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A raíz de la conspiración de Pisón, en la que estaba comprometido Séneca, Nerón le ...... La ira, como hemos señalado, está ávida de castigo y que el deseo de ...
LA ESTRUCTURA DE LA PERSONA, DE LA SOCIEDAD Y DEL ESTADO EN EL PENSAMIENTO DE LUCIO ANNEO SENECA

ALVARO ROJAS DURAN

Presentado para optar al título de Abogado

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS BOGOTA 2005

LA ESTRUCTURA DE LA PERSONA, DE LA SOCIEDAD Y DEL ESTADO EN EL PENSAMIENTO DE LUCIO ANNEO SENECA

ALVARO ROJAS DURAN

Presentado para optar al título de Abogado

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS DEPARTAMENTO DE FILOSOFIA E HISTORIA DEL DERECHO BOGOTA 2005

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ARTICULO 23 DE LA RESOLUCION No.13 DE JULIO DE 1946

“La universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por sus alumnos en sus trabajos de tesis. Sólo velará porque no se publique nada contrario al dogma y a la moral católica y porque las tesis no contengan ataques personales contra persona alguna, antes bien se vea en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia”

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A mis padres José Antonio y Matilde A mi hermano Gabriel A mi primera esposa Martha Lucía A mi hijo Alvaro Felipe A mi esposa María Teresa

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AGRADECIMIENTOS

Al doctor Pablo José Quintero Delgado, Decano del Medio Universitario y Profesor de la Cátedra de Derecho Comercial de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana, por la asistencia y el apoyo permanentes.

Al doctor Roberto Carlos Vidal López, Director Departamento de Filosofía e Historia del Derecho de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana, por la sabia dirección.

Al doctor Gustavo Cuello Iriarte, Profesor Titular de la Cátedra de Derecho Probatorio de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana, por la generosa y eficaz asesoría.

A Efigenia García Arévalo, por la decidida colaboración.

A Zully Andrea Bernal Herrera, por la activa contribución en la elaboración de este trabajo.

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OBJETIVOS

Conocer el pensamiento de Séneca en sus fuentes originales, esto es, en sus obras, con respecto de la estructura de la persona, de la sociedad y del estado. Desarrollar los atributos de la persona como elemento consciente del cosmos. Especificar la razón del carácter sociable del hombre, mediante la interrelación y vigencia del derecho humano. Justificar la presencia del estado como necesario para la realización completa de la persona, dentro del marco de las instituciones políticas. Comprender la necesidad de la existencia de la comunidad internacional como mecanismo de apoyo indispensable para la solución de conflictos y el mantenimiento de la concordia entre las naciones.

6

CONTENIDO

Pag.

INTRODUCCION

11

1. CONTEXTO HISTORICO

13

1.1 Vida y Obra

14

1.2 Entorno Histórico

16

1.3 Marco Filosófico

18

1.4 Estoicismo Heleno

21

1.5 Estoicismo Romano

23

2. ESTRUCTURA DE LA PERSONA

26

2.1 Noción de la persona

28

2.2 Misión Cósmica

30

7

2.3 Atributos Específicos

33

2.3.1 Educación

35

2.3.2 Libertad

37

2.3.3 Equidad

38

2.3.4 Felicidad

39

2.3.5 Sabiduría

41

2.3.6 Trascendencia

43

2.4 Ius Humanun

46

3. ESTRUCTURA DE LA SOCIEDAD

49

3.1 Concepto

50

3.2 Interacción

52

3.3 Desarrollo Comunitario

54

8

3.3.1 Bienes inmateriales

54

3.3.2 Bienes materiales

55

3.4 Ius Commune Generi Humani

57

4. ESTRUCTURA DEL ESTADO

62

4.1 Fundamento

64

4.2 Ordenamiento Político

65

4.2.1 Solidaridad

65

4.2.2 Avaricia

66

4.2.3 Honestidad

67

4.2.4 República

68

4.2.5 Monarquía

72

4.2.6 Tiranía

75

9

4.3 Ius Quiritium o Civilis

79

4.4 Ius Gentium

86

CONCLUSIONES

92

BIBLIOGRAFIA

72

10

INTRODUCCION

Es bien sabido que el pensamiento de Lucio Anneo Séneca, ha sido de marcada importancia para el pueblo español, en su accidentada historia, como se infiere de la referencia que sobre el particular ha ocupado la atención de filósofos y literatos de esa nacionalidad y aun el común de su población, que han pretendido encontrar en él la identidad de su raza: tosca, tenaz, luchadora, conquistadora y llena de inexplicables paradojas, rasgos que como herederos sanguíneos, cobija en gran parte a quienes ocupamos territorios en los que la pujanza hispana ejerció su poder de conquista y colonización. Lo cierto es que Séneca posee una dimensión filosófica universal, definitiva en la época del imperio romano en que vivió y en los períodos posteriores de la humanidad: invitando a reflexionar, a adoptar posiciones de grandes retos personales, sociales y políticos; las obras de Séneca no se han quedado empolvadas y olvidadas en los estantes de las bibliotecas: sus enseñanzas demandan de las mentes inquietas, el examen de su contenido, con el fin de ponerlas en práctica por cada persona, las sociedades y los gobernantes, tal como ha acontecido, cuando surgen crisis, para las que aparentemente no se encuentran respuestas o soluciones inmediatas o adecuadas. La facilidad con que el filósofo español, escudriña la profundidad de la sicología humana, para decantar las riquezas y bajezas de la personalidad de cada individuo, las ventajas y limitaciones de las comunidades, las virtudes que deben adornar a los gobernantes y los defectos de que tienen que despojarse y la indispensable convivencia de los pobladores del núcleo terrenal, mediante la integración de los Estados, con fundamento en la igualdad de quienes conforman la especie humana, constituye un proyecto acabado de humanismo. Por todo eso Séneca vale la pena. Más aún en estos tiempos, cuando predominan el egoísmo, la avaricia, la insolidaridad, la concentración de los bienes de fortuna en pocas manos, la carencia de oportunidades de realización personal para un porcentaje considerable de individuos; la equivocación de los gobiernos en el desarrollo de programas sociales, tendientes a resolver las dificultades básicas de las personas y comunidades más golpeadas por factores de marginación, pobreza o violencia; convoca a la práctica de las virtudes, al desprendimiento, al amor, al diálogo, a la comprensión de todos los hombres, con esa misma vehemencia con que reclamó los derechos de los sometidos a esclavitud.

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1. CONTEXTO HISTORICO

Para el desarrollo de los temas fundamentales propuestos, extraídos directamente de la lectura de las diversas obras de Séneca es indispensable conocer el ámbito de su existencia, dado que responde en gran parte a las circunstancias que rodearon su vida, pues aunque nacido en la provincia de España, muy joven llegó a Roma y se destacó como un eminente jurista en la complicada corte del vasto imperio romano, se enriqueció mediante la usura, disfrutó de los favores de los emperadores de turno y después de estas experiencias, resolvió predicar la resignación, como mecanismo supremo de aislamiento de los encantos materiales que conducen a una vida disipada. Es obvio que una existencia tan agitada, le llevara a señalar recorridos que posibilitaran al hombre la búsqueda de la felicidad a través del ejercicio de actos de resignación, solidaridad y de comunión entre los hombres y los pueblos, tratando de menguar las inclinaciones naturales a las pasiones, a las riquezas y al poder, como cuando aconseja la necesidad de alejarse del bullicio mundano, el no malgastar el tiempo en asuntos vanos y el disfrutar de la amistad sincera. Los viajes que plasmó o exilios que soportó, le dieron acceso a la adquisición de una amplia cultura bebida en las obras de Platón y Aristóteles y por su conducto de Sócrates, como de los neoplatónicos, cirenaicos y principalmente de los estoicos, cuyo ejemplo de vida, acogió. Su muerte fue similar a la de Sócrates y la soportó estoicamente. La ubicación en el tiempo del transcurso de su ser vital, conlleva a la pregunta sobre si el sentido del devenir humano se ha modificado o no; si el hombre que definió en sus obras es diferente al de su época o permanece el mismo; si la noción de sociedad ha alcanzado un mayor avance para que el hombre logre condiciones de mejoramiento en su vida espiritual y material, en un determinado territorio o dentro de un espacio globalizado. Si el mismo, hasta nuestros días, ha permanecido similar al descrito por Séneca: impaciente en la búsqueda de la verdad, enigmáticamente solo, temeroso de la muerte, sumido en un mundo que no le ofrece una ventana amplia que le posibilite fijar la mirada en un horizonte de alternativas novedosas a las angustias cotidianas y al anhelo de contemplar una organización socio-política que satisfaga las aspiraciones acordes con su dignidad para su beneficio y el de los pobladores de otras comarcas, en el ambiente de una gran fraternidad humana.

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1.1 Vida y obra

De las variadas lecturas que sobre la vida de Lucio Anneo Séneca realicé, se infiere que se da por seguro su nacimiento en Córdoba (Andalucía) perteneciente a la provincia de España del imperio romano en el año 4 a.C., en el seno de una familia considerada por entonces dueña de suficientes recursos económicos y por lo demás, culta; fue su padre Lucio Anneo, distinguido retórico de la época y su madre Helvia, a la que el hijo le dedica una de sus obras denominada A la Madre Helvia, mujer inteligente y audaz; tuvo dos hermanos, uno mayor que él de nombre Novato, quien sobresalió como declamador y, otro menor, Mela, quien alcanzó a ocupar el cargo de Procurador Imperial, pero uno y otro corrieron la misma suerte del filósofo cordobés, ya que Nerón los condenó a muerte. Se sabe que muy niño viajó a Roma y joven aún se trasladó a Egipto, en compañía de una tía casada con el prefecto G. Galerio, por la que sentía gran aprecio y a quien enaltecía como su segunda madre, circunstancia que aprovechó para estudiar aspectos diferentes de los que había estudiado en Roma, relacionados con gramática y retórica; ya en Roma, da los primeros pasos en su carrera política, cuando ocupaba el trono el emperador Calígula, lapso en el que muere su padre y él es duramente golpeado con la muerte de un hijo y como si fuera poco es desterrado a la isla de Córcega, sindicado del presunto delito de adulterio con una hija de Germánico que respondía al nombre de Julia Livila, por un período de ocho años, al cabo de los cuales Agripina lo llamó a Roma para que se encargase de la educación de su hijo Nerón, juntamente con Burro. Agripina, por ese tiempo cumplía en la corte romana un papel de ingerencia exagerada en los asuntos del Estado, con una ambición insaciable de poder, que la llevó a envenenar y ocultar el cadáver de Claudio, con el fin de que su hijo Nerón accediera al trono, tal como sucedió; Séneca al observar la influencia de esta mujer sobre su discípulo, buscó la fórmula para deshacerse de ella, para lo cual aconsejó que ordenara su detención, situación ante la cual, enceguecida por la cólera, Agripina se volvió contra su hijo y sus maestros Séneca y Burro, coyuntura que aprovechó su hijo Nerón para envenenarla; con la muerte de Burro las cosas se le complicaron a Séneca y pensó retirarse de la vida pública, entregando previamente su inmensa fortuna a Nerón, pero sin que éste le permitiese abandonar la ciudad de Roma; Séneca se retiró a su casa, recinto en el que lo visitaban sólo algunos amigos, dado que se había entregado al estudio y a la meditación. A raíz de la conspiración de Pisón, en la que estaba comprometido Séneca, Nerón le ordenó quitarse la vida, solicitud a la que procedió abriéndose las venas, en los idus del año 65 d.C. Este pensador pasó a la historia no tanto por su calidad de gran escritor sino más bien como literato y sobre todo como filósofo moralista; además de la obra dedicada a su 13

madre Helvia, ya nombrada, son muy conocidas las siguientes: Cuestiones sobre la naturaleza, en ocho libros, relacionadas con asuntos físicos; nueve dramas, referentes a: Medea, Agamenón, Edipo, Troya, Hércules Furioso, Hércules Eteo, Fedra, Tistes y Octavia; sobre filosofía y moral; Escritos Consolatorios, Sobre la Cólera; los siete libros de la sabiduría: De la Pobreza, De Consolación, De la Brevedad de la Vida, De la Tranquilidad del Animo, De la Constancia del Sabio, De la Bienaventuranza y De la Divina Providencia. De igual manera se destacan: Consolación a Marcia, Consolación a Polibio, Cartas Morales a Lucilio y Cartas a Novato y la sátira a Claudio, denominada Apokolokintosis, su metamorfosis en calabaza y la dedicada a la formación educativa de Nerón: Sobre la Clemencia. Desde luego que estas obras son interesantes, aunque infortunadamente algunas han llegado a nuestros días, fragmentadas, pero eso sí trayendo el mensaje conmovedor de su autor.

1.2 Entorno histórico

La existencia de Lucio Anneo Séneca trascurre en los reinados de Octavio César Augusto (27 a.C. –14 d.C.); Tiberio (14–37 d.C.); Calígula (37-41 d.C.); Claudio (41-54 d.C.) y Nerón (54-68 d.C.). En la prolongada administración de Octavio, la soberanía la posee el imperio, esto es, el emperador en calidad de representante del mismo y apoyado por una oligarquía de poderosos; el senado no representa ni a Roma ni al imperio, sino los intereses de la clase aristocrática; los esclavos, estaban reducidos a condiciones infrahumanas, pues fueron privados de todo derecho y sometidos a brutales sanciones penales; el derecho romano, primitivo y sanguinario, pugnaba contra las concepciones humanitarias del derecho helénico: Los romanos no imitaron la forma de gobierno griega y, por lo tanto, no fue cosa difícil librarse de sus reyes, descendientes de los antiguos caudillos de la tribu. Pero una vez los reyes fueron expulsados de la ciudad, los romanos se vieron obligados a admitir el dominio de la nobleza, habiendo sido necesario que transcurrieran varios siglos para alcanzar finalmente un sistema que a todo ciudadano libre de Roma le permitiera tomar interés personal en los asuntos de la ciudad. Los romanos aventajaron a los griegos en la forma de conducir los asuntos del país al ser menos retóricos y prefirieron la acción a la elocuencia. Entendían perfectamente la tendencia de las muchedumbres y por ello no malgastaron el tiempo con argumentos retóricos. Como procedimiento ágil, encomendaron todos los asuntos de la ciudad a dos “cónsules” que a su vez eran asistidos por un consejo de ancianos llamado Senado. Por costumbre tradicional basada en determinadas facilidades, los 14

senadores eran elegidos entre la nobleza. Pero su jerarquía estaba estrictamente definida. 1 Siguiendo al historiador Jacques Pirenne, Tiberio, quien le sucedió en el poder, se sustentó en las cohortes 2 pretorianas, con el objeto de luchar contra la nobleza; se reveló como gran administrador, propugnó por una política centralista y los servicios públicos recibieron un gran impulso; la clase media, sirvió como punto de apoyo para la solución de situaciones sociales graves; los grandes potentados, se interesaban por la adquisición de tierras y ahogaban a la clase media, con tasas de interés demasiado onerosas. En el gobierno de Calígula esta lucha se agudizó, dejándose influenciar por la cultura helénica, actitud que le indispuso contra el senado y el pueblo de Roma se levantó contra él y los pretorianos llevaron al trono a Claudio, tío de Calígula, quien ante la impotencia del senado, acudió como elemento de puntal a los diez mil pretorianos y creó un gobierno centralizado en el que designó ministros de Hacienda, Patrimonio Imperial y de Comunicaciones, con cuya acción la política imperial se muestra no como explotadora de las provincias en provecho de Roma, sino como componente de igualdad de todos los súbditos ante el emperador, hasta tal punto que al decir de Séneca, {decidió que fueran ciudadanos romanos, todos los helenos, galos, hispanos y bretones}. De esta manera se emancipaba de la oligarquía y el poder imperial se hacía liberal y democrático: adoptó las teorías del derecho natural, las leyes que prohibieron la concesión de préstamos a menores, liberó a la mujer de la tutela de su pariente más próximo, protegió a los esclavos enfermos contra la crueldad de sus dueños y amplió la libertad testamentaria. Agripina, madre de Nerón, como se señaló, después de envenenar a Claudio e impedir el ascenso al poder a Británico 3 , logró que la guardia pretoriana elevase al trono a su hijo Nerón, de cuya educación fue encargado, por la misma Agripina, el filósofo Séneca, quien sostenía el concepto de una monarquía que repartiese el poder legislativo entre el emperador y un senado integrado por representantes de todas las provincias romanas. 4

1

2 3 4

ALVAREZ LONDOÑO, Luis Fernando, Historia del Derecho Internacional Público, Bogotá, Fundación Cultural Javeriana de Artes Gráficas, 2000, p. 55 Cuerpos de infantería romana, décima parte de la legión Hijo de Claudio y Mesalina, 41-55 d.C. PIRENNE, Jacques, Historia Universal, Barcelona, Editorial Éxito, 1972, v.1, p. 304-310

