el taller de los cuentos oscuros - Editorial Club Universitario

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EL TALLER DE LOS CUENTOS. OSCUROS. Dirigido por Mariano Sánchez Soler. Con los relatos de Joaquín Botella, Ángel Casado,. Claudio J. Cerdán, Ana ...
EL TALLER DE LOS CUENTOS OSCUROS Dirigido por Mariano Sánchez Soler

Con los relatos de Joaquín Botella, Ángel Casado, Claudio J. Cerdán, Ana Climent Baeza, Víctor M. Fernández Molina, Imma Ferri Miralles, Sergio G. Mateo, Airam Lebasi, María del Carmen Lemos, Manuela Maciá, Sergio Mira Jordán, José Montero, Ignacio Montoya, Eliseo Mora Ortega, Julián Navarro, Francisco J. Ortiz, Juan Carlos Pereletegui, Francisca Pérez Gallego, Gema Pérez López, Miguel Ángel Pérez Oca, Roque Pérez Prados, Adelaida Pérez Sancho, Elsa Peris Monsonis, Mariano Real, Javier Rico Sesé, Maribel Romero Soler, Julián Ruiz Prats, María Ángeles Salas Moneo, Cristina Salas Vázquez, Nuria Sánchez Liza, Pascual Santos López, Francisco J. Tomás Sánchez, Mercedes Tormo, Juan Ramón Vilaseca y Mariano Sánchez Soler

Título: El taller de los cuentos oscuros Coordinador: Mariano Sánchez Soler Autores: © Joaquín Botella, Ángel Casado, Claudio J. Cerdán, Ana Climent Baeza, Víctor M. Fernández Molina, Imma Ferri Miralles, Sergio G. Mateo, Airam Lebasi, María del Carmen Lemos, Manuela Maciá, Sergio Mira Jordán, José Montero, Ignacio Montoya, Eliseo Mora Ortega, Julián Navarro, Francisco J. Ortiz, Juan Carlos Pereletegui, Francisca Pérez Gallego, Gema Pérez López, Miguel Ángel Pérez Oca, Roque Pérez Prados, Adelaida Pérez Sancho, Elsa Peris Monsonis, Mariano Real, Javier Rico Sesé, Maribel Romero Soler, Julián Ruiz Prats, María Ángeles Salas Moneo, Cristina Salas Vázquez, Nuria Sánchez Liza, Pascual Santos López, Francisco J. Tomás Sánchez, Mercedes Tormo, Juan Ramón Vilaseca y Mariano Sánchez Soler Dibujo de portada: Walter Carlos ISBN: 978–84–8454–598–9 Depósito legal: A–554-2007 Edita: Editorial Club Universitario Telf.: 96 567 61 33 C/. Cottolengo, 25 – San Vicente (Alicante) www.ecu.fm Printed in Spain Imprime: Imprenta Gamma Telf.: 965 67 19 87 C/. Cottolengo, 25 – San Vicente (Alicante) www.gamma.fm [email protected]

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información o sistema de reproducción, sin permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.

Índice Preludio MARIANO SÁNCHEZ SOLER ............................................................. 7 La espada y la pluma JOAQUÍN BOTELLA ....................................................................... 11 Makumba y el pezón mágico ANGEL CASADO ........................................................................... 15 La más hermosa de las palabras CLAUDIO J. CERDÁN .................................................................... 21 Náufragos ANA CLIMENT BAEZA .................................................................. 25 Vale todo VÍCTOR M. FERNÁNDEZ MOLINA .................................................. 29 Sin plomo IMMA FERRI MIRALLES ................................................................ 37 Llaman a la puerta SERGIO G. MATEO ....................................................................... 41 Muerte en las viñas AIRAM LEBASI ............................................................................. 47

