FE Y VIDA Experiencia de Dios en la vida ordinaria - Salesianos ...

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Nos ocuparemos de este tema: discernimiento de la experiencia de Dios. ..... su palabra, y la aceptación de mi historia personal como lugar donde Dios se hace.
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FE Y VIDA Experiencia de Dios en la vida ordinaria RETIRO DE SALESIANOS COOPERADORES Inspectoría de Bilbao Loyola, 9 - 11 de enero, 2009

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LA EXPERIENCIA CRISTIANA DE DIOS

1. Pertenecemos a una familia El Rector Mayor está urgiendo a toda la familia salesiana a formar un vasto movimiento de personas para, como hizo d. Bosco, dediquen todas nuestras fuerzas y energías en la salvación de los jóvenes. La familia salesiana es ya un bosque en el que anidan muchos pájaros en sus ramas: “El Reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas” (Mt 13,31-32).

Nos pide que conectemos con la mentalidad y la experiencia pastoral que llevaron a Don Bosco a madurar algunas convicciones: a) la misión universal de salvación de la Iglesia, que debe asumirse de manera solidaria, con la preferencia hacia los jóvenes, los pobres, los pueblos no evangelizados; b) la urgencia y la necesidad de unirse espiritualmente y de asociarse operativamente; c) el espíritu salesiano es vivido en diversos estados de vida y, por consiguiente, de contribuir a través de la unión de los “buenos” a la gran misión de la Iglesia;

Propone a la Familia Salesiana un decidido esfuerzo conjunto a disposición de la evangelización de los jóvenes en el mundo de hoy, muy distinto al que hemos heredado, y a superar la crisis de la vivencia y transmisión de la fe. Asistimos a un des-encanto de la cultura y de la fe cristianas en nuestra sociedad. Algunos lo llaman “el malestar religioso de nuestra cultura” (J. Martín Velasco). El tema de la transmisión de la fe a los jóvenes y el de la evangelización, remite a la fe personal y a la EXPERIENCIA DE DIOS EN LA VIDA Y EN LA HISTORIA PERSONAL. Ésta va pasando por un proceso de madurez, que tenemos que ir personalizando. Nos ocuparemos de este tema: discernimiento de la experiencia de Dios.

2. ¿Qué nos está pasando con la fe? No es ajena a nadie la transformación social y cultural que estamos teniendo en el momento presente. El mundo cambia tan rápidamente que parece que no nos da tiempo a reconocer y nombrar el ayer, cuando ya estamos con aspectos nuevos que nos sobrevienen a modo de un tsunami. Diversas voces autorizadas, estudiosos de la actual evolución sociológica de la humanidad, sobre todo de la cultura occidental, señalan con cierta insistencia en que los cambios profundos a los que estamos asistiendo en los últimos años no son “cambios en una época”, sino a lo que realmente estamos asistiendo es a un “cambio de época”, que abarca todas las estructuras y manifestaciones de la sociedad y de la persona. “Las circunstancias de la vida del hombre moderno en el aspecto social y cultural han cambiado profundamente, tanto que se puede hablar con razón de una nueva época de

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la historia de la humanidad”1; esta realidad, que el Vaticano II proclamó, queda ya confirmada más allá del planteamiento inicial: una transformación radical donde el modelo o paradigma explicativo global de la “época pasada” nos resulta difícilmente reconocible en las nuevas generaciones. Esto atañe de un modo significativo al pensamiento teológico, a la experiencia de fe y a la transmisión de la misma, como bien afirman los obispos franceses2. La búsqueda de Dios y de espiritualidad de los tiempos actuales requiere una renovada vida del misterio de Dios o de la fe, de la existencia de guías o mistagogos de calidad que puedan llegar a ser auténticos transmisores de Dios y unos métodos pedagógicos renovados. Estimamos que la renovada presentación del Misterio de Dios constituye un reto un reto, que no podemos soslayar en el carisma salesiano, y en la Iglesia en general.

¿Puede haber evangelización y transmisión de la fe sin experiencia de Dios? ¿Qué es tener experiencia de Dios? ¿Cómo vives en este momento la experiencia de Dios? Se percibe un cierto malestar religioso en nuestra sociedad, ¿anida de alguna forma en tu interior?