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1.3 Marco filosófico

En opinión de Santiago Galván Espinosa M. M., la personalidad de este prestigioso filósofo ha sido objeto de gran contradicción a lo largo de los siglos: no existe concordancia entre el pensamiento que enunciaba en sus escritos, la filosofía estoica y la adulación y servilismo que practicaba hacia los emperadores Claudio y Nerón, así como entre la austeridad de la vida que defendía y la fabulosa fortuna que se le reconocía; considerado el máximo exponente del pensamiento de su época, parece contar con dos almas contrarias: su ambición contra su conciencia. Su ideología ha influenciado desde sus orígenes al pueblo español, especialmente al andaluz, siendo su moral, humana y práctica, llamada senequismo, el antecedente de la filosofía vital de este pueblo; es su decir, su sentir y su moral natural. 5 Para Séneca, la sabiduría es la máxima perfección del hombre; su campo de interés es toda la realidad tanto divina como humana: intentar saber sobre las cosas, partiendo del hombre frente a un mundo que no es él, pero dentro del cual vive y se mueve, de acuerdo con una conducta que surge de la naturaleza del hombre que se fundamenta en el vívere bone, 6 esto es: la práctica permanente de la virtud; su obra filosófica es producto del desengaño y de la reflexión, para salvarse él y otros del naufragio en un piélago de fuerzas ciegas que ahogan el vivir personal. En este escenario Séneca, en nuestros días es como un consejero y guía espiritual en un mundo cargado de conflictos personales y externos, amenazado, cuando tantas circunstancias adversas se confabulan para impedir el oficio elemental de la propia realización; el tema central de su filosofía es el hombre, en peligro permanente en un medio que trata de arrebatarle lo más sagrado de su interioridad, pues carece de libertad absoluta y debe alcanzarla como una práctica cotidiana, ya que en el fondo no es, si no que es llevado, requiriendo de un espacio de libertad para existir; es una lucha sombría contra la fortuna adversa, frente a otra de riquezas, honores y otros riesgos. En esa preocupación por el hombre, de guiarle para la conquista día a día de la libertad, se encuentra el pedestal filosófico de Séneca. El lenguaje de Séneca, en especial en sus libros de consolación, es religioso: cuenta con los dioses, como un piadoso pagano, según su carácter romano; desarrolla un sentimiento de solidaridad cósmica que enlaza a los hombres con los hombres y a éstos con el mundo. Es una cosmovisión por conducto sentimental e instintivo, más que científico o racional; propendía, por carácter y por la peculiaridad de la organización social y 5 6

GALVAN ESPINOSA ,M.M.Santiago,www.msnr.org/Español/paises/seneca/seneca9.htm Vivir bien

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económica romanas, a privilegiar la actividad práctica y los deberes, pues la norma suprema era la voluntas 7 . Esa ideología de resignación separa al ser humano en dos planos: la vida interior y la vida social, talante de los filósofos estoicos. En cuanto a la relación entre el estoicismo y el cristianismo, el estoicismo es la filosofía predominante en el momento en que se está formando el pensamiento cristiano, no es raro que esté penetrado por ella. Sin embargo, la falsa correspondencia entre San Pablo 8 y Séneca, que parece haberse forjado en el siglo IV, es por sí sola un indicio de la popularidad de nuestro autor en los círculos cristianos. San Jerónimo 9 , lo llamaba "nuestro Séneca". 10 Con él se escucha una última voz de la filosofía romana del derecho, pues en los tres siglos siguientes se destacaron en Roma juristas de la talla de Celso, Juliano y Ulpiano, quienes consiguieron y desarrollaron el derecho práctico, como ars boni et aequi. 11 Sus más destacadas creaciones, las conocemos a través del corpus juris civilis. 12

1.4 Estoicismo heleno

El estoicismo floreció en Grecia, fundado por Zenón, nacido en el año 340 a.C., en Citium, pequeña población de la isla de Chipre; su conocimiento de Sócrates 13 despertó en él, el amor a la filosofía; fue discípulo de Crates de Tebas y anduvo errante de escuela en escuela durante veinte años, hasta cuando fundó la suya en un pórtico de Atenas (stoa) que en griego significa puerta, razón por la cual sus discípulos se llamaron estoicos. Se suicidó en el año 250 a.C. Para el Licenciado José Luis Dell'Ordine, el estoicismo fue muy influyente en el mundo antiguo, y sigue resonando en muchos pensadores modernos. De él proviene la expresión española: “tomarse las cosas con filosofía”. Esta escuela mostraba una actitud práctica, orientada a la felicidad, entendida como contento de la vida; había en ella también un matiz medicinal: el ser humano padece, sufre a causa de sus errores, necesita ser curado, liberado de los males de la vida. Hay en esto un carácter próximo al que se encuentra en las teosofías orientales, como el hinduismo, el budismo 14 y aun cristiano.

7 8 9 10 11 12 13 14

Voluntad Llamado Saulo, Apóstol de los Gentiles, Tarso de Cilicia, Roma +64 o 67 d.C. Padre y doctor de la iglesia 347-420 BASTIDAS, Patricia Inés, http://www.salvador.edu.ar/ua1-ir-1.htm El arte de lo bueno y de lo equitativo El cuerpo del derecho civil Filósofo griego 470-399 a.C. DELL’ORDINE, José Luis,http://www.monografias.com/trabajos11/tema/tema2.shtml

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Era atractivo porque se interesaba en los problemas relativos al obrar humano, tratando de formular un cuerpo de preceptos morales, cuyo objetivo principal consistía en alcanzar la sabiduría y responder a cuál sería la actitud del sabio frente a una situación determinada; en la obra Cicerón, Séneca y Plotino en Roma de Patricia Inés Bastidas, su pensamiento sobre el Estoicismo Heleno, considera que éste se refiere a que la única guía consistía en vivir de acuerdo con la naturaleza, entendiendo por tal, la fuerza, la providencia, la razón universal, que ordena las cosas de un modo inexorable; pregonaba la unidad, la hermandad y la igualdad potencial entre los hombres. Los estoicos se llamaban a sí mismos ciudadanos del mundo. Los postulados principales eran: ni la desgracia ni las tribulaciones afligen al sabio, que erigido en arquetipo del obrar, es indiferente a la pobreza o la riqueza, a las críticas o a las alabanzas, bondadoso con sus amigos, compasivo con sus enemigos y generoso en su clemencia; respeta a sus vecinos en la ciudad y en el estado; abandonará este mundo con la conciencia de que ha soportado con serenidad tanto sus alegrías como sus tristezas; podrá evitar la adversidad, sometiéndose al destino y así el suicidio, es mirado como un último acto de valentía. Los anteriores preceptos puestos en práctica, distaban bastante de procurar el resultado deseado; en el mejor de los casos, el sabio tendía a aislarse y, en el peor, adoptaba una actitud de superior arrogancia, mal vista por sus conciudadanos. 15 La inclinación de la doctrina estoica griega es práctica-ascética: la filosofía es la ciencia de las cosas divinas y humanas; lo único provechoso, es la práctica de la virtud; los estoicos son panteístas: el mundo es para ellos, un gran viviente; dios, el alma del mundo; todo desde la eternidad, está determinado con absoluta necesidad; el alma, una partícula del alma universal; el mundo, será destruido por el fuego y volverá a comenzar una nueva existencia; el mal, es requisito para la armonía del universo y la primera ley de la ética o filosofía moral, es seguir en todo a la naturaleza.

1.5 Estoicismo romano

Los representantes más destacados en el estoicismo romano de los principios morales de Zenón de Citium, son Séneca, Epicteto y Marco Aurelio. Séneca figura entre los filósofos estoicos más destacados de Roma; su principal preocupación era la ética, pero sus creencias eran más espirituales que las de los primeros filósofos estoicos. Sus tragedias en verso ejercieron una influencia notable en la posterior evolución del teatro clásico en Italia. Otros dramaturgos de épocas posteriores también se sintieron atraídos por el estilo retórico y florido de Séneca, su 15

BASTIDAS, Patricia Inés, http://www.salvador.edu.ar/ua1-ir-1.htm

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coherencia formal, su capacidad analítica e introspectiva, el fatalismo estoico de sus personajes y la fuerza de los temas que abordaba: el asesinato, el horror y la venganza. Se desprende de la obra de Séneca una filosofía moral que proporciona al hombre un punto de apoyo para su espíritu, sugiriéndole vivir conforme a la naturaleza, dominar los afectos, soportar sereno el sufrimiento y tener la virtud como única fuente de felicidad. La virtud le permitirá ser superior a la naturaleza y a la desventura. Considera que todo acontece según el plan determinado por un Dios universal y defiende la igualdad y hermandad entre los hombres. 16 Epicteto, siglo I d.C., término que significa adquirido, era un esclavo nacido en Hiérapolis-Grecia, de reconocida cultura. A la muerte de su amo, se residenció en Roma en calidad de liberto. El manual de Epicteto escrito por su discípulo Arriano, contiene máximas morales cuya observancia debe hacer del hombre el verdadero filósofo estoico, imperturbable en cualquier circunstancia de la vida. De otro lado, Marco Aurelio cuyo nombre era Annio Vero, de familia igualmente española como Séneca, nació en el 121 y murió en el 180 d.C. y fue adoptado por el emperador Antonino; cuando emperador sostuvo largas y victoriosas guerras contra los bárbaros que amenazaban el imperio romano. En su obra Pensamientos se refiere al hombre en sus calidades humanas de tristeza y desolación. Hay que aceptar que no habido unanimidad, entre muchos de sus biógrafos, con respecto de datos cronológicos, sitios que visitó, personajes con quienes mantuvo contacto, aparentes contradicciones entre la práctica de su vida y lo que enseñaba.

Quizá la coyuntura crítica de la historia del imperio romano que le correspondió experimentar en el transcurso de su existencia: emperadores de caracteres disímiles, ególatras, tiranos, ambiciosos y sin escrúpulos, como Calígula, Claudio y Nerón, justifique en parte el que su pensamiento no concuerde plenamente con su comportamiento personal. Lo cierto es que del contenido de sus obras, traducidas del idioma latino, por autores, unos más rigurosos que otros, se deduce no obstante, la profundidad de su mensaje, atrayente no solo para sus contemporáneos, sino para las personas de cualquier lugar y todo tiempo. No hay que olvidar que se da una coincidencia que llama particularmente la atención: la vida de Séneca transcurrió en el período inicial de expansión con inusitada fuerza de la doctrina cristiana y algunas posiciones del pensamiento senequista, guardan demasiada similitud con el contenido y principios de aquélla e incluso se habla de un hipotético encuentro entre él y el apóstol Pablo; de ahí que haya tenido acogida dentro de la 16

GALVAN ESPINOSA M.M., Santiago,www.msnr.org/Espanol/paises/seneca/seneca9.htm

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ideología de los denominados doctores y padres de la iglesia cristiana, como de la influyente filosofía escolástica. Es curioso que cuando se dialoga con personas con cierta formación humanística y se hace referencia al gran pensador de Córdoba, apuntan a él con admiración y respeto, a no dudarlo, porque sus preceptos, consejos, aforismos o frases son accesibles a todo entendimiento: a los humildes, a los desamparados, a los desplazados, a los intelectuales, a los políticos y a los sabios. Esa universalidad y agudeza de sus conocimientos penetran en las distintas mentes con relativa facilidad, pero que en la mayoría de las ocasiones no encuentran el eco que debiera darse por cada persona, sociedad, organización política territorial o globalizada; he ahí la motivación, por la que hay que volver insistente y continuamente sobre este gran filósofo, para desentrañar diligentemente la recóndita riqueza conservada en sus perennes enseñanzas.

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2. ESTRUCTURA DE LA PERSONA

De la lectura de las obras de Séneca, se destaca su preocupación por definir y describir al hombre en sus características fundamentales de las vivencias que experimenta como ser consciente del cosmos: quién es, cómo es y para qué es; parece que poseyera una gran capacidad sicológica para introducirse en lo más íntimo de la naturaleza humana: apta para escalar las cúspides del entendimiento en temas referentes a la reflexión, al razonamiento y poseedora simultáneamente de una voluntad proclive a acciones de características animales, las que debe vencer en pro de su beneficio y de su especie. La posición favorable del hombre, al tener la sensación de generar ideas, emitir juicios y correlacionar no sólo el medio en el que se despliega, sino de aceptar la necesidad de atender su parte corpórea como de cultivar la mente, con el fin de configurar una personalidad que lo ubique como amo y señor de sus actos intelectuales, en el afán del crecimiento integral, ocupa el interés de Séneca; en ese proceso descubre que en su trasegar cotidiano, debe proponerse metas y obtener los propósitos de construir caminos en su crecimiento individual que dejen huella, tanto en la práctica de las virtudes como en el sometimiento de los vicios, hasta lograr la posición del hombre sabio que se prepara para prestar sus servicios al Estado y retirarse oportunamente a disfrutar de la paz solariega. En consecuencia, el propósito primordial de este segundo capítulo, después de haber descrito en el primero el lapso histórico en el que transcurrió la existencia de Séneca, incluyendo una ligera biografía y la relación de su obras, es el de irrumpir en el estudio y descripción que formula de la persona como inicio y fundamento de la realidad racional en el universo, destinataria de acciones internas, manifiestas en sus actitudes irracionales y de ente pensante; la concepción de la persona en Séneca, aparece con cierto escepticismo como se deriva de las citas con las que se ha ilustrado su pensamiento. Con la formación, va anexo el atributo de la libertad como la actitud de equidad, incuestionable en los actos y en las relaciones privadas o públicas de la persona, adornada con el distintivo de la equidad, desde luego feliz, que converge en la sabiduría y culmina en un grado superior de trascendencia del yo; después de la caracterización de la persona con sus atributos específicos, así no los posea todos, se configura el ius humanum o derecho humano propio de cada individuo, derivado de su misma esencia, tanto que forma parte de su identidad por el estado de su naturaleza humana. Este capítulo se ha dividido en cuatro partes, a saber: noción de persona, misión cósmica, atributos específicos y ius humanum, subdividiendo la tercera en séis acápites que son: educación, libertad, equidad, felicidad, sabiduría y trascendencia, con la finalidad de demostrar la forma en que Séneca revela las fisonomías constitutivas de cada realidad,

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ponderables en la manifestación de los pasos actuantes de la persona, para una realización vital satisfactoria con respecto de cada persona y las demás. Es innegable que la metodología y contenido guarden cercana relación con el capítulo primero, puesto que tales nociones tienen su plataforma en el contexto histórico en el que se desenvolvió la discordante existencia de Séneca y está estrechamente vinculado con el capítulo tercero sobre La Estructura de la Sociedad, en consideración de que esa persona concebida como tal por Séneca, requiere por su misma condición sociable, desplegar sus atributos mediante la convivencia con otras de su especie, para lo cual precisa de la organización política.

2.1 Noción de Persona

Con la profundidad del filósofo de Estagira 17 y la exactitud de los escolásticos, se ha definido la persona como substantia individua rationalis naturae, 18 fundamento esencial de la vida, espíritu y libertad metafísica, jurídica y política de cada conciencia existencial: “El individuo humano es, pues el de las otras especies y el concepto de persona lleva implícito el de individuo racional”. 19 En la concepción estoica de Séneca, la noción de la persona alcanza una claridad asequible a cualquier entendimiento: ¿Qué es el hombre? Un bártulo 20 frágil al menor golpe y a la menor sacudida. No hace falta una gran tempestad para desintegrarlo: por cualquier parte que golpees, lo deshaces. ¿Qué es el hombre? Un cuerpo débil y frágil, desnudo, inerme por su propia naturaleza, necesitado de la ayuda ajena, expuesto a todas las vejaciones de la fortuna. 21 “No hay animal más irascible que el hombre. Ninguno que deba recibir un trato más dedicado que él.” 22 Para él, el destino de los hombres no es diferente al que incumbe a sus obras y a los fenómenos de la naturaleza: 17 18 19

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Ciudad de Macedonia, hoy Stavros, patria de Aristóteles Sustancia individua de naturaleza racional NARANJO VILLEGAS, Abel, Filosofía del Derecho, 4 ed. Medellín : Editora Beta, 1975. p. 238 Cacharro, cachivache, trebejo SENECA, Escritos Consolatorios, Madrid: Alianza Editorial, 1999. p. 70 SENECA, Sobre La Clemencia, Madrid: Editorial Tecnos, 1988. p. 38

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“No sólo se vienen abajo los productos de la mano del hombre, ni el tiempo sólo abate las obras construidas por el arte y la industria humanas: las crestas de los montes se diluyen, regiones enteras se han hundido, han sido cubiertos por las olas, lugares que antes se alzaban lejos de la vista del mar; la fuerza enorme de los fuegos erosionó las colinas por las que resplandecía y rebajó a ras de suelo promontorios 23 altísimos en otro tiempo, auxilios de los navegantes y atalayas.” 24 No únicamente la persona termina su ciclo vital, si no que aun las obras materiales grandiosas del hombre, como las siete maravillas del mundo antiguo, han desaparecido, cuando se pensaba que resistirían el paso inmisericorde del tiempo y la acción destructora de la naturaleza: Las ciudades y monumentos construidos con piedra, si los compararas con nuestra vida, son firmes, si los confrontaras con la condición de la naturaleza que destruye todas las cosas y las llama de nuevo al mismo lugar de donde las sacó a la luz, son caducos. ¿Pues las manos mortales qué han hecho inmortal? Aquellas siete maravillas y si algunas obras mucho más admirables que esas alzó la ambición de los años siguientes, se contemplarán algún día niveladas a ras del suelo. Así es: nada hay perpetuo, pocas cosas duraderas; cada ser es frágil a su manera, varían los finales de las cosas, pero por lo demás cuanto empezó también terminará. 25 Según las referencias que se han expuesto sobre su prolongación filosófica, en algunas de sus obras y, en particular en los Escritos Consolatorios, De La Cólera y Diálogos, rotula con fuerza y angustia la tarea que debe cumplir en el mundo la persona: “Solemos decir que el mayor de los bienes es vivir de acuerdo con la naturaleza; la naturaleza nos engendró para ambas cosas: la contemplación y la acción.” 26 La esclavitud germinó al concebirse a la persona como cosa. En este sentido, Séneca, se adelanta en varias centurias a filósofos de la talla de Soeren Kierkegaard 27 , Max Scheler 28 y Jean Paul Sartre 29 , quienes levantan no sólo su pluma si no su voz contra quienes bajo diferentes sistemas y modalidades someten a los hombres de los últimos tiempos, por mecanismos inherentes al sorprendente desarrollo de la humanidad. Quizá, la equivocación grave del mundo actual, estriba en no otorgar a la persona su dignidad, como lo demanda el preceptor de Nerón; de ahí la necesidad de conocer la misión cósmica y los principales atributos específicos de la persona.