El pecado MARÍA DEL CARMEN LEMOS ......................................................... 55 Nada más que la verdad MANUELA MACIÁ ........................................................................ 59 Un trabajo bien hecho SERGIO MIRA JORDÁN .................................................................. 65 Señor Lobo JOSÉ MONTERO ............................................................................ 73 Frío IGNACIO MONTOYA ...................................................................... 81 Punto sin retorno ELISEO MORA ORTEGA ................................................................ 87 El cachirulo JULIÁN NAVARRO......................................................................... 93 No tengo prisa FRANCISCO J. ORTIZ .................................................................. 101 El robo no parecía ser la causa de aquel crimen JUAN CARLOS PERELETEGUI ........................................................ 105 Pasos a ciegas FRANCISCA PÉREZ GALLEGO ....................................................... 111 Réquiem por Mozart GEMA PÉREZ LÓPEZ ................................................................... 115

Tren de cercanías MIGUEL ÁNGEL PÉREZ OCA ....................................................... 125 ¡Claustrofobia! ROQUE PÉREZ PRADOS ............................................................... 131 La energía ni se crea ni se destruye ROQUE PÉREZ PRADOS ............................................................... 133 Aire ADELAIDA PÉREZ SANCHO .......................................................... 137 El ombligo de Melissa ELSA PERIS MONSONÍS ............................................................... 143 La maté porque no era mía MARIANO REAL ......................................................................... 149 Carta de un admirador JAVIER RICO SESÉ ...................................................................... 153 Confesión MARIBEL ROMERO SOLER........................................................... 157 En blanco y negro MARIBEL ROMERO SOLER........................................................... 159 Cuestión de suerte JULIÁN RUIZ PRATS.................................................................... 163 El callejón MARÍA ÁNGELES SALAS MONEO................................................. 171

Bajo presión, el extraño caso de Peter Roth CRISTINA SALAS ........................................................................ 181 Délicatesse NURIA SÁNCHEZ LIZA ................................................................ 185 Muerte y vida PASCUAL SANTOS LÓPEZ ............................................................ 193 Arena blanca FRANCISCO J. TOMÁS SÁNCHEZ .................................................. 207 El pintor de retratos MERCEDES TORMO ..................................................................... 221 Orán te espera, Orán siempre vuelve JUAN RAMÓN VILASECA ............................................................. 225 Y un homenaje: La pistola encendida MARIANO SÁNCHEZ SOLER ......................................................... 231 Autores y autoras .................................................................... 237

Preludio Encontrar la mejor manera de contar una historia significa simplemente darse cuenta de cuál es la manera más natural de contarla. La prueba de si un escritor ha adivinado la mejor manera de contar su historia es la siguiente: después de leerla... ¿puedes imaginarla de otra manera? ¿O resulta que al terminar silencia tu imaginación y te parece absolutamente definitiva? Definitiva como una naranja. Una naranja es algo que la naturaleza ha sabido contarnos bien. TRUMAN CAPOTE

ABRIMOS NUESTRO TALLER LITERARIO para escribir historias oscuras, para crear personajes, discutir contenidos y tramas, conocer las grandes obras de la novela negra y de la narrativa moderna; desgranar claves, denunciar tópicos y vindicar rupturas. Porque nosotros hemos venido a este taller para escribir aquello que nos gustaría leer, para embarcarnos en la aventura de buscar respuestas y entrar en la creación literaria casi como en un juego; desguazando las historias, montando y desmontando las piezas una tras otra, en busca de una narración entendida como un mecanismo de relojería, preciso e imprevisible. Quienes publican sus relatos en este libro han seguido el proceso creador desde el momento en que surge la idea. Picasso decía que la inspiración existe, pero es mejor que te llegue cuando estás trabajando. Al contar nuestras historias hemos seguido tres únicos dictados. Primero, hacer nuestras las palabras de Voltaire: «Todos los estilos literarios son buenos, excepto el aburrido». Segundo y tercero, responder al consejo de Oscar Wilde: «Sólo hay dos reglas para escribir: tener algo que decir y 7