3. ¿Transmisión tradicional de la experiencia de Dios? Las estructuras sociales tradicionales (sobre todo, la familia y la escuela), que garantizaban la transmisión de la fe, ya no desempeñan la función de la transmisión de la fe a las nuevas generaciones. La familia va perdiendo protagonismo en el proceso educativo de adolescentes y jóvenes: los patrones a seguir en la vida no son ya los difundidos por la familia. Los jóvenes se socializan entre sí en una sociedad compleja y desconcertada. La socialización de los jóvenes está dinamizada por una imitación de modelos entre ellos mismos. Además lo cultural y lo religioso no solo no coinciden, sino que viven en conflicto abierto. La sociedad secularizada y pluralista ya no se siente concernida por la tarea de la transmisión de la fe y de la moral cristiana. En estos la transmisión de la fe no puede ser planteada como una simple información y adoctrinamiento. Durante siglos se ha transmitido la fe como un mero proceso de “enseñanza de doctrinas”. El éxito de la transmisión de la fe dependía del grado de 1

GS 54. Proponer la fe en la sociedad actual. Carta de la Conferencia Episcopal Francesa a los católicos de su país (Lourdes, 9 de noviembre de 1996), en D. MARTÍNEZ – P. GONZÁLEZ – J. L. SABORIDO (recopiladores), Proponer la fe hoy. De lo heredado a lo propuesto, Santander 2005, 4446: “Rechazamos toda nostalgia de épocas pasadas… No soñamos con una imposible vuelta a lo que se denomina “cristiandad”… La situación crítica nos impulsa a ir a las fuentes de nuestra fe y a hacernos discípulos y testigos del Dios de Jesucristo de una forma más decidida y radical… La crisis por la que atraviesa hoy la Iglesia se debe en buena medida a la repercusión, en la Iglesia misma y en la vida de sus miembros, de un conjunto de cambios sociales y culturales rápidos, profundos y de dimensiones mundiales. Estamos cambiando de mundo y de sociedad. Un mundo desaparece y otro está emergiendo, sin que exista ningún modelo preestablecido para su construcción. Los antiguos equilibrios están a punto de desaparecer, y los nuevos se constituyen con dificultad… La Iglesia, especialmente en Europa, se ha solidarizado profundamente con los equilibrios antiguos y con la figura del mundo que desaparecía. No sólo se encontraba bien insertada en ese mundo, sino que había contribuido ampliamente a su construcción, mientras que la figura del mundo que hay que construir se nos escapa”. 2

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asimilación teórica de las verdades expuestas y del cumplimiento de las normas morales, claras y tajantes. Este modelo de comunicación de la fe se ha desmoronado por razones de tipo histórico, social y cultural. Pero, además, no tenía en cuenta la realidad compleja de la fe, como experiencia vital de encuentro con la salvación de Dios, revelada en Jesús de Nazaret, el Señor. ¿Puede transmitirse esta experiencia de encuentro, como don de la fe? ¿No habría que hablar mejor de mediación de la experiencia cristiana? La transmisión de la fe tendría que: •

propiciar el conocimiento personal de los contenidos cristianos, pero, sobre todo,



habría de preparar al sujeto para la acogida consciente y libre de la presencia de Dios en su vida, y de lo que ello comporta.



Esto requiere la formación y capacitación del testigo de la fe, con una fuerte experiencia de Dios.

La mediación de la experiencia cristiana resulta así un proceso mucho más complejo, que la simple transmisión de un saber y de unos contenidos. Parece la personalización de la fe actualmente es una necesidad más apropiada a la situación actual3.

Traemos aquí la conocida afirmación de K. Rahner, teólogo conciliar: “Cabría decir que el cristiano del futuro o será un ‘místico’, es decir, una persona que ha ‘experimentado’ algo, o no será cristiano. Porque la espiritualidad del futuro no se apoyará ya en una convicción unánime, evidente y pública, ni en un ambiente religioso generalizado, previos a la experiencia y a la decisión personales. La mistagogía es la que habrá de proporcionar la verdadera ‘idea de Dios’, partiendo de la experiencia aceptada de la referencia esencial de la persona humana a Dios, la experiencia: -

de que la base del ser humano es el abismo,

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de que Dios es esencialmente el Incomprensible,

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de que su incomprensibilidad, en lugar de disminuir, aumenta a medida que se le va conociendo mejor, y a medida que Dios se acerca a nosotros en su amor, en el que se da así mismo”.

¿En qué medida compartes estas expresiones? ¿Qué exigencias nos pide esta nueva forma de visión de la vida cristiana?

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El texto de este apartado se ha tenido presente la reflexión de: ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ, ¿Cómo anunciar la experiencia cristiana a los jóvenes de hoy?: “Proyección” 44 (1997) 49-66.

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4. Qué es experiencia Para introducirnos en la experiencia de Dios, tenemos que responder de modo simple, ¿qué es experiencia humana? Solemos decir: ¡vaya experiencia que tuvimos! •

Se refiere a una forma de conocimiento.



Lo que «sabemos» por experiencia, se distingue de lo que «sabemos» por testimonio o enseñanza de otro, o por discurso mental propio.



La experiencia es una forma de acceso a la realidad, un modo de comprensión y «aprendizaje relacional. Se trata de un proceso mediante el cual el sujeto adquiere un conocimiento afectivo y efectivo de algo o alguien, gracias al trato directo con él.