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Alturas considerables de tierra SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit, p.194 SENECA. Escritos Consolatorios. Op. Cit., p. 150-151 SENECA, Diálogos, Madrid, Editorial Tecnos, 2003, p. 269 Existencialista noruego 1813-1855 Axiólogo alemán 1875-1928 Humanista francés 1905-1980

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2.2 Misión cósmica

Desde cuando el hombre emerge como realidad existencial, lo primero que se pregunta qué cometido, qué destino cumple en la tierra y de esta manera, como ser pensante delinea una serie de principios sobre los que edifica su comportamiento personal; así ha concluido que bueno moralmente es lo que guarda relación con su naturaleza y malo lo que no le conviene, coligiendo entonces que hay acciones intrínsicamente buenas o malas. La misión del hombre en el mundo, para Séneca, es un desafío: “Las personas y las cosas esperan el último día, aunque el fin de unas y otras no sea el mismo.” 30 “El valor más intenso es aquel provocado por el peligro de muerte. Es conveniente que el miedo nos deje alguna seguridad y nos muestre mucha más esperanza que peligro.” 31 Las pasiones, razona, son propensiones violentas de las personas, que tratan de absorber otras inclinaciones importantes, rompiendo el equilibrio síquico; la vida humana resplandece en gran parte, como un proceso de acción sobre las cosas, la que no siempre depende de la voluntad: “Podemos estar haciendo reproches a los hados 32 tiempo y tiempo, cambiarlos no podemos: se mantienen en pie firmes e inexorables; nadie los mueve con insultos, nadie con llantos, nadie con razones; nada nunca a nadie ahorran ni perdonan.” 33 Séneca describe una realidad que padece la humanidad con demasiada frecuencia: la de los fenómenos naturales que azotan los diversos territorios, sin contemplación alguna: “Nada hay no resbaladizo y engañoso y más cambiante y revuelto que cualquier tempestad; todas las cosas son zarandeadas y se tornan en dirección contraria por orden de la fortuna, y en medio de tan gran revolución de las cosas humanas nada es seguro para nadie sino la muerte; no obstante, todos se quejan de ello, lo único en que nadie es engañado.” 34 Nadie, enfatiza, está exento del sino inexorable del fin de su existencia: 30 31 32 33 34

SENECA, Los siete libros de la Sabiduría. Barcelona , Edicomunicación, 1995, p. 203 SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 31 Fuerzas irresistibles sobre hombres y sucesos SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 155 Ibid., p. 207

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“A cada uno cogerán los hados a su tiempo, a nadie dejarán a un lado: esté en pie el ánimo y ceñido y lo que es necesario nunca lo tema, lo que es incierto siempre lo espere.” 35 “No existe ningún puerto, a no ser el de la muerte”. Así pues, no mires con aprensión a tu hermano: descansa en paz. Por fin es libre, por fin seguro, por fin eterno.” 36 La permanencia de la persona en el tiempo y en el espacio, es impredecible, previendo Séneca, la importancia de vivir como si la muerte llegara en el momento mismo: “Todos nacemos para morir y cualquiera que viene a la vida está destinado a la muerte.” 37 “Nadie muere demasiado pronto, porque no había de vivir más de lo que vivió. El término está fijado para cada uno: permanecerá siempre donde ha sido puesto y no lo hará avanzar más allá la diligencia o el favor. Ten así por cierto que tú lo has pedido de acuerdo con un plan: llevó lo suyo y llegó a la meta del tiempo que le fue dado.” 38 El tiempo, según Séneca, debe emplearse debidamente en acciones tendientes a la perfección individual y el servicio a los semejantes: “Lo cierto es que la vida que se nos dio no es breve, nosotros hacemos que lo sea.” 39 “¿Para qué nos quejamos de la naturaleza, pues ella fue benigna con nosotros? Larga es la vida, si la sabemos aprovechar.” 40 “Aquél que aprovecha para sí todo su tiempo y el que ordena todos sus días, ni desea ni teme al día venidero.” 41 La vida del hombre alcanza su auténtico sentido, no por su tiempo de duración, sino por sus ejecutorias positivas: ¿De qué le sirven a aquél los ochenta años pasados en la inactividad? Ese no vivió, sino que permaneció en la vida, y no murió tarde sino durante mucho tiempo. “Vivió ochenta años.” Depende fundamentalmente de a partir de qué día cuentes su muerte. “Aquél, en cambio, murió en la flor de la vida.” Pero cumplió hasta el fin de los

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Ibid., p. 167 SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 163 SENECA, Los siete libros de la Sabiduría, Barcelona , Edicomunicación, 1995. p. 202 SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 97 SENECA, Los siete libros de la Sabiduría, Op. Cit., p. 156 Ibid., p. 156 Ibid., p. 165

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deberes de buen ciudadano, de buen amigo, de buen hijo; en ningún aspecto faltó; puede que su edad sea imperfecta, su vida es perfecta. 42 Aunque para Séneca, el hombre viene al mundo con un destino prefijado, tiene la posibilidad de realizarse, de cumplir con su destino, mediante el ejercicio permanente de las acciones virtuosas, luchando contra las pasiones y ahogando los vicios propios de su naturaleza mortal; la persona en sus manifestaciones existenciales, posee una gama sorprendente de particularidades específicas, entre las cuales, en el pensamiento de Séneca, vale la pena destacar la educación, la libertad, la equidad, la felicidad, la sabiduría y la trascendencia que naturalmente desembocan en un principio reconocido universalmente, cual es el ius humanum.

2.3 Atributos específicos

Ante todo, la persona concibe su cuerpo como portador de apetitos y sentimientos, que desea y siente para su yo, lo que ejerce una función de control, definitiva para el crecimiento de la personalidad pero conservando el manejo de la acción y de la autoconciencia, unidas a la memoria: “Es propio de un gran espíritu estar sosegado, tranquilo y, desde lo alto, despreciar ofensas e injusticias.” 43 Admite Séneca, conflictos internos en los cuales en muchas ocasiones, predominan las pasiones en el manejo de situaciones de la vida: “¿Pues qué diferencia hay, si la pasión resulta ser un supuesto irresponsable sin la razón igual que la razón es ineficaz sin la pasión?” 44 Es frecuente en Séneca la comparación que introduce entre los irracionales y el hombre como ser pensante, en la fuerza comunicativa de sus ideas: “Yerra quien aduce como ejemplos para el hombre a estos seres en los que el instinto está en lugar de la razón: en el hombre en vez de instinto hay raciocinio. Pero ni siquiera a todos aquellos les aprovecha lo mismo.” 45 “Los animales irracionales carecen de las pasiones humanas, tienen, es verdad, algunos impulsos semejantes a ellas: por otro lado, si en ellos existiese el amor y el 42 43 44 45

SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 200. SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 14 SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 49 Ibid., p. 87

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odio, habría amistad y rivalidad, enemistad y acuerdo; y de éstos también en ellos hay algunos vestigios, pero de los sentimientos humanos es exclusivo lo bueno y lo malo.” 46 El mentor de Nerón, frecuentemente da pautas para el manejo de fenómenos que desequilibran la personalidad: “De todas esas cosas, no importa en qué medida progresen o se expandan son mezquinas, miserables, viles; sólo sublime y excelsa es la virtud y nada es grande sino lo que al mismo tiempo es apacible.” 47 “Todos los sentidos han de ser dirigidos hacia la firmeza: por naturaleza son resistentes, si a ellos ceja en corromperlos el espíritu, el cual todos los días a rendir cuentas ha de ser convocado.” 48 2.3.1 Educación En la ética nicomaquea, Aristóteles 49 subraya:

“Cada cual juzga acertadamente de lo que conoce, y de estas cosas es buen juez. Pero así como cada asunto especial demanda una instrucción adecuada, juzga en conjunto sólo puede hacerlo quien posea una cultura general. Esta es la causa de que el joven no sea oyente idóneo de lecciones de ciencia política, pues no tiene experiencia de las acciones de la vida, de las cuales extrae la ciencia política sus proposiciones y a las cuales se aplican estas mismas. Y además, como el joven es secuaz de sus pasiones, escuchará estas doctrinas vanamente y sin provecho, toda vez que el fin de esta ciencia no es el conocimiento, sino la acción.” 50 Al recibir el encargo de la educación de Nerón, quiso contribuir a la consolidación de un régimen sólido, favorable al imperio romano; los fundamentos educativos impartidos en un comienzo a su discípulo, produjeron durante los primeros cinco años de su reinado, positivos frutos, a pesar de que en los años subsiguientes, por su egolatría y vicios, los desconoció en el ejercicio del poder. Los enunciados de Séneca de una ponderada educación, fueron legados imborrables para la posteridad:

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SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 39-40 Ibid., p. 67 Ibid., p. 154 Filósofo griego, 384-322 a.C. ARISTOTELES, Etica Nicomaquea, Medellín , Editorial Bedout, 1977, p. 15

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“La educación requiere la máxima diligencia, la cual ha de aprovechar muchísimo, fácil es, efectivamente, ajustar los espíritus todavía tiernos, con dificultad se cercenan los defectos que han crecido con nosotros” 51 “Lucha contra tí mismo, si deseas doblegar la cólera, ella no podrá contigo. Empiezas a ganar, si ella es arrinconada, si no se le concede asomo. Enterremos sus conatos y a ella, en la medida en que sea posible el hacerlo, mantengámosla oculta y relegada.” 52 Se adelanta a educadores y sicólogos de futuras generaciones, al decir: “Muy mucho, afirmo, aprovechará que los niños sean instruidos sanamente desde el principio; a decir verdad, arduo es su gobierno, puesto que debemos aplicar nuestro esfuerzo para no alimentar en ellos la cólera o para no reprimir su carácter. De escrupulosa atención precisa el asunto, pues ambas cosas, la que debe ser extirpada y la que debe ser rebajada, de elementos muy semejantes se alimentan, fácilmente, empero, las cosas semejantes engañan incluso al que está pendiente.” 53 En la formación de los jóvenes, juzga Séneca que el preceptor debe ser exigente, pero abstrayéndose de la irascibilidad: “Ciertamente debe ser corregido quien yerra y con un apercibimiento y con energía y con suavidad y con dureza y debe hacérsele mejor tanto para sí como paras los demás, no sin castigo pero sin cólera.” 54 “Pero estas cosas afectan a nuestros hijos: en nosotros, a decir verdad, la condición de nuestro nacimiento y la educación no guardan lugar ya ni para el vicio ni para la recomendación: sus consecuencias es lo que hay que ordenar. Así pues, contra las primeras causas debemos luchar: empero, la causa de la cólera es la suposición de un atropello, a la cual no debe dársele crédito fácilmente.” 55 En verdad los principios senequistas sobre la educación del niño, del joven y aun del adulto, han contribuido a través de la historia a inspirar programas y proyectos educativos, encaminados a que cada persona no sólo adquiera conocimientos universales y particulares, sino que fortalezca su voluntad para su bienestar personal y el de la comunidad.

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SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 88 Ibid., p. 129 SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 91 Ibid., p. 56 Ibid., p. 93

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2.3.2 Libertad Es entendida como la facultad, originada en la voluntad de querer o no querer hacer una cosa, sin que exista una determinada fuerza extraña que incline a obrar en una u otra forma. Básicamente la libertad, en Séneca radica, en no servir a cosa alguna o necesidad y reducir la fortuna a lo justo: “Labrarse libertad a fuerza de reflexión.” 56 “Solamente has de poner mano en aquellas cosas que dependen de tu voluntad o conduzcan a un fin.” 57 Sin embargo, es fatalista: admite el destino, esto es, una cadena inmensa de acontecimientos, en la que se enlazan todos los anillos que ligan a dioses y hombres; nadie parece ser más partidario de la libertad que un estoico como Séneca, pero eso sí que la persona se aísle de las pasiones y acepte el destino, pues la virtud es el bien supremo, que debe seguir en todo a la razón; la providencia permite que el hombre obre a voluntad y juzga como única y verdadera esclavitud, la circunstancia de que sea poseído por deleites y debilidades: “La libertad no como un don que conservar, sino como tarea que realizar.” 58 “Así pues, lo excelente es medicarse a la primera sensación del mal, conceder entonces incluso a las expresiones el mínimo de libertad y cohibir el impulso.” 59 En Séneca, no es tomada en el sentido aristotélico-tomista, pues hay una predeterminación que desde el nacimiento condiciona el comportamiento humano.

2.3.3 Equidad Este término tuvo un papel predominante en el derecho romano. El pretor, creaba derecho al participar en el establecimiento de normas jurídicas que él debía aplicar después; igualmente se ejercía en la aplicación de los derechos canónico y mercantil de la edad media; se planteaba la necesidad de la buena fe como disciplina indispensable para las relaciones comerciales, debido a su movilidad, de modo que existía una justicia según la equidad. Urge la vigencia del principio de equidad:

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ABELLON José Luis y MARTINEZ GOMEZ Luis, El Pensamiento Español, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1977, p. 32 SENECA, Los siete libros de la Sabiduría, Op. Cit., p. 103 ABELLON, Op. Cit., p. 31 SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 125

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“Pues tan cruel es perdonar a todos como a ninguno. Debemos mantener un punto medio. Pero como el equilibrio es difícil, siempre que haya que inclinar en un sentido la balanza, debe hacerse hacia la parte más humana.” 60 Si deseamos ser jueces equitativos en todos los asuntos, de esto lo primero persuadámonos, que nadie de nosotros está sin culpa; de aquí, efectivamente, la mayor indignación proviene: “Nada he hecho mal” y “nada he cometido”. ¡Ciertamente, nada confiesas! Nos indignamos cuando castigados con alguna reconvención o reprimenda, siendo así que en ese mismo instante erramos, por cuanto agregamos a nuestros entuertos la arrogancia y la contumacia. 61 La naturaleza del hombre tiende a conservar la equidistancia en sus actos, de tal manera que propende a la ejecución por hacer el bien a los demás que desea para sí mismo, trazado igualmente vigente en el mundo de hoy, pleno de conflictos que interfieren el recto quehacer humano: Si es conforme a naturaleza, quedará manifiesto si examinamos al hombre. ¿Qué hay más manso que él, cuando se mantiene dentro del equilibrio de su alma? ¿En cambio, qué hay más cruel que la ira? ¿Qué más amante de los demás que el hombre? ¿Qué más enconado que la ira? El hombre con vistas a la ayuda mutua ha sido engendrado, la ira con vistas a la aniquilación; él anhela reunir, ella separar; él hacer bien, ella perjudicar; él aun a los desconocidos ayudar, ella aun a los más queridos hostigarlos; él por las conveniencias de los demás incluso hasta arriesgarse está dispuesto, ella, con tal de arrollar, a arrojarse al peligro. ¿Quién, pues, desconoce más la naturaleza de las cosas, que el que su más excelente e irreprochable tarea asigna este vicio salvaje y pernicioso? La ira, como hemos señalado, está ávida de castigo y que el deseo de él exista en el mansísimo corazón del hombre en absoluto está de acuerdo con la naturaleza. En efecto, una existencia humana consiste en las buenas acciones y en la concordia y no con el terror sino mediante un recíproco afecto se ahorma 62 en un acuerdo y ayuda compartidos. 63 “Lo que conviene a tu equidad, deja de tergiversar un beneficio de la fortuna: te lo quitó, pero te lo dio.” 64 Para el gran pensador español, sus disquisiciones sobre la equidad son de una gran profundidad y generalidad, ya que debe ser ejercitada por cada persona e igualmente cobija a los gobernantes, para la debida convivencia:

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SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 8 SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 98 Ajusta, acomoda SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 43 SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 187

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“En cambio, aquél que tiene a su alcance la venganza, pasándola por alto alcanza un elogio seguro a su mansedumbre.” 65

2.3.4 Felicidad Es un estado aparentemente indefinible por su calidad de subjetivo: lo que para algunos constituye felicidad, para otros, no; no obstante, todo humano propende por su búsqueda o consecución permanentes: “La felicidad, además, parece consistir en el reposo, pues trabajamos para reposar y guerreamos para vivir en paz.” 66 “El vivir siempre en felicidad, y el pasar la vida sin algún remordimiento de ánimo, es ignorar la parte de la naturaleza.” 67 La virtud basta para fundamentar la verdadera felicidad, aunque no sea fácil alcanzarla, ni siquiera para quienes poseen bienes de fortuna: Guárdate mucho viendo a alguno colmado de honores o alcanzar las más elevadas dignidades, de considerarle, arrastrado por tu imaginación, como un hombre feliz. Porque si la esencia del verdadero bien está en las cosas que dependen de nosotros, ni la envidia, ni la emulación, ni los celos, podrán anidar en tí y no desearás ser general, ni senador ni cónsul, sino libre. Y piensa que para alcanzar esta libertad sólo hay un camino: el desprecio de las cosas que no dependen de nosotros. 68 Para Séneca, es esa predisposición a la posesión eterna, dado que los valores del alma deben convertirse en objetivos de la vida: “Vivir felices, Galión, todos lo quieren, pero andan a ciegas tratando de averiguar qué es lo que hace feliz una vida; y hasta tal punto no es fácil alcanzar la felicidad en la vida que, cuanto más apresuradamente se dejan llevar hacia ella, tanto más se alejan si se desvían del camino.” 69 “Por tanto, una vida feliz la que va de acuerdo con la propia naturaleza; esta vida no puede existir más que si, en primer lugar, la mente es cuerda y no pierde jamás la cordura.” 70 Reafirma la búsqueda de la felicidad en la práctica de virtud: 65 66 67 68

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SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 17 ARISTOTELES, Op. Cit., p. 224 SENECA, Los siete libros de la Sabiduría, Op. Cit., p. 27 SANCHEZ, Alvaro, Resumen de la Historia de la Filosofía y Antología de Pensadores, Bogotá, Librería Voluntad, 1944, p. 88 SENECA, Diálogos, Op. Cit., p. 226 Ibid., p. 230

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Por tanto, en la virtud reside la verdadera felicidad. ¿De qué te va a persuadir esta virtud? De no considerar bueno ni malo nada que no derive de la virtud o de la maldad; después, de ser inamovibles frente al mal, a favor del bien, para, en la medida de lo posible, imitar a dios.” 71 “La asidua infelicidad tiene un solo bien, el que acaba por endurecer a los que sin interrupción veja.” 72 “Así pues, alabemos y coloquémoslo en el número de los felices a aquél que invirtió bien cuanto tiempo, el que fuere, le tocó. Vio, en efecto, la verdadera luz; no fue uno de tantos; no sólo vivió sino también floreció.” 73 La idea de felicidad, tan reiterativa en su ideario, se asemeja a la esbozada por los grandes pensadores del cristianismo, como San Agustín 74 y Santo Tomás de Aquino 75 , pues la vida feliz es la que va acorde con la propia naturaleza.