decirlo bien». Las tres pretensiones de no aburrir, tener algo que contar y contarlo bien son los objetivos de este Taller de Cuentos Oscuros que el lector tiene en sus manos. Ah, claro. Para escribir ficciones, para hacer literatura, no basta con tener dotes, es preciso adquirir experiencia, técnica, cultura... Cuando nos planteamos escribir una ficción muchas cuestiones surgen de repente: la verosimilitud, la fuerza de la acción, la psicología de los personajes, el realismo, la importancia de los diálogos, el punto de vista del narrador, el estilo, lo que se muestra y lo que se dice... Pero todo eso se consigue a lo largo del tiempo, escribiendo y leyendo a la manera de los autores profesionales; es decir, deteniéndonos para saber cómo están escritas las novelas de los demás. Incluso nos hemos atrevido a fijar algunas reglas imprescindibles para escribir historias sombrías y forjar argumentos como juguetes turbadores. Los cuentos que conforman este libro son el resultado de toda esta experiencia sugestiva y reveladora. Asesinatos de muchos calibres, amores rotos, luchadores clandestinos, tristezas urbanas, maridos obsesionados, soñadores violentos, complicidades inesperadas, homenajes literarios, aventuras y crímenes... Si la escritura de los relatos que conforman El taller de los cuentos oscuros ha sido emocionante para sus autores, la lectura de sus ficciones será un placer para quienes se adentren en estas páginas. Pasen y lean. MARIANO SÁNCHEZ SOLER Alacant, verano de 2007.

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Llamadme Ismael. Hace unos años –no importa exactamente cuánto–, teniendo poco o ningún dinero en mi bolsa y nada especial que me interesara en tierra, pensé navegar un poco y ver la parte acuática del mundo. Es una manera que tengo de ahuyentar el hastío y regular la circulación. Siempre que se me empieza a mal torcer la boca; siempre que mi alma es un desolado y lloviznoso noviembre; siempre que me descubro a mí mismo deteniéndome involuntariamente ante las funerarias y yendo a la cola de todos los entierros con los que me tropiezo, y en especial, siempre que mi hipocontria me ataca de tal modo que se requiere un fuerte principio moral para evitar que intencionadamente salga a la calle y metódicamente le tumbe a la gente el sombrero... entonces es cuando considero que ha llegado el momento apropiado de hacerme a la mar lo antes posible. Éste es mi substitutivo de la bala y la pistola. HERMAN MELVILLE Moby Dick; o La Ballena NAVEGUEMOS, PUES...

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La espada y la pluma JOAQUÍN BOTELLA La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando.

PICASSO «El escritor Augusto Blanco muere apuñalado con una pluma estilográfica clavada en la yugular». El titular golpeó con tal fuerza a Magdalena que le tiró el café hirviente de las manos. Con un «¡coño!» sofocado en los labios y de puntillas, fue a verificar su terrible sospecha. Se asomó al dormitorio y, efectivamente, la pluma de Toribio, que seguía roncando a pierna suelta, no estaba en la mesilla de noche. En salto de cama, salió del apartamento y, al tiempo que bajaba los escalones de cuatro en cuatro, trató de comprender cómo habría podido él haberse enterado. Quizás algún detalle inconsciente de ella, o de Augusto, le hubiera hecho recelar algo; pero saberlo, lo que se dice saberlo, ¡era imposible! Y aun así, ¡de ahí a matarlo! Mientras descendía, recordó lo sucedido en la clase de Augusto la tarde anterior: «Justo, te lo vuelvo a repetir: o me traes mañana el planteamiento argumental y la biografía de los principales personajes, que ya hace más de tres semanas que me los debías de haber entregado, o te calificaré como inepto y te quedarás sin los créditos. Tú verás lo que haces». Entonces Toribio, por lo bajini, le había comentado: «¡Menudo hideputa está hecho este Augusto!, me saca de quicio, no le basta con suspender al pobre Justo, sino que además lo tiene que ridiculizar en público. Si soy yo...», y ella: «¡Ay, Tori, 11