Denominamos experiencia al fruto de tal camino de conocimiento. Se trata de lo «experienciado», lo adquirido en su proceso de relación: aquello que en adelante orientará su juicio y motivará su comportamiento.

Características: •

Aprendizaje relacional; algo diferente del simple trabajo intelectual.



La experiencia involucra la inteligencia, la afectividad y la voluntad.



Se alumbra así un nuevo conocimiento, al tiempo que se despierta un afecto y se induce una determinación.



La experiencia radica en el núcleo más íntimo, allá donde la libertad, la afectividad y la inteligencia se implican en esa unidad propia de la persona.



Las experiencias se «tienen» o se «viven», es decir, implican a toda la persona; y no sólo se «piensan» o se «sienten”.



Las experiencias impactan en lo profundo de la persona (“esto me llegó muy hondo”) y persisten durante toda la vida (“no se me olvidará fácilmente”).

La experiencia en cuanto aprendizaje La experiencia se convierte en aprendizaje porque: •

La persona ha interiorizado lo que ha vivido, y entra dentro de su cosmovisión.



El aprendizaje supone identificar el significativo de lo internalizado dentro de su historia pasada y del entorno social en el que vive (comunidad). El aprendizaje requiere saber interpretar el significado que adquiere lo internalizado.



El proceso de experiencia capacita también el aprendizaje de la autoconciencia de ser persona y de la propia existencia. Aprender a interpretar requiere de este aprendizaje de tener conciencia de sí mismo y del significado de las cosas y de los acontecimientos.

Objeto de la experiencia •

El objeto último de la experiencia es la realidad en toda su complejidad.



Se trata, por tanto, de un aprendizaje que nunca se da por concluido; al contrario, cada experiencia impulsa nuevos aprendizajes porque el conocimiento humano tiene una dinámica, un impulso y una exigencia reveladora.

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Aspectos importantes de la experiencia • Una persona, sujeto, capaz de relacionarse y de tener conciencia de sí mismo: suficiente conocimiento, reconciliación con su historia, autoconciencia (saber lo que le pasa, conectar con sus emociones,…), voluntad para modificar su vida y ejercer la libertad responsable,… • La relación interpersonal: sentido del yo y sentido del otro (del tú, que no puedo dominar). Se trata de un conocimiento en el que entre el sujeto (cognoscente) y el objeto (conocido) se establece según características análogas a las que se dan en el encuentro intersubjetivo; es decir, con momentos de actividad y de pasividad («padecer la experiencia»). • Una confianza inicial básica que permita una apertura perceptiva, aceptando su carácter gradual, y por eso abierto a las contradicciones y cambios que pudieran producirse (no controlados en su inicio). Requiere de la apertura a la novedad y lo imprevisto. • La experiencia de encuentro se realiza a partir del lenguaje, los intereses, necesidades, miedos, prejuicios, imágenes e ideas del sujeto.

El aprendizaje por experiencia es imprescindible para la persona. •

Las experiencias que tenemos nos permiten conocer la realidad (y en ella a nosotros mismos), al mismo tiempo que nos afectan y nos impulsan a la acción.



Todos tenemos algún tipo de experiencia: -

del amor recibido, incondicional y gratuito; de la unicidad y libertad íntimas; de los cambios que la libertad y la pericia humana introducen en la historia; de la belleza y la armonía del mundo; del dolor, la injusticia y la muerte; de no haber dispuesto del hecho de ser y existir; de la fraternidad que nace del convivir diario; de la corporalidad espacio-temporal en el encuentro con los otros; de la amistad y la soledad; del interrogante que es, en sí misma, cada existencia humana; del antagonismo, e incluso el odio; de la admiración que suscita el bien y la verdad de los otros; de la contingencia y de la indomable rebeldía que origina; de las zonas oscuras, donde habitan el egoísmo y la culpa; del valor absoluto y la inviolabilidad de todo «otro»; de la frágil e ineludible decisión moral; de la compasión por el sufrimiento ajeno; de la trascendencia que nos sobrecoge y humaniza, de encuentros con los sublime e inabarcable. de la alegría en la fiesta y el juego, del patio y de la convivencia vecinal; de la lucha solidaría por la liberación de toda servidumbre; de la búsqueda de una plenitud definitiva; de la capacidad lingüística y simbólica de la realidad; del don recibido de las generaciones anteriores; y de la misma superación sorprendente de sus limitaciones frente a tantos retos como le plantea la existencia. de la entrega diaria por el bien lo de los niños, adolescentes y jóvenes… y no sólo de cada una de estas realidades, propuestas a modo de sugerencias, sino del conjunto de todas ellas y de los interrogantes que nos provocan.

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La experiencia constituye el aprendizaje más hondo de la persona porque afecta al conocimiento, a la afectividad y la decisión; este aprendizaje es de mayor durabilidad, fecundidad, autonomía y coherencia.

