con todo mi afán, y descubro que tu conocimiento no se funda en nada. Y hoy yo bien recuerdo que estos cristianos por todo el mundo son personas pacíficas y honradas a toda prueba. jamás parte en levantamientos o perturbaciones, y estoy convencido que ninguno de estos crímenes que se les imputa podrá comprobarse contra ellos. ¿Por que, entonces, se les mata? - Sin embargo el Emperador tiene que tener buenas razones para haberlo dispuesto así. - Bien puede el haber sido instigado por consejeros ignorantes o maliciosos. - Tengo entendido que es una resolución tomada por el mismo. - El numero de los que han sido entregados a la muerte de esa manera y por el mismo motivo es enorme - OH, si, son algunos millares. Quedan muchos mas; pero es que no se les puede capturar. Y precisamente eso me recuerda la razon de mi presencia jaca. Te traigo la comisiona imperial. Lúculo extrajo de los dobleces de su capa militar un rollo de pergamino, el cual entrego a Marcelo. Este ultimo examino con avidez su contenido. Se le ascendía a un grado mayor, al mismo tiempo que se le comisionaba para buscar, perseguir y detener a los cristianos en donde fuera que se hallasen ocultos, haciéndose mención en particular de las catacumbas. Marcelo leyó con el ceño fruncido y luego puso el rollo a un lado - No pareces estar muy contento - Te confieso que la tares es desagradable. Soy un soldado y no me gusta eso de andar a la caza de viejos y niños para los verdugos. Sin embargo, como soldado debo obedecer. Dime algo acerca de esas catacumbas. - ¿las catacumbas? Es un distrito subterráneo que hay debajo de las ciudad, y cuyos limites nadie conoce. Los cristianos huyen a las catacumbas cada vez que se hallan en peligro; también están ya habituados a enterrar a sus muertos allí. Una vez que logran penetrar allí, se pueden considerar fuera del alcance de los poderes del estado - ¿Quien hizo las catacumbas? - Nadie sabe con exactitud. El hecho es que han existido allí por muchos siglos. Yo creo que fueron excavadas con el objeto de extraer arena para edificaciones. Pues en la actualidad todo nuestro cemento proviene de allí, y podrás ver innumerables obreros trayendo el cemento a la ciudad por todos los caminos. En la actualidad tienen que ir hasta una gran distancia, porque con el transcurso de los años han excavado tanto debajo de la ciudad que la han dejado sin fundamento. - ¿Existe alguna entrada?

- Hay entradas innumerables. Precisamente esa es la dificultad. Pues si hubiera solamente unas pocas, entonces podríamos capturar a los fugitivos. Pero así no podemos distinguir de que dirección hemos de avanzar contra ellos. - ¿Hay algún distrito del cual se sospecha? - Si. Siguiendo por la Vía Apia, como a dos millas cerca a la tumba de Cecilia Metella, la gran torre redonda que conoces, allí se han encontrado muchos cadáveres. Hay conjeturas que esos son cuerpos de los cristianos que han sido rescatados del anfiteatro y llevados allá para darles sepultura. Al acercarse los guardias los cristianos han dejado los cadáveres y han huido. pero, después de todo, eso no ayuda en nada, porque después que uno penetra a las catacumbas, no puede considerar que esta mas cerca del

objetivo que antes. No hay ser humano que pueda penetrar a aquel laberinto sin el auxilio de aquellos que viven allí mismo. - ¿Quienes viven allí? - Los excavadores, que aun se dedican a cavar la tierra en busca de arena para las construcciones. Casi todos ellos son cristianos, y siempre están ocupados en cavar tumbas para los cristinos que mueren. Estos hombres han vivido allí toda la vida, y no solamente se puede decir que están familiarizados con todos aquellos pasajes, sino que tienen una especie de instinto que les guía. - Has entrado algunas veces a las catacumbas, ¿verdad?. - Una vez, hace mucho tiempo, cuando un excavador me acompañó. Pero solo permanecí allí un corto tiempo. Me dio la impresión de ser el lugar mas terrible que hay en el mundo. - Yo he oído hablar de las catacumbas, pero en realidad no sabia nada respecto a ellas. Es extraño que sean tan poco conocidas. ¿No podrían esos escavadores comprometerse a guiar a los guardias por todo ese laberinto? - No, ellos no entregaran a los cristianos. - Pero ¿se ha intentado hacerlo? - OH, si. Algunos obedecen y guían a los oficiales de la justicia a través de la red de pasajes, hasta que llega un momento en que casi pierden el sentido. Las antorchas casi se extinguen, llegando ellos a aterrorizarse. Y entonces piden que se regrese. El excavador expresa que los cristianos deben haber huido, y así regresa al oficial al punto de partida o ingreso. - ¿y ninguno tiene la suficiente resolución de seguir hasta llegar a encontrar a esos cristianos? - Si insisten en continuar la busques a los excavadores les guían hasta cuando quieran. Pero lo hacen por los incontables pasajes que intersecan algunos distritos particulares. - ¿Y no se ha encontrado uno solo que entregue a los fugitivos?

- Si, algunas veces. pero ¿de que sirve? A la primera señal de alarma todos los cristianos desaparecen por los conductos laterales que se abren por todas partes. - Mis perspectivas de éxito son muy pocas. - Podrán ser muy pocas, ero mucha esperanza se tiene cifrada en esta empresa que se te comisiona, habrás asegurado tu fortuna. Y ahora, ¡Buena suerte! Te he dicho todo lo que conozco. No tendrás dificultad en aprender mucho mas de cualquiera de los excavadores.

Eso decía Lúculo al mismo tiempo que se marchaba. Marcelo hundió su rostro entre las manos, y se sumió en profundos pensamientos. Empero, en medio de su meditación le perseguía, como envolviéndole, la letra cada vez mas penetrante de aquella gloriosa melodía que evidenciaba el triunfo sobre la muerte:

Al que nos amo Al que nos ha lavado de nuestros pecados.

Capítulo 3 La Via Apia

La Vía Apia Sepulcros en despliegue de melancolía Guardan de los poderosos las cenizas Que duermen en la Vía Apia

Marcelo se entrego de lleno y sin perder un momento a cumplir la comisión a que se le había destinado. El día siguiente se dedico a la investigación. Como se trataba de una correría de mera indagación, no se hizo acompañar por soldado alguno. Partiendo del cuartel de los pretorianos, tomo la Vía Apia hacia las afueras de la ciudad. Una sucesión de tumbas se alineaban a ambos costados de esta vía famosa, cuya magnifica conservación corría a cargo de las cuidadosas familias a quienes pertenecían. A cierta distancia del camino quedaban las casas y las villas, tan igualmente apiñadas como en el centro de la ciudad. Mucha distancia quedaba aun por recorrer par llegar al campo abierto. Finalmente

llego el caminante a la enorme torre redonda, que se levanta a unas dos millas de la puerta. Construida de enormes bloques de travertino, había sido ornamentada con la mas imponente belleza y sencillez al mismo tiempo.

A esta altura Marcelo se detuvo para contemplar lo que había recorrido. Roma tenia la virtud de ofrecer una vista nueva y a cual mas interesante a aquel observador que recién la conocía. Lo mas notorio aquí era la interminable fila de tumbas. Hasta este punto de reposo inevitable habían llegado en su marcha triunfal los grandes, los nobles y los valientes de los tiempos pasados, cuyos epitafios, competían en hacer públicos sus honores terrenales, en contraste con la incertidumbre de sus perspectivas en el servicio de la riqueza había erigido estos pomposos monumentos, y el afecto piadosos de los siglos los había preservado hasta el momento. Precisamente frente a el tenia el mausoleo sublime de Cecilia Metella. Mas allá estaban las tumbas de Catalino y los Servili. Aun mas allá se encontró su mirada con el lugar de reposo de Escipion, cuya clásica arquitectura clasificaba su contenido con "el polvo de sus heroicos moradores".

A su mente acudieron las palabras de Coceron: "Cuando salid por la Puerta Capena, y veis las tumbas de Catalino, de los Escipiones, de los Servili y de los Egeria, y a corta distancia el lugar elegido una vez por Anibal para lanzar su jabalina contra las murallas de Roma. Las interminables hileras de tumbas seguían hasta que a la distancia terminaban en la monumental pirámide de Gayo Cestio, ofreciendo todo este conjunto el mas grande escenario de magnificencia sepulcral que se podía encontrar en toda la tierra. Por todos los lados la tierra se hallaba cubierta de las moradas del hombre, porque hacia largo tiempo que la ciudad imperial había rebasado sus limites originales, y las casas se habían desparramado a todos los lados por el campo que la circundaba, hasta el extremo que el viajero apenas podía distinguir en donde terminaba el campo y donde empezaba la ciudad. Desde la distancia parecía saludar al oído el barullo de la ciudad, el rodar de los numerosos carros, el recorrido multitudinario de tantos pies presurosos. Delante de el se levantaban los monumentos, el blanquísimo lustre del palacio imperial, las innumerables cúpulas y columnas formando torres elevadas, como una ciudad en el aire, por encima de toso el excelso Monte Capitolino, en cuya cumbre se eleva el templo de Jove. Empero, tanto mas impresionante que el esplendor del hogar de los vivos era la solemnidad de la ciudad de los muertos.

¡Que derroche de gloria arquitectónica se desplegaba alrededor de el! Allí se elevaban orgullosos los monumentos de las grandes familias de Roma. El heroísmo, el genio, el valor, el orgullo, le riqueza, todo aquello que el hombre estima o admira, animaban aquí las elocuentes piedras y despertaban la emoción. Aquí estaban las formas visibles de las mas altas influencias de la antigua religión pagana. Empero sus efectos sobre el alma nunca correspondieron con el esplendor de sus formas exteriores o la pompa de sus ritos. Los epitafios de los muertos no

evidenciaban ni un ápice de fe, sino amor a la vida y sus triunfos; nada de seguridad de una vida inmortal, sino un triste deseo egoísta de los placeres de este mundo. Tales eran los pensamientos de Marcelo, mientras meditaba sobre el escenario que tenia delante de si, repitiéndose insistentemente el recuerdo de las palabras de Cicerón: "¿Os atrevéis a pensar que los que allí sepultos reposan son infelices?"Siguió pensando ahora, "Estos cristianos, en cuya búsqueda me encuentro, parecen haber aprendido mas de lo que yo puedo descubrir en nuestra filosofía. Ellos parecen no solamente haber conquistado el temor a la muerte, sino que han aprendido a morir gozosos. ¿Que poder secreto tienen ellos que llega a inspirar aun a los mas jóvenes y a los mas débiles de ellos? ¿Cual es el significado oculto de sus cantos? Mi religión puede solamente tener esperanza que tal vez no seré infeliz; empero, la de ellos les lleva a morir con cantos de triunfo, de regocijo".

Pero ¿que iba a hacer para poder continuar su búsqueda de los cristianos? Multitud de personas pasaban junto a el, pero el no podía descubrir uno solo capaz de ayudarle. Edificios de variados tamaños, murallas, tumbas y templos le rodeaban por todas partes, pero el no veía lugar alguno que pudiera conducirle a las catacumbas. Se hallaba completamente perdido y sin saber que hacer. Entro por una calle caminando lentamente, tratando de hacer un escrutinio cuidadoso de cada persona a quien encontraba, y examinando minuciosamente cada edificio. Con todo, no obtuvo el menor resultado, salvo el haber descubierto que la apariencia exterior de cuanto le rodeaba no mostraba señales que se relacionasen con moradas subterráneas. El día paso, y empezó a hacerse tarde; pero Marcelo recordó que le habían dicho que había muchas entradas a las catacumbas, y fue así que continuo su búsqueda, esperando hallar un derrotero antes de la caída del día. Al fin fue compensada su búsqueda. Había caminado en todas direcciones, a veces recorriendo sus propias pisadas y volviendo de nuevo al mismo punto de partida para reorientarse. Las sombras crepusculares se acercaban y el sol se aproximaba a su ocaso. En esas circunstancias su ojo avizor fue atraído hacia un hombre que en dirección opuesta caminaba seguido de un pequeñuelo. La vestimenta del hombre era de burda confección y además manchada de arena, barro y arcilla. Su aspecto enjuto y pálido rostro evidenciaban que era alguien que había estado largo tiempo en prisiones, y así toda su apariencia exterior atrajo la atenta mirada del joven soldado. Se acerco a aquel hombre, y no sin antes ponerla la mano sobre el hombro, le dijo: - Tu eres cavador. Ven conmigo Al levantar el hombre la mirada, se dio con un rostro severo. Y la presencia del vestido del oficial le atemorizo. Al instante desapareció, y antes que Marcelo pudiera dar el primer paso en su persecución, había tomado un encaminamiento lateral y se había perdido de vista Pero Marcelo cogió al muchacho - Ven conmigo - le dijo. El pobre niño no pudo hacer mas que mirarlo, pero con tal agonía y miedo que Marcelo fue conmovido. - Tenga misericordia de mi, le pido por mi madre. Si Ud. me detiene, ella morirá. El niño se echo así a sus pies, balbuciendo solamente aquello en forma entrecortada.

- No te voy a hacer ningún daño; ven conmigo - y así lo condujo hacia un espacio abierto apartado del lugar por donde tanta gente estaba circundando. - Ahora que estamos solos - le dijo deteniéndose y mirándolo -, dime la verdad ¿Quien eres tu? - Me llamo Polio - dijo en niño. - ¿Donde vives? - En Roma. - ¿Que estas haciendo aquí? - Salí a hacer un mandado. - ¿Quien era ese hombre? - Un cavador. - ¿Que estabas haciendo tu con el ? - El me estaba llevando un bulto. - ¿Que contenía el bulto? - Provisiones. - ¿A quien se lo llevabas? - A una persona menesterosa por allá - ¿Donde vive esa persona? - Acá cercan no mas - Ahora muchacho, dime la verdad, ¿Sabes tu algo sobre las catacumbas? - He oído hablar de ellas - dijo el niño tranquilamente. - ¿NUnca estuviste dentro de ellas? - Si, he estado en algunas de ellas. - ¿Conoces a alguien que vive allí? - Si, algunas personas. Los cavadores viven allí. - ¿Tu te ibas a las catacumbas con el? - ¿Que voy a ir a hacer allí a esta hora? - dijo el niño inocentemente. - Eso precisamente es lo que quiero saber. ¿Te ibas para allá? - ¿Como me voy a atrever a ir allá, cuando es prohibido por la ley?

Marcelo dijo abruptamente, - Ya es de noche. Vamos al servicio de la noche en aquel templo. El menor vacilo, y luego dijo - Estoy de prisa. - Pero en este momento tu eres mi prisionero. Yo nunca dejo de ir a adorar a mis dioses. Tu tienes que venir conmigo y ayudarme en mis servicios devocionales. A lo que el niño contesto firmemente, - Yo no puedo, - ¿Por que no puedes? - Pues soy cristiano. - Yo lo sabia. y tu tienes amigos en las catacumbas, y tu te vas para allá ahora. Ellos son la gente menesterosa a quienes les estas llevando esas provisiones, y el mandado que dices es en beneficio de ellos. El niño inclino la cabeza y guardo silencio. - Quiero que tu me lleves ahora mismo a la entrada a las catacumbas. - Oh, usted que veo que es un oficial generoso, ¡tenga misericordia de mi! No me pida una tal cosa, porque no puedo hacerlo. Jamás voy a traicionar a mis amigos. - Tu no vas a traicionarlos. No quiere decir nada que me muestres una entrada entre las muchas que conducen allá abajo. ¿Crees que los guardias no las conocen a cada una?

El muchacho reflexiono por un momento, y finalmente manifestó su asentamiento. Marcelo lo toma de la mana y se entrego para que lo condujese. El niño volteo hacia la derecha de la Vía Apia, y después de recorres una corta distancia llego a una casa inhabitada. Entró en ella y bajo al sótano. Allí había una puerta que aparentemente daba a un sencillo deposito. El niño señalo ese lugar y se detuvo.

- Yo deseo bajar allá - dijo Marcelo firmemente - ¿Seguro que usted no se atrevería a bajar allí solo? - Dicen que los cristianos no cometen delitos. ¿De que habría yo de temer? Sigamos. - Yo no tengo antorchas. - Pero yo tengo una. Yo vine preparado. Vamos. - Yo no puedo seguir mas.

- ¿Te niegas?

El muchacho replico: - Debo negarme. Mis amigos y mis parientes se hallan allá abajo. Antes que conducirle a Ud. allá donde están ellos yo moriría cien veces. - Tu eres muy osado. Pero no sabes lo que es la muerte. - ¿Que yo no le? ¿Que cristiano hay que tema a la muerte? Yo he visto a muchos de mis amigos morir en agonía, y aun he ayudado a sepultarlos. Yo no le conduciré a Ud. allá. lléveme a la prisión El niño dio media vuelta. - Pero su yo te llevo ¿que pensaran tus amigos? ¿Tienes madre? El niño inclino la cabeza y se echo a llorara amargamente. La mención de aquel nombre querido le había vencido.- Ya veo que tienes madre y que la amas. Llévame abajo y la volverás a ver. - Yo jamás les traicionare, ya le he dicho. Antes moriré. Haga conmigo lo que quiera Ud. - Si yo tuviera malas intenciones, ¿crees tu que bajaría son hacerme acompañar por soldados? - dijo Marcelo. - Pero ¿que puede querer un soldado, o un pretoriano, con los perseguidos cristianos, sino destruirlos? - Muchacho, yo no tengo malas intenciones. Si tu me guías abajo te juro que no haré nada contra tus amigos. Cuando yo este abajo, yo seré un prisionero, y ellos pueden hacer conmigo lo que quieran. - ¿Me jura Ud. que no los traicionara? - Yo juro por la vida del Cesar, y por los dioses inmortales, - dijo Marcelo solemnemente. - Vamos, entonces - dijo el niño - . No necesitamos antorchas. Sígame cuidadosamente. Y el menor penetro por la estrechísima abertura.

Capítulo 4 Las Catacumbas

Las catacumbas Nada de luz, sino solo tinieblas

Que descubrían cuadros de angustia, Regiones de dolor, funestas sombras

Siguieron en la densa oscuridad, hasta que al fin el pasaje se torno mas ancho y llegaron a unas gradas que conducían hacia abajo. Marcelo, cogido del vestido del niño, lo seguía.

Era ciertamente una situación que provocaba alarma. Pues estaba entregando en manos de aquellos hombres, a quienes precisamente la clase a que el pertenecía los había privado del aire libre, hundiéndolos en aquellas tétricas moradas. Para ellos el no podía ser reconocido de otro modo sino como perseguidor. pero la impresión que en el había dejado la gentileza y humildad de ellos era tal que el no tenia el menos temor de sufrir daño alguno. Estaba sencillamente en manos de este niño que bien podía conducirlo a la muerte en las densas tinieblas de este impenetrable laberinto, pero ni siquiera pensaba en ello. Era el deseo ferviente de conocer mas de estos cristianos, lograr su secreto, lo que le guiaba a seguir adelante; y conforme había jurado, así había resuelto que esta visita no seria utilizada para traicionarlos o herirlos.

Después de descender por algún tiempo, se hallaban caminando por terreno a nivel. De pronto voltearon y entraron a una pequeña cámara abovedada, que se hallaba alumbrada por la débil fosforescencia de un hogar. El niño había caminado con paso firme sin la menor vacilación, como quien esta perfectamente familiarizado con la ruta. Al llegar a aquella cámara, encendió la antorcha que estaba en el suelo, y reemprendió su marcha.

Hay siempre un algo inexplicable en el aire de un campo santo que no es posible comparar con el de ningún otro lugar. Prescindiendo del hecho de la reclusión, la humedad, el mortal olor a tierra, hay una cierta influencia sutil que envuelve tales ámbitos con tanta intensidad que los hace tanto mas aterradores. Allí campea el halito de los muertos, que posa tanto en el alma como en el cuerpo. He allí la atmósfera de las catacumbas. El frió y la humedad atacaban al visitante, cual aire estremecedores del reino de la muerte. Los vivos experimentaban el poder misterioso de la muerte.

Polio caminaba adelante, seguido por Marcelo. La antorcha iluminaba apenas las densas tinieblas. Los destellos de luz del día, ni aun el mas débil rayo, jamás podrían penetrar aquí para aliviar la deprimente densidad de estas tinieblas. La oscuridad era tal que se podía sentir. La luz de la antorcha dio su lumbre solo unos pocos pasos, pero no tardo en extinguirse en tantas tinieblas.

La senda seguía tortuosamente haciendo giros incontables. Repentinamente Polio se detuvo y señaló hacia abajo. Mirando por entre la lobreguez, Marcelo vio una abertura en la senda que conducía aun mas abajo de donde ya estaban. Era un foso sin fondo visible. -¿A donde conduce? - Abajo -¿Hay mas pasillos abajo? - Oh si. Hay tantos como acá; y aun debajo de la siguiente sección hay otros. Yo solo he estado en tres pisos diferentes de estas sendas, pero algunos viejos cavadores dicen que hay algunos lugares en que se puede bajar a una enorme profundidad.

El pasillo serpenteaba de tal modo que toda idea de ubicación se perdía por completo. Marcelo ya no podía precisar si se hallaba a unos cuantos pasos de la entrada o a muchos estadios. Sus perplejos pensamientos no tardaron en tornarse hacia otras cosas. Al pasarle la primera impresión de las densas tinieblas, se dedico a mirar mas cuidadosamente a lo que se le presentaba a la vista, cada vez mas maravillado del extraño recinto. A lo largo de la murallas había planchas semejantes a lapidas que parecían cubrir las largas y estrechas excavaciones. Estos nichos celulares se alineaban a ambos lados tan estrechamente que apenas quedaba espacio entre uno y otro. Las inscripciones que se ven en las planchas evidenciaban que eran tumbas de cristianos. No tuvo tiempo de detenerse a leer, pero había notado la repetición de la misma expresión, tal como: HONORIA - ELLA DUERME EN PAZ FAUSTA - EN PAZ

En casi todas las planchas el vio la misma dulce y benigna palabra "paz", pensaba Marcelo. Que gente mas maravillosa son estos cristianos que aun en medio de escenarios como este abrigan su sublime desdén a la muerte. Sus ojos se habituaban cada vez mejor a las tinieblas conforme avanzaba. Ahora el pasillo empezaba a estrecharse; el techo se inclinaba y los lados se acercaban; ellos tenían que agacharse y caminar mas despacio. Las murallas eran toscas y rudamente cortadas, conforme las dejaban los trabajadores cuando extraían de aquí su ultima carga de arena para los edificios del exterior. La humedad subterránea y las acrecencias de honguillos se hallaban regadas por todas partes, agravando todo su color tétrico, saturando el aire de pesada humedad, mientras que el humo de las antorchas hacia la atmósfera tanto mas depresiva.

Pasaron centenares de pasillos y decenas de lugares en que se encontraban numerosas sendas, que se separaban en diferentes direcciones. Estas innumerables sendas demostraban

a Marcelo hasta que punto se hallaba fuera de toda esperanza, cortado del mundo del exterior. Este niño lo tenia en sus manos. - ¿Suelen perderse algunas personas acá? - Con gran frecuencia. - ¿Que pasa con ellos? - Algunas veces vagan hasta que encuentran a algún amigo; mientras otras veces nunca mas de oye nada de ellos.

Pero en la actualidad la mayoría de nosotros conocemos el lugar tan bien, que si nos perdemos, no tardamos en llegar de nuevo, a tientas, a alguna senda conocida. Una cosa en particular impresiono mayormente al joven oficial, y era la inmensa preponderancia de las tumbas pequeñas. Polio le explico que esas pertenecían a niños. Ellos le despertó sentimientos y emociones que no había experimentado antes.

¡Niños!, pensaba el. ¿que hacen ellos? ¿los jóvenes, los puros, los inocentes? ¿por que no fueron sepultados arriba, en donde los rayos bienhechores del sol los abrigarían y las flores adornarían las tumbas? ¿Acaso ellos hollaron senderos tan tenebrosos como estos en sus cortos días de vida? ¿Acaso ellos hubieron de compartir su suerte con aquellos que recurrieron a estos tétricos escondites en su huida de la persecución.¿Acaso el aire deletéreo de esta interminable tristeza de estas pavorosas moradas aminoro sus preciosas vidas infantiles, y quito de la vida sus inmaculados espíritus de su tiempo de madurez? Marcelo, como en un suspiro, pregunto, -largo tiempo hace que nos encontramos en esta marcha, ¿estamos ya para llegar? El niño le contesto, -Muy pronto llegaremos.

Sean cuales hayan sido las ideas que Marcelo abrigaba antes de llega acá en cuanto a la caza de estos fugitivos, ahora se había convencido que todo intento de hacerlo era absolutamente en vano. Todo un ejercito de soldados podía penetrar aquí y jamás llegar ni siquiera a ver un solo cristiano. Y cuanto mas se alejara, tanto mas desesperanzada seria la jornada. Ellos podrían diseminarse por estos innumerables pasillos y vagar por allí hasta encontrar la muerte. Pero ahora un sonido apenas perceptible, como de gran distancia, atrajo su atención. Dulce y de una dulzura indescriptible, bajísimo y musical, venia procedente de los largos pasillos, llegando a encantarle como si fuera una voz de las regiones celestiales. Continuaron su lenta marcha, hasta que una luz brillo delante de ellos, hiriendo las densas tinieblas con sus rayos. Los sonidos aumentaban, elevándose de pronto en un coro de magnificencia imponderable, para luego disminuir y menguar hasta tornarse en tiernos lamentos de penitentes suplicas.

Dentro de unos cuantos minutos llegaron a un punto en que tuvieron que voltear en su marcha, desembocando ante un escenario que bruscamente apareció delante de sus ojos.

- Alto- exclamo Polio, al mismo tiempo que detenía a su compañero y apagaba la luz de la antorcha que les había guiado hasta aquí. Marcelo obedeció, y miro con profunda avidez el espectáculo que se le ofrecía a la vista. Estaban en una cámara abovedada como de unos cinco metros de alto y diez en cuadro. Y en tan reducido espacio se albergaban como cien personas, hombres, mujeres y niños. A un lado había una mesa, tras la cual estaba de pie un anciano venerable, el cual parecía ser el dirigente de ellos. El lugar se hallaba iluminado con el reflejo de algunas antorchas que arrojaban su mortecina luz rojiza sobre la asamblea toda. A los presentes se les veía cargados de inquietud y demacrados, observándose en sus rostros la misma característica palidez que había visto en el cavador. Pero la expresión que ahora se ven en ellos no era en lo absoluto de tristeza, ni de miseria ni de desesperación. Mas bien una atractiva esperanza iluminaba sus ojos, y en sus rostros se dibujaba un gozo victorioso y triunfal. El alma de este observador fue conmovida hasta lo mas intimo, porque no era sino la confirmación anhelada inconscientemente de todo cuanto había admirado en los cristianos: su heroísmo, su esperanza, su paz, que se fundaban necesariamente en algo, escondido, oculto, lejano para el. Y mientras permanecía estático y silencioso, escucho el canto entonado con el alma por esta congregación: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios todopoderoso. Justos y verdaderos son tus caminos, Tu, oh Rey de los santos. ¿Quien no te temerá, oh Dios, y ha de glorificar Tu sagrado Nombre? porque Tu solo eres santo. Porque todas as naciones han de venir y adorar delante de Ti, Porque tus juicios se han manifestado.

A esto siguió una pausa. El dirigente leyó algo de un rollo que hasta el momento era desconocido para Marcelo. Era la aseveración mas sublime de la inmortalidad del alma, y de la vida después de la muerte. La congregación toda parecía pendiente del majestuoso poder de estas palabras, que parecían transmitir halitos de vida. Finalmente el lector llego a prorrumpir en una exclamación de gozo, que arranco clamores de gratitud y la mas entusiasmada esperanza de parte de toda la congregación. Las palabras penetraron al corazón del observador recién llegado, aunque el todavía no comprendía la plenitud de su significado: ¿Donde esta, oh muerte, tu aguijón? ¿donde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la

muerte es el pecado, y la potencia del pecado, la ley. Mas a Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo.

Estas palabras parecieron descubrir un nuevo mundo ante su mente, con novísimos pensamientos. El pecado, la muerte, Cristo, con toda aquella infinita secuela de ideas relacionadas, aparecían débilmente perceptibles para su alma, que, mas que despertar, parecía resucitar. Ahora mayormente ardía en el una anhelo vivo por llegar a conocer el secreto de los cristianos, anhelo que hasta saciar no pararía.

El que dirigía levanto la cabeza reverente, extendió los brazos y hablo fervientemente con Dios. Se dirigió al Dios invisible como viéndolo, expresaba su confesión e indignidad, y expresaba las gracias por el limpiamiento de los pecados, merced a la sangre expiatoria de Jesucristo. Pedía que el Espíritu Santo desde lo alto descendiera a obrar dentro de ellos para que los santificara. Luego enumero sus agonías, y pidió que fueran librados, pidiendo la gracia de la fe en la vida, la victoria en la muerte, y la abundante entrada en los cielos en el nombre del Redentor, Jesús. después de esto siguió otro canto que fue cantado como en anterior:

He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, Y El morara con ellos, Y ellos serán su pueblo, Y el mismo Dios será con ellos Y será su Dios. Y Dios enjugara toda lagrima de sus ojos, Y no habrá mas muerte, ni tristeza, Ni gemidos, Ni tampoco habrá mas dolor, Porque las cosas viejas pasaron, Amen. Bendición, gloria y sabiduría, Y hacimiento de gracias, y honor, y potencia, y magnificencia, Sea a nuestro Dios

Por los siglos de los siglos, Amen.

Y después de esto la congregación empezó a dispersarse. Polio avanzo hacia adelante conduciendo a Marcelo. pero ante la presencia de su figura marcial y su relumbrante armadura todos retrocedieron e intentaron huir por los diferentes senderos. Pero Marcelo clamo en alta voz:- No temáis, cristianos; yo me rindo ante vosotros, estoy en vuestro poder. Ante ello, todos ellos volvieron, y luego lo miraron con ansiosa curiosidad, El anciano que había dirigido la reunión avanzo hacia el y le dirigió una mirada firme y escudriñadora. - ¿Quien eres tu, y por que nos persigues aun hasta este ultimo escondite de reposo que se nos deja en la tierra? Tened a bien no sospechar el mínimo mal de parte mía. Yo vengo solo, sin escolta ni ayuda. Estoy a merced de vosotros. - Pero por ventura, ¿que puede desear de nosotros un soldado, y tanto peor, un pretoriano? ¿Esta acaso perseguido? ¿Eres acaso un criminal?¿Esta tu vida en peligro? - De ninguna manera. Yo soy oficial de alta graduación y autoridad, y es el caso que toda mi vida he andado ansiosamente buscando la verdad. Y he oído mucho respecto a vosotros los cristianos; empero en esta época de persecución es difícil hallar uno solo de vosotros en Roma. Y es por eso que he venido hasta aquí en vuestra búsqueda.

Ante esto, el anciano pidió a la asamblea que se retirase, a fin de que el pudiera conversar con el recién llegado. Los otros en el acto lo hicieron así, y se alejaron por diferentes encaminamientos, sintiéndose mas tranquilos. Una mujer pálida se adelanto hacia Polio y lo tomo en sus brazos. - Cuanto te tardaste hijo mío.- Madre querida, me encontré con este oficial y me tuve que detener. - Gracias sean a nuestro Dios Señor que estas bien. Pero ¿quien es el ? A lo que el muchacho contesto diciendo confiadamente, -Yo creo que el es un hombre honrado, ya ves como confía en nosotros. El dirigente intervino diciendo, - Cecilia, no te vayas, espérate un momentito. - La mujer se quedo, habiendo hecho lo mismo unas pocas personas mas.

Yo me pongo a tus ordenes, soy Honorio -dijo el anciano, dirigiéndose a

Marcelo-. Soy un humilde anciano en la iglesia de Jesucristo. Yo creo que tu eres sincero y de buena fe. Dime pues ahora, que es lo que quieres de nosotros.

- Por mi parte, me pongo a sus ordenes. Me llamo Marcelo, y soy capitán de la guardia pretoriana. -Ay de mi- exclamo Honorio, juntando las manos al mismo tiempo que caía sentado sobre su asiento. Los otros miraron a Marcelo apesadumbrados, y la mujer Cecilia, clamo agonizante de dolor. - Oh Polio querido, como nos has traicionado.!!

Capítulo 5 El Secreto De Los Cristianos

El secreto de los Cristianos El misterio de la piedad, Dios manifestado en carne.

El joven oficial permaneció atónito al darse cuenta del efecto que su solo nombre había producido. Y reaccionando dijo: - ¿Por que todos tembláis de ese modo? ¿Es por ventura a causa de mi? Honorio le contesto: - ay de mi. Aunque proscritos nos hallamos en estos lugares, tenemos constantemente comunicación con la ciudad. Estamos enterados de que nuevos esfuerzos han de hacerse para perseguirnos con mas severidad, y que Marcelo, capitán de os pretorianos, ha sido designado para buscarnos. y en este momento a ti te vemos en nuestra presencia, a nuestro principal enemigo. ¿No es esta suficiente causa para que temamos? ¿Porque habrías tu de perseguirnos hasta este lugar? Marcelo exclamo: - No tenéis causa para temerme, aun en el caso que yo fuese vuestro peor enemigo ¿No estoy en poder de vosotros? Si quisiereis matarme, ¿podría yo resistir?. Estoy sencillamente entre vosotros tal como me veis, sin ninguna defensa. El hecho de encontrarme aquí solo es prueba de que no hay peligro de parte mia.

Honorio, reasumiendo su aire de calma, dijo: - verdaderamente, tienes razón; tu de ninguna manera podrías regresar sin nuestra ayuda.

- Escuchadme, pues que yo os explicare todo. Yo soy soldado romano. Nací en España y fui criado en la virtud y la moralidad. Se me enseño a temer a los dioses y a cumplir con mi deber. Yo he estado en muchas tierras y me he dedicado por entero a mi profesión. Sin embargo, nunca he descuidado mi religión. en mis habitaciones he estudiado todos lo escritos de los filósofos de Grecia y de Roma. Como resultado de ello he aprendido a desdeñar nuestros dioses y diosas, los que no son mejores, y mas bien son peores que yo mismo.- Platón y Cicerón me han enseñado que hay una Deidad suprema a la que es mi deber obedecer. Pero ¿como lo puedo conocer y como le debo obedecer? . También he aprendido que yo soy inmortal, y que cuando muera me he de convertir en espíritu. ¿Como seré entonces? ¿seré feliz o miserable? ¿Como puedo asegurarme la felicidad en la vida espiritual? Ellos describen con derroche de elocuencia las glorias de la vida inmortal, pero no dan instrucciones para los hombres comunes como yo. Pues el llegar a saber todo esto es lo que constituye el anhelo vivo de mi alma.

- Los sacerdotes son incapaces de decir nada. Ellos se encuentran enlazados con antiguos formalismos y ceremonias en las cuales ellos mismos jamás han creído. la antigua religión es muerta; son los hombres los que la mantienen en pie.

- En las diferentes tierras por donde he andado he oído mucho sobre los cristianos. pero encerrado, como lo he estado en mi cuartel siempre, jamás he tenido la feliz oportunidad de conocerlos. Y para ser franco no me he interesado en conocerlos hasta últimamente. he oído los informes comunes de su inmortalidad, sus vicios secretos, sus pérfidas doctrinas. Y desde luego hasta hace poco yo creía todo eso. - Hace pocos días estuve en el Coliseo. Allí recién aprendí algo respecto a los cristianos. Yo contemple al gladiador Macer, un varón a quien el temor era desconocido, y el prefirió hacerse quitar la vida, antes de hacer lo que el creía que era malo. Vi un venerable anciano hacer frente a la muerte con una pacifica sonrisa en sus labios; y sobre todo, vi un puñado de muchachas que entregaron su vida a las fieras salvajes con un canto de triunfo en sus labios: Al que nos amo, Al que nos ha lavado de nuestros pecados

Lo que Marcelo expreso produjo un efecto maravilloso. Los ojos de los que escuchaban resplandecían de gozo y vehemencia. Cuando el menciono a Macer ellos se miraron los unos a los otros con señas significativas. Cuando el hablo del anciano, Honorio inclino la cabeza. Cuando hablo de los niños y muchachas, y musito las palabras del himno que cantaron, todos voltearon al rostro y lloraron.

- Fue aquella vez la primera de mi vida en que vi derrotada a la muerte. desde luego yo puedo afrontar la muerte sin temor, como también cada soldado que se ve en el campo de batalla. Pues esta es nuestra profesión. Pero estas personas se complacían y regocijaban en morir. aquí no se trata de los mismos sentimientos en sus corazones. - Desde entonces no he podido pensar absolutamente en ninguna otra cosa. ¿Quien es ese que os amo? ¿Quien es el que os lavo de vuestros pecados con su sangre? ¿Quien es el que os da Ese valor sublime y esa esperanza viva? ¿Quien o que es lo que os sostiene aquí? ¿Quien es Aquel a quien acaban de estar hablando? - Yo efectivamente he sido comisionado para conducir los soldados contra vosotros para destruirlos. pero primeramente quiero saber mas respecto a vosotros. Yo juro por el Ser supremo que esta mi visita no os ha de ocasionar ningún daño. Decidme, pues, el secreto de los cristianos. Honorio contesto, - Tus palabras son ciertas y sinceras. Ahora se que tu no eres espía o enemigo, sino mas bien un alma inquisitiva que ha sido enviada aquí por el mismo espíritu Santo para que conozcas aquello que hace tiempo has estado buscando. regocíjate, pues, porque todo aquel que viene a Cristo de ninguna manera será desechado. - Has visto hombre y mujeres que han dejado amigos, hogar, honores y riquezas para vivir aquí en necesidad, temor, dolor; y todo lo han tenido por perdida por causa de Jesucristo. Ni aun sus propias vidas aprecian ellos. El cristiano lo deja todo por Aquel que le amo. - Tienes toda la razón, Marcelo, al pensar que hay un gran poder que puede hacer todo esto. No es el mero fanatismo, no es ilusión, ni menos es emoción. Es el conocimiento de la verdad y el amor al Dios viviente. - Lo que tu has buscado por toda tu vida es para nosotros nuestra mas cara posesión. Atesorado en nuestros corazones, es para nosotros mas digno sin lugar a compararse siquiera con todo lo que mundo puede dar u ofrecer.

Nos otorga felicidad en la aun en este tenebroso lugar, y nos da la victoria frente a la misma muerte. - Tu anhelabas conocer al Ser supremo; pues nuestra fe (el Cristianismo) es la revelación de El. Y por medio de esta revelación El hace que le conozcamos. Conforme es infinito en grandeza y poder, también lo es en amor y misericordia. Esta fe nos acerca tan estrechamente a El que EL llega a ser nuestro mejor amigo, nuestro guía, nuestro consuelo, nuestra esperanza, nuestro todo, nuestro Creador, nuestro Redentor, y el presente y eterno Salvador.

- Tu quieres saber de nuestra vida inmortal. Pues nuestras escrituras sagradas nos explican esto. Ellas nos enseñan que creyendo en Jesucristo, el Hijo de Dios, y amando y sirviendo a Dios en la tierra, moraremos con El en infinita y eterna bienaventuranza en los cielos. Ellas también nos muestras como debemos vivir a fin de agradarle aquí, a la vez que nos enseñan como hemos de alabar por siempre después de esta vida. Por ellas conocemos que la muerte, aunque es una maldición, ya no lo es para el creyente, sino que mas bien se torna en bendición, puesto que "partir y estar con Cristo es mucho mejor", en vez de permanecer aquí, porque entramos a la presencia de "Aquel que nos amo y se entrego a si mismo por nosotros".

- Por consiguiente, - exclamo Marcelo - , si esto es así, hacedme conocer esta verdad. porque esto es lo que he estado buscando por largos años; por esto he orado a aquel Ser supremo de quien he oído solamente. Tu eres el poseedor de aquello que yo he anhelado saber. Hot da la noche esta delante de nosotros. No me deseches ni dilates mas; dime todo de una vez. ¿Es verdad que Dios ha revelado todo esto, y que yo he estado en ignorancia de ello? Lagrimas de gozo brillaron en los ojos de los cristianos. Honorio musito unas palabras de oración de gratitud a Dios. A continuación extrajo un manuscrito que desdoblo con tierno cuidado. Y siguió diciendo, - aquí, amado joven, tienes la palabra de vida que nos vino de Dios, que es la que trae gozo y paz al hombre. Aquí hallamos todo lo que desea el alma. en estas palabras divinas aprendemos lo que no podemos hallar en ninguna otra parte. Y aunque la mente acaricie estas verdades por toda una vida, con todo nunca llegara a dominar la máxima extensión de las verdades gloriosas.

Entonces Honorio abrió el libro y empezó a decir a Marcelo acerca de Jesucristo. le hablo de la promesa en el Edén de Uno que había de herir a Satanás en la certeza; y la sucesión de profetas que habían predicho su venida; del pueblo escogido por medio del cual Dios había mantenido vivo el conocimiento de la verdad por tantas edades, y de las obras portentosas que ellos habían presenciado. le leyó el anuncio de que el Hijo de Dios había de nacer de una virgen. Le leyó sobre el nacimiento; su niñez, las primeras presentaciones; sus milagros; sus enseñanzas. Todo esto lo leyó; agregando unos pocos comentarios de su parte, del sagrado manuscrito. Seguidamente paso a relatar el tratamiento que El recibió: las burlas, el desprecio, la persecución que acelero todo hasta llegar El a ser traicionado y condenado a muerte.

Finalmente leyó la narración de su muerte en la cruz del Calvario. El efecto de todo esto era maravilloso en Marcelo. La luz parecía iluminar su mente. La santidad de Dios que abomina el pecado de hombre; su justicia que demanda el castigo; su paciencia infinita que previno un modo de salvar a sus criaturas de la ruinas que ellas mismas habían traído sobre si; su amor inconmensurable que le llevo a dar a su Hijo unigénito y bien amado; ese amor que le hizo bajar para sacrificarse para la salvación de los hombres; todo fue explicado con claridad meridiana. Cuando Honorio llego a la culminación de la dolorosa historia del Calvario, y al punto cuando Jesús clamo, "Dios mío, Dios mío, ¿por que me has desamparado?" seguido del grito de triunfo "¡Consumado es !", se pudo oír un profundo suspiro de Marcelo. Y mirando a

través de las lagrimas que humedecieron sus propios ojos, Honorio vio la forma de aquel hombre fuerte inclinada y temblando de emoción. - Basta, basta, - murmuro quedamente -, dejadme pensar en El: Al que nos amo, Al que nos ha lavado de nuestros pecados Con su propia sangre.

Y Marcelo hundió su rostro en sus manos. Honorio elevo hundió sus ojos al cielo y oro. Los dos habían quedado solos, porque sus compañeros de habían retirado. la tenue luz de una lámpara que estaba en una hornacina detrás de Honorio, iluminaba débilmente la escena. y así ambos permanecieron en silencio por un largo tiempo. Finalmente Marcelo levanto la cabeza.- Yo siento - dijo el -, que yo también tuve culpa y cause la muerte del Santo. Leedme mas de esas palabras de vida, porque mi vida depende de ellas. Entonces Honorio le volvió a leer la historia de la crucifixión y la sepultura de Jesús, la resurrección la mañana del tercer día, y su ascensión a la diestra de Dios. También leyó la venida del espíritu Santo el día de Pentecostés, que bautizo a los creyentes en un solo cuerpo, de su permanente morada que hace su templo el cuerpo del creyente, y de su maravilloso ministerio de glorificar a Cristo y de revelarle a los pecadores arrepentidos. Empero el no termino allí, sino que procuro traer la paz al alma de Marcelo, leyéndole las palabras de Jesús invitando al pecador a venir a El, y asegurándole la vida eterna como posesión real y presente en el momento en que se le acepta como Señor y Salvador. leyó también sobre "el nuevo nacimiento",'la nueva vida y la promesa de Jesús de volver otra vez para recoger a todos aquellos que han sido lavados con su sangre para encontrarse con El en las alturas.

- Es la palabra de Dios - exclamo Marcelo -. Es la voz desde los cielos. Mi corazón responde y acepta todo lo que he oído. ¡Y yo se que es la verdad eterna! Pero ¿Como puedo yo venir a ser poseedor de esta salvación? Mis ojos parecen haber sido alumbrados y esta despejada toda nube. Al fin me conozco. Antes yo creía que era un hombre justo y recto. pero al lado del Santo, de quien he aprendido tanto, yo quedo hundido en el polvo; veo que ante El yo soy un criminal, convicto y perdido. ¿Como puedo ser salvo? - Cristo Jesús vino a mundo a buscar y salvar lo que se había perdido.- ¿Y como puedo yo recibirlo?- La palabra esta cercana, aun en tu boca y en tu corazón: es decir, la palabra de fe que nosotros predicamos, que si tu confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. porque con el corazón se cree par justicia, y con la boca se hace confesión para salvación.

- ¿Pero no hay nada que yo deba hacer?- Por gracia sois salvos por la fe; y esa salvación no es de vosotros sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloria. La paga del pecado es muerte; mas la dadiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. - Pero ¿no hay sacrificio que yo tenga que ofrecer? - El ha ofrecido un sacrificio por el pecado por siempre, y ahora esta sentado a la diestra de Dios, y puede salvar para siempre a todos los que vienen a Dios por El, siendo que siempre vive e intercede por ellos. - Ah, luego si yo me puedo acercar a El, ¡Enséñame las palabras, condúceme ante El! En la oscuridad de la helada bóveda, en la soledad del solemne silencio, Honorio se arrodillo, y Marcelo se inclino al lado de el. El venerable cristiano elevo su voz en oración. Marcelo sintió que su propia alma estaba siendo elevada al cielo en esos momentos, a la presencia misma del Salvador, por la virtud de aquella ferviente oración de fe viva. Las palabras hacían eco en su propia alma y espíritu; y e su profundo abatimiento el dejo su necesidad en manos de su compañero, para que el la presentara de la manera mas propia que el mismo podría hacerlo. Pero finalmente sus propios deseos de orar crecieron. La fe le alcanzo y con temor y temblor, empero con fe real, su alma fue fortalecida, hasta que finalmente Honorio termino, y su lengua se soltó y elevo el clamor de su corazón: - Señor, creo ¡ayuda Tu mi incredulidad!

Aquel único Mediador entre Dios y los hombres Jesucristo hombre, había venido a ser real por la fe y las palabras de Jesús: "De cierto, de cierto os digo: El oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación (juicio), mas paso de muerte a vida...Y yo les doy vida eterna (a mis ovejas); y no perecerán para siempre; ni nadie las arrebatara de mi mano", todas estas palabras fueron creídas, recibidas, disfrutadas. Las horas transcurrieron. pero ¿quien podría describir acertadamente el progreso del alma que pasa de muerte a vida? Basta con saber que cuando rayo el alba arriba en la luz , un día glorioso había amanecido en el alma y espíritu de Marcelo en las bóvedas inferiores. Sus anhelos habían sido completamente satisfechos, y a paz de Dios por Jesucristo le había henchido.

El secreto de los cristianos, y el se había convertido voluntariamente en esclavo de Jesucristo. unido con sus hermanos en Cristo, ahora el también podía cantar: Al que nos amo Al que nos ha lavado de nuestros pecados En su sangre, A el sea la gloria y dominio Por los siglos de los siglos.

Capítulo 6 La Gran Nube De Testigos

La gran nube de Testigos Todos estos murieron en fe

No tardo el nuevo convertido en conocer mucho mas sobre los cristianos.

Después de un breve reposo, se levanto y se reunió con Honorio, quien se ofreció para mostrarle aspectos del lugar en donde moraban. Pues aquellos a quienes había visto en el servicio que hubo, eran solamente una parte de los moradores de las catacumbas. Su numero se elevaba a muchos miles, y se hallaban diseminados por su vasta extensión en pequeñas comunidades, cada una de las cuales tenia sus propios medios de comunicación con la ciudad. asi fue que el camino gran distancia acompañado por Honorio. Se maravillaba sobremanera del numero de personas a quienes encontraba; y aunque sabia que los cristianos eran numerosos, no suponía siquiera que tan vasta proporción de ellos tuviera la valentía de escoger esa vida en las catacumbas.

Tampoco era su interés por los muertos menor que por los vivos. Al pasar al lado de sus tumbas leía cuidadosamente las inscripciones en ellas y en todas ellas descubría la misma fe inconmovible y la sublime esperanza. Se deleitaba leyéndolas, y el devoto interés que Honorio prestaba a estas piadosas memorias lo convertía en el mas simpático de los guías.

- Aquí, dijo Honorio - , reposa un testigo de la verdad Marcelo miro hacia donde le señaló y leyó lo siguiente PRIMICIO, EN PAZ, DESPUES DE MUCHOS TORMENTOS, EL MAS VALIENTE DE LOS MARTIRES. EL VIVIO COMO TREINTA Y OCHO AÑOS. ESTE ES UN RECUERDO DE SU ESPOSA QUE AMABA AL QUE BIEN LO MERECIA.

- Estos hombre - dijo Honorio -, nos enseñan como deben como deben morir los cristianos. Mas allá hay otro, que también sufrió si mismo que Primicio.

PABLO FUE MUERTO SUFRIENDO TORTURAS, A FIN DE QUE GOZARA DE LAS ETERNAS BIENAVENTURANZAS

- Y allá - dijo Honorio -, esta la tumba de una noble dama, quien mostró una fortaleza tal que solamente Jesucristo puede conceder aun al mas débil de sus seguidores en la hora de la necesidad: CLEMENCIA, TORTURADA, REPOSA, ELLA RESUCITARA

- Si fueres llamado - dijo Honorio -, a pasar por el articulo de muerte, el espíritu instantáneamente es "ausente del cuerpo y presente con el Señor". La prometida vuelta de nuestro Señor, la cual puede suceder en cualquier momento, constituye "la bendita esperanza" de los cristianos adoctrinados. "Porque el mismo Señor descenderá del cielo con aclamación, con voz de arcángeles, y con trompeta de Dios; y los muertos en Cristo resucitaran primero: luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor".Honorio continuo diciendo, - Aquí reposa Constancio, quien en doble sentido fue constante a su Dios mediante una doble prueba. primero le dieron veneno; pero como esto no le hiciera ningún efecto, fue muerto a espada.

EL TRAGO MORTAL NO SE ATREVIO A PRESENTAR A CONSTANCIO LA CORONA QUE SOLO AL ACERO FUE PERMITIDO OFRECERLE.

Así caminaron a lo largo de las murallas leyendo las inscripciones que se les presentaba a ambos lados. Nuevos sentimiento asaltaron a Marcelo, conforme leía el glorioso catálogo de nombres. Para el fue toda una historia de la Iglesia de Jesucristo. Aquí estaban los actos de los mártires expuestos ante el en palabras de fuego. Los rudos cuadros que adornaban muchas de las tumbas llevaban en si todo el sentimiento que las mas bellas obras de los hábiles artistas no podían producir. las letras rudamente labradas, la escritura y los errores gramaticales que caracterizaban a muchos de ella, constituían las pruebas tangibles de los tesoros del Evangelio a los pobres y a los humildes. "No muchos sabios, no muchos poderosos son los llamados"; pero "a los pobres es anunciado el Evangelio".

En muchos de ellos había un monograma, el cual se formaba de las letras iniciales de los títulos de Cristo ("Cristo el Senior" en griego), las letras "X" y "P" unidas formando un monograma. Algunas llevaban una rama de palma, emblema de la inmortalidad y de la victoria, la señal de aquellas palmas de gloria que ha de exhibir en sus manos los innumerables redimidos que comparecerán ante el trono. Otras exhibían mas ingeniosas y significativas inscripciones.

- ¿Que es esto? - irrumpió Marcelo, señalando un cuadro de un barco. - Enseña que el espíritu redimido navega desde la tierra al reposo del cielo. - Y ¿que significa un pescado que he visto ya varias veces?- Usamos el pescado porque las letras que forman su nombre en griego son las iniciales de las palabras que expresan la gloria del cristiano. La "I" representa "Jesús", la "X" Cristo; la "o" y la "u" representan al "Hijo de Dios"; la "S"(griega) "Salvador", es así pues que el pescado simboliza en su nombre: "Jesucristo, el Hijo de Dios, el Salvador".- ¿Que es este otro cuadro que he visto igualmente repetirse: un barco y un enorme monstruo marino?

- Ese es Jonás, el profeta de Dios, de quien tu hasta el momento no conoces nada.

Honorio en seguida le relato la historia de Jonás, y le explico como el escape de Jonás del vientre del pez recordaba y exponía al cristiano su redención de las tinieblas de la tumba. - Esta gloriosa esperanza de la resurrección es un consuelo inapreciable - dijo el - , y nos encanta tenerlo presente por medio de diferentes símbolos. Allí también tiene un símbolo de la misma bendita verdad: la paloma llevando a Noe la rama de oliva. - Tuvo que relatar a Marcelo la historia del diluvio, a fin de que pudiera comprender el significado de la representación -. Pero de todos los símbolos que se usan - dijo el -, ninguno es ton claro como este - y señaló un cuadro de la resurrección de Lázaro.

- Allí también - dijo Honorio -, hay un ancla, signo de la esperanza por la cual los cristianos, mientras se hallan arrojados de un lado a otro por las implacables olas de la ida, se mantienen firmes hacia su hogar celestial.- allá puedes ver el gallo; es el símbolo de la vigilancia, porque el Señor nos dice, "Velad y orad". Igualmente allá tenemos el cordero, símbolo de inocencia y ternura, que al mismo tiempo trae a nuestra memoria al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, que levo nuestros pecados y por cuyo sacrificio tenemos la vida eterna y el perdón. Allí de nuevo tenemos la paloma, que como el cordero representa la inocencia; y otra vez mas la tienes allá, portando la rama de oliva de las paz.- allá están las letras alfa y omega, la primera y la ultima del alfabeto griego, que representan a nuestro Señor; porque tu ya sabes que EL dijo: Yo soy el Alfa y la Omega". Y allí este la corona, que nos recuerda esa corona incorruptible que el Señor, juez justo, nos ha de dar. Es así como nos complace rodearnos con todo lo que nos aviva el recuerdo del gozo que nos espera. Enseñados de ese modo, miramos desde este ambiente de tristeza y tinieblas, y gracias a una viva fe vemos sobre nosotros la luz de la gloria eterna.