no seas plasta y cállate, que no me dejas escuchar lo que dice Augusto!». El abochornado Justo, quien, desde que su novia se le había ido con otro, se encontraba sumido en la más absoluta incapacidad creativa, replicó: —Pero, Augusto, por favor, si es que no hay manera. La papelera se me desborda de borradores arrugados. ¡Por favor, dame una semana más, sólo una, por favor te lo pido! —Ése no es mi problema, Justo. Te lo recuerdo por enésima vez: cuando te matriculaste en este curso ya sabías que la parte práctica consistía en escribir un cuento negro. Toma ejemplo de todos los demás. No te voy a pedir que hagas como Magdalena, que es capaz de escribir dos historias al mismo tiempo —al escuchar esto, ella, en un acto reflejo, había agachado la mirada y pudo ver el modo en el que las manos de Toribio estrangulaban la estilográfica—, aunque así sea como trabajan los que valen para este arte, porque escribir, no lo olvidemos, es un arte, y, por mucho que uno quiera dejarse la vida en él, a veces no basta con morir. Se tienen aptitudes o no se tienen, no hay más. En fin, chico, no sé, ponle un par de velas a las musas, o haz como yo, inspírate en las páginas de sucesos... Tú verás lo que haces, ingéniatelas como puedas, pero, ya sabes, o me traes mañana el trabajo o... «Por muy celoso que sea mi Tori —continuaba reflexionando Magdalena, ya en el portal del edificio—, de todo esto no puede haber hecho, si acaso, nada más que conjeturas. ¡Está loco! ¡Mi novio es un psicópata!», concluyó. Justo, cuya licenciatura dependía de aquellos créditos, había pasado la noche muy inquieto, y al amanecer, sin poder aguantar más en la cama, salió a la calle tras la musa. Ansioso, pasó las hojas del periódico buscando la sección de sucesos, en la que ojeó ávido los titulares. ¡Y sí!, ¡allí, revoloteando entre las líneas de la noticia, dio con ella! Nada más terminar de leer, regresó raudo a su casa. Sin que le temblara lo más mínimo la taza del café, a la vez que se decía a sí mismo: «Desde luego, ¡qué gran profesor fue Augusto!, ¡qué

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mala idea tenía, pero qué buena me dio!», la inspiración fluía de nuevo por sus venas e iba tomando en su imaginación la forma del cuento que, con su aguda pluma, ya estaba comenzando a escribir.

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Makumba y el pezón mágico ANGEL CASADO GARRETAS Cuando el inspector Benito Estampío se encontró entre las piernas de Makumba, se olvidó de su traslado y se dejó correr. Entre polvo y polvo, mientras Makumba preparaba un té de Ginseng, Benito prendió un cigarrillo y saboreando el humo no pudo por menos que recordar cómo se habían sucedido los hechos en los últimos días: —Señor Estampío —dijo con voz tajante la Gobernadora al otro lado del teléfono—, déjese de tibiezas y apresúrese a encontrar el P.E.Z.O.N que, por si no lo sabe, ha sido sustraído por algún avispado en la asamblea de vecinos de su distrito. Le advierto que me presento a las elecciones y me juego la alcaldía si no aparece el documento antes de mi próximo mitin electoral, y en tal caso veo su futuro muy negro, por no hablar de su solicitud de traslado a la zona Centro que quedará sepultado en el gran cajón del olvido. Todo quedó claro cuando el Comisario Jefe le sacó de su nebulosa explicándole que el famoso PEZON (Plan Estratégico de la Zona Norte), contenía manuscritos del alcalde en los que prometía expropiar el bloque de viviendas de los guineanos para construir una mezquita al colectivo musulmán, cuyos votos se disputaban unos y otros. Todavía rumiaba el asunto, cuando sonó el teléfono de nuevo. —Inspector, el cabo López al aparato. Estoy en la calle Leña del Barrio Virgen del Remedio. Se han cargao a un moro que algunos vecinos han identificado como Alí Bem―benit. Le han clavado un cuchillo en su propia carnicería Halal y aquí hay montado un sarao increíble. La asociación de vecinos ha convocado una manifestación para que se detenga a los asesinos 15