1. Comenta o resalta uno de los aspectos importantes de la experiencia. 2. De la lista anterior, señala tres aspectos que han sido importantes en tu vida como ser humano de experiencia. 3. ¿Puedes relatar una experiencia de tu vida que hayan constituido un inicio de experiencia de Dios, o de lo contrario?

5. Elementos de la experiencia cristiana de Dios. La fe cristiana tiene un contenido propio que nos es dado en la palabra revelada y creyentes que han hecho historia de fe: •

El acto personal de fe del Dios que se autodona como misterio de amor.



La aceptación vital de su persona y contenido de fe.



El proceso de integración en la experiencia e historia humana personal.



La celebración y vivencia de esta experiencia en la comunidad.

La fe consiste en entregarse confiadamente al Tú de Dios; constituye un encuentro personal que compromete a toda la persona; supone también la aceptación de Dios y de su palabra, y la aceptación de mi historia personal como lugar donde Dios se hace misterio de amor. Desde este punto de vista, Dios no es reducible a mi historia personal ni a mi proyecto particular, aunque sí se hace presente en mi historia y mi proyecto. Dios tampoco se sujeta a mis deseos ni a mis proyecciones felices de la vida; pero sigue siendo el Dios del Amor en su misterio incomprensible. Esto significa que no puedo controlar a Dios. La fe me capacita para una relación más allá de mí mismo, pero me fundamenta en la existencia. Quiere decir que Dios no es necesario para vivir, pero da un sentido insospechado a mi vida; Dios no resuelve mis problemas, pero les orienta y da sentido desde su misterio de amor. Por otra parte, me comunica una vida que le es propia y originaria, y que también fundamenta mi vida. La dimensión personal de la fe la podemos descubrir en la historia de Abrahán: se entrega incondicionalmente a Dios, se pone en sus manos. Abrahán obedece fielmente a pesar de que la prudencia y los cálculos humanos están en contra. La palabra de Dios tiene para él más fuerza que todo lo demás. Ella es la luz tras la que camina, le proyecta hacia el futuro, hacia lo desconocido. Creer significa fundamentarse en Dios y entregarse a su misterio en la escucha atenta de Su Palabra y de la aceptación de sus exigencias. El acto de fe, como abandono en las manos del Tú absoluto, encuentra su densidad cuando se integra el compromiso personal con la palabra (promesa fiel del amor de Dios), que se presenta muchas veces a los ojos humanos en contradicción con los planes y expectativas propias.

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Pero si la fe no se pude fundamentar en nosotros, nos tendremos que afirmar, en fidelidad a la Palabra revelada, que la experiencia cristiana radica en la fe expresada y vivida en la persona de Jesucristo. La fe en Jesús da coherencia a la inconsistencia de la vida humana y tiene la fuerza necesaria para ser expresa en la vida ordinaria. El Dios que se nos revela en la Palabra Jesucristo no pertenece a una trascendencia anónima, sino que es el Dios de la salvación y misericordia infinita, de la ternura y del amor, expresados en el Misterio Pascual. La fe por tanto, no es una creencia vaga, sino que se concretiza en el seguimiento de Jesucristo, sentido último de la fe cristiana. La fe tiene un contenido concreto: Jesucristo como persona con el que entro en relación. La fe como contenido es la historia de Jesús el Cristo, como punto culminante de la Historia de la Salvación, transmitida, reflexionada e interpretada por la Iglesia a lo largo de los siglos. La doctrina de fe, por tanto, es una consecuencia de una relación real. Esta relación constituye la inteligencia práctica (y afectiva) de la fe del creyente para integrar fe y vida. Sin embargo, conviene recordar que la doctrina como contenido de fe, se expresa con diversos y variados lenguajes: la alabanza, la narración, la contemplación, y, sobre todo, el estilo de vida personal que se asume como seguimiento de Jesús (vocación). Esto es posible, por el don que el Espíritu Santo nos hace entender y comprender, como revelación de la verdad. Esta verdad se vive y se concretiza en la historia de comunidad cristiana y se visibiliza en la Iglesia, como cuerpo de Cristo. Resumiendo, por tanto, diríamos que la aceptación de una doctrina ha de hacerse desde la experiencia vital de la fe, como entrega absoluta a Dios Padre, revelado en Jesucristo, por la fuerza del Espíritu, a través de la mediación de la Iglesia. Ella es la depositaria de la fe en Jesucristo. La Iglesia es, para el cristiano, la madre de la fe; ella es la portadora de la revelación y el último sujeto de la fe. La Iglesia es la comunidad que ofrece y anuncia la fe, la depositaria de la gracia del Padre en Jesucristo por medio de su Espíritu. De ella recibimos la fe. La Iglesia mantiene la revelación de Dios en su integridad. Puesto que la revelación de Dios es vida para el creyente, no transmite la fe como una fórmula muerta, sino como una palabra viva, que ilumina todo momento histórico; y para ello deberá tender un puente entre la revelación y la vida de cada generación cristiana. Por consiguiente no basta con repetir de forma mecánica las palabras de siempre. Durante un tiempo se nos ha transmitido la fe en fórmulas doctrinales y mecánicas, hoy es preciso traducirlas, conservando su propia verdad e intentando hacerlas inteligibles a las nuevas generaciones. Esto no es fácil, pero resulta imprescindible. El anuncio de la fe, que la Iglesia realiza como tarea propia, brota de su mismo ser como sacramento universal de salvación y como misionera por mandato de Jesús. Por tanto, todo el que anuncia la fe actúa en nombre de la Iglesia misionera y evangelizadora que hace experiencia permanente de la fe; por eso, afirmamos que el proceso de comunicación de la fe hace referencia siempre a la comunidad eclesial, y a su propia experiencia de fe.