- Aquí - dijo Marcelo, deteniéndose -, hay algo que parece adaptarse a mi condición. Suena realmente profético. Quizás yo también me vea llamado a dar mi testimonio de Jesucristo. ¡Oh, que yo sea llamado fiel!. EN CRISTO, EN TIEMPO DEL EMPERADOR ADRIANO, MARIO, UN JOVEN OFICIAL MILITAR, QUE VIVIO LO SUFICIENTE, DERRAMO SU SANGRE POR CRISTO Y MURIO EN PAZ. ESTE ES UN RECUERDO DE SUS AMIGOS CON LAGRIMAS Y TEMOR.

- "En el mundo tendréis tribulación; mas confiad; yo he vencido al mundo". así nos asegura Cristo; pero al mismo tiempo que nos previene contra el mal, nos consuela con su promesa de apoyo. En El hallamos gracia suficiente para nosotros.

- Que el ejemplo del joven oficial sea para mi - dijo Marcelo -. Yo puedo derramar mi sangre por Cristo Jesús lo mismo que el. ¡Que yo muera igualmente fiel como el! Morar aquí entre mis hermanos con epitafio semejante será el honor supremo, y no un mausoleo como el de Cecilia Metela. Y de ese modo siguieron caminando Marcelo dijo con entusiasmo - ¡Cuan dulce es la muerte del cristiano! El horror de la muerte ha huido. para el se trata solo de un sueño bienaventurado, mientras el espíritu esta con el Señor esperando la resurrección, y la muerte, en vez de causar terror, esta asociada con pensamientos de victoria y reposo...

Capítulo 7 La Confesion De Fe

La Confesión de Fe Y también todos los que quieren vivir piamente en Cristo Jesús, padecerán persecución

Cuatro días habían transcurrido desde que el joven oficial salió de su gabinete. Días Estos grávidos de acontecimientos para el, días de infinita importancia. De ellos había de depender su felicidad suprema o sus angustias. Empero la búsqueda de la verdad de esta alma anhelante no había sido vana, "habiendo sido renacida del Espíritu santo".

Había llegado a tomar su resolución. Por un lado se le ofrecía la fama, el honor y la riqueza; por el otro la pobreza, la necesidad, y la angustia. Con todo en plena conciencia, el había hecho su elección; se había vuelto hacia la ultima sin un solo instante de vacilación. El había elegido "el sufrir aflicción con el pueblo de Dios, antes que gozar de los placeres del pecado por un tiempo".

A su regreso visito al general y se acuso ante el. Le informo que había estado entre los cristianos, que no podía cumplir la comisión que se le había encomendado, y que se sometía voluntariamente a sufrir las consecuencias. El general, con la severidad a que se había expuesto, le ordeno que pasara a su cuartel.

Allí en medio de la mas profunda meditación, y haciéndose conjeturas de lo que resultaría de todo esto, fue interrumpido por el ingreso de Luculo. Su amigo lo saludo de lo mas afectuosamente, pero en su rostro se evidenciaba una profunda ansiedad.

- Acabo de verme con el general - dijo el-, quien me hizo llamar para darme un mensaje para ti. Pero primeramente dime ¿qué es esto que has hecho?

- Marcelo le relato todo detalladamente, desde el momento de su partida hasta su regreso, sin ocultarle absolutamente nada. Su cristalina buena fe evidenciaba lo poderosa, sincera y verdadera que había sido la obra eterna del Espíritu Santo en el. Luego le relato le entrevista que había tenido con el general.

- Yo entre en su habitación con claro sentir de la importancia del paso que tomaba. Iba yo a cometer un acto reputado como virtual traición y crimen, cuya sensación no es menos que la muere. Empero, yo no podía hacer otra cosa.

- El me recibió con toda afabilidad, animado de la idea de que yo habría logrado un éxito de importancia en la búsqueda que se me encomendó. Yo le dije que desde que salí había estado entre los cristianos, y que por lo que había visto en ellos, me había visto obligado a cambiar mis sentimientos hacia ellos. Anteriormente yo había pensado que ellos eran enemigos del estado y dignos de muerte; pero había descubierto que se trataba de personas que son leales súbditos del emperador y mas bien virtuosos. Contra tales personas yo no podía extender mi espada jamás, y antes que hacerlo, la entregaba.

- A lo cual me dijo, "Los sentimientos de un soldado no tienen nada que ver con sus deberes" - "pero mis deberes para con el Dios que me creo son mas fuertes que cualquier deber que yo tenga con el hombre" - A esto replico, "¿Acaso tu simpatía con los cristianos ha llegado hasta volverte loco? ¿No te das cuenta que lo que haces es traición? - Yo me incline, y le dije que estaba resuelto a afrontar las consecuencia. - "Muchacho precipitado", exclamo severamente "retírate a tu cuartel y yo te comunicare mi decisión". - Y fue así que me traslade inmediatamente aquí, y he permanecido desde ese momento, esperando ansiosamente mi sentencia.

Luculo había escuchado toda la narración que le había hecho Marcelo sin una sola palabra, ni siquiera un gesto. Una expresión de triste sorpresa en su rostro evidenciaba lo que eran sus sentimientos. Y conforme Marcelo concluyo, el hablo en tono de quien deplora y lamenta.

- Verdaderamente tanto tu como yo sabemos lo que debe ser aquella sentencia. Pues la disciplina romana, aun en tiempos normales, no se puede tomar con liviandad, y tanto peor ahora que los sentimientos del gobierno se hallan exaltados hasta el grado sumo contra aquellos cristianos. Pues si tu insistes en tu proceder, estas arruinado.

- Te he expuesto todas mis razones

- Si Marcelo, yo conozco tu carácter puro y sincero. Tu siempre fuiste de una mente piadosa. Tu has amado las nobles enseñanzas de la filosofía. ¿Y no te sientes satisfecho con todo ello como antes? ¿Por qué habías de ser seducido por la miserable doctrina de un judío crucificado?

- Jamás estuve satisfecho con la filosofía de que tu me hablas. Tu mismo sabes a conciencia que en ella no hay nada cierto en que el alma pueda reposar. Pero el Cristianismo es la verdad de Dios, traída por El mismo, y santificada por su propia muerte

- Ya me has explicado en toda su integridad todo el credo cristiano. Pues tu propio entusiasmo ha hecho que me sea atractivo, lo cual debo confesar; y si todos sus seguidores fueran realmente como lo eres tú, mi muy apreciado Marcelo, podía adaptarse para llegar a ser la

bendición final del mundo. Pero yo no he venido ante ti para argumentar sobre la religión. Vengo a hablarte sobre ti mismo. Tú estás en inminente peligro, mi querido amigo; tu posición, tu honor, tu cargo, u misma vida se hallan en peligro. Considera pues detenidamente lo que has hecho. Te fue confiada una importantísima comisión, en cuyo cumplimiento saliste. Pero por el contrario, tú vuelves y te presentas ante el general informando que te has puesto del lado del enemigo, que de corazón te has vuelto uno de ellos, y que te niegas a emplear las armas romanas contra ellos. Pues ¿no comprendes que si el soldado ha de escoger con quién ha de pelear, qué va a ser de la disciplina? Pues tiene que cumplir las órdenes y nada más. ¿No tengo razón?

- Pues tú tienes razón, Lúculo - La cuestión que tú tienes que decidir no consiste en si escoges la filosofía o el cristianismo, sino en si tú eres cristiano o soldado romano. Porque conforme se encuentran las cosas en estos tiempos, te es absolutamente imposible ser soldado romano y al mismo tiempo cristiano. Pues tienes que renunciar a una de las dos. Pero no solamente eso, sino que si tú insistes en tu decisión de ser cristiano, tienes que compartir su suerte, porque no se puede hacer la menos distinción a favor tuyo. Por el contrario, si quieres continuar como soldado, tienes que pelear contra los cristianos

- No cabe la menor duda en cuanto a esa cuestión

- Tu sabes que tienes amigos cordiales que están gustosos de olvidar tu grande y precipitado delito, Marcelo. Pues te conozco que eres de ese carácter que fácilmente te entusiasmas, y le he suplicado al general por ti. El también te tiene en gran estima por tus cualidades de soldado valiente. Está animado de toda voluntad de perdonarte bajo ciertas circunstancias.

- ¿Cuáles son ellas?

- La más misericordiosa de todas las condiciones. Que eches en el olvido todos los cuatro días pasados. Que se desvanezcan por completo de tu memoria. Hazte cargo de tu comisión nuevamente. Toma tus soldados a tus órdenes y en al acto emprende el cumplimiento de tu deber, procediendo a la detención de esos cristianos

- Lúculo - exclamó Marcelo, levantándose de sus asiento, con los brazos cruzados -: Te estimo muchísimo, como amigo que eres, y te estoy agradecido por tu fiel afecto. Jamás podré olvidarlo. Pero ahora tengo yo dentro de mí algo que te es por completo desconocido, y lo cual

es mucho más precioso y fuerte que todos los honores del estado. Es, pues, nada menos que el amor de Dios. Por este amor estoy listo a dejar todo: honor, rango y la misma vida. Mi decisión es irrevocable. Yo soy cristiano.

Lúculo siguió sentado. Mudo de sorpresa y conmovido en extremo, contemplaba a su amigo. Para él era demasiado conocido el carácter de éste en sus resoluciones, y veía con profunda pena cómo sus palabras persuasivas habían fracasado. Después de mucho volvió a seguir hablando. Recurrió a todos los argumentos que podía pensar. Invocó todos los argumentos que podrían influir en él. Le habló del terrible destino que le esperaba, y de la venganza ensañada que se emplearía particularmente contra él. Pero todas sus palabras fueron completamente inútiles.

Finalmente se levantó víctima de la más profunda tristeza. - Marcelo - dijo -, tú estas tentado al destino. Corres apresuradamente hacia la suerte más terrible. Pues todo lo que la fortuna puede depara se te está ofreciendo, pero tú vuelves las espaldas a todo aquello por jugarte la suerte juntamente con aquellos proscritos miserables. Oye cumplido con mi deber de amigo al tratar de hacerte volver de tu locura, pero todo lo que yo pueda hacer es inútil ante tu obstinación.

- Te he traído la sentencia del general. Tú has sido degradado del rango de oficial. Y hay la orden de arresto contra ti, acusado de ser cristiano. Mañana serás apresado y entregado para sufrir el castigo. Pero todavía tienes la posibilidad de alcanzar la satisfacción, aunque penosa, de ayudarte a escapar. Huye, pues, en el acto. Date prisa, porque no hay tiempo que perder. Hay un solo lugar en el mundo en donde puedes estar a cubierto de la venganza del César.

Marcelo le escuchó en silencio absoluto. Lentamente se sacó las armas y las puso a un lado. Con tristeza se desabrochó la suntuosa armadura que él había portado con tanto merecimiento y orgullo. Y así quedó vestido de su sencillo túnica a disposición de su amigo.

- Lúculo, una vez más te repito que jamás he de olvidarme de tu fiel amistad. ¡Cuánto quisiera que estuviéramos volando juntos en una huida perfecta, que tus oraciones pudieran ascender con las mías hacia el trono de Aquel a quien yo sirvo! Pero basta. Me retiro ¡Adiós! - Adiós, Marcelo. Jamás nos volveremos a encontrar en la vida. Si alguna vez estuvieras en necesidad o en peligro, tú sabes bien en quién confiar.

Los dos jóvenes se abrazaron, y Marcelo partió apresuradamente.

Salió del cuartes, avanzando directamente hasta llegar al foro. Al llegar a este lugar se encontró rodeado de templos y monumentos y columnas de mármol. Allí estaba el Arco de Tito midiendo el ancho de la Vía Sacra. Allí se levantaba la forma gigantesca del palacio imperial, de la más rica arquitectura, con regios adornos de los mármoles riquísimos, culminado con las brillantes decoraciones doradas. A un lado se levantaban las murallas enormes del Coliseo. Más allá se podía contemplar la cúpula estupenda del templo de la Paz, y al otro extremo, el Monte Capitolino destacaba sus históricas cumbres, coronado de apiñados templos estatales, que se erguían como desafiando las alturas y cortando los aires bajo el azul del cielo.

Hacia allá dirigió sus pasos y ascendió las escarpadas pendientes hasta dominar la misma cumbre. Y una vez en la cima, miró alrededor el amplio y soberbio panorama que se le ofrecía a la vista. El lugar mismo donde se estacionaba era un amplio cuadrado pavimentado de mármol y rodeado de templos señoriales. En un lado se veía el Campus de Martius, rodeado por el Tíber, cuya avenida amarillenta serpenteaba penetrando en las profundidades del horizonte hacia el Mediterráneo. Por todos los otros lados de la ciudad acaparaba toda la extensión dispareja, presionando hasta sus estrechas murallas y rebasándolas por medio de calles que se irradiaban hasta gran distancia en todas las direcciones, invadiendo el campo. Los templos, las columnas y los monumentos alzaban sus cornisas orgullosas. Estatuas innumerables llenaban las calles con una población de formas esculturales, numerosas fuentes salpicaban el aire, los carruajes se desplazaban bulliciosos por las calles, las legiones de Roma iban y venían con aires de parada militar, y así por donde miraba podía contemplar que surgía la borrascosa ola de vida de la ciudad imperial. A la distancia se extendía el llano, salpicado de incontables villas, casas y palacios, rica y exuberante vegetación: las moradas de la paz y de la abundancia.

A un lado se podía ver levantarse la silueta azul de los Apeninos, dignamente coronados de nieve; al otro lado, las turbulentas olas del Mediterráneo azotaban las playas en la indomable lejanía.

Repentinamente Marcelo fue perturbado, o más bien vuelto en sí por u grito. Volteó en el acto. Un hombre avanzado en años y cubierto de escasa vestimenta, de rostro macilento y frenéticas gesticulaciones, clamaba a gran voz expresiones ininteligibles de terror y denunciación. Su mirada salvaje y sus actitudes semi-feroces evidenciaban que por lo menos en parte estaba loco.

Caída es, babilonia la grande,

Y ha venido a ser la morada de los demonios, Y sostén de los más inmundos espíritus, Y nido de todas las aves sucias y odiosas; Porque Dios ha recordado sus iniquidades. Recompensadle a ella como ella hizo con vosotros, Y dobladle el doble conforme a sus obras... Cuánto ella se ha glorificado, y vivido en delicias... Por lo tanto, sus plagas vendrán sobre ella en un día, La muerte, la lamentación y el hambre; Y ella será enteramente quemada a fuego; Porque fuerte es el Señor Dios que la juzga. Los reyes de la tierra... Lamentarán y clamarán sobre ella... Viendo el humo de que se ha quemado, Y poniéndose lejos por temor del tormento de ella, Diciendo, ¡Ay, ay, aquella gran ciudad de Babilonia, Aquella ciudad poderosa! Porque en una hora tu juicio ha venido Los mercaderes de la tierra... Se paran de lejos por temor del tormento, Llorando y lamentando, Diciendo ¡Ay,ay, la gran ciudad, Que se vestía de lino fino, de púrpura y escarlata, Adornada con oro y piedras preciosas y perlas! Porque en una hora toda esa riqueza ha quedado en nada Y todos los navegantes y las compañías de navíos, Y los marineros, y todos los que negocian por la mar,

Clamarán cuando vean ellos el humo de su incendio. Se pusieron lejos y clamaron... ¡Que ciudad hay como la gran ciudad! Y se arrojaban tierra sobre sus cabezas y clamaban, Llorando y lamentando y diciendo, Ay, ay de aquella gran ciudad, En donde se enriquecen todos los que tenían naves en el mar Porque en una hora ha sido hecha desolación. Regocijas sobre ella, vosotros cielos, Y vosotros santos apóstoles y profetas, Porque Dios os ha vengado sobre ella.

Una vasta multitudes reunió alrededor de él, confusa y sorprendida, pero apenas había cesado de hablar cuando aparecieron algunos soldados y lo llevaron. 'sin duda es algún pobre cristiano que por causa del sufrimiento ha perdido el cerebro,"pensó Marcelo. Y conforme el hombre era llevado, aún seguía clamando sus terribles denunciaciones, y una gran multitud le siguió, gritando y burlándose. El ruido no tardó en perderse en la distancia. "No hay tiempo que perder. Yo debo irme,"dijo entre sí Marcelo, y partió"

Capítulo 8 La Vida En Las Catacumbas

La vida en las Catacumbas ¡Oh, tinieblas, tinieblas, tinieblas al ardor del sol del medio dia, Oscuridad irrevocable, eclipse total, Sin esperanza alguna de que venga el dia!

Con lagrimas de gozo le dieron la bienvenida a su regreso a las catacumbas. Con vivo entusiasmo escucharon las referencias de sus entrevistas con sus superiores; y al mismo tiempo que compartian su comprension de sus dificultades, se regocijaban que el hubiera sido hallado digno de sufrir por Cristo.

En medio de todo este nuevo ambiente, aprendia mas de la verdad cada dia, e igualmente contemplaba lo que tenian que sufrir los seguidores del Señor. La vida de las catacumbas abrio ante el sin la menor reserva todos sus secretos maravillosos y su variedad.

La vasta muchedumbre que moraba en las entrañas de la tierra recibia sus provisiones, gracias a su permanente comunicación con la ciudad hostil que estaba arriba. Esta osada y peligrosa tarea se cumplia por los hombres mas resueltos que se ofrecían voluntariamente para ello. Empero aun mujeres y niños desempeñaban estos menesteres, siendo uno de los mas sagaces el pequeño Polio, cuyos exitos eran dignos de la alabanza de los suyos. Entre la vasta población de la cuidad de Roma no era difícil pasar desapercibido, y era asi que las provisiones no escaseaban. No obstante, habia veces en que esas correrias terminaban abrupta y fatalmente, y no se volvia a ver mas a los osados aventureros.

En cuanto el agua, contaban con abundante provisión en el extremo inferior de los pasillos. Allí contaban con pozos y fuentes de aprovisionamiento suficientes para todas sus necesidades. Era tambien en la noche que se hacian ciertas expediciones, las mas tristes de todas. Estas consistían en la búsqueda de los cuerpos de aquellos que habían sido despedazados por las fieras salvajes o quemados en las piaras. Estos despojos bien amados se lograban rescatar a costa de los mayores peligros, y se transportaban rodeados de miles de riesgos . en seguida los amigos y parientes de los muertos celebraban los sencillos servicios fúnebres como también la fiesta en que se les daba sepultura. Después de todo esto solían depositar los restos en su estrechísima tumba, cubriéndola con la correspondiente losa en que se grababa el nombre del difunto.

Aquellos primitivos cristianos, vivamente inspirados de la gloriosa doctrina de la resurrección, miraban hacia el futuro con la más ardiente esperanza de la llegada del momento cuando la corrupción habría de ser absorbida por la incorrupción, y lo mortal por la inmortalidad. Y era así que ellos no querían permitir que el cuerpo de ellos, al que tan sublime destino esperaba, fuera reducido a cenizas, llegando hasta pensar que aun las sagradas llamas funerales eran una deshonra para el cuerpo que era el templo de Dios y que tanto favor había merecido de las alturas celestiales. Era en tal virtud que los estimados cuerpos de los muertos se procuraban traerlos allí, fuera de la vista de los hombres, en donde ninguna mano irreverente perturbaba la solemne quietud del último lugar de reposo, en donde habían de yacer "hasta la final

trompeta," que sería la voz del llamado que la primitiva Iglesia esperaba con vivo anhelo como lo más importante y real. Arriba en la ciudad en donde se respiraba, la Cristiandad había estado aumentando en las generaciones sucesivas, y durante todo el tiempo transcurrido así, los muertos habían ingresado allí en proporciones cada vez mayores, de tal manera que ahora las catacumbas constituían una vasta ciudad de los muertos, cuyos silenciosos moradores dormitaban en filas innumerables, hilera sobre hilera, esperando hasta que se oiga la aclamación del Señor, llamando a congregarse al pueblo lavado con su sangre, "en un momento de tiempo, en un cerrar del ojo," a encontrar al Señor en el aire.

En muchos lugares se había derribado los arcos con el objeto de elevar el techo a fin de tomar habitaciones. Ninguno de ellos era demasiado espacioso, sino que eran solamente recintos de mayor expansión en donde los fugitivos podrían reunirse en asambleas mayores, pudiendo al mismo tiempo respirar con desahogo. Allí pasaban ellos su mayor tiempo, y al mismo tiempo realizaban sus asambleas de fraterna comunión.

Su situación se explica por la naturaleza de los tiempos en que vivieron. Pues las sencillas virtudes de la república habían pasado a la historia, la libertad había huido para siempre del territorio. La corrupción había tomado posesión del imperio, y lo había avasallado todo bajo su mortal influencia. Conspiraciones, rebeliones, traiciones azotaban sucesivamente al estado. Pero el pueblo, víctima de todo, permanecía a la distancia en silencio. Ellos veían sufrir a los valientes de los suyos, y veían morir a los más nobles, sin siquiera conmoverse. Nada tenía la virtud de despertar el corazón generoso no hacer arder el alma. Sus degenerados sentimientos solamente podían moverse ante las más bajas pasiones.

Empero, contra un tal estado de cosas hizo impacto valientemente la verdad de Jesucristo, y contra enemigos tan enormes como éstos tuvo que luchar y abrirse paso cuerpo a cuerpo por entre tales obstáculos, haciendo un avance lento, pero firme. Aquellos que tomaban las armas bajo su bandera, no podían esperar un futuro muy fácil y de comodidad. El sonido de la trompeta no era de incertidumbre. El conflicto era severo y comprendía el nombre, la fama, la fortuna, los amigos y la vida: todo aquello que es tan querido para el ser humano. Así el tiempo seguía su marcha. Si bien era verdad que los seguidores de la verdad aumentaban en número; así también el vicio intensificaba su poder maligno; el pueblo se iba hundiendo cada día en la más profunda corrupción, y el estado era arrastrado aceleradamente a la ruina más segura.

Fue entonces cuando se levantaron aquellas terribles persecuciones que tenían por objeto extirpar de la tierra los últimos vestigios del Cristianismo. La más terrible ordalía espera al cristiano si resistía al decreto de la autoridad imperial. A los que la seguían era inexorable la orden de la verdad, y una vez que se tomaba una decisión, era final e irrevocable. A veces solía suceder que tomar la decisión de hacerse cristiano era aceptar la muerte instantánea, o al

menos ser arrojado fuera de la ciudad, proscrito de los goces normales del hogar y de la luz del día. Los corazones de los romanos fueron endurecidos, y sus ojos fueron cegados. No les podía conmover en sus sentimientos no despertarles la menos compasión, ni la inocencia de la niñez, ni la pureza de la mujer, ni la noble hombría de bien, ni los venerables cabellos canos del anciano, no la inconmovible fe, no el amor victorioso sobre la muerte. No tenían ojos para ver a tiempo la negra nube de desolación que pendía sobre el impero, condenado irrevocablemente a muerte por los actos de los suyos. No tuvieron visión para comprender que del furor de ese destino, solamente les podría haber salvado aquellos a quienes ellos perseguían.

Empero, en la plana vigencia de ese reino de terror, las catacumbas abren las puertas delante de los cristianos, cual una ciudad de refugio. Allí reposaban los huesos de sus antecesores, que de generación en generación había luchado por la verdad, y el polvo de sus cuerpos esperaba aquí la aclamación de la resurrección. Allí traían ellos a sus amados parientes, conforme uno por uno les iba dejando para volar a las alturas. Hasta aquí elijo había traído en hombros el cuerpo de la anciana madre, y el progenitor había visto a su menor depositado en la tumba. Hasta aquí ellos habían portado piadosamente los mutilados despojos por las fieras salvajes en la arena, los cuerpos chamuscados de aquellos que habían sido entregados a las llamas, o aun los enjutos cuerpos de los más desdichados de todos, que habían exhalado el último suspiro de su vida tras la larga agonía que constituía la muerte por crucifixión. Cada uno de los cristianos tenía algún amigo o pariente cuyo cuerpo yacía ahí. El mismo campo era en todo sentido un campo santo. Nada, pues, podía extrañar que ellos buscaran refugio y seguridad en un lugar tal. En estas moradas subterráneas, sobre todo, habían hallado su único lugar de refugio contra la enconada persecución. En aquel tiempo no podía buscar auxilio en países extranjeros, o más allá de los mares, porque para ellos no existían países de refugio, y no había tierra allende los mares en que tuvieran la menor esperanza. El poder imperial de Roma mantenía atrapado en sus garras poderosas a todo el mundo civilizado; su tremendo sistema policiaco se extendía por todas las tierras, y ni uno solo podría escapar de su implacable ira. Su poder era tan irresistible, que desde el noble mas encumbrado hasta el esclavo más humilde, todos eran igualmente súbditos de Roma. Ningún emperador destronado podría escapar de su venganza, ni siquiera se podía esperar el tal escape. Cuando Nerón cayó, lo único que alcanzó a hacer fue ir a una villa cercana y matarse. Empero, aquí abajo, en estos infinitos laberintos, aun el poder de Roma no tenía valor alguno, pues sus burlados emisarios vacilaban en la misma entrada. En estos providenciales refugios los cristianos permanecían, poblando densamente los innumerables pasajes y grutas. En el día se reunían para intercambiarse el verbo de consolación y de aliento, o también para compartir condolencias por un nuevo mártir. Por las noches despedían a los más osados de entre ellos en desesperadas empresas de traerles noticias de ese mundo exterior, o bien a traer los cuerpos ensangrentados de las nuevas

víctimas. En el transcurso de las diferentes persecuciones, ellos se replegaron aquí bajo una seguridad tal, que aunque millones perecieron por todo el vasto imperio, el genuino poder del Cristianismo en Roma a penas fue sacudido.

De ese modo fue puesta a cubierto su seguridad y preservada su vida, pero ¿bajo qué condiciones? ¿Por ventura, qué es la vida sin luz, y qué es la seguridad del cuerpo en aquellas húmedas tinieblas que deprimen el alma? La naturaleza física del hombre se estremece ante tal destino, y su delicadísimo organismo no tarda en percatarse de la falta de aquel sutil principio renovador que tan estrechamente vinculado se halla con la luz. Las funciones del cuerpo van perdiendo una por una las facultades y aquel tono normal de energía. Aquel debilitamiento del cuerpo afecta la mente, predispone a la tristeza, la aprehensión, la duda y hasta la desesperación. No deja de ser un honor mayor para el hombre mantenerse firme y fiel bajo tales circunstancias, que haber ofrecido su vida en heroica muerte en la arena, o haber muerto ardiendo resueltamente en la pira. Allí, en donde las más densas sombras de las tinieblas envolvían amortajando a los cautivos, fue donde estos hicieron frente con valentía suprema a las más duras de las pruebas. La valiente presencia de ánimo bajo la persecución misma era lo más admirable; pero se torno tanto más sublime al haberla resistido, no obstante sus horrores indescriptibles.

Las ráfagas de aire helado que siempre recorrían este laberinto les enfriaban hasta los huesos, pero traía aire renovado de la superficie. Tanto los pisos, como las murallas y los techos, se hallaban cubiertos de depósitos inmundos de vapores húmedos que siempre circulaban; pues la atmósfera se hallaba espesa de exhalaciones impuras y miasmas deletéreas. El denso humo de las antorchas siempre encendidas podría haber mitigado los aires nocivos, pero oprimía a los moradores con su mortal influencia, que además de cegar sofocaba. Empero, en medio de este cúmulo de horrores, el alma del mártir se mantuvo firme e inconmovible sin rendirse. El revivido espíritu que resistió todo esto se irguió a proporciones que nunca fueron alcanzadas ni en los orgullosos días de la vieja república. Aquí fue sobrepujada la fortaleza de Régulo, la devoción de Curtio, la constancia de Bruto, y no por hombres adultos y fuertes solamente, sino por tiernas vírgenes y niños endebles.

Así, desdeñando el rendirse ante el más cruel de los poderes de la persecución, se mantuvieron firmes y sin fluctuar en la pureza de corazón, en el bien, en la valentía y en la nobleza. Para ellos la muerte no tenía terrores, ni tampoco la aterradora muerte en vida a que se vieron obligados y que prefirieron soportar allí en esas regiones del desmayo entre los muertos. Ellos sabían lo que les esperaba cuando se decidían a seguir a Jesucristo, y lo aceptaban todo gustoso. Ellos descendían allí voluntariamente, llevando consigo todo lo que era más precioso al alma del hombre, y ellos todo lo sufrían por aquel gran amor con que ellos habían sido y eran amados.

El constante esfuerzo que ellos hacían por disminuir la intensidad de las tinieblas de su morada, ha quedado visible en todo el rededor de las murallas. En algunos lugares, éstas se hallaban cubiertas de estucado blanco, y en otras se hallaban adornados con cuadros; pero de ninguna manera con mortales deificados por adorarlos, idolátricamente, sino sencillamente monumentos de recuerdo de aquellos grandes héroes antiguos de la verdad, "que por fe ganaron reinos, obraron justicia, alcanzaron promesas, taparon la boca de los leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de cuchillo, convalecieron de enfermedades, fueron hechos fuertes en batallas, trastornaron campos extraños" (Heb. 11:33-34). Si en estas horas de angustia y amargura, habían menester ellos buscar escenas o pensamientos que pudieran aliviarles sus almas e inspirarles con nuevas fuerzas para el futuro, pues no podían ellos haber encontrado otros objetos más acertados en que inspirarse, de tanto valor y de tan bien fundado consuelo. Tales eran los ornamentos de las capillas. Pues los únicos inmuebles que contenían era una sencilla mesa de madera, sobre la cual se colocaba el pan y el vino de la Cena del Señor, los símbolos del cuerpo y de la sangre de su Señor crucificado.

La cristiandad llevaba largo tiempo de lucha, y esta era una lucha contra la corrupción. Por consiguiente, no de be considerarse extraño si la iglesia contrajo algunas señales de su contrato demasiado estrecho con su enemigo, o si ella llevo algunas de aquellas señales hasta allí a su lugar de refugio. Empero, si ellos practicaban algunas variaciones con relación al modelo apostólico, éstas eran muy triviales, y todas podían pasarse por desapercibidas, si no fuera porque ellas abrieron el paso para otras mayores. Con todo ello, las doctrinas esenciales del Cristianismo no sufrieron la menor contaminación, ni cambio alguno. El pecado del hombre, la misericordia del Padre, la expiación del Hijo, la unción del Espíritu Santo, la salvación por la fe en el Redentor, el valor de su preciosa sangre, su resurrección física, la bienaventurada esperanza de su regreso: todas estas verdades fundamentales eran para ellos de tanta estima y las guardaban con tanto fervor y energía, que no alcanza el mero lenguaje a hacer el tributo de la debida justicia.

De ellos era aquella esperanza celestial, el ancla del alma, tan fuerte y tan segura que la tormenta de la ira del imperio fracasó en su empeño de derribarlos de la Roca de los siglos en la cual ellos se hallaban refugiados. De ellos era aquella excelsa fe que les sostuvo frente a las pruebas más duras. En el nombre de Cristo Jesús glorificado a la diestra de Dios, era quien reposaba su fe y su esperanza, y nada ni nadie más. La fe en El era todo. Era el mismo hálito de la vida, la respiración normal de ello, tan real que les sostuvo en la hora de los crueles sacrificios, tan duradera que aun cuando parecía que todos los seguidores se habían desvanecido de la tierra, ellos con todo podían mirar a las alturas y esperar en El.

De ellos era la plenitud de aquel amor que definió Cristo cuando estaba en la tierra, diciendo que era el resumen de la ley y los profetas. Era desconocida en aquellos días la lucha sectaria y las amarguras denominacionales. Es que ellos tenían un grande enemigo general contra quien luchar, y ¿cómo habían de altercar unos con otros? Allí se cultivaba el amor al semejante, que no conocía distinción e raza o clase, sino que abrazaba a toda la inmensa circunferencia, de tal manera que uno podía poner su vida por su hermano. Allí pues, el amor de Dios, derramado copiosamente en el corazón por el Espíritu Santo, no temía llegar hasta el sacrificio de la misma vida. La persecución, que les rodeaba como león rugiente, les fortaleció en su celo, fe y amor que alumbraban brillantemente en medio de las tinieblas de la edad. Su número se limitaba a los que eran verdaderos y sinceros. Era el mejor antídoto de la hipocresía. Al valiente le investía del más osado heroísmo, y al temeroso le inspiraba con valor y devoción. Ellos vivieron en una época en la que ser cristiano era arriesgar la vida misma. Ellos no retrocedían ni vacilaban, sino que atrevidamente proclamaban su fe y aceptaban las consecuencias. Ellos trazaban una línea divisoria perfectamente visible entre ellos y el mundo, y se mantenían valientemente en su puesto. La sencilla pronunciación de unas cuantas palabras, la ejecución de un acto sencillo, bastaría para salvar de la muerte; pero la lengua se negaba a pronunciar la fórmula de a idolatría, y la mano firme rehusaba hacer el derramamiento de la libación. Las doctrinas vitales del Cristianismo hallaban en ellos mucho más que el mero asentimiento intelectual. Cristo mismo no era para ellos solamente una idea, un pensamiento, sino una existencia personal y real. La vida de Cristo sobre la tierra era para ellos una verdad vivificante. Ellos la aceptaban como el más adecuado ejemplo para todo hombre. Su ternura, su humildad, su paciencia, y su mansedumbre, pensaban ellos que se les ofrecían para que fueran imitadas; jamás separaron ellos el Cristianismo ideal del Cristianismo real. Ellos pensaban que la fe del hombre consistía tanto en si vida como en su sentimiento, y no habían aprendido a hacer distinción entre el Cristianismo experimental y el Cristianismo práctico. Para ellos la muerte de Cristo era el gran evento, ante el cual todos los otros eventos en la vida del El eran solamente secundarios. Que El murió es el hecho por excelencia, y que fue por los hijos de los hombres, nadie en absoluto podría entenderlo mejor que ellos. Que El fue levantado y que se halla glorificado a la diestra de Dios, y que toda potestad le ha sido dada en el cielo y en la tierra, era divina realidad para ellos. Pues entre sus propios hermanos sabían de muchos que habían sido colgados en una cruz por amor a sus hermanos, o muerto en la pira por su Dios. Ellos tomaban su cruz y seguían a Cristo, llevando su vituperio. Aquella cruz y aquel vituperio no eran solamente figurados. Todo eso nos testifican esos tenebrosos laberintos, recinto propio para los muertos solamente, que sin embargo por muchos años se abrió para refugiar a los vivientes. Nos lo testifican aquellos nombres de mártires, aquellas palabras de triunfo. Las murallas conservan para las generaciones venideras las palabras de dolor y de lamento, y de sentimientos siempre variantes que escribieron sobre ellas durante las sucesivas generaciones por aquellos que tuvieron que acudir a albergarse en estas catacumbas. Ellas transmiten su doliente historia a los tiempos venideros y los hechos de aquellos que fueron confinados allí. Así como la forma física de la vida se fija en las placas de la cámara fotográfica, así las grandes voces que una vez se arrancaron por la intensidad del sufrimiento desde el fondo del alma misma del mártir quedaron estampadas sobre la muralla desafiando a los siglos venideros.

Testigos humildes de la verdad, pobres, despreciados, abandonados, cuyos clamores por misericordia llegaban en vano a los oídos de los hombres: ¡más bien se sofocaban en vano a los oídos de los hombres y el humo de los sacrificios! Empero si los de su propia raza contestaron sus clamores con renovadas y mayores torturas, estas murallas rocosas mostraron mayor misericordia; pues oyeron sus suspiros y los guardaron en sus senos, y fue así que aquellos clamores de sufrimiento vivieron allí atesorados y grabados en la roca para siempre.

La conversión de Marcelo al Cristianismo había sido repentina. Sin embargo, tales transiciones del error a la verdad eran más frecuentes. El había intentado y probado las más altas formas de la superstición salvaje y filosofía pagana, habiendo descubierto que no satisfacían; mas tan pronto se halló frente al Cristianismo, comprobó que llenaba ampliamente todos los anhelos de sus conciencia. Poseía precisamente lo que se necesitaba para poder satisfacer las ansias del alma y saciar el vacío del corazón con la plenitud de la paz. Y es así que si la transición fue rápida, también fue completa y perfecta. Pues, habiendo abierto sus ojos y contemplado el Sol de Justicia, él no podía volverlos a cerrar. La obra de la regeneración era completada divinamente y él recibió de buena gana la parte que le correspondía en el sufrimiento de los perseguidos.

Las primeras predicaciones del Evangelio se caracterizaban por la frecuencia de conversiones notables como ésta. Por todo el mundo pagano eran incontables las almas que experimentaban lo que experimentó Marcelo, y que gustosos se habían sometido a las mismas experiencias. Pues sólo era menester la predicación de la verdad, acompañada por el poder del Espíritu Santo, que les abría los ojos y los conducía a ver la luz. He aquí la causa y la clave de la rápida diseminación del Cristianismo, la influencia divina real sobre la humana razón.

Marcelo pues, viviendo la vida y compartiendo la actividad y la comunión con sus hermanos, no tardó en penetrar al fondo de sus esperanzas, sus temores y sus alegrías. La fe viva y la confianza inquebrantable de ellos se comunicaban a su corazón, y todas las gloriosas expectativas que los sostenían a todos ellos, no tardaron en llegar a ser el más afectivo solaz de su propia alma. La bendita Palabra de vida llegó a ser materia de su constante estudio y deleite, y todas sus enseñanzas hallaron en él su más ardiente y activo discípulo.

Las reuniones más frecuentes por todas las catacumbas eran las de oración y alabanza. Habiendo sido así providencialmente apartados de las ocupaciones comunes de los negocios del mundo, se dedicaban por entero a más elevados y sublimes objetivos en que ponían todo su empeño. Privados aquí como se hallaban de la oportunidad de hacer algún esfuerzo por el sostén del cuerpo, se veían constreñidos a dedicar su vida íntegramente al cuidado del alma. Y ellos lograban con creces lo que buscaban. Pues la tierra, con sus cuidados afanosos y sus

atracciones y sus miles de distracciones, habían perdido sobre ellos todo influjo; dejándolos libres. Los cielos se les habían acercado; sus pensamientos y su lenguaje eran justamente los del reino. A ellos les complacía hablar y pensar en el gozo inconmensurable y digno que esperaba a los que fueren fieles hasta la muerte. Les deleitaba conversar y departir sobre aquellos hermanos que ya habían partido, y que solamente les llevaban la delantera. No se les ocurría siquiera pensar que se hubieran perdido. Todo ello les hacía prever el momento cuando su propia partida también llegaría. Pero por sobre todas las cosas, ellos miraban mayormente a aquel día del gran llamamiento final, que levantaría a los muertos, transformaría a los vivos, y traería alrededor de El a los comprados con su sangre, a su pueblo lavado con su sangre, hasta ese lugar de encuentro en el aire; y esperaban el establecimiento del tribunal de Cristo, donde El otorgará sus recompensas por el servicio fiel, (I Tes. 4:13-18; Fil. 3:20,21; I Cor. 3)

Fue así como Marcelo vio estos lúgubres pasadizos subterráneos, no entregados para el silencio del sueño de los muertos, sino densamente poblados de miles de vivientes. Descoloridos, pálidos y oprimidos, hallaban aun en medio de estas tinieblas un destino mejor que el que les podía esperar en la superficie. Su actividad vital animaba esta región de los muertos; el silencio de esos pasillos era interrumpido por el sonido de las humanas voces. La luz de la verdad, la virtud ahuyentada de los aires saludables de arriba, florecía y se encendía con más puro y reluciente brillo en medio de estas tinieblas subterráneas. Los tiernos saludos de afecto, de la amistad, de la fraternidad y del amor, se cultivaban entre los desmoronantes restos de los que se habían ido. Aquí se mezclaban las lágrimas de duelo con la sangre de los mártires, y las manos cariñosas envolvían un sus últimos sudarios los pálidos despojos. En estas grutas las almas heroicas se erguían por encima del dolor. La esperanza y la fe sonreían gozosas, y señalaban con firmeza a "la brillante estrella de la mañana," y de los labios de quienes debían lamentar brotaban voces de alabanza.

Capítulo 9 La Persecusion

La Persecución La paciencia os es necesaria, para que después que hayáis hecho la voluntad de Dios, recibáis la promesa.

La persecución arreció con mayor furias. No habían transcurrido sino una pocas semanas desde que Marcelo vivía allí, cuando un mayor número había acudido en desesperada

búsqueda de este refugio de retiro. Jamás en el pasado se habían congregado tantos en las catacumbas. Generalmente las autoridades se habían contentado con los cristianos más prominentes, y en consecuencia, los fugitivos que recurrían a las catacumbas componían esta clase. Fue en verdad la persecución más severa que les sobrevino esta vez, abarcándolos a todos, y solamente bajo el gobierno de unos pocos emperadores se había mostrado tal encarnizamiento indiscriminado. Esta vez no se hacía la menor distinción de clase o posición. Pues al más humilde seguidor como el más eminente de los maestros, se les persiguió a muerte con la más encarnizada furia.

Hasta época la comunicación con la ciudad era relativamente fácil para los refugiados, porque los cristianos que arribas habían quedado, aunque pobres en medios, no descuidaban a los que estaban en las profundidades del escondite, ni olvidaban sus necesidades. Fácilmente, pues, se podía adquirir provisiones y auxilio no faltaba. Pero llegó la hora en que precisamente aquellos en cuyo auxilio confiaban los fugitivos, también habían sido víctimas de la persecución y obligados a compartir su destino con sus hermanos de las grutas y tener ellos mismos que recibir caridad en vez de darla.

Con todo, su situación no la afrontaban desesperándose. Aun en esa Roma habíanse provisto muchos que les amaban y les ayudaban, no obstante no ser cristianos. En todo gran movimiento, siempre habrá una considerable proporción de seres neutrales, los mismos que, bien sea por interés o por indiferencia, se mantienen al margen. Estas personas invariablemente se unirán al lado más fuerte, y cuando el peligro amenaza, suelen soslayarlo haciendo cualquier concesión. Tal, pues, era la condición en que se hallaban numerosos romanos. Ellos tenían amigos y parientes a quienes amaban entre los cristianos y por quienes sentían la más cordial simpatía. Siempre se mantenían dispuestos, a ayudarlos, pero desde luego, tenían la debida consideración de su propia seguridad para no llegar al extremo de jugarse su suerte juntamente con ellos. Seguían siendo cumplidos asistentes a los templos y a la adoración de los dioses paganos como antes, viniendo a ser así adherentes nominales de las viejas supersticiones oficiales. Estos fueron quienes proveyeron a las necesidades de la vida de los cristianos.

Pero ahora además, toda expedición que se intentara hacer a la ciudad se hallaba rodeada de mayores e inminentes peligros, y solamente los muy osados e se atrevían a aventurarse. Pero ese profundamente arraigado desdén por el peligro y la muerte era tal, y eran tanto los que de él estaban inspirados, que jamás dejaron de ofrecerse espontáneamente los hombres para desafiar a la muerte en tan peligrosas empresas. He allí las tareas peculiares para las que Marcelo se ofrecía entusiasta y gustoso de poder hacer algo por sus hermanos. La misma valentía y perspicacia que le habían elevado hasta los más altos rangos militares, ahora lo hacían descollar con todo éxito en estas sus nuevas actividades.

Decenas de fieles eran capturadas y sacrificadas cada día. Los cristianos se encargaban de la igualmente arriesgada tarea de recuperar sus despojos mortales para darle sepultura a su modo. En esto no era tanto el peligro, ya que se relevaba a las autoridades de la molestia de quemarlos y enterrar sus cadáveres.

Un día llegaron noticias a la comunidad residente debajo de la Vía Apia que dos de los suyos habían sido capturados y entregados a muerte. Marcelo juntamente con otro salieron con la misión de recuperar sus cuerpos. Polio, aquel chiquillo con corazón de adulto, fue con ellos por si hubieran menester sus servicios. Era el anochecer cuando llegaron a la puerta de la ciudad, y las tinieblas no tardaron en cubrir sus desplazamientos. Pero no tardó en aparecer la luna a iluminar el amplio escenario.

Se escurrieron abriéndose paso por las calles tenebrosas, hasta llegar finalmente al Coliseo, el lugar de martirio de tantos de sus compañeros. Aquella enorme mole se elevaba orgullosa delante de ellos, amplia, tenebrosa y severa, como el poder imperial que la había construido. Multitudes de cuidadores, guardianes y gladiadores habían dentro de sus puertas, cuyos pasajes abovedados eran iluminados por el resplandor de las antorchas.

Los gladiadores sabían el motivo de su presencia, y les ordenaron rudamente que siguieran. Ellos mismos los guiaron hasta que estuvieron en la arena. Allí se hallaban tirados numerosos cuerpos, los últimos que habían sido muertos aquel día. Se hallaban cruelmente mutilados; algunos se hallaban en condiciones tales que apenas se distinguían que eran seres humanos. Después de una larga búsqueda, hallaron los dos a quienes buscaban. Esos cuerpos fueron seguidamente colocados en grandes sacos, en los cuales se disponían a llevarlos.

Marcelo se detuvo a contemplar el escenario que le rodeaba. Se hallaba completamente rodeado de macizas murallas que se elevaban por medio de numerosas terrazas en declive hasta llegar al coronamiento en el círculo exterior. Su negra estructura parecía encerrarle con barreras tales que él ya no podía franquear.

El pensaba: "¿Cuándo llegará también el día en que yo de la misma manera ocupe mi puesto aquí, ofrendando mi vida por mi Salvador? ¿Seré fiel cuando llegue aquello momento? ¡Oh, Señor Jesús, sostenme en aquella hora!" Todavía la luna no había ascendido lo suficiente para que penetraran sus rayos dentro de la arena. Allí en ese interior todo era oscuro y repulsivo. La búsqueda había tenido que hacerse con antorchas prestadas de los guardianes.

En esos momentos Marcelo escuchó una voz profunda procedente de alguno de los arcos posteriores. Sus tonos penetraron dentro del aire de la noche con claridad sorprendente, y se les podía oír por encima de la ruda algarabía de los guardas:

Ahora ha venido la salvación y la fortaleza, Y el reino de nuestro Dios, Y el poder de su Cristo: Porque el acusador de nuestros hermanos es arrojado, El que los acusaba delante de Dios día y noche. Y ellos lo vencieron por la sangre del Cordero, Y por la palabra de su testimonio, Y no amaron su vida hasta la muerte.

-¿Quién es ése? -dijo Marcelo. - No le atiendas -dijo su compañero-. Es el hermano Cina. Sus penas y dolores le han vuelto loco. Su único hijo fue quemado en la pira a l principio de la persecución, y desde entonces él ha andado recorriendo la ciudad anunciando calamidades por venir. Hasta la fecha no se habían cuidado de él; pero finalmente le han capturado. -¿Y está prisionero aquí? - Sí. Y de nuevo la voz de Cina se dejó oír, espantosa, amenazante y terrible: ¿Hasta cuándo, oh Señor santo y verdadero, no vengarás Tú nuestra sangre De aquellos que morar en la tierra? -¡Este es, entonces , el hombre que yo oí en el capitolio! - Sí, debe ser él, porque ha recorrido por toda la ciudad, y aun en el palacio, clamando y pregonando eso mismo. - Vamos.

Tomaron sus sacos y se encaminaron hacia las puertas. Después de una breve pausa, se les permitió pasar. Y conforme salían, oyeron la voz de Cina en la distancia:

Caída es, caída es, Babilonia la grande, Y ha venido a ser la orada de los demonios, Y el depósito de todos los espíritus inmundos, Y la jaula de toda clase de aves malignas e inmundas: ¡Salid de ella, pueblo mío!

Ninguno de ellos pronunció palabra alguna hasta que llegaron a suficiente distancia del Coliseo. Marcelo rompió el silencio. -Sentí un gran temor de que nos encerraran y no nos dejaran salir más de allí. El otro le contestó: -No sin razón sentiste aquel temor. EL menor capricho repentino del guarda podría ser nuestra sentencia de muerte inevitable. Pero, para ellos debemos estar siempre preparados. Pues en tiempos como éstos, debemos estar dispuestos a afrontar la muerte en cualquier momento. ¿Qué dice nuestro Señor? "Estas siempre vosotros listos y apercibidos" Cuando el tiempo n os llegue, debemos estar dispuestos a decir: "Listo estoy para ser ofrecido."

- Si -dijo Marcelo. Nuestro Señor nos ha dicho lo que hemos de tener: "En el mundo tendréis aflicción..." - Ah, pero también El dice: "Más confiad; yo he vencido al mundo... Donde yo estoy, vosotros también estaréis." - Por medio de El -dijo Marcelo-, podemos salir más que vencedores sobre la muerte sobre la muerte. Las aflicciones de este tiempo presente no son dignas de compararse con la glorias que nos ha de ser revelada.

Así se consolaban ellos con las promesas seguras de la bendita Palabra de vida que en todos los tiempos y en todas las circunstancias es capaz de dar tal consolación celestial. Finalmente llegaron a su destino sanos y salvos portando sus cargas, con la más íntima gratitud en sus corazones hacia Aquel que les había preservado. No muchos días después, Marcelo volvió a salir en busca de provisiones. Esta vez él fue solo. Fue a la casa de un hombre que era muy amigo para con ellos y les había sido de gran ayuda. Estaba por fuera de las murallas, en las inmediaciones de la Vía Apia.

Después de haber obtenido las provisiones indispensables, empezó a averiguar por las noticias. - Malas son para vosotros las noticias- dijo el hombre-. Uno de los oficiales de los pretorianos se convirtió al cristianismo recientemente, y eso ha enfurecido al emperador. Este ha designado a otro oficial para el cargo que aquel tenía, y le ha comisionado a perseguir a los cristianos. Y es así que cada día capturan algunos de ellos. Pues en estos días no hay un solo hombre que sea considerado demasiado pobre como para no capturarlo.

- Ah, ¿sabe usted el nombre del nuevo oficial de los pretorianos que está encargado de perseguir a los cristianos? - Lúculo. - ¡Lúculo! -Exclamó Marcelo-. ¡Qué extraño! - Dicen que es un hombre de mucha habilidad y energía. - He oído hablar de él. Y a la verdad estas son malas noticias para los cristianos. - La conversión al cristianismo del otro oficial de los pretorianos ha enfurecido al emperador hasta enloquecerlo. A tal extremo que se ofrece un cuantioso rescate por él. Y si tú, amigo, por ventura lo vez o te hallas en condiciones de hacérselo saber, procura por todos los medios comunicárselo. Dicen todos que él está en las catacumbas con vosotros. - El debe estar allí, puesto que no hay otro lugar de seguridad. - Verdaderamente, estos son tiempo terribles. Tiene necesidad de tomar todas las precauciones posibles. - Marcelo contestó, humilde, pero firmemente,- No pueden matarme más de una vez. - ¡Oh vosotros los cristianos derrocháis la fortaleza más excelente. Yo admiro con toda mi alma vuestra valentía; pero yo pienso que podríais conformaros exteriormente al decreto del emperador. ¿Por qué, pues, habéis de precipitaros así tan locamente a la muerte?

- Nuestro Redentor murió nosotros. Y por nuestra parte, no podemos menos que estar listos a morir por El. Y, puesto que El murió por su pueblo, nosotros también nos complacemos voluntariamente en imitarle, ofreciendo nuestras vidas por nuestros hermanos. - Sois una gente divinamente maravillosa -exclamó aquel hombre al mismo tiempo que levantaba las manos en alto.

Llegó el momento en que Marcelo se tuvo que despedir, y luego partió llevando su carga. Las noticias habían sido tales que habían llenado y conmovido su mente y todo su ser.

"Así que Lúculo se ha hecho cargo de mi lugar," pensaba él, en su camino. "¡Cómo quisiera saber si él se ha vuelto contra mí! ¿Pensará él ahora de mí como su amigo Marcelo, o sencillamente como de un cristiano? Puede ser que lo descubra dentro de poco. Sería verdaderamente extraño que yo cayera en sus manos; y con todo, si yo fuese capturado, probablemente llegaría a estar cerca de él." "Pero él tiene que cumplir con su deber de soldado ¿y por qué debería yo quejarme? Pues si él ha sido nombrado para ese puesto, no le queda otra alternativa que obedecer. Y él, como soldado, no puede tratarme de otro modo sino como enemigo del estado. El bien puede tenerme lástima, y aunque amarme en su corazón de amigo, pero con todo no puede eximirme de cumplir con su deber."

"Puesto que se ha ofrecido un rescate sobre mi cabeza, ellos tienen que redoblar sus esfuerzos para dar conmigo. Creo, pues, que mi tiempo ha llegado. Debo estar preparado para hacer frente fielmente a lo que venga." Sumido en estos pensamientos había recorrido la Vía Apia. Había estado tan envuelto en sus meditaciones que no dio cuenta de una multitud de gente que estaba reunida en un esquina, hasta que estuvo en medio de ellos. Y repentinamente se encontró detenido.

-Oh, amigo -exclamó una voz ruda-, no te des tanta prisa. ¿Quién eres tú, y adónde vas? -¡Deje el paso libre! -exclamó Marcelo en tono de mando, natural en quien ha tenido hábito de mandar y tener hombres a sus órdenes, indicando al hombre que se apartara. La multitud se sorprendió por el modo autoritario y el tono imperioso, pero el vocero de ellos se mostró más valiente. -¡Dínos quién eres o no pasas!