cuanto antes y piden la dimisión de la gobernadora por la falta de seguridad ciudadana. En breve, el inspector Estampío se personó en la escena del crimen. Makumba N’gué, lucía un cuerpo esplendoroso que acababa en un matojo de pelo rizado atado con un pañuelo lila jaspeado por manchas negras. Su culo ocupaba un amplio espacio de la superficie corporal, resaltando sobremanera el conjunto de curvas que invitaban a participar en el rally. Estaba reunida con sus paisanos, que la adoraban, en la fiesta multicultural del Parque de Lo Morant frente a una pancarta que decía «la Zona Norte, existe y resiste». Cuando el inspector abordó a Makumba, con su placa por delante, se le erizaron los pelos inguinales, pero representó a la perfección su papel de sabueso sin que sus deseos translucieran más allá de su traje gris. —Señorita Makumba, corre el rumor de que algún miembro de su grupo étnico se le ha ido la mano con el solicitante de la mezquita, el Sr. Alí Bem-benit. No es preciso que le advierta que si no me aporta algún dato relevante sobre el asunto, algunos de sus paisanos van a tener que coger la patera de vuelta a su cuchitril, sabemos que andan muy escasos de «papeles». Aquí le dejo mi tarjeta por si quiere llamarme antes de la «operación retorno». Al fin y al cabo su vivienda todavía no la han tocado y no hay motivo para cargarse a un ser humano, tan humano como puede ser un moro con un cuchillo de adorno en el gaznate, no sé si me entiende…. Benito Estampío recaló en el bar de su sagaz amigo Vilaseca a inyectarse el carajillo matutino de rigor, era su particular manera de relajarse. Vilaseca no le vio buena cara al inspector y no pudo ahorrarse el comentario: —Menudo «Broadcasting» tienes esta mañana, Benito, pareces un domador de polillas. —No me toques los cojones y pónme un «tranquimazín», que tengo un guirigay montado entre la gobernadora, con el lío de un

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PEZON, y la asociación de vecinos insurreccioná con el asesinato de un moro que no hay quien se aclare. Cuando Vilaseca escuchó asombrado el relato de su cliente policía, hizo un mohín y le espetó: —Si la gobernadora está preocupada por su PEZON, no te preocupes que todavía le queda otro. Para qué van a querer un puñao de papeles, a no ser que los hayan confundido con la declaración de la renta del alcalde. Y en lo del moro quién sabe, a lo mejor está implicada la mafia rusa, que este barrio está petao de inmigrantes, unos de patera y otros de «polvera». Venga, anímate que a esta ronda te invito yo. El confidente Cartagena jugaba su undécima partida de Billar cuando el inspector Estampío se le acercó para decirle: —Tengo un asuntillo de encargo que incluye el seguimiento de una negra jamona. —Inspector, hasta que no me suba el sueldo, no le hago más recados. —Mira, Cartagena, no te preocupes que la cosa es fácil y ando en tratos con la gobernadora para que te deje un par de meses al aire libre. Pilla esta cámara de fotos y sigue la pista de la guineana que llaman Makumba, a ver si me traes una instantánea de premio. Ojo, no te pases de listo que está protegida por la «ley». Makumba trató de quitarle de encima al «magreador» de turno a su hermana Owanda, que por otra parte tenia su «oficina habitual» de prostituta en el pub El Lobo. —Owanda —le dijo—, necesito venirme a vivir unos días a tu casa. La policía nos ha endilgao el asesinato de un moro y quieren expulsarnos. El cliente, ya obnubilado por el alcohol, volvía de nuevo a la carga y no daba crédito a sus ojos, esta vez veía cuatro tetas… y se abalanzó babeando su perorata: —¡¡Soy Copiz, el famoso constructor al servicio de la comunidad, si me la chupáis os pongo un puticlú por todo lo alto en el «corazón de Alicante». Me ha dicho el alcalde que tengo la exclusiva del PEZON y por eso he venido aquí, a practicar…