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6. Dios es siempre una experiencia oscura y novedosa La experiencia de Dios requiere acercase a él desde la realidad, entendida como búsqueda de la verdad. Si la experiencia pertenece a lo real, primero tengo que tener claro que Dios es real; o sea, que entra dentro del mundo perfectivo de la realidad. Para ello debo distinguir entre la realidad que aparece (fenoménica) y la realidad que no aparece, o imperceptible a los sentidos externos de la materia; para ello me ayudarán los sentidos internos. Pero, a pesar de todo, hace falta el don de la fe, que provoca atracción, amor, creencia y una llamada especial de Él y su amor. Así aparece en la Biblia: Aquél que llama y sale al encuentro. El Dios de Jesús es Persona. Si es persona, puedo establecer con él una historia de relación. El cristianismo parte de la afirmación de que Dios ha decidido ponerse en comunicación con la persona humana, creada a su imagen y semejanza, y, para ello, nos ha capacitado de una estructura personal capaz de entrar en relación con Él. La oración (escucha atenta de la Palabra) y el compromiso con la realidad son los mejores medios para la relación con Dios. Los salmos nacieron así, en la búsqueda de su amor, confrontado con la realidad, a veces, cruda y dura. Destacamos los cuatro ámbitos necesarios para integrar la experiencia del amor de Dios: DIOS PERSONA – SU PALABRA – LA REALIDAD – LA IDENTIDAD PERSONAL. Ya hemos adelantado que Dios en el momento presente de nuestra sociedad occidental y europea se presenta como una realidad oscura, en cierto conflicto con la cultura y con las exigencias de la libertad personal. Destacamos y resaltamos algunos aspectos que han o están influyendo en este conflicto fe y cultura: -

Dios es percibido como un competidor con la libertad y autonomía de la persona.

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Se sospecha de la manipulación que se hace de Él y de la instrumentalización al servicio de las instituciones religiosas.

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Los filósofos de la sospecha nos han dejado en nuestra cultura secular la convicción de que Dios no sólo no hace falta, sino que es un estovo para ser personas humanas dignas y maduras.

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El joven moderno le suena a raro eso de que “hemos sido creados para Dios”; o sea, la existencia humana la percibe como un fin en sí misma, en su finitud.

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El mal es un escándalo para la experiencia de Dios. Si es Todopoderoso, ¿cómo no responde al sufrimiento y al dolor? O sea, el conflicto mayor es el escándalo del mal, sufrimiento en todas sus formas.

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Pero el mundo secular no sabe manejar a Dios en su libertad, que se rinde ante el mal y el dolor de los injustos e inocentes (también ante Jesús).

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Pero el tema mayor a nivel más profundo, para el creyente, es el tema del pecado. Esto requiere una reflexión mayor y una conversión teologal. Este tema tiene mucho que ver con el nivel psicológico de culpabilidad, de finitud existencial y de hondura espiritual porque pertenece al mundo de la fe.

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Dios es conflicto, porque no entra en nuestro campo normativo ni en nuestra capacidad de manipularlo al servicio de nuestras necesidades. Sin embargo, la experiencia con él pasa por nuestro mundo perceptivo.

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El conflicto aumenta cuando surgen tensiones entre la idea de Dios, el mundo de las necesidades (pulsiones, placer, agresividad, autoafirmación) y los códigos normativos. El esquema tripular de Freud nos ayuda a ello. Cuando aparece Dios como censura y como quien provoca culpabilidad, crea un cortocircuito interno que, en muchos creyentes, bloquea la experiencia viva de Dios.

¿Estás de acuerdo en esto? ¿También ocurre en tu vida? ¿Cómo afecta la fe las contrariedades de la vida?

7.