A lo que Marcelo replicó -Hombre, apártate a un lado. ¿No me conoces que soy pretoriano? Ante aquel hombre tan pavoroso como venerable, la multitud se abrió rápidamente, y Marcelo pasó por en medio de ellos. Pero apenas habíase alejado él unos cinco pasos, cuando una voz exclamó: - ¡Prendédle! ¡Es Marcelo, el cristiano!

La multitud también vociferó al unísono. Pero Marcelo no esperó mayor advertencia. Arrojando la carga que llevaba, emprendió rauda fuga hacia el Tíber por una calle lateral. La

multitud íntegra le persiguió. Era una carrera de vida o muerte. Pero Marcelo había sido entrenado en todo deporte atlético, y en segundos multiplicó la distancia que le separaba de sus perseguidores. Finalmente llegó al Tíber, y arrojándose a él nadó hasta el lado opuesto.

Los perseguidores llegaron a la orilla del río, pero de allí no pasaron.

Capítulo 10 La Captura

La Captura La prueba de vuestra fe obra paciencia

En la capilla Honorio se encontraba sentado en compañía de uno o dos más, entre quienes se encontraba la hermana Cecilia. Los débiles rayos de una sola lámpara alumbraban el escenario muy débilmente. Todos los presentes se hallaban silenciosos y tristes. Sobre ellos pesaba una melancolía más profunda de lo común. Alrededor de ellos se oía el ruido de pasos y de voces y un confuso murmullo de actividad vital.

En forma repentina y rápida se oyeron pasos, y Marcelo entró. Los ocupantes de la capilla saltaron sobre sus pies con exclamaciones de gozo.

¿Dónde está Polio? -Preguntó Cecilia con vivo interés. -Yo no lo he visto -dijo Marcelo. - ¡No lo ha visto! - y volvió a caer sobre su asiento. - Pero ¿qué pasa? ¿Ha debido volver ya? - Ha debido volver hace seis horas, y eso me tiene loca de ansiedad. - Oh, no hay peligro -dijo Marcelo en actitud de consolarla-. El sabe cuidarse. -Procuró hacer que no se notara su preocupación, pero sus miradas traicionaban sus palabras. - ¡Qué no hay peligro! -dijo Cecilia- Ah de mí, nosotros sabemos ya todos los nuevos peligros que hay. Jamás ha sido tan peligroso como ahora.

- ¿Qué te ha hecho atrasarte tanto, Marcelo? Te dábamos por muerto. Marcelo contestó, -Yo fui detenido cerca de la vía Alba. Tuve que soltar la carga y correr al río. La turba me siguió, pero yo me arrojé al río y lo pasé a nado. De allá tomé una ruta en circunvalación entre las calles del otro lado, después de lo cual volví a pasar y así he llegado hasta aquí sano y salvo.

- Has escapado milagrosamente, pues han ofrecido un rescate por ti. - ¿Lo habías sabido vosotros? - Desde luego que sí, y mucho más. Hemos sabido de los redoblados esfuerzos que ellos están haciendo para aniquilarnos. Durante todo el día nos han estado llegando noticias de dolor. Más que nunca tenemos que fiarnos solamente en El que puede salvarnos.

- Todavía podremos frustrar sus planes -dijo Marcelo con aire de esperanza. - Pero ellos están vigilando nuestra entrada principal -dijo Honorio. - Entonces podemos hacer nuevas. Las grietas son innumerables. - Ellos están ofreciendo recompensa por todos los hermanos prominentes. - ¿Y qué, pues? Cuidaremos a esos hermanos, guardándolos más que nunca. - Nuestros medios de subsistencia están disminuyendo gradualmente.

- Pero hay tantos osados y fieles corazones como siempre. ¿Quién tiene temor de arriesgar su vida ahora? Nunca faltará la provisión de alimento mientras permanezcamos en las catacumbas. Pues si nosotros logramos escapar de la persecución, traeremos el auxilio a nuestros hermanos; y si morimos, recibiremos la corona del martirio.

- Tienes razón, Marcelo. Tu fe pone en vergüenza mis temores. ¿cómo pueden temer a la muerte aquellos que viven en las catacumbas? Se trata solamente de unas tinieblas momentáneas y luego todo pasará. Pero en el día de hoy hemos oído decir mucho que hace desesperar nuestros corazones y ahoga nuestros espíritus hasta hacernos desmayar.

- Ay de mí- continuó Honorio con voz doliente-, cómo se ha diseminado la gente, y las asambleas han quedado desoladas. No hace sino unos pocos meses que había cincuenta asambleas cristianas dentro de la ciudad, en donde brillaba la luz de la verdad, y las voces de

las oraciones y las alabanzas ascendían hasta el trono del Altísimo. Ahora han sido abatidas, y el pueblo ha sido dispersado y arrojado fuera de la vista de los hombres.

Hizo una breve pausa, vencido por la emoción, y luego con voz baja y apesadumbrada repitió las palabras dolientes del Salmo ochenta:

Jehová, Dios de los ejércitos, ¿hasta cuándo humearás tú contra la oración de tu pueblo? Dísteles de comer pan de lágrimas, Y dísteles a beber lágrimas en gran abundancia, Pusístenos por contienda a nuestros vecinos: Y nuestros enemigos se burlan entre sí, Oh Dios de los ejércitos, haznos tornar; Y has resplandecer tu rostro, y seremos salvos, Hiciste venir una vid de Egipto: Echaste las gentes y plantástela. Limpiaste sitio delante de ella, E hiciste arraigar sus raíces y llenó la tierra. Los montes fueron cubiertos de su sombra; Y sus sarmientos como cedros de Dios. Extendió sus vástagos hasta la mar, Y hasta el río sus mugrones. ¿Por qué aportillaste sus vallados, Y la vendimian todos los que pasan por el camino? Estropeóla el puerco montés, Y pacióla la bestia del campo. Oh Dios de los ejércitos, vuelve ahora:

Mira desde el cielo, y considera, y visita esta viña, Y la planta que plantó tu diestra, Y el renuevo que para ti corroboraste. Quemada a fuego está, asolada: Perezcan por la reprensión de tu rostro.

-Tú estás triste Honorio -dijo Marcelo-. Es verdad que nuestros sufrimientos aumentan sobre nosotros; pero nosotros podemos ser más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. ¿Qué dice El? "Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios." "Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. El que venciere no recibirá daño alguno de la muerte segunda."

"El que hubiere vencido y hubiere guardado mis obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las gentes;... y le daré la estrella de la mañana."

"El que venciere, será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles."

"Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré sobre él el nombre de Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalem, la cual desciende del cielo con mi Dios, y mi nombre nuevo."

"Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono."

Al hablar Marcelo estas palabras, se irguió y sus ojos brillaron, y su rostro se enrojeció de entusiasmo. Sus emociones fueron transmitidas a sus compañeros, y conforme caían estas promesas una por una en sus oídos, ellos olvidaron por un momento sus penas y dolores bajo el pensamiento de su cercana bienaventuranza. La nueva Jerusalem, las calles doradas, las palmas de gloria y los cantos del Cordero, el rostro del que está sentado en el trono; todo ello se hallaba realmente presente en sus mentes.

Honorio dijo, -Marcelo, me has quitado mi tristeza con tus palabras, sobrepongámonos pues, a nuestras dificultades terrenas. Vamos, hermanos, dejad a un lado vuestras cuitas. Pues este hermano recién nacido en el reino muestra tal fe que nosotros debemos emular. Miremos, pues, el gozo que nos ha sido propuesto. "Porque sabemos que si esta nuestra habitación terrena se disolviera, tenemos una mansión no hecha de manos, eterna en los cielos." Y continuó diciendo, -La muerte está muy cerca, y se acerca cada vez más. Nuestros enemigos nos tienen cercados, y el cerco es cada vez más estrecho. Moriremos, pues, como cristianos. Marcelo exclamó, -¿Por qué esos tristes presagios? ¿Acaso la muerte está más cerca que antes? ¿No estamos seguros en las catacumbas? - ¿No has sabido tú, entonces? - ¿Qué? - ¡De la muerte de Crisipo! - ¡Crisipo! ¡Muerto!¡No! ¿Cómo? ¿Cuándo? - Los soldados del emperador fueron guiados a las catacumbas por alguien que conocía la ruta. Penetraron al salón en donde se estaba celebrando el servicio de adoración. Eso fue en las catacumbas allende el Tíber. Los hermanos dieron apresurada alarma y huyeron. Pero el venerable hermano Crisipo, bien sea a causa de extrema vejez, o por su resolución de sufrir el martirio, no quiso huir de los enemigos. Se limitó a arrodillarse y elevar su voz y vida en oración a Dios. Dos asistentes fieles permanecieron con él. Los soldados se abalanzaron sobre él, y mientras aún permanecía orando sobre sus rodillas, le golpearon hasta derramar sus sesos. Cayó muerto al primer golpe, y los dos hermanos rindieron también su vida al lado de él.

- Ellos han volado a unirse a aquel noble ejército de mártires. Ellos, pues, han sido fieles hasta la muerte, y recibirán la corona de vida, -dijo Marcelo con vivo entusiasmo.

Pero en esos instantes fueron interrumpidos por un tumulto en el exterior. En el acto se pararon todos asustados.

-¡Los soldados! -exclamaron. Pero no; no eran soldados. Era mas bien un cristianos, un mensajero de ese hostil mundo exterior. Pálido y temblando se arrojó al suelo. Contorsionándose clamó como con sus últimos hálitos de vida:

-¡ay! ¡ay!

La presencia de este hombre produjo un efecto extraordinariamente aterrador sobre Cecilia. Ella tambaleó, cayendo hacia atrás contra la pared, temblorosa desde los pies a la cabeza, trabando sus manos una con otra. Sus ojos parecían salirse al mirar, sus labios se contraían como si quisiera hablar, pero no se le oía el menor sonido.

-¡Habla! ¡Habla, hermano! ¡Dínoslo todo! -exclamó Honorio. -¡Polio! -balbució el mensajero. -¿Qué le pasa a él? -dijo vehementemente Marcelo. - Ha sido capturado. ¡Está en prisión!

Oído aquello, un grito agudo de mortal amargura se difundió por todas las inmediaciones sembrando el terror. Era el grito de la hermana Cecilia, quien no tardó en caer al suelo.

Los que a su lado estaban acudieron a atenderla. La llevaron a su cuarto. Una vez allí, le aplicaron los usuales estimulantes hasta revivirla. Pero el golpe la había afecta gravemente, y aunque volvió en sí, quedó en tal estado que parecía que soñaba.

Mientras tanto el mensajero había recuperado las fuerzas, y había dicho todo lo que sabía. Marcelo le preguntó: - Polio fue contigo, ¿no es así? - No, él estaba solo. - ¿En qué diligencia había ido? - Estaba tratando de saber noticias. Yo estaba en un lado de la calle, un poco atrás. El ya se venía. Caminaos hasta que llegamos a donde había una multitud de hombres. Para sorpresa mía Polio fue detenido y sometido a interrogatorios. Yo ya no oí lo que pasó, pero alcancé a ver sus gestos de amenaza, y finalmente ví que le prendieron.

Nada pude hacer yo por él. Me mantuve a una distancia de seguridad y observé. Como media hora después se hizo presente una tropa de pretorianos. Polio fue entregado a ellos y se lo llevaron. - ¿Pretorianos? -dijo Marcelo-. ¿Conoces al capitán?

- Si, era Lúculo. - Está bien -dijo Marcelo, y quedó sumido en profunda meditación.

Capítulo 11 La Ofrenda

La ofrenda Nadie tiene mayor amor que este, que ponga alguno su vida por sus amigos.

Había anochecido en el cuartel de los pretorianos. Lúculo se hallaba sentado al lado de una lámpara que despedía su luz brillante por todo el rededor. De pronto hubo de levantarse al oir un toque en la puerta. Prestamente la abrió. Un hombre entró y avanzó silenciosamente hasta el centro del cuarto. Luego, desembozándose de la gran capa en que venía envuelto, quedó descubierto en la presencia de Lúculo.

-¡Marcelo! -exclamó éste preso de asombro, y saltando hacia delante abrazó a su visitante con visibles muestras de gozo. - Querido amigo mío -dijo él-, ¿a qué azar feliz debo yo este encuentro? Me hallaba precisamente pensando en ti, y no me imaginaba siquiera cuándo nos veríamos otra vez. - Yo temo que nuestros encuentros -dijo Marcelo tristemente-, no serán muy frecuentes de hoy en adelante. Este lo he procurado con grave riesgo de mi vida. - Verdaderamente es así -dijo Lúculo, compartiendo la tristeza del otro-. Tú estás perseguido con el más airado interés, pues se ofrece un rescate por ti. Con todo eso, aquí debes considerarte tan seguro como lo estuviste siempre en los días felices de que fueras poseído de aquella locura. ¡Oh, mi querido Marcelo! ¿Por qué no pueden volver otra vez aquellos días? - No puedo cambiar mi naturaleza ni deshacer lo que he hecho. Además, Lúculo, aunque mi suerte pueda parecerte dura, jamás he sido tan feliz como lo soy actualmente. - ¡Feliz! -exclamó el otro con profunda sorpresa. - Sí, Lúculo, aunque afligido, no he sido derribado; aunque perseguido, no desespero. - La persecución ordenada por el emperador no es cosa ligera. - Sí, eso ya lo sé bien. Yo veo ante ella a mis hermanos cada día. Cada día se estrecha más el cerco que me rodea.

Cada momento me despido de amigos a quienes no vuelvo a ver más. Algunos compañeros suben a la ciudad, pero no regresan sino sus despojos. Vuelven allí para ser sepultados. - Y con todo eso, ¿dices tú que estás feliz? - Si, Lúculo, tengo una paz que el mundo no conoce, una paz que viene de arriba y que sobrepuja todo entendimiento. - Mi estimado Marcelo, a mi me consta que tu eres demasiado valiente para que le temas a la muerte; pero nunca pensé que tuvieras tal fortaleza para soportar con tan profunda calma todo lo que yo sé que debes estar sufriendo actualmente. O bien tu valor es superhumano, o es el valor que da la locura.

- Viene de arriba, Lúculo. Jesucristo, mi Señor, es para mi mucho más que todas las riquezas y el honor del mundo. Antes me era absolutamente imposible haberlo sentido así, pero ahora todas las cosas viejas han pasado, y he aquí, todas han sido hechas nuevas. Sostenido por este nuevo poder, yo podré soportar los peores de los males que puedan sobrevenirme. No espero nada en la tierra sino sufrimiento mientras aquí viva. Yo sé que moriré en la peor de las agonías, con todo, ese pensamiento no es capaz de doblegar la indomable fe que mora dentro de mi.

- Me apena en el alma -dijo Lúculo tristemente-, verte persuadido de tal determinación. Pues si yo viera el más pequeño signo de fluctuación en ti, tendría la esperanza de que el tiempo cambiaría o por lo menos modificaría tus sentimientos. Pero ya me convenzo que te hallas firme de modo inconmovible en tu nuevo camino. - ¡Quiera Dios concederme que pueda permanecer firme hasta el fin! -dijo Marcelo fervorosamente-. Pero la verdad es que no vine a hablarte de mis sentimientos. Vine, querido Lúculo, a pedir tu ayuda, tu conmiseración y auxilio. Me prometiste una vez demostrarme tu amistad, si la necesitaba. Aahora vengo a pedirte que cumplas tu promesa.

- Todo lo que depende de mi es tuyo de antemano, Marcelo. Dime qué quieres. - Tú tienes un prisionero. - Sí, muchos. - Este es un muchachuelo. - Yo creo que el personal a mis órdenes capturó un muchacho hace poco. - Esa criatura es demasiado insignificante a merecer captura. El se halla bajo la ira del emperador, pero todavía está en tu poder. Yo vengo, oh Lúculo, a implorarte por su libertad.

- Ay de mí, querido Marcelo, ¿qué es lo que pides? ¿Acaso te has olvidado de la disciplina del ejército romano, o del juramento militar? ¿No sabes bien tú que si yo hiciera esto, violaría el juramento y me haría traidor? Si tú me pides que me arrojase sobre mi espada, yo haría eso más fácilmente que esto que me dices. - Yo no he olvidado el juramento militar ni de la disciplina de la fuerza, Lúculo. Yo pensaba en este menor, que apenas es un niño, y bien podría no considerársele como prisionero. ¿Acaso los mandatos del emperador comprenden a los niños?

- El no hace distinción de edades. ¿No has visto niños tan menores como éste sufrir la muerte en el Coliseo? - Ay, sí lo he visto -dijo Marcelo, al volver sus pensamientos a las niñas cuyo canto de muerte le impresionó, causándole tanta pena y al mismo tiempo le fue tan dulce al corazón-. Este muchacho, entonces ¿también tiene que sufrir la muerte? - Sí -dijo Lúculo-, salvo que renuncie solemnemente al cristianismo. - Y eso jamás lo hará él. - Entonces de inmediato se le aplicará la sentencia. Es la ley lo que lo hace y no yo, Marcelo. Yo sólo el instrumento. No me avergüences, ni me lo imputes a mí. - Yo no te estoy culpando. Yo se muy bien lo severo que eres tú en la obediencia. Si tú desempeñas tu puesto, tienes que cumplir con tu deber. Empero, déjame hacerte otra propuesta. El entregar prisioneros no es permitido, pero el canje sí es legal. - Sí. - Si yo te dijera de un prisionero mucho más importante que este muchacho, lo canjearías ¿no es verdad? - Pero no nos has tomado a ninguno de nosotros. - No, pero tenemos potestad sobre todo nuestro pueblo. Y hay algunos de nosotros por cuyas cabezas el emperador ha ofrecido una gran recompensa. Pues por la captura de éstos, cientos de muchachos como éste serían gustosamente entregados. - ¿Es entonces costumbre entre los cristianos entregarse los unos a los otros? -preguntó Lúculo sorprendido. - No, pero algunas veces un cristiano ofrecerá su propia vida para salvar la del otro. - ¡Imposible! - Tal es el caso en este ejemplo.

- ¿Quién es el que se ofrece por este muchacho? - ¡Yo, Marcelo!

Ante esa asombrosa declaración Lúculo retrocedió. - ¡Tú ¡ -exclamó él. - ¡Sí, yo mismo! - Esta bromeando. Es imposible. - Te hablo con toda seriedad. Es por eso que ya he expuesto mi vida al venir ante ti. He demostrado el interés que tengo por él al arriesgarme a tanto peligro. Yo te explicaré. Este niño Polio es el último de una antigua noble familia romana. Es el único hijo de su madre. Su padre murió en el campo de batalla. El pertenece a los Servilii. - ¡Los Servilii! ¿Luego su madre es la señora Cecilia? - Sí. Ella es una de las refugiadas de las catacumbas. Toda su vida y su amor no son sino este muchacho. Cada día lo deja ella que salga a la ciudad en una peligrosa aventura, pero en su ausencia ella sufre indescriptible agonía. Con todo, ella teme retenerlo sin salir de allí, por temor de que aire húmedo que es tan fatal para los niños vaya a originarle la muerte. Y así ella lo expone a lo que ella cree que es el peligro menor. Este es el niño que tienes prisionero. Esa madre lo ha sabido y ahora ella yace debatiéndose entre la vida y la muerte. Si tú lo sacrificas, ella también morirá, y ya no será uno de los más nobles y puros espíritus de Roma. - Por estas razones es que yo vengo a ofrecerme en canje. ¿Qué soy yo? Yo estoy solo en el mundo. Ninguna vida se halla vinculada a la mía. No hay nadie que dependa de mí para el presente y el futuro. Yo no le temo a la muerte. Puede venir tan igualmente ahora mismo, como puede venir en otra ocasión. Tarde o temprano tiene que venir, y yo prefiero mucho mejor dar mi vida por mi amigo que ofrecerla inútilmente. Por todas estas razones, oh Lúculo, es que te lo imploro, por sagrados lazos de amistad, por tu compasión, por tu promesa que me hiciste, dame esta ayuda que te pido, y toma mi vida en canje por la de él.

Lúculo se puso de pie y se paseó por la sala, conteniendo una gran agitación dentro de sí. - ¿Por qué, oh Marcelo -exclamó al último-, me sometes a tan terrible prueba? - Mi propuesta es fácil de que la recibas. - ¿Te olvidas acaso que tu vida me es igualmente preciosa? - Pero, piensa en este pequeño niño. - Efectivamente, yo lo compadezco en el alma. ¿Pero piensas que yo puede recibir tu vida en prenda?

- Pues mi vida ya está dada en prenda, y yo la ofreceré tarde o temprano. Y por eso te imploro que me des la oportunidad de ofrecerla en la forma en que puede ser útil. - Tú no morirás, mientras esté a mi alcance evitarlo. Tu vida no está todavía en prenda. Por los dioses juro que pasará mucho antes que tu puedas ocupar un lugar en la arena. - Nadie me podrá salvar una vez que yo sea aprehendido, aunque hicieras todo lo que pudieras. ¿Qué puedes hacer para salvar a uno sobre quien está cayendo la inexorable ira del emperador? - Yo puedo hacer mucho para desviarla. Tu no estás en condiciones de saber cuánto se puede hacer. Pero, aun cuando yo no pudiera hacer nada, con todo no voy a acceder a esta tu propuesta ahora. - Si yo mismo me presentara ante el emperador, él tendría que oír mi petición. - En te pondría en presión en el acto, y a ambos los haría matar. - Yo podría enviar un mensaje con mi propuesta. - El mensaje nunca llegaría a él; o al menos no llegaría hasta cuando ya fuera demasiado tarde. - Entonces, ¿no hay esperanza alguna? -dijo Marcelo tristemente. - Absolutamente ninguna. - ¿Y en absoluto también te niegas a concederme mi petición? - Al, Marcelo ¿cómo podría hacerme responsable de la muerte de mi más querido amigo? Tú no tienes misericordia de mí. Perdóname si me tengo que negar a aceptar tu temeraria propuesta. - Hágase la voluntad del Señor, mi Dios dijo Marcelo amargamente-. Debo, pues, regresar a prisa. ¡Hay! ¿Cómo puedo yo presentarme con este mensaje de desesperación?

Los dos amigos se abrazaron en silencio y Marcelo partió, dejando a Lúculo agobiado con su asombrosa y temeraria propuesta. Marcelo regresó sano y salvo a las catacumbas. Los hermanos que allí estaban y que sabían de los propósitos con que había salido, le recibieron gozosos en medio de su dolor.

La señora Cecilia todavía yacía víctima de aquel sopor, consciente sólo a medias de los acontecimientos que se realizaban a su rededor. Había momentos que su mente divagaba. Y en su delirio solía conversar como si se hallara entre escenas felices de su vida pasada. Empero la vida de las catacumbas, esas alternativas entre la esperanza y el temor, entre el gozo y la tristeza, entre esa ansiedad que siempre rodeaba a los refugiados y el aire por demás deprimente de aquel lugar en sí, habían llegado a abatirla tanto en su mente como en su

cuerpo. Su frágil naturaleza sucumbía bajo la furia implacable de aquella ordalía, y que éste último, el más pesado y amargo de los golpes que caía sobre ella, había completado su postración. De los mortales efectos de todo esto, ya no podía recuperarse. Aquella noche todos velaron y oraron alrededor de su camilla. Cada instante se debilitaba más, y lenta pero seguramente, su vida se esfumaba, quedando sólo un fallecer prolongado. De aquel descenso tal real, ya ni aun la restitución de su hijo la podría salvar.

Pero aunque las facultades pensantes y terrenas la habían dejado, y los sentimientos terrenales se habían debilitado, aquella pasión dominante en ella en sus últimos años en nada había disminuido en su poder sobre ella. Sus labios helados musitaban todavía las palabras bienhechoras que tanto tiempo había sido su apoyo e inspirado sus actos. El nombre de su menor hijo querido lo balbuceaba como con los últimos hálitos, aunque inconsciente del peligro que lo rodeaba. Pero el nombre de Jesucristo era pronunciado con el fervor más profundo.

Sin embargo, hubo de llegar el momento final. Reaccionando de su largo período de calma, sus ojos se abrieron brillantes e inmensos, un colorido de luz se posesionó de su rostro malicento, y de sus labios se oyeron débilmente las palabras: "¡Ven, Señor Jesús!" Y con aquel clamor, la vida dejó el cuerpo, y el espíritu purificado de la señora, hermana Cecilia, había vuelto a Dios, quien lo dio.

Capítulo 12 El Juicio De Polio

El Juicio de Polio De la boca de los pequeñitos y de los que maman, perfeccionaste la alabanza.

En un edifico no lejano del palacio imperial había un amplio salón. Su piso era de mármol, que se mantenía siempre brillante, y enormes columnas de pórfido soportaban el artesonado techo. En el extremo del departamento había un altar con una estatua de una deidad pagana. Y en el lado opuesto los magistrados luciendo sus togas oficiales ocupaban asientos prominentes. Delante de ellos había algunos soldados vigilando al prisionero. El único prisionero esta vez era el niño Polio.

La palidez de su rostro contrastaba con su porte erguido y firme. La extraordinaria inteligencia que le había caracterizado siempre, no le abandonó en estos momentos solemnes. Sus ágiles miradas captaban todos los detalles de ese escenario. El sabía bien la inexorable condena que pendía inminentemente sobre él. Y con todo, ni la menor traza de temor o de indecisión pasaba siquiera sobre él.

El ya sabía que el único vínculo que le había unido a la tierra había partido. Las primeras horas de aquella mañana le habían saludado con la noticia de que su madre había sido llamada arriba. Le había sido transmitida por una persona que entendía que le fortalecería en su resolución. Ese mensajero había sido Marcelo. La benevolencia, bastante arriesgada, de Lúculo le había hecho posible esa entrevista. El pensamiento había sido acertado. Mientras su madre vivía, el pensar en ella podía haber debilitado su resolución; mas ahora, liberada ella de las catacumbas y con Cristo, él estaba animado del más vivo anhelo de partir también. En su fe sencillísima creía que la muerte le uniría en el instante a su bien amada madre. Animado de ese sentir, esperaba ávidamente el interrogatorio.

- ¿Quién eres tú? - Marcos Servilio Polio - ¿Qué edad tienes? - Trece años.

Ante la mera mención de su nombre un murmullo de compasión se difundió entre la asamblea, pues ese nombre era muy conocido en Roma.

- Se te acusa del delito de ser cristiano. Tú ¿qué dices? - Excelencia, yo no soy responsable de ningún delito -dijo el niño-. ¡Yo soy cristiano, y me complace íntimamente poder confesarlo delante de los hombres! - Es lo mismo que suelen decir todos ellos -dijo indiferente uno de los jueces-. Todos ellos tienen la misma fórmula. - ¿Sabes tú cuál es la naturaleza de tu crimen? - ¡Yo no he cometido ningún crimen! -dijo otra vez Polio-. Mi fe me enseña a temer solamente al Dios vivo y a honrar al emperador. Todas las leyes juntas siempre las he obedecido. No soy, pues, ningún traidor. - Ser cristianos es ser traidor.

- ¡ Cristiano, lo soy; pero traidor no! - La ley del estado te prohibe ser cristiano, bajo pena de muerte. Pues, si tu eres cristiano, debes morir. - Yo soy cristiano -repitió Polio firmemente. - Entonces debes morir. - Amén. Así sea. - Pero, muchacho, ¿sabes tú lo que es sufrir la muerte? - De la muerte. ¡Ah! He visto demasiado de la muerte durante los pocos meses últimos. Y siempre he estado a la expectativa del momento en que pueda ofrecer mi vida por mi Señor resucitado, cuando mi turno llegase. - Muchacho, tú eres muy pequeño. Nosotros te compadecemos por tu tierna edad y falta de experiencia. Tú has sido instruido especialmente y en forma tan peculiar que apenas puedes ser responsable de esa tu temeraria locura. Por todas estas consideraciones queremos hacerte concesiones. Esta religión que te ciega neciamente es una necedad. Tu crees que un pobre judío, que fuera crucificado hace doscientos años, es Dios. ¿Hay por ventura algo más absurdo que esto? Nuestra religión es la religión del estado. Tiene en sí lo suficiente para satisfacer las mentes de los menores y de los adultos, de los ignorantes y de los sabios. Deja, pues, esa loca superstición y vuelve a la religión más sabia y más antigua.

- Yo no puedo. - Tú eres el último de una familia noble. El estado reconoce la dignidad y la nobleza de los Servilii. Tus antepasados disfrutaron de pompa, de riqueza y de poder. Tú ahora eres un mozuelo pobre y miserable y prisionero. Se, pues, sabio, Polio. Piensa en la gloria de tus antecesores y arroja a un lado el miserable obstáculo que te está segregando de toda la ilustrísima fama de ellos. - Yo no puedo. - Has vivido como un reprobado miserable. El mendigo más pobre de Roma la pasa mucho mejor que tú. Su alimento lo obtiene con menos afanes y menos humillación. Su refugio se halla a la luz y al aire del día. Y sobre todo él siempre está seguro. Su vida es propia de él. El no tiene necesidad de vivir en permanente temor de la justicia de Roma. Pero tú has tenido que arrastrar una vida, la más miserable siempre en necesidad apremiante, en peligro, en las tinieblas. ¿Qué, pues, te ha dado tu ponderada religión? ¿Qué ha hecho por ti aquel judío deificado? Nada. Y peor que nada. Vuélvete pues, de en pos de este engañador. En cambio tendrás la riqueza, la comodidad, los amigos y los honores del estado y el favor del emperador. Todo será tuyo. - Yo no puedo.

- Tu padre fue un súbdito leal y un valiente soldado. El murió por su patria en el campo de batalla. Te dejó muy pequeño, pero como el único heredero de todos sus honores y como el último puntal de su noble casa. Lejos estaría de él pensar siquiera en las pérfidas influencias que te cercarían descarriándote a la perdición. Tu madre, con su mente debilitada por el dolor, se rindió a las insidiosas astucias de los falsos maestros, y de la misma manera ella en su ignorancia labró la ruina tuya. Si tu padre viviera, tú serías ahora la esperanza de su nobilísima casta; tu misma madre también habría seguido fiel la fe de sus ilustres antepasados. ¿No valoras tú la memoria de tu padre? ¿Acaso no te corresponde hacia él principalmente un deber filial? ¿No piensas tu que es pecado amontonar deshonra sobre el glorioso nombre que debes enorgullecerte en llevar, arrojando sobre él el baldón de tu traición, siendo un nombre que se te ha transmitido sin mancha? Deja, pues, esas ilusiones locas que te ciegan. Por la memoria de tu padre, por el honor de tu familia, apártate de ese camino que has tomado. - De ninguna manera les hago yo deshonor. Mi fe es pura y santa. Yo puedo morir, pero no puedo traicionar a mi salvador. - Tú estás viendo que mostramos misericordia contigo. Tu noble nombre, como tu inexperiencia nos causan lástima. Si tu fueras un prisionero común te ofrecer pocas palabras la simple elección entre retractarte o morir. Pero en este caso queremos razonar contigo, porque no queremos que se extinga una noble familia por la ignorancia u obstinación de un heredero degenerado. - Os agradezco de todas vuestras consideraciones -dijo Polio-, pero vuestros argumentos no significan nada para mí ante la suprema autoridad de mi Dios. - ¡Muchacho temerario e irreflexivo! Acaso puedes tú encontrar un argumento más poderoso. La ira del emperador es irresistible. - Aun más terrible es la ira del Cordero. - Eso que tú hablas es un lenguaje sin inteligencia. ¿Qué es eso que llamas "la ira del Cordero:? ¿Por qué no piensas en lo que es inminente sobre ti? - Mis hermanos y amigos ya han soportado todo lo que vosotros podéis hacer al cuerpo. Y yo confío que me sostendrá igual fortaleza. - Pero, ¿Puedes tú soportar los terrores de la arena? - Yo cuento con la fortaleza del que venció la muerte. - ¿Puedes tú enfrentarte con los leones y tigres salvajes que se precipitarán sobre ti? - Aquel en quien yo confío no me abandona en el momento que lo necesito. - Tú estás muy confiado. - Precisamente confío en que me amó a tal extremo que se entregó a sí mismo por mí. - Pero, ¿No has pensado tú en la muerte por el fuego? ¿Estás listo para hacer frente a la muerte en las llamas de la pira?

- ¡Ah! Si debo sufrirlas, no me estremece. En lo peor de ellas cuento con mi Dios, y luego por siempre estaré con él. - Estás poseído del fanatismo y de la superstición. No sabes tú qué es en realidad lo que te espera. Es, pues, muy fácil hacer frente a las amenazas, es fácil pronunciar palabras y hacer alarde de valor. Pero, ¿qué será de ti cuando te veas frente a la terrible realidad? - Pues miraré hacia Aquel que nunca abandona a los suyos en la hora de la prueba. - ¡El no ha hecho nada por ti hasta este momento! - El ha hecho todo por mí. El dio su propia vida para que yo viva. Por El yo tengo una vida que es más noble y que es eterna y que no se puede compara con la que vosotros me quitáis. - Eso no es sino un sueño tuyo. ¿Cómo es posible que un judío miserable pueda hacer eso? - El es la plenitud de la divinidad. Dios manifestado en carne. El sufrió la muerte del cuerpo para que nosotros recibamos vida para el alma. - Pero ¿nada puede abrirte los ojos? ¿No te basta que hasta ahora esa loca creencia no te ha traído nada más que miseria y dolor? ¿Vas a insistir en tu creencia? Ahora que ves que la muerte te es inevitable, ¿no vas a volverte de tus errores? - El mismo me da fortaleza para vencer a la muerte. No la temo. La muerte para mi no es más que un sencillo paso de esta vida de dolor y de gemido a una bienaventuranza inmortal. Bien sea que yo muera devorado por las fieras salvajes o por las llamas, dará lo mismo. El me fortalecerá para que pueda permanecerle fiel. El me sostendrá y llevará mi espíritu en el mismo instante a la vida inmortal en los cielos. La muerte, que vosotros teméis y con la que me amenazáis, no tiene terrores; empero la vida, esa vida a que me invitáis, tiene consecue4ncias más terribles que mil muertes en las llamas. - Por última vez, muchacho, te damos una oportunidad. Niño temerario, cálmate y medita por un momento en tu necia carrera de insensatez. Prescinde por un instante de los dementes consejos de tus fanáticos maestros. Reflexiona en todo lo que se te ha dicho. Tienes todavía a tu disposición la vida, una vida llena de gozo y de placer, una vida rica en toda bendición. El honor, los amigos, la riqueza, el poder: todo es tuyo. Un nombre noble y las posesiones de tu familia te están esperando. ¡Todo eso es tuyo por herencia! Hoy para ganar estas cosas no tienes que hacer nada sino tomar esta copa y derramar su contenido en aquel altar. ¡Tómala, hijo! ¡Es el acto más sencillo, el que se te pide que hagas! ¡Resuélvete y ejecútalo! ¡Salva tu vida, sálvate a ti mismo de esa muerte angustiosa! - Todos los ojos de los presentes estaban clavados sobre Polio en el momento en que se le hacía esta última oferta. Pues hasta aquí les había llenado de asombrosa admiración la firmeza en que sostenía. Eso sobrepujaba el entendimiento de todos ellos. - Pero aun esta última instancia tan insidiosamente tentadora, no le causó el menor efecto. Pues el niño Polio con palidez en su rostro pero con fuego vehemente en el alma, hizo a un lado con firme serenidad la copa que le era propuesta.

- ¡Jamás traicionaré a mi Salvador, que está a mi lado! - Ante aquellas palabras se hizo una pausa momentánea. Y luego se oyó la voz del magistrado supremo de la justicia romana: - Tú has pronunciado tu propia sentencia mortal, Sacadlo de aquí, -dijo a continuación a los soldados que se hallaban presentes.

Capítulo 13 La Muerte De Polio

La muerte de Polio Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de vida.

La sentencia de Polio fue sumarísima e irrevocable. El día siguiente hubo espectáculo en el Coliseo. lleno hasta los asientos del tope con la multitud de romanos sedientos de sangre humana, fue un despliegue de la misma sucesión de horrores repugnantes que anteriormente se ha descrito.

Nuevamente los gladiadores pelearon y se mataron unos a otros, individualmente y en masa. Una variedad de formas de combate se conocían en la arena ;Y de ellas, las que más sufrimiento mortal infligían hallaban el mayor favor de los asistentes.

Otra vez se presentaron las escenas interminables de derramamiento de sangre y de agonía. Los feroces campeones del día recibieron las efímeras felicitaciones de los veleidosos espectadores. De nuevo el hombre peleó contra el hombre, o libró aun más feroces combates contra el tigre. Se repitió la escena del gladiador herido que miraba lastimero impetrando misericordia, no viendo otro signo sino el de muerte, los pulgares de los crueles espectadores vueltos hacia abajo.

Para saciar los apetitos de la multitud, ahora se demandaba una mayor y más desalmada matanza. Pues por aquel día no tenía atracción el mirar combates entre hombres cortejados.!Ah! Pero ya se sabía que los cristianos habían sido reservados para cerrar el espectáculo, y la aparición de ellos se esperaba y se imponía impacientemente.

Lúculo estaba entre los guardas cerca del escaño del emperador. Mas su semblante, de alegre que era, se había tornado pensativo.

Mucho más arriba, en los asientos detrás de él, había un rostro severo y palidísimo que sobresalía entre todos, por la mirada concentrada hacia la arena que tenía. Ese rostro era preso de una expresión de ansiedad tan profunda que hacia notable contraste con todos los que se encontraban reunidos en tan vasta asamblea.

De pronto se oyó el sonido del bronco rechinar de las rejas, y se vio saltar el primer tigre a la arena .Levantó la cabeza desafiante y se azotaba con su propia cola, acechando amenazante por todo el rededor, relumbran

De sus feroces ojos sobre la enorme masa de seres humanos que colmaban el enorme anfiteatro.

No tardó en oírse un murmullo. Un muchacho fue arrojado a la arena.

De rostro pálido y contextura ligera, desnutrido en extremo, era nada ante la mole de la bestia furiosa. Y en son de escarnio se le había vestido como gladiador .

Y sin embargo, a despecho de su tierna infancia y su debilidad, no había nada en su rostro ni en su actitud que revelara el menor asomo de miedo. Revelaba posesión de si mismo en su mirada apacible. Avanzó hacia adelante serenamente hasta el centro de la arena, y allí, a la vista de todos, elevó sus manos juntas levantó sus miradas al cielo y hablo a su Dios.

Mientras tanto el tigre seguía amenazante, desplazándose como al entrar. Había visto al niño, pero no le había hecho efecto alguno. Seguía levantando las miradas de sus ojos sanguinarios hacia las enormes murallas y de vez en cuando lanzaba salvajes rugidos.

El hombre del rostro severo y triste miraba absorto como si toda su alma acompañara esa mirada.

El tigre por su parte no parecía mostrar el menor deseo de atacar al muchacho cristiano que seguía orando.

La multitud ya se tornó impaciente. Surgieron murmullos y exclamaciones y gritos con la intención de

Enfurecer a la fiera para que atacara a su víctima.

Pero ahora de en medio del tumulto surgió el sonido de una voz profunda y terrible:

Hasta cuándo, oh Dios, santo y verdadero, no vengas tú Nuestra sangre de los que moran en la tierra? Siguió un silencio profundo y aterrorizado. Cada uno de los espectadores miraba al que estaba a su lado. Pero el silencio fue interrumpido por la misma voz, que repitió con énfasis admonitivo: He aquí viene en las nubes; Y todo ojo le verá, Y también los que le traspasaron le verán; Y todos los linajes de la tierra lamentarán a Causa de EL. Así sea Amén, Amén. Tú eres justo, oh Señor, Que eres, que eras y que has de ser, Porque Tú has hecho juicio. Por que ellos derramaron la sangre de los santos Y de los profetas, Por que ellos son dignos. Así, Señor Dios todopoderoso, Tus juicios son justos y verdaderos.

Pero ahora los murmullos y los gritos y clamores cundieron por todas partes. Y no tardo en desaparecer la causa de la perturbación. Era uno de esos malditos cristianos. Era el fanático Cina. Lo habían tenido reclutado cuatro días sin darle alimentos.!Sacadlo ! !Afuera con el! !Echadlo al tigre!.

Los clamores y las maldiciones surgían de todas partes, tornándose un solo y enorme estruendo. El tigre saltaba alrededor mas frenéticamente. Los guardas escucharon las palabras de la multitud y se apresuraron a obedecer. No tardaron en abrirse las rejas. Y la victima fue arrojada al ruedo. Temeroso, mascilento y en extremo pálido, avanzo hacia el centro con pasos trémulos. Sus ojos mostraban un brillo extraordinario, sus mejillas ardían enrojecidas, su cabello descuidado y su larga barba se veía enmarañados en una sola masa.

El tigre al verlo se encamino saltando hacia el. Empero, a una corta distancia la fiera embravecida se agazapo. El niño, que había estado de rodillas, se puso en pie y miro. Por su parte Cina no veía tigre alguno. Sus miradas se dirigían a la turba, y agitando en alto su brazo macilento, clamo muy alto y en los mismos tonos admonotivos: -!Ay ,ay, ay de los habitantes de la tierra!

Su voz fue acallada por torrentes de sangre. No hubo sino un salto, una caída, y ante los ojos humanos, nada mas. Y ahora el tigre se encamino hacia el niño. Su sed de sangre habíase excitado. Su pelaje erecto, flamantes los ojos, y azotándose con la cola, se mantenía inmóvil frente a su presa.

El niño vio llegar su porción ultima en la tierra, y nuevamente se arrodillo. El populacho enmudeció y quedo extático, preso de profunda excitación y en ansiosa espera de la nueva escena sanguinaria .Aquel hombre que había estado contemplando atentamente, ahora se levantó y permaneció de pie, aun contemplando la escena que se desarrollaba abajo. Detrás de el salió inmediatos gritos que seguían en aumento de numero y volumen:-!Abajo, abajo, siéntate! !No impidas la vista!. Pero el hombre, sea que o oía o bien intencionalmente, no hacía caso. Finalmente el ruido creció tanto que llamó la atención de dos oficiales que estaban abajo, quienes voltearon para ver cuál era la causa.

Lúculo naturalmente fue uno de ellos. Habiendo volteado a mirar, vio toda la escena. Detuvo brevemente su mirada y palideció a muerte. - ¡Marcelo! - exclamó él. Por un momento casi cayó hacia atrás, pero no tardó en recuperarse y se dirigió apresuradamente a la escena del disturbio.

Peor ahora había estallado un murmullo profundo entre el gentío. El tigre que había estado paseándose alrededor del niño una y otra vez, azotándose él mismo con creciente furia, ahora se había agazapado en preparativos para dar su final zarpazo.

El niño se levantó. En su rostro resplandecía una expresión angelical. Sus ojos despedían de sublime entusiasmo. El ya no veía la arena, ni las murallas gigantescas que le rodeaban, ni tampoco las largas hileras de asientos y las innumerables caras hostiles; ya no veía los implacables ojos de los crueles espectadores, ni menos la forma gigantesca del salvaje enemigo.

Su espíritu ya parecía ingresar victorioso por las puertas de oro de la Nueva Jerusalén, y la gloria inefable del pleno día de los cielos le inundó el rostro de sus fulgores. - ¡Madre, vengo contigo! ¡Señor Jesús, recibe mi espíritu!

Esas palabras sonaron con toda nitidez y claridad en el oído de aquella multitud. Todos permanecieron en quietud sepulcral, y el tigre saltó. Los siguientes momentos no hubo más que una masa que se removía cubierta a medias por una nube de polvo.

La lucha concluyó. El tigre regresó; la arena había sido teñida de rojo, y sobre ella yacían los despojos mutilados del real y noble Polio.

Una vez al amparo del silencio que siguió, se dejó oír un clamor que tenía la intensidad de una trompeta que sobrecogió a cada uno de los presentes.

- ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde está, oh sepulcro tu victoria?... Gracias sean a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Mil hombres se levantaron simultáneamente en arranques de ira e indignación. Mil manos se levantaron señalando hacia el atrevido intruso.

- ¡Un cristiano! ¡Un cristiano! ¡A las llamas con él! ¡Echadlo al tigre! ¡Arrojadlo a la arena!.

Con tales gritos contestó todo el gentío a la voz admonitiva.

Lúculo se hizo presente en el lugar en el momento preciso para rescatar a Marcelo de la turba enfurecida de romanos que se aprestaban a despedazarlo. Diríase que el tigre silvestre que estaba en la arena no estaba tan enfurecido y tan sediento de sangre como lo estaban ellos. Lúculo se precipitó impetuosamente entre todos, cual guarda de fieras salvajes.

Atemorizados por su autoridad se volvieron atrás, habiéndose acercado los soldados.

Una vez afuera se hizo cargo él mismo del prisionero. Los soldados le siguieron a distancia. - ¡Ay, Marcelo, Marcelo! ¿No es una locura que expongas así tu vida? - Yo hable por un impulso del momento. ¡Pues aquel niño a quien yo amaba tanto moría ante mis ojos! ¡No pude contener mi propio ímpetu! ¡De eso me complazco y estoy muy lejos de arrepentirme! ¡Pues yo también estoy listo a ofrecer mi vida por mi Rey y mi Dios! - Yo no puedo entrar en razones contigo. ¡Tus actos sobrepujan todo argumento y entendimiento! - No fue mi intención entregarme; pero lo que he hecho, y cómo he sido inspirado a hacerlo me satisface íntimamente. Sí, voy gustoso y gozoso siguiendo el camino trazado por mi Redentor, de quien es mi vida, sea que viva o la ofrezca aquí. - ¡Ay, amigo querido! ¿No consideras tu vida? - ¡Yo amo a mi Salvador más que mi vida! - Mira, Marcelo, el camino está abierto delante de ti. Huye velozmente. Corre, y salva tu vida. Lúculo le dijo esto apuradamente en voz baja, abriéndole el paso mientras los soldados estaban como a veinte pasos atrás. Había toda la oportunidad de escapar.

Marcelo presionó la mano de su amigo. - No, Lúculo, lejos sea de mí salvar mi vida con deshonra. Reconozco y amo ese tu gran corazón que todo lo pospone por el amigo, pero no voy a crearte dificultades por mi amistad.

Lúculo suspiró y siguió en silenciosa reflexión.

Capítulo 14 La Tentacion

La tentación Todo esto te daré si postrado me adorares.

Aquella noche Lúculo permaneció en la celda con su amigo. Buscó todos los argumentos posibles para disuadirlo de su resolución. Apeló a todos los motivos que comúnmente influyen en los hombres. No hubo un solo medio de persuasión que él no empleara. Todos fueron en vano. La fe de Marcelo se hallaba firmemente apoyada, pues estaba fundada sobre la Roca de los Siglos, y ni la tormenta de las violentas amenazas, ni los más tiernos influjos de la amistad, pudieron debilitar en lo mínimo su consciente determinación.

- No - dijo él - , mi ruta está trazada y yo la ha elegido. Sea dolor o alegría que me venga e esta tierra, yo seguiré hasta el fin. Yo sé bien lo que me espera. He pesado todas las consecuencias de mis acciones, y a despecho de todo yo seguiré tal como lo resolví.

- Lo que te pido es la cosa más sencilla - dijo Lúculo -. No quiero que dejes tu religión para siempre sino sencillamente por el momento. Se ha desencadenado una enfurecida persecución, y ante tan terrible furia todos deben caer, sean jóvenes o viejos, nobles o esclavos. Tú bien has visto que no se respeta clase ni edad. Polio podría haber sido salvado si hubiera sido posible, pues había una gran simpatía en su favor. Era solamente un niño, apenas responsable de sus propios actos erróneos; él también era noble, el último de antigua familia. Pero la ley es inexorable, y él hubo de sufrir la pena. Cina también podría habérsele pasado por alto. O era ni más ni menos que un loco. Empero, tan vehemente es el celo contra los cristianos que ni aun su evidente locura le pudo poner a salvo.

- Yo conozco bien que el príncipe de las tinieblas lucha contra el pueblo de Dios, el cual se halla fundado sobre la Roca, y las puertas del infierno no pueden prevalecer contra él. ¿Acaso no he visto yo sufrir igualmente a los buenos, puros, los nobles, los santos y los inocentes? ¿Acaso no sé que hay guerra sin misericordia contra los cristianos? Lo sabía muy bien mucho antes de

convertirme. Y siempre he estado preparado para hacer frente a las consecuencias respectivas desde que he conocido personalmente a Jesús el Cristo como mi Señor y mi Salvador.

- Escucha querido Marcelo. Te he dicho que sólo te pedía una cosa sencillísima. Pues esta religión que tú tanto aprecias, no es necesario que la abandones. Consérvala, si así debe ser. Pero amóldate a las circunstancias. Puesto que la tormenta está arreciando, es inteligente inclinarse y dejarla pasar. Toma una actitud de hombre inteligente, y no de fanático. - ¿Qué es lo que quieres que yo haga? - Es esto. Dentro de unos pocos años sucederá un gran cambio. Bien la persecución se desvanece, o bien se genera una reacción, o el emperador puede morir, y otros gobernantes de diferentes sentimientos le seguirán. Entonces será legal el hacerse cristiano. Entonces toda esta gente que hot es afligida puede volver de sus escondites y ocupar sus antiguos puestos, y surgir a la dignidad y a la riqueza. Ten presente, pues, todo esto. Y por lo tanto, no arrojes así infructuosamente tu vida que todavía puede ser de servicio al estado y de felicidad para ti. Pues por ti mismo cuídala y resérvala. Mira alrededor de ti ahora. Considera todas estas cosas. Deja a un lado tu religión por un breve lapso, y vuelve a la religión del estado. Así puedes escapar del inminente peligro presente, y cuando vuelvan tiempos más felices, puedes volver a ser cristiano en paz.

- Lúculo, esto es imposible. Es abominable a mi alma. ¿Podría acaso ser yo un doble hipócrita? Si tu comprendieras lo que en mí se ha realizado, no me pedirías ni por un momento que perjure mi alma inmortal ante el mundo y ante mi Dios. Es mucho mejor morir inmediatamente por las más severas torturas que al cuerpo le pueden inferir. - Tú tomas posiciones tan extremas que me haces despertar de tu vida, y de la esperanza de salvarte. ¿No quieres detener a contemplar este asunto racionalmente? No es cuestión de hacerse perjuro, sino táctica. No es hipocresía, sino sabiduría. - Dios no permita que haga eso, de pecar contra El. - Mira esto más. Tú solamente no te beneficiarás sino a muchos má. Estos cristianos a quienes tú amas serán de esa manera ayudados por ti mucho más efectivamente que ahora. En su presente situación tú bien sabes que ellos no pueden vivir como antes de la simpatía y de la ayuda de aquellos que profesan la religión del estado, pero en secreto prefieren la religión de los cristianos. ¿Acaso vas tú a llamar hipócritas y perjuros a esos hombres? ¿No son ellos más bien vuestros benefactores y amigos? - Estos seres jamás han llegado a conocer la verdadera fe y la esperanza cristiana que yo tengo. Ellos nunca conocieron el nuevo nacimiento, la nueva naturaleza divina, la presencia del Espíritu Santo morando en sus corazones, la comunión con el Hijo de Dios viviente, como yo lo he experimentado. Ellos no han conocido el amor de Dios que brota en sus corazones para darles nuevos sentimientos, esperanzas y deseos. Para ellos sencillamente simpatizar con los

cristianos y ayudarles es una cosa buena; empero para el cristiano que es lo suficiente vil para abjurar de su fe y negar a su Salvador que lo redimió, nunca habrá suficiente generosidad en el corazón y en su alma de traidor para ayudar a sus hermanos abandonados. - Entonces, Marcelo, no me queda sino una sola oferta más que te puedo hacer, y me iré. Es una última esperanza. No sé si será posible o no. Sin embargo, yo lo intentaré, si sólo pudiera lograr que tu dieras tu consentimiento. Se trata de esto. Tú no necesitas abjurar de tu fe; no necesitas ofrecer sacrificios a los dioses; no necesitas hacer la menor cosa que tú desapruebes. Dejemos que se olvide el pasado. Regresa otra vez no de corazón desde luego, sino en apariencia, a lo que eras antes. Tú eras un alegre y festivo soldado dedicado al cumplimiento de tu deber. Nunca tomaste parte en los servicios religiosos. Rara vez estuviste presente en los templos. Tú pasabas el tiempo en el cuartel, y tus devociones eran de carácter privado. Tú hacías acopio de sabiduría de los libros escritos por lo filósofos los sacerdotes. Haz todo esto nuevamente. Sencillamente vuelve a tus deberes. - Preséntate nuevamente en público juntamente conmigo; nuevamente volvamos a nuestras amigables conversaciones, y dedícate a tus antiguos objetivos en la vida. Esto será muy fácil y agradable de hacer y no requiere nada que sea ruin y desagradable. Las altas autoridades pasarán por alto tu ausencia y tu mal proceder, y si ellos no quieren que vuelvas a ocupar tus anteriores honores, con todo puedes ser puesto nuevamente en el mando de tu legión. Todo irá bien. Se necesitará un poco de discreción, un cuerdo silencioso, una aparente vuelta a tu antiguo turno de deberes. En el caso de que permanecieres en Roma, se pensará que las noticias de tu conversión al Cristianismo eran erróneas; y si sales al exterior, no se sabrá nada más. - No, Lúculo; aun cuando yo consistiera en el plan que tú propones, no sería factible, por muchas razones. Se han hecho proclamas sobre mí, se han ofrecido recompensas por mi aprehensión; y sobre todo, mi última aparición en el Coliseo ente el mismo emperador fue suficiente para descartar toda esperanza de perdón. Pero yo no puedo consentirlo. A mi Salvador no se le puede adorar de esta manera. Sus seguidores le deben confesar abiertamente. El dice, "El que me confesará delante de los hombres, el hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios." Pues negarle en mi vida o en mis actos exteriores es precisamente lo mismo que negarle en la manera formal que prescribe la ley. Esto pues no puedo hacerlo yo. Aquel que a mí me amó primero, yo lo amo, porque El al amarme puso su vida en mi lugar. Mi más sublime gozo es proclamarle delante de los hombres; morir por El será el acto más noble que yo pueda hacer, y la corona de mártir será mi recompensa más gloriosa.