2.3.5 Sabiduría Es la condición de la persona que logra dominar las pasiones como la cólera, ama a sus semejantes, es útil a la sociedad y al Estado, practica las virtudes y se aleja de los vicios, aun retirándose de la azarosa vida pública y entregándose al ocio, en su acepción positiva: “El sabio jamás pierde lo que le puede causar sentimiento, pues sólo posee la virtud, de la cual no puede ser desposeído.” 76 “El sabio, después de poseídas las riquezas, si bien las desprecia, no las desecha; antes bien las guarda, con el propósito de ser cada vez más virtuoso.”77 Fundamentalmente en Séneca, quien es sabio, no se deja afectar en su vida y sentimientos por la injuria: “Además, la justicia no puede sufrir nada injusto, porque los elementos opuestos no casan, y la injuria no puede hacerse más que de modo injusto; por tanto, al sabio no puede hacérsele una injuria.” 78 “El fin de la injuria es hacer algún mal, pero la sabiduría no la deja entrar.” 79 71 72 73 74 75 76 77

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SENECA, Diálogos. Op. Cit., p. 244 SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 110 Ibid., p. 200 Tagaste-Armenia 354 Hipona 430 Roca-Seca-Italia 1225-1274 SENECA, Los siete libros de la Sabiduría, Op. Cit., p. 134 Ibid.,p. 65

SENECA, Diálogos. Op. Cit., p. 43

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“Seamos respetuosos, os lo ruego, con este propósito, y asistamos con espíritu y oído imparcial al espectáculo del sabio sustrayéndose a la injuria.” 80 “En las cosas que no vienen de fuera hay una influencia leve y que no podría entrañar un gran refuerzo en uno u otro sentido: ni las circunstancias favorables encumbran al sabio ni las adversas lo hunden; se esforzó siempre, en efecto, para invertir en sí mismo lo más posible, para obtener de sí todo gozo. 81 La sabiduría, en su creer es el compendio de una recta educación, del ejercicio adecuado de la libertad, del mantenimiento del equilibrio o equidad y de la expresión espontánea del gozo o felicidad: “El que vive bien, con sólo eso es útil a otros, porque los encamina a lo que le es provechoso” 82 “Pero esta mirada y conducta del hombre la da sólo la sabiduría, “sabiduría que es, solo ella, la libertad””. 83 En palabras de Séneca, el sabio siente gran amor por la templanza: gusta de la cama no adornada ambiciosamente, una comida que ni hayan tenido que preparar todos los de la casa, ni admire a los convidados, ni tenga que ser ordenada con muchos días de anticipación, ni servida por manos de muchos; guste del criado culto y del esclavo tosco y de una mesa que sólo baste para el uso y no retenga voluptuosamente los ojos en ningún convidado, ni encienda su envidia; que, sin embargo, le agrade seguir los mandatos de los maestros y alcanzar honores, lanzarse a la política, no por andar vestido de púrpura y rodeado de ostentaciones sino para ser más útil a sus semejantes: Con todo, si creemos que ni el enfado grande ni frecuente en el espíritu del sabio tienen cabida, ¿qué motivo hay para que no lo liberemos totalmente de esta pasión? Medida, en efecto, no puede haberla, si a causa del comportamiento de cada individuo hay que irritarse; pues o será injusto si por igual se aíra ante delitos desiguales, o del todo irascible, si tantas veces se sulfura cuantas su enojo las faltas hayan merecido. ¿Y qué motivo hay más indigno que el que el sentimiento del sabio dependa de la maldad ajena? Dejará él, Sócrates, de poder traer a su casa el mismo semblante con el que de su casa había salido. 84 “El sabio consumado no tiene nada del ser contraído, voluntario, obsesionado que podía imaginarse; hasta es lo contrario; ya no hace esfuerzo, vive en la alegría y en 79 80 81 82 83 84

SENECA, Los siete libros de la Sabiduría, op. Cit., p. 133 SENECA, Diálogos, Op. Cit., p. 45 SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 113 SENECA, Los siete libros de la Sabiduría, Op. Cit., p. 80 ABELLON, Op. Cit., p. 40 SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 75

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una semiconciencia, estado que la antigüedad consideraba superior a los tanteos de la conciencia que busca.” 85 Conseguir el grado de sabiduría, es un proyecto de vida, en Séneca; sería loable que todo humano alcanzara un nivel, al menos aproximado de sabiduría.

2.3.6 Trascendencia Al lado de la doctrina estoica-helena desconsoladora y poco conforme con la verdadera moral, Séneca enseña y ensalza el culto de dios y su providencia paternal para con los hombres y recomienda su imitación como medio eficaz de perfeccionamiento moral: “Todos, ¡Oh, hermano Galión!, desean vivir bienaventuradamente, pero andan a ciegas en el conocimiento de aquello que hace bienaventurada la vida.” 86 La providencia envía males a los hombres de bien para mostrarles que en el fondo no lo son, sino que constituyen oportunidad para los justos de probar su excelencia, para que triunfen contra las desdichas, comoquiera que si los soportan, consiguen la sublime práctica de la virtud que, incluso justifica el suicidio. La muerte es la disolución de todos los dolores y lindero más allá del cual nuestros males no pasan, ella nos vuelve a colocar en aquella tranquilidad en la que yacimos antes de nacer. Si alguien se compadece de los muertos, que se compadezca también de los no nacidos. La muerte no es ni un bien ni un mal, pues puede ser un bien o un mal aquello que es algo, pero lo que por sí mismo es nada y devuelve todo a la nada, eso a ninguna fortuna nos entrega. Los males y los bienes, en efecto, versan sobre alguna materia: no puede la fortuna tener cogido en sus manos lo que la naturaleza ha despachado, ni puede ser desdichado el que no es nadie. 87 Y más adelante, agrega: Y cuando llegue el tiempo en que el mundo se extinga para renovarse, las cosas que ahora ves se destrozarán con sus propias fuerzas y chocarán astros con astros y en esa conflagración universal de la materia bajo un único fuego arderá cuanto ahora según un plan previsto luce. También nosotros, ánimas bienaventuradas y que por suerte han alcanzado las realidades eternas, cuando a la divinidad le parezca bien fabricar de nuevo esas cosas, al venirse abajo todas siendo también nosotras mismas un pequeño aditamento de la ingente ruina, nos transformaremos en los antiguos elementos. 88

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VEYNE, Paúl, Séneca y el Estoicismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1995, p. SENECA, Los siete libros de la Sabiduría, Op. Cit., p. 39 SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 91-92 Ibid., p. 107

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La mano de dios, en expresión de Séneca, está en todo: Con razón, en efecto, lo pondrá en el debe: le devolvió una vida mejor que la que recibió. Estableció un modelo de hombre bueno, puso de manifiesto cómo y cuán grande era; si hubiera añadido algo de tiempo, hubiera sido similar al pasado. ¿Y, sin embargo, hasta cuándo vivimos? Hemos disfrutado del conocimiento de todas las cosas: sabemos desde qué principios se alza la naturaleza, de qué modo ordena el mundo, por qué estaciones sucesivas vuelve a llamar al año, de qué modo tiene encerradas todas las cosas que en cualquier lugar existirán y se ha puesto a sí. 89 El hombre anhela, según Séneca, despojarse cuanto antes de su vestimenta corpórea: Liberadas antes de que se endurecieran y desearan más hondamente los bienes terrenos, emprenden más ligeras el vuelo de vuelta a su origen y se purifican más fácilmente de todo lo que está ajado y pringoso. Para los grandes espíritus nunca es tampoco estimable la demora en el cuerpo: se muestran impacientes por salir y escapar, llevan muy mal estas estrecheces, acostumbrados a vagar sublimes por todo y a mirar desde lo alto las cosas humanas. De ahí aquello que Platón 90 proclama: que el alma del sabio se asoma toda ella hacia la muerte, eso quiere, eso medita, por ese deseo siempre es llevada, tendiendo a las realidades de fuera de este mundo. 91 Trascendencia significa más allá de la existencia que, para Séneca, es la sustancia panteísta, pues la persona participa de la naturaleza de los dioses: una luz que se integra con los dioses y no una intuición directa de una realidad, como la del Dios de los cristianos.

2.4 Ius Humanun

El derecho humano es perfilado por los grandes pensadores griegos y, en particular Aristóteles lo concibe como un principio que permanece en cada uno de los hombres, en razón de su esencia. Para Séneca el derecho humano, surge de la igualdad de la naturaleza humana, fundada en la libertad interior de que debe disponer todo individuo, pues éste reproduce en sí mismo la estructura del universo, aunque la igualdad en la práctica no se refleje.

89 90 91

SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 201 Filósofo griego, 428-347 a.C. SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 101

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“Aun estando todo permitido contra los esclavos, hay algo que el derecho natural impide autorizar sobre los seres humanos.” 92 La filosofía griega, había visto en el esclavo a un mercenario 93 perpetuo; Séneca, ve en ellos a unos amigos humildes, poco falta para llamarlos hermanos; para él, son hombres, hechos de la misma simiente humana, que aspiran a disfrutar de felicidad, respiran el mismo aire y desaparecen como cualquier viviente: “Mandar con mesura sobre los esclavos es un timbre de gloria. También, cuando se trata de un esclavo, hay que pensar no cuánto es capaz de aguantar sin consecuencias, sino cuánto te permite la naturaleza de lo justo y lo bueno, que ordena incluso perdonar a los cautivos y a los que se han obtenido con dinero.” 94 Reafirma la fraternidad humana, predica la solidaridad como parte de un cuerpo inmenso; de igual manera que las partes del cuerpo funcionan en armonía, las personas deben ser condescendientes, dado que nacieron para vivir en comunidad y no pueden salvarse sino por ayuda y amor mutuos: “Aquel fundador del derecho humano no nos distinguió con los nacimientos ni con la nobleza de los nombres, sino mientras existíamos, mas cuando se llegó al final de nuestros seres mortales, “márchate –dijo- ambición: sea exactamente la misma la ley de todos los que hollan la tierra”. Somos iguales para sufrir todos los males; nadie es más frágil que otro, nadie más seguro de sí cara el mañana.” 95 En Séneca, el derecho humano parte de la misma naturaleza: “Cuando se tiene el máximo poder éste es el verdadero control del espíritu, y éste el amor que incluye a todo el género humano.” 96 Séneca describe al hombre como lo vio en su tiempo: rico o pobre, esclavo o no, servidor público o no, alegre o triste, acompañado u olvidado, golpeado o no de la fortuna, rebosante de salud o enfermo, radicado en su ciudad o desplazado, el mismo que ha vivido en el transcurso de la historia, así las condiciones de vida hayan mejorado. Por esta razón, el modelo de sociedad que se propone, debe constituirse con un definido criterio de comunidad, para que responda en lo posible a la mejor construcción de cada persona en sus anhelos, angustias y lucha constante para sobrevivir con relativa solvencia intelectual y económica en un mundo poco solidario y cada día más competitivo; no hay duda que esa persona ya desenvuelta en una sociedad en la que 92 93 94 95 96

SENECA, Sobre la Clemencia, Op. Cit., p. 39 Combatiente, legionario SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 39 SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 196 SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 28

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puede participar con el bagaje moral, adquirido por su sólida formación, extiende sus principios, experiencias y manera en expresiones vitales que llegan a los miembros de la comunidad con mensaje auténtico de mejoramiento en lo que atañe a cada uno y a la comunidad en general. De ahí que el capítulo tercero, conociendo el tipo de persona que conforma la sociedad, se imponga el saber qué es la sociedad, cómo interactúan las personas, cómo se da ese desarrollo comunitario, para lo cual se tiene que indagar de qué manera los bienes inmateriales y materiales influyen en el comportamiento social, de conformidad con la concepción senequista, hasta entender cómo el amor entre los hombres permite la cohesión social invariable e indestructible.

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3. ESTRUCTURA DE LA SOCIEDAD

Es natural que antes de emprender la tarea sobre cómo se cimienta la sociedad, sea imperioso rondar brevemente sobre cuál es su comienzo: cómo nace a partir de la persona analizada y caracterizada en el anterior capítulo; un individuo que por naturaleza es sociable y desde luego requiere de otros de su especie para que sus emociones, sentimientos y demás manifestaciones derivadas de su carácter único puedan coexistir sin que se presenten demasiadas fricciones que atenten contra la libre actuación de cada condición e impidan el forzoso enlace social. Cada humano con sus virtudes y defectos debe moverse dentro de esa gran ciudad que predica Séneca, en la que participe o no de la gestión pública, ha de conformar el perfil de su yo para ser feliz, sabio y previsor en medio de los demás que posiblemente no posean los atributos indispensables para el cumplimiento de una función vital sistémica; es la persona dentro de la sociedad que idea, crea y procura descubrimientos que forjan un mejor vivir para sí misma y otros integrantes de la sociedad de acuerdo con el momento histórico que se advierte, tal como se ha comprobado en los procesos decisivos de la evolución material e intelectual del hombre. Sin embargo, el manejo ponderado de los bienes materiales por parte del hombre lo acerca más a la perfección moral que lo forja usufructuario de los bienes inmateriales propios de su esencia humana, comoquiera que la riqueza más grande radica en encontrarse investido de ellos y no de los materiales que implican generalmente su destrucción y de muchas comunidades conforme se colige de pasajes del pensamiento senequista.

3.1 Concepto

Entre persona y sociedad hay relaciones recíprocas, ciertamente complejas, aunque la segunda es una fuerza más poderosa que la primera; aquélla, por naturaleza es sociable y tiene necesidad de comunicación: exige vivir en sociedad: “Como está ya sugerido, el tema central de Séneca es el hombre, él, Séneca, y todo hombre, cada uno en su circunstancia, amenazado, en riesgo permanente de ser engullido por un entorno que le sorbe su ser personal” 97

97

ABELLON, Op. Cit., p. 31

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En criterio de Séneca, la sociedad está compuesta de individuos que se conectan entre sí, a través de la organización social y política; parece que no estuviere muy convencido de la organización social que existió en su tiempo; por el contrario, es más bien pesimista en lo que tiene que ver con el desarrollo del crecimiento ético de la persona que debe trascender el modelo y contenido de las instituciones sociales. Por tal motivo recurre al estado natural del hombre, pues los primeros hombres vivían de acuerdo con su naturaleza: sus acciones se plegaban a su expresión, ligadas más al instinto que a la razón, estableciéndose una especie de comunidad absoluta, en la que se destacaban siempre las jerarquías, que se medían inicialmente por el matriarcado. Una faz destacada de la organización social es el elemento de la moderación, condición que emana de la misma situación natural de la persona y la ostentación, por consiguiente, contraria a ella; es sabio quien vive con sencillez, dado que es propio de la naturaleza, lo que no significa que deba ser negligente en sus modales y presentación personal; su vivienda debe poseer lo necesario, sin excederse en pompas y suntuosidades. Habla Séneca de que en la época primigenia del hombre no existían artes o técnicas que posibilitaran mejores resultados en la agricultura y la navegación, en razón de que no conocía otro mar o río que el de las costas de los terrenos que habitaba; el hombre primitivo, por necesidad natural vivía el comunismo, fase que lo caracterizaba por la solidaridad social y en el que los bienes que daba la naturaleza se compartían armónicamente. Para él el modelo ideal de sociedad es la Roma cosmopolita que acoge a los ciudadanos del mundo entero; las fronteras políticas no pueden aceptarse como realidades significativas, si se tiene en cuenta la grandeza del universo, el que desemboca en el origen de la república diseñada incluso para que los ciudadanos de bien sufran inclemencias y los dioses formen parte de ella, posición destacable, dado que el hombre no solo forma parte de la pequeña comunidad en la que nace sino que es ciudadano del orbe, otra razón para que su pertenencia al mundo entero reclame el acatamiento a esa prerrogativa. En una organización social de este modelo, opina Séneca el derecho del ciudadano aun del esclavo es igual, pues emana de la igualdad de naturaleza si se mira su principio y destino final: el amor que encuentra su expresión en el beneficio recíproco entronca profundamente los lazos de amistad y deferencia entre los heterogéneos miembros como se expone en el siguiente subtítulo.