La fe necesita ser estructurada desde una renovada relación con Dios

Nuestra tesis es que, ante los cambios permanentes de la persona y de la sociedad, el creyente de hoy, sobre todo el que es llamado a trasmitir la fe a las nuevas generaciones, necesita estructurar la fe desde una renovada relación con Dios. ¿Pero, a qué llamamos estructurar la relación con Dios? Podemos concretizarlo en varios niveles en el conjunto de la existencia personal: -

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Construir unos presupuestos humanos necesarios: autoestima sana, cultivo del mundo afectivo en relación con la familia y las amistades, tener unos códigos éticos básicos, identidad sexuada, sentido del otro, manejo sereno de la culpabilidad, fortalecimiento de la voluntad, identidad personal, valor a la intimidad sin perjuicio del aislamiento,… Saber manejar los conflictos que aparecen en la vida, sobre todo el de autoridad. Capacidad de decidir libremente. Tener una referencia familiar, psicoafectiva y bíblica de Dios. Tener una historia de relación, creencias o conocimiento de Dios.

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Revisar las imágenes de Dios, aprendidas y asimiladas en los aprendizajes que hemos hecho a través de las relaciones reales y simbólicas con las figuras parentales (madre y padre). Esto no se lo salta nadie. Las imágenes de Dios, están vinculadas a los aprendizajes afectivos que hemos hecho en la infancia.

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En la relación con Dios aparecen los problemas de dependencia y autonomía. Por ejemplo, ante un texto bíblico que expresa con fuerza la autoridad de Dios, reacciono según los problemas que tenga: si tiendo a inhibirme viviré la autoridad como dependencia, si soy autónomo la viviré como amenaza,... Cuando uno se defiende de la autoridad psicológicamente, ante un texto bíblico de autoridad también sentirá amenaza (deberá integrar la autoridad de Dios sin amenaza psicológica y existencial); o lo contrario: ante un texto “positivo” proyecta en Dios la necesidad que tiene de seno materno. Estos problemas no se arreglan con explicaciones; éstas no sirven, porque es un tema afectivo.

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La relación con Dios tiene que ser atendida y cultivada simultáneamente con la problemática humana. De esta forma, y por gracia, Dios irá haciendo la transformación de la conciencia para caminar en la vida en base a vivir en obediencia de amor y de fe. Vivir fundamentados en la voluntad de Dios (“Principio y fundamento”) requiere integrar la confianza y benevolencia divina, con la autonomía y libertad de la persona. Sólo la experiencia salvadora del amor gratuito de Dios en la vida, puede abrir paso a la fundamentación en Dios. Esta fue una experiencia palpable en la historia vocacional de D. Bosco.

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Cuándo estructurar la relación con Dios En los momentos actuales de fortalecimiento de la fe ante los grandes cambios y procesos personales, se requiere un espíritu de discernimiento para plantearse este tema a nivel personal y de formación de los grupos creyentes en momentos adecuados. Partiendo de que el Espíritu Santo es el que manda en este asunto, existen ciertos criterios de discernimiento; citamos algunos: -

Cuando Dios ha estado ausente en relación con el crecimiento humano.

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Cuando se encuentra bloqueado ante determinados problemas humanos.

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Cuando la relación parental no se ha atendido y aceptado debidamente.

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Cuando la relación con Dios no ha cambiado respecto de la infancia/adolescencia.

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Cuando no se tiene relación afectiva con Dios y se vive la fe más desde lo doctrinal. (Para establecer lazos afectivos con Dios, hay que tratar de vivir una relación de amor con El).

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Cuando la vida se vive en conflicto irreconciliable. En este caso, hay que intentar abordar los conflictos humanos y, como Dios está asociado a esos conflictos, simultáneamente estructurar la relación con Dios. Si se trata conflictos con cierta patología psíquica o con resistencias fuertes, hay que ponerse en manos de profesionales. Todos tenemos zonas de inmadurez, que hay que atender; pero hay que advertir la relación con Dios no está totalmente condicionada por estos problemas de inmadurez humana.

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Cuando se da paso de una edad a otra; por ejemplo, cuando se deja de ser adolescente o joven y se comienza a ser joven adulto (se pasa de vivir de ilusiones a vivir asumiendo la realidad: proyecto de vida, trabajo,…).

¿Cómo se estructura la relación con Dios?