Lúculo no dijo nada más, habiéndose convencido de que toda persuasión era inútil. El resto del tiempo lo pasaron en conversación sobre otras cosas. Marcelo no desperdicio estos últimos momentos preciosos que él pasó con su amigo. Expresándole la más profunda gratitud por su noble y generoso afecto, procuró recompensarle explicándole y familiarizándole con el más elevado tesoro que el hombre puede poseer: la fe en Cristo Jesús.

Lúculo le escuchaba pacientemente, más por amistad que por interés. Con todo, por lo menos algunas de las palabras de Marcelo quedaron indeleblemente impresas en su memoria.

El siguiente día se realizó el juicio correspondiente. Fue sumario y formal. Marcelo se mostró inconmovible y recibió su condena con actitud apacible. Se determinó la tarde de aquel mismo día para que sufriera su condena. A él no se le concedería el morir devorado por las fieras salvajes ni en manos de gladiadores, sino por medio de tormentos más refinados, los del fuego.

Fue, pues, en la pira, donde tantos cristianos habían dado ya su testimonio de la verdad, sonde Marcelo también confirmó su fe rindiendo su vida. La pira se colocó al centro mismo del Coliseo, habiéndosele rodeado de enormes haces de combustible con especial prodigalidad.

Marcelo ingresó conducido por guardas selectos en cuanto a su mayor crueldad, los que le propinaban golpes y le ridiculizaban con anticipación a los horrores de la pena final. Al dirigir su mirada resuelta y serena alrededor del vasto círculo de rostros de hombres y mujeres, a cual más duro, cruel y despiadado, contempló satisfecho esa arena en donde millares de cristianos le habían antecedido en la partida instantánea a reunirse a las gloriosas huestes de mártires que por siempre adoran alrededor del trono. Su mente volvía a aquellos niños cuyo sacrificio él había presenciado aun desde las tinieblas, reviviendo en él ahora el himno triunfal con que ellos desfilaron:

Al que nos amó, Y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre.

Llegó el momento en que los guardas trabaron de él con derroche de rudeza, la cual por no resistirles no merecía, y le condujeron a la pira, a la cual le amarraron con fuertes cadenas, que hicieron imposible el escape en que él no pensó.

Más bien se le oyó musitar, "Estoy listo para ser ofrecido... y el tiempo de mi partida ha llegado... Por lo demás me está guardada la corona de justicia que el Señor, juez justo, me dará hoy."

Aplicaron la antorcha que originaba enormes llamas, y densas nubes de humo ocultaban al mártir momentáneamente.

Al aclarar, se le vio erguido en medio del fuego elevados el rostro y las manos al cielo.

Las llamas se intensificaban y crecían alrededor de él. Más y más se acercaban, y fogatas devoradoras le envolvían en círculos de fuego. De pronto le cubría un velo de humo, que luego desaparecía ante el azote potente de as lenguas de fuego.

Empero el mártir permanecía erguido, sufriendo con clama y serenidad la pavorosa agonía como asido de su Salvador. Allí El descendió ante la fe de su mártir, aunque nadie más le vio; siendo que su abrazo eterno no se habrá acortado de en rededor de su seguidor fiel hasta esta muerte, inspirado y sostenido por su Espíritu.

Las llamas ya no sólo crecían y se acercaban al mártir sino que él se tornó en llama. La vida fue violentamente atacada hasta ser arrebatada, y las alas del espíritu se dispusieron a trasladarla fuera del dolor y de la muerte al paraíso.

La víctima al fin se sobresaltó convulsivo, como si lo traspasara irresistiblemente un dolor más agudo, al que por último conquistó. Levantó los brazos en alto, y los agitó débilmente. Luego en postrer esfuerzo lanzó un agónico clamor en voz clara al oído de todos: "¡Victoria!"

Había sido el aliento postrero de esta vida, y cayó hacia delante inflamado en llamas; y el espíritu de Marcelo "había partido a estar con Cristo, lo cual es mucho mejor."

Capítulo 15 Luculo

Lúculo La memoria del justo será bendita

Un espectador hubo en aquella escena de tortura y de muerte cuyo rostro, que experimentaba la más profunda agonía, siempre estuvo fijo en Marcelo, cuyos ojos fueron ojos que vieron

cada uno de los actos y expresiones de la víctima, y cuyos oídos recogieron cada palabra. Largo tiempo después que todos habían partido, él permaneció inmóvil, siendo el único ser humano en el enorme círculo de asientos vacíos. Al final se levantó para irse.

Lejos se hallaba él de la elasticidad característica de sus pasos. Se desplazaba con aire cabizbajo y debilísimo; su mirada de abstracción y el dolor del que todo él se hallaba embargado, lo hacía parecer a uno que había sido repentinamente víctima de una dolencia mortal. Hizo señales a algunos de los guardas, quienes le abrieron los portales que conducían a la arena.

- Traedme acá una urna cineraria - dijo al personal que se hallaba en las inmediaciones, al mismo tiempo que se encaminaba hacia las ascuas que ya se extinguían. Unos cuantos fragmentos de husos carbonizados y hechos polvo por la violencia de las llamas era todo lo que quedaba del cuerpo de Marcelo.

Tomando silenciosamente la urna que le alcanzó uno de los guardas admirado, Lúculo empezó a reunir todos los fragmentos humanos y el polvo que pudo encontrar. En el momento que se ausentaba, se le apersonó un anciano, ante quien se detuvo mecánicamente. - ¿Qué quieres pedirme? - le dijo cortésmente. - Me llamo Honorio. Soy uno de los ancianos de los cristianos. Un amigo nuestro muy querido fue sacrificado en este lugar esta noche, y he venido confiando que se me permitirá recoger sus cenizas.

Lúculo le contestó con afabilidad - Es un acierto que te hayas dirigido a mí, venerable maestro. Si tú hubieras descubierto tu nombre a otro, habrías sido capturado en el acto, porque se está ofreciendo un rescate por ti. Ero no te puedo conceder el pedido que me haces. Marcelo murió, y sus escasas cenizas las tengo en esta urna. Serán depositadas en una tumba en el mausoleo de mi familia con todas las ceremonias de honor, porque fue él mi más querido amigo, y su pérdida hace de esta tierra un desierto para mí, y del resto de mi vida la carga más penosa. Honorio balbució con profundo entusiasmo, - Comprendo que tu no puedes ser otro sino Lúculo, de quien siempre le oí hablar palabras de afecto.

Yo soy. Jamás hubo dos amigos más leales que nosotros. Si hubiera sido posible, yo le habría evitado el sacrificio. Jamás abría sido detenido él, si él mismo no se hubiese arrojado en las manos de la ley, como lo hizo. ¡Oh destino inescrutable! Precisamente cuando yo había tomado todas las disposiciones para que jamás pudiera él ser capturado, pero él en persona se enfrentó al mismo emperador, y así fue como yo con mis propias manos fui obligado a conducir al ser que más amaba a la prisión y a la muerte.

- Lo que es para ti pérdida, es para él la ganancia más inconmensurable. Pues ha ingresado al reino de felicidad inmortal. Lúculo exclamó profundamente - Su muerte fue todo un triunfo. Yo he observado antes la muerte de muchos cristianos, pero no he sido tan impresionado por su esperanza y su confianza. Marcelo enfrentó la muerte como si ésta fuera la bendición más feliz. - Así fue en cuanto a él, como también lo fue en cuanto a muchísimos otros, cuyos despojos yacen en el infausto confinamiento en donde estamos obligados a morar. A ellos quiero agregar las cenizas de Marcelo. ¿No convendría que asó compartieran tumbas? - Venerable Honorio, yo había abrigado la esperanza, desde que mi querido amigo me dejó, que por lo menos tendría el placer de llorarle y de prodigar a sus despojos los últimos honores piadosos, y de derramar mi llanto en su tumba. - Pero, oh noble Lúculo, ¿no habría preferido tu amigo que se le diera sepultura con las ceremonias sencillas de su nueva fe, y un lugar de reposo juntamente con los otros mártires con cuyos nombres se encuentra él relacionado para siempre?.

Lúculo quedó poseído de un profundo silencio, y después de haber pensado por algún tiempo, al final hablo: - No cabe la menor duda en cuanto a los deseos de él. Yo me rindo ante ellos, y me privo del honor de ofrecerle los ritos funerarios. Llévalos, venerable Honorio. Empero, permíteme que asista a vuestro servicio de sepelio. ¿No quisieras consentir que un soldado, a quien conocéis solamente como vuestro actos? - Ante ti nuestras puertas y corazones se abren en la más cordial bienvenida, oh noble Lúculo, como lo fue con Marcelo antes de ti, si por ventura tú recibieras entre nosotros la misma bienaventuranza que le fue concedida a él. - No alimentéis una tal esperanza - dijo Lúculo -. Yo soy muy diferente de Marcelo en gustos y en sentimientos. Yo podría aprender a sentir benevolencia hacia vosotros, y aun a admirarlos, pero nunca a unirme con vosotros. - Ven con nosotros, como sea, y presencia los servicios del sepelio de tu amigo. Un mensajero vendrá por ti mañana.

Lúculo le hizo señal de asentimiento, y después de entregarle la preciosa urna a Honorio, se encaminó tristemente a su casa.

El siguiente día, en compañía del mensajero, se encaminó a las catacumbas. Allí se vio con la comunidad de los cristianos y contempló este lugar en que moraban, lo cual ya le había sido referido precisamente por su amigo, habiendo así tenido una idea previa de su vida, sus sufrimientos y sus afectos.

De nuevo las voces dolientes y lamentaciones llenaron las tenebrosas bóvedas e hicieron eco por todos los interminables pasillos, por otro hermano cuyo polvo se entregaba al polvo de la tumba. Pero el mismo pesar que hablaba del dolor mortal fue reemplazado por una sublime e inspirada certeza que expresaba la fe del alma que aspira, y una esperanza plena de un deseo vivo de su amado Señor Honorio tomo en sus manos el rollo precioso, la Palabra de vida, cuyas promesas eran tan poderosas que sostenían en medio de las más pesadas cargas y aflicciones y en torno solemne leyó aquella parte de Primera Corintios, que en todas las épocas y en todos los climas ha sido tan preciosa al corazón que se remonta más allá de los reinos del tiempo en busca de consuelo en la perspectiva de la resurrección.

Seguidamente levantó la cabeza y en tonos fervientes ofreció una oración al Dios solo santo en los cielos, en el nombre de Jesucristo, el divino Mediador, por quien la muerte y la tumba fueran vencidas y aseguradas la ida eterna. El rostro pálido y triste de Lúculo era particularmente visible entre los dolientes. Aunque él no fuera cristiano, con todo admiraba tales doctrinas gloriosas, y escuchaba con reverencia tales exaltadas esperanzas. A él le fue concedido colocar las amadas cenizas dentro del lugar de reposo final; fueron sus ojos los últimos que se posaron en aquellos despojos queridos; sus manos colocaron en su lugar la loceta en que se había de grabar el nombre y epitafio de Marcelo.

Lúculo volvió a su casa, pero era un hombre nuevo. Su ufanía personal parecía haber sido subyugada bajo las severas aflicciones que había sufrido.

Había tenido razón al decir que no se haría cristiano. Y aunque la muerte de su amigo le había embargado el corazón de tristeza, no había dolor por el pecado, ni arrepentimiento, ni anhelo de conocer al verdadero Dios viviente. Había perdido toda aquella habilidad de gozarse en el mundo, pero no había logrado ninguna otra fuente de felicidad. Empero la memoria de su amigo tuvo la virtud de producirle un efecto. Sintió una simpatía profunda por el pobre pueblo oprimido con quien Marcelo había fraternizado. Admiraba sin

comprender su constancia y los compadecía por sus inmerecidos sufrimientos. Tenía conciencia de que toda la virtud y bondad que pudiera quedar aún en todo el imperio romano, la poseían estos pobres reprobados.

Fueron esos sentimientos los que le llevaron a prestarles su ayuda. Les ofreció la amistad y las promesas de auxilio que una vez había prodigado a Marcelo.

Sus soldados no capturaron a ningún otro cristiano, o si lo hacían, siempre se oiría posteriormente que había escapado de algún modo inevitable. Su alta posición, su vasta riqueza, su ilimitada influencia, todo estaba al servicio de los cristianos. Su palacio llegó a hacerse muy bien conocido a ellos, como su más seguro refugio y lugar de ayuda, y su nombre gozaba del honor de ser el más poderoso de sus amigos humanos.

Pero todas las cosas llegan a su fin; y así también los sufrimientos de los cristianos y la amistad de Lúculo llegaron a su término. Como un año después de la muerte de Marcelo, el severo emperador Decio fue destronado, y otro asumió el poder imperial. La persecución cesó. La paz volvió a las asambleas de los cristianos, y éstos salieron de las catacumbas a vivir gozosos a la saludable luz del día. De nuevo podían oír los humanos las alabanzas al Dios y Redentor de ellos, y de nuevo reiniciaron su interminable lucha con las huestes del mal.

Pasaron los años, y Lúculo no experimentó cambio alguno. Cuando Honorio salió de las catacumbas, fue llevado por Lúculo a su palacio, y moraba bajo su amparo prole resto de sus días en la tierra. El se esforzó por pagar su deuda de gratitud a su noble benefactor, haciéndole saber toda la verdad. Pero murió sin haber podido disfrutar del gozo por el que tanto había orado.

Al final la bendición llegó, pero después de haber trascurrido muchos años. Cuando ya Lúculo se acercaba a los límites de la vejez, llegó a escuchar la voz del Salvador. Pero largos años habían pasado desde que el mundo había perdido sus encantos para él. Las riquezas, el honor, el poder, no le satisfacían en absoluto. Su vida se deslizaba bajo una sombra de tristeza que nadie podía curar. Pero el Espíritu del Dios vivo llegó a posesionarse de él, y merced a su divina mediación pudo por fin regocijarse en el amor del Salvador, de cuya obra sobre el corazón humano había presenciado tantas y tan contundentes pruebas.

Largos siglos han transcurrido sobre la ciudad de los Césares, desde que la persecución de Decio arrojó a los humildes seguidores de Jesús a las lóbregas y gélidas catacumbas. Tomemos la Vía Apia y veamos que nos enseña.

Delante de nosotros se despliega la larga fila de tumbas hasta la milenaria ciudad. Aquí los poderosos de esa Roma hallaron el lugar de su reposo, y aun hasta allí llevaron las pomposas muestras de cuanto pueden la riquezas, la gloria del mundo y el poder. Debajo de nosotros se hallan ocultas las rudas tumbas de aquellos que en vida fueron reprobados como indignos de respirar el aire libre bajo el sol.

¡Observad el cambio! En derredor nuestro están aquellas tumbas señoriales todas en ruinas, su santidad profanada, sus puertas derribadas y su polvo llevado del viento. Los nombres de aquellos que allí fueron sepultados nadie los recuerda; el imperio que fundaron ha caído; las legiones que les llevaron en mil conquistas han dormido el sueño del que no despertará hasta la segunda resurrección.

Pero la memoria de los perseguidos que yacen debajo, la asamblea del Dios de la tierra contempla con reverencia. Sus sepulcros se han tornado en santuarios de peregrinaje; y esa obra en la cual desempeñaron ellos un papel tan noble ha sido transmitida a nosotros para que la continuemos hasta que Jesús venga.

Humildes, despreciados, proscritos, afligidos, la fama se negó a asentar sus nombres en los rollos de la historia; con todo, esto al menos lo sabemos bien, que sus nombres están escritos en el Libro de la Vida, y su eterna comunión será con aquellos de quienes está escrito:

Estos son los que han venido de grande tribulación Y han lavado sus ropas, Y las han blanqueado en la sangre del Cordero Por esto están delante del trono de Dios Y le sirven día y noche en su templo; Tenderá su pabellón sobre ellos. No tendrán más hambre, ni sed, Y el sol no caerá más sobre ellos, Ni otro ningún calor. Porque el Cordero que está en medio del trono Los pastoreara.

Y los guiará a fuentes vivas de aguas; Y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos.

Hombres De Dios

Juan Wycliffe

Cuando Marco Polo comezaba sus famosos viajes al lejano oriente en 1324, Juan Wycliffe cumplia 4 años de edad. Los Franciscanos radicales estaban denunciando las riquezas del Papado, y el Papa Juan XXII estaba a mediados de su reino. El mundo (como era conocido para los Europeos) estaba en paz; y Roma tenia autoridad final en las vidas de la gente del continente y las islas Británicas.

De Agustin y Constantino hasta el nacimiento de Wycliffe, la Iglesia era el centro de la vida de cada persona. La llamada "edad oscura" (una descripción puramente protestante) era simplemente un periodo de gran calma el cual vino fue producido por el poder de la Iglesia. Juan Wycliffe vino al mundo en esta calma; pero las aguas serían pronto movidas y Wycliffe se uniria al "fray" . Iglaterra fue entonces envuelta en la guerra de los 100 años con Francia (1339 a 1453). Esta lucha era porque algunos Ingleses estaban cansados de los exhorbitantes impuestos que tenian que pagar a la Iglesia; y Francia era el brazo de la Iglesia en la region Entre 1/3 a 1/4 de la tierra de Inglaterra pertenecia a la Iglesia! Este deseo de retener el dinero y re poseer la tierra que los Igleses veian como de ellos lo trajo en conflicto directo con el papado. El papa queria retener la tierra y el dinero y de esta manera los franceses fueron llamados al servicio, y sirvieron bien.

Wycliffe nació en 1320 y estudió Teología en Oxford (murió en 1384). Su entrenamiento y disposición le llevó a oponerse a la posesión de la tierra Inglesa por el Papado, en fundamentos religiosos y teológicos mas que meramente economicos. Desde 1376 en adelante Wycliffe publicó tratados which denunciaban la secularización de la Iglesia. Esta secularización, el mantenia, no era beneficial ni para la iglesia ni para el Estado.

En 1377 el Papa emitió un documento official en el cual prohibía la publicación de ciertos escritos en los que se condenaban en 18 tesis los escritos de Wycliffe. La reacción de Wycliffe fue violenta. Comenzó a denunciar al Papa (aunque no el papado contrario a Lutero) en escritos increiblemente recios.

Desde 1378 a 1379 Wycliffe publicó su sistema teológico en una serie de tratados. La tesis central de estas obras era que las Escrituras eran el fundamento de toda doctrina. Este fue un punto importante en la historia doctrinal. Hasta este punto la Tradición había sido puesta lado a lado con las Escrituras como fuente de doctrina; pero Wycliffe disputaba esta noción y Juan Hus de Praga así como Martin Lutero, Huldych Zwingli y Juan Calvino adoptarían el punto de vista de Wycliffe.

La doctrina de Wycliffe acerca de la iglesia tambien fue revolucionante. El vio la iglesia como una institución espiritual y no politica. Por eso la obra pre-reformadora de Wycliffe esta cimentada sobre las doctrians de la Escirtura y la Iglesia. Serían esta controversias doctrinales precisas el combustible que más tarde alimentaría la "Reformación" de Lutero y Zwingli. El signficado de Wycliffe no puede ser pasado por alto. Su movimiento hacia las Escrituras y la Iglesia como una sociedad espiritual fueron las piedras del fundamento sobre las cuales la "Reforma" sería luego fundamentada. El, además, propuso idea que eran controversiales. El sugirió que la libertad humana no existia; hasta el punto que todo lo que la persona hacia estaba pre-determinado. Su gran enemistad hacia el Papa lo llevó a hacer algunas declaraciones personales extravagantes; y su desconfianza de la naturaleza humana le llevó a completamente deshumanizar la humanidad.

Aun así, sin Wycliffe, no podría haber "Reforma". O por ese medio, una traducción Inglesa de la Biblia. La traducción de Wycliffe es bien conocida. Hizo su trabajo de la Vulgata en Latin; dando así al pueblo Inglés la primera traducción de las Escrituras en su propia lengua. Su traducción fue consultada por Tyndale, Coverdale, los Obispos, y por su puesto los traductores autorizados. El fue un traductor antes que Lutero; un Teólogo antes que Calvino; y un reformador antes de la Reforma.

Después de la muerte de Wycliffe no apareceria otro Reformador antes de la Reforma hasta Juan Hus (1369-1415) En 1414 el papado atento poner final a la división que se acercaba llamando el concilio de Constancia donde Hus fue condenado (y ejecutado en Julio 6, 1415) y tambien Wycliffe (aunque ya muerte por mucho tiempo) fue censurado. Pero la ola no sería destruida. Las puertas de la inundación abiertas por Wycliffe alcanzarian su fruto en Zwingli y Lutero. Juan Hus era de humilde cuna y había perdido a su padre en temprana edad. Su piadosa madre, considerando la educación y el temor de Dios como la más valiosa hacienda, procuró asegurársela a su hijo. Hus estudió en la escuela de la provincia y pasó después a la universidad de Praga donde fue admitido por caridad. En su viaje a la ciudad de Praga fue acompañado por su madre, que, siendo viuda y pobre, no pudo dotar a su hijo con bienes materiales, pero cuando llegaron a las inmediaciones de la gran ciudad se arrodilló al lado de su hijo y pidió

para él la bendición de su Padre celestial. Muy poco se figuraba aquella madre de qué modo iba a ser atendida su plegaria.

En la universidad se distinguió Hus por su aplicación, su constancia en el estudio y sus rápidos progresos, al par que su conducta intachable y sus afables y simpáticos modales le granjearon general estimación. Era un sincero creyente de la iglesia romana y deseaba ardientemente recibir las bendiciones espirituales que aquélla profesa conceder. Con motivo de un jubileo, fue él a confesarse, dio a la iglesia las pocas monedas que llevaba y se unió a las procesiones para poder participar de la absolución prometida. Terminado su curso de estudios, ingresó en el sacerdocio, y como lograra en poco tiempo darse a conocer, no tardó en ser elegido para prestar sus servicios en la corte del rey. Fue también nombrado catedrático y posteriormente rector de la universidad donde recibiera su educación. En pocos años el humilde estudiante que fuera admitido por caridad en las aulas llegó a ser el orgullo de su país y a adquirir fama en toda Europa.

Mas otro fue el campo en donde Hus principió a trabajar en busca de reformas. Algunos años después de haber recibido las órdenes sacerdotales, fue elegido predicador de la capilla llamada de Belén. El fundador de ésta había abogado, por considerarlo asunto de gran importancia, en favor de la predicación de las Santas Escrituras en el idioma del pueblo. No obstante la oposición de Roma, esta práctica no había desaparecido del todo de Bohemia. Sin embargo, era mucha la ignorancia respecto a la Biblia, y los peores vicios reinaban en todas las clases de la sociedad. Hus denunció sin reparo estos males apelando a la Palabra de Dios para reforzar los principios de verdad y de pureza que procuraba inculcar.

Un vecino de Praga, Jerónimo, que con ulterioridad iba a colaborar tan estrechamente con Hus, trajo consigo, al regresar de Inglaterra, los escritos de Wiclef. La reina de Inglaterra, que se había convertido a las enseñanzas de éste, era una princesa bohemia, y por medio de su influencia las obras del reformador obtuvieron gran circulación en su tierra natal. Hus leyó estas obras con interés; tuvo a su autor por cristiano sincero y se sintió movido a mirar con simpatía las reformas que él proponía. Aunque sin darse cuenta, Hus había entrado ya en un sendero que había de alejarle de Roma.

Por aquel entonces llegaron a Praga dos extranjeros procedentes de Inglaterra, hombres instruídos que habían recibido la luz del Evangelio y venían a esparcirla en aquellas apartadas regiones. Comenzaron por atacar públicamente la supremacía del papa, pero pronto las autoridades les obligaron a guardar silencio; no obstante, como no quisieran abandonar su propósito, recurrieron a otros medios para realizarlo. Eran artistas a la vez que predicadores y pusieron en juego sus habilidades. En una plaza pública dibujaron dos cuadros que representaban, uno la entrada de Cristo en Jerusalén, "manso y sentado sobre un asno" (S. Mateo 21: 5, V.M.), y seguido por sus discípulos vestidos con túnicas ajadas por las asperezas

del camino y descalzos; el otro representaba una procesión pontifical, en la cual se veía al papa adornado con sus ricas vestiduras y con su triple corona, montado en un caballo magníficamente enjaezado, precedido por clarines y seguido por cardenales y prelados que ostentaban deslumbrantes galas.

Encerraban estos cuadros todo un sermón que cautivaba la atención de todas las clases sociales. Las multitudes acudían a mirarlos. Ninguno dejaba de sacar la moraleja y muchos quedaban hondamente impresionados por el contraste que resultaba entre la mansedumbre de Cristo, el Maestro, y el orgullo y la arrogancia del papa que profesaba servirle. Praga se conmovió mucho y, después de algún tiempo, los extranjeros tuvieron que marcharse para ponerse en salvo. Pero la lección que habían dado no dejó de ser aprovechada. Los cuadros hicieron impresión en Hus y le indujeron a estudiar con más empeño la Biblia y los escritos de Wiclef. Aunque todavía no estaba convenientemente preparado para aceptar todas las reformas recomendadas por Wiclef, alcanzó a darse mejor cuenta del verdadero carácter del papado y con mayor celo denunció el orgullo, la ambición y la corrupción del clero.

De Bohemia extendióse la luz hasta Alemania. Algunos disturbios en la universidad de Praga dieron por resultado la separación de centenares de estudiantes alemanes, muchos de los cuales habían recibido de Hus su primer conocimiento de la Biblia, y a su regreso esparcieron el Evangelio en la tierra de sus padres.

Las noticias de la obra hecha en Praga llegaron a Roma y pronto fue citado Hus a comparecer ante el papa. Obedecer habría sido exponerse a una muerte segura. El rey y la reina de Bohemia, la universidad, miembros de la nobleza y altos dignatarios dirigieron una solicitud general al pontífice para que le fuera permitido a Hus permanecer en Praga y contestar a Roma por medio de una diputación. En lugar de acceder a la súplica, el papa procedió a juzgar y condenar a Hus, y, por añadidura, declaró a la ciudad de Praga en entredicho.

En aquellos tiempos, siempre que se pronunciaba tal sentencia, la alarma era general. Las ceremonias que la acompañaban estaban bien calculadas para producir terror entre el pueblo, que veía en el papa el representante de Dios mismo, y el que tenía las llaves del cielo y del infierno y el poder para invocar juicios temporales lo mismo que espirituales. Creían que las puertas del cielo se cerraban contra los lugares condenados por el entredicho y que entretanto que el papa no se dignaba levantar la excomunión, los difuntos no podían entrar en la mansión de los bienaventurados. En señal de tan terrible calamidad se suspendían todos los servicios religiosos, las iglesias eran clausuradas, las ceremonias del matrimonio se verificaban en los cementerios; a los muertos se les negaba sepultura en los camposantos, y se los enterraba sin ceremonia alguna en las zanjas o en el campo. Así pues, valiéndose de medios que influían en la imaginación, procuraba Roma dominar la conciencia de los hombres.

La ciudad de Praga se amotinó. Muchos opinaron que Hus tenía la culpa de todas estas calamidades y exigieron que fuese entregado a la vindicta de Roma. Para que se calmara la tempestad, el reformador se retiró por algún tiempo a su pueblo natal. Escribió a los amigos que había dejado en Praga: "Si me he retirado de entre vosotros es para seguir los preceptos y el ejemplo de Jesucristo, para no dar lugar a que los mal intencionados se expongan a su propia condenación eterna y para no ser causa de que se moleste y persiga a los piadosos. Me he retirado, además, por temor de que los impíos sacerdotes prolonguen su prohibición de que se predique la Palabra de Dios entre vosotros; mas no os he dejado para negar la verdad divina por la cual, con la ayuda de Dios, estoy pronto a morir."- E. de Bonnechose, Les Réformateurs avant la Réforme, lib. I, págs. 94, 95 (París, 1845). Hus no cesó de trabajar; viajó por los países vecinos predicando a las muchedumbres que le escuchaban con ansia. De modo que las medidas de que se valiera el papa para suprimir el Evangelio, hicieron que se extendiera en más amplia esfera. "Nada podemos hacer contra la verdad, sino a favor de la verdad." (2 Corintios 13: 8, V.M.)

"El espíritu de Hus parece haber sido en aquella época de su vida el escenario de un doloroso conflicto. Aunque la iglesia trataba de aniquilarle lanzando sus rayos contra él, él no desconocía la autoridad de ella, sino que seguía considerando a la iglesia católica romana como a la esposa de Cristo y al papa como al representante y vicario de Dios. Lo que Hus combatía era el abuso de autoridad y no la autoridad misma. Esto provocó un terrible conflicto entre las convicciones más íntimas de su corazón y los dictados de su conciencia. Si la autoridad era justa e infalible como él la creía, ¿por qué se sentía obligado a desobedecerla? Acatarla, era pecar; pero, ¿por qué se sentía obligado a pecar si prestaba obediencia a una iglesia infalible? Este era el problema que Hus no podía resolver, y la duda le torturaba hora tras hora. La solución que por entonces le parecía más plausible era que había vuelto a suceder lo que había sucedido en los días del Salvador, a saber, que los sacerdotes de la iglesia se habían convertido en impíos que usaban de su autoridad legal con fines inicuos. Esto le decidió a adoptar para su propio gobierno y para el de aquellos a quienes siguiera predicando, la máxima aquella de que los preceptos de la Santas Escrituras transmitidos por el entendimiento han de dirigir la conciencia, o en otras palabras, que Dios hablando en la Biblia, y no la iglesia hablando por medio de los sacerdotes, era el único guía infalible."- Wylie, lib. 3, cap. 3.

Cuando, transcurrido algún tiempo, se hubo calmado la excitación en Praga, volvió Hus a su capilla de Belén para reanudar, con mayor valor y celo, la predicación de la Palabra de Dios. Sus enemigos eran activos y poderosos, pero la reina y muchos de los nobles eran amigos suyos y gran parte del pueblo estaba de su lado. Comparando sus enseñanzas puras y elevadas y la santidad de su vida con los dogmas degradantes que predicaban los romanistas y con la avaricia y el libertinaje en que vivían, muchos consideraban que era un honor pertenecer al partido del reformador.

Hasta aquí Hus había estado solo en sus labores, pero entonces Jerónimo, que durante su estada en Inglaterra había hecho suyas las doctrinas enseñadas por Wiclef, se unió con él en la obra de reforma. Desde aquel momento ambos anduvieron juntos y ni la muerte había de separarlos.

Jerónimo poseía en alto grado lucidez genial, elocuencia e ilustración, y estos dones le conquistaban el favor popular, pero en las cualidades que constituyen verdadera fuerza de carácter, sobresalía Hus. El juicio sereno de éste restringía el espíritu impulsivo de Jerónimo, el cual reconocía con verdadera humildad el valer de su compañero y aceptaba sus consejos. Mediante los esfuerzos unidos de ambos la reforma progresó con mayor rapidez.

Si bien es verdad que Dios se dignó iluminar a estos sus siervos derramando sobre ellos raudales de luz que les revelaron muchos de los errores de Roma, también lo es que ellos no recibieron toda la luz que debía ser comunicada al mundo. Por medio de estos hombres, Dios sacaba a sus hijos de las tinieblas del romanismo; pero tenían que arrostrar muchos y muy grandes obstáculos, y él los conducía por la mano paso a paso según lo permitían las fuerzas de ellos. No estaban preparados para recibir de pronto la luz en su plenitud. Ella los habría hecho retroceder como habrían retrocedido, con la vista herida, los que, acostumbrados a la obscuridad, recibieran la luz del mediodía. Por consiguiente, Dios reveló su luz a los guías de su pueblo poco a poco, como podía recibirla este último. De siglo en siglo otros fieles obreros seguirían conduciendo a las masas y avanzando más cada vez en el camino de las reformas.

Mientras tanto, un gran cisma asolaba a la iglesia. Tres papas se disputaban la supremacía, y esta contienda llenaba los dominios de la cristiandad de crímenes y revueltas. No satisfechos los tres papas con arrojarse recíprocamente violentos anatemas, decidieron recurrir a las armas temporales. Cada uno se propuso hacer acopio de armamentos y reclutar soldados. Por supuesto, necesitaban dinero, y para proporcionárselo, todos los dones, oficios y beneficios de la iglesia fueron puestos en venta. (Véase el Apéndice.) Asimismo los sacerdotes, imitando a sus superiores, apelaron a la simonía y a la guerra para humillar a sus rivales y para aumentar su poderío. Con una intrepidez que iba cada día en aumento, protestó Hus enérgicamente contra las abominaciones que se toleraban en nombre de la religión, y el pueblo acusó abiertamente a los jefes papales de ser causantes de las miserias que oprimían a la cristiandad.

La ciudad de Praga se vio nuevamente amenazada por un conflicto sangriento. Como en los tiempos antiguos, el siervo de Dios fue acusado de ser el "perturbador de Israel." (1 Reyes 18:17, V. M.) La ciudad fue puesta por segunda vez en entredicho, y Hus se retiró a su pueblo natal. Terminó el testimonio que había dado él tan fielmente en su querida capilla de Belén, y ahora iba a hablar al mundo cristiano desde un escenario más extenso antes de rendir su vida como último homenaje a la verdad.

Con el propósito de contener los males que asolaban a Europa, fue convocado un concilio general que debía celebrarse en Constanza. Esta cita fue preparada, a solicitud del emperador Segismundo, por Juan XXIII, uno de los tres papas rivales. El deseo de reunir un concilio distaba mucho de ser del agrado del papa Juan, cuyo carácter y política poco se prestaban a una investigación aun cuando ésta fuera hecha por prelados de tan escasa moralidad como lo eran los eclesiásticos de aquellos tiempos. Pero no pudo, sin embargo, oponerse a la voluntad de Segismundo.

Los fines principales que debía procurar el concilio eran poner fin al cisma de la iglesia y arrancar de raíz la herejía. En consecuencia los dos antipapas fueron citados a comparecer ante la asamblea, y con ellos Juan Hus, el principal propagador de las nuevas ideas. Los dos primeros, considerando que había peligro en presentarse, no lo hicieron, sino que mandaron sus delegados. El papa Juan, aun cuando era quien ostensiblemente había convocado el concilio, acudió con mucho recelo, sospechando la intención secreta del emperador de destituirle, y temiendo ser llamado a cuentas por los vicios con que había desprestigiado la tiara y por los crímenes de que se había valido para apoderarse de ella. Sin embargo, hizo su entrada en la ciudad de Constanza con gran pompa, acompañado de los eclesiásticos de más alta categoría y de un séquito de cortesanos. El clero y los dignatarios de la ciudad, con un gentío inmenso, salieron a recibirle. Venía debajo de un dosel dorado sostenido por cuatro de los principales magistrados. La hostia iba delante de él, y las ricas vestiduras de los cardenales daban un aspecto imponente a la procesión.

Entre tanto, otro viajero se acercaba a Constanza. Hus se daba cuenta del riesgo que corría. Se había despedido de sus amigos como si ya no pensara volverlos a ver, y había emprendido el viaje presintiendo que remataría en la hoguera. A pesar de haber obtenido un salvoconducto del rey de Bohemia, y otro que, estando ya en camino, recibió del emperador Segismundo, arregló bien todos sus asuntos en previsión de su muerte probable.

En una carta dirigida a sus amigos de Praga, les decía: "Hermanos míos . . . me voy llevando un salvoconducto del rey para hacer frente a mis numerosos y mortales enemigos. . . . Me encomiendo de todo corazón al Dios todopoderoso, mi Salvador; confío en que él escuchará vuestras ardientes súplicas; que pondrá su prudencia y su sabiduría en mi boca para que yo pueda resistir a los adversarios, y que me asistirá el Espíritu Santo para confirmarme en la verdad, a fin de que pueda arrostrar con valor las tentaciones, la cárcel y si fuese necesario, una muerte cruel. Jesucristo sufrió por sus muy amados, y, por tanto ¿habremos de extrañar que nos haya dejado su ejemplo a fin de que suframos con paciencia todas las cosas para nuestra propia salvación? El es Dios y nosotros somos sus criaturas; él es el Señor y nosotros sus siervos; él es el Dueño del mundo y nosotros somos viles mortales, ¡y sin embargo sufrió! ¿Por qué, entonces, no habríamos de padecer nosotros también, y más cuando sabemos que

la tribulación purifica? Por lo tanto, amados míos, si mi muerte ha de contribuir a su gloria, rogad que ella venga pronto y que él me dé fuerzas para soportar con serenidad todas las calamidades que me esperan. Empero, si es mejor que yo regrese para vivir otra vez entre vosotros, pidamos a Dios que yo vuelva sin mancha, es decir, que no suprima un tilde de la verdad del Evangelio, para poder dejar a mis hermanos un buen ejemplo que imitar. Es muy probable que nunca más volváis a ver mi cara en Praga; pero si fuese la voluntad del Dios todopoderoso traerme de nuevo a vosotros, avanzaremos con un corazón más firme en el conocimiento y en el amor de su ley."- Bonnechose, lib. 2, págs. 162, 163.

En otra carta que escribió a un sacerdote que se había convertido al Evangelio, Hus habló con profunda humildad de sus propios errores, acusándose "de haber sido afecto a llevar hermosos trajes y de haber perdido mucho tiempo en cosas frívolas." Añadía después estas conmovedoras amonestaciones: "Que tu espíritu se preocupe de la gloria de Dios y de la salvación de las almas y no de las comodidades y bienes temporales. Cuida de no adornar tu casa más que tu alma; y sobre todo cuida del edificio espiritual. Sé humilde y piadoso con los pobres; no gastes tu hacienda en banquetes; si no te perfeccionas y no te abstienes de superfluidades temo que seas severamente castigado, como yo lo soy. . . . Conoces mi doctrina porque de ella te he instruido desde que eras niño; es inútil, pues, que te escriba más. Pero te ruego encarecidamente, por la misericordia de nuestro Señor, que no me imites en ninguna de las vanidades en que me has visto caer." En la cubierta de la carta, añadió: "Te ruego mucho, amigo mío, que no rompas este sello sino cuando tengas la seguridad de que yo haya muerto."- Id., págs. 163, 164.

En el curso de su viaje vio Hus por todas partes señales de la propagación de sus doctrinas y de la buena acogida de que gozaba su causa. Las gentes se agolpaban para ir a su encuentro, y en algunos pueblos le acompañaban los magistrados por las calles.

Al llegar a Constanza, Hus fue dejado en completa libertad. Además del salvoconducto del emperador, se le dio una garantía personal que le aseguraba la protección del papa. Pero esas solemnes y repetidas promesas de seguridad fueron violadas, y pronto el reformador fue arrestado por orden del pontífice y de los cardenales, y encerrado en un inmundo calabozo. Más tarde fue transferido a un castillo feudal, al otro lado del Rin, donde se le tuvo preso. Pero el papa sacó poco provecho de su perfidia, pues fue luego encerrado en la misma cárcel. (Id., pág. 269.) Se le probó ante el concilio que, además de homicidios, simonía y adulterio, era culpable de los delitos más viles, "pecados que no se pueden mencionar." Así declaro el mismo concilio y finalmente se le despojó de la tiara y se le arrojó en un calabozo. Los antipapas fueron destituídos también y un nuevo pontífice fue elegido.

Aunque el mismo papa se había hecho culpable de crímenes mayores que aquellos de que Hus había acusado a los sacerdotes, y por los cuales exigía que se hiciese una reforma, con todo, el

mismo concilio que degradara al pontífice, procedió a concluir con el reformador. El encarcelamiento de Hus despertó grande indignación en Bohemia. Algunos nobles poderosos se dirigieron al concilio protestando contra tamaño ultraje. El emperador, que de mala gana había consentido en que se violase su salvoconducto, se opuso a que se procediera contra él. Pero los enemigos del reformador eran malévolos y resueltos. Apelaron a las preocupaciones del emperador, a sus temores y a su celo por la iglesia. Le presentaron argumentos muy poderosos para convencerle de que "no había que guardar la palabra empeñada con herejes, ni con personas sospechosas de herejía, aun cuando estuvieran provistas de salvoconductos del emperador y de reyes."-Jacques Lenfant, "Histoire du Concile de Constance," tomo I, pág. 493 (Amsterdam, 1727). De ese modo se salieron con la suya.

Debilitado por la enfermedad y por el encierro, pues el aire húmedo y sucio del calabozo le ocasionó una fiebre que estuvo a punto de llevarle al sepulcro, Hus fue al fin llevado ante el concilio. Cargado de cadenas se presentó ante el emperador que empeñara su honor y buena fe en protegerle. Durante todo el largo proceso sostuvo Hus la verdad con firmeza, y en presencia de los dignatarios de la iglesia y del estado allí reunidos elevó una enérgica y solemne protesta contra la corrupción del clero. Cuando se le exigió que escogiese entre retractarse o sufrir la muerte, eligió la suerte de los mártires.

El Señor le sostuvo con su gracia. Durante las semanas de padecimientos que sufrió antes de su muerte, la paz del cielo inundó su alma. "Escribo esta carta -decía a un amigo- en la cárcel, y con la mano encadenada, esperando que se cumpla mañana mi sentencia de muerte. . . . En el día aquél en que por la gracia del Señor nos encontremos otra vez gozando de la paz deliciosa de ultratumba, sabrás cuán misericordioso ha sido Dios conmigo y de qué modo tan admirable me ha sostenido en medio de mis pruebas y tentaciones."- Bonnechose, lib. 3, pág. 74.

En la obscuridad de su calabozo previó el triunfo de la fe verdadera. Volviendo en sueños a su capilla de Praga donde había predicado el Evangelio, vio al papa y a sus obispos borrando los cuadros de Cristo que él había pintado en sus paredes. "Este sueño le aflige; pero el día siguiente ve muchos pintores ocupados en restablecer las imágenes en mayor número y colores más brillantes. Concluido este trabajo, los pintores, rodeados de un gentío inmenso, exclaman: ' ¡Que vengan ahora papas y obispos! ya no las borrarán jamás.' " Al referir el reformador su sueño añadió: "Tengo por cierto, que la imagen de Cristo no será borrada jamás. Ellos han querido destruirla; pero será nuevamente pintada en los corazones, por unos predicadores que valdrán más que yo."- D'Aubigné, lib. 1, cap. 7.

Por última vez fue llevado Hus ante el concilio. Era ésta una asamblea numerosa y deslumbradora: el emperador, los príncipes del imperio, delegados reales, cardenales, obispos y sacerdotes, y una inmensa multitud de personas que habían acudido a presenciar los acontecimientos del día. De todas partes de la cristiandad se habían reunido los testigos de

este gran sacrificio, el primero en la larga lucha entablada para asegurar la libertad de conciencia.

Instado Hus para que manifestara su decisión final, declaró que se negaba a abjurar, y fijando su penetrante mirada en el monarca que tan vergonzosamente violara la palabra empeñada, dijo: "Resolví, de mi propia y espontánea libertad, comparecer ante este concilio, bajo la fe y la protección pública del emperador aquí presente."- Bonnechose, lib. 3, pág. 94. El bochorno se le subió a la cara al monarca Segismundo al fijarse en él las miradas de todos los circunstantes.

Habiendo sido pronunciada la sentencia, se dio principio a la ceremonia de la degradación. Los obispos vistieron a su prisionero el hábito sacerdotal, y al recibir éste la vestidura dijo: "A nuestro Señor Jesucristo se le vistió con una túnica blanca con el fin de insultarle, cuando Herodes le envió a Pilato."- Id., págs. 95, 96. Habiéndosele exhortado otra vez a que se retractara, replicó mirando al pueblo: "Y entonces, ¿con qué cara me presentaría en el cielo? ¿cómo miraría a las multitudes de hombres a quienes he predicado el Evangelio puro? No; estimo su salvación más que este pobre cuerpo destinado ya a morir." Las vestiduras le fueron quitadas una por una, pronunciando cada obispo una maldición cuando le tocaba tomar parte en la ceremonia. Por último, "colocaron sobre su cabeza una gorra o mitra de papel en forma de pirámide, en la que estaban pintadas horribles figuras de demonios, y en cuyo frente se destacaba esta inscripción: 'El archihereje.' 'Con gozo -dijo Hus- llevaré por ti esta corona de oprobio, oh Jesús, que llevaste por mí una de espinas." Acto continuo, "los prelados dijeron: 'Ahora dedicamos tu alma al diablo.' 'Y yo -dijo Hus, levantando sus ojos al cielo- en tus manos encomiendo mi espíritu, oh Señor Jesús, porque tú me redimiste.' "-Wylie, lib. 3, cap. 7.

Fue luego entregado a las autoridades seculares y conducido al lugar de la ejecución. Iba seguido por inmensa procesión formada por centenares de hombres armados, sacerdotes y obispos que lucían sus ricas vestiduras, y por el pueblo de Constanza. Cuando lo sujetaron a la estaca y todo estuvo dispuesto para encender la hoguera, se instó una vez más al mártir a que se salvara retractándose de sus errores. "¿ A cuáles errores -dijo Hus- debo renunciar? De ninguno me encuentro culpable. Tomo a Dios por testigo de que todo lo que he escrito y predicado ha sido con el fin de rescatar a las almas del pecado y de la perdición; y, por consiguiente, con el mayor gozo confirmaré con mi sangre aquella verdad que he anunciado por escrito y de viva voz."-Ibid. Cuando las llamas comenzaron a arder en torno suyo, principió a cantar: "Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí," y continuó hasta que su voz enmudeció para siempre.

Sus mismos enemigos se conmovieron frente a tan heroica conducta. Un celoso partidario del papa, al referir el martirio de Hus y de Jerónimo que murió poco después, dijo: "Ambos se portaron como valientes al aproximarse su última hora. Se prepararon para ir a la hoguera como se hubieran preparado para ir a una boda; no dejaron oír un grito de dolor. Cuando

subieron las llamas, entonaron himnos y apenas podía la vehemencia del fuego acallar sus cantos."- Ibid.

Cuando el cuerpo de Hus fue consumido por completo, recogieron sus cenizas, las mezclaron con la tierra donde yacían y las arrojaron al Rin, que las llevó hasta el océano. Sus perseguidores se figuraban en vano que habían arrancado 118 de raíz las verdades que predicara. No soñaron que las cenizas que echaban al mar eran como semilla esparcida en todos los países del mundo, y que en tierras aún desconocidas darían mucho fruto en testimonio por la verdad. La voz que había hablado en la sala del concilio de Constanza había despertado ecos que resonarían al través de las edades futuras. Hus ya no existía, pero las verdades por las cuales había muerto no podían perecer. Su ejemplo de fe y perseverancia iba a animar a las muchedumbres a mantenerse firmes por la verdad frente al tormento y a la muerte. Su ejecución puso de manifiesto ante el mundo entero la pérfida crueldad de Roma. Los enemigos de la verdad, aunque sin saberlo, no hacían más que fomentar la causa que en vano procuraban aniquilar. Girolamo o Jerónimo Savonarola Nació el 21 de septiembre de 1452, tercero de siete hijos de una familia noble en Ferrara, Italia. Sus padres eran personas cultas y mundanas, y gozaban de mucha influencia, su abuelo paterno era un famoso médico de la corte del Duque de Ferrara, y los padres de Jerónimo deseaban que su hijo llegase a ocupar el lugar de su abuelo. En el colegio fue un alumno que se distinguió por su aplicación.

Es muy probable que una desilusión con una joven florentina, fuera la causa que lo hicieran abrazar la vida monástica.

En 1474 ingresó en la orden de los dominicos, en Bolonia. Después de pasar 7 años en Bolonia, Fray Jerónimo fue para el convento de San Marcos, en Florencia en donde vio con desilusión que el pueblo florentino era tan depravado como cualquier otro lugar.

Hizo su primera aparición como predicador en 1482, en el priorato de San Marcos, la casa dominica de Florencia. Sus sermones se centraron cada vez más sobre el pecado de la sociedad, y atacó de forma abierta la corrupción y a los partidarios aristocráticos de los Medici.

En 1493 el papa Alejandro VI, que le nombró su primer vicario general, aprobó su propuesta de reformar la orden dominica en Toscana. Entonces sus sermones se hicieron políticos. En uno de sus discursos, señaló con claridad la próxima llegada de los franceses dirigidos por el rey Carlos VIII. Cuando esta predicción se cumplió con la aparición de las fuerzas francesas

invasoras en 1494, ayudó a recibir a Carlos en Florencia. Cuando los franceses abandonaron la ciudad, se había creado una república de la que fueron excluidos los Medici, y él se convirtió, aunque sin funciones políticas, en su guía y espíritu animador.

Ni siquiera el papa Alejandro VI se vio libre de sus denuncias. Éstas, junto con la atribución de un don sobrenatural de profecía y su interpretación extravagante de las Sagradas Escrituras, disgustaron a Roma; y en 1495 fue acusado de herejía. Al no presentarse en Roma, se le prohibió predicar, y se revocó el expediente mediante el cual la rama florentina de su orden (dominica) obtuvo la independencia. Rechazó los intentos de conciliación del papa con indignación, y de nuevo se le prohibió predicar, aunque ignoró esta orden.

Mientras tanto, las dificultades comenzaron a intensificarse en su patria. Las medidas de la nueva república resultaron impracticables. El partido de los Medici, llamado de los arrabbiati (en italiano, “enfurecido”), comenzó a recuperar terreno, y se formó una conspiración para apoyarles. Se ejecutó a cinco de los conspiradores, lo que sólo sirvió para acelerar la reacción contra Savonarola, ya que más tarde fue acusado de ello. En el punto crítico de la lucha, en 1497, llegó una condena de excomunión de Roma. La declaró nula públicamente y se negó a someterse a ella. Durante la epidemia de peste, a pesar de no poder administrar los santos óleos por estar excomulgado, se dedicó con entusiasmo a atender a los monjes enfermos.

Durante su corta influencia, el predicador fue amenazado; excomulgado y en 1498, fue declarado culpable de herejía y enseñanza sediciosa, y condenado a muerte. El 23 de mayo de 1498, fue ejecutado (ahorcado) y luego su cuerpo fue quemado en la plaza pública.

El Predicador y reformista italiano, cuyo intento entusiasta de eliminar la corrupción terminó en martirio, se le recuerda como uno que dejó en los márgenes de las páginas de su Biblia notas escritas mientras meditaba en las Escrituras. Conocía de memoria una gran parte de la Biblia y podía abrir el libro y hallar al instante cualquier texto bíblico. Pasaba noches enteras en oración; dentro de sus libros se encuentran "La Humildad", "La Oración", "El Amor". Zuinglio y la Reforma Suiza Mientras todo esto sucedía en Alemania, se estaba gestando otra obra de Dios igualmente notable y totalmente independiente en otro lugar de Europa. Tuvo lugar en Suiza, y el instrumento escogido por Dios fue Ulrico Zuinglio, que era sacerdote de Roma. Lo mismo que Lutero, Zuinglio había abierto los ojos pronto a los lamentables males del papado, y, simultáneamente con esto, gracias a la sabia enseñanza del célebre Thomas Wittembach, aprendió la importante doctrina de la justificación por la fe, y se dio cuenta, para su asombro, de que la muerte de Cristo era la única redención de su alma. Al profundizar en este conocimiento mediante el cuidadoso estudio de las Escrituras, Zuinglio expresó abiertamente

sus ideas acerca de las cuestiones eclesiásticas, y miles iban a oírle. Su mensaje era nuevo para sus oyentes, y él lo expresaba en un lenguaje que todos podían comprender, y el pleno y claro evangelio que él predicó tuvo resultados eternos. Era grande su fe en el poder convertidor de la palabra, aparte de cualquier esfuerzo del hombre por explicarla, mientras que sus respuestas apacibles y modestas a menudo desarmaban a sus adversarios. A este respecto, contrasta notablemente con el rudo y tormentoso Lutero. Se debería observar que Zuinglio comenzó a predicar el evangelio un año antes que el nombre de Lutero hubiera siquiera llegado a Suiza, de modo que, como dijo él mismo, "no fue de parte de Lutero que aprendí la doctrina de Cristo, sino de la Palabra de Dios." Diferencias entre Lutero y Zuinglio Sin embargo, había una interesante diferencia entre las enseñanzas de estos dos destacados reformadores. Zuinglio mantuvo abiertamente que todas las observancias religiosas que no pudieran ser halladas en la Palabra de Dios, o demostradas por ella, debían ser abolidas. En cambio, Lutero, deseaba mantener en la iglesia todo lo que no fuera directa o expresamente contrario a las Escrituras. Incluso quería quedarse unido a la iglesia de Roma, y se hubiera contentado con purificarla de todo lo que estaba opuesto a la Palabra de Dios. La idea del reformador suizo era la restauración de la iglesia a su simplicidad original. No daba autoridad absoluta a nada que hubiera sido escrito o inventado desde los tiempos de los apóstoles.