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3.2 Interacción

El desarrollo de la vida humana es connaturalmente social, como consecuencia del espíritu objetivo que aglutina a quienes pertenecen a una comunidad; en los comienzos se le daba a la interacción social un carácter teológico, en respuesta a la concepción del origen divino del hombre; más tarde, se le concibió como un ser dotado de razón, en el que se fundamentan la virtud, el derecho y la moral; posteriormente, se indaga su razón social de ser, en la evolución de las especies y, por último, se le distingue como una estructura cultural, con sus manifestaciones síquicas, morales e intelectuales, con el surgimiento de clanes y tribus: “Hay que reconocer que ninguna de las virtudes es más afín al hombre, puesto que ninguna es más humana, y esto no sólo hay que reconocerlo entre nosotros que defendemos que el hombre es un animal social, engendrado para el bien común.” 98 Lo cierto es que las vidas individuales aparecen como inmersas en un determinado espacio del universo, con lenguaje, usos, ideas y creencias que brotan de la vida colectiva y con los cuales se identifica cada una: las raíces del presente se hallan en el pasado, pues las sociedades son principalmente históricas. La elevación que distingue e identifica la moral de Séneca, como resultado e indicio de la influencia latente del cristianismo, parece encontrarse también en algunos otros puntos de su doctrina, entre los cuales atraen sus ideas sobre el progreso de la humanidad. El Cardenal Zeferino González Díaz de Tuñón, asevera que Séneca es quizá el único filósofo de la antigüedad que entrevió con meridiana claridad, la existencia de la ley del progreso humano en las áreas social y política y, sobre todo, en las de las ciencias y artes; la verdad, señala, se obtiene por la investigación de todos; pero nadie la domina, antes bien, queda mucho por descubrir a las futuras generaciones, puesto que llegará el tiempo en que por repetidas y diligentes observaciones, se revelarán ciertas realidades que hoy se ignoran: no basta para ello una sola época; la condición del hombre con su naturaleza e historia constituyen el gran complejo de su estructura. Este es uno de sus mayores aportes, al vislumbrar proféticamente los grandes avances en las ciencias y artes, ya que se presentarían nuevos descubrimientos y surgirían nuevas verdades. 99 En la sociedad, la persona se une a otras por intereses originados en la voluntad, no algo propuesto y calculado, tal como cuando alguien ingresa a una empresa comercial; por el contrario, en la comunidad existe una unidad más compacta, pues las personas se asocian 98 99

SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 9 GONZALEZ, Díaz de Tuñón, Zeferino, http://www.filosofia.org/zgo/hf2/hf21099.htm

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por voluntad natural, por ejemplo, la familia e, igualmente hay clases de comunidades más profundas: las religiosas. Es cabal en su concepción sobre la sociabilidad de la persona: “Aunque en otros asuntos haya grandes diferencias de dignidades y noblezas, la virtud está puesta ahí en medio: no considera indigno a nadie que simplemente se juzgue digno de ella. Muy bien sin duda imitarás a aquellos que, aun cuando podían indignarse de que ellos mismos no fueran excluidos de ese mal, juzgaron sin embargo no como injuria sino como derecho de la condición.” 100

3.3 Desarrollo Comunitario

Con el fenómeno de la interacción humana nació la propiedad privada de la tierra, fruto de la rapiña en el momento en que la persona se radicó en un lugar y pensó que el ejercicio del dominio de su territorio, representaba el germen para la satisfacción de sus apetitos materiales; al concretarse la propiedad privada, se da una presión dentro del grupo social de generación de ideas y preceptos que regulan la conducta de cada uno de los asociados; la identidad de usos, conforma la sociedad, pues se habla un mismo lenguaje, existen técnicas de aprovechamiento de la naturaleza y se comparte igual cultura. Es de destacarse su visión, al enfatizar cómo el hombre primitivo vivía felizmente, en contacto directo con los bienes que la providencia había puesto en sus manos: aprovechándolos y compartiéndolos.

3.3.1 Bienes inmateriales La denominación de bien inmaterial tiene que ver con los bienes espirituales: honor, fama, justicia, que se pueden predicar de la persona como tal o de un núcleo social, en relación con la estima de los valores, dado que poseen una connotación que se escapa de una cuantificación material: “Las cosas buenas dan grandeza de ánimo y las riquezas dan insolencia.” 101 Platón creó un mundo original con sus ideas generales sobre el bien y después de él, los pensadores se han esforzado en buscar el soberano bien, cuando se da el caso en el que el hombre remonta las cimas de la fortuna, del poder o de la fama, a que Séneca referencia así:

100 101

SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 178 SENECA, Los siete libros de la Sabiduría, Op. Cit., p. 219

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“Después, cuanto mayores son los bienes que hay que tener, tanto mejores y más deseables son. Si la justicia es un bien, nadie dirá que será preferible si se le quita algo. Si el valor es un bien, nadie deseará que se vea disminuido en parte.” 102 Todo lo que de mejor tiene el hombre, eso está colocado fuera del poder humano y no puede darse ni quitarse. Este mundo, mayor que el cual y más dotado no engendró nada la naturaleza, y el alma contemplativa y admiradora del mundo, parte de él magnificentísima, son bienes propios para nosotros y perpetuos y que han de permanecer con nosotros tanto tiempo cuando nosotros mismos permanezcamos. 103 Esta clase de bienes que, en cierta forma podemos calificar de intangibles, en el contexto vivencial son palpables y, por tal motivo, merecen la emotiva mención del gran filósofo estoico romano. Es oportuno precisar que en la primera etapa del hombre, como todo estaba acorde con la naturaleza, no se podía hablar de inocencia, como tampoco de sabiduría o trascendencia: todo era espontáneo, no producto de la reflexión, en cuanto que el raciocinio es un ejercicio del animal que ha conseguido mayor desarrollo intelectual.

3.3.2 Bienes materiales La significación de bienes materiales, fue magistralmente definida y desarrollada por los jurisconsultos romanos, quienes crearon normas encaminadas a su administración, función y destino, a los que Séneca estima en estos términos: Nuestros padres han visto siglos cándidos, muy alejados de todo fraude. Cada cual bordeaba apaciblemente sus riberas natales, y envejecido en el paterno fundo, rico de su pobreza, no conocía más opulencias que las que le deparaba el nativo suelo. Mas las sabias leyes del Universo y el deslinde conveniente de sus costas las amalgamó el pino de Tesalia y obligó el piélago a sufrir el golpe de los remos y a que fuese parte de nuestros pavores el mar disociado. 104 “El mejor medio de que dispone dios para desacreditar las cosas deseadas, es darlas a los malos y negarlas a los buenos.” 105 “Es reducido el equipaje de los que emprenden largos viajes y, cuantas veces la urgencia de un desplazamiento exige celeridad, se despide el tropel de acompañantes. ¡Qué parte de sus bienes tienen consigo los que están en el ejército, siendo así que la disciplina castrense rechaza todo aparato!” 106 102 103 104 105 106

SENECA, Diálogos, Op. Cit., p. 79 SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 122 SENECA, Tragedias Completas, 6 ed., México, Aguilar Editor, p. 160 SENECA, Los siete libros de la Sabiduría, Op. Cit., p. 37 SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 132-133

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“No están permitidas muchas cosas a los más humildes y a los que están postrados en un rincón: una fortuna grande es una esclavitud grande.” 107 “A muchos les fue el adquirir riquezas, no fin de las miserias, sino mudanzas de ellas; porque la culpa no está en las cosas, sino en el ánimo.” 108 Es demasiado rotundo con respecto de las desventajas que acarrea la posesión de bienes materiales en exceso: “Las riquezas, los honores, los mandos y todas las demás cosas que por opinión de los hombres son estimadas, abstraen de lo justo.” 109 “Todos esos bienes que nos deleitan con un placer vistoso pero falaz, el dinero, la dignidad, el poder y otros muchos ante los que se pasma el ciego deseo del género humano, se poseen con esfuerzo, atraen las miradas con envidia, aplastan por último también a estos mismos a los que adornan; amenazan más que aprovechan; son resbaladizos e inciertos, nunca se tienen bien cogidos; pues, aunque nada se temiera del futuro, es preocupante sin embargo la tutela misma de una felicidad grande.” 110 “Restringe en demasía sus goces quien piensa que él sólo disfruta de aquellos bienes que tiene y ve, y estima en nada el haberlos tenido; pronto, en efecto, nos abandona todo placer, el cual fluye, pasa y se nos va casi antes de venir.” 111 “Estrechos límites pone a los frutos de las cosas quien sólo se alegró con los presentes: tanto las futuras como las pasadas originan deleite, aquéllas con su expectación, éstas con su memoria, pero lo uno está pendiente y puede no llegar a ser.” 112 Desde luego, en la perspectiva de Séneca, los bienes materiales cumplen con una función determinante en el diario quehacer humano, indispensable para la subsistencia de la persona y de las comunidades.

3.3. Ius Commune Generi Humani

En Séneca, se trata de una unidad genérica de bienes que proviene del amor universal entre los hombres, ya que quien ama pone en común con el amado sus bienes, como tendencia natural del hombre a vivir en sociedad; las riquezas reitera, que la naturaleza 107 108 109 110 111 112

Ibid., p. 158 SENECA, Los siete libros de la Sabiduría, Op. Cit., p. 217 SENECA, Los siete libros de la Sabiduría, Op. Cit., p. 219 Ibid., p. 163 SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 164 Ibid., p. 205

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produce, prodiga a manos llenas como madre generosa: tiene para todos y deben disfrutarse en común; nadie trabaja el campo, ni se considera lícito señalar límites o poner costos a la tierra, que es más fértil no cultivada, siempre dadivosa para con las necesidades de las gentes, pues nadie debe arrebatar los frutos a otros. Con un espíritu enternecedor, Séneca rememora esa gran edad de oro de la humanidad, en la que el hombre compartía los bienes materiales sin egoísmos, sin antagonismos, sin mayores esfuerzos, como lo recalca Miguel de Cervantes Saavedra en su inmortal obra El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha: ¡Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados; y no porque en ellos el oro (que esta nuestra edad de hierro tanto se estima), se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío!. 113 Fidel Castro Ruz 114 , el dictador cubano, en un discurso pronunciado en la ceremonia de clausura de la XXI Asamblea General de CLACSO y la III Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales el 31 de octubre de 2003 en el Palacio de Convenciones de La Habana, Cuba, en el acápite relacionado con la democracia, se remonta virtualmente a Séneca, cuando dijo: “Se hablaba con envidia de la libertad que conoció la gente del clan. No había imperialismo, no había colonialismo, no había esclavitud. Vivían libremente recogiendo frutos, cazando, hasta que alguien inventó un garrote para buscar alimentos.” 115 Primitivamente, continúa Séneca, el hombre se protegía del sol, el invierno y las ventiscas bajo una selva y se intimidaba al menor ruido generado por las fuerzas naturales, pues carecía de ciudades y palacios; rememora una edad de oro, en la que el poder está en manos de los sabios, quienes contienen la violencia, defienden al débil del más fuerte, persuaden o disuaden y diferencian lo útil de lo inútil; su previsión alerta para que nada falte a los suyos; su fortaleza, ahuyenta los peligros y su beneficencia, engrandece a sus súbditos; nadie planea contra ellos, pues a quien manda bien, la obediencia es fácil y la mayor amenaza que un gobernante puede lanzar contra sus díscolos vasallos es la de resignar el mandato; caracteriza a los gobernantes por la previsión, fortaleza y beneficencia, pues los pueblos deben mantenerse, organizarse internamente y defenderse de todo intento de destrucción; no es posible, para él, Estado mejor que éste y ningún sabio escogería otro.

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114 115

DE CERVANTES, Saavedra Miguel, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Casa Editorial Ramón Sopena, Barcelona , 1931, p. 121 Abogado y político cubano, 1927BORON, Atilio A., Nueva Hegemonía Mundial, 1 ed., Buenos Aires , Clacso, 2004, p. 169

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Es evidente la influencia que Zenón y la escuela estoica ejercen sobre su pensamiento en la organización social ideal; Zenón escribió un libro, La República, en el que habla de un Estado sin familia, sin leyes, sin dinero, sin escuelas, sin templos, en el que todos se confunden en una común hermandad cosmopolita: es incuestionable la ascendencia platónica en Zenón: De este modo expusieron la idea de que el alma participa de la razón universal. Siendo los hombres hermanos y miembros de un solo todo, deben hallarse unidos por un sentimiento de simpatía. Surgieron así la idea de confraternidad universal y la doctrina de que todos somos “ciudadanos del mundo”, cosmopolitismo que condujo a la afirmación de la igualdad fundamental de los humanos y a la consiguiente repudiación de la esclavitud. Los conceptos de lex aeterna, lex naturale, lex humana 116 , tienen, pues, su antecedente en las enseñanzas de los discípulos de Zenón. 117 Menciona el Estado ideal como algo no determinado, no normativo; aparecen los vicios entre los hombres y con ellos pobreza de todos, riqueza de algunos, inmoderadamente mantenida; Séneca es duro con estos pocos ricos: no acepta bienes superfluos, sólo admite y defiende lo requerido para una vida tranquila y provechosa, como se refleja en sus obras, máximas y consejos diseminados en ellas, tildando las riquezas inmoderadas como las enemigas de la paz interior, específicamente en su obra De la Tranquilidad del Animo: Pasemos a la hacienda, ocasión grande de las ruinas humanas; porque si hacemos comparación de las demás cosas que nos congojan, como son la muerte, las enfermedades, los temores, los deseos y el padecer dolores y trabajos, con los demás daños que nuestro dinero nos acarrea, hallarás que la hacienda es la que nos pone mayor gravamen, y así, debemos ponderar cuán más ligero dolor es no tenerla, que perderla después de tenida. 118 “Entre tanto, mientras lo conjuramos, mientras en medio de los humanos estamos, practiquemos el humanitarismo; para nadie ni temor ni peligro supongamos; perjuicios, ofensas, insultos, zarpazos, despreciémoslos y con un alma grande las efímeras contrariedades conllevemos: en lo que echamos la vista atrás, según dicen, y nos damos la vuelta, ya la muerte se nos hace presente.” 119 “Ningún género de hombres dejó de concurrir a la urbe que pone elevados precios tanto para las virtudes como para los vicios. Ordena citar nominalmente a todos esos y pregúntales “¿de qué casa?” es cada uno: verás que la mayor parte es la que tras

116 117 118 119

Ley eterna, ley natural, ley humana GARCIA MAYNEZ, Eduardo, Filosofía del Derecho, 7 ed., México, Editorial Porrúa,1994,p.499 SENECA, Los siete libros de la Sabiduría, Op. Cit., p. 105 SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 161

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dejar sus propias sedes vino a la urbe más grande, ciertamente, y más bella, pero no la suya.” 120 Ese sistema de bienes comunes de que habla Séneca, se fundamenta en el principio de la solidaridad humana, punto central de la sociedad cosmopolita, plenamente justificada al comienzo de la realidad racional en la que los individuos eran menos numerosos y había abundancia de recursos naturales que garantizaban la supervivencia de todos. Se ha visto en este capítulo la forma en que el hombre se integra naturalmente a la sociedad, en la que se presentan circunstancias que debe sortear hábilmente para que su yo y los intereses de los otros se conjuguen debidamente en pro del beneficio común, según el discurrir de Séneca. Pero que debe tomar precauciones para que ese contacto que experimenta no lo lleve a la disipación, al despilfarro y al encaminarse por un rumbo que lo aleje del ejercicio de las buenas virtudes del ciudadano, habitante de esa gran metrópoli que es el cosmos; es esa persona que con sus angustias y afanes, debe colaborar en la construcción de esa sociedad en la que habita, contribuyendo con el uso moderado de los mismos, en razón de que mediante esa comunicación o emanación panteísta que tiene con los dioses, han sido puestos para disfrutarlos comunitaria y no individualmente. Hay que señalar que esa comunidad de bienes de concepción senequista no es equivalente al tratamiento dado por otros filósofos anteriores o posteriores a Séneca o el movimiento comunista que invadió al mundo en gran parte del siglo XX, los que o tienen un cimiento utópico e idealista o económico marxista.