No hay recetas. Pero hay algunas pistas para ello: a. Correlacionando lo humano y lo espiritual. Por ejemplo, trabajar la autoestima a nivel psicológico y el sentirse amado gratuitamente con Dios tal cual se es. Otro puede vivir una relación muy gratificante con Dios, pero sin conexión con la ética ni con la responsabilidad; esta persona cree no tener problema con Dios; pero el problema está en que Dios es fantasía de sus propios deseos: ¿Cómo ayudarle a que descubra a un Dios que es un Tú distinto, real, a quien no le puede manipular? El cambio de la imagen de Dios, correlacionando lo humano y lo espiritual, requiere dedicación y tiempo a la oración y a la confrontación. b. Poniendo a disposición las mediaciones adecuadas. Unas, religiosas: Biblia, lecturas, oración, grupo de catequesis, reflexión,… Y otras humanas: ayuda externa, responsabilidad en el trabajo,… Por ejemplo, si hay problemas pendientes la agresividad, ésta suele crear una culpabilidad atormentadora (habrá que ayudar a aceptar/canalizar y des-culpabilizar la agresividad. ¿Qué hay detrás de la culpabilidad de la agresividad? ¿Cómo aprender a vivir la agresividad positivamente, percibiendo, a la vez, que es positivo espiritualmente? Para vivir en libertad no sólo hace falta decidir, sino integrar la fuerza vital de la agresividad. Personas con esta dificultad pueden aprender a desarrollar la agresividad durante una temporada sanamente, para que la agresividad pueda ser integrada y vivida con cierta paz. Si se pueden correlacionar las mediaciones religiosas y las no religiosas, mucho mejor.

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c. Trabajando las imágenes de Dios. Normalmente la imagen de Dios está muy relacionada con los primeros vínculos de la infancia; pero también debemos afirmar que Dios va actuando misteriosamente a través de nuestra experiencia humana, porque está más allá de esa problemática personal. Sin embargo, una pedagogía espiritual actual no debe olvidar, simultáneamente, tener el horizonte de sentido último en Dios (visión trascendente) y la elaboración de su realidad. La imagen de Dios no es un problema racional, sino afectivo: ¿Quién es Dios afectivamente para mí? Puedo saber con la razón que Dios es Padre (o madre), pero esa imagen racional de Dios en el inconsciente puede no ser padre adulto, sino ambivalente, castrante, o abuelo. Puede ser que exista una relación inmadura (mágica) o un Dios ausente, sin relación personal… ¿Cómo es el Dios de la Revelación cristiana, el Dios de Jesús, que es autoridad digna de confianza, de adoración, de libertad y de obediencia? Nuestra referencia última es la relación que Jesús estableció con Dios.

La lectura diaria de la Palabra, especialmente algunos salmos nos ayudan en esta tarea: El salmo 27: “El Señor es mi luz y mí salvación, ¿A quién temeré?”: Dios libera de los miedos. “Aunque mi padre y mi madre me abandonen el Señor me recogerá”: Literatura lírica piadosa, que suscita en nuestro inconsciente que Dios es lo mejor que tenemos, en quien podemos descansar. “Oigo en mi corazón: buscad mi rostro”: El salmista no siente a Dios, vive en la aridez; la relación con Dios hay vivirla en la gratificación y en el deseo, pero también en lo que está más allá de la gratificación. Hay que vivir el deseo pero no desde la gratificación. La ascética tradicional decía que hay momentos en que se vive con Dios la plenitud, y momentos en que se vive la aridez espiritual. Leído en referencia a la oración, Dios nos ensancha el corazón, pero también nos hace vivir en aridez y sequedad. La introducción de claves antropológicas seculares, no explícitamente religiosas, da una densidad humana especial al texto.

Salmo 119: «Tus mandamientos son mi herencia. Deseo por encima de todas las cosas hacer tu voluntad”: La clave propia del texto es la espiritual: el salmista ha descubierto que lo importante en la vida es hacer la voluntad de Dios, que es cuando uno se centra en la vida, sin embargo se tiene en cuenta el momento personal que está viviendo, para que su experiencia religiosa no sea una especie de superestructura.

PARA COMPARTIR 1. ¿Qué experiencias humanas pueden o están bloqueando la experiencia de Dios en tu vida o en la de tus amigos/as? 2. ¿Estructurar la relación con Dios te resulta extraño o algo que sientes en este momento? ¿Qué deberías hacer? 3. ¿Qué imagen de Dios de las señaladas se adecua a tu vivencia religiosa actual?

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8. La experiencia de Dios en Jesús Jesús siente a Dios como Padre (Abba) Jesús vive con pasión el amor paterno de Dios, su autodonación en el amor. En el A.T. ya existía la noción de la paternidad divina; Yahveh es padre del pueblo israelita a quien cuida con mimo en cuanto a colectividad. Todo esto se deriva de la Alianza (“Tú serás mi pueblo y yo seré tu Dios”)

Dios es padre de "los buenos y malos, de justos e injustos" (Mt.5,45;21,28-32). En esto se fundamenta la exigencia: "Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre Celestial... (Mt.5,44-48). La palabra "ABBA" es original del propio Jesús. Su significado es algo aproximativo a "papa", “papito”, “papi”, "padre mío", "mi querido papa" (aita, aitatxo, aitite). Este apelativo, de tal manera que impresionó a los discípulos. Abba es una experiencia de Dios que incorpora el ser materno y paterno de Dios, que ama, perdona, libera, cuida con ternura y misericordia; pero, al mismo tiempo, genera obediencia de fe por la autoridad de su amor. Por las noches se retiraba a orar y tener una relación especial con Dios, ABBA, como cuando un niño se dirige instintivamente a su padre. Hasta Jesús, nadie se había atrevido a llamarle como un niño pequeño lo hace con su padre, balbuceando PAPA. Esto fue un escándalo tan grande que varias veces despertó las iras de los judíos y le quisieron matar porque "no sólo violaba el sábado, sino que llamaba a Dios Padre suyo" (Jn.5,18). Hacer la voluntad del Padre en la causa del reino De la experiencia religiosa particular que Jesús tenía con Dios a través de la palabra Abba, nace la preocupación constante de Jesús de “cumplir la voluntad del Padre”, que no era otra cosa que vivir en obediencia a la realidad y a Dios. Así lo captó la primera comunidad cristiana y así nos lo transmitieron: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42; Mt. 26,42); “Mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado” (Jn 4,34); “No he venido a hacer mi voluntad... sino la del que me ha enviado” (Jn 6,38). “Estas expresiones están justificadas por la característica experiencia del Padre que los discípulos observaron en la vida religiosa de Jesús”, tan claramente reflejada en la liturgia cristiana. La paternidad de Dios juega un papel fundamental en la construcción de la personalidad evangélica. La relación entre Dios y Jesús es un profundo misterio. Toda predicación y comportamiento de Jesús no son otra cosa que una interpretación de Dios. Jesús obró y actuó en el nombre y en la fuerza del único Dios de Israel. La causa de Jesús es la de Dios en el mundo: SU REINO.

PARA COMPARTIR 1. Resalta los aspectos sobresalientes de la relación de Jesús con Dios. 2. ¿Qué cambios en el ser persona y en la relación con los demás hacen falta para descubrir al Dios de Jesús?

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9. La experiencia de Dios en nuestra humanidad

Concluimos afirmando que la experiencia de Dios no se da fuera de la realidad, no es una experiencia yuxtapuesta o derivada; la experiencia religiosa, ordinariamente, se da en las experiencias humanas4: -

Hay personas que descubren en su vida el «paso», la «fragancia», el «rastro» de Dios, como quien está presente y convocante, sin confusión, en lo más hondo de ella.

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Otras, lo pueden percibir como «ausencia» o como nostalgia de Aquel que no está.

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Otras se manifiesta como autodonación, como presencia tan indisponible como cierta.

La posibilidad de encuentro entre Dios y la persona se da a través de lo que denominamos experiencia; no tener experiencia de fe, tienden a reducir ésta a una serie de creencias, ritos y prácticas normativas (moral), aisladas o escasamente irrelevantes en la existencia. Puesto que en las experiencias humanas Dios se da y se revela, todo lo vivido es manifestación de Dios; Cuando el creyente lo vive así desde la fe, en sintonía con la experiencia bíblica, lo llamamos historia de salvación. ¿El creyente de hoy debe ser un místico? ¿Qué es ser místico? Estas son dos preguntas de las que hemos partido. Llegamos así a algunas conclusiones. Mística no es quietismo, ni es para una élite, ni es separarse de la realidad y tener visiones especiales. Místico es aquel que tras sentir la fragancia del misterio, es capaz de dejarse llevar por una fuerza interior que le desborda, le mueve y le conduce hacia el encuentro con Dios y de la realidad; y cuando se da cuenta que, aunque es importante la respuesta y la correspondencia (creer), lo que acontece en él es un don; entonces se empieza una camino de experiencia personal de la presencia. Jesús fue un místico por excelencia. D. Bosco era un místico; el trabajo con los jóvenes fue el lugar de la experiencia de Dios; su amor a ellos era manifestación de la experiencia que tenía del amor de Dios. D. Bosco nos estimula a ser auténticos testigos del misterio de Dios para los jóvenes de hoy, porque ellos son los destinatarios de ese amor inmenso de Dios. Nosotros, igual que don Bosco, hacemos experiencia de Dios con y en el trabajo

1. ¿La misión juvenil constituye experiencia de Dios? 2. ¿Percibo y experimento que mi vida es historia del amor de Dios?

Loyola, 9 - 11 de enero, 2009

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SZUMLAKOWSKA DE YEPES, Marysia. Amaneció de noche, Edibesa. La viuda del guitarrista Narciso Yepes narra los últimos años de la vida de su esposo, tocado por una enfermedad incurable. Es el relato del antes y el después del encuentro con la Vida. El libro es un canto al amor que da sentido al sufrimiento y lo transforma en ofrenda; es un testimonio de confianza en Dios. Un libro escrito con el corazón: El lector se encontrará profundamente emocionado.