Libro del profeta Daniel.

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Dn 1, 7 El jefe de los eunucos les puso nombres nuevos, llamando a Daniel .... misterio, para que no pereciesen Daniel y sus compañeros con el resto de los.
LIBRO DEL PROFETA DANIEL (Dn) Los jóvenes hebreos en la corte de Nabucodonosor Cap. 1 Dn 1, 1 El año tercero del reinado de Joaquín, rey de Judá, llegó a Jerusalén Nabucodonosor, rey de Babilonia, y la sitió. Dn 1, 2 El Señor entregó en su poder a Joaquín, rey de Judá, y parte de los objetos del templo de Dios. Se los llevó al país de Senaar y depositó los objetos en el tesoro del templo de sus dioses. Dn 1, 3 El rey ordenó a Aspenaz, jefe de sus eunucos, escoger entre los israelitas de estirpe real o de la nobleza Dn 1, 4 algunos jóvenes sin defecto físico, bien parecidos, expertos en sabiduría, cultos e inteligentes, aptos para servir en la corte del rey, con el fin de enseñarles la lengua y la literatura de los caldeos. Dn 1, 5 El rey les asignó una ración diaria de la comida del rey y del vino de su mesa. Deberían ser educados durante tres años, al cabo de los cuales entrarían al servicio del rey. Dn 1, 6 Entre ellos se encontraban los judíos Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