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SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 115

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4. ESTRUCTURA DEL ESTADO

Uno de los aspectos en que se detiene diligentemente la atención de Séneca es el concerniente al Estado, coyuntura que lleva a escudriñar el fundamento del mismo y cómo se lleva a cabo la organización política en la que se descubre su primer pilar que es la solidaridad, pues para él no existe si no da entre los componentes de la organización social con la política; a ella se opone la avaricia de los ciudadanos que implica su ruina y la de los mismos Estados. Ataca con vehemencia la corrupción de las personas y principalmente de quienes tienen bajo su responsabilidad el manejo de los asuntos públicos, reiterando a menudo la necesidad de la virtud de la honestidad para que los bienes de uso público lleguen a los ciudadanos y florezca el progreso por doquier. Si brillan la solidaridad y la honestidad y la avaricia se halla proscrita se puede configurar la mejor referencia de la organización política que es la de la república, institución en la que el poder del gobernante es omnímoda, con las facultades de perpetuidad, jefe religioso máximo y de juez superior, con derecho sobre la vida de los súbditos, ya que su investidura proviene de los dioses y está rodeado de la aureola de personaje sagrado, justificación de la existencia de instituciones estables con origen democrático en que se apoye la gestión de ese excepcional gobernante, quien a la vez debe procurar corresponder a la lealtad de los ciudadanos, mediante un comportamiento tal que en ningún momento sientan que ha dejado de amarlos y de sacrificarse por el bien de todos. Cuenta Séneca que infortunadamente la corrupción infiltra el poder por su permeabilidad, por las peculiaridades de la fragilidad humana, a pesar de que crea que si el gobernante se encuentra preparado y protegido por las virtudes enunciadas en el segundo capítulo sobre La Estructura de la Persona, dispone de mayores oportunidades de desplegar un gran gobierno a favor de sus gobernados; como testigo directo de la administración de su discípulo Nerón, positiva y brillante en sus primeros cinco años y desastrosa en los subsiguientes, esa circunstancia le confirió la autoridad suficiente para el razonamiento cuidadoso acerca de lo que debe y no ser el comportamiento de quien detenta el poder y más todavía cuando lo es ilimitado. Por eso la vigencia prolongada de la institución política de la república con participación democrática se desarticula con frecuencia, en razón de que el sostén del gobernante se menoscaba por las intrigas y ambiciones de los ricos burócratas o terratenientes; por eso es escéptico en este tipo de gobierno y acude al modelo del monarca, al que describe en una de sus obras más destacadas de contenido político jurídico cual es Sobre la 47

Clemencia, aplicable con mucha propiedad a la Roma imperial de su época, dado que no se impone por la fuerza sino que se justifica por las exigencias de la naturaleza. Al no funcionar el modelo de las creaciones políticas, como acontece con la república y la monarquía una vez institucionalizadas, aparece la figura monstruo del tirano que para Séneca puede ser en ocasiones bueno pero generalmente malo, pues él sufrió en carne propia la experiencia de la tiranía e incluso fue su víctima, no obstante que de ella formulare la apología. A Roma le correspondió el desarrollo del ius quiritium o civilis de una forma tan ordenada y metódica que señaló un hito en la historia de la civilización humana que aún en nuestros días algunas de sus instituciones conservan plena vigencia; este aspecto normativo ocupó la mente de Séneca, para quien el legislador o quien deba expedir las leyes debe atender a requerimientos especiales de tiempo, modo y lugar para que puedan aplicarse exitosamente, sin abusos y sin atropellar la dignidad de cada persona y quien va a imponer una sanción ha de ser justo, mirar la personalidad del delincuente para dosificación de las penas. En nuestros días cuando los sistemas de normatividad jurídica civil y penal han entrado en profunda crisis por muchos factores, como son la aparición de fenómenos nuevos en los que los modelos y leyes son anacrónicos, las expresiones de comunicación social cambian en todo momento, las conductas delictivas no encajan dentro de los marcos legales y los recursos económicos destinados a la solución de esa problemática son exiguos o no existen, la posición filosófico-jurídica de Séneca recupera plena validez. En el ius gentium o derecho de gentes, su pensamiento es de conmovedora actualidad: reclama el derecho natural que tiene toda persona a formar parte de esa gran ciudad o cosmópolis que es el universo.

4.1 Fundamento

Organizada la sociedad, salta como corolario el Estado: requerimiento de un orden que regule las actividades de sus miembros, inicialmente en comunidades pequeñas y después en ciudades, a imagen de las de los griegos y romanos; el Estado pasa por etapas religiosas: de coacción de normas éticas, jurídicas y expresiones sicológicas, situación justificable del manejo de las primeras organizaciones políticas por ancianos o personas con perfil religioso, para ser más tarde, instituidas como protectoras de la justicia o defensoras de fuerzas extrañas:

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“Muchas razones los obligan a esta manifestación que es la que más cuesta al hombre: la profunda, progresiva seguridad del Estado, el derecho que se han impuesto sobre toda injusticia.” 121 En la concepción senequista, el Estado es una exigencia de la naturaleza humana, pues es indispensable que los integrantes de una sociedad se organicen y protejan.

4.2 Ordenamiento Político

4.2.1 Solidaridad Su preocupación sobre la existencia del Estado, gira siempre alrededor de un hecho bien definido: solidaridad entre gobernantes y gobernados: “La importancia de una solidaridad comunitaria era, no obstante la jerarquía de las clases, la premisa de todo orden político.” 122 Hay en Séneca mucha sensibilidad a la historia, o mejor dicho a la política, y esta sensibilidad es amarga y tensa. Vivimos el declinar de un ciclo cósmico en que la naturaleza no deja, sobre el escenario del mundo, más que actores envejecidos o que ya no quieren aprender su verdadero papel; somos demasiado viejos para la libertad. Cierto es que en cualquier época que nos coloquemos, el nivel de los males se eleva por encima del de la virtud; el devenir es una zona de sombra que nos sube hasta la garganta. 123 Esta virtud, demasiado ausente en estos tiempos, es para Séneca el fundamento de la supervivencia de la organización política.

4.2.2 Avaricia

Contraria y enemiga de esta solidaridad, manifiesta, es otra realidad, de contornos amenazantes: la avaricia, que pierde a los hombres: “El ager romanus 124 enriqueció al Estado y a los ciudadanos, sobre todo a la clase senatorial, en cuyas manos caían también hombres, ganado y dinero, creciendo aún más su fortuna en el gobierno de las nuevas provincias.” 125 “Las enormes ganancias de los especuladores solían invertirse en la propiedad territorial, en el préstamo o en la industria, introduciendo el sistema capitalista 121 122

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SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 6-7 PUENTE OJEA, Gonzalo, Ideología e Historia, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 1974, p. 160 VEYNE, Op. Cit., p. 166 Campo romano PUENTE OJEA. Op. Cit., p. 126

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aprendido en Oriente tanto en la agricultura crematística 126 como en las manufacturas, todo ello sobre la base de grandes concentraciones de mano de obra esclava, especialmente en los siglos II y I a.C.” 127 “Entorno (sic) al dinero se forma mucha algarabía: él agota el foro, a padres e hijos enzarza, venenos macera, espadas tanto a sayones como a legiones entrega, él está de nuestra sangre empapado, por él las noches de esposas y maridos chirrían de disputas y los tribunales de los magistrados agobia la turbamulta, los reyes se ensañan y roban, y ciudades, gracias al largo esfuerzo de generaciones levantadas, arrasan con el objeto de rebuscar el oro y la plata por entre las cenizas de sus construcciones.” 128 La avaricia lleva al fracaso no sólo a las personas, sino a los mismos Estados; como la avaricia separa los bienes de la comunidad para reservarse una proporción con el distintivo de propios y exclusivos, por alguien perteneciente al grupo humano, se perturba el orden social y como es obvio se resquebraja la unidad natural. Quizá una sociedad marcadamente individualista, signada por la avaricia, es la capitalista, aunque hay afortunadamente capitalismos socialistas, en los que los bienes se encuentran mejor repartidos, lo mismo con las oportunidades con criterios de igualdad y fraternidad; el ideal sería, en el sentir de Séneca, que cada persona, sobretodo si la fortuna le ha sonreído, se despoje de su egoísmo y procure mediante la generación de empleo y fuentes de trabajo, una distribución de las riquezas que beneficie a la comunidad que reclama soluciones reales.

4.2.3 Honestidad La naturaleza, en el comienzo, relata Séneca, era seguida sin corrupción por los primeros mortales y quienes de ellos nacían: el gobernante y la ley se hallaban personificados en un mismo hombre, a quien Séneca denominaba el mejor; los demás, se colocaban a su arbitrio: “No te arrastró al número de los más el máximo mal del siglo, la deshonestidad; no te doblaron las gemas, no las perlas; las riquezas no resplandecieron para ti como el máximo bien del género humano; no te torció a tí, bien formada en una casa antigua y severa, la imitación de las peores, peligrosa incluso para las honradas; nunca te avergonzaste de tu fecundidad, como si fuera un reproche de tu edad.”129 La virtud –dice- al igual que mira favorablemente las actuaciones honestas, debe enfurecerse con las inaceptables. ¿Y si se dijera que debe ser una virtud humilde e importante? Ahora bien, dice esto el que quiere que se la ensalce y se la detracte, ya

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En economía política: negociación PUENTE OJEA, Op. Cit., p. 126-127 SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 151-152 SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 140

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que la alegría consecuencia de una acción recta es noble y extraordinaria, la ira consecuencia de un fallo ajeno es sórdida y propia de un pobre hombre. 130 La gente que integra el Estado, de conformidad con el pensamiento de Séneca, debe luchar para que no haya corrupción y se custodien los valores morales: los gobernantes y quienes los rodean deben precaverse para no caer en abusos y tentaciones contra los bienes que manejan para el bien común de los gobernados; piensa que mientras más sabios sean los gobernantes, se alejan de actos que atenten contra la moral, aunque no descarta la presencia de algunos inclinados a beneficiarse de la privilegiada posición que les ha correspondido ocupar. La honestidad que reclama como programa de los gobiernos, no deja de ser una quimera, pero que para Séneca es base insustituible del progreso de los pueblos. El rex, 131 era entre los romanos de carácter vitalicio, sumo sacerdote, supremo juez, jefe de los ejércitos, cabeza visible de la dirección de la ciudad:

4.2.4 República

“Que sea más agradable al dios de las alturas, que gobierna todo el universo, que aquellas asambleas y comunidades de hombres unidas por una común participación en la ley, que se conocen por el nombre de Estado: sus gobernantes y guardianes (rectores et conservatores) proceden del cielo y al cielo retornan.” 132 Poseía como cuerpo asesor el senatus, 133 integrado inicialmente por ancianos, provenientes de familias distinguidas de la ciudad de Roma; más tarde, el rey queda con la condición de rex sacrorum 134 , hasta cuando fue sustituido por el pontifex maximus. 135 Las clases privilegiadas ejercen gran influencia política en la administración, hasta cuando los plebeyos logran una justa integración y efectiva participación en los asuntos del gobierno de la república: “En vísperas de la instauración del principado, el Estado romano era un Imperio regido de iure por el populus romanus, pero gobernado de hecho por un Senado constituido por los ciudadanos más ricos y nobles de Roma; en tanto que las provincias “eran consideradas como predios de esta comunidad gobernante.” 136

130 131 132 133 134 135 136

SENECA, Diálogos, Op. Cit., p. 97 Rey PUENTE OJEA, Op. Cit., p. 162 El senado Rey de las cosas sagradas Gran pontífice PUENTE OJEA, Op. Cit., p. 165-166

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La conformación del concepto de república, 137 se debe inicialmente a la agudeza de los pensadores griegos, quienes diseñaron las polis 138 como entidades de una gran participación ciudadana, mediante instituciones que sirvieron de modelos, no sólo para el imperio romano, sino como inspiración de organización política de los Estados, a través de la historia. Sostiene que es propio de la naturaleza el sometimiento de los seres inferiores a los superiores, tanto en su conjunto general, a la ley del más fuerte, como en sus correspondientes divisiones: los hombres no se sustraen a esta ley natural y entre ellos: el superior, es el mejor pero; ¿ a qué superioridad se refiere Séneca?. A la del espíritu, que constituye la pauta para elegir al gobernante y de ella proviene la suprema bienandanza de los pueblos: “Son conscientes día tras día de que su preocupación por el bienestar de cada individuo y de la colectividad no descansa, y cuando se presenta no escapan desordenadamente, como si saliera de su guarida un animal malo o dañino.” 139 La naturaleza humana, indica, es frágil y el sabio para no caer en el hastío de la vida solitaria, requiere ocuparse en las cosas de la república, pues quien tiene el propósito de hacerse útil a la humanidad, se ejercita administrando a la vez las cosas públicas y privadas: “Justo es hayas dado a la república la mayor y mejor parte de la edad; toma también para tí alguna parte de tu tiempo” 140 Es tan ilimitada la ambición de los hombres, afirma, y son tantos los calumniadores, que retuercen en el peor sentido, las cosas más rectas, siendo preferible entonces retirarse del foro o de los cargos públicos y retornar a la actividad privada, pues no sólo aprovecha a la república quien apadrina a los candidatos, defiende a los reos y da su opinión en las cosas de la paz y de la guerra, sino también a quien exhorta a la juventud, a quien en tanta escasez de buenos preceptores inculca la virtud en los espíritus, a quien retiene o retrae a los que corren a precipitarse en las riquezas; quien hace esto, aun en privado, cumple con una función pública: Entiende que lo mismo sucede en los menesteres públicos y privados. Los asuntos sencillos y fáciles secundan a su ejecutor, los descomunales y más allá de la capacidad del agente ni se dan fácilmente y, si han sido abordados, abruman y desorientan a su administrador y ya parecen controlados cuando con el sujeto mismo se vienen abajo; de esta forma sucede que frecuentemente frustrada queda la

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Cosa pública Ciudades SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 10 SENECA, Los siete libros de la Sabiduría, Op. Cit., p. 183

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voluntad del que emprende cosas que no son hacederas, pero quiere sea hacedero lo que él ha acometido. 141 ¿Quién, si tuviera la posibilidad, no querría mantener alejado del azar a un hombre bajo el cual florecen la justicia, la paz, el recato, la tranquilidad, la dignidad; bajo el cual una comunidad rica desborda rebosante de bienes? 142 “Pues, si los hombres sensatos anteponen las cuestiones de la colectividad a las personales es lógico que también le sea más querida la persona en la que se ha encarnado el Estado” 143 Quien tiene el cuidado de todas la cosas, prosigue, quien no deja de nutrir ninguna parte de la república, como si fuera una parte de su propio organismo, quien, propenso a las medidas más suaves, demuestra, cuándo es necesario el castigo; quien no tiene en su corazón hostilidad, ferocidad; quien ejerce el poder apacible y saludablemente; quien desea que sus súbditos aprueben sus mandatos; quien es afable en la conversación, fácil al acceso; quien tiene un rostro amable; quien fácilmente conquista el amor del pueblo, propenso a los deseos equitativos, es por toda la ciudad amado, defendido, venerado; de él, se habla lo mismo en público que en secreto: “Nunca un ser humano fue tan querido para otro ser humano como tú lo eres para el pueblo romano: tú, su más largo y duradero bien.” 144 “La clemencia proporcionará felicidad y tranquilidad a cualquier cada a donde llegue, pero por el hecho de ser más escasa en palacio, es más digna de admiración.” 145 “Pues no otro es el aspecto de un gobierno tranquilo y sosegado que el de un cielo sereno y brillante.” 146 “Nadie podrá imaginar nada que sea más adecuado a un gobernante que la clemencia, sea como sea el gobernante y sea cual sea el derecho que lo ha puesto por encima de los demás” 147 La república, desde los griegos y aun en otros pueblos del mundo antiguo, fue mirada como la modalidad de gobierno de equilibrio de fuerzas, con participación de los ciudadanos, que garantizaba paz perdurable y estabilidad política, razón por la cual es un aspecto relevante del pensamiento senequista. 141 142 143 144 145 146 147

SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 121-122 SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 43 Ibid., p. 12 Ibid., p. 5 Ibid., p. 14 Ibid., p. 17 Ibid., p. 40

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4.2.5 Monarquía En los siglos I y II a.C., la solidez del imperio romano sufre graves alteraciones en la vida política, social y económica: los golpes de Estado se suceden unos a otros, en los que ni Lucio Cornelio Sila 148 ni Cneo Pompeyo Magno 149 , consiguen éxitos en sus propósitos de pacificar el imperio; tan solo Octavio César Augusto, al triunfar sobre Marco Antonio 150 alcanza gran popularidad y adhesión absoluta que le posibilita iniciar un prolongado reinado monárquico, favorable para la solución de las grandes dificultades por las que atravesaban las provincias que integraban el poderoso imperio romano. En esta época, el monarca era dominus et deus 151 . El senado se convierte en un simple organismo municipal y el Estado se confunde con la persona del monarca, de manera absoluta, no obstante el que no comparta el criterio de la sucesión en el trono vía hereditaria, por la experiencia observada en algunos gobernantes de su época como en el caso de Claudio, a quien calificaba de incapaz y sí era partidario de que subiera al mismo su discípulo Nerón, a quien por el contrario tildaba de capaz; pero esbozaba una justificación mayor: la permanencia prolongada de familiares en los reinos, apareja corrupción e induce a la criminalidad. En su obra De Clemencia, refiere que la realeza ha sido instituida por la naturaleza; cree verla en la organización que existe entre otros animales, preferentemente la dominante dentro de las abejas, cuya reina ocupa la cámara más ancha colocada en el sitio central y más seguro; una vez que se pierde la reina, la colmena se desmorona; en esta organización singular le relata a Nerón, que las abejas jamás toleran más de una reina. Reitera, la idea del más fuerte. En tratándose de animales irracionales, la superioridad es de fuerza bruta, mientras que en el hombre la da la supremacía del espíritu y del conocimiento, provenientes de la práctica de la virtud; la prestancia del monarca, similar a las abejas, se hace notar y se diferencia de sus súbditos, tanto por la corpulencia como por la brillantez de sus colores; además no es irascible, no posee aguijón con qué herir, antes bien, es el padre de todos: “Yo soy árbitro de la vida y la muerte de los pueblos, en mi mano está la suerte y situación de cada cual; por mi boca, la fortuna manifiesta qué quiere conceder a cada uno de los hombres” 152 “No hay ornato más digno de la alta coacción de un soberano, ni más bello, que la corona que se concede por salvar la vida a los ciudadanos” 153 148 149 150 151 152 153