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Las hermanas no sabían cómo quitarse de encima a semejante individuo y cuando estaban planeando hacer mutis por el foro apareció inesperadamente un mostrenco humano (con antecedentes porcinos) gritando desencajado: —¡Putas! ¡más que putas! ¡no iréis a dejar tirado a mi jefe sin vaciarle la bragueta! Cuando ya veían venir la avalancha, un «flash» inesperado atrajo poderosamente la atención del energúmeno. Cartagena apenas tuvo tiempo de guardar la cámara y acto seguido comenzó un intercambio de hostias interactivas que acabó con ambos «contrayentes», Copiz y las hermanas, en la comisaría norte. Cuando Benito Estampío enchufó la cámara al ordenador para visualizar las imágenes de su confidente, se quedó anonadado, ¿Qué hacía un empresario de la construcción acompañado por aquel pájaro de Antón Perla, con un historial digno de una película de miedo? Makumba reconoció al mismo individuo que montó gresca en la Asamblea y que salió por patas con un cartapacio rojo y el escudo del Ayuntamiento. En el interrogatorio, expeditivo, a que sometió al interfecto fue hilvanando cabos. Antón Perla era el conductor/guardaespaldas del empresario Copíz, el cual le había hecho el encargo de «tomar» unos papeles prestados del Ayuntamiento. Total era pan comido. El éxito del encargo tenía su pago en especies, la de montarle un «Servicio extra de señoras»; sólo tenía que buscar un sitio adecuado en el barrio y, mira por dónde, aquel morito se puso cabezón y no quiso venderle su carnicería a pesar de haberle prometido el oro al moro. Quizás se excedió insistiendo en exceso —dijo el Perla— pero ¡joder inspector! ¡no es para tanto, hay millones de moros para sustituirlo! La prensa daba noticias al día siguiente del suceso: «el conocido empresario Copíz se ve envuelto en un altercado en un conocido puticlú de Campello». El artículo ilustraba con una foto

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el relato de lo ocurrido, Copiz y un acompañante de mala jeta mostraban sus puños en ristre. Benito Estampío dio su última calada al cigarro y ser refociló de nuevo en la piel cremosa de Makumba, que arrimándole sus pechos a la boca, le susurró: «Soy tu gobernadora, búscame el Pezón que veo tu futuro muy negro…»

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La más hermosa de las palabras CLAUDIO J. CERDÁN Estás desnuda, acostada boca arriba, con los ojos cerrados. Te miro hipnotizado. Contemplo tu belleza desnuda. Tu cuerpo perfecto hace que me sienta incómodo por lo que va a suceder. No me atrevo a acercarme. No me atrevo a tocarte. Al contrario de lo que esperaba, tienes un semblante sereno, tranquilo, sosegado. Como si una paz interior recorriese tu cuerpo, como si estuvieses en el mejor de los lugares. Como si nada hubiera sucedido. Pienso que apenas te conozco. No sé nada de tu vida. Te perdí hace tiempo, cuando aún estabas a mi lado, cuando mi trabajo no me quitaba todo el tiempo del que disponía. Y nunca te dije que te quería, que te amaba locamente. No podía hacerlo: no lo habrías entendido. Y, sin embargo, al final estamos aquí. Los dos solos. —Te quiero. No me escuchas. No te mueves. Tu piel pálida, tus pechos rosados. Tan bella, tan joven. Eres un ángel. Puede que ya sea tarde para nosotros, pero te quería decir «adiós». —Te quiero. No me escuchas. Un escalofrío recorre mi cuerpo por lo que voy a hacer. No sé si estoy preparado. Es la primera vez que lo hago. Al menos, la primera vez contigo, ya lo sabes. En mis pensamientos, esto ya había ocurrido cientos de veces. Pero no así. Así no. Así está mal. Lo sé, Dios me perdone, pero lo sé. Ese pequeño detalle es el que me inquieta. Así no debería ocurrir. Pero, a veces, no puedes elegir. Ahora o nunca. Y no me podría perdonar jamás que perdiese esta oportunidad. «Las oportunidades son para aprovecharlas», me solías decir, hace tiempo. Mi oportunidad ha llegado. Espero que lo comprendas. 21