Avances en Suiza A su debido tiempo, el Papa recibió las alarmantes noticias del movimiento en Suiza, pero en lugar de hacer tronar sus anatemas contra Zuinglio, como había hecho -y seguía haciendocontra Lutero, cambió de táctica, escribiéndole a Zuinglio una carta muy halagadora, ofreciéndole todo lo que estaba en su mano excepto el trono de San Pedro. Pero Zuinglio no desconocía las argucias de Roma, y no dejó de darse cuenta del sutil intento de acallar su voz. Al haber rechazado la mano tendida, pero engañosa, del Papa Adriano, la Reforma en Suiza fue ganando terreno, dando Dios abundantes pruebas de Su mano poderosa en la gran obra. Se aprobó un decreto para la abolición de las imágenes, fue abolida la misa, y se acordó que la Eucaristía debía ser celebrada en conformidad a su institución por Cristo. Más notable aun, y quizá el golpe más terrible de todos para Roma, fue la conversión de muchas de las monjas, y su petición al gobierno para que se les permitiera abandonar el convento. De esta manera, y principalmente como fruto de las inagotables tareas de Zuinglio, las doctrinas de la Reforma se extendieron con increíble rapidez, y al cabo de pocos años el culto reformado estaba firmemente establecido en los tres grandes centros de Zurich, Basilea y Berna. El error de Zuinglio y su muerte, 1531 Pero lamentablemente Zuinglio pareció incapaz de esperar hasta que el poder atrayente de la gracia de Dios trajera a todo el país bajo la influencia de la fe reformada. Aunque seguía siendo un sincero cristiano y ferviente reformador, accedió a asumir el carácter de un político, lo cual, a su vez, lo llevó a tomar las armas para defender la verdad que tan querida le era a su

corazón. El resultado fue desastroso. Zuinglio mismo, como capellán del ejército, cayó muerto en batalla. Revés en Suiza La Reforma en Suiza quedó así tan lamentablemente apartada del buen camino que la restauración del papismo comenzó de inmediato. Pero los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables, y aunque la obra en Suiza quedó temporalmente frenada debido a la infidelidad humana, iba a ser establecida más firmemente que nunca pocos años después por medio de... Juan Calvino.

Martín Lutero

Nació en Eisleben, Alemania. Era una época oscura para la Iglesia verdadera. Cerca de un millón de albigenses habían muerto en Francia por orden del Papa. Su delito era tratar de vivir de acuerdo a la Palabra de Dios. Juan Huss había muerto en la hoguera en Bohemia suplicando por sus perseguidores. La misma suerte correría Jerónimo de Praga, su discípulo, quien muere en las llamas cantando himnos hasta su último suspiro. Juan Wessel, notable predicador de Erfurt, muere en la cárcel por predicar que la salvación se obtiene por gracia. Savonarola, predicador y fiel siervo de Dios es reducido a cenizas en Italia por orden de la Iglesia. Martín Lutero nace de una familia pobre. El solía decir "mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo fueron verdaderos campesinos". Su padre era minero, y su madre además de los quehaceres del hogar acarreaba leña desde el bosque. Su madre le enseño la religión católica tal como era observada en aquellos tiempos. Su imagen de Dios era la de un Juez colérico enfurecido con los hombres a quien era muy difícil de obedecer. El castigo del infierno era tan real para él y tan terrible que temblaba al pensar en ellos. Su padre lo mandó a estudiar a Magdeburgo y después a Einsenach en donde tuvo que pedir limosna para subsistir cantando canciones como lo hacían la mayoría de los estudiantes. Su suerte cambió cuando Doña Úrsula Cota lo recibe en su casa atraída por su humildad y devoción. En su casa recibe el trato de hijo y esto le ayuda para adelantar de manera significativa sus estudios. Doña Úrsula dijo a la hora de su muerte que su hogar había sido grandemente bendecido con la llegada de Lutero. Un tiempo después su padre había prosperado algo, trabajando en la fundición de cobre y había sido nombrado concejal de su ciudad. Su padre tenía puestas las ilusiones en Martín deseando que estudiara y se convirtiera en un abogado de renombre. Por esto lo envía a Erfurt, en donde Martín a los 21 años obtiene el título de doctor en filosofía. Sin embargo, el alma de Lutero se encuentra muy intranquila e incidentes que ocurren lo hacen pensar en su situación espiritual. Durante sus estudios enferma gravemente y tiempo después recibe dos golpes de espada en uno de sus viajes. Uno de sus amigos íntimos de la

universidad muere asesinado y entonces Lutero exclama "¿Que haría yo si fuese llamado a la otra vida de una manera tan repentina?". Esta situación culmina cuando en una tormenta eléctrica durante un viaje, cae un rayo cerca de él y en su terror hace un voto a Santa Ana para hacerse monje. Entonces entra al convento de los agustinos a pesar de la protesta de sus amigos de la universidad y la decepción de su padre. A pesar de su continua búsqueda de la paz para su alma a través de ayunos, sacrificios etc. No consigue lo que tanto anhela. Algunos monjes le hacen ver que Dios no solo juzga sino perdona pero Lutero no puede creer que Dios le puede perdonar puesto que el no puede amar a Dios. Se dedica a la lectura de la Biblia. Tiempo después es nombrado sacerdote y obtiene el grado de bachiller en Biblia. A los veinticinco años de edad es enviado a Wittenberg como maestro de filosofía. Ya entonces destaca como notable predicador. Un punto culminante de su vida es cuando se le envía a Roma. Su corazón alegre al estar en la santa ciudad se entrega a efectuar las peregrinaciones acostumbradas y visitar los lugares sagrados. Sin embargo termina horrorizado al ver la corrupción generalizada que se vivía en Roma. Tiempo después obtiene el título de doctor en teología. Además adelanta mucho en cuanto al reconocimiento de su capacidad y devoción. Es entonces cuando halla la tan ansiada paz de su alma al apropiarse de las palabras del apóstol Pablo: "Mas el justo por la fe vivirá". Encuentra un gozo indescriptible y más decidido que nunca se dedica a la enseñanza y predicación de las escrituras. El mes de octubre de 1517 pega en la puerta de la iglesia de Wittenberg las 95 tesis contra el valor de la indulgencias. En este documento proclama que el hombre es salvado por Dios de manera gratuita por la fe en su Hijo Jesucristo. A pesar de no tener previsto que su proposición tendría mucho efecto, esta inunda Europa y poco tiempo después hace temblar los cimientos de Roma. Al realizarse algunos debates con autoridades reconocidas de la época como el doctor Juan Eck, se notó que la ideas que exponía Lutero no eran simples diferencias de doctrinas sino que removían los cimientos en los cuales se basaba la iglesia católica para afirmar su derecho de gobernar las almas y cuerpos del mundo entero. Además sacaban a la luz verdades tan importantes que hacían la diferencia entre un cristiano y un pagano o apóstata.. Las consecuencias de esto sería el reconocimiento de la verdad divina expresada en las escrituras. Lutero fue excomulgado por el Papa León X y el emperador Carlos V le impuso un edicto de pena de muerte el cual nunca llegó a cumplirse por la protección de Dios y la ayuda de algunos amigos como el elector Federico de Sajonia. Escribió aproximadamente 180 libros. Tradujo la Biblia al alemán. Y como predicador destacó notablemente. En Zwiekau predicó a un auditorio de 25 mil personas. Se casó con Catalina de Bora a quien amaba profundamente. Tuvo tres hijos.

A los sesenta y dos años predicó su último sermón sobre el texto: "Escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños". Ese mismo día le escribió a su querida esposa Catalina: "Echa tu carga sobre el Señor, y el te sustentará. Amén." Sus últimas palabras fueron: "voy a entregar mi espíritu". Luego alabó a Dios en voz alta: "¡Oh, mi Padre Celestial! Dios mío, Padre de nuestro Señor Jesucristo, en quien creo, a quien prediqué y a quien confesé, amé y alabé… Oh, mi querido Señor Jesucristo, a ti encomiendo mi pobre alma. ¡Oh, mi Padre Celestial! En breve tiempo tengo que abandonar este cuerpo, pero sé que permaneceré eternamente contigo y ¡que nadie podrá arrebatarme de tus manos!" Luego después de recitar tres veces Juan 3:16 dijo: "Padre, en tus manos entrego mi espíritu, pues tu me rescataste, Dios fiel", entonces cerró los ojos y durmió. Fue sepultado en la iglesia de Wittenberg en donde había predicado durante tantos años. Su amigo Felipe Melancton y el pastor Bugenhagen, pronunciaron sendos discursos.

Juan Bunyan

1628-1688 "Caminando por el desierto de este mundo, paré en un sitio donde había una caverna; allí me acosté para descansar. Pronto me quedé dormido y tuve un sueño. Vi a un hombre cubierto de andrajos, de pie y dando la espalda a su habitación, que llevaba una pesada carga sobre los hombros y en las manos un libro".

A pesar de que sus padres eran muy pobres, consiguieron que aprendiera a leer y a escribir. El mismo se llamó "el principal de los pecadores". Se casó con una joven cuya familia entera eran cristianos fervorosos. Bunyan era hojalatero y por lo tanto pobrísimo. Ella no poseía ni un plato, ni una cuchara, solamente tenía dos libros: "El camino al Cielo para el hombre sencillo" y "La práctica de la piedad", obras que le dejó su padre al fallecer. Bunyan solo encontró en los cultos la convicción de ir camino al infierno. Había leído una obra de los "Ranters" y entonces cuenta que oró fervorosamente: "Oh Señor, no sé juzgar entre el error y la verdad. Señor, no me dejes solo en esto de aceptar o rechazar esta doctrina ciegamente; si es de Dios, no me dejes despreciarla; si es obra del diablo, no me dejes abrazarla"- y alabado sea Dios por haberme guiado a clamar desconfiando de mi propia sabiduría, y por haberme guardado del error de los "Ranters"-. Bunyan cuenta por sí mismo lo siguiente: "Durante el tiempo en que me sentí condenado a las penas eternas, me admiraba de cómo los hombres se esforzaban por conseguir los bienes terrenales, como si esperasen vivir aquí eternamente... Si yo hubiese tenido la seguridad de la salvación de mi alma, cómo me sentiría eternamente rico, aun cuando no tuviese para comer más que frijoles".

"Busqué al Señor, orando y llorando, y desde el fondo de mi alma clamé: 'Oh Señor, muéstrame, te ruego, que me amas con amor eterno'. Entonces escuché repetidas mis palabras, como en un eco: 'Yo te amo con amor eterno'. Me acosté y, al despertarme al día siguiente, la misma paz inundaba mi alma. El Señor me aseguró: 'Te amé cuando vivías en pecado; te amé antes, te amo después y te amaré siempre'. "Cierta mañana, mientras yo oraba temblando porque pensaba que no obtendría una palabra de Dios para consolarme, El me dio esta frase: 'Te basta mi gracia'. "Mi entendimiento se llenó de tanta claridad, como si el Señor Jesús me hubiese estado mirando desde el cielo a través del tejado de la casa y me hubiese dirigido esas palabras. Volví a mi casa llorando, transportado de gozo, y humillado hasta el polvo". "Sin embargo, cierto día, mientras caminaba por el campo, con mi conciencia intranquila, repentinamente estas palabras se apoderaron de mi alma: 'Tu justicia está en los cielos'. Con los ojos del alma me pareció ver a Jesucristo sentado a la diestra de Dios, que permanecía allí como mi justicia... Además vi que no es mi buen corazón lo que mejora mi justicia, ni lo que tampoco la perjudica; porque mi justicia es el propio Cristo, el mismo ayer, hoy y para siempre. Entonces las cadenas cayeron de mis tobillos: quedé libre de mis angustias y las tentaciones que me acechaban perdieron su vigor; dejé de sentir temor por la severidad de Dios y regresé a casa regocijándome con la gracia y el amor de Dios. No encontré en la Biblia la frase: 'Tu justicia está en los cielos', pero hallé: 'El cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención' (1 Corintios 1:30), y vi que la otra frase era verdad". "Mientras así meditaba, la siguiente porción de las Escrituras penetró con poder en mi espíritu: 'Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia'. Así fui levantado a las alturas y me hallé en los brazos de la gracia y de la misericordia. Antes temía a la muerte, pero después clamé: 'Quiero morir'. La muerte se volvió para mí una cosa deseable. No se vive verdaderamente antes de pasar a la otra vida. ¡Oh, pensaba yo, 'esta vida es apenas un sueño en comparación con la otra!'. Después de su conversión sintió un deseo grande de predicar el evangelio a todos los hombres necesitados, pues había comprendido el gran valor de los tesoros que Dios les ofrece a los hombres a través de su gracia. En su ministerio empezó a cosechar éxitos y sus problemas con el enemigo de nuestras almas comenzaron, primero al atacarlo con la tentación de la vanagloria y al no dar resultado estos ataques se empezaron a esparcir rumores por todo el país de que Bunyan era un hechicero, jesuita y contrabandista, y además que vivía con una amante y tenía dos mujeres y que sus hijos eran ilegítimos. A pesar de estos grandes ataques Bunyan no desistió de la predicación del evangelio y la búsqueda de la salvación de los hombres. Entonces inició el ataque más fuerte del maligno. Bunyan fue acusado de no observar los reglamentos de la iglesia oficial. Debido a esto las autoridades civiles de Inglaterra lo sentenciaron a prisión perpetua, hasta que jurase que no volvería a predicar nunca más.

Un año antes de caer preso Bunyan hizo su oración principal: "Fui guiado a orar, a pedirle a Dios que me fortaleciese 'con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad, con gozo dando gracias al Padre'. Además fue llevado a considerar seriamente el pasaje "Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos". En la prisión se fortaleció en el poder de Dios de manera que estaba dispuesto a sufrir cualquier castigo por la causa de Cristo. Veía que con toda probabilidad que en cualquier momento podía ser azotado o torturado en una picota. Temía el destierro, que lo llevaría a ser separado de sus seres queridos; su esposa y sus hijos. Especialmente sufría por la suerte que correría su hijita ciega. A pesar de todo meditaba en el horror del castigo eterno que correrían aquellos que se negaran a glorificar a Cristo y de su deber de dar testimonio de Cristo a pesar de todo. Más pensaba en la gloria que Cristo prepara para aquellos que con amor, fe y paciencia daban testimonio de El. Cuando le ofrecían su libertad a cambio de que nunca volviera a predicar el contestaba: "Si hoy saliese de la prisión, mañana comenzaría a predicar, con la ayuda de Dios". Bunyan pasó 12 años en la cárcel. Un cuáquero llamado Whitehead consiguió que lo liberaran con la ayuda de Dios, Después de ser liberado continuó predicando con gran éxito en varias ciudades de Inglaterra. Continuó su ministerio fielmente hasta la edad de sesenta años, cuando fue atacado de fiebre y murió. Algunas de sus obras escritas son las siguientes: "Gracia abundante para el principal de los pecadores", "Llamado al ministerio", "La conducta del creyente", "La gloria del templo", "El pecador de Jerusalén es salvo", "Las guerras de la ciudad de Alma humana", "Vida y muerte del hombre malo", "El sermón del monte", "La higuera estéril", "Discursos sobre la oración", "El viajero celestial", "Gemidos de un alma en el infierno", "La justificación es imputada" y el libro más vendido después de la Biblia "El peregrino".

David Livingstone

Se cuenta que, en Glasgow, después de haber pasado 16 años de su vida en el África, Livingstone fue invitado a pronunciar un discurso ante el cuerpo estudiantil de la universidad. Los alumnos resolvieron mofarse de quien ellos llamaban "camarada misionero", haciendo, el mayor ruido posible para interrumpir su discurso. Cierto testigo del acontecimiento dijo lo siguiente: "A pesar de todo, desde el momento en que Livingstone se presentó delante de ellos, macilento y delgado, como consecuencia de haber sufrido más de treinta fiebres malignas en las selvas del África, y con un brazo apoyado en un cabestrillo, resultado de un encuentro con un león, los alumnos guardaron un gran silencio. Oyeron, con el mayor respeto, todo lo que el orador les relató, y cómo Jesús le había cumplido su promesa: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."

Su nacimiento

David Livingstone nació en Escocia. Su padre, Neil Livingstone, acostumbraba relatar a sus hijos las proezas de 8 generaciones de sus antepasados. Uno de los bisabuelos de David tuvo que huir, con su familia, de los crueles partidarios de los pactos o "covenanters" a los pantanos y montes escabrosos donde podían adorar a Dios en espíritu y en verdad. Pero aun esos cultos que se realizaban entre los espinos y a veces sobre el hielo, eran interrumpidos de vez en cuando por la caballería, que llegaba galopando para matar o llevarse presos tanto a hombres como a mujeres.

Los padres de David educaron a sus hijos en el temor de Dios. En su hogar siempre reinaba la alegría y servía como modelo ejemplar de todas las virtudes domésticas. No se perdía una sola hora de los siete días de la semana, y el domingo era esperado y honrado como un día de descanso. A la edad de nueve años David se ganó un Nuevo Testamento, como premio ofrecido por repetir de memoria el capítulo más largo de la Biblia, el Salmo 119.

"Entre los recuerdos más sagrados de mi infancia", escribió Livingstone, " están los de la economía de mi madre para que los pocos recursos fuesen suficientes para todos los miembros de la familia. Cuando cumplí diez años de edad, mis padres me colocaron en una fábrica de tejidos para que yo ayudara a sustentar a la familia. Con una parte de mi salario de la primera semana me compré una gramática de latín."

David iniciaba su día de trabajo en la fábrica de tejidos a las seis de la mañana y, con intervalos para el café y el almuerzo, trabajaba hasta las ocho de la noche. Sujetaba su gramática de latín abierta sobre la máquina de hilar algodón y mientras estaba trabajando, estudiaba línea por línea. A las ocho de la noche, se dirigía sin perder un minuto, a la escuela nocturna. Después de las clases, estudiaba sus lecciones para el día siguiente, a veces quedándose hasta la media noche, cuando su madre tenía que obligarlo a que apagase la luz y se acostase.

La inscripción sobre la lápida de la tumba de los padres de David Livingstone indica las privaciones del hogar paterno:

Para marcar el lugar donde descansan

Neil Livingstone y Agnes Hunter, su esposa y

para expresar a Dios la gratitud de sus hijos:

Juan, David, Janet, Charles y Agnes

por haber tenido padres pobres y piadosos. Los amigos insistieron en que él cambiase las últimas palabras de esa inscripción para que dijese:

"padres pobres, pero Piadosos". Sin embargo, David rehusó aceptar esa sugerencia porque, para él, tanto la pobreza como la piedad eran motivos de gratitud. Siempre consideró que el hecho de haber aprendido a trabajar durante largos días, mes tras mes, año tras año, en la fábrica de algodón, constituyó una de las mayores felicidades de su vida.

En los días feriados, a David le gustaba ir a pescar y a hacer largas excursiones por los campos y por las márgenes de los ríos. Esos extensos paseos le servían tanto de instrucción como de recreo; salía para verificar en la propia naturaleza lo que había estudia en los libros sobre botánica y geología. Sin saberlo, de ese modo se fue preparando, en cuerpo y mente, para las exploraciones científicas y para lo que escribiría con exactitud acerca de la naturaleza del África.

Su llamado

A los veinte años se produjo un gran cambio espiritual en la vida de David Livingstone, que determinó el rumbo de todo el resto de su vida. "La bendición divina le inundó todo el ser, como había inundado el corazón de San Pablo o el de San Agustín, y de otros del mismo tipo, dominando sus deseos carnales... Actos de abnegación, muy difíciles de realizar bajo la ley férrea de la conciencia, se convirtieron en servicio de la voluntad libre bajo el brillo del amor divino. . - Es evidente que a él lo había impulsado una fuerza, pasiva pero tremenda, dentro del propio corazón, hasta el fin de su vida. El amor que había comenzado a conmoverlo en la casa paterna, continuó inspirándole durante todos los largos y pesados viajes que realizó por el África, y lo llevó a arrodillarse a media noche en el rancho en Ilala, de donde su espíritu, mientras aún oraba, regresó a su Dios y Salvador.

Sus comienzos

Desde su infancia, David había oído hablar de un misionero valiente destacado en la China, cuyo nombre era Gutzlaff. En sus oraciones de la noche, al lado de su madre, oraba también por él. A la edad de dieciséis años, David comenzó a sentir un deseo profundo de que el amor y la gracia de Cristo fuesen conocidos por aquellos que permanecían aún en las densas tinieblas. Por ese motivo, resolvió firmemente en su corazón dar también su vida Como médico y misionero al mismo país. la China.

Al mismo tiempo el maestro de su clase en la Escuela Dominical, David Hogg, lo aconsejó de esta manera: "Ora, muchacho; haz de la religión el motivo principal de tu vida Cotidiana y no una cosa inconstante, si quieres vencer las tentaciones y otras cosas que te quieren derribar." Y David resolvió sinceramente dirigir su vida futura bajo esa norma.

Cuando cumplió nueve años de servicios en la fábrica, fue promovido para un trabajo más lucrativo. Consiguió completar sus estudios, recibiendo el diploma de licenciado de la Facultad de Medicina y Cirugía de Glasgow, sin recibir de nadie ningún auxilio económico que lo ayudase a completar su carrera. Si los creyentes no lo hubiesen aconsejado a que hablase a la Sociedad Misionera de Londres acerca de enviarlo como misionero, él habría ido por sus propios medios, según declaró más tarde.

Durante todos los años de estudios para llegar a ser médico y misionero, se sintió impelido para ir; a la China. Cierta vez, en una reunión, oyó el discurso de un hombre, de larga barba blanca, alto, robusto y de ojos bondadosos y penetrantes, llamado Robert Moffat. Ese misionero había regresado del África, un país misterioso, cuyo interior era todavía desconocido. Los mapas de ese continente tenían en el centro enormes espacios en blanco, sin ríos y sin sierras. Hablando sobre el África, Moffat dijo al joven David Livingstone: "Hay una vasta planicie al norte, donde he visto en las mañanas de sol, el humo de millares de aldeas, donde ningún misionero ha llegado todavía."

Conmovido, al oír hablar de tantas aldeas que permanecían todavía sin el evangelio y sabiendo que no podía ir a la China por causa de la guerra que se había desencadenado en aquel país, Livingstone respondió: "Iré inmediatamente para el África."

Los hermanos de la misión concordaron con esa resolución y David volvió a su humilde hogar de Blatire para despedirse de sus padres y hermanos. A las cinco de la mañana del día 17 de noviembre de 1840, la familia se levantó. David leyó los Salmos 121 y 135 junto con su familia. Las siguientes palabras quedaron impresas en su corazón, y lo fortalecieron para resistir el calor y los peligros durante los largos años que pasó después en el África: "El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche... Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para

siempre." Después de orar, se despidió de su madre y de sus hermanas y viajó a pie, junto con su padre que lo acompañó, hasta Glasgow. Después de despedirse uno del otro, David se embarcó en el navío para no volver a ver nunca más, aquí en la tierra, el rostro del noble Neil Livingstone.

El viaje desde Glasgow a Río de Janeiro y luego a Ciudad del Cabo en el África, duró tres meses. Pero David no desperdició su tiempo. El capitán se volvió su amigo íntimo y lo ayudó a preparar los cultos en los que David predicaba a los tripulantes del navío. El nuevo misionero aprovechó también la oportunidad de aprender, a bordo, el uso del sextante y a saber exactamente la posición del barco, observando la luna y las estrellas. Ese conocimiento le fue más tarde de incalculable valor para orientarse en sus viajes de evangelización y exploración en el inmenso interior desconocido, del cual "subía el humo de mil villas sin misionero".

Desde Ciudad del Cabo, el viaje de 190 leguas (1.058 km) lo hizo a tropezones, en un carro de buey, traqueteando a través de campos incultos. El viaje duró dos meses, hasta llegar a Curumá, donde debía esperar el regreso de Robert Moffat. Deseaba establecerse en un lugar que estuviese situado a 50 ó 60 leguas (280 ó 330 km) más al norte de cualquier otro en que existiese ya una obra misionera.

A fin de aprender la lengua y las costumbres del pueblo, nuestro explorador empleaba su tiempo viajando y viviendo entre los indígenas. Su buey de transporte se pasaba la noche amarrado, mientras él se sentaba con los africanos alrededor del fuego, oyendo las leyendas de sus héroes; Livingstone por su parte les contaba las preciosas y verdaderas historias de Belén, de Galilea y de la cruz. Continuó estudiando siempre mientras viajaba, trazando mapas de los ríos y de las sierras del territorio que recorría. En una carta a un amigo suyo le escribió que había descubierto 32 clases de raíces comestibles y 43 especies de árboles y arbustos frutales que se producían en el desierto sin ser cultivados. Desde un punto que alcanzó en esos viajes, le faltaron apenas 10 días de viaje para llegar al gran lago Ngami, que descubrió siete años más tarde.

Desde Curumá, el misionero, licenciado de la Facultad de Medicina y Cirugía de Glasgow, escribió a su padre: "Tengo una clientela bien grande. Hay pacientes aquí que caminan más de 60 (330 km) leguas para recibir tratamiento médico. Esas personas, al regresar, envían otras con el mismo fin."

Estableció su primera misión en el lindo valle de Mabotsa, en la tierra de Bacatla. En una carta, que escribió desde Curumá, Livingstone se expresó de la siguiente manera sobre el lugar que había escogido para su centro de evangelización: "Está situado en una comunidad de seres que

se llama "Mabotsa", que quiere decir "Cena de Bodas". Que Dios nos ilumine con su presencia, para que por intermedio de siervos tan débiles, mucha gente encuentre la entrada para la Cena de las Bodas del Cordero."

Fue en Mabotsa donde tuvo lugar el histórico encuentro con un león. Acerca de ese acontecimiento David escribió lo siguiente: "El saltó y me alcanzó el hombro; ambos rodamos por el suelo. Rugiendo horriblemente cerca de mi oído, me sacudió como un perro lo hubiese hecho con un gato. Los sacudones que me dio el animal, me produjeron un entorpecimiento igual al que debe sentir un ratón, después de la primera sacudida que le da el gato. Me atacó entonces una especie de adormecimiento, y no sentí ningún dolor ni ninguna sensación de temor."

No obstante, antes de que la fiera tuviese tiempo de matarlo, lo dejó para atacar a otro hombre que con una lanza en la mano había entrado en la lucha. El hombro desgarrado de Livingstone nunca sanó completamente; él nunca más pudo apuntar un rifle o llevarse la mano a la cabeza sin sentir dolores.

Su matrimonio y las misiones

Fue en la casa de Robert Moffat, en Curumá, que llegó a conocer a María, la hija mayor de ese misionero. Después de abrir la misión en Mabotsa, los dos se casaron. Seis hijos fueron el fruto de ese enlace.

Después que Livingstone se casó, la Escuela Dominical de Mabotsa se transformó en una escuela diaria, pasando su esposa a ser la maestra. Schele, el jefe de la tribu, se volvió un gran estudiante de la Biblia, pero quería "convertir" a todo su pueblo a fuerza de "litupa", es decir, de látigo de cuero de rinoceronte. El "inició un culto doméstico en su casa, y el propio Livingstone se admiró de su manera sencilla y natural de orar". Era costumbre de Livingstone comenzar el día con un culto doméstico, y no es de admirarse que el jefe la adoptase también.

Livingstone se vio obligado a mudarse para Chonuane, situada a diez leguas, y más tarde, por falta de agua, él y todo el pueblo, para Colobeng. Fue en ese último lugar que el jefe de la tribu construyó una casa para los cultos, y Livingstone construyó, con gran sacrificio de dinero y mucho trabajo, su tercera casa de residencia. En esa casa vivió durante cinco años, y nunca más consiguió fijar residencia en otro lugar de la tierra.

Acerca del trabajo en ése lugar, se expresó así: "Aquí tenemos un campo sumamente difícil de cultivar... Si no confiásemos en que el Espíritu Santo obra en nosotros, desistiríamos en desesperanza."

A través del desierto de Calari llegaban rumores de un inmenso lago y de un lugar llamado "Humazo Ruidoso", el cual se creía que era una gran catarata de agua. Las sequías lo oprimían tanto en Colobeng, que Livingstone resolvió hacer un viaje de exploración para encontrar un lugar más apropiado para establecer su misión. Así fue como el l de julio de 1849, David Livingstone, junto con el jefe de la tribu, sus "guerreros", tres hombres blancos y su propia familia, salieron para atravesar el gran desierto de Calari. El guía del grupo, Romotobi, conocía el secreto de subsistir en el desierto cavando con las manos y chupando el agua de debajo de la arena mediante una caña sorbedora.

Después de viajar durante muchos días, llegaron al río Zouga. Al preguntarles a los indígenas, ellos les informaron que el río tenía su naciente en una tierra de ríos y bosques. Livingstone quedó convencido de que el interior del África no era un gran desierto, como el mundo de entonces suponía, y su corazón ardía con el deseo de encontrar una vía fluvial, para que otros misioneros pudiesen ir y penetrar el interior del continente con el mensaje de Cristo.

"La perspectiva", escribió él, "de encontrar un rió que diese entrada, a una vasta, populosa y desconocida región, fue creciendo constantemente desde entonces, creció tanto que cuando por fin llegamos al gran lago, ese importante descubrimiento, en sí mismo, nos pareció de poca importancia".

Fue el 1 de agosto de 1849 que el grupo llegó al lago Ngami; era un lago tan grande que desde una orilla no se podía ver la orilla opuesta. Habían sufrido largos días de sed atormentadora sin haber podido obtener una sola gota de agua, pero habían vencido todas las dificultades y habían descubierto ese lago, mientras que otros pretendientes, mucho mejor equipados que ellos pero menos persistentes, habían fallado.

Las noticias de ese descubrimiento fueron comunicadas a la Real Sociedad Geográfica, la cual le concedió una hermosa recompensa de 25 guineas, por haber descubierto una tierra importante, un importante río y un enorme lago".

El grupo tuvo que volver a Colobeng. Sin embargo, algunos meses después, inició un nuevo viaje para el lago Ngami. No quería separarse de su familia y la llevó en un carro tirado por bueyes. Pero al llegar al río Zouga, sus hijos fueron atacados por la fiebre y tuvo que volver con

la familia. Le nació una hija, la cual murió luego de fiebre. Con todo, Livingstone permaneció más firme que nunca en su resolución de encontrar un camino para llevar el evangelio al interior del continente africano.

Después de descansar durante algunos meses con su familia en la casa de su suegro en Curumá, salieron con el propósito de encontrar un lugar saludable donde pudiese establecer una misión más al interior. Fue en ese viaje, en junio de 1851, que descubrió el río más grande del África oriental, el Zambeze, río del que el mundo de entonces nunca había oído hablar.

En un párrafo que escribió, Livingstone, se descubre algo de lo que habían sufrido durante esos viajes: "Uno de los ayudantes desperdició el agua que llevábamos en el carro y en la tarde apenas si quedaba un poquito para los niños. Pasamos esa noche muy angustiados, y al día siguiente, a medida que iba disminuyendo más y más el agua, tanto más la sed de los niños iba en aumento. El pensar que fuesen a perecer ante nuestros ojos, nos llenaba de angustia. En la tarde del quinto día sentimos un gran alivio cuando uno de los hombres volvió trayendo tanto de ese precioso líquido, como jamás antes lo habíamos pensado.

Livingstone, convencido de que era la voluntad de Dios que saliese para establecer otro centro de evangelización, y con una indómita fe de que el Señor supliría todo lo necesario para que se cumpliese su voluntad, avanzaba sin vacilar.

Después de descubrir el río Zambeze, Livingstone vino a saber que los lugares saludables eran lugares sujetos a saqueos inesperados por parte de otras tribus. Solamente en los lugares plagados de enfermedades y azotados por la fiebre era donde se encontraban tribus pacíficas.

Resolvió, por tanto, enviar a su esposa a descansar en Inglaterra, mientras él continuaba sus exploraciones con el fin de establecer un centro para su obra de evangelización. Se veía obligado a establecer tal centro, porque los bóers holandeses invadían el territorio, robando las tierras y el ganado de los indígenas¡ y poniendo en práctica un régimen de la más vil esclavitud. Livingstone enviaba a creyentes fieles para evangelizar a los pueblos que estaban a su alrededor, pero los boérs acabaron con su obra, matando a muchos de los indígenas y destruyendo todos los bienes que el misionero poseía en Colobeng.

Livingstone llevó a su familia para Ciudad del Cabo, desde donde sus seres queridos se embarcaron en un navío con destino a Inglaterra.

Fue en ese tiempo, cuando Dios le proveyó todo lo necesario para que su necesitada familia volviese a Inglaterra, que dijo: "Oh, Amor divino, no te amo con la fuerza, la profundidad y el ardor que convienen."

La separación de su familia le causó profunda pena , pero, de nuevo, dirigió su rostro heroicamente hacia su meta que era ir a socorrer a las desgraciadas tribus del interior del África.

Un viaje de Exploración

Había tres motivos para hacer un viaje de exploración: Primero, quería encontrar un lugar donde residir con su familia en medio de los barotses para evangelizarlos. Segundo, la comunicación entre el territorio de los barotses y Ciudad del Cabo era muy demorada y difícil, y por lo tanto, quería descubrir un camino para un puerto más próximo. Tercero, quería hacer todo lo posible para influir a las autoridades contra el horrendo tráfico de esclavos.

Fue en esa época de su vida que Livingstone, debido a sus hazañas, se volvió mundialmente conocido.

En su fervor, deseando que Dios le conservase la vida y lo usase como medio para que el evangelio penetrase en el continente africano, Livingstone oró así: "Oh Jesús, te ruego que ahora me llenes de tu amor y me aceptes y me uses un poco para tu gloria. Hasta ahora no he hecho nada por ti, pero quiero hacer algo. Oh Dios, te imploro que me aceptes y me uses, y que sea tuya toda la gloria." Además, escribió lo siguiente: "No tendría ningún valor nada de lo que poseo o llegare a poseer, si no tuviese relación con el reino de Cristo. Si algo de lo que poseo, puede servir para tu reino, te lo daré a ti, a quien debo todo en este mundo y en la eternidad."

Livingstone atravesó, ida y vuelta, el continente africano, desde la desembocadura del río Zambeze hasta San Pablo de Luanda, siendo él el primer blanco en realizar semejante hazaña. En sus memorias, que escribía diariamente, se nota cómo él admiraba los lindos paisajes de un país que el mundo consideraba como un vasto desierto, pues lo desconocía por completo.

Llegó a Luanda flaco y enfermo. A pesar de la insistencia del cónsul británico para que regresase a Inglaterra, a fin de recuperar la salud quebrantada, él volvió nuevamente por otro

camino, para llevar a sus fieles compañeros hasta su casas conforme les había prometido antes de iniciar el viaje.

En ese viaje, Livingstone descubrió las magníficas cataratas de Victoria, nombre que él dio a esas grandes caídas de agua en honor de la reina de Inglaterra. En ese lugar el río Zambeze tiene un ancho de más de un kilómetro; allí las aguas de ese gran río se precipitan espectacularmente desde una altura de cien metros.

Continuó predicando el evangelio constantemente, a veces a auditorios de más de mil naturales del país. Sobre todo, se esforzaba en ganar la estimación de las tribus hostiles por donde pasaba, con su conducta cristiana que era un gran contraste con la de los mercaderes de esclavos.

En un período, de siete meses estando acompañado sólo de sus fieles macololos, cayó con fiebre en la selva treinta y una veces. Pero no era sólo el sufrimiento físico lo que lo afligía. Sus cartas revelan su angustia moral, al ver los horrores del pueblo africano masacrado y arrebatado de sus hogares, conducido como ganado para ser vendido, en el mercado. Desde un lugar alto a donde subió contó diecisiete aldeas en, llamas, incendiadas por esos nefandos mercaderes de seres humanos. Prometió a su esposa que se reuniría con su familia después de dos años, pero, ¡transcurrieron cuatro años y medio antes que ella recibiese alguna noticia de él!

Regreso a casa

Por fin, después de una ausencia de diecisiete años de su patria, regresó a Inglaterra. Volvió a la civilización y a reunirse con su familia, como quien vuelve de la muerte. Antes de desembarcar supo que su querido padre había fallecido. En toda la historia de David Livingstone, no se cuenta un acontecimiento más conmovedor que su encuentro con su esposa y sus hijos. En Inglaterra fue aclamado y honrado como un heroico descubridor y gran benefactor de la humanidad. Los diarios publicaban todos sus actos de valentía. Las multitudes afluían para oírlo contar su historia. "El doctor Livingstone era muy humilde... No le gustaba andar por la calle, por temor a ser atropellado por las multitudes. Cierto día, en la calle Regent en Londres, fue apretado por una multitud tan grande, que sólo con gran dificultad logró refugiarse en un coche. Por la misma razón evitaba ir a los cultos. Cierta vez, deseoso de asistir al culto, mi padre lo persuadió a ocupar un asiento debajo de la galería, en un lugar no visible para el auditorio. Pero fue descubierto y la gente pasó por encima de los bancos para rodearlo y estrecharle la mano." Una de las muchas cosas que llevó a efecto, mientras permaneció en Inglaterra, fue la de escribir su libro: Viajes misioneros, obra que alcanzó una enorme

circulación, y produjo más interés sobre la cuestión africana que, cualquier otro acontecimiento anterior.

Regreso a Africa

En el mes de marzo de 1858, a la edad de 46 años, Livingstone, acompañado de su esposa y el hijo menor Osvaldo, se embarcaron nuevamente para el África. Dejando a los dos en casa de su suegro, el misionero Moffat, Livingstone continuó sus viajes. En el año siguiente descubrió el lago Nyasa. Recibió también una carta de su esposa desde la casa de los padres de ella, en Curumá, informándole el nacimiento de una nueva hija... ¡Hacía casi un año! Sólo entonces pudo su padre conocer el acontecimiento.

Realizó exploración de los ríos Zambeze, Téte y Shiré, y la del lago Nyasa, con el propósito de saber cuáles eran los puntos más estratégicos para la evangelización, y luego enviaron misioneros desde Inglaterra para que ocupasen esos lugares.

En 1862 su esposa se reunió con él, de nuevo, y lo acompañó en sus viajes; pero tres meses después falleció víctima de la fiebre, y fue enterrada en una ladera verdeante en las márgenes del río Zambeze. En su diario, Livingstone escribió al respecto de esta manera: "La lloré, porque merece mis lágrimas la amé cuando nos casamos y cuanto más tiempo vivíamos juntos, tanto más la amaba. Que Dios tenga piedad de nuestros hijos. . ."

Uno de los mayores obstáculos que Livingstone enfrentó en su obra misionera, fue el terror de los indígenas al ver un rostro de hombre blanco. Las aldeas enteras en ruinas; fugitivos escondiéndose en los campos de hierba alta, sin tener nada para comer; centenares de esqueletos y cadáveres insepultos; caravanas de hombres y mujeres espesados a los troncos asegurados al cuello, eran conducidos a los puertos - es difícil concebir la magnitud de la desolación creada por los hombres crueles que participaban del tráfico de la esclavitud.

Esos hombres procuraban también, con odio cruel y arte diabólica, acabar con la obra. de Livingstone. Finalmente consiguieron por medio de la política de su país, inducir a Inglaterra a que lo llamase de regreso a su tierra. Fue así como Livingstone llegó de nuevo a su patria, después de una ausencia de cerca de ocho años.

Los creyentes y amigos de Inglaterra, animados por la visión de Livingstone, comenzaron a orar y a enviarle dinero para que continuase su obra en el continente negro. Y nuestro héroe desembarcó por tercera y última vez en el África, en Zanzíbar.

En la expedición que inició en Zanzíbar, descubrió los lagos Tanganyka (1867), Mocro (1867) y Bangüeolo (1868). Pasó cinco largos años explorando las cuencas de esos lagos. La constante oración y el pan de la Palabra de Dios fueron su sustento espiritual durante todos esos años de prueba que sufrió debido a las crueldades de los negociantes de esclavos.

Resolvió entonces, hacer todo lo posible para descubrir la cabecera del río Nilo y resolver un problema que durante millares de años se había burlado de los geógrafos. Sabía que si descubriese el nacimiento del famoso Nilo, el mundo le daría oídos acerca de la llaga abierta que tenía el África con el comercio de los esclavos. Es interesante conocer lo que él escribió: "El mundo cree que yo busco fama; sin embargo, yo tengo una regla, es decir, no leo nada sobre los elogios que me hacen." El sabía que al acabarse la esclavitud, el continente se abriría para dejar entrar el evangelio.

Durante los largos intervalos que había entre los períodos en que sus cartas eran recibidas en Inglaterra, llegadas desde el corazón del África, circularon rumores de que Livingstone había muerto. No eran solamente los hombres que traficaban con esclavos, los que querían matarlo, sino también muchos de los propios naturales, que no creían que existiese un hombre blanco que fuese amigo de verdad. El mismo contó muchos hechos relacionados con las celadas que le prepararon en la tierra de Maniuema para matarlo. En ese lugar él escribió en su diario lo siguiente: "Leí toda la Biblia cuatro veces mientras estuve en Maniuema." En la soledad encontró un gran alivio en las Escrituras.

Reconocía siempre la posibilidad de perecer en manos de los enemigos, pero siempre respondía así a la insistencia de los amigos: "¿No puede el amor de Cristo constreñir al misionero a que vaya adonde el comercio ilegal lleva al mercader de esclavos?

Por primera vez, en los millares de leguas que caminó, los pies del explorador le fallaron. Obligado a quedarse por algún tiempo en una cabaña, todos sus compañeros lo abandonaron, con excepción de tres que se quedaron con él.

Su enfermedad y su muerte

Por fin, llegó a Ujiji, reducido a piel y huesos, por causa de la grave enfermedad que sufrió en Maniuema. No había recibido cartas desde hacía dos años y esperaba recibir también las provisiones que había enviado para allá. Sin embargo, las cartas no habían llegado, entonces, con el cuerpo enflaquecido y carente de ropas y de alimentos, vino a saber que le habían robado todo. En esa situación él escribió: "En mi pobreza me sentí como el hombre que, descendiendo de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de ladrones. No tenía esperanza de que un sacerdote, un levita o un buen samaritano viniese en mi auxilio. Sin embargo, cuando mí alma estaba más abatida, el buen samaritano ya se hallaba muy cerca de mí."

El "buen samaritano" era Henry Stanley, enviado por el diario New York Herald, a insistencia de muchos millares de lectores de ese periódico, para saber con seguridad si Livingstone todavía vivía o, en el caso de que hubiese muerto, para que su cuerpo fuese devuelto a su patria.

Stanley pasó el invierno con Livingstone, quien se negó a ceder a la insistencia de volver a Inglaterra. Podía volver y descansar entre amigos con toda comodidad, pero prefirió quedarse y realizar su anhelo de abrir el continente africano al evangelio.

Realizó su último viaje con el propósito de explorar el Luapula, para, verificar si ese río era el origen del Nilo o del Congo. En esa región llovía incesantemente. Livingstone sufría dolores atroces; día tras día se le iba volviendo más y más difícil caminar. Fue entonces que tuvo que ser cargado por vez primera, por sus fieles compañeros: Susi, Chuman y Jacó Wainwright, todos indígenas.

En su diario, las últimas notas que escribió, dicen lo siguiente: "Cansadísimo, estoy... recuperada la salud... Estamos en las márgenes del Mililamo."

Llegaron a la aldea de Chitambo, en Ilala, donde Susi hizo una cabaña para él. En esa cabaña, el 1' de mayo de 1873, el fiel Susi encontró a su bondadoso maestro, de rodillas, al lado de su cama muerto. ¡Oró mientras vivió y partió de este mundo orando!

Sus dos fieles compañeros, Susi y Chuman, enterraron el corazón de Livingstone debajo de un árbol en Chitambo, secaron y embalsamaron el cuerpo y lo llevaron hasta la costa - viaje que duró varios meses, a través del territorio de varias tribus hostiles. El sacrificio de esos valientes hijos del África sin que tuvieran ningún propósito de recibir remuneración económica alguna, no será olvidado por Dios, ni por el mundo.

El cuerpo después que hubo llegado a Zanzíbar, fue transportado para Inglaterra, donde fue sepultado en la Abadía de Westminster, entre los monumentos de los reyes y héroes de aquella nación. No había dudas con respecto al cuerpo de Livingstone; era fácil de identificarlo; el hueso por encima del brazo izquierdo tenía bien patentes las marcas de los dientes del león que lo atacara años atrás.

Entre los que asistieron a su entierro, se encontraban sus hijos y el viejo misionero Robert Moffat, padre de su querida esposa. La multitud estaba compuesta tanto de un pueblo humilde, que lo amaba, como de los grandes, que lo honraban y respetaban.

Se cuenta que entre la multitud que permanecía en las aceras de las calles de Londres, el día en que el cortejo que llevaba el cuerpo de David Livingstone pasó, había un viejo llorando amargamente. Al preguntarle por qué lloraba,- respondió: "Es porque Davidcito y yo nacimos en la misma aldea, cursamos el mismo colegio y asistimos a la misma escuela dominical; trabajamos en la misma máquina de hilar, pero, Davidcito se fue por aquel camino y yo por éste. Ahora él es honrado por la nación, mientras que yo soy despreciado, desconocido y deshonrado. El único futuro para mí es el entierro del borracho."

No es solamente el ambiente, sino las preferencias de nuestra juventud lo que determina nuestro destino, no solamente aquí en este mundo, sino para toda la eternidad.

Cuando Livingstone hablaba a los alumnos de la Universidad de Cambridge, en 1857, dijo lo siguiente: "Por mi parte, nunca ceso de regocijarme porque Dios me haya designado para tal oficio. El pueblo habla del sacrificio que yo he hecho en pasarme tan gran parte de mi vida en el África. ¿Es sacrificio pagar una pequeña parte de la deuda, deuda que nunca podremos liquidar, y que debemos a nuestro Dios? ¿Es sacrificio aquello que trae la bendita recompensa de la salud, el conocimiento de practicar el bien, la paz del espíritu y la viva esperanza de un glorioso destino? ¡No hay tal cosa! Y lo digo con énfasis: No es sacrificio... Nunca hice un sacrificio. No debemos hablar de sacrificio, si recordamos el gran sacrificio que hizo Aquel que descendió del trono de su Padre, de allá de las alturas, para entregarse por nosotros."

Si Livingstone no se hubiese enfermado, habría descubierto la cabecera del Nilo. Durante los treinta años que pasó en el Africa, nunca se olvidó del propósito que tenía de llevar a Cristo a los pueblos de ese obscuro continente. Todos los viajes que realizó, eran viajes misioneros.

Grabadas en su tumba se pueden leer estas palabras: "El corazón de Livingstone permanece en el África, su cuerpo descansa en Inglaterra, pero su influencia continúa."

Pero grabadas en la historia de la iglesia de Cristo están los grandes éxitos alcanzados en el África durante un período de más de 75 años después de su muerte, éxitos inspirados en gran parte, por las oraciones y por la gran persistencia de ese gran siervo que fue fiel hasta la muerte.

Carlos Finney

1792-1875 Cerca de la aldea de New York Mills, había una fábrica de tejidos en el siglo 19. Cierta mañana dos operarios conversaban sobre el culto de la noche pasada. Un joven alto y atlético entró en la fábrica . Al verlo los operarios tenían gran dificultad para trabajar. Al pasar el predicador cerca de unas muchachas que trabajaban en la fábrica una de ellas cayó al suelo llorando con una fuerte convicción. En unos minutos el avivamiento estaba en toda la fábrica. Este es uno de los episodios de la vida de Carlos Finney. Quien impulsó grandes avivamientos por toda la Unión Americana. Finney nació en una familia que no conocía la fe. Era abogado. Entre los libros que tenía se encontraba una Biblia que compró debido a que hallaba muchas citas de ésta en los libros de jurisprudencia. De ahí nació su interés en el culto de los creyentes. En su autobiografía dice que empezó a asistir a los cultos de los creyentes y quedó sorprendido porque semana tras semana los creyentes oraban por lo mismo y testificaban que sus oraciones no habían sido escuchadas. Encontró en la Biblia la necesidad de pedir con fe y esto le hizo confirmar que la Biblia era verdadera y que los creyentes no recibían lo que pedían porque no tenían fe. Cuenta Finney en su autobiografía que un domingo de 1821 resolvió arreglar su situación con Dios. Había decidido encontrar la salvación de su alma. Quiso orar en su oficina pero no pudo a pesar de haber tapado el agujero de la cerradura. En esos últimos días se avergonzaba de que alguien lo encontrara leyendo la Biblia a pesar de que antes no era así. Pasaron el Lunes y Martes sin que pudiera orar y su corazón lo quemaba con una necesidad tan grande y apremiante que se empezó a sentirse desesperado. El miércoles mientras iba a su oficina le fue revelado que Cristo había hecho todo el sacrificio por él y dijo en su interior -Lo aceptaré hoy o me esforzaré hasta morir-. Se dirigió al bosque para orar y prometió -Entregaré a Dios hoy mi corazón o no saldré de aquí-. Sin embargo no pudo orar. Estaba tan desesperado que sintió que su corazón estaba muerto y Dios lo había abandonado. Sentía el peso de sus pecados tan infinito que empezó a desfallecer. Cuando intentaba orar se detenía pensando que alguien pudiera estar cerca y oírlo.

De repente le fue revelado que era su orgullo lo que lo detenía y gritó -¡Vaya! Un vil pecador como yo se avergüenza de que otro pecador como yo me encuentre de rodillas reconciliándome con mi Dios-. Fue cuando empezó a orar sin saber cuanto tiempo y le prometió a Dios que si se convertía iba a predicar el Evangelio. Al regresar sentía una paz tan grande que perdió el apetito. En su oficina tocó un himno en el contrabajo como de costumbre y dice -mi corazón parecía derretirse, y solo podía llorar…Después de esto le pareció ver al Señor Jesucristo y no pudo dejar de llorar en voz alta. Finalmente fue bautizado con el Espíritu Santo. Finney comentó que sintió como ondas eléctricas que lo pasaban de un lado a otro, como si fuera amor líquido. Dijo -¡Moriré si estas ondas continúan pasando sobre mí!. ¡Señor no soporto más!.En la noche el director del coro de la iglesia lo encontró en ese estado de llanto y gritos, y fue a llamar a un anciano de la iglesia y un joven. El joven al ver lo que sucedía cayó de rodillas angustiado y clamando -¡Oren por mí!-. Al día siguiente la gente no dejaba de comentar la conversión del abogado y se congregó en la iglesia para escuchar lo que había sucedido, a pesar de que no era día de culto. Poco tiempo después fue a visitar a sus padres. Su padre lo recibió en la puerta y le dijo ¿Cómo estás Carlos?- y Finney le respondió -Bien, padre mío, tanto de cuerpo como de alma. Pero, papá, tú ya estás entrado en años; todos tus hijos ya son adultos y están casados; sin embargo, nunca oí a nadie orar en tu casa- su padre bajó la cabeza y comenzó a llorar diciendo -Es verdad, Carlos; entra y ora tú mismo. Desde ese tiempo empezó un gran avivamiento que se extendió por los Estados Unidos de Norteamérica. Finney decía que el secreto de los avivamientos se encontraba en la oración. De 1851 a 1866 fue director del colegio de Oberlin.Escribió libros entre los cuales los más conocidos son: "Autobiografía", "Discursos a los creyentes" y "Teología sistemática". El domingo 16 de Agosto de 1875 predicó su último sermón. No asistió al culto de la noche, sin embargo al escuchar cantar a los creyentes "Jesús, amante de mi alma, déjame volar a tu regazo", salió de su casa y cantó con ellos. A media noche se despertó sintiendo dolores punzantes en el pecho. Al amanecer, se durmió en la tierra, para despertar en la gloria de los cielos, trece días antes de cumplir los 83 años.

John Wesley

Nació en la rectoría de Epworth, Lincolnshire, el 17 de junio de 1703, decimoquinto hijo del clérigo Samuel Wesley y su madre Susana, quienes tuvieron diecinueve hijos. A la edad de 5 años escapa de un incendio que se produce en casa de padre y en donde de igual forma Hetty su hermana se salva de morir quemada al caer escombros de llamas sobre su cama. En una de sus publicaciones posteriores del propio John, aparece el relato al pie del mismo se aprecia la ilustración de una casa ardiendo y junto a ella la siguiente inscripción: "No es éste un tizón

arrebatado del incendio" Zacarías 3:2. Desde muy pequeño en el hogar se Samuel Wesley y su esposa, aprendieron el valor que tiene la observación fiel de los cultos.

Después del espectacular salvamento de Juan del incendio, su madre, profundamente convencida de que Dios tenía grandes planes para su hijo, resolvió firmemente educarlo para servir y ser útil en la obra de Cristo. La familia del pastor Samuel Wesley era muy pobre, pero mediante la influencia del Duque de Duckingham, consiguieron un lugar para Juan en la escuela de Londres. Estudió en el colegio Charterhouse y en Christ Church, Universidad de Oxford. En 1725 se ordenó diácono y tres años después pasó a formar parte del clero de la Iglesia de Inglaterra. Fue coadjutor de su padre hasta que en 1729 se trasladó a Oxford como miembro de la junta directora del Lincoln College; comenzó a reconocer que el corazón es la fuente de la religión verdadera y reservaba dos horas cada día para quedarse a solas con Dios, se esforzaba para levantarse diariamente a las cuatro de la mañana. Allí fundó con su hermano Charles el Holy Club, en el que ingresó también George Whitefield, futuro fundador del metodismo calvinista. Los miembros del club debían cumplir con rigor y método los preceptos y prácticas religiosas, entre ellas visitar prisiones y confortar a los enfermos, por lo que sus compañeros de universidad los llamaron “metodistas” de una forma irónica.

En 1735 viajó a Estados Unidos como misionero anglicano en donde permaneció cerca de dos años. En el barco a Savannah, Georgia, conoció a unos alemanes de Moravia cuya sencilla devoción evangélica le impresionó. Durante su estancia en Georgia siguió tratándolos y tradujo algunos de sus himnos al inglés. Excepto por esta relación, su experiencia americana fue un fracaso. Su ritmo de vida era levantarse a las cuatro de la mañana y se acostaba después de las nueve. Las tres primeras horas del día las dedicaba a la oración y al estudio de las Escrituras.

En 1738 volvió a Inglaterra y el 24 de mayo, mientras esperaba un encuentro con los moravos en la calle Aldersgate, en Londres, experimentó un despertar religioso que le convenció de que cualquier persona podía alcanzar la salvación sólo con tener fe en Jesucristo.

En marzo de 1739, George Whitefield, entonces famoso predicador en Bristol, lo llamó para que unieran sus esfuerzos. A pesar de su rechazo inicial a predicar fuera de las iglesias, la entusiasta reacción de la audiencia tras el sermón que pronunció el 2 de abril al aire libre lo convenció de que era la forma más efectiva de llegar a las masas. En cualquier caso, pocos púlpitos estarían abiertos para él, pues la Iglesia anglicana no aprobaba el evangelismo.

Desde el mismo comienzo de su carrera evangélica, Wesley convocó enormes muchedumbres. Su éxito se explica, en parte, debido a que en aquel momento Inglaterra estaba preparada para su doctrina, pues la Iglesia anglicana era incapaz de ofrecer la clase de fe personal que la

gente ansiaba. El énfasis de Wesley en la religión personal y su seguridad de que todos eran aceptados como hijos de Dios tuvo una tremenda repercusión popular.

El 1 de mayo de 1739 Wesley y un grupo de sus seguidores se reunieron en Londres en un local de la calle West para crear la primera congregación metodista. Dos organizaciones similares se fundaron en Bristol ese mismo mes. A finales de 1739 la sociedad londinense empezó a congregarse en un edificio llamado The Foundry (La Fundición) que durante muchos años fue el cuartel general del metodismo.

Al crecer el movimiento metodista se hizo acuciante la necesidad de una organización más sólida. En 1742 las sociedades estaban divididas en grupos dirigidos por un líder, lo que contribuyó en gran medida al éxito del movimiento; estos líderes, muchos de los cuales fueron designados por Wesley como predicadores laicos, tuvieron gran importancia. En 1744 convocó la primera conferencia de líderes metodistas, que desde entonces se celebraron cada año.

En 1751, a los 48 años, se casó con Mary Vazeille, una viuda con cuatro hijos, pero el matrimonio fue un fracaso y ella lo abandonó. Wesley no tuvo descendencia.

Organizador y predicador infatigable, viajó cerca de 8.000 kilómetros al año pronunciando cuatro o cinco sermones al día sin dejar de fundar nuevas congregaciones. En 1740 se separó de los moravos por desacuerdos doctrinales y rechazó la doctrina calvinista de la predestinación, rompiendo así con Whitefield. También se deshizo de muchos principios de la Iglesia anglicana, como el de la sucesión apostólica (el mantenimiento de una misma línea de sucesión episcopal iniciada con san Pedro), y, aunque nunca expresó intención alguna de establecer el movimiento como una nueva iglesia, sus actividades hicieron inevitable la separación. En 1784 publicó una declaración en la que se establecían las normas y las reglas que debían servir de guía a las congregaciones metodistas y encargó a su ayudante, Thomas Coke, un clérigo anglicano, la organización metodista en Estados Unidos, otorgándole poderes para administrar los sacramentos. Aunque la separación con la Iglesia anglicana no se produjo hasta después de su muerte, estas ordenaciones implicaban un paso decisivo hacia la ruptura. Wesley se preocupó por el bienestar intelectual, económico y físico de las masas. También escribió sobre diversos temas históricos y religiosos y vendió sus libros muy baratos para que hasta los pobres pudieran comprarlos, contribuyendo así a fomentar los hábitos de lectura del público en general. Además de fundar dispensarios médicos, ayudó a los que tenían deudas y a los que querían establecer un negocio. Se opuso a la esclavitud y se interesó por diversos movimientos de reforma social. Su influencia en el pueblo inglés fue tal que se cree que el metodismo evitó una revolución en Inglaterra en el siglo XIX.

Wesley reunió 23 colecciones de himnos, editó una revista mensual, tradujo obras del griego, latín y hebreo, y editó con el título de El modelo cristiano, el famoso devocionario medieval De Imitatione Christi (La imitación de Cristo), atribuido al eclesiástico alemán Tomás de Kempis. Su Diario (1735-1790) destaca por la exposición franca de su evolución espiritual. Durante los últimos años de su vida fue un hombre muy admirado; en esta época la hostilidad de la Iglesia anglicana hacia el metodismo desapareció en la práctica. Un pastor en ese tiempo, predicaba un promedio de cien veces por año, pero el promedio de Juan Wesley fue de 780 veces por año durante 54 años; Juan no solo excedía en predicaciones a sus consiervos sino que además iba de casa en casa exhortando y consolando a los creyentes cuyo promedio era de 7 kilómetros por año para llegar a los lugares donde tenía que predicar. Tenía características físicas cuya altura no sobrepasaba un metro sesenta y seis centímetros y su peso era de menos de 70 kilogramos. Murió el 2 de marzo de 1791, cuando casi iba a cumplir los 88 años, dio fin a su carrera terrestre, durante toda la noche no cesó de pronunciar palabras de adoración y alabanzas, a las 10 de la mañana mientras los creyentes rodeaban el lecho orando el dijo "Adiós"; fue enterrado en el cementerio de City Road Chapel, en Londres. En la abadía de Westminster hay una placa con su nombre, se calcula que diez mil personas desfilaron frente a su ataúd para ver el rostro que tenía una sonrisa celestial.

George Whitefield

Nació en Gloucester en el año de 1714 en un taberna de bebidas alcohólicas y antes de cumplir 3 años su padre falleció. Su madre se casó nuevamente. En la pensión de su madre él hacia la limpieza de los cuartos, lavaba la ropa y vendía bebidas en el bar. Por extraño que parezca, a pesar de no ser aún salvo, Jorge se interesaba grandemente en la lectura de las Escrituras, leyendo la Biblia hasta altas horas de la noche y preparando sermones. En la Escuela se le conocía como orador, su elocuencia era natural y espontánea. Estudió en Pembroke College, Universidad de Oxford, donde se costeó sus propios estudios, sirviendo como mesero en un hotel. Durante sus días de estudiante universitario conoció a John y Charles Wesley e ingresó en el Holy Club cuyos miembros eran metodistas. En 1736 fue ordenado diácono de la Iglesia anglicana y dos años después acompañó como misionero a los hermanos Wesley a Savannah, Georgia, en Estados Unidos. Al poco tiempo volvió a Inglaterra y se ordenó sacerdote, pero le fueron vedados muchos púlpitos de la Iglesia anglicana por su forma poco convencional de predicar y dirigir los oficios. Comenzó entonces su predicación al aire libre y atrajo con su elocuencia enormes muchedumbres. En 1739 volvió a América y participó con el clérigo congregacionalista estadounidense Jonathan Edwards en la fundación del movimiento evangelista que más tarde pasó a llamarse Gran Despertar.

En 1741 siguió predicando en Inglaterra, y extendió su trabajo evangélico a Escocia y Gales. En 1741 rompió con John Wesley por sus diferencias respecto a la predestinación aunque

siguieron siendo amigos. Tras esta ruptura fue reconocido como cabeza de los metodistas calvinistas.

Jorge Whitefield predicaba en forma tan vívida que parecía casi sobrenatural, se dice que pronunció más de 18.000 sermones; la forma que contaba sus escenas eran tan naturales que muchos de sus oyentes reaccionaban con expresiones o gestos. Sin embargo, el secreto de la gran cosecha de almas salvas no era su maravillosa voz, ni su gran elocuencia. Tampoco se debía a que la gente tuviese el corazón abierto para recibir el evangelio, porque ése era un tiempo de gran decadencia espiritual entre los creyentes. Tampoco fue porque le faltase oposición; repetidas veces Whitefield predicó en los campos porque las iglesias le habían cerrado las puertas. A veces ni los hoteles querían aceptarlo como huésped. En Basingstoke fue agredido a palos. En Staffordshire le tiraron terrones de tierra. En Moorfield destruyeron la mesa que le servía de púlpito y le arrojaron la basura de la feria. En Evesham las autoridades, antes de su sermón, lo amenazaron con prenderlo si predicaba. En Exeter, mientras predicada ante un auditorio de diez mil personas, fue apedreado de tal modo que llegó a pensar que le había llegado su hora y en otro lugar lo apedrearon nuevamente hasta dejarlo cubierto de sangre; verdaderamente llevo en su cuerpo las marcas de Jesús. Pero su gran secreto para obtener esos grandes resultados de almas salvadas fue el amor a Jesús.

En 1744 volvió a las colonias de Norteamericana arrastró a muchedumbres entusiastas. A su regreso a Inglaterra en 1748 se convirtió en capellán de la lidereza religiosa Selina Hastings, condesa de Huntington, que financió sus actividades evangélicas y le permitió acceder a numerosos miembros de la nobleza británica. A partir de 1751 predicó por toda Gran Bretaña e Irlanda y en América. También encontró tiempo para recopilar un libro de himnos que apareció en 1753. Atravesó el Atlántico tres veces, visitó Escocia catorce veces, fue a Gales varias veces, estuvo en Holanda, pasó cuatro meses en Portugal, en las Bermudas ganó muchas almas para Cristo.

La extraordinaria influencia que ejerció durante su vida es atribuible sobre todo a su habilidad oratoria. Sus obras reunidas se publicaron después de su muerte (7 volúmenes, 1771-1772). Se le considera como un gran predicador inglés y merecedor del título de príncipe de los predicadores al aire libre donde predicó un promedio de diez veces por semana durante un período de treinta y cuatro años, la mayoría de las veces bajo el techo construido por Dios que es el cielo y fundador de los metodistas calvinistas.

Después del sermón que predicó en Exeter, fue a Newburyport para pasar la noche en la casa del pastor. A las dos de la mañana se despertó, le faltaba la respiración y le dijo a su compañero sus últimas palabras que pronunció en la tierra: "Me estoy muriendo".

Muere en el año de 1770 y en su entierro, las campanas de las Iglesias en Newburyport doblaron y las banderas quedaron a media asta. Ministros de todas partes vinieron a sus funerales y millares de personas no consiguieron acercarse a la puerta de la Iglesia debido a la inmensa multitud. Cumpliendo su petición fue enterrado bajo el púlpito de la Iglesia.

Enrique Martyn

Luz usada enteramente por Dios

1781 - 1812

Arrodillado en una playa de la India, Enrique Martyn derramaba su alma ante el Maestro y oraba: “Amado Señor, yo también andaba en el país lejano; mi vida ardía en el pecado....quisiste que yo regresase, ya no más un tizón para extender la destrucción, sino una antorcha que resplandezca por ti (Zacarías 3:2) ¡Heme aquí entre las tinieblas más densas, salvajes y opresivas del paganismo. Ahora, Señor quiero arder hasta consumirme enteramente por ti!”

El intenso ardor de aquel día siempre motivó la vida de ese joven. Se dice que su nombre es: “el nombre más heroico que adorna la historia de la Iglesia de Inglaterra, desde los tiempos de la reina Isabel”. Sin embargo, aun entre sus compatriotas, él no es muy conocido.

Su padre era de físico endeble. Después que él murió, los cuatro hijos, incluyendo Enrique, no tardaron en contraer la misma enfermedad de su padre, la tuberculosis.

Con la muerte de su padre, Enrique perdió el intenso interés que tenía por las matemáticas y más bien se interesó grandemente en la lectura de la Biblia. Se graduó con honores más altos de todos los de su clase. Sin embargo, el Espíritu Santo habló a su alma: “Buscas grandes cosas para ti, pues no las busques.” Acerca de sus estudios testificó: “Alcancé lo más grande que anhelaba, pero luego me desilusioné al ver que sólo había conseguido una sombra.”

Tenía por costumbre levantarse de madrugada y salir a caminar solo por los campos para gozar de la comunión íntima con Dios. El resultado fue que abandonó para siempre sus planes de ser abogado, un plan que todavía seguía porque “no podía consentir en ser pobre por el amor de Cristo”.

Al escuchar un sermón sobre “El estado perdido de los paganos”, resolvió entregarse a la vida misionera. Al conocer la vida abnegada del misionero Guillermo Carey, dedicaba a su gran obra en la India, se sintió guiado a trabajar en el mismo país.

El deseo de llevar el mensaje de salvación a los pueblos que no conocían a Cristo, se convirtió en un fuego inextinguible en su alma después que leyó la biografía de David Brainerd, quien murió siendo aún muy joven, a la edad de veintinueve años. Brainerd consumió toda su vida en el servicio del amor intenso que profesaba a los pieles rojas de la América del Norte. Enrique Martín se dio cuenta de que, como David Brainerd, él también disponía de poco tiempo de vida para llevar a cabo su obra, y se encendió en él la misma pasión de gastarse enteramente por Cristo en el breve espacio de tiempo que le restaba. Sus sermones no consistían en palabras de sabiduría humana, sino que siempre se dirigía a la gente, como “un moribundo, predicando a los moribundos”.

A Enrique Martyn se le presentó un gran problema cuando la madre de su novia, Lidia Grenfel, no consentía en el casamiento porque él deseaba llevar a su esposa al extranjero. Enrique amaba a Lidia y su mayor deseo terrenal era establecer un hogar y trabajar junto con ella en la mies del Señor. Acerca de esto él escribió en su diario lo siguiente: “Estuve orando durante hora y media, luchando contra lo que me ataba...Cada vez que estaba a punto de ganar la victoria, mi corazón regresaba a su ídolo y, finalmente, me acosté sintiendo una gran pena.”

Entonces se acordó de David Brainerd, el cual se negaba a si mismo todas la comodidades de la civilización, caminaba grandes distancias solo en la floresta, pasaba días sin comer, y después de esforzarse así durante cinco años volvió, tuberculoso, para fallecer en los brazos de su novia, Jerusha, hija de Jonatán Edwards.

Por fin que Enrique Martyn también ganó la victoria, obedeciendo al llamado a sacrificarse por la salvación de los perdidos. Al embarcarse, en 1805, para la India, escribió: “Si vivo o muero, que Cristo sea glorificado por la cosecha de multitudes para EL”

A bordo del navío, al alejarse de su patria, Enrique Martyn lloró como un niño. No obstante, nada ni nadie podían desviarlo de su firme propósito de seguir la dirección divina. El también era un tizón arrebatado del fuego, por eso repetidamente decía: “Que yo sea una llama de fuego en el servicio divino.”

Después de una travesía de nueve largos meses a bordo y cuando ya se encontraba cerca de su destino, pasó un día entero en ayuno y oración. Sentía cuán grande era el sacrificio de la cruz y cómo era igualmente grande su responsabilidad para con los perdidos en la idolatría que sumaban multitudes en la India. Siempre repetía: “Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que os acordáis de Jehová, no reposéis, ni le deis tregua, hasta que restablezca a Jerusalén, y la ponga por alabanza en la tierra” (Isaías 62:6,7).

La llegada de Enrique Martyn a la India, en el mes de abril de 1806, fue también en respuesta a la oración de otros. La necesidad era tan grande en ese país, que los pocos obreros que habían allí se pusieron de acuerdo en reunirse en Calcuta de ocho en ocho días, para pedir a Dios que enviase un hombre lleno del Espíritu Santo y de poder a la India. Al desembarcar Martyn, fue recibido alegremente por ellos, como la respuesta a sus oraciones.

Es difícil imaginar el horror de la tinieblas en que vivía ese pueblo, entre el cual fue Martyn a vivir. Un día, cerca del lugar donde se hospedaba, oyó una música y vio el humo de una pira fúnebre, acerca de las cuales había oído hablar antes de salir de Inglaterra. Las llamas ya comenzaban a subir del lugar donde la viuda se encontraba sentada al lado del cadáver de su marido muerto. Martyn, indignado, se esforzó pero no pudo conseguir salvar a la pobre víctima.

En otra ocasión fue atraído por el sonido de címbalos a un lugar donde la gente rendía culto a los demonios. Los adoradores se postraban ante un ídolo, obra de sus propias manos, ¡al que adoraban y temían! Martyn se sentía “realmente en la vecindad del infierno”.

Rodeado de tales escenas, él se esforzaba más y más, incansablemente, día tras día en aprender la lengua. No se desanimaba con la falta de fruto de su predicación, porque consideraba que era mucho más importante traducir las Escrituras y colocarlas en las manos del pueblo. Con esa meta fija en su mente perseveraba en la obra de la traducción, perfeccionándola cuidadosamente, poco a poco, y deteniéndose de vez en cuando para pedir el auxilio de Dios.

Cómo ardía su alma en el firme propósito de dar la Biblia al pueblo, se ve en uno de sus sermones, conservado en el Museo Británico, y que copiamos a continuación

“Pensé en la situación triste del moribundo, que tan sólo conoce bastante de la eternidad como para temer a la muerte, pero no conoce bastante del Salvador como para vislumbrar el

futuro con esperanza. No puede pedir una Biblia para aprender algo en que afirmarse, ni puede pedir a la esposa o al hijo que le lean un capítulo para consolarlo. ¡La Biblia, ah, es un tesoro que ellos nunca poseyeron! Vosotros que tenéis un corazón para sentir la miseria del prójimo nosotros que sabéis cómo la agonía del espíritu es más cruel que cualquier sufrimiento del cuerpo, vosotros que sabéis que está próximo el día en que tendréis que morir. ¡OH, dadles aquello que será un consuelo a la hora de la muerte!”

Para alcanzar ese objetivo, de dar las Escrituras a los pueblos de la India y de Persia, Martyn se dedicó a la traducción de día y de noche, en sus horas de descanso y mientras viajaba. No disminuía su marcha ni cuando el termómetro registraba el intenso calor de 50º, ni cuando sufría de fiebre intermitente, ni debido a la gravedad de la peste blanca que ardía en su pecho.

Igual que David Brainerd, cuya biografía siempre sirvió para inspirarlo, Enrique Martyn pasó días enteros en intercesión y comunión con su “amado, su querido Jesús”. “Parece”, escribió él, “que puedo orar cuanto quiera sin cansarme. Cuán dulce es andar con Jesús y morir por EL...” Para él la oración no era una mera formalidad, sino el medio de alcanzar la paz y el poder de los cielos, el medio seguro de quebrantar a los endurecidos de corazón y vencer a los adversarios.

Seis años y medio después de haber desembarcado en la India, a la edad de 31 años, cuando emprendía un largo viaje, falleció. Separado de los hermanos, del resto de la familia, rodeado de perseguidores, y su novia esperándolo en Inglaterra, fue enterrado en un lugar desconocido.

¡Fue muy grande el ánimo, la perseverancia, el amor y la dedicación con que trabajó en la mies de su Señor! Su celo ardió hasta consumirlo en ese corto espacio de seis años y medio. Nos es imposible apreciar cuán grande fue la obra que realizó en tan pocos años. Además de predicar, logró traducir parte de las Sagradas Escrituras a las lenguas de una cuarta parte de todos los habitantes del mundo. El Nuevo Testamento en indí, indostaní y persa, y los evangelios en judaico-persa son solamente una parte de sus obras.

Cuatro años después de su muerte nació Fidelia Fiske en la tranquilidad de Nueva Inglaterra. Cuando todavía estudiaba en la escuela, leyó la biografía de Enrique Martyn. Anduvo cuarenta y cinco kilómetros de noche, bajo violenta tempestad de nieve, para pedir a su madre que la dejase ir a predicar el evangelio a las mujeres y les habló del amor de Jesús, hasta que el avivamiento en Oroomiah se convirtió en otro Pentecostés.

Si Enrique Martyn, que entregó todo para el servicio del Rey de reyes, pudiese hoy visitar la India y Persia, cuán grande sería la obra que encontraría, obra realizada por tan gran número de fieles hijos de Dios, en los cuales ardió el mismo fuego encendido por la lectura de la biografía de ese precursor.

Christmas Evans

El “Juan Bunyan de Gales”

1766 – 1838

Sus padres le pusieron el nombre de “Christmas” (Navidad), porque nació el día de Navidad, en 1766. La gente lo apodó “Predicador Tuerto”, porque era ciego de un ojo. Alguien se refirió así a Christmas Evans: “Era el hombre más alto, el de mayor fuerza física y el más corpulento que jamás vi. Tenía un solo ojo, si hay razón para llamar a eso ojo, porque, con más propiedad se podría decir que era una estrella luminosa, que brillaba como el planeta Venus.” También se le llamó “El Juan Bunyan de Gales”, porque era el predicador que, en la historia de ese país, disfrutó más el poder del Espíritu Santo. En todos los lugares donde predicaba, se producía un gran número de conversiones. Su don de predicar era tan extraordinario, que con toda facilidad conseguía que un auditorio de 15 a 20 mil personas, de sentimientos y temperamento diferentes, lo escuchasen con la más profunda atención. En las iglesias no cabían las multitudes que iban a escucharlo durante el día; de noche siempre predicaba al aire libre a la luz de las estrellas.

Por un tiempo vivió entregado a las diversiones y a la embriaguez. Durante una lucha fue gravemente acuchillado; en otra ocasión lo sacaron del agua como muerto, y aún otra vez, se cayó de un árbol sobre un cuchillo. En las contiendas era siempre el campeón, hasta que, por fin, en un combate sus compañeros lo cegaron de un ojo. Dios, sin embargo, fue misericordioso con él durante ese período, conservándolo con vida, para más tarde utilizarlo en su servicio.

A la edad de 17 años fue salvo; aprendió a leer, y poco después fue llamado a predicar y fue separado para el ministerio. Sus sermones eran secos y sin fruto, hasta que un día cuando viajaba para Maentworg, amarró su caballo y penetró en el bosque donde derramó su alma en oración a Dios. Igual que Jacob en Peniel, no se apartó de ese lugar hasta recibir la bendición divina. Después de aquel día reconoció la gran responsabilidad de su obra; siempre su espíritu se regocijaba en la oración y se sorprendió grandemente por los frutos gloriosos que Dios

comenzó a concederle. Antes tenía talentos y cuerpo de gigante. Era valiente como un león y humilde como cordero; no vivía para sí, sino para Cristo. Además de tener, por naturaleza, una mente ágil y una manera conmovedora de hablar, poseía un corazón que rebosaba amor para con Dios y su prójimo. Verdaderamente era una luz que ardía y brillaba.

Andaba de pie por el sur de Gales, predicando, a veces hasta cinco sermones en el mismo día. A pesar de no estar bien vestido y de sus maneras ordinarias, grandes multitudes afluían para oírlo. Vivificado con el fuego celestial, se elevaba en espíritu como si tuviese alas de ángel, y el auditorio se contagiaba y se conmovía también. Muchas veces los oyentes rompían en llanto y en otras manifestaciones, que no podían evitar. Por eso eran conocidos como los “Saltadores galeses”.

Evans creía firmemente que sería mejor evitar los dos extremos: el exceso de ardor y la demasiada frialdad. Pero Dios es un ser soberano, que obra de varias maneras. A uno El atrae por el amor, mientras que a otros El aterra con los truenos del Sinaí para que hallen la paz preciosa en Cristo. Los indecisos a veces son sacudidos por Dios sobre el abismo de la angustia eterna, hasta que clamen pidiendo misericordia y encuentren el gozo inefable. El cáliz de ellos rebosa, hasta que algunos, no comprendiendo, preguntan: “¿Por qué tanto exceso?”

Acerca de la censura que se hacía de los cultos, Evans escribió: “Me admiro de que el genio malo, llamándose "el ángel del orden", quiera tratar de cambiar todo lo que respecta a la adoración de Dios, volviéndola en un culto tan seco como el monte Gilboa. Esos hombres de orden desean que el rocío caiga y el sol brille sobre todas sus flores, en todos los lugares, menos en los cultos del Dios Todopoderoso. En los teatros, en los bares y en las reuniones políticas los hombres se conmueven, se entusiasman, y se exaltan como tocados por el fuego, igual que cualquier "Saltador Galés". Pero, conforme a sus deseos, ¡no debe existir nada que le dé vida y entusiasmo a los cultos religiosos! Hermanos, meditad en esto! ¿Tenéis razón o estáis equivocados?”

Se cuenta que en cierto lugar tres predicadores tenían que hablar, siendo Evans el último. Era un día de mucho calor, los dos primeros sermones fueron muy largos, de modo que todos lo oyentes estaban indiferentes y casi exhaustos. No obstante, después, cuando Evans llevaba unos quince minutos predicando sobre la misericordia de Dios, tal cual se ve en la parábola del Hijo Pródigo, centenares de personas que estaban sentadas en la hierba, repentinamente se pusieron de pie. Algunos lloraban y otros oraban llenos de angustia. Fue imposible continuar el sermón, la gente continuó llorando y orando durante el día entero, y toda la noche hasta el amanecer.

En la isla de Anglesea, sin embargo, Evans tuvo que enfrentarse a una doctrina encabezada por un orador elocuente e instruido. En la lucha contra el error de esa secta, Evans comenzó a decaer espiritualmente. Después de algunos años, ya no poseía el mismo espíritu de oración ni sentía el gozo de la vida cristiana. El mismo cuenta cómo buscó y recibió de nuevo la unción del poder divino que hizo que su alma se encendiera aún más que antes:

“No podía continuar con mi corazón frío con relación a Cristo, a su expiación y a la obra de su Espíritu. No soportaba el corazón frío en el púlpito, en la oración secreta y en el estudio, especialmente cuando me acordaba de que durante quince años mi corazón se había abrasado como si yo hubiese andado con Jesús en el camino a Emaús. Por fin, llegó el día que jamás olvidaré: En el camino a Dolgelly, sentí la necesidad de orar, a pesar de tener el corazón endurecido y el espíritu carnal. Después que comencé a suplicar, sentí como que unas pesadas cadenas que me ataban, caían al suelo, y como que dentro de mí se derretían montañas de hielo. Con esta manifestación aumentó en mí la certeza de haber recibido la promesa del Espíritu Santo. Me parecía que mi espíritu se había librado de una prolongada prisión, o como si estuviese saliendo de la tumba de un invierno extremadamente frío. Las lágrimas me corrieron abundantemente y me sentí constreñido a clamar y pedir a Dios el gozo de su salvación y que El visitase de nuevo las iglesias de Anglesea que estaban bajo mi cuidado. Supliqué por todas las iglesias, mencionando el nombre de casi todos los predicadores de Gales. Luché en oración durante más de tres horas. El espíritu de intercesión comenzó a pasar sobre mí, como ondas una después de otra, impelidas por un viento fuerte, hasta que mis fuerzas físicas se debilitaron de tanto llorar. Fue así que me entregué enteramente a Cristo, en cuerpo y alma, en talentos y obras, mi vida entera, todos los días y todas las horas que aún me restaban por vivir, incluyendo todos mis anhelos. Todo, todo lo puse en las manos de Cristo....... En el primer culto, después de esta experiencia, me sentí como removido de la región espiritualmente estéril y helada, hacia las tierras agradables de las promesas de Dios. Comencé entonces, de nuevo, los primeros combates de oración, sintiendo fuertes anhelos por la conversión de los pecadores, tal como había sentido en Leyn. Me apoderé de la promesa de Dios. El resultado fue, que al volver a casa vi que el Espíritu estaba obrando en los hermanos de Anglesea dándoles el espíritu de oración insistente.”

Ocurrió entonces un gran avivamiento, pasando del predicador a la gente en todos los lugares de la isla de Anglesea, y en todo Gales. La convicción de pecado pasaba sobre los auditorios como grandes oleadas. El poder del Espíritu Santo obraba, hasta que el pueblo lloraba y danzaba de gozo. Uno de los que asistieron a su famoso sermón sobre el Endemoniado Gadareno, cuenta cómo Evans retrató tan fielmente las escena de la liberación del pobre endemoniado, al admiración de la gente al verlo liberado, el gozo de la esposa y de los hijos cuando volvió a la casa ya curado, que el auditorio rompió en grandes risas y llanto. Otro se expresó así: “El lugar se volvió un verdadero "Boquim de lloro" (Jueces 2:1-5). Otro más dijo que el auditorio quedó como los habitantes de una ciudad sacudida por un terremoto, que salen corriendo, se postran en tierra y claman la misericordia de Dios.

Como no era poco lo que sembraba, recogía abundantemente, y al ver la abundancia de la cosecha, sentía que su celo ardía de nuevo y que su amor aumentaba, llevándolo a trabajar con más ahínco aún. Su firme convicción era que nadie, ni aun la mejor persona, puede salvarse sin la operación del Espíritu Santo, ni el corazón más rebelde puede resistir al poder del mismo Espíritu. Evans tenía siempre un objetivo cuando luchaba en oración; se apoyaba en las promesas de Dios, suplicando con tanta insistencia como aquel que no se va antes de recibir. El decía que la parte más gloriosa del ministerio del predicador era el hecho de agradecer a Dios por la obra del Espíritu Santo en la conversión de los pecadores.

Como vigía fiel, no podía pensar en dormir mientras la ciudad se incendiaba. Se humillaba ante Dios, agonizando por la salvación de los pecadores, y de buena voluntad gastó sus fuerzas y su salud por ellos. Trabajaba sin descanso, sin temer la censura de los religiosos fríos, el desprecio de los perdidos, ni la ira y la furia de los demonios.

A la edad de 73 años, sin mostrar disminución en sus fuerzas físicas ni mentales, predicó el último sermón, como de costumbre, bajo el poder de Dios. Al finalizar dijo: “Este es mi último sermón.” Los hermanos creyeron que se refería a su último sermón en aquel lugar. Pero el hecho es que cayó enfermo esa misma noche. En la hora de su muerte, tres días después, se dirigió al pastor, que lo hospedaba, con estas palabras: “Mi gozo y consuelo es que después de dedicarme a la obra del santuario durante cincuenta y tres años, nunca me faltó sangre en el lebrillo. Predica a Cristo a la gente.” Luego, después de cantar un himno, dijo: “¡Adiós! ¡Adiós!” y falleció.

La muerte de Christmas Evans fue uno de los acontecimientos más solemnes de toda la historia del principado de Gales. Fue llorado en el país entero.

El fuego del Espíritu Santo hizo que los sermones de este siervo de Dios enardecieran de tal manera los corazones, que la gente de su generación no podía oír pronunciar el nombre de Christmas Evans sin recordar vívidamente al Hijo de Maria en el pesebre de Belén, su bautismo en el Jordán, el huerto de Getsemaní, el tribunal de Pilato, la corona de espinas, el Monte Calvario, el Hijo de Dios inmolado en el altar y el fuego santo que consumía todos los holocaustos, desde los días de Abel hasta el día memorable en que fue apagado por la sangre del Cordero de Dios.

Guillermo Carey

Padre de las misiones modernas

1761 – 1834

Siendo niño, Guillermo Carey sentía una verdadera pasión por el estudio de la naturaleza. Su dormitorio estaba lleno de colecciones disecadas de insectos, flores, pájaros, huevos, nidos, etc. Cierto día, al intentar alcanzar un nido de pájaro, cayó de un árbol alto. Cuando trató de subir por la segunda vez, cayó nuevamente. Insistió por tercera vez en su intento, pero cayó quebrándose una pierna. Algunas semanas después, antes de que su pierna estuviese completamente sana, Guillermo entró en su casa con el nido en la mano, “¡Subiste al árbol nuevamente!” exclamó su madre. “No pude evitarlo. Tenía que poseer el nido, mamá”, respondió el chiquillo.

Se dice que Guillermo Carey, fundador de las misiones actuales, no estaba dotado de una inteligencia superior ni poseía tampoco ningún don que deslumbrase a los hombres. Sin embargo, fue esa característica de persistir, con espíritu indómito e inconquistable, hasta llevar a término todo cuanto iniciaba, el secreto del maravilloso éxito de su vida.

Cuando Dios lo llamaba para que iniciara alguna tarea, él permanecía firme, día tras día, mes tras mes, y año tras año hasta acabarla. Dejó que el Señor se sirviera de su vida, no solamente para evangelizar durante un período de cuarenta y un años en el extranjero, sino también para realizar la hazaña, por increíble que parezca, de traducir las Sagradas Escrituras a más de treinta lenguas.

El abuelo y el padre del pequeño Guillermo eran, respectivamente, profesor y sacristán (Iglesia Anglicana) de la parroquia. De esa manera el hijo aprendió lo poco que el padre podía enseñarle. Pero no satisfecho con eso, Guillermo continuó sus estudios sin maestro.

A los doce años adquirió un ejemplar del vocabulario latino, por Dyche, que Guillermo se aprendió de memoria. A los catorce años se inició en el oficio como aprendiz de zapatero. En la tienda encontró algunos libros, de los cuales aprovechó para estudiar. De esa manera inició el estudio de griego. Fue en ese tiempo que llegó a reconocer que era un pecador perdido, y comenzó a examinar cuidadosamente las Escrituras.

Poco después de su conversión, a los 18 años de edad, predicó su primer sermón. Al verificar que el bautismo por inmersión es bíblico y apostólico, dejó la denominación a que pertenecía. Tomaba prestado libros para estudiar, y a pesar de vivir pobremente, adquirió algunos libros

usados. Uno de sus métodos para aumentar el conocimiento de otras lenguas, consistía en leer diariamente la Biblia en latín, en griego y en hebreo.

A los veinte años de edad se casó. Sin embargo, los miembros de la iglesia donde predicaba eran pobres y Carey tuvo que continuar con su oficio de zapatero para ganar el pan cotidiano. El hecho de que el señor Old, su patrón, exhibiese en la tienda un par de zapatos fabricados por Guillermo, como muestra, era una buena prueba de la habilidad del muchacho.

Fue durante el tiempo que enseñaba geografía en Moulton que Carey leyó el libro titulado Los viajes del Capitán Cook, y Dios le habló a su alma acerca del estado abyecto de los paganos que vivían sin el evangelio. En su taller de zapatero fijó en la pared un mapamundi de gran tamaño, que él mismo había diseñado cuidadosamente. En ese mapa incluyó toda la información pertinente disponible; el número exacto de la población, la flora y la fauna, las características de los indígenas de todos lo países. Mientras reparaba los zapatos, levantaba los ojos de vez en cuando para mirar su mapa y meditaba sobre las condiciones de los distintos pueblos y la manera de evangelizarlos. Fue así como sintió más y más el llamado de Dios para que preparase la Biblia para los millones de hindúes, en su propia lengua.

La denominación a la que Guillermo pertenecía, después de aceptar el bautismo por inmersión, se hallaba en gran decadencia espiritual. Esto fue reconocido por algunos de los ministros, los cuales convinieron en pasar “una hora orando el primer lunes de todos los meses”, pidiendo a Dios un gran avivamiento de la denominación. En efecto, se esperaba un despertamiento, pero como sucede muchas veces, no pensaron en la manera en que Dios les respondería. En aquel tiempo las iglesias no aceptaban la idea de llevar el evangelio a los paganos, por considerarla absurda. Cierta vez, en una reunión del ministerio, Carey se levantó y sugirió que ventilasen este asunto; El deber de los creyentes en promulgar el evangelio entre las naciones paganas. El venerable presidente de la reunión, sorprendido, se puso de pie y gritó: “Joven, siéntese! Cuando Dios tuviese a bien convertir a los paganos, El lo hará sin su auxilio ni el mío.”

A pesar de ese incidente, el fuego continuó ardiendo en el alma de Guillermo Carey. Durante los años siguientes se esforzó ininterrumpidamente, orando, escribiendo y hablando sobre el asunto de llevar a Cristo a todas las naciones. En mayo de 1792 predicó su memorable sermón sobre Isaías 54:2, 3: “Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas”.

Disertó sobre la importancia de esperar grandes cosas de Dios y, luego puso de relieve la necesidad de emprender grandes obras para Dios.

El auditorio se sintió culpable de haber negado el evangelio a los países paganos, al punto de “clamar en coro”. Se organizó entonces la primera sociedad misionera en la historia de las iglesias de Cristo, para la predicación del evangelio entre los pueblos nunca antes evangelizados. Algunos ministros como Brainred, Eliot y Schwartz ya habían ido a predicar en lugares distantes, pero sin que las iglesias se uniesen para sustentarlos.

A pesar de que la información de la sociedad fue el resultado de la persistencia de Carey, él mismo no tomó parte de su establecimiento. Sin embargo, en ese tiempo se escribió lo siguiente acerca de él:

“Ahí está Carey, pequeño en estatura, humilde, de espíritu sereno y constante; ha transmitido el espíritu misionero a los corazones de los hermanos, y ahora quiere que sepan que él está listo para ir a donde quieran mandarlo, y está completamente de acuerdo en que formulen todos los planes.”

Pero ni siquiera con esta victoria le fue fácil a Guillermo Carey materializar su sueño de llevar a Cristo a los países que permanecían en tinieblas, aunque dedicaba su espíritu indómito para alcanzar la meta que Dios le había marcado.

La iglesia donde predicaba, no consentía que dejase el pastorado, y sólo después que los miembros de la sociedad visitaron la iglesia, fue que este problema se resolvió. En el informe de la iglesia consta lo siguiente: “A pesar de estar de acuerdo con él, no nos parece bien que nos deje aquel a quien amamos más que a nuestra propia alma.”

Sin embargo, lo que él sintió más fue que su esposa se rehusara terminantemente a irse de Inglaterra con sus hijos. No obstante Carey estaba tan seguro de que Dios lo llamaba para trabajar en la India, que ni la decisión de su esposa lo hizo vacilar.

Había otro problema que parecía no tener solución; no se permitía la entrada de ningún misionero en la India. En tales circunstancias era inútil pedir permiso para entrar; y fue en esas condiciones que lograron embarcar, sin poseer ese documento. Desafortunadamente el navío demoró algunas semanas en partir; y poco antes de que zarpara, los misioneros recibieron orden de desembarcar.

A pesar de tantos contratiempos, la sociedad misionera continuó confiando en Dios; lograron obtener dinero y compraron un pasaje para la India en un navío dinamarqués. Una vez más Carey le rogó a su querida esposa que lo acompañase. Pero ella persistió en su negativa, y nuestro héroe, al despedirse de ella, le dijo: “Si yo poseyese el mundo entero, lo daría alegremente todo por el privilegio de llevarte a ti y a nuestros queridos hijos conmigo; pero el sentido de mi deber sobrepasa cualquier otra consideración. No puedo volver atrás sin sentir culpa en mi alma.”

Sin embargo, antes de que el navío partiese, uno de los misioneros fue a la casa de Carey. Muy grande fue la sorpresa y el regocijo de todos al saber que ese misionero lograra convencer a la esposa de Carey para que acompañase a su marido. Dios conmovió el corazón del comandante del navío para que la llevase, en compañía de los hijos, sin cobrar el pasaje.

Por supuesto el viaje a vela no era tan cómodo como en los vapores modernos. A pesar de los temporales, Carey aprovechó su tiempo para estudiar el bengalí y ayudar a uno de los misioneros en la obra de traducir el Libro del Génesis al bengalí.

Durante el viaje Guillermo Carey aprendió suficiente bien el bengalí como para entenderse con el pueblo. Poco después de desembarcar comenzó a predicar, y los oyentes venían a escucharlo en número siempre creciente.

Carey percibió la necesidad imperiosa de que el pueblo tuviese una Biblia en su propia lengua y, sin demora, se entregó a la tarea de traducirla. La rapidez con que aprendió las lenguas de la India, es motivo de admiración para los mejores lingüistas.

Nadie sabe cuántas veces nuestro héroe experimentó grandes desánimos en la India. Su esposa no tenía ningún interés en los esfuerzos de su marido y enloqueció. La mayor parte de los ingleses con quienes Carey tuvo contacto, lo creían loco; durante casi dos años no le llegó ninguna carta de Inglaterra. Muchas veces Carey y su familia carecieron de dinero y de alimentos. Para sustentar a su familia, el misionero se volvió labrador, y trabajó como obrero en una fábrica de añil.

Durante más de treinta años Carey fue profesor de lenguas orientales en el Colegio de Fort Williams. Fundó también el Colegio Serampore para enseñar a los obreros. Bajo su dirección el colegio prosperó, y desempeñó un gran papel en la evangelización del país.

Al llegar a la India, Carey continuó los estudios que había comenzado cuando era niño. No solamente fundó la sociedad de agricultura y Horticultura, sino que también creó uno de los mejores jardines botánicos; escribió y publicó el Hortus Bengalensis. El libro Flora Indica, otra de sus obras, fue considerada una obra maestra por muchos años.

No se debe pensar, sin embargo, que para Guillermo Carey la horticultura era sólo una distracción. Pasó también mucho tiempo enseñando en las escuelas de niños pobres. Pero, sobre todo, siempre ardía en su corazón el deseo de llevar adelante la obra de ganar almas.

Cuando uno de sus hijos comenzó a predicar, Carey escribió: “Mi hijo, Félix, respondió al llamado de predicar el evangelio.” Años más tarde, cuando ese mismo hijo aceptó el cargo de embajador de la Gran Bretaña en Siam, el padre, desilusionado y angustiado, escribió a un amigo: “Félix se empequeñeció hasta volverse un embajador!”

Durante los cuarenta y un años que Carey pasó en la India, no visitó Inglaterra. Hablaba con fluidez más de treinta lenguas de la India; dirigía la traducción de las Escrituras en todas esas lenguas y fue nombrado para realizar la ardua tarea de traductor oficial del gobierno. Escribió varias gramáticas hindúes y compiló importantes diccionarios de los idiomas bengalí, maratí y sánscrito. El diccionario bengalí consta de tres volúmenes e incluye todas las palabras de la lengua, con sus raíces y origen, y definidas en todos los sentidos.

Todo esto fue posible porque Carey siempre economizó el tiempo, según se deduce de lo que escribió su biógrafo:

“Desempeñaba estas tareas hercúleas sin poner en riesgo su salud, porque se aplicaba metódica y rigurosamente a su programa de trabajos, año tras año. Se divertía pasando de una tarea a la otra. El decía que pierde más tiempo cuando se trabaja sin constancia e indolentemente, que con las interrupciones de las visitas. Observaba, por lo tanto, la norma de tomar, sin vacilar, la obra marcada y no dejar que absolutamente nada lo distrajese durante su período de trabajo.”

Lo siguiente, escrito para pedirle disculpas a un amigo por la demora en responderle su carta, muestra cómo muchas de sus obras avanzaron juntas:

“Me levanté hoy a las seis, leí un capítulo de la Biblia hebrea; pasé el resto del tiempo, hasta las siete, orando. Luego asistí al culto doméstico en bengalí con los sirvientes. Mientras me traían el té, leí un poco en persa con un munchi que me esperaba; leí también, antes de desayunar, una porción de las Escrituras en indostaní. Luego, después de desayunar, me senté con un pundite que me esperaba, para continuar la traducción del sánscrito al ramayuma. Trabajamos hasta las diez. Entonces fui al colegio para enseñar hasta casi las dos de la tarde. Al volver a casa, leí las pruebas de la traducción de Jeremías al bengalí, y acabé justo cuando ya era hora de comer. Después de la comida, me puse a traducir, ayudado por el pundite jefe del colegio, la mayor parte del capítulo ocho de Mateo al sánscrito. En esto estuve ocupado hasta las seis de la tarde. Después de las seis me senté con un pundite de Telinga, para traducir del sánscrito a la lengua de él. A las siete comencé a meditar sobre el mensaje de un sermón que prediqué luego en inglés a las siete y media. Cerca de cuarenta personas asistieron al culto, entre ellas un juez del Sudder Dewany Dawlut. Después del culto el juez contribuyó con 500 rupias para la construcción de un nuevo templo. Todos los que asistieron al culto se fueron a las nueve de la noche; me senté entonces para traducir el capítulo once de Ezequiel al bengalí. Acabé a las once, y ahora te estoy escribiendo esta carta. Después, clausuraré mis actividades de este día en oración. No hay día en que pueda disponer de más tiempo que esto, pero el programa varía.”

Al avanzar en edad, sus amigos insistían en que disminuyese sus esfuerzos, pero su aversión a la inactividad era tal, que continuaba trabajando, aun cuando la fuerza física no era suficiente para activar la necesaria energía mental. Por fin se vio obligado a permanecer en cama, donde siguió corrigiendo las pruebas de las traducciones.

Finalmente, el 9 de Junio de 1834, a la edad de 73 años, Guillermo Carey durmió en Cristo.

La humildad fue una de las características más destacadas de su vida, Se cuenta que, estando en el pináculo de su fama, oyó a cierto oficial inglés preguntar cínicamente: “¿El gran doctor Carey no era zapatero?” Carey al oír casualmente la pregunta respondió:

“No, mi amigo, era apenas un remendón.”

Cuando Guillermo Carey llegó a la India, los ingleses le negaron el permiso para desembarcar. Al morir, sin embargo, el gobierno ordenó que se izasen las banderas a media asta, para honrar la memoria de un héroe que había hecho más por la India que todos los generales británicos.

Se calcula que Carey tradujo la Biblia para la tercera parte de los habitantes del mundo. Así escribió uno de sus sucesores, el misionero Wenger: “No sé cómo Carey logró hacer ni siquiera una cuarta parte de sus traducciones. Hace como veinte años

(En 1855) que algunos misioneros, al presentar el evangelio en Afganistán (país del Asia Central), encontraron que la única versión que ese pueblo entendía, era la Pushtoo hecha en Sarampore por Carey.”

El cuerpo de Guillermo Carey descansa, pero su obra continúa siendo una bendición para una gran parte del mundo.

Carlos Hadon Spurgeon

Nació el año de 1834 en Inglaterra. Descendiente de cristianos refugiados de los Países Bajos que huyeron de la persecución desatada por Felipe II. Su padre Santiago Spurgeon y su abuelo fueron pastores.

A los 15 años buscó con anhelo intenso la comunión con Dios por lo cual asistía a diferentes iglesias. Su conversión ocurre durante una tormenta de nieve en cierta iglesia en la cual predicó un zapatero al no poder asistir el pastor. El sermón sencillo del zapatero se basó en "Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra" (Isaías 45:22). El joven Carlos comprendió el evangelio cuando el zapatero le dijo -¡Joven, mira a Jesús! ¡Míralo ahora!-. Recién salvo se dedica a la enseñanza en la Escuela Dominical de su iglesia y a distribuir folletos en cualquier oportunidad que tiene. Empieza a predicar a los 16 años en lugares como establos o en casas de agricultores. Unos meses después se le llama a pastorear la Iglesia de Waterbeach. Después de 2 años de predicar en la Iglesia de Waterbeach es llamado al Park Street Chapel de Londres cuya capacidad era de 1,200 oyentes, sin embargo solo había un puñado de creyentes que no cesaban de orar por un avivamiento. A los pocos meses el Park Street Chapel ya era insuficiente puesto que centenares de oyentes permanecían afuera. Para aumentar la capacidad de esta Iglesia se trasladan al Exeter Hall con capacidad para 4,500 personas. A los meses al intentar regresar nuevamente se dan cuenta de que el Park Street Chapel ahora New Park Street Chapel es ya insuficiente. La Iglesia decidió aumentar su capacidad de acuerdo a la gran cantidad de oyentes y el 19 de octubre de 1856 inauguran los cultos en el auditorio Surrey Music Hall con capacidad para 12,000 personas.

El día del primer culto el auditorio se llenó quedando 10,000 personas fuera, sin poder entrar. Este día se ensombreció por los enemigos del evangelio quienes sembraron el pánico entre la multitud al grito de ¡Fuego!¡Fuego!. En marzo de 1861 quedó terminado el Tabernáculo Metropolitano en el que Spurgeon predicó durante 31 años con un promedio de 5,000 personas, quienes se retiraban cada 3 meses para dar lugar a otras personas. Spurgeon escribió 135 libros, publicó un periódico ("La espada y la cuchara"), fundó y dirigió el orfanato de Stockwell y el Colegio de los Pastores. Indudablemente Spurgeon estuvo ungido por el Señor, el cual lo dotó con un poderoso don de la predicación; por lo que se le conoce con el título de "El príncipe de los predicadores". Al morir el año de 1892 dirigió estas últimas palabras a su esposa -¡Oh querida, he gozado un tiempo glorioso con mi Señor!-.En la lápida de su tumba en Norwood se lee: "Aquí yace el cuerpo de Carlos Hadon Spurgeon esperando la aparición de su Señor y Salvador Jesucristo".

Cortinas De Humo

Introducción Le saludo en el precioso nombre de nuestro Señor Jesucristo. Lo que está a punto de leer en este libro es realmente devastador. La información y los hechos que presentaremos, cambiarán su vida. Sea paciente conmigo y, por favor, lea el libro hasta el final. Usted nunca será la misma persona.

Al estudiar la Biblia, vemos que Satanás edificará una súper iglesia falsa -la ramera de la cual habla el libro de Apocalipsis (capítulos 6, 13, 17, 18). Según la profecía bíblica, la ramera tendrá gran poder político, económico, militar y educativo, y perseguirá y matará a los verdaderos creyentes en Cristo.

Siempre me preguntaba cómo Satanás lograría hacer esto sin que los cristianos se dieran cuenta y ofrecieran resistencia. Sin embargo, Satanás es el maestro del engaño, y he comprendido que él astutamente levanta cortinas de humo para que la identidad de la ramera quede oculta para la mayoría de los creyentes cristianos.

Permítame explicar lo que quiero decir con “cortinas de humo”. En una guerra hay diferentes formas de atacar al enemigo. Una técnica es levantar cortinas de humo cuando se quiere invadir un territorio. El humo confunde a todos, de tal manera que no saben dónde está el enemigo. La otra técnica es crear una quinta columna cuando un país está a punto de caer. En

ese caso, se envían agentes para desanimar al pueblo diciéndoles que no tienen esperanza, o por el contrario, que el enemigo no los atacará. En cierto sentido, ellos levantan sus propias cortinas de humo para crear confusión antes que ocurra el ataque.

Creo que se acerca un ataque de parte de la ramera que se menciona en Apocalipsis. Creo que ella está levantando cortinas de humo, y que hay otros, dentro de la comunidad cristiana, que también están levantando cortinas de humo. En Chick Publications creemos que la ramera del Apocalipsis es la Institución Católica Romana. Nuestra posición no es nueva. Durante la Reforma hubo hombres como Martín Lutero, Juan Knox, Juan Calvino y muchos otros; y luego los grandes predicadores como Moody, Finney, Spurgeon y otros, todos ellos creían lo mismo: que el Vaticano era la ramera. No fue sino hasta tiempos recientes que las cosas cambiaron.

Los jesuitas, en nuestros tiempos, influenciaron a la gente y comenzaron a levantar cortinas de humo a través de nuestros seminarios teológicos, y con esas cortinas, empezamos a ver a la ramera del Apocalipsis bajo una luz diferente. Ellos decían: *lo de la ramera+ “es algo que sucederá en el futuro”; o, “eso sucedió ‘hace mucho tiempo’”. Lo hicieron para confundir a los cristianos. Hoy, muchos lo creen. Fueron engañados como yo lo fui la primera vez que escuché a algunas de esas personas. Fue una ingeniosa cortina de humo. Al principio me confundió, pero ahora veo a la ramera en toda su plenitud, y es alarmante.

En este libro deseo mostrar algunas de las actividades que la ramera realizó en el pasado, lo que está haciendo ahora y cuál es su propósito final para el futuro. Al leer este mensaje, algunas personas se sentirán abrumadas, pero creo sinceramente que esta información debe darse a conocer. La gente debe saber lo que está sucediendo y cómo está trabajando Satanás para destruir la obra de Dios en estas horas finales.

A través de los medios de comunicación, se ha realizado una campaña multimillonaria para convencer a la gente de que soy un editor anticatólico intolerante que fomenta el odio. Realmente han logrado convencer a la gente. La verdad, sin embargo, es que amo tanto a los católicos que estoy dispuesto a arriesgar mi vida y mi empresa para alcanzarlos con el evangelio de Cristo, a fin de sacarlos del sistema religioso falso al que están sirviendo. Sé lo que este sistema ha hecho en el pasado y lo que está planeando hacer en el futuro. Estoy seguro de que cuando termine este mensaje, usted comprenderá a qué me refiero. Pero, oremos antes de comenzar.

“Amado Padre celestial y Señor, venimos ante ti y te damos gracias por el Calvario; te damos gracias, Señor, por tu obra consumada, por el terrible precio que pagaste por nuestros pecados, para que pudiéramos ser llevados al Amado. Padre, te damos gracias porque

podemos acercarnos con confianza al trono de gracia, y porque eres un Dios que escucha y responde las oraciones, porque nos proteges, nos amas y nos cuidas.”

“En el nombre de Jesucristo atamos las fuerzas de las tinieblas que rodean a todo aquel que esté leyendo este libro, y pedimos que los ángeles de Dios los protejan contra los ataques de las fuerzas satánicas.”

“Te pido que abras sus ojos espirituales y les des sabiduría para que puedan comprender. En el nombre de Jesucristo, ato en el lector todo espíritu de crítica o justicia propia. Señor, ayúdanos a quebrantarnos delante de ti cuando acudimos en busca de ayuda. Y Señor, oramos para que por la lectura de este libro, muchas personas sean salvadas, que comience a arder el fuego en el corazón de los cristianos, que puedan percibir quién es su enemigo, que sepan cómo está trabajando Satanás y que sepan cómo combatirlo.”

“En el nombre de Jesucristo pedimos tu ayuda para ganar la victoria sobre los poderes de las tinieblas. Padre, abre los ojos y los oídos de los que están leyendo este libro. Tócalos y permite que se den cuenta de lo que sucederá en este mundo. Señor, ayúdanos a permanecer fieles en tu servicio. Oramos en el precioso nombre de Jesucristo. Amén”.

Capítulo 1 El Dios Galleta Hay cristianos que están conscientes de lo que está sucediendo, pero muchos creen que todo está bien. Todos se aman. Los cristianos, los mormones, los judíos, los testigos de Jehová, los musulmanes —todos sirven al mismo Dios, pero en diferentes formas.

Si yo preguntara: “¿Puede usted participar con los católicos en la Cena del Señor?” Ellos responderían: “¿Por qué no?” Veamos si hay diferencias entre la misa y la Cena del Señor. Pero, antes de seguir adelante, permítame explicar que al pan o galleta que se usa en la misa, la llaman hostia. Cuando en la misa la hostia es consagrada y ofrecida como sacrificio, se convierte en la eucaristía. Trataré de explicar en forma sencilla aquello que constituye una de las grandes fuerzas motivadoras de la Institución Católica Romana. Es la eucaristía. Yo la llamo el Jesús galletita. Sé que los católicos se ofenderán por esto, pero no puedo evitarlo. Los evangélicos tienen que darse cuenta de qué es lo que creen respecto a este tema.