Dictador romano 138-78 a.C. General de Sila, 106-48 a.C. Noble romano, 83-30 a.C., triunviro con Octavio y Lépido Señor y dios SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 4 Ibid., p. 52

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Las enseñanzas que adquiere Séneca de su incursión por el mundo de las abejas, las vierte en las cualidades que deben adornar al gobernante en su persona, en sus gestiones, en su posición; la unión de gobernante y Estado, es imprescindible, hasta tal punto que su rompimiento o la desaparición del gobernante, traería inevitablemente la pérdida de la paz y la ruina de cualquier pueblo: “El inequívoco significado ideológico de esta doctrina del Estado, desde el punto de vista de las relaciones de producción, se delata paladinamente en la tesis de Panecio que afirma que el origen de la institución estatal radica en la eminente función de defender y asegurar la propiedad privada.” 154 No acepta ni la desunión orgánica de gobernante-gobernados, ni mucho menos la extinción de la institución monárquica, pues se basa en un supuesto querer de la naturaleza; vivo el monarca, el pensamiento del pueblo es uno; muerto, rompe sus pactos: “La seguridad es resultado de un pacto de seguridad mutua” 155 No admite la anarquía, pues señala que el pueblo estará tanto más tiempo lejos de su destrucción mientras haya dominación, grandeza y bienandanza. Dentro de esa unidad, destaca, el deber del padre es el deber del gobernante, a quien se llama padre de la patria, no por espíritu de vana adulación como sucede con otros sobrenombres, puramente honoríficos: grandes, felices, augustos, sino para que se sepa que se le otorgó la patria potestad, la facultad más moderada, pues vela por sus hijos, posponiendo su propio bien; el gobernante, consolidado por su beneficencia, no tiene necesidad de guardias y las armas las tiene como simple decoración; el soldado sufre glorioso y con gusto los trabajos, pues es consciente que sirve al bien público en calidad de centinela de sus conciudadanos; no es menester erigir altas ciudadelas, ni fortificar la pendiente de fragosos carros, ni hender los flancos de las montañas, ni rodearse de muros y torres: la clemencia mantendrá seguro al monarca a la vista de todos: “Puedes, César, proclamar con toda seguridad que aquéllo que se ha confiado a tu tutela está seguro, que no preparas ningún ataque contra el Estado, ni abierta ni solapadamente.” 156 “La clemencia propiciará al rey una seguridad sin poner obstáculos. Unica protección inexpugnable es el amor de los ciudadanos” 157

154 155 156 157

PUENTE OJEA, Op. Cit., p. 155 SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 42 SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 5 Ibid., p. 42

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Para él, es el gran modelo de dirección de los destinos del Estado, siempre y cuando se gane el amor de sus súbditos y expida normas que los beneficien y otras que sancionen a los criminales.

4.2.6 Tiranía Es el gobierno del déspota que no conoce más leyes que su capricho, que se apodera de los bienes de sus súbditos, los subyuga y compromete para que se apoderen de los bienes de otros pueblos; puede existir la tiranía de uno o de muchos. En la era del imperio romano se distinguía con el término tirano a quien sabía conquistar la autoridad, al usurpar el gobierno legítimo con actos de violencia: Tenía que imperar, hacer efectivo su imperio, tenía que pedir el poder para poder subsistir. El poder, el poder que llegó no fue por cierto éste de los filósofos, el que haría del mundo su casa, la casa de la razón, ya que no la casa de Dios, sino el poder sin más, el poder apoyado en sí mismo. Y con el Imperio Romano el poder sin más justificación que el poder, borrando su ligazón con la justicia y el derecho, con la libertad. 158 En la voz de Séneca, al infiltrarse los vicios, los reinos degeneran en tiranías, el gobierno del monarca con el consentimiento general, querido, deseado por todos, fundamentado en el amor paternal, en el cuidado y en la defensa, en la clemencia y en la recta dirección, se transforma en un gobierno de dureza, sangre, armas y fuerza ruda, sin signos tutelares, en el que impera la depravación: “La crueldad es el defecto menos humano y más indigno de un espíritu comprensivo.” 159 “Séneca nos ilustra en el fondo sólo sobre lo triste que resulta la impotencia del individuo bajo un régimen del terror y cuánto fracasa con todo lo que hace, con todo lo que dice, aun con las palabras mejor intencionadas.” 160 “En primer lugar, la cólera, si en la medida en que amaga, prevalece, por esto mismo de que es terrible, es también odiosa; más peligroso es, ciertamente, el ser temido que el ser despreciado.” 161 El enfoque de Séneca, en relación con la tiranía y la monarquía, es distinto: radica no en el nombre, sino en los hechos: el tirano es cruel por placer y su crueldad procede del corazón:

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ZAMBRANO, María, El Pensamiento Vivo de Séneca, Madrid, Ediciones Cátedra, 1992, p. 21 SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 48 ADOMEIT, Op. Cit., p. 151 SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 80

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¿Qué diferencia hay entre un tirano y un rey –pues aparentemente su suerte y libertad son semejantes-, sino que los tiranos se ensañan a placer, los reyes no, a no ser por motivos inevitables?” 162 Famoso es aquel tiranicida, que, detenido, inconclusa su misión, y torturado por Hipias, para que delatara a sus cómplices, nombró a los amigos presentes del tirano y aquéllos para quienes la vida de éste sabía era especialmente querida, y como él hubiese ordenado matar a todos y cada uno, según iban siendo nombrados, le preguntó si quedaba alguien. Tú sólo –dijo-, efectivamente, a ningún otro, para quien seas querido, te he dejado. 163 Pero cuando hayas conocido todos esos aspectos, su estío pesado e insalubre echará a perder los beneficios del clima invernal. Estará allí el tirano Dionisio 164 , exterminio de la libertad, de la justicia, de las leyes, ansioso del poder incluso después de Platón, de la vida incluso después del destierro: quemará a unos, azotará a otros, ordenará que otros sean decapitados por una leve ofensa, citará para el placer a hombres y mujeres y entre los asquerosos rebaños del desenfreno regio le sabrá a poco acostarse con dos al mismo tiempo. 165 Asienta Séneca, el monarca suele matar y ser cruel, pero lo hace por apremio y guiado por la razón, cuando lo demanda e impone el bien común. En su obra De Clemencia, establece una gran distinción entre el rey y el tirano, aunque uno y otro anden escoltados de armas; el uno las tiene y se sirve de ellas para guardar la paz y el otro, para reprimir con gran terror: “De momento, la clemencia logra lo que yo estaba diciendo: que exista una gran diferencia entre el rey y el tirano, aunque ambos se protejan igualmente con las armas. Pero el uno tiene las armas y las utiliza para proteger la paz, el otro para reprimir los grandes odios con grandes temores.” 166 “Nerón se burla de todo arte de gobernar, él quiere gobernar de una forma alternativa, despótica, conscientemente insensata.” 167 Un mal le empuja a otro, relata, pues siendo odiado porque es temido, quiere ser temido porque es odiado y se apropia de aquel execrable verso, que llevó a tantos a la perdición:

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SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 29 Ibid.,p. 93-94 Dionisio El Joven, tirano de Siracusa-Sicilia 367-343 a.C. SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 86

166

SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 30

167

ADOMEIT Op. Cit., p. 149

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“Que odien, con tal de que teman. Sábelas escritas en la época de Sila. No sé cuál de ambas cosas se deseó peor para sí, a saber: el vivir en el odio o el vivir en el temor. Que odien. Se le avecina un porvenir para que lo maldigan, lo acosen, lo acorralen. ¿Qué apostilló 168 ? ¡Que los dioses lo malogren! Hasta tal punto halló un remedio digno de aborrecimiento. Que odien ¿Y qué? ¿Con tal de que obedezcan?”169 Piensa que el tirano, más que los reos, pasa penas y tribulaciones, porque teme a los hombres y a los dioses: a aquéllos, porque son objeto y a éstos porque son testigos de sus delitos; se requiere que tema tanto como quiere ser temido y que vigile a todos; aun en tiempos en que no es perseguido, se imagina que lo es y no goza de instantes libres de temores; llega a un estado tal que no puede cambiar de costumbres. Luego de estas precisiones, increíblemente se ufana de que haya tiranías en el mundo: Sin renegar de su monarquismo de principio, Séneca reconoce que las tiranías son catástrofes, especies de sismos como a veces ocurren en una naturaleza que, empero, está bien hecha; la misma página (VII, 20), de una audacia sin igual, ¡aprueba el principio del tiranicidio! Otras páginas no menos fuertes (VI, 30 y ss.) pintan la ceguera de los poderosos que, rodeados de consejeros que no pueden ni querrían informarles de su posición, corren al abismo con los ojos cerrados. Séneca, consejero a quien no se escucha, siente que Nerón va a la catástrofe; niega su responsabilidad sobre el porvenir y hace, implícitamente, una autocrítica; en efecto, es sabido que hasta entonces, mientras tuvo esperanzas de poder dirigir al joven soberano, exaltó las virtudes de Nerón – y hasta su bella voz de cantante.170 No es suficientemente inteligible, la circunstancia de que Séneca se muestre afecto, en cierta forma, a esta clase de gobernantes.

4.3 Ius Quiritium o Civilis

El ius quiritium o ius civilis, aparece poco después de fundada Roma y se nutre de reglas formalistas, elementales, rígidas y de origen consuetudinario; el derecho es de contenido político y dada la importancia institucional de la familia, se explica el inmenso poder del pater familias, no solamente sobre los bienes sino también sobre las personas. Roma, denominada la ciudad eterna, fundada según la tradición más que por un hecho históricamente comprobado por Rómulo y Remo, en el año 753 a.C., fue creada como la

168 169 170

Glosó, adicionó SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 65 VEYNE, Op. Cit., p. 233

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civitas 171 , grupo de personas libres que participaban en las decisiones de interés comunitario. Los quirites 172 eran sólo los que pertenecían a las gentes patriciae o patricii 173 . Los integrantes de la plebe 174 , tan sólo a mediados del siglo 4 a.C., adquieren figuración política y jerarquía en el orden del derecho privado; la plebe gana el derecho de vetar cualquier ley que atente contra sus derechos y alcanza la mayoría en las decisiones, aunque los patricios a través de la creación de nuevos cargos, imponen un equilibrio; continúa en sus luchas tras la supresión de muchas diferencias sociales, ocupa cargos antes reservados a los patricios y accede al sacerdocio y al culto. Las normas del Colegio Fecial y del pretor peregrino van conformando el ius quiritium que va a regir entre los ciudadanos romanos. Hay que observar lo siguiente: mientras Aristóteles nos habla de la bifurcación del derecho público –lo justo político-, los juristas romanos apelan al derecho privado como fundamento de la juridicidad. Igualmente, cuando abordan el concepto “naturaleza”, no entienden por ésta la esencia como principio de operación, sino el destino evidente de las cosas. El romano, en lo jurídico, quiere instaurar un arte totalmente ajeno a la divagación filosófica, en áreas de la objetividad necesaria para la regulación de la conducta social. No es el “bien”, lo que buscan, sino algo más práctico: el orden social fundado en el ius. 175 El aporte romano, en el desarrollo del derecho civil, es incuestionable: no admite otra forma de abstracción y teoría que no sea el derecho. En criterio de Séneca, es indispensable que el depositario de las leyes, quien tiene el regimiento de la ciudad, trate de conducir a los súbditos todo el tiempo posible, con palabras blandas y persuasivas, que les insinúe el cumplimiento del deber e inculque el amor al bien y a la justicia, el apego a la virtud y la aversión a los vicios: De la misma manera conviene que el custodio de las leyes y el gobernante de la ciudad, en la medida en que pueda, con palabras y éstas las más suaves tutele los espíritus de forma que les persuada a cumplir con su deber y concilie en sus corazones el anhelo de lo honesto y de lo justo y suscite el odio a los vicios y el aprecio por las virtudes; acuda luego a una plática más austera mediante la cual todavía avise y reprenda; ya en última instancia, recurra a los castigos y éstos aún leves y revocables; que los castigos extremos a los delitos extremos aplique, de suerte que nadie muera, excepto que el morir reporte bien, precisamente, a éste que 171 172 173 174 175

Ciudad estado Ciudadanos romanos Ciudadanos de la patria o patricios Pueblo HERRERA JARAMILLO, Francisco José, Filosofía del Derecho, Bogotá, Fundación Cultural Javeriana de Artes Gráficas, 1994, p. 82

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muere. En ello sólo de los médicos será diferente, por cuanto éstos a quienes no han podido prolongar la vida les facilitan una muerte llevadera, aquél a los condenados con ignominia y exhibición pública la vida demanda, no porque se goce en el castigo de nadie (lejos está, en efecto, del sabio tan inhumana ferocidad) sino a fin de que queden como aviso de todos y de la muerte, al menos, de estos que a nadie quisieron hacer el bien, la república saque provecho. 176 “Pues un juez ecuánime no dicta una sentencia en su causa y otra en la ajena. Nadie, afirmo, se hallará que pueda absolverse así mismo, e inocente cada uno se proclama mirando al testigo, no a su conciencia. ¡Cuánto más humanitario es ofrecer un talante afectuoso y paternal ante los que delinquen y no perseguirlos sino atraerlos! Al que vaga a través de los campos por desconocimiento del camino, mejor es traerlo al itinerario buscado que alejarlo.” 177 Despide, por regla general, a éste cuya falta sorprende; si el pesar por su acción avala una razonable expectativa, si entiende que de lo hondo no procede la maldad, sino que está adherida, como dicen, a la superficie del corazón, concederá la impunidad que no va a perjudicar ni a los que la reciben ni a los que la otorgan; alguna vez reprimirá delitos grandes con más suavidad que otros menores, si aquéllos han sido cometidos por un desliz, no por sevicia, en éstos está latente, solapada e inveterada la malicia: idéntico delito en dos personas no lo castigará con igual pena, si uno lo ha cometido por descuido, si el segundo procuró el ser dañino. En todo escarmiento observará esto siempre de modo que entienda que uno se aplica para corregir a los malos, otros para suprimirlos. 178 Pase luego, prosigue, a un lenguaje más severo con el cual amoneste y reprenda, si es preciso; más tarde, acuda a la punción 179 , leve al principio y fácilmente revocable; reserve el último suplicio para los delincuentes en grado último, de tal forma que nadie muera si no aquél cuya muerte es para él mismo, un beneficio: “¿Cuántos de los jueces instructores no caerán precisamente bajo esas leyes que ellos aplican?” ¿Cuántos acusadores están exentos de culpa? Y no sé si hay alguien más reacio a conceder el perdón que el que más veces necesito solicitarlo.” 180 Se ha considerado alguien ofendido, ha querido vengarse, al disuadirle cualquier motivo, inmediatamente ha desistido; a ésta no la llamo ira, moción del espíritu que se pliega a la razón; ira es aquella que se salta la razón, que la arrolla con ella. En una palabra, aquella primera convulsión del espíritu que la sensación de una injusticia ha provocado, no es más ira que la misma sensación de la injusticia; el 176 177 178 179 180

SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 44-45 Ibid., p. 55-56 Ibid., p. 63 Operación consistente en punzar, pinchar SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 15-16

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subsiguiente arrebato que la sensación de injusticia no tanto ha captado sino que ha admitido, es la ira, una excitación del espíritu que se encamina por propia voluntad y decisión hacia la venganza. 181 El juez, preconiza, entregue a los condenados a la deshonrosa muerte pública, no porque se huelgue de ello, pues lejos anda el hombre de tan desalmada ferocidad, sino para general escarmiento, ya que como vivos no quisieron ser útiles a los demás, con su muerte lo sean a la república: “Que nadie sea tan despreciable para el gobernante que éste no advierta su muerte: sea quien sea, es parte de su pueblo.” 182 “Lánguido –dice- es el ánimo que carece de ira. Verdad es, si nada posee más recio que la cólera. No es bueno ni ser ladrón ni victima, ni compasivo ni cruel: de aquél es demasiado débil su alma, de éste demasiado dura; templado sea el sabio y a la hora de realizar con total entereza sus tareas aplique no la cólera sino la energía.” 183 Que el gobernante sea, ratifica, para los ciudadanos como quiere él que los dioses sean con él: “Y, con todo, a ninguno de los mortales le es más adecuada la clemencia que al gobernante.” 184 “De modo que el hombre poderoso debe usar generosamente de un don tan grande de los dioses como lo es el conceder o quitar la vida” 185 Tres son los fines que se propone el castigo, impuesto por ley: la enmienda de aquél a quién castiga; la mejoría de los otros por escarmiento suyo y que con la extirpación de los malvados, puedan vivir los otros más confiados: “Una política de clase exige un código penal que, pese a la apariencia de su generalidad, es un código de clase. El hombre de Estado que sabe realizar la unidad del cuerpo cívico y actuar las leyes es acreedor a la más alta recompensa moral: la gloria como exponente de la excelencia ética.” 186 “Pues es más difícil mantener el equilibrio cuando la venganza tiene su origen en el resentimiento que cuando se aplica con carácter ejemplarizante.”187