—Perdóname. Me armo de valor, de fuerza de voluntad. Doy un paso hacia tu cuerpo perfecto. El segundo cuesta menos. Me acerco, aguantando la respiración, hasta que te tengo justo delante. Mi mano tiembla cuando acaricio tu mejilla. Estás más fría de lo que esperaba. Es estúpido, pero me imagino que me abrazas, que te despiertas y me besas. Pero no lo vas a hacer, ¿verdad? Paso mi mano por tus pechos. Están firmes, duros, fríos. Acaricio tus largas piernas. Toda tu piel es tersa. Ya no recordaba cómo era la piel a los veinte años. Me siento extraño. Tan quieta, toda para mí. Lo que ofreces no se puede pagar. Me miro y tengo el pene erecto. Ha llegado el momento. El punto de no retorno. Es ahora. Ya. Me tumbo sobre ti y te abro las piernas con más decisión que delicadeza. Te susurro al oído cosas que jamás te había dicho. Espero que las oigas, porque todo es verdad. Trato de dilatarte un poco con mis dedos. Sé que es imposible, pero tengo miedo de hacerte daño. Tienes los ojos cerrados. Duermes el mejor de los sueños. Contemplo tu boca, y no puedo evitar darte un beso. No me lo devuelves. —Te quiero. Te vuelvo a besar, y me imagino que soy correspondido. Abro con ternura tu boca e introduzco mi lengua. No encuentro la tuya. Te la has tragado, amor mío. Es una sensación extraña. Tu boca está seca, y tiene un extraño sabor amargo. No puedo más y me introduzco dentro de ti. Estás húmeda, no sé por qué. Pensaba que no sería así. Esa parte tuya no ha muerto contigo. La has conservado intacta solo para mí. Porque me quieres. Porque tú también me quisiste. Porque puedo oír tu voz diciéndolo: —Te quiero. —Te quiero. —Te quiero, papá. Mi pobre niña. Mi querida hija. Siento haber tardado tanto tiempo en decírtelo. Todo habría sido distinto.

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—Te quiero. Yo también te quiero. Siempre. —Te quiero. Siempre. Me doy cuenta de que estoy llorando. Te beso otra vez. Y otra. Y otra. Abro tus ojos con mis dedos. Me miras fijamente. Me juzgas en silencio. Aparto la mirada. Te abrazo. Te doy todo mi amor. Papá también te quiere a ti. Te beso. —Tequierotequierotequiero... Todo termina con una explosión de energía. Todo termina con un beso. Todo termina en tí y en mí. No existe nadie más. Acabo. Ya está. Te lo he dado todo. Papá no puede más, ¿lo comprendes? Te beso de nuevo. Te miro a los ojos y no has cambiado el semblante. Te vuelvo a besar. Me sorprendo otra vez al no encontrar tu lengua con la mía. Sonrío de alegría. Con mis manos, fuerzo tu boca para formarte una sonrisa. Obtengo una mueca extraña. Es una sonrisa. Es tu sonrisa. Una de mis lágrimas cae sobre tu ojo, y parece que tiene vida. Papá te dio la vida. Papá te la quitó. Me levanto. Te doy un beso de despedida. Paso mi mano por tu cabello moreno. Me la devuelves con manchas de sangre. ¿Ahí te golpeé? Todo sucedió tan deprisa. Todo aquello que me dijiste. No lo pensabas, ¿verdad? Irte a Madrid con ese novio tuyo. No podía permitirlo. Tenerte tan lejos de mí... solo pensarlo me mareaba. Yo también siento haberte dicho aquello. No lo pensaba, era todo para que no te fueses. Te agarré por las muñecas, y esa fue la primera vez en toda mi vida que te he hecho daño. Te soltaste de un empujón, y me dijiste aquellas palabras de odio tan terribles. Yo te quiero, hija mía. Te golpeé con el martillo porque no me dejaste opción. No podía imaginarte con otro hombre, y menos ése. Tenías que estar cerca de mí, para que te vigilase, para que no te pasase nada. Para que no te equivocases. —Te quiero. Solo era eso. Amor. Solo eso. Si te ibas, yo moría. ¿Nunca has estado tan enamorado que has podido hacer cualquier cosa por la persona amada?

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Pero nuestro amor no ha podido ser. Todo ha terminado mal, pese a haberte tenido unos instantes para mí solo. La gente, tu madre, tus hermanos... Nadie lo habría entendido, y me han obligado a hacerte esto. Me alejo de ti. Papá se va de viaje, a reunirse contigo, mi pequeña. Mira, aquí está la cuerda que nos va a reunir. He dejado una carta para tu madre. Espero que lo entienda. Todo ha sido por amor. Por el mayor amor que una persona puede sentir por otra. Subo a la silla y ato la cuerda a la viga de madera. Me pongo el nudo al cuello. Vuelco el asiento y me quedo sin aire. Mientras me relajo, veo tu cara. Me estás mirando. Me estás sonriendo. Incluso me parece oír tu voz.

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