El Circulo católico Doble

En sus leyes canónicas, la Institución Católica Romana declara:

“Si alguno negara que el cuerpo y la sangre, junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, el Cristo entero, están contenidos verdadera, real y sustancialmente en el sacramento de la Sagrada Eucaristía; y dijera que El está allí sólo como signo o figura, que sea anatema" (anatema significa condenado, estar bajo maldición).”

“Si alguno dijera que Cristo, el unigénito Hijo de Dios, no debe ser adorado en el santo sacramento de la Eucaristía... y que El no debe ser presentado públicamente para ser adorado, y que los que le adoran son idólatras, ¡que sea anatema!”

Juan Pablo II en el servicio de amor

En ese momento, el sacerdote camina sosteniendo la galleta en alto, en la custodia, que luce como un sol resplandeciente, y la gente se acerca, la besa y la adora. Si algún protestante dijera: “Eso es idolatría”, ese protestante será anatema.

La eucaristía en la custodia, es llevada en procesión.

El círculo católico doble

ADORACIÓN PERPETUA – En el Convento de la Perpetua Adoración, dos hermanas benedictinas se arrodillan ante el Bendito Sacramento expuesto en una

custodia en la capilla del convento. Ya sea en el trabajo o en oración, las monjas dirigen sus vidas al Jesús que está presente en la eucaristía.

Para resumir, la Institución Católica Romana enseña que usted debe creer que el pan u hostia consagrada en la misa, realmente se convierte en Jesucristo y se le debe adorar como Dios Todopoderoso. Por esta razón, en 1554, un sacerdote en Escocia podía pararse con la eucaristía (el Jesús galletita) en la mano delante de una familia cristiana que estaba atada a postes, con ramas secas hasta la cintura. El sostenía ese pedazo de pan delante de ellos y preguntaba si lo que tenía en la mano era realmente el cuerpo, sangre y deidad de Jesucristo. Cuando decían: “No, es sólo un símbolo”, el ayudante del sacerdote acercaba su antorcha encendida a las ramas y quemaba a aquellos que creían en la Biblia. Mientras las víctimas daban gritos de agonía, el sacerdote sostenía en alto su crucifijo y decía: “Todo esto es para la gloria de Dios”.

Hoy en día se sostiene firmemente, con la misma fuerza con que se sostuvo en la Edad Media, que cualquiera que ridiculice la hostia o diga que sólo representa a Cristo, es condenado. El Concilio Vaticano II lo reafirmó. El Papa Juan XXIII dijo: “Acepto completamente todo lo que se decidió y declaró en el Concilio de Trento”.

¡¡Amados hermanos, esa ley canónica está en vigencia hoy!!

Capítulo 2 La mano De Roma Este es un libro difícil de escribir. Muchos pensarán que nada es cierto. Sin embargo, creo que podemos probar nuestra posición, tanto histórica como bíblicamente. Ponga mucha atención en los documentos que citaremos. Verá cómo Satanás actúa y nos rodea con la intención de destruir el cristianismo bíblico.

Creo que una de las razones por las que los protestantes de hoy son sumamente débiles es porque se ha encubierto la historia. Los libros se re-escribieron. Sólo bastan dos generaciones para que un hecho se olvide, en especial si no se habla de ello una y otra vez. Es lo que sucedió con el Holocausto que se llevó a cabo en la Segunda Guerra Mundial. Gracias a Dios, los judíos están presionando para que las cadenas de televisión muestren constantemente películas sobre el Holocausto, para que la gente recuerde lo que sucedió. Sin embargo, algunas cosas se encubrieron astutamente y quedaron en el olvido. La mayoría de los cristianos no saben nada

acerca del legado que han recibido, y del alto precio que pagaron los que vivieron antes que nosotros y se opusieron firmemente al sistema católico romano.

Muchos jóvenes no tienen idea alguna de lo que es una inquisición. Esta surge cuando una fuerza religiosa actúa con tal poder, falsedad y crueldad que destruye todo lo que se pone en su camino. Satanás ha insensibilizado nuestros oídos y pensamientos respecto a los crímenes del pasado, y los norteamericanos no podemos creer que algo así pueda suceder en nuestro país. ¿Sería posible?

Los cristianos de hoy son como pequeñas hojas de césped que crecen a la luz del sol, y una gran cortadora viene directamente hacia ella ¡y está cantando himnos! Es la Institución Católica Romana. Estas palabras son duras, pero tiene que recordar que los católicos romanos creen de todo corazón que su iglesia es la iglesia de Jesucristo. Creen que el papa es el vicario o representante de Jesucristo en la tierra. Dentro de la estructura católica romana hay una enseñanza llamada poder temporal. Esto quiere decir que el papa debe controlar a todas las personas sobre la faz de esta tierra, sus propiedades y su religión. Los jesuitas promueven este poder temporal, el cual significa un dictador a nivel mundial. Creen que es el único camino que se debe seguir, y los que se oponen, son enemigos del evangelio.

Aquí hay algo interesante. Trudeau, el ex ministro de Canadá que siempre estuvo rodeado de jesuitas, estaba preparando un “campamento de reclusión para civiles”. Este es un nombre elegante para los campos de concentración. Puede verificarlo en un artículo publicado el 4 de marzo de 1982, en el periódico Toronto Sun (Sol de Toronto). Eso está sólo al norte de los Estados Unidos. Como dije anteriormente, se han encubierto muchos hechos históricos. Veamos el pasado y examinemos la historia sangrienta del Vaticano. De esa manera usted tendrá los hechos históricos para decidir si el Vaticano es o no es la gran ramera. Retrocedamos ahora a través de la historia y veamos lo que sucedió en Francia, en la masacre de San Bartolomé, y lo que más tarde sucedió en Irlanda. Luego recordaremos lo que sucedió en Yugoslavia durante la Segunda Guerra Mundial.

The New Book of Martyrs (El Nuevo Libro de los Mártires) Masacre de los protestantes en el día de San Bartolomé.

El 22 de agosto de 1572 comenzó la sangrienta matanza de San Bartolomé. Este debía ser un golpe fatal para destruir el movimiento protestante en Francia. El rey de Francia astutamente

había arreglado el matrimonio de su hermana con el almirante Coligny, el máximo líder protestante. Hubo un gran banquete y mucha celebración. Después de cuatro días de festejo, los soldados recibieron una señal. A las 12:00 de la noche ingresaron a la fuerza, y al mismo tiempo, a las casas de todos los protestantes. Asesinaron al almirante, lanzaron su cuerpo a la calle por una ventana, luego lo decapitaron y su cabeza la enviaron al papa. También le cortaron los brazos y genitales, y durante tres días arrastraron su cuerpo por las calles, hasta que finalmente lo llevaron fuera de la ciudad y lo colgaron de los talones.

También mataron a muchos otros protestantes conocidos. En los primeros tres días asesinaron a más de 10 mil protestantes. Sus cuerpos los tiraban al río y la sangre corría por las calles hacia el río, hasta que éste parecía una corriente de sangre. Su ira infernal era tal, que mataban aun a sus seguidores si sospechaban que la creencia de ellos en el papa no era muy firme. De París, la destrucción se extendió a todo el país. Más de ocho mil personas fueron asesinadas entonces. Muy pocos protestantes escaparon de la furia de sus perseguidores.

En 1641, una matanza similar ocurrió en Irlanda. Para ello, los conspiradores escogieron el 23 de octubre, la fiesta de Ignacio de Loyola, fundador de la orden jesuita. El plan consistía en un levantamiento general en todo el país. Todos los protestantes serían asesinados a la vez. A fin de que estuvieran desprevenidos mientras preparaban los planes, realizaron actos extraordinarios de bondad hacia los protestantes. Esa mañana, muy temprano, los conspiradores salieron armados y mataron a todos los protestantes que encontraban. No tuvieron misericordia. Mataron a todos, desde niños hasta ancianos. Ni siquiera los inválidos se libraron. Fueron tomados por sorpresa. Por muchos años habían vivido en un ambiente de paz y seguridad, pero en esa ocasión no encontraron ningún lugar a donde huir. Fueron aniquilados por sus vecinos, amigos y aun por sus familiares.

Escena de la masacre irlandesa en 1642, cuando los papistas mataron cruelmente a 40 mil protestantes.

En muchos casos, lo que menos temían era la muerte. A las mujeres las ataban a postes, las desnudaban hasta la cintura, luego les cortaban los senos con tijeras y las dejaban sangrando hasta morir. A las que estaban embarazadas, las ataban a las ramas de los árboles, y mientras sus esposos eran forzados a mirar, sacaban a los bebés para dárselos a los perros como alimento.

Lo que acaba de leer está documentado y son hechos históricos reales. Se encuentra en Book of Martyrs (Libro de los mártires) de Foxe. Deseo que se dé cuenta de que estos dos asaltos criminales del Vaticano contra los cristianos de Francia e Irlanda, siguieron un plan similar. Antes de cada ataque, hubo un tiempo de reconciliación, cuando los católicos romanos actuaban amigables y cariñosos, y en ambos casos los cristianos sintieron un alivio tal que se confiaron, bajaron la guardia y dieron por sentado que el Vaticano había cambiado. Este fue su error fatal y les costó la vida. Mi oración es que usted no olvide lo que acaba de leer

Capítulo 3 Una Nueva Inquisición En El Siglo XX Tal vez usted dirá: “Eso sucedió hace mucho tiempo. Hoy las cosas han cambiado”. Pero, ¿ha cambiado realmente el Vaticano? Veamos lo que hizo durante la Segunda Guerra Mundial. Quizá usted no haya leído LOS PADRINOS, de la serie de historietas Los Cruzados, o el libro LA HISTORIA SECRETA DE LOS JESUITAS; por tanto, no sabe lo que sucedió entre bastidores durante la Segunda Guerra Mundial. Permítame dar un breve resumen de lo que ocurrió.

A fin de conquistar el mundo para el catolicismo romano, el Vaticano formó y financió la maquinaria de guerra de Hitler y los jesuitas prepararon secretamente la Segunda Guerra Mundial. Hitler, Mussolini y Franco serían los defensores de la fe. Ellos fueron preparados para ganar y conquistar el mundo, y establecer un milenio para el Papa. Entre bastidores, los jesuitas controlaban la Gestapo. Todos estos datos están totalmente documentados en LA HISTORIA SECRETA DE LOS JESUITAS, libro publicado por Chick Publicaciones.

El 3 de mayo de 1945, el día en que murió Hitler, la prensa de Franco, el dictador español, publicó lo siguiente: “Adolfo Hitler, hijo de la Iglesia Católica, murió mientras defendía al cristianismo”. Más adelante decía: “Sobre sus restos mortales se yergue su victoriosa imagen moral. Con el triunfo del mártir, Dios le da a Hitler los laureles de la victoria”.

Hitler mismo declaró: “Aprendí mucho de la orden de los jesuitas. Hasta ahora, nunca ha existido en la tierra nada más grandioso que la organización jerárquica de la Iglesia Católica. Yo transferí a mi partido mucho de esta organización”.

Walter Schellenberg, ex jefe del contraespionaje nazi, declaró: “Himmler formó la organización de la Gestapo siguiendo los principios de la orden jesuita. Los reglamentos y

Ejercicios Espirituales, prescritos por Ignacio de Loyola, fueron el modelo que Himmler trató de copiar exactamente. El título de Himmler como jefe supremo de la Gestapo se usó como equivalente del título de 'general' de los jesuitas, y toda la estructura fue una imitación casi exacta del orden jerárquico de la Iglesia Católica”.

Franz von Papen, otro nazi poderoso cuya participación fue fundamental para establecer el concordato entre Alemania y el Vaticano, dijo: “El Tercer Reich es la primera potencia mundial que no sólo reconoce, sino que pone en práctica los elevados principios del papado”. Y, ¿qué es un concordato? Es un acuerdo entre el Vaticano y un gobierno. En lo que respecta al Vaticano, el gobierno que firma el concordato llega a ser parte del gobierno de Dios, y el Vaticano tiene el propósito de estabilizar ese gobierno, y brindarle protección divina y protección internacional.

Así como Italia, Alemania firmó un concordato con el Vaticano en Roma en el año 1933.

Los Padrinos, por Publicaciones Chick, p. 20.

Para la firma del concordato estuvo el cardenal Pacelli, que mas tarde llegó a ser el papa Pío XII. En 1933 él era el secretario de estado del Vaticano. El segundo, de la izquierda es Franz von Papen, un nazi siniestro y católico romano devoto, quien fue un perito diplomático de Hitler y agente del Vaticano que ayudó para que Hitler llegara al poder. De pie, en el extremo derecho, se puede ver a Montini, prelado del Vaticano que para entonces era poco conocido, y que más tarde llegaría a ser el papa Paulo VI.

Hitler con el obispo Muller del Reich y Abbot Schachleiter, rodeados de los jefes del partido -septiembre de 1934.

ADOLFO HITLER DIJO:

“Personalmente estoy convencido del gran poder y profunda significación del cristianismo, y no permitiré que se promueva ninguna otra religión. Por esa razón me alejé de Ludendorff y rechazo el libro de Rosenberg. Lo escribió un protestante. No es un libro del Partido. El no lo escribió como un hombre del Partido. Que los Protestantes discutan con él... Como católico, nunca me siento cómodo en la iglesia evangélica o sus estructuras. Por eso tendría gran dificultad si tratara de reglamentar los asuntos de las iglesias protestantes. De todas maneras el pueblo evangélico o los protestantes me rechazarán. Pero ustedes pueden estar seguros: Protegeré los derechos y la libertad de las iglesias y no permitiré que las toquen, por tanto, no deben temer por el futuro de la iglesia."

Hitler también estuvo dispuesto a dialogar con el obispo acerca de sus puntos de vista respecto a los judíos: “En cuanto a los judíos, sólo estoy siguiendo la misma política que durante 1,500 años ha adoptado la Iglesia Católica, al considerarlos peligrosos y confinarlos a guetos, etc., porque ella sabía cómo eran ellos. No pongo la raza por encima de la religión, pero en los representantes de esta raza veo el peligro para la iglesia y el estado, y tal vez yo esté prestando un gran servicio a la cristiandad.”

La foto anterior y las citas de arriba son del libro “The Nazi Persecution of the Churches,” (La Persecución Nazi Contra las Iglesias), por J.S. Conway, pp. 25, 26, 162.

Los tres grandes defensores de la fe católica romana fueron Hitler, Mussolini y Franco. Los tres firmaron concordatos con el Vaticano. Cuando la maquinaria de guerra nazi arrasó los Balcanes mientras se dirigía a atacar Rusia, Yugoslavia ya había sido ocupada por los nazis.

Bison Picture Library & Our Sunday Visitor, 29 de Marzo 1981

El papa despreció a los miembros de la Iglesia Ortodoxa Rusa. A estos los llamaron serbios y en Yugoslavia los sentenciaron a la muerte. Sólo les dieron una opción: convertirse al catolicismo, o morir.

¿Por qué los mataron? ¿Por qué el papa tenía tal aversión contra los ortodoxos rusos? Como dijimos en LOS PADRINOS, el Vaticano creó el partido comunista para destruir a uno de sus mayores enemigos, la Iglesia Ortodoxa Rusa. Sin embargo, los comunistas traicionaron al papa y rehusaron destruir a los miembros de esa iglesia. Finalmente, el papa Pío XII creó un plan para hacer lo que los comunistas no habían hecho: matar a todos los miembros de la Iglesia Ortodoxa y a sus ministros. Veamos cómo lo llevaron a cabo.

Stane Kukavica, un monje franciscano, a quien vemos también con el uniforme de la Ustashi.

Los sacerdotes católicos cambiaron la sotana por el uniforme de los temibles escuadrones asesinos de la Ustashi, dirigieron los asaltos más bárbaros y brutales contra los ortodoxos, y practicaron torturas satánicas que nunca antes se habían visto en el siglo XX. No hablamos de 800 años atrás, sino del año 1940. Para entonces yo estaba en la secundaria.

La ramera del Apocalipsis mostró sus colmillos, destruyó por completo a sus enemigos y encubrió sus crímenes astutamente. Todo esto está documentado en muchos libros, incluyendo el de Avro Manhattan, CATHOLIC TERROR TODAY (El Terror Católico Hoy), de donde tomamos las siguientes citas:

“A la población no católica de la Croacia católica (Yugoslavia) le dieron a escoger: la conversión o la muerte. Cerraron sus templos, destruyeron los documentos parroquiales, quemaron los edificios eclesiásticos, con frecuencia arrestaban a los feligreses ortodoxos en sus templos y los dejaban allí, o en salones locales, mientras esperaban su suerte: conversión a la fuerza, campos de concentración o ejecución. Su supervivencia a menudo dependía del capricho de los comandantes de la Ustashi y de los padres católicos (sacerdotes) que los acompañaban”.

En abril de 1942, Ante Pavelic, jefe del estado de Croacia de la Ustashi, rodeado del clero católico de Croacia. El fue para Yugoslavia lo que Hitler fue para Alemania.

Los obispos y arzobispos de Croacia le dieron a la Ustashi apoyo total. En la foto, se ve a los obispos y arzobispos de Croacia con Ante Pavelic, durante una de sus frecuentes conferencias con él.

Monjas marchando junto con los legionarios nazis de Croacia (Ustashi)

Pavelic entre monjas croatas. Pavelic las condecoró (vea las condecoraciones en el pecho) por sus "heroicos" actos con la Ustashi.

Un miembro de Ustashi, con una sádica sonrisa en el rostro, corta con un hacha la cabeza de un hombre.

Esta fotografía de miembros de la Ustashi fue tomada en Bosnia, en 1943, antes que ejecutaran a su víctima.

“A la población no católica de la Croacia católica (Yugoslavia) le dieron a escoger: la conversión o la muerte. Cerraron sus templos, destruyeron los documentos parroquiales, quemaron los edificios eclesiásticos, con frecuencia arrestaban a los feligreses ortodoxos en sus templos y los dejaban allí, o en salones locales, mientras esperaban su suerte: conversión a la fuerza, campos de concentración o ejecución. Su supervivencia a menudo dependía del capricho de los comandantes de la Ustashi y de los padres católicos (sacerdotes) que los acompañaban”.

“Además de los asesinatos masivos, realizaban la masacre de individuos, principalmente en los distritos rurales. La Ustashi frecuentemente usaba las armas más primitivas, tales como horcas, palas, martillos y serruchos, para torturar a sus víctimas antes de matarlas. Les quebraban las piernas, les arrancaban la piel y la barba, los cegaban cortándoles los ojos con cuchillos e inclusive arrancándoles los ojos de sus cuencas”. Esta información está documentada con fotografías y el testimonio bajo juramento de los sobrevivientes.

Un sacerdote llamado Iván Raguz constantemente incitaba a la matanza de todos los serbios, incluyendo a los niños, para que así "ni siquiera quedaran los descendientes de las bestias".

“No perdonaban ni a mujeres ni a niños. Citaremos sólo un caso: ‘En las aldeas entre Vlasénica y Kladanj, las tropas nazis ocupantes descubrieron a niños que la Ustashi había atravesado con estacas; sus pequeños miembros se veían retorcidos por el dolor’. Los sacerdotes católicos apoyaban la matanza de niños”.

“Un sacerdote católico llamado Juric dijo: ‘Hoy ya no es pecado matar a un niño de siete años, si ese niño se opone a nuestro movimiento de la Ustashi’”.

El monje franciscano Miroslav Filipovic, a la izquierda, con sotana de sacerdote. A la derecha, con el uniforme de la Ustashi. Filipovic fue el comandante del campo de concentración de Jasenovac.

El campo de concentración de Jasenovac se distinguió por el número de prisioneros jóvenes que enviaban allí. En 1942, en el campo hubo más de 24,000 jóvenes ortodoxos. De éstos, mataron a 12,000 a sangre fría.

Cuerpos de niños que murieron de inanición en el campo de concentración de Jasenovac.

Miembros de la Ustashi llevan la cabeza

de un sacerdote ortodoxo serbio.

En Dubrovinick, Dalmacia, unos soldados fascistas tenían fotografías de un miembro de la Ustashi que usaba dos collares. Uno era de ojos sacados de sus cuencas y el otro de lenguas arrancadas de serbios ortodoxos asesinados.

“Las peores atrocidades, aunque parezca extraño, las ejecutaron los miembros de la inteligencia. El caso de Peter Brzica es, sin duda, uno de los más increíbles en esta categoría. Peter Brzica asistió al Colegio Franciscano de Siroki, Brijeg, en Herzegovina. Fue estudiante de leyes y miembro de la organización católica de los Cruzados. La noche del 29 de agosto de 1942, en el campo de concentración de Jasenovac, se dio la orden de llevar a cabo ejecuciones. Se hicieron apuestas sobre quién podría matar al mayor número de detenidos. Con un afilado cuchillo de carnicero, Peter Brzica cortó el cuello de 1,360 prisioneros. Después de proclamarlo como el ganador de la competencia, lo eligieron Rey de los Cortacuellos. Sus premios fueron un reloj de oro, una vajilla de plata, un lechón asado y vino”.

Las atrocidades cometidas por la Ustashi iban más allá de la tortura física. Sus víctimas también eran torturadas emocionalmente. Un ejemplo de esa brutalidad sin precedentes está registrado en los testimonios bajo juramento de varios testigos en relación con el siguiente incidente.

En Nevesinje, la Ustashi arrestó a toda una familia serbia, formada por el padre, la madre y cuatro hijos. La madre y los hijos fueron separados del padre. Durante siete días no les dieron nada de comer ni beber. Luego, a la madre y a los hijos les dieron un buen trozo de carne asada y mucha agua. Puesto que tenían tanta hambre, se comieron toda la carne. Después que terminaron de comer, los de la Ustashi les dijeron que habían comido carne de su padre.

Esto sucedió en el siglo XX. Es un ejemplo de la ira incontrolable del Vaticano. En cierta ocasión leí: “Cuando Roma está en la minoría, es tan tierna como un cordero; cuando está en igualdad de posiciones, es tan astuta como un zorro; y cuando está en la mayoría, es tan feroz como un tigre”. Creo que esta es una descripción exacta del catolicismo romano.

Capítulo 4 La Ramera Del Apocalipsis

¿Cree usted que el monstruo del que estamos hablando es simplemente una iglesia rebelde o apóstata, como dicen muchos líderes cristianos, o cree que es la ramera del Apocalipsis? Veamos las Escrituras para comprobarlo. Apocalipsis 17:1 dice: “Te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas”. En la Biblia, la referencia a muchas aguas significa multitud de personas. Hoy el Vaticano se jacta de tener más de mil millones de seguidores.

El pasaje luego dice: “Con la cual han fornicado los reyes de la tierra” (v. 2) Si hacemos un repaso de la historia, nos damos cuenta de que casi todos los reyes tuvieron lazos políticos, económicos o religiosos con el Vaticano, comenzando desde Constantino el Grande, quien fue realmente el primer papa y presidió el primer concilio. Constantino nunca tuvo la experiencia de la salvación (esa fue otra cortina de humo) Hoy, la mayoría de las naciones tienen representantes diplomáticos en el Vaticano.

“Y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación” (v. 2) Acabamos de ver la furia manifestada en la Segunda Guerra Mundial y que ésta fue preparada por los jesuitas. La Biblia continúa diciendo: “Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata” (v. 4). Estos son los colores oficiales del Vaticano. “Y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas”. ¿Sabía usted que el Vaticano es la organización más rica sobre la faz de la tierra? Más adelante trataremos este tema en forma más detallada. La Biblia luego dice: “Y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE” (v. 5) ¿De dónde vino el catolicismo? Si investiga un poco, encontrará que vino de los antiguos misterios babilónicos, los que se remontan a Nimrod y Semiramis. Sólo se cambiaron los nombres para darle la apariencia de una organización cristiana.

“La madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra”. ¿Me permite mencionar algunas abominaciones que vinieron de Roma? Entre ellas está el partido nazi que estaba formado por jesuitas y otros católicos de alta posición jerárquica. Luego está el partido comunista, otro producto o rama de la madre de las rameras.

Vea estos nombres: Marx, Engels, Stalin, Lenin y Fidel Castro. Todos fueron entrenados y dirigidos por jesuitas. Por tanto, eran hijos de la iglesia. Estos son sólo algunos, sin mencionar algunas sectas espiritistas como el vudú. En la creencia vudú declaran que, junto con su religión de posesión demoníaca, creen en la “santa Iglesia Católica Romana”.

La Biblia dice después: “Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos”. La Institución Católica Romana, sólo durante la Inquisición española, torturó, mutiló y mató a 68 millones de personas, y muchos eran cristianos que creían en la Biblia.

The New Book of Martyrs (El Nuevo Libro de los Mártires) Una representación de las torturas que se usaron en la Inquisición.

¿Quién cree usted que es la ramera del Apocalipsis? ¿Es algo que vendrá en el futuro, o estamos ahora sujetos a ella? Es obvio que la Institución Católica Romana es la ramera del Apocalipsis, ¡y a Dios le desagrada! El desea que Su pueblo salga de allí para que Su amor se manifieste. Dios dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).

A fines de la alta Edad Media, cuando los papas controlaban Europa con crueldad, Dios levantó a hombres y mujeres cristianos que conocían la Biblia y proclamaron en voz alta que la mortal Institución Católica Romana es la ramera del Apocalipsis

Capítulo 5 Otro Evangelio

Como cristiano, ¿qué debo hacer en cuanto a la ramera del Apocalipsis? Se me acusa de no mostrar amor y ser muy duro al denunciar el catolicismo. ¿Es contrario a la Biblia lo que digo? Veamos.

Doctrinalmente, el cristianismo bíblico y el catolicismo romano están tan separados como el este del oeste. Uno se basa en la Biblia y el otro en las tradiciones de hombres. Entonces, ¿cómo podríamos caminar juntos sin transigir en nuestras convicciones? Es imposible.

Muchos protestantes y católicos carismáticos afirman que el Espíritu Santo los está uniendo. Pero, ¿es el Espíritu Santo de Dios? ¿O podría ser un espíritu diferente? ¿Están los católicos carismáticos alejándose de la ramera del Apocalipsis? ¿O están siendo usados para atraer a los protestantes a Roma?

Algunos católicos carismáticos declaran que después de haber sido bautizados por el Espíritu Santo, tienen una relación más profunda con la virgen María, pueden recitar el rosario en lenguas, y cosas por el estilo. Nada de esto se encuentra en la Biblia. Son inventos de hombres. En 2 Corintios 11:2-4 dice: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis”. Pablo les advierte aquí que no sigan a cualquiera que predique otro evangelio.

En Juan 16:13 dice: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir”.

Dios el Espíritu Santo es el espíritu de verdad. ¿Cómo podría El guiar a alguien para que caiga aún más profundamente en el error? Es imposible. Ese es otro espíritu y no proviene de Dios. Satanás es el maestro del engaño, y este es su astuto juego religioso para conducir a los protestantes bajo el control de la ramera.

¿Ha cambiado Roma? Cuando la ramera del Apocalipsis elimine las misas y la veneración (adoración) a María; cuando se deshaga de sus rosarios y se arrepienta por declarar que María estuvo libre del pecado original, como lo estuvo Jesucristo; cuando admita que inventó la idea del purgatorio; y cuando los sacerdotes de Roma acepten el sacerdocio de todos los creyentes; cuando la ramera del Apocalipsis haga todo eso, entonces creeré que está cambiando. Algunos dicen que ella ya está cambiando, pero sólo está cambiando sus tácticas.

¿Cómo seduce a sus víctimas una prostituta o ramera? Proverbios 7:6-10 nos dice lo siguiente: “Porque mirando yo por la ventana de mi casa, por mi celosía, vi entre los simples, consideré entre los jóvenes, a un joven falto de entendimiento, el cual pasaba por la calle, junto a la esquina, e iba camino a la casa de ella, a la tarde del día, cuando ya oscurecía, en la oscuridad y tinieblas de la noche. Cuando he aquí, una mujer le sale al encuentro, con atavío de ramera y astuta de corazón”. Luego los versos 21-22, 24-27 dicen: “Lo rindió con la suavidad de sus muchas palabras, le obligó con la zalamería de sus labios. Al punto se marchó tras ella, como va el buey al degolladero, y como el necio a las prisiones para ser castigado... Ahora pues, hijos, oídme, y estad atentos a las razones de mi boca. No se aparte tu corazón a sus caminos; no yerres en sus veredas. Porque a muchos ha hecho caer heridos, y aun los más fuertes han sido muertos por ella. Camino al Seol es su casa, que conduce a las cámaras de la muerte”.

La Biblia dice que la madre de las rameras seducirá con su astucia a reyes y naciones, y que éstas han sido embriagadas; es decir, están confundidas, desorientadas, inestables, por lo que ella fácilmente puede engañarlas y conquistarlas.

Hoy, la ramera ha engañado y adulado a nuestros líderes cristianos para hacerles creer que ella es parte del verdadero cuerpo de Cristo, y que es simplemente una iglesia rebelde o apóstata.

Rex1 habla con el papa

"Qué momento tan especial fue cuando al fin saludé personalmente al Papa Juan Pablo II. No hay duda de que había oído de nuestro ministerio. Compartí con él nuestra visión para los próximos tres años: Llevar el mensaje del evangelio a todas las naciones de la tierra por medio de la televisión.

"Mientras hablábamos, me fui dando cuenta que tenemos la misma misión: Edificar el cuerpo de Cristo; Exhortar a nuestros hermanos en el Señor; Ganar al mundo para el reino; Compartir el mensaje radiante que Cristo nos ha dado... 'ustedes son amados'.

"Me habría gustado que ustedes hubieran estado allí, a mi lado, mientras estaba con el papa Juan Pablo II. Ese fue un momento de mucho significado en mi vida personal, en mi vida espiritual...".

1Rex Humbard, conocido evangelista de los E.U.A. THE ANSWER, marzo de 1980

Me sorprendió mucho cuando se me acusó de dividir a los hermanos en Cristo. Los que lo hicieron, citaron el siguiente versículo: “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones, que os apartéis de ellos”. Pero, ¿por qué no incluyeron la parte central del versículo? ¿Acaso hay algo erróneo en esas palabras? Dice así: “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos”. Este versículo se encuentra en Romanos (16:17), el gran libro de la salvación por la fe y no por las obras. Dice que nos apartemos de aquellos que enseñan otra doctrina que no sea la salvación por la fe sola en Cristo. Es una advertencia

contra las sectas. Una secta es todo aquello que nos aleja del sacrificio suficiente de Cristo en el Calvario.

Es cierto que estoy causando una división, pero no entre los hermanos en Cristo. Debemos aclarar a cuál tipo de división nos referimos. No debemos crear división entre nuestros hermanos en Cristo, los que creen en el verdadero evangelio de la salvación por la fe, y sólo por la fe. Pero la Biblia nos dice que debemos separarnos de aquellos que enseñan una doctrina falsa -otro evangelio. Es una división entre los salvos y los perdidos.

En Mateo 10:34-39, Jesucristo dijo: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará”. Jesucristo está hablando de separación. Cualquiera que sea el costo, debemos permanecer fieles al evangelio.

Creo que las palabras de un apreciado hermano en Cristo nos ayudarán a mirar las cosas desde una perspectiva correcta. El dijo: “Puesto que vivimos en un tiempo cuando tanto atraen términos como amor y unidad, es muy difícil decir que estas palabras se sacaron de su contexto y que tienen un significado distinto al que creemos. Amor sin verdad es corrupción. Transigir es rechazar el evangelio, y sin el evangelio, no hay esperanza. Si tuviéramos que escoger entre unidad y verdad, la unidad debe someterse ante la verdad, porque es mucho mejor estar divididos por la verdad, que estar unidos en el error.”

Dios dice en su Palabra que lo importante es la verdad, que debemos alejarnos de aquellos que no apoyan la verdad. Dios dice que debemos examinar todo con cuidado, aferrarnos a lo que es bueno y rechazar lo que es malo. ¿Nos atreveremos a rechazar lo que dice Dios?

Algunos afirman que estamos a punto de llegar al final de la era protestante y que veremos el nacimiento de la súper iglesia. Sin embargo, esa súper iglesia siempre ha estado aquí. Como pueblo de Dios, debemos oponernos a ella y decirles a los católicos romanos que, en obediencia a Cristo, deben salir de allí.

En Efesios 5:11, la Palabra de Dios nos dice: “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas”. Reprender significa expresar desacuerdo con algo,

reprender, desenmascarar. Respecto a la madre de todas las rameras, Apocalipsis 18:6-7 dice: “Dadle a ella como ella os ha dado, y pagadle doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble. Cuanto ella se ha glorificado y ha vivido en deleites, tanto dadle de tormento y llanto”.

Ese es el único lugar en las Escrituras en que se nos dice que debemos pelear. Es nuestra responsabilidad. Ella ha traicionado al pueblo católico. Está destruyendo al protestantismo. Pero, por la gracia de Dios, le quitaremos a esa ramera las vestiduras de falsa religiosidad y dejaremos al descubierto sus sucias llagas infectadas, sus mentiras, sus crímenes, la sangre que hay en sus manos, y sus intenciones criminales contra el pueblo de Dios. Cuando la desenmascaremos y el pueblo católico y el mundo vean lo que ha hecho, huirán de ella y retornarán a Cristo.

¿En qué clase de guerra deben estar los cristianos? ¡En una guerra espiritual! No tenemos que tomar armas de fuego y perseguir al pueblo católico. Debemos entender lo que esto implica. Nos encontramos en guerra espiritual por las almas de las personas. La Biblia dice: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12)

La Biblia lo explica en Efesios 6. Si obedecemos y nos armamos para pelear la guerra espiritual, entonces saldremos victoriosos. Sin embargo, Cristo tiene que ir delante de nosotros.

Hermano, estamos en una guerra espiritual. Permanezcamos en la ofensiva. No nos rindamos nunca. Satanás odia la oración. En el nombre de nuestro Señor, ejerzamos autoridad sobre los poderes de las tinieblas. Ataquemos las puertas del infierno y Satanás retrocederá. El nos hará daño sólo si Dios le da la autoridad; por eso él alardea, miente, amenaza, etc. Cualquiera que sea su técnica para confundirnos, si el Señor Jesucristo es ensalzado, Satanás es perjudicado. Y cuando terminemos, debemos tener valor para mantenernos firmes. Nosotros no podemos hacerlo solos... es únicamente por medio de la gracia y poder de Dios. Cuando vayamos a la batalla, pidamos siempre al Señor que vaya delante de nosotros.

¿Estoy equivocado al desenmascarar a la ramera? ¡No! Estoy obedeciendo la Palabra de Dios. Tal vez nuestro punto de vista no sea el más aceptado, pero nuestro propósito no es agradar a las personas. Gálatas 1:10 dice: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”.

Capítulo 6 Encubrimiento

Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, habían motivos suficientes por los que el Vaticano debía sentirse avergonzado. El papa Pío XII, después de haber armado la maquinaria de guerra nazi, vio que Hitler estaba perdiendo la batalla contra Rusia. Al darse cuenta de que su prestigio estaba en peligro, el papa de inmediato se pasó al otro bando y el general Eisenhower lo salvó. El papa Pío XII debería de haber comparecido ante los jueces en Nuremberg. Por sus crímenes de guerra, merecía la muerte. Sin embargo, el Vaticano usó toda su influencia y el papa Pío XII salió libre de toda culpa.

Mucha gente sabía que el Vaticano era responsable por la Segunda Guerra Mundial, por tanto, era tiempo de hacer algo para mejorar su imagen. Había llegado el momento de levantar cortinas de humo. Se convocó el Concilio Vaticano II y la madre de todas las rameras se puso un nuevo maquillaje. Con las manos llenas de sangre se limpió la boca y dijo: “He cambiado. Ahora acepto a los protestantes. Ya no los llamaré herejes, sino hermanos separados”. Pidió a los protestantes que olvidaran el pasado. Desde ese momento harían énfasis en el evangelio del amor. Era tiempo de sanidad, de conciliación. Tal como en Francia e Irlanda. ¿Recuerda?

Catholic Twin Circle, 11 de octubre de 1981

Obispo Fulton J. Sheen

En las librerías evangélicas había tantos libros que denunciaban a la ramera, que el Vaticano tuvo que crear un enemigo común para católicos y evangélicos, de manera que todos se unieran contra él. El obispo Fulton J. Sheen lanzó un ataque anticomunista y, tal como habían calculado, comenzaron a surgir un sinnúmero de ministerios anticomunistas para denunciar al monstruo de Moscú.

La Sociedad John Birch cobró fuerza, con ayuda de los jesuitas, porque contribuía al propósito de éstos: Que la atención de los protestantes ya no estuviera enfocada en el Vaticano, sino en el comunismo. En ese tiempo, el senador McCarthy ganó popularidad. Las casas editoras dejaron de publicar libros que desenmascaraban a la ramera y dirigieron su atención al comunismo. Algunas casas publicadoras cristianas fueron compradas; otras no quisieron declarar abiertamente su posición porque hubiera escandalizado a algunas personas.

Por tanto, el Vaticano estaba logrando sus propósitos. Sus hombres, ubicados en denominaciones protestantes, fruncían el ceño al oír sermones anticatólicos y, en los Estados Unidos, influyeron para que no se practicara ese tipo de predicación. Estábamos en una guerra fría con Rusia. Hollywood, influenciado por un poderoso grupo católico, sacó al mercado películas como “La Canción de Bernadet” y “Siguiendo mi Camino”, y un sinnúmero de películas emocionantes que glorificaban la fe católica. Por otro lado, promovieron películas como “Elmer Gantry”, que mostraban a evangelistas protestantes deshonestos. Por ejemplo, en la película “Dragnet”, el cristiano siempre llevaba una Biblia grande, y apareció sonriendo después de haber estrangulado a su abuela en el ático. Los sacerdotes, en cambio, siempre eran buenos, tal como se presenta en la popular serie de televisión llamada “MASH”. Como puede ver, sicológicamente tratan de influir en nosotros de muchas maneras.

Cincuenta Años Del Cine

ARRIBA: Ingrid Bergman y Bing Crosby en " Las Campanas de Santa María", la secuela popular de "Siguiendo mi Camino".

IZQUIERDA: Bill Christopher, que hace el papel del Padre Mulcahy, en la popular serie de televisión " MASH".

OUR SUNDAY VISITOR Abril 5 de 1981

Capítulo 7 El Mundo Del Espectáculo

¿Puedo hablar de la televisión cristiana? Creo que debo hacerlo. Veamos lo que ha pasado con las cadenas de televisión cristiana. Hace unos años estaba Jim Bakker, en PTL [Praise the Lord]. Ahora están el Club 700 con Pat Robertson, y en la costa oeste de los Estados Unidos, los más conocidos son Paul y Jan Crouch con su TBN [Trinity Broadcasting Network] Todos ellos tienen algo en común. En sus programas presentan a sacerdotes y monjas.

He visto los programas de Paul y Jan en el canal 40 de Los Angeles, y a veces siento una profunda tristeza al ver a todos esos sacerdotes y monjas. Una vez escuché que Paul y Jan decían: “No entiendo nada de la misa, pero es muy interesante”. Dios nos advirtió que, como cristianos, no debemos tener relación alguna con las obras de las tinieblas.

En su cadena de televisión patrocinan a un sacerdote. Su nombre es Manning. Con una expresión que inspira lástima, él se dirige a los protestantes y les pide dinero para patrocinar a misioneros católicos. Al enviar dinero a TBN para este sacerdote, los cristianos están privando de apoyo a sus propios pastores e iglesias. Y las abuelitas que le envían sus ofrendas de amor, sólo están enriqueciendo más al Vaticano. Llegará el momento en que tendrán que dar cuenta por muchas cosas.

Lo que vemos ahora es espectáculo cristiano. Hay un grupo de nuevas estrellas que entonan cancioncitas animadas e himnos alegres, tocan tambores, usan lentejuelas y nos dicen lo bueno que es Jesús. Durante horas y horas podemos ver a una variedad de predicadores y cantantes. Así, ¿quién desea leer la Biblia cuando se puede ver televisión cristiana? Para muchos, la televisión parece haber reemplazado a la Palabra de Dios. Han fijado sus ojos en personas, en vez de recurrir a la Biblia para encontrar respuestas y estudiar la historia para entender lo que está pasando.

Algunas personas sintonizan los canales cristianos como si fueran un amuleto. Creen que por tener el televisor encendido en un programa santo, Dios los bendecirá. Tengo un amigo cuyo padre es católico romano. Este señor va a misa, golpea a su esposa, blasfema constantemente y toma bebidas alcohólicas, pero mira programas cristianos todas las noches. Su casa está llena de crucifijos e imágenes de santos y la virgen María. Sin embargo, toma hasta quedar totalmente borracho. El se sienta con su cigarro y sus tragos, con los pies sobre una silla, y mira a Paul y Jan. Después de ver a católicos en esa cadena de televisión, él está convencido de que va camino al cielo. Cuando su yerno trata de hablarle de Cristo, este hombre le muestra a los sonrientes sacerdotes y monjas que presentan en las estaciones cristianas de televisión, y dice: “¿Ves? Todos somos cristianos”. Creo que la sangre de este hombre estará sobre las manos de esas personas.

El Vaticano tiene un satélite y el papa puede hablar a la vez a todos los católicos romanos sobre la faz de la tierra. Si uno trata de mantener “buenas relaciones” con el Vaticano, sale perdiendo. Creo que en el futuro veremos que nuestros héroes de la televisión cristiana, juntamente con sus ministerios gigantes, serán desplazados uno por uno. Todos los grandes

caerán por una u otra razón. Y el último héroe que se mantendrá con vida será Su Santidad en el Vaticano, y el mundo lo amará.

En 2 Corintios 6:14-15, la Biblia dice: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?” Y los versículos 17-18 continúan diciendo: “Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”.

NOTICIAS

OUR SUNDAY VISITOR

Prepárate América, ya viene la TV Católica Nacional

Por Carlos A. Savitskas

La idea de tener una cadena de televisión católica nacional ya no es sólo un sueño. Dentro de la iglesia se está formando rápidamente una vasta cadena de telecomunicaciones, y los planificadores en los Estados Unidos dicen que entre los meses de septiembre y enero, unas 75 diócesis importantes estarán usando el satélite de comunicaciones Westar por medio de una serie de estaciones terrestres. No ha habido ningún problema con los planes técnicos, y en realidad éstos están muy avanzados. Las 75 estaciones terrestres diocesanas que se calculan, llamadas downlinks [canales que envían información desde el satélite], recibirán vía satélite la mayor parte de su material para transmisión, desde uno o dos puntos de distribución de programas, llamadas uplinks [canales que transmiten desde la tierra al satélite]. Uno de esos uplinks estará sin duda en Nueva York. Si se construye otro, estará en la costa oeste, posiblemente en San Francisco o Los Angeles. Los uplinks serán administrados por la Cadena Católica Nacional de Telecomunicaciones recientemente establecida. Y el satélite perteneciente a Western Union se arrendará, al principio, por cinco horas diarias, cinco días a la semana.

Sin embargo, el próximo año se buscará tiempo adicional en el nuevo satélite de la RCA, y dentro de dos o tres años los planificadores esperan usar satélite las 24 horas del día.

Desde el pasado mes de septiembre, la compañía de asesoría técnica, Satélite System Engineering (Ingeniería de Sistemas de Satélite) de Washington, D.C., ha estado trabajando en las especificaciones de diseño de las estaciones terrestres, tanto los downlinks como los uplinks. También han estado evaluando ofertas para la construcción del sistema. Hasta el momento, Microondas y material para programas de calidad, que el sistema busca ansiosamente.

El éxito depende de la calidad de la programación. Si esta es buena, los costos se cubren solos. Por primera ves la iglesia estará compitiendo con estaciones de las cadenas para conseguir televidentes. Si la iglesia provee una buena alternativa con videos para el hogar, no habrá ningún problema.

De acuerdo con el padre Michael J. Dempsey, sacerdote de Brooklyn que es director del proyecto del satélite; la magnitud del plan puede compararse fácilmente con la decisión que tomaron los obispos del siglo pasado, cuando acordaron desarrollar un sistema a fin de educar a los numerosos inmigrantes católicos después de la década de 1840, pero "sin conocer los problemas que presentaría. Sin embargo, lo hicieron con el fin de ser iglesia para este nuevo mundo de gente que repentinamente había aumentado a 10 millones en diez años". El sistema de satélite, en comparación, es el programa más aventurado y ciertamente el más costoso que hayan emprendido los obispos.

Sin embargo, a diferencia del sistema escolar, el enorme costo del sistema se espera consigue ingresos tanto de televidentes protestantes como católicos, y es "un gran éxito económicamente". Su ingreso anual es aproximadamente de 300 a 500 millones de dólares. Para el padre Dempsey, esos ejemplos aseguran que el proyecto del satélite de comunicaciones no usará dinero de CCD ni de las escuelas o parroquias. De hecho, si hubiera alguna indicación de que podría amenazase al satélite. Estos pueden redistribuirse localmente para cubrir todos los sistemas de cable e instituciones del área.

Después podría llegar a ser electrónico, a media que se consiga el capital y reciba ingresos para hacerlo.

Sobre todo, dice el padre Dempsey, cada diócesis debe "participar activamente en el proceso de dar licencia a los sistemas locales de cable". Los sistemas de cable...

Capítulo 8 El Ídolo Caído

El Vaticano siempre mira hacia el futuro y hace planes con 25, 50 ó 100 años de anticipación. Después de la Segunda Guerra Mundial, el Vaticano tenía que elegir y apoyar a un personaje de los Estados Unidos que fuera su amigo, un hombre al que ayudarían a poner en un pedestal y que fuera amado por todos. ¡De ninguna manera podía ser un Martín Lutero! Este personaje influyente debía atraer a la gente, conquistar los corazones del pueblo norteamericano y conseguir su apoyo. Sería un líder que usarían para llevar sutilmente a los evangélicos hacia los brazos del Papa.

Querían encontrar a un hombre que fuera buen orador; uno con carisma que pudiera llenar estadios; uno que pudiera predicar un mensaje del evangelio, pero con indulgencia; uno que nunca atacara al Vaticano. Así que, cuando lo encontraron, William Randolph Hearst, un editor católico romano, usó su cadena de periódicos para llevar a la fama a Billy Graham.

Por 30 años Billy Graham habló a multitudes y llegó a ser muy amado, respetado e imitado. Cuando él predicaba, la gente lo honraba y alababa. Cuando Cristo predicó, lo mataron.

A menudo leo lo que dice la Biblia: “Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Stg. 4:4) Los periódicos nunca difamaron a Billy Graham. Las revistas dijeron que era uno de los hombres más apreciados del mundo. Pero, por alguna razón, mi mente seguía percibiendo una señal de advertencia. He apreciado a Billy Graham, he orado por él y lo he apoyado. Sin embargo, sentía que algo no estaba bien.

OAKLAND TRIBUNE, 29 de julio de 1971

EL OBISPO DE OAKLAND, FLOYD BEGIN, CONVERSA CON BILLY GRAHAM Dialogan sobre un libro jesuita que alaba el ministerio de Billy Graham

Belmont Abbey College Belmont, Carolina del Norte

19 de Marzo de 1965

Sr. Julius C. Taylor 100 Cardinal Drive Taylors, South Carolina

Estimado Sr. Taylor:

Su amable carta dirigida al Rdo. John Oetgen, me fue entregada para que le diera respuesta. El padre John ya no es el rector, y está en la Universidad de Carolina del Norte, trabajando en su tesis para obtener el título de Doctor en Literatura.

Yo fui quien, después de conocer a Billy Graham, lo invitó para que hablara a los padres, monjas, estudiantes e invitados, y con gusto responderé a sus preguntas.

Billy Graham dio un discurso inspirador y teológicamente verdadero, que bien pudiera haber presentado el obispo Fulton J. Sheen u otro predicador católico. He seguido la carrera de Billy Graham y debo hacer hincapié en que ha sido más católico que lo contrario, y digo esto no en forma partidista, sino porque es la realidad.

Conociendo la tremenda influencia de Billy Graham entre los protestantes, y ahora la comprensión y reconocimiento entre los católicos de su sincero y devoto llamado a las enseñanzas de Jesucristo que sólo él predica, yo afirmaría que él podría unir a católicos y protestantes en un saludable espíritu ecuménico.

Yo fui el primer católico que invitó a Billy Graham; sé que él próximo mes hablará en otras tres universidades católicas; creo que en el futuro será invitado por más universidades católicas que protestantes.

Por tanto, me complace responder a su pregunta: Billy Graham está predicando una teología moral y evangélica que es muy aceptable para los católicos.

Con saludos cordiales, quedo de Ud.

Su Seguro Servidor,

(El Rdo.) Cuthbert E. Allen, O.S.B. Vicepresidente Ejecutivo

CEA:mc

BILLY GRAHAM Y LA IGLESIA DE ROMA

Billy Graham recibe el yugo de ROMA en la Universidad Católica Romana de Belmont. Esta universidad católica le concedió a Graham un Doctorado Honorífico. Graham dijo a los presentes: "EL EVANGELIO QUE FUNDÓ ESTA UNIVERSIDAD, ES EL MISMO EVANGELIO QUE YO PREDICO HOY"

Me dijeron que cuando Anita Bryant se atrevió a hablar contra la homosexualidad, pidió el apoyo de Billy Graham y él se lo negó. Se mantuvo indiferente. Anita Bryant recibió críticas y fue perseguida por sus principios, pero no Billy. Por la posición que él adoptó, el mundo lo amó.

Billy Graham era fundamentalista cuando comenzó su ministerio, pero a medida que pasó el tiempo, cambió su posición. Por ejemplo, en el Catholic Herald (Heraldo Católico) del 3 de junio de 1966, se mencionó a Billy Graham como amigo de los jesuitas en los Estados Unidos. Además, en 1967 la Universidad Católica Romana Belmont Abbey le concedió el título honorífico de Doctor en Humane Letters (Humanidades) Billy Graham, comentando sobre la significación del acontecimiento, dijo que estaban en “un tiempo cuando católicos y protestantes podían reunirse y saludarse como hermanos, algo que era imposible hacer 10 años atrás”.

En abril de 1972, Billy Graham recibió en Miniápolis el Premio Franciscano Internacional, otorgado por los Frailes Franciscanos a los que demostraban auténtico ecumenismo. Antes de citar lo que Billy Graham dijo de Francisco de Asís, déjeme decir lo siguiente respecto a San Francisco. El creía que era salvo por obras, porque ayudaba a los pobres. De esta manera creía

que estaba salvando su alma. San Francisco fue canonizado, es decir, fue declarado santo por la Institución Católica Romana, por haber sostenido firmemente la doctrina de salvación por obras. Sabemos que esta enseñanza no es bíblica. ¿Sabía usted que San Francisco de Asís bendecía y bautizaba a los animales y les daba nombres cristianos?

Veamos ahora lo que Billy Graham dijo respecto a este extraño caballero: “Aunque no soy digno de tocar los cordones de los zapatos de San Francisco, el mismo Cristo que llamó a Francisco en el siglo XIII, también me llamó para que sea uno de sus siervos en el siglo XX”.

Cuando Billy Graham se presentó en el Show de Phil Donahue el 11 de octubre de 1979, al hablar de la visita del papa Juan Pablo II a los Estados Unidos de América, dijo: “Creo que el pueblo de los Estados Unidos busca un líder, un líder moral y espiritual que crea en algo. Y él (refiriéndose al papa) cumple esos requisitos. No eludió ningún tema. De hecho, en Boston su tema fue realmente un discurso evangelístico, en el que pidió a la gente que se acercara a Cristo y le entregaran sus vidas a El. Dije: ‘Gracias a Dios, ahora puedo citar a alguien con cierta autoridad*’”. Qué trágico. Un hombre que antes usaba la Biblia como su única autoridad, ahora está poniendo al papa sobre un pedestal y tomándolo como modelo.

Al principio Billy Graham fue usado grandemente por Dios, pero creo que Billy cedió a tremendas presiones y transigió. Y ahora camina lado a lado con la ramera del Apocalipsis.

Hace unos años me visitaron cinco pastores de México para pedirme ayuda. Me dijeron que debía hablar con Billy Graham. Les dije que eso era imposible, porque yo era sólo un editor de tratados. Entonces me dijeron que Billy Graham había destruido sus iglesias. Dijeron que había celebrado una cruzada, y a todos los que recibieron a Cristo, les dijo que regresaran a sus iglesias originales y ganaran a esas personas para Cristo. Los pastores me dijeron que la gente de sus iglesias siguieron las instrucciones de Billy Graham, y todos regresaron al sistema católico romano. Doce años de trabajo quedaron destruidos en una noche.

El Dr. Rivera, el ex sacerdote jesuita, me dijo que él supo que el Vaticano estaba usando a Billy Graham en 1950, cuando todos los jesuitas de Centroamérica y Suramérica recibieron la orden de llenar los estadios con católicos romanos dondequiera que Billy Graham hablara. Se gastaron millones de dólares para promover a Billy Graham como el más grande evangelista del mundo.

*Octubre 11 de 1979, Copia No. 10119

El 13 enero de 1981 el Servicio de Noticias Religiosas dijo: "El papa Juan Pablo II por más de dos horas conversó a puertas cerradas con el Rdo. Billy Graham, el evangelista protestante más conocido del mundo."

"Después de la cruzada en Nueva Inglaterra, miles de las personas que pasaron al frente están en el proceso de ser integradas a la iglesia católica. Se han celebrado reuniones entre la Asociación Evangelística de Billy Graham y el clero católico para transferir a esas personas a la iglesia romana. Una de esas reuniones se llevó a cabo en el Seminario Papa Juan XXIII, en Weston, Massachussets, la noche del 9 de junio de 1982, cuando entregaron a los sacerdotes y monjas los nombres de 2,100 personas que hicieron profesión de fe".

FAITH FOR THE FAMILY, Nov. de 1982

THE STAR, 29 de Junio de 1979

A menos que se le pague, Roma no da nada a nadie. ¿Será posible que presentar al papa Juan Pablo II como el más grande líder moral del mundo haya sido el pago final? Billy Graham lo hizo. ¿Acaso no se dio cuenta de que al hacer eso, estaba cubriendo a la ramera con un manto de respetabilidad? Y todos los seguidores de Billy Graham, los evangélicos y las multitudes que siempre lo escuchan, oyeron lo que dijo para respaldar al papa. Ellos, confiando en Billy, brindaron su amor al comunista de Polonia vestido con túnicas papales, quien dice ser el representante de Cristo en esta tierra. Puedo imaginar al papa con una sonrisa, volviendo victorioso a Roma. Sabía que Billy había sido una buena inversión.

Este es un juego mortal. Ahora que su trabajo ha terminado, ya no lo necesitan más. Creo que el Vaticano le tendió una trampa cuando Billy viajó a Rusia. Los creyentes en Cristo acudimos a nuestro Señor y a la Biblia para recibir dirección, y oramos para que Dios, el Espíritu Santo, nos guíe a toda verdad. Sin embargo, Billy Graham admitió que para su viaje a Rusia, buscó consejo de los oficiales del Vaticano. Estos le dijeron que fuera silenciosamente y que no criticara las prácticas comunistas. El siguió sus instrucciones y después anunció al mundo que en Rusia había libertad religiosa. Al oír esto, los hermanos y hermanas que estaban sufriendo en las cárceles de Rusia, con sentencias de cinco a diez años de prisión, sólo por haber entregado un

tratado evangélico, se sintieron totalmente agobiados. Aunque estimo a Billy Graham y me duele decir esto, creo que, a fin de lograr los propósitos de la ramera del Apocalipsis, lo usaron en forma astuta como una cortina de humo y un líder que atrajo multitudes.

Capítulo 9 Traicionados

Cuando se descubre o desenmascara una conspiración católica, Roma llama a especialistas para que resuelvan el problema. A éstos se les conoce como tergiversadores de la verdad. Ellos lanzan ataques para contrarrestar las advertencias que otros tratan de difundir. En la Segunda Guerra Mundial, cuando el Vaticano estaba aniquilando a los miembros de la Iglesia Ortodoxa Griega en Yugoslavia, los sobrevivientes, con pruebas documentadas, trataron de llegar a los Estados Unidos para denunciar esos crímenes. Una vez que comenzó a llegar la información respecto a lo que sucedía en Yugoslavia, los peritos tergiversadores de la verdad se movilizaron. ¡Calificaron esa información de intolerancia y propaganda anticatólica! Para confundir al público, minimizaron las atrocidades.

Uno de ellos fue Louis Adamic. Su tarea era convencer al pueblo norteamericano de que los informes sobre las horribles matanzas en Yugoslavia, eran falsos. Adamic y el grupo católico que trabajaba con él, convencieron al presidente Roosevelt y a su esposa, Eleanor, de que esas matanzas –los peores crímenes de la Segunda Guerra Mundial– eran sólo propaganda. Adamic convenció a la señora Roosevelt de que los informes eran falsos. Cuando ella descubrió que eran verdaderos, era demasiado tarde. Casi un millón de personas habían sido asesinadas en forma atroz.

Los jesuitas se dieron cuenta de que esta era un área crítica en la comunidad cristiana y que ayudaría al Vaticano. Necesitaban un grupo de expertos que investigaran a las sectas, pero que nunca hablaran de Roma como enemigo. Sería otra cortina de humo. En la comunidad cristiana hay personas de mucha confianza, amadas y respetadas. Creo que ellas, a sabiendas o no, están haciendo para el Vaticano el mismo trabajo que hizo Louis Adamic. Están cegando los ojos y tapando los oídos de los creyentes cristianos, convenciéndoles de que el papa es nuestro amigo. El trabajo de ellos es ridiculizar y destruir la reputación de cualquiera que trate de advertir en cuanto al Vaticano, de manera que no le den importancia.

A los cristianos que se preocupan por las advertencias, les dicen que son mentiras, afirmaciones absurdas en las que no deben confiar; que ese material y las pruebas son engaños, y que deben desecharlos como basura.

Los jesuitas iban a necesitar a alguien que ocupara un puesto clave para protegerlos en los círculos protestantes. Si encontraban tal persona, ésta podría alcanzar una posición de confianza, como un guardián que protegería de las sectas a los protestantes. Debía ser un hombre que se uniera a los que denunciaban las enseñanzas antibíblicas de los Testigos de Jehová, los Mormones, la secta de Moon y las religiones orientales; pero no debía atacar jamás a la Institución Católica Romana como la ramera del Apocalipsis, sino referirse a este sistema como “una iglesia cristiana apóstata”, lo que, por supuesto, es el argumento que usan los jesuitas. Una persona tal sería muy valiosa para la causa del catolicismo romano. Sería una cortina de humo perfecta. Cualquiera que intentara hacer sonar la alarma respecto a la ramera del Apocalipsis, tratando de advertir a los cristianos en cuanto a una nueva inquisición, fácilmente sería desprestigiado por ese experto en sectas, porque muchos confiarían en él.

ALBERTO, Pág. 27. Publicado por Chick Publications

Este documento de identificación fue emitido en 1967 por el gobierno español, bajo el mando del dictador Franco. Sus fuerzas de seguridad eran tan estrictas como lo fue la Gestapo en Alemania. Para obtener este documento, Alberto Rivera tuvo que presentar certificado de nacimiento, papeles de identificación y un documento de su arquidiócesis para probar que era sacerdote. Tomaban parte varias organizaciones de seguridad, similares a la CIA y el FBI de los Estados Unidos. Para recibir este documento, el sacerdote Rivera tuvo que conseguir aprobación de todas esas organizaciones. Era imposible que fuera falsificado. No hay duda de que fue un sacerdote. Lo que se ve aquí lo prueba. Este documento fue expedido por un gobierno que había jurado sumisión absoluta al papa por medio del concordato firmado por el gobierno de España y el Vaticano.

Una de las decisiones más difíciles que he tenido que hacer, desde que comencé a trabajar como editor cristiano, fue la que enfrenté después de escuchar la historia del Dr. Rivera y ver todos sus documentos, fotografías, papeles de identificación y cartas que prueban que él era sacerdote jesuita. Cuando comprendí finalmente que se nos estaba preparando el camino para otra inquisición, me di cuenta del problema en que me iba a encontrar si hacía sonar la alarma y los cristianos no me creían. Podíamos perder nuestra empresa, nuestra reputación y nuestros amigos. Si imprimía la historia de Alberto, entraría en una batalla que pondría en peligro a mi familia y mi propia vida.

Me di cuenta de que ninguna otra editora cristiana trataría este tema porque podrían fracasar, y como negocio, sería desastroso para ellas. Fui al Señor en oración y sucedió lo que había

temido. Le pregunté a Dios si debía atacar a la madre de las rameras y las abominaciones de la tierra.

Esta es una copia de la última certificación oficial que le entregaron a Alberto justo antes que saliera de España en 1967.

“¿Debo atacar al Vaticano?”, Pregunté. Dios dijo: “Sí”. Entonces publicamos ALBERTO. Y, en mi corazón, tenía la esperanza de que Walter Martin me apoyara.

Una pregunta quedó grabada en mi mente. ¿Por qué Walter Martin no hizo sonar la alarma? Era el gran experto en sectas, especialmente porque conocía la historia de la Inquisición. Sin embargo, se mantuvo callado. ¿Por qué Walter Martin defiende ese sistema diabólico llamándolo iglesia cristiana? El es un genio. Conoce la historia de la iglesia católica, sin embargo, defiende a la ramera del Apocalipsis.

Yo solía orar por él, pero ya no lo hago. Dios me dijo que no lo hiciera. La Biblia dice que busquemos a Dios en oración. Cuando oro, el Señor me da una respuesta específica. Cuando digo a otros que he orado al respecto, comentan: “Eso es sólo un pretexto”. Realmente no entiendo por qué lo dicen. La Biblia nos dice que busquemos la guía del Señor. ¿Acaso se han alejado tanto de la verdad que no pueden entender cuando alguien confía en la guía de Cristo? Si El es Señor, debe ser Señor en todos los aspectos de nuestra vida.

Constantemente recibimos cartas con testimonios de católicos romanos que han sido salvados por medio de nuestra literatura, sin embargo, hay cristianos sentados con los brazos cruzados. Los campos están blancos para la siega y la gente que nos rodea está yendo al infierno. Hay 60 millones de católicos romanos a quienes debemos alcanzar con el mensaje de salvación, y nadie quiere evangelizar. Algunos creyentes temen tanto lo que otros puedan pensar de ellos, que prefieren permanecer sentados y mirar cómo la gente se va al infierno, en vez de correr el riesgo de ofenderlos hablándoles de Cristo.

Quedé sorprendido cuando Chick Publications recibió críticas por lo que estábamos haciendo. Todo provenía del mismo grupo. Parecía haber una conexión entre las personas que hacían la propaganda de que Alberto era un fraude. Gary Metz publicó su artículo en Cornerstone, Christianity Today y Our Sunday Visitor, un periódico católico. Brian Onken, el asesor de investigaciones de Martin, escribió un artículo difamándonos y defendiendo a la madre de las

sectas. Lo mismo han hecho Bill Jackson en San José y Bart Brewer en San Diego. Supuestamente ambos dirigen instituciones que ministran a católicos. Sin embargo, van a las iglesias tratando de destruir nuestra credibilidad. ¿Por qué? ¿No le parece un poco sospechoso?

¿Habla Walter Martin en nombre del cuerpo de Cristo? ¡No! Sólo la Palabra de Dios lo hace. Sin embargo, este señor se para en su pedestal, con las manos llenas de basura denigrante provista por el Vaticano y las fuentes pro-católicas, y la arroja contra Alberto para destruir su reputación. El Dr. Rivera afirma que tiene copias del material original que el Vaticano y los superiores jesuitas de España le enviaron a Martin. Pero, como notará, Martin no ha atacado el mensaje del Dr. Rivera de que el Vaticano es la ramera del Apocalipsis. Sólo ataca al Dr. Rivera. Aún así, ¿está Martin libre de pecado? ¿Qué hay del pasado de Martin? También su reputación podría ser destruida con calumnias, como la de cualquier otra persona. ¿Desacreditaría eso toda la información que da acerca del mormonismo y de los testigos de Jehová? ¡No! Dios nos usa a pesar de lo que somos.

EL REINO DE LAS SECTAS Un Análisis de los Principales Sistemas de Sectas en la Presente Era Cristiana

por WALTER MARTIN, M.A., PH.D.

CONTENIDO

1. El Reino de las Sectas 2. Superando la Barrera del Lenguaje 3. La Estructura Psicológica de las Sectas 4. Los Testigos de Jehová y el Atalaya 5. Ciencia Cristiana y Nuevo Pensamiento 6. Mormonismo - Los Santos de los Últimos Días 7. Espiritismo - La Secta de la Antigüedad

8. El Reino del Divino Padre 9. La Sociedad Teosófica 10. El Budismo Zen 11. Iglesia de la Nueva Jerusalén-Swedenborgianismo 12. La Fe Bahai 13. La Secta Musulmana Negra 14. La Escuela de Cristianismo de la Unidad 15. Herbert W. Armstrong y la Iglesia Mundial de Dios (Anglo-Israelismo) 16. Las Sectas en los Campos Misioneros del Mundo 17. El Jesús de las Sectas 18. Evangelismo de Sectas - Campo Misionero Cercano 19. El Camino a la Recuperación Apéndice Adventismo del Séptimo Día Unitarianismo Los Rosacruces 11 18 24 34 111 147 199 213 222 234 241

252 259 275 295

324 334 341 353

360 424 428 En el REINO DE LAS SECTAS, Martín nunca menciona el catolicismo romano como secta, y nunca les dice a los católicos romanos que salgan de ese sistema antibíblico — "LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA" (Ap. 17:5)

¿Quién es realmente digno de ser usado por Dios? Vea en la Biblia. Moisés era un asesino. David era un adúltero. Sin embargo, Dios los usó a pesar de sus fallas humanas. Nuestra tarea no es tratar de descubrir lo malo que alguien haya hecho. Dios se encargará de eso, porque todos rendiremos cuentas en el día del juicio. Dios conoce el corazón. Nosotros no lo conocemos. Nuestra responsabilidad es exaltar a Cristo y evangelizar a los perdidos.

Los medios de información controlados por los católicos, incluso U.S. News and World Report, emprendieron una campaña contra nosotros. Se nos criticó a nivel mundial. La revista Christianity Today ayudó en forma increíble al Vaticano. Su artículo lo reimprimieron en Europa, Australia y otros países. Casi no podía creerlo cuando supe la cantidad de dinero que se gastó para silenciarnos. Aun antes que la historieta ALBERTO llegara a Alemania, el mensaje de descrédito se había difundido en toda Alemania, Francia, Suramérica, México, Canadá, Asia e Inglaterra. ¿Cuál era la información tan importante que contenía nuestra historieta ALBERTO para que este grupo llegara a tales extremos para desacreditarnos?

Lo triste es que gastaron todo ese dinero y energía para detener esta revista ganadora de almas. Cuando hablamos contra Roma, todos reaccionaron. Sin embargo, existen tantas librerías con material pornográfico, y nadie dice nada. Cierta vez una persona me dijo: “Jack, si tiras una piedra en un callejón oscuro y escuchas un grito, sabrás que golpeaste algo”. Bueno, tomando en cuenta el grito que se lanzó, creo que golpeamos algo grande.

U.S. News & World Report, 13 de julio de 1981, p. 49 Extracto de una porción del artículo titulado:

SEÑALES DE FANATISMO QUE PREOCUPAN A AMÉRICA

Nazis marchan en un barrio judío en Southfield, Michigan

Fue arrestado por el asesinato de tres laosianos que perdieron la vida en un incendio provocado en los suburbios del noroeste de Chicago. Desde entonces, han atemorizado a otra comunidad laosiana incendiando varias casas.

En un tercer suburbio de Chicago, la casa de una familia inmigrante de la India fue atacada con piedras y balines. El jardín fue destrozado con automóviles e incendiaron el auto de la familia.

Niños hispanos que asisten a escuelas de Cleveland dicen que frecuentemente son golpeados a causa de su ascendencia.

Esta fricción también ha provocado violencia contra los blancos en ciudades como Miami, donde hubo varios blancos entre las 18 personas que murieron el año pasado en disturbios en los guetos. En junio, en una prisión de Tennessee, a miembros de un grupo militante negro llamado Alkebu-lan se les responsabilizó por las 22 puñaladas que recibió James Earl Ray, culpado por la muerte de Martin Luther King, Jr.

En la costa del Golfo de Texas, dos vietnamitas que dispararon y mataron a un blanco en una disputa por los derechos comerciales de pesca, fueron absueltos después de alegar que había sido en defensa propia.

En busca de chivos expiatorios.– Como principal razón del aumento de la intolerancia, se señala el problema económico de los Estados Unidos. Harry M. Brown, abogado de Cleveland y ejecutivo regional de un grupo judío llamado Comisión Sobre Asuntos Legales y Públicos, explica como el hecho de que ellos lo perciben como real".

También se informa que están aumentando los ataques a grupos religiosos, aunque son menos violentos. Por ejemplo, la Liga Católica en Favor de los Derechos Civiles y Religiosos está preocupada por la creciente venta de historietas ilustradas que presentan en forma negativa al catolicismo.

Las revistas, publicadas en Los Angeles por la compañía de Jack T. Chick, un editor fundamentalista, afirman que el Vaticano tiene una "lista negra" y que está conspirando para destruir a las iglesias protestantes infiltrando en ellas agentes jesuitas.

Dividir y conquistar.– Otro problema que preocupa a los teólogos es la tendencia creciente de algunos creyentes de denigrar a otros grupos religiosos. Un ejemplo que se cita es la entrevista en la revista Nueva York, en la que un representante del movimiento fundamentalista Moral Majority (Mayoría Moral) trataba de apoyar se declaración de que los "cristianos nunca han sido antisemitas". Cuando se le presionó para que reconociera el antisemitismo en la Inquisición española, el predicador respondió: "Ellos no eran cristianos. Eran católicos romanos."

El 2 junio, el estado de Connecticut aprobó una ley que prohíbe, desde Illinois y Connecticut hasta Texas y Alabama, campamentos de entrenamiento paramilitar de la clase que abrió el Ku Klux Klan. Legislaciones similares están pendientes en casi otros doce estados.

Los intentos de KKK y de los nazis para ganar adeptos entre estudiantes de secundaria están enfrentando fuerte oposición de los profesores en varias comunidades.

El Departamento de Policía de la ciudad de Nueva York ha formado una unidad de 14 miembros para la "investigación de casos causados por prejuicios". En Detroit, algunos líderes

negros han pedido el resurgimiento de un escuadrón similar que fue desorganizado en 1977 debido a la disminución de los problemas raciales.

La noche del 2 de febrero de 1982 estaba viendo el canal 40, de Trinity Broadcasting Network del sur de California. Harold Bredeson, un prominente líder ecuménico, estaba hablando con Walter Martin. Bredeson, dirigiéndose a la cámara, dijo más o menos lo siguiente: “Walter Martin, al no atacar al movimiento carismático, fue uno de los que ayudó para que fuera aceptado por las denominaciones”. Walter inclinó la cabeza y sonrió. A los carismáticos católicos romanos, él los llama hermanos y hermanas en Cristo. Esas personas aún van a misa y adoran al Jesús galletita como Dios Todopoderoso. ¿Ve el peligro? ¡Parece que hemos sido traicionados!

En 2 Timoteo 4:14, el apóstol Pablo dijo: “Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos”. He visto el tremendo daño espiritual que Walter Martin ha causado desacreditando los libros nuestros que denuncian a la ramera del Apocalipsis, y los amados católicos romanos que confían en Walter Martin de todo corazón, han permanecido en ese sistema porque él no les ha dicho que salgan de él. Los seguidores de Martin no creen que sea necesario evangelizar al pueblo católico. Ellos miran con desprecio nuestro material evangelístico. Como Pablo, digo con todo el dolor de mi corazón, que el Señor le pague a Walter Martin conforme a sus hechos.

La Biblia dice: “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová” (Jer. 17:5) Piense en esto. ¿Podría ser otra cortina de humo para hacer creer a los cristianos que la ramera del Apocalipsis es realmente un grupo cristiano? Jesucristo dijo: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (Ap. 18:4) ¿Les dice Walter Martin que salgan de ella? Que yo sepa, no. ¿A quién seguirá usted?

Capítulo 10 El Hombre Más Rico De La Tierra

Hace algunos años, cuando el papa visitó los Estados Unidos, reprendió al pueblo norteamericano por no mostrar misericordia. Dijo que deberían dar a los pobres lo que tenían, porque eran una nación muy rica. Sin embargo, en medio de las ruinas después del gran terremoto en Italia, en 1980, el papa se acercó a la cama de un pobre hombre italiano que estaba herido, y lo único que hizo fue poner sus manos sobre la cabeza del hombre y hacer la señal de la cruz. El papa, tan bondadoso, sólo le dio su bendición y se fue.

Juan Pablo II, "Peregrinación de fe"

Los noticieros estaban informando desde el lugar de la devastación. Pero, luego transmitieron desde los Estados Unidos. El senador Kennedy [el hombre que entonces muchos esperaban elegir como el próximo presidente] miró a la cámara con una expresión de tristeza y dijo: “Nosotros, los norteamericanos, por compasión debemos enviar por lo menos 45 millones de dólares para reconstruir esa ciudad devastada”. Quizá algunos lo recuerden. Ahora permítame citar de LOS BILLONES DEL VATICANO, escrito por Avro Manhattan. Creo que le indignará tanto como a mí. Además, esta información se publicó hace muchos años, y probablemente hoy las cantidades hayan aumentado considerablemente.

“El Vaticano tiene grandes inversiones con los Rothschild de Inglaterra, Francia y Estados Unidos; el Banco Hambros; y el Credit Suisse de Londres y Zurich. En los Estados Unidos tiene grandes inversiones en el Banco Morgan, Banco Chase-Manhattan, First National Bank de Nueva York, Bankers Trust Company y otros. El Vatiano tiene cientos de millones de acciones en las más poderosas corporaciones internacionales, tales como Gulf Oil, Shell, General Motors, Bethlehem Steel, General Electric, International Business Machines (IBM), TWA y muchas otras. Haciendo un cálculo conservador, sólo en los Estados Unidos sus inversiones sobrepasan los 500 millones de dólares.”

“En una declaración publicada en relación con el prospecto de un bono, la arquidiócesis de Boston declaró que su haber era de seiscientos treinta y cinco millones ($635,891,004) de dólares, que representa 9.9 veces más que sus obligaciones financieras. Esto deja una ganancia neta de quinientos setenta y un millones ($571,704,953) Si sumamos la riqueza de las 28 arquidiócesis y 122 diócesis de los Estados Unidos –y algunas de ellas son más ricas que la arquidiócesis de Boston–, no es difícil descubrir a cuánto llega la asombrosa riqueza de la iglesia.

“Por las declaraciones de un miembro de la Conferencia Católica de Nueva York, podemos tener una idea de los bienes raíces y otras formas de riqueza que controla la iglesia católica; él dijo ‘que probablemente su iglesia ocupa el segundo lugar sólo después del gobierno de Estados Unidos en el total de compras anuales’. Tal vez es aún más reveladora la declaración que hizo un sacerdote católico y periodista nacionalmente conocido. El dijo: ‘La iglesia católica sin duda es la corporación más grande de los Estados Unidos. Tenemos una sucursal en cada vecindario. Nuestro capital y bienes raíces probablemente sobrepasen los de Standard Oil, A.T.&T. y U.S. Steel juntos. Y nuestra lista de miembros que pagan cuotas seguramente está en

segundo lugar sólo después de la lista de contribuyentes de impuestos del Gobierno de los Estados Unidos’.

“Cuando se toma en cuenta el total de su capital activo, la iglesia católica es el más grande corredor de bolsa del mundo. Independientemente de cada sucesión papal, el Vaticano ha enfocado su creciente interés en los Estados Unidos. The Wall Street Journal dijo que los tratos financieros del Vaticano, sólo en los Estados Unidos, eran tan grandes que frecuentemente vendía o compraba oro en lotes de un millón de dólares o más a la vez.”

“United Nations World Magazine calculó que el tesoro de oro sólido del Vaticano llega a varios cientos de millones de dólares. Una gran cantidad está almacenada en lingotes de oro en el Banco de Reserva Federal de los Estados Unidos, y el resto está en bancos de Inglaterra y Suiza. Pero esta es sólo una pequeña porción de la riqueza del Vaticano, que sólo en los Estados Unidos supera a la de las cinco corporaciones gigantes más ricas del país. Cuando a ella se suman todos los bienes raíces, propiedades, bonos y acciones en el extranjero, entonces la asombrosa acumulación de riqueza de la iglesia católica llega a ser tan grande que es difícil de evaluar racionalmente.”

“La iglesia católica es la mayor potencia financiera, acumuladora de riqueza y propietaria de bienes que existe actualmente. Posee más riquezas materiales que cualquier otra institución, corporación, banco, fiduciaria, gobierno o estado en todo el mundo. Por tanto, el papa, como administrador visible de esta inmensa riqueza, es la personas más rica del siglo XX. Nadie puede calcular en forma realista cuánto vale él en términos de billones de dólares.”

Y, recuerdo cómo el papa, la persona más rica de este planeta, se acercó a ese pobre hombre italiano que yacía entre los escombros, puso una mano sobre su cabeza y le dijo: “Bendito seas”. Luego se alejó y simplemente lo dejó allí. Sin duda es el colmo de la hipocresía. Después, el senador Kennedy, el servidor del papa en los Estados Unidos, lanzó la responsabilidad al pueblo norteamericano para que sufragara los gastos de reconstrucción de esa ciudad destruida, allí, en el territorio del papa. ¡Qué plan!

Capítulo 11 El Plan Para Una América Católica

Le pregunté al Dr. Rivera acerca de la información que recibió en el Vaticano cuando era sacerdote jesuita. Yo quería saber si le habían dicho cómo planeaba el Vaticano apoderarse de los Estados Unidos. Me dijo que su adoctrinamiento incluía material desde la época de los peregrinos que colonizaron los Estados Unidos. Puesto que los primeros colonizadores tenían

conocimiento de la Inquisición y de la matanza de cristianos que llevaba a cabo el sistema católico romano, ellos aprobaron leyes para mantener a los jesuitas fuera de los Estados Unidos y prohibir la misa... a fin de protegerse de una posible toma de control de parte del Vaticano. A estas comunidades cristianas les preocupaban profundamente las intenciones de la ramera del Apocalipsis.

Los jesuitas comenzaron a llegar a los Estados Unidos cuando llegó el segundo grupo de peregrinos. Usaron distintos nombres en sus documentos de identificación. Años más tarde, les siguieron multitudes de familias católicas de Inglaterra, Irlanda y Francia enviadas por el Vaticano, las que se hicieron pasar como protestantes en las colonias. Esas familias eran espías. Desafiando las leyes, celebraban misas en secreto. En esos días ningún católico romano debía ocupar un cargo en el gobierno civil. Los jesuitas tomaron las medidas necesarias para borrar y eliminar esa parte de nuestra historia.

El siguiente paso importante de los jesuitas fue destruir o controlar todas las escuelas cristianas en los Estados Unidos. A través de los años, trabajando secretamente, los jesuitas han llegado a formar parte de los comités especiales en las juntas escolares. El objetivo era eliminar el énfasis en la enseñanza de la Biblia y reemplazarla con la psicología, tal como se ve en los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola, fundador de la Sociedad Jesuita. Más tarde por todo el país se establecieron escuelas y universidades católicas controladas por los jesuitas. Hoy posiblemente superan en número a todas las escuelas y universidades cristianas juntas.

La tercera etapa fue introducirse en las cortes, la legislación y las agencias del poder judicial, ocupando cargos como jueces y abogados para manipular la Constitución a su favor hasta que se pudiera cambiar. Una vez logrado este objetivo, el próximo avance se dirigió a la política para controlar los partidos políticos. Luego siguieron las fuerzas militares y los periódicos. Ya en los tiempos de Lincoln, el Vaticano controlaba más de la mitad de los periódicos en los Estados Unidos.

Dr. Rivera (ex-sacerdote jesuita)

J. Chick: Dr. Rivera, ¿cuál es la situación actual de las fuerzas militares? ¿Cuán católica es nuestra posición militar?

Dr. Rivera: Es terrible.

J. Chick: ¿Cuál es la situación política?

Dr. Rivera: Es peor aún.

J. Chick: ¿Qué puede decirme de la estructura católica en el poder judicial?

Dr. Rivera: (Moviendo la cabeza) Es muy triste debido a la fuerte penetración jesuita en esa área. La mayoría de las decisiones judiciales están distorsionando y pervirtiendo la Constitución de los Estados Unidos para privarnos de nuestra libertad, preparar el camino para la anarquía y, finalmente, tomar el control de los Estados Unidos.

J. Chick: ¿Está preparando esto el camino para la próxima inquisición?

Dr. Rivera: Así es. Primero, para crear anarquía. Se nos informó que después de todos estos años de penetración e infiltración, lo que se necesitaba eran disturbios y anarquía para finalmente tomar el control. Cuando la Institución Católica Romana esté preparada para tomar el control político, militar, educativo y religioso, eso significará que tendrán fundamentos legales para hacerlo, y será por medio del concordato que ya se ha preparado y que se está negociando. Ahora mismo veo que está sucediendo todo lo que me dijeron cuando estaba en el Vaticano.

J. Chick: ¿Tiene algo que ver el Vaticano con la presente recesión y la situación económica? ¿Está conduciéndonos esto a los futuros disturbios?

Dr. Rivera: Sí, así es. Puede ver ahora mismo que el Vaticano está realizando ciertos juegos con la economía. El mundo está pasando por una crisis económica y el Vaticano quiere hacernos creer que también les está afectando. Eso es sólo un engaño.

J. Chick: ¿Qué puede decirme de la posibilidad de huelgas? ¿Cuán profundamente están involucrados en los sindicatos?

Dr. Rivera: La Iglesia Católica Romana ha preparado eso muy bien, porque en este país los sindicatos están dirigidos por los jesuitas. Eso significa que los sindicatos no descansarán hasta ver en bancarrota a todas las industrias de este país.

J. Chick: ¿Qué esperanza cree que hay para los Estados Unidos? ¿Un avivamiento entre los cristianos, que comiencen a revelar los planes de Roma, y que los pastores denuncien esto desde el púlpito, o es ya demasiado tarde?

Dr. Rivera: Nunca es demasiado tarde porque está en las manos de Dios. Por mi estudio de la Biblia y mi experiencia personal con la ramera del Apocalipsis, creo sinceramente que, en cuanto a las profecías, Dios las cumplirá y permitirá que se cumplan en los Estados Unidos. Pero, es cuestión de tiempo. El asunto al que nos enfrentamos es que Dios puede acortar o prolongar el tiempo hasta que se realicen estos eventos. La Iglesia Católica Romana está sintiendo el impacto de vuestras publicaciones y del mensaje que Dios nos ha dado en estos últimos tiempos. Por tanto, ellos saben que si llevan a cabo ciertos planes, la gente los detectará inmediatamente y se dará cuenta de los propósitos del Vaticano.

Este es uno de los dilemas que enfrentan ahora. Si no fuera por la literatura que hemos publicado, hoy estaríamos en una situación diferente. Eso significa que Dios está protegiendo a todos los cristianos, pastores e iglesias en los Estados Unidos –aunque ellos ni se den cuenta–, y aun a los que están contra nosotros; el Señor nos está dando más tiempo para que los cristianos podamos responder.

Si en estos tiempos proféticos actuamos de acuerdo a la voluntad de Dios contra los engaños; programas y acciones de la ramera en los Estados Unidos, no podremos destruirla. No podremos detenerla. Pero, podremos realizar dos cosas: Primero, llevar el mensaje del evangelio al pueblo católico romano que no conoce la salvación. Segundo, tendremos suficiente tiempo para que la iglesia cristiana se dé cuenta de que su misión es para aquí y ahora, no para mañana. Y Dios sólo está esperando que la iglesia se movilice para impedir que las fuerzas del mal, los poderes de las tinieblas, el papa, los jesuitas y la institución católica cometan los crímenes que están a punto de poner en acción tan pronto como tomen completo control de los Estados Unidos.

J. Chick: ¿Es esta la información que recibió en el Vaticano, bajo las enseñanzas de Agustín Cardinal Bea y el general jesuita Pedro Arrupe?

Dr. Rivera: Sí, y también del general jesuita que le antecedió.

U.S. NEWS & WORLD REPORT, Noviembre 8, 1982, p. 15

La política de defensa de Ronald Reagan fue atacada a fines de octubre desde direcciones opuestas: el presidente de Rusia, Leonid Brezhnev, amenazó con intensificar la carrera armamentista, y la jerarquía de la Iglesia Católica Romana de los Estados Unidos mostró una inclinación hacia el pacifismo antinuclear. Dos días después de que un panel de obispos católicos de los Estados Unidos cuestionaron la moralidad respecto al uso de armas nucleares, Brezhnev declaró que la Unión Soviética debe incrementar aun más su arsenal. Dijo que los Estados Unidos amenaza con "empujar al mundo hacia las llamas de una guerra nuclear." Un oficial de la Casa Blanca comentó que Brezhnev quería hacer algo más, aparte de garantizar a sus generales que Moscú mantendrá el paso de los demás en la carrera armamentista. También dijo que el jefe soviético esperaba avivar en los Estados Unidos la campaña para bloquear las armas nucleares. El Secretario de Defensa, Caspar Weinberger, relacionó directamente a los defensores estadounidenses del bloqueo con el discurso de Brezhnev en el Kremlin. Haciendo hincapié en el llamado del líder soviético para obtener mayor capacidad para hacer la guerra, Weinberger declaró: "Más que cualquier otra cosa que pudiéramos decir, esto subrayaría las razones para no proseguir con el bloqueo." Weinberger y otros oficiales, luchando con aspectos teológicos de la carrera armamentista, intentaron presentar a los obispos católicos su punto de vista a favor de las armas nucleares. Las apelaciones hicieron poco impacto en las cinco personas del comité de obispos sobre la Guerra y la Paz, el cual el 25 de octubre 25 propuso una declaración calificando de inmorales algunos elementos de la estrategia nuclear de los Estados Unidos. Por ejemplo: Primer uso. Estados Unidos ha argumentado que se podrían necesitar las armas nucleares para detener un ataque convencional. Los obispos dijeron: "Opinamos que los objetivos políticos racionales no justifican la responsabilidad moral de iniciar una guerra nuclear". Civiles como blanco. Por años los E.U.A. han tenido ciudades soviéticas como blanco en caso de una guerra nuclear, una política que los obispos consideran errónea aun cuando las ciudades de los E.U.A. sean atacadas primero. Los clérigos argumentaron: "Ningún cristiano puede legítimamente obedecer órdenes o reglas que en forma deliberada tienen como objetivo matar a personas que no están combatiendo." El comité, presidido por el arzobispo de Chicago, Joseph L. Bernardin, afirmó que su posición está fundamentada en Génesis. "El potencial destructivo de las fuerzas nucleares amenaza la

soberanía de Dios sobre el mundo que El ha creado," declararon los obispos. "Podríamos destruir Su obra." La decisión para que el documento llegue a ser una política de la iglesia depende de los casi 300 miembros de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos, quienes debatirán al respecto a mediados de noviembre y votarán en la primavera siguiente. Se espera que los asistentes de Reagan continúen recordándole a los obispos que una posición pacifista debilitaría las fuerzas de disuasión de los E.U.A. y afectaría las conversaciones con Rusia acerca del control de armamento. La carta que hace varios meses envió Terrence Cooke, cardenal de Nueva York, a los capellanes católicos que trabajan en las fuerzas militares, concuerda más con los puntos de vista de la administración. El escribió que, por 15 siglos, la iglesia ha enseñado que los católicos "tienen el derecho y el deber de proteger a su gente contra injustas agresiones."

J. Chick: ¿Estaban seguros ellos de poder tomar el control de los Estados Unidos?

Dr. Rivera: Sí, muy seguros. Tienen la influencia necesaria para controlar cualquier partido político, sin importar cuál partido esté en el poder, y ellos podrán alcanzar sus objetivos.

J. Chick: Entonces, ¿tienen ellos ahora la influencia para controlar ambos partidos políticos?

Dr. Rivera: Sí.

J. Chick: ¿Controlan ellos nuestras oficinas de correo? ¿Y los medios de comunicación?

Dr. Rivera: Déjeme explicarle. No creo que “control” sea la palabra apropiada ahora. Se puede decir que hay una influencia muy fuerte. Hay cierto grado de control, pero en ninguna de esas áreas es un control absoluto. Por esa razón aún somos bendecidos, porque todavía hay hombres en el FBI, la CIA, el Congreso, el Senado, el sistema judicial, en todos los estratos de la vida en los Estados Unidos; que, aunque no son cristianos en muchos casos, aún son americanos, aún son leales a los principios de la Constitución que nos fue dada desde el principio, y no como está ahora.

J. Chick: Bien, ¿a quiénes son leales los Caballeros de Colón? ¿A los Estados Unidos o al Vaticano?

Dr. Rivera: Los Caballeros de Colón tienen que ser leales al papa. No pueden basar su lealtad en la constitución de los Estados Unidos, porque si lo hicieran, el Vaticano los destruiría, así como ha destruido a otros en el pasado.

J. Chick: Cuando Estados Unidos caiga, ¿jugarán un papel vital los Caballeros de Colón en el ataque contra los cristianos?

Iniciación de miembros de los ESCUDEROS DE COLÓN (rama de los Caballeros de Colón para muchachos de secundaria) en New Haven. Los jóvenes que están sentados son miembros. Los oficiales, vestidos con túnicas, explican la importancia de su herencia católica a los nuevos candidatos (con camisas blancas) REVISTA LIFE, 27 de mayo de 1957

Dr. Rivera: Oh sí. De hecho, en el juramento que hacen se puede ver cuán estrecha es la alianza de ellos con el papa. Están dispuestos a morir o ser destruidos si no cumplen su juramento. Ellos piden a los jesuitas, la milicia del papa, que los maten. Están comprometidos para convertir a los Estados Unidos en un pueblo católico.

J. Chick: Gracias a Dios que hemos tenido el privilegio de imprimir estos libros.

Dr. Rivera: Sí, el privilegio y la bendición del Señor. Entonces, di gracias a Dios.

Revista LIFE, 27 de Mayo de 1957

GUARDIA DE HONOR DE LOS CABALLEROS DE COLÓN EN EL LUGAR DE NACIMIENTO DE LA ORDEN COMO APARECIERON EN LA PORTADA DE LA REVISTA LIFE.

Permítame citar lo siguiente: “La revista Life examinó una fase del poder católico romano en los Estados Unidos. El principal artículo de la edición del 27 de mayo de 1957 estuvo dedicado al 75° aniversario de los Caballeros de Colón. Las fotografías, muchas de colores, mostraban el tipo de ceremonia y ostentación que contiene la estrategia de Roma. Las legiones de Roma causan asombro. Más de un millón de católicos practicantes son miembros de los Caballeros de Colón. Ellos están comprometidos fraternalmente al ideal de poner a los Estados Unidos bajo el control del papa. Son poderosos, ricos, leales. Con razón el papa afectuosamente describe a los Caballeros de Colón como ‘el brazo derecho laico de la Iglesia Católica en los Estados Unidos.’”

Creo que si hubiésemos guardado silencio, en cinco años todo habría terminado. Los planes para tomar el control se hubieran estado realizando. Nadie lo hubiera podido resistir. Pero, puesto que publicamos ALBERTO, creo que retardamos sus planes por lo menos cinco años. Y nuestra esperanza y oración es que con el material que estamos publicando, podamos atrasar su calendario por lo menos por una generación, para que nuestros hijos sobrevivan antes que Roma lleve a cabo su holocausto contra nosotros.

Casi puedo escuchar algunos comentarios: “Chick, eso es pura especulación. Al respecto, usted sólo tiene la palabra del Dr. Rivera. ¿Qué prueba tiene de que el Vaticano quiera destruir o tomar el control de los Estados Unidos?”

Bueno, muchos de ustedes nunca han leído la obra cristiana clásica 50 YEARS IN THE ‘CHURCH’ OF ROME (50 Años en la ‘Iglesia’ de Roma), por Charles Chiniquy. Estaba agotada, pero la reimprimimos en Chick Publications. Créame, los jesuitas odian ese libro. Permítame citar las palabras de Abraham Lincoln con relación a la Guerra Civil, tal como se encuentran en 50 YEARS IN THE ‘CHURCH’ OF ROME: “Esta guerra nunca hubiera sido posible sin la siniestra influencia de los jesuitas. Gracias al papado, vemos ahora nuestra tierra enrojecida con la sangre de sus más nobles hijos. Aunque había grandes diferencias de opinión; entre el sur y el norte respecto al tema de la esclavitud, ni Jeff Davis, ni ninguno de los líderes de la Confederación se hubiesen atrevido a atacar a los del norte si no hubieran confiado en las promesas de los jesuitas, de que, bajo la máscara de la democracia, el dinero y las armas de los católicos romanos, y aun las armas de Francia estarían a su disposición si ellos nos atacaban. Siento lástima por los sacerdotes, obispos y monjes de Roma en los Estados Unidos cuando la gente sepa que, en gran parte, ellos son responsables por las lágrimas y la sangre que se derramaron en esta guerra. Lo que sé respecto a ese tema, no lo revelo a la nación, porque si el pueblo se enterara de toda la verdad, esta guerra se convertiría en una guerra religiosa, e inmediatamente se volvería diez veces más salvaje y sangrienta. Sería una guerra cruel, como lo son todas las guerras religiosas. Sería una guerra donde ambos bandos se exterminarían. Los protestantes; tanto los del norte como los del sur, sin duda se unirían para exterminar a los sacerdotes y los jesuitas, si pudieran escuchar lo que el profesor Morse me dijo de las conspiraciones hechas, en la misma ciudad de Roma, para destruir esta república, y si supiesen

cómo los sacerdotes, las monjas y los monjes –que llegan cada día a nuestras costas con el pretexto de predicar su religión, enseñar en sus escuelas, cuidar de los enfermos en los hospitales– no son otra cosa sino emisarios del papa, de Napoleón y de los otros déspotas de Europa, con el fin de minar nuestras instituciones, desviar los corazones de la gente alejándolos de nuestra constitución y leyes, destruir nuestras escuelas y preparar aquí un reino de anarquía como lo han hecho en Irlanda, México, España y dondequiera que haya personas que deseen ser libres”.

Después el presidente Abraham Lincoln dijo: “¿No es absurdo darle a un hombre algo que él juró odiar, maldecir y destruir? ¿Acaso la iglesia de Roma no odia, maldice y destruye la libertad de conciencia cada vez que puede hacerlo sin correr peligro? Defiendo la libertad de conciencia en su sentido más noble, más amplio y más elevado. Pero, no puedo conceder libertad de conciencia al papa y sus seguidores -los papistas- mientras, por medio de sus concilios, teólogos y leyes canónicas, me digan que su conciencia les ordena quemar a mi esposa, estrangular a mis hijos y cortarme el cuello cuando tengan la oportunidad de hacerlo. Parece que la gente no comprende esto hoy. Pero, tarde o temprano, la luz del sentido común mostrará claramente que no se puede conceder libertad de conciencia a hombres que han jurado obedecer al papa, quien pretende tener el derecho de matar a aquellos que no están de acuerdo con él en materia de religión”.

Estas declaraciones se hicieron en la época de la Guerra Civil, y corroboran totalmente la información que nos ha dado el Dr. Rivera.

¿Lo vio? ¿Comprendió lo que dijo el presidente Lincoln? Ahora considere la entrevista que hice al Dr. Rivera. Debemos tener en cuenta que cuando el Dr. Rivera era sacerdote jesuita, bajo ese terrible juramento e iniciación, él estaba en el área ultra secreta de la inteligencia del Vaticano. Estaba realizando espionaje para la ramera del Apocalipsis. ¿No es lógico que el Vaticano tenga que negar que conoce de la existencia del Dr. Rivera? Eso hacen todas las agencias de inteligencia con sus agentes secretos. Eso es de conocimiento general. Lo que vimos en esa entrevista fue la información que le dio el general jesuita al Dr. Rivera, en el Vaticano, acerca de los planes que tiene la Iglesia Católica Romana para tomar el control de los Estados Unidos.

¿Puede ver que el Dr. Rivera presenta la misma información, y que ésta coincide y corrobora completamente lo que dijo Abraham Lincoln para prevenirnos? ¡Y la gente dice que Chick Publications está publicando cosas absurdas! Mientras hacemos sonar la alarma, Roma está haciendo todo lo posible, en el área de los derechos civiles, para privarnos de la libertad religiosa e impedir que la llamemos la ramera del Apocalipsis. En Canadá prohibieron la circulación de dos de nuestros libros llamándolos pornografía*. Ellos moverán cielo y tierra para que este material no llegue a la gente y no sea difundido por otros medios de

comunicación. Gracias a Dios que el Dr. Rivera llegó en el momento oportuno; de lo contrario, en unos años todos hubiésemos sido amordazados.

¿Comprende lo que estoy diciendo? Desde ahora, cuando encienda el televisor para ver las noticias, las verá desde otra perspectiva porque reconocerá la mano de Roma en la política mundial.

Debemos despertar. Ya no somos un grupo de niños de dos años de edad. Los pastores deben despertar. Los diáconos y miembros de la iglesia deben despertar, porque si no lo hacen, sus hijos serán destruidos en pocos años. Me refiero en especial a aquellos pastores que sostienen que se debe amar generosamente a todos, y que se ponen pálidos y sudan frío cuando se enfrentan a algo controversial. ¿Cree usted que los sacerdotes de Roma le respetan por eso? Pastor, déjeme decirle que ellos odian el suelo por donde usted camina y lo único que sienten por usted es desprecio. Secretamente, lo ven como escoria bajo sus pies. Hace poco me dijeron que, en 1949, un ex sacerdote jesuita le dijo al Rdo. Eubanks, en California, que cuando el Vaticano tome control de los Estados Unidos, cada pastor y su familia recibirán un disparo en la cabeza.

En cierta ocasión enviamos una copia de LOS PADRINOS a 100 pastores locales. ¿Sabe cuántos tuvieron la valentía, o la cortesía, de responder? Ni uno. La Biblia dice que el juicio comienza en la casa de Dios. Si no despertamos, sucederá aquí.

Si los pastores son valientes, entonces deben actuar con valor y predicar con denuedo la Palabra de Dios desde los púlpitos. La línea delgada que detiene a las fuerzas del infierno, está en los púlpitos. En el momento en que se derrumbe, en los Estados Unidos las iglesias tendrán que ser subterráneas. Después nos perseguirán como a ratas, y nos tendrán tanta misericordia como la que tuvieron en Yugoslavia. Recuerde, el sacerdote dijo que no era pecado matar a un niño de siete años. Sólo que, esta vez, no estará Estados Unidos para defendernos. ¿Adónde escaparemos? ¿A México? Está totalmente dominado por Roma. ¿A Canadá? Está casi dominado. ¿A Irlanda? Ni pensarlo. No hay a dónde ir. Sólo al Señor, y el tiempo se está terminando. Estamos en el filo de la navaja. Dejemos de perder el tiempo con esta apariencia de piedad. Es hora de caer de rodillas y orar al Señor.

Si su pastor no tiene la valentía para oponerse a Roma, usted debe darle esta información y decirle que él tiene la responsabilidad de informarle también a su iglesia. Y si él no lo hace, entonces hágalo usted.

Sin duda los que respaldan al Vaticano atacarán a Chiniquy por atreverse a citar a Abraham Lincoln en su libro 50 YEARS IN THE ‘CHURCH’ OF ROME (50 Años en la ‘Iglesia’ de Roma). Estamos en una guerra, y doy gracias a Dios porque guió a Chick Publications para preparar las municiones que usted necesitará. Estos son los argumentos que le proporcionarán fundamentos e información, y después de pedir la dirección de Dios en oración, sabrá cómo enfrentarse a los católicos romanos que no conocen a Cristo. Porque, si no somos una iglesia que gana a personas para Cristo, la ramera nos destruirá a nosotros y a nuestros nietos. ¿Acaso podemos olvidar los gritos que llenaron el aire nocturno en París durante la matanza de San Bartolomé? ¿Acaso hemos olvidado a las mujeres embarazadas en Irlanda, atadas a las ramas de los árboles, que pedían clemencia mientras los perros se peleaban por los bebés que aún no habían nacido? ¿Y los cuchillos ensangrentados en las manos de aquellos sonrientes fanáticos, incitados por sus sacerdotes para que mataran a esas damas cristianas? ¿Hemos olvidado estas matanzas descritas por Foxe en Book of Martyrs (Libro de los Mártires)? El Vaticano quiere que lo olvidemos. ¿Acaso hemos olvidado lo que sucedió en Yugoslavia, en 1940, cuando sacerdotes católicos atravesaron con estacas a niños mientras éstos gritaban en agonía? ¡Nunca debemos olvidarlo! No olvidemos que antes de cada ataque, hubo un tiempo de paz, amor y amabilidad, como ahora. Y, no olvidemos que en los Estados Unidos, un millón de Caballeros de Colón han jurado convertir esta nación en un estado papal. Que Dios nos ayude. ¿Usted no cree que sucederá? ¿No cree que la historia se repita? Es tiempo que abramos los ojos y nos convirtamos en soldados espirituales, y que comencemos a armarnos con el yelmo de salvación, el escudo de la fe y la espada del Espíritu, sabiendo que podemos detener los poderes de las tinieblas.

Juan Pablo II, " Peregrinaje de fe" El papa Juan Pablo II en Washington, D.C.

Tenemos un enemigo común. Es tiempo de que regresemos a Cristo y comencemos a mostrar misericordia y compasión al amado pueblo católico romano, que ha sido traicionado por sus líderes. Si no lo hacemos, su sangre estará en nuestras manos. Tenemos que hacer todo lo posible para ganarlos para Cristo.

*La Liga Protestante Canadiense desafió al gobierno canadiense llevando el caso a la corte. La liga tuvo éxito y se anuló la prohibición.

Conclusión

¿Quiere decir esto que debemos luchar contra el pueblo católico romano que fue traicionado por sus líderes? No. Nuestra lucha es contra la ramera del Apocalipsis, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra. Dios nos ha ordenado que ataquemos ese sistema. Nuestro trabajo es desenmascararla, permitiendo así que los católicos romanos vean a qué están atados realmente -la esclavitud, y la realidad de que todos van camino al lago de fuego. Ellos necesitan ser liberados. Tienen que comprender que Cristo es la respuesta. No es María ni las demás enseñanzas antibíblicas que Roma les lanza. Nuestra responsabilidad es ganarlos para Cristo.

No estamos aquí para complacer a los pastores, iglesias o denominaciones. Estamos aquí para agradar a Cristo. Lo hemos dado todo. Esta guerra es de El. Es su batalla. El nos ha bendecido. Por fe hemos ampliado nuestras instalaciones, porque sabemos que Dios está levantando un ejército y ganaremos al precioso pueblo católico romano. Ese es el objetivo. ¡GANAR a este pueblo! ¡No es tirarles piedras! No somos nazis. No somos miembros del Ku Klux Klan. Nos preocupamos por esas personas. Sin embargo, no lo hacemos con ese amor mundano y egoísta que tanto se enseña hoy, que preferiría verlos ir al infierno que ofenderlos con la verdad. Estamos haciendo todo lo posible para tratar de ganarlos para Cristo. Y, por la gracia de Dios, lo haremos.

Por todo el país muchos católicos están conociendo la salvación. En realidad, el número está creciendo tanto que el Vaticano está preocupado. Alabado sea Dios porque vemos que hay esperanza. Los católicos están siendo salvados. Escuchamos informes de que en todo el país la gente está abriendo los ojos y diciendo: “Lo que Chick dice es verdad”. Y están comenzando a leer algunos libros como THE SECRET HISTORY OF THE JESUITS (La Historia Secreta de los Jesuitas) y 50 YEARS IN THE 'CHURCH' OF ROME (50 Años en la ‘Iglesia’ de Roma).

Vemos que sacerdotes y monjas están dejando el sistema romano para acercarse a Cristo. Los falsos escalan a posiciones superiores, pero los verdaderos salen de ese sistema. Se acerca un levantamiento que tomará fuerza. Es tiempo de que nos pongamos de rodillas, que nos quebrantemos delante del Señor y que clamemos para que los católicos romanos sean salvos, porque es el poder de Dios el que se moverá por medio nuestro. Los campos están blancos para la cosecha y ahora es el tiempo para salir, llevar el evangelio y ganar a esas preciosas almas para Cristo .

Que Dios le bendiga, y gracias por dedicar tiempo para leer este libro.

Posdata

Hace años, cuando estaban surgiendo sociedades John Birch por todo los Estados Unidos, la gente gritaba: “¡El tiempo ha llegado! ¡Vienen los comunistas!” “Están tomando el control. Sólo nos quedan unos años.” Con gran entusiasmo y fervor, los cristianos se reunieron para pelear contra ese monstruo y detenerlo, aunque para ello tuvieran que unir fuerzas con los católicos romanos. Esa fue una gran cortina de humo para desviar la mirada de los cristianos, a fin de que no vieran lo que el Vaticano estaba haciendo para tomar el control mundial.

Ahora está sucediendo otra vez. Sólo se ha cambiado el nombre. El movimiento más reciente se conoce con el nombre de “Movimiento de la Nueva Era”, y tiene mucha fuerza. Pero, ¿quién está detrás de él?

Sabemos que ese movimiento es una abominación, y la Biblia nos dice que la madre de las abominaciones es la ramera de Apocalipsis 17, la Institución Católico Romana. Puede estar seguro de que los jesuitas, los Illuminati, el Opus Dei y los masones están dirigiendo sus actividades, y el resultado es otra gigantesca cortina de humo que ya está alejando la atención de los cristianos, mientras que el Vaticano usa secretamente este movimiento para lograr sus metas.

El obispo Fulton Sheen atacó el comunismo en el pasado y, aunque la Nueva Era es un subproducto de Roma, la atacarán violentamente para cumplir con sus propósitos. Los católicos tratarán de unirse a los cristianos para atacar juntos al “Movimiento de la Nueva Era”. Los cristianos ya cayeron en la trampa y los jesuitas se están riendo a mandíbula batiente.

Poco antes que se publicara la edición original de este libro en inglés, recibimos la siguiente carta de un hombre que había escuchado la grabación que sirvió de base para el libro:

Estimado Jack:

Ayer escuché su grabación CORTINAS DE HUMO que un hermano en Cristo me prestó. Ahora son más de las 2:30 a.m. No podía dormir y necesitaba escribirle esta carta. Los hechos terribles que menciona son sencillamente aterradores.

Crecí en Alemania oriental, en un área que es principalmente católica, y conocí algunas de las cosas que usted menciona. Recuerdo haber visto en Munster las jaulas de acero, colgadas de los campanarios de la catedral, en las que dejaban que los anabaptistas murieran de hambre hasta que las aves se comían su carne. Hace 27 años se podían ver esas jaulas. No sé si todavía

están allí. Personalmente, creo que en su grabación no se ha dicho ni la mitad de lo ocurrido, aunque lo que dice ya es horroroso.

W.K., Linden, N.J.