181 182 183 184 185 186 187

SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 71 SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 36-37 SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 88 SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit.,p. 9 Ibid.,p. 45 PUENTE OJEA, Op. Cit., p. 160-161 SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit.,p. 43

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“La sanción suele tener dos consecuencias: o aporta alivio al que ha recibido la ofensa, o seguridad con vistas al futuro.” 188 En lo referente a la corrección, propone una pena menor, ya que un individuo vigila más su conducta si le queda algo que perder y no respetaría su dignidad, si ya la ha perdido por completo: “De modo que incluso hay que tener consideración con los ciudadanos que merecen reproches, al igual que con los miembros del cuerpo que están débiles” 189 “A los implicados los corregirás con más facilidad con un castigo menor, pues vive con más prudencia aquél al que le queda algo a salvo. Nadie siente respeto por su dignidad perdida; un tipo de impunidad es no tener ya nada que perder.” 190 Una pena menor produce mejores efectos que una máxima y, mientras más sobria sea la pena, existe mayor proclividad de la persona a la corrección: “Un hombre bondadoso –afirma- no hace daño. El castigo hace daño: en consecuencia, con el bondadoso no cuadra el castigo, por esto tampoco la ira, ya que el castigo cuadra con la ira. Si el individuo bondadoso no se goza con el castigo, no se gozará tampoco con esta pasión, para la que el castigo sirve de placer: en una palabra, no es connatural la ira.” 191 “Así pues, para la corrección de los que yerran y de los criminales no es menester de un encolerizado censor; pues, dado que la ira es una falta del alma, no conviene corrija los yerros quien en ellos yerra.” 192 La cantidad de delincuentes, ilustra, fomenta el olvido; el exceso de condenados, disminuye la sanción y la severidad pierde eficacia si se aplica sistemáticamente; se cometerán con frecuencia los delitos que se castigan reiteradamente: “No son menos vergonzosos para un soberano los muchos castigos, que para un médico los muchos entierros” 193 “No es, por consiguiente, la naturaleza del hombre deseosa del castigo; por lo tanto, tampoco la ira es conforme a la naturaleza del hombre, ya que es deseosa de castigo.” 194 188 189 190 191 192 193 194

Ibid., p. 44 Ibid., p. 13 Ibid., p. 46 SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 45-46 Ibid., p. 57 SENECA, Sobre La Clemencia, Op. Cit., p. 48 SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 45

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A propósito, atractivo y didáctico es el caso referido por Voltaire: A un habitante de Roma le ocurrió para su desgracia matar en Egipto un gato sagrado, y enfurecido el pueblo, castigó el sacrilegio acometiendo al romano y haciéndolo pedazos. Si el pueblo de Egipto hubiera dado tiempo para que llevaran al extranjero ante el tribunal de la nación, si los jueces hubieran tenido sentido común, le hubieran sentenciado a pedir perdón a los egipcios y a los gatos, y a pagar una gruesa multa de dinero o en ratones. Le hubieran dicho además que se deben respetar las tonterías del pueblo, cuando no se tiene bastante fuerza para suprimirlas. El venerable jefe de la justicia hubiera dicho poco más o menos estas palabras al referido romano: “Cada país tiene sus impertinencias legales y sus especiales delitos; si en vuestra patria Roma, que es soberana de Europa, del Africa y del Asia Menor, matarais un pollo sagrado en el momento en que le están echando maíz para conocer la voluntad de los dioses, os castigarían severamente. Nosotros creemos que habéis matado el gato por ignorancia, y por eso el tribunal os amonesta por primera vez. Idos, y desde hoy en adelante sed más circunspecto”. 195 Respecto de la coacción, es muy puntual: “Nada de estas cosas es para indignarse: hemos entrado en este mundo en el que se vive con esas leyes. Te gusta: sométete. No te gusta: sal por la vía que quieras.” 196 “Un gran asunto estaba en cuestión: si los reos podían perder el derecho a la muerte; mientras se delibera, mientras los acusadores acuden de nuevo, aquél se había absuelto.” 197 “La razón concede a las dos partes su turno; luego solicita también para ella un plazo, a fin de tener tiempo de averiguar la verdad; la ira se aloca. La razón quiere fallar lo que es justo: la ira quiere parezca justo lo que ha fallado. La razón no considera nada fuera de aquello mismo de lo que está tratando: la ira se deja llevar por cosas vanas y que pululan al margen de la causa.” 198 La existencia de normas, insiste, sin la posibilidad de coercibilidad, no tienen razón de ser; eso sí, es indispensable la debida investigación y graduación de las penas.

195 196 197 198

Voltaire, Diccionario Filosófico, Buenos Aires, Editorial Sophos, 1960, p. 113 SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 196 Ibid., p. 101 SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 61

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4.4 Ius Gentium

El pueblo romano distinguía entre el ius quiritium o ius civilis, aplicable a sus ciudadanos y el ius gentium, a los extranjeros; el ius gentium es de origen natural, tal como lo perfilaron los griegos, lo que indujo al romano Gayo a precisarlo como lo que la razón natural instituyó entre los hombres. En cuanto al sentido del derecho de gentes los escolásticos más modernos entienden por él, aquellas leyes que son tan conformes con la naturaleza humana, que de hecho casi todos los pueblos las han observado, aunque han sido introducidas, no por la sola razón natural sino más bien por la costumbre de los pueblos. Para Santo Tomás en cambio, el derecho de gentes es parte de la ley natural, pues estaría constituída por aquellas leyes positivas que contienen conclusiones necesarias de los principios universales de la ley natural, v. gr., no hay que robar. También recibe el nombre de derecho de gentes el derecho internacional. 199 El ius gentium es tan universal como el imperio romano: el formalismo cede a favor de la amplitud, las instituciones jurídicas son tanto para los romanos como para los extranjeros, las cuales se renuevan y revitalizan; las relaciones con los extranjeros, se efectuaban con súbditos que dependían del Colegio de los Feciales, lo que desembocó en unas normas de guerra y concedió al pretor peregrino la facultad de resolver si la guerra era justa y si se debía o no llevar a cabo, aunque la declaración de guerra la aprobaba el senado romano con el visto bueno del Colegio Fecial. Séneca, califica de consecuente la política de los gobernantes del imperio romano, al aceptar a los conquistados como miembros de tan gigante Estado, otorgarles beneficios, derechos y darles participación en asuntos de administración y control ciudadanos: “¿Qué hay más magnífico que trocar la ira en afecto? ¿Qué aliados más leales el pueblo romano tiene que los que tuvo como enemigos más encarnizados? ¿Qué sería hoy el imperio si una beneficiosa previsión no hubiera mezclado vencidos con vencedores?” 200 El jesuita Luis Fernando Alvarez Londoño, describe con acierto en su ya citada obra, el punto de vista de los romanos sobre esta materia: Las instituciones del derecho interno romano fueron decisivas en el desarrollo histórico del derecho internacional. Para Truyol y Serra:

199 200

BARON, Fernando, Nociones de Ética, 4 ed. Medellín, Editorial Bedout, 1959, p. 86 SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 107-108

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“desde los tiempos más remotos existían en Roma un colegio de sacerdotes, los fetiales, cuyo concurso era necesario para comenzar una guerra, concluir la paz o reclamar la reparación de una injuria inferida a Roma en la persona o en los bienes de los ciudadanos. Así nació el juis fetiale, de carácter sagrado, aunque su valor acabó siendo más bien formal. De todos modos, la reclamación previa a la obtención de una satisfacción reparadora de un daño sufrido, fue considerado como un requisito de un recurso legítimo a las armas y de la protección de los dioses. Ello implica una noción de “guerra justa” (bellum justum), llamada a desarrollarse con el cristianismo. Si el comienzo y el fin de la guerra estaban regulados, la forma de conducirla, por el contrario, no lo estaba. Los ejemplos de crueldades hacia los vencidos no escasean en la historia de Roma. Estos, a falta de una capitulación en regla (deditio), estaban a la merced del vencedor. Con relación al futuro, la creación del jus gentium tuvo una mayor importancia que la del derecho fecial. El jus gentium vino a rellenar el vacío jurídico existente frente al extranjero, cuando un tratado suscrito con su ciudad no le aseguraba una protección expresa. En ausencia de un tratado de este tipo, el extranjero carecía de todo derecho, no siéndole aplicable el jus civile. El jus gentium, por obra de un pretor de los extranjeros (praetor peregrinus), fue enriqueciéndose a medida que el tráfico con el exterior se hizo más y más complejo y regía las relaciones en la que, al menos una de las partes, no era ciudadano romano. Es sabido que el jus gentium, aun siendo parte del derecho interno romano, se encontraba en el origen del derecho gentes moderno, llamado más tarde derecho internacional. El jus gentium, en efecto, se diferenció bien pronto del jus civile por su mayor flexibilidad, surgida del hecho de que el praetor peregrinus- libre, en relación con el riguroso formalismo del jus civile- disponía de un amplio margen de libertad para su elaboración, en función de las necesidades de la práctica cotidiana. El carácter mismo de estas necesidades, comunes a los miembros de los pueblos diversos que la actividad comercial ponía en contacto con Roma, y el papel jugado dentro de la actividad del pretor por consideraciones acerca de la “equidad natural”, tendían hacia la universalidad de sus reglas. A esta tendencia se añadió la influencia de la filosofía estoica, ampliamente difundida en Roma, y gracias a la cual el jus gentium llegó a constituir una especie de derecho común para el conjunto de los pueblos, derecho que para algunos, se confundía incluso con el derecho natural, heredado del pensamiento griego. Desde esta óptica, el jus gentium era aquél que, en respuesta a las necesidades comunes de todos los hombres, se practicaba por todos los pueblos, o por casi todos: como lo escribe Gayo, “el derecho establecido por la razón natural entre todos los hombres”, o, según Ulpiano, aquel que las “gentes” (en el sentido de naciones) humanas practican”. 201

201

ALVAREZ LONDOÑO, Op. Cit., p. 61-62.

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Esa es la importancia del aporte de Séneca al ius gentium, 202 derivado de la recta razón, apartándose de la teocracia tradicional. Como es bien sabido, trascurrió una época de su vida en Egipto, en la que ocupó cargos públicos y fue también desterrado a la isla de Córcega, lapso que aprovechó para escribir algunas de sus más importantes obras; esta experiencia le sirvió de reflexión para comprender el sentido de la universalidad del hombre, que para su realización personal y gestión pública, no requiere de lugar delimitado, pues el hombre es una molécula no insignificante, sino trascendente del cosmos: “El que estés privado de la patria no es una desdicha: tanto te has imbuido de estudios que sabes que para el hombre sabio todo lugar es su patria” 203 “El exilio no es nada, la pobreza no es un mal, somos ciudadanos del mundo y nuestra patria está por doquier...” 204 “¡Qué pequeña parte somos de todo el mundo!” 205 La estructura social va produciendo un conjunto de normas institucionales que proyecta los valores hacia la totalidad de la conducta colectiva universal, predicable de las personas que forman parte de sociedades y culturas disímiles, en armonía con la igualdad de la naturaleza humana: “Nefando es dañar a la patria: en consecuencia también al ciudadano, pues éste es porción de la patria (sagradas son las partes si el conjunto es venerable), en consecuencia, también al hombre, pues éste es conciudadano tuyo en una ciudad más grande.” 206 Vas a entrar en una ciudad común a los dioses y a los hombres, que abarca todo, vinculada por leyes ciertas y eternas, que impulsa en circular movimiento el incansable oficio de los cuerpos celestes. Verás allí brillar innumerables estrellas, verás llenarse todo de un solo astro, el sol que con su curso cotidiano señala los espacios del día y de la noche y con el anual divide equitativamente veranos e inviernos. Verás la evolución nocturna de la luna, que recibe en préstamos de los rayos fraternos una luz tenue y refleja y está ora oculta ora suspendida con la cara completa sobre las tierras, variable en sus crecimientos y menguas, siempre diferente a la anterior. 207 202 203 204 205 206 207

Derecho de gentes SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 125 VEYNE, Op. Cit., p. 193 SENECA, Escritos Consolatorios, Op. Cit., p. 193 SENECA, De La Cólera, Op. Cit., p. 103 SENECA, Escritos Consolatorios. Op. Cit., p. 7-88.

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Admirable en su aprehensión universalista del mundo: que los pueblos sean grandes, acojan a los habitantes de los diferentes territorios, armonicen sus desavenencias y propendan por una paz duradera. La formación de la noción de Estado ha evolucionado desde las primeras etapas históricas del hombre sobre la tierra, desde la asunción religiosa, antropocéntrica o positiva que inspiraron su constitución, pero que cualquier manifestación para Séneca se basa en la naturaleza humana que indefectiblemente tiene que ser solidaria entre los miembros que lo formen, quienes han de despojarse del defecto de la avaricia e igualmente obrar con total honestidad. Si estos elementos se dan es procedente garantizar la organización del Estado como república en la que a través de la voluntad popular, los individuos aprueban sistemas de expresión pluralista representados en organismos que porten la vocería de los gobernados bajo el liderazgo de un gobernante con calidades definidas para que lleve a cabo la dirección político-administrativa en pro del bienestar general; pero que al fracasar por la oposición e incomprensión de algunos, es preferible la del jefe de Estado con poderes absolutos que se encarnan en un monarca. Es llamativo que en algunas naciones en nuestros días se acepten o se busquen mandatarios con el carisma de fuertes e incluso de perfil dictatorial para que rijan sus destinos, como ha sucedido recientemente en Argentina, Chile, Perú y ahora en Colombia como en otras latitudes del planeta, en clara interpretación del pensamiento de Séneca sobre cómo las instituciones políticas se desgastan y los pueblos buscan alternativas de solución a sus ingentes necesidades de índole variada, entre las que se destacan la inequitativa distribución de los bienes de fortuna, la ausencia de oportunidades de estudio y trabajo, la deficiente prestación de los servicios públicos en salud, agua potable, energía y otros de vital importancia. Es imperativo en el enjuiciamiento de Séneca sobre las leyes que éstas se expidan con claridad y oportunidad, con miramiento de la naturaleza humana, llamado que desde luego se ha atendido, comoquiera que se ha reflejado en la actualización y en la aplicación de normas; el sistema oral acusatorio que regía en sus tiempos, se ha acogido ya por la mayoría de los países del mundo y hace poco en los latinoamericanos como Argentina, Ecuador, Chile, Guatemala, Honduras y a partir del 2005 se ha iniciado su implantación en Colombia, experiencia que ha tenido algunos tropiezos en su inicio pero que seguramente va a traer muchos beneficios en la descongestión judicial y en el trato más humano para víctimas y victimarios. Notable la perspectiva de Séneca acerca de la universalidad del hombre, hoy más que antes, en la inmediatez de las comunicaciones y el acceso al instante de los conocimientos a través de tecnologías avanzadas, erigiéndose de esta manera como uno de los más grandes visionarios de la humanidad.

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CONCLUSIONES

La lectura de las obras de Séneca, proporciona al lector la oportunidad de refrescar conceptos aprendidos y tal vez relegados en el subconsciente, de retomarlos y revitalizarlos, para crecimiento personal y contribución a una visualización más aproximada de las graves dificultades por las que atraviesa el mundo de hoy; tiene la prerrogativa de haber sido un hombre cuya existencia se desenvolvió en una etapa definitiva para el futuro de la humanidad, cuando propiamente no se palpaba si no la vivencia de un único Estado que iba a definir el derrotero de caminos insospechados en la creación de organizaciones políticas que adoptaron el ordenamiento jurídico y aún se plegaron al temperamento metódico y bélico del pueblo romano.

En el pensamiento senequista se vislumbra la organización política en relación con el derecho, puesto que la estructura social garantiza la aplicación de aquél, fundamentado en el derecho natural; la encarnación y divinización del poder absoluto del monarca, posee una connotación claramente política, pues de esta forma se garantiza el culto reverencial al mismo, investido del don suficiente para que sus actos aun los arbitrarios, tuvieran aceptación por los súbditos y fueran obedecidos ciegamente, más aún cuando el pueblo romano constantemente estaba en pie de guerra: o atacaba o era atacado.

Talvez por esta constante histórica, las naciones de nuestros días, procuren acudir a personas adornadas con calidades especiales de liderazgo; creyérase que la preocupación de Séneca por la limitación síquica e intelectual de cada persona, dentro del ámbito de la convivencia social, encajara mucho mejor en la selección de regímenes fuertes que resistan los avatares provenientes de individuos o grupos sociales y políticos contra la estabilidad de los Estados.

A Séneca le cupo en suerte contribuir con sus escritos a que se mirara al hombre como sujeto llamado a practicar las virtudes y a dominar sus inclinaciones viciosas, para bien y felicidad de la persona y de los gobernantes; continúa vigente con la misma grandeza, espíritu providente, dimensión universal, hablándole al oído a cada persona, a las sociedades, a quienes corresponde el manejo de los destinos del Estado, para que cada día, sean mejores y contribuyan con sus acciones a la construcción de un mundo más justo.

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Es el hombre, por su posición privilegiada en el mundo, el llamado a la revolución, no en su acepción de violencia, sino de cambio y transformación, a ser el protagonista de una realidad nueva, de mejores resultados para beneficio de sí mismo y sus semejantes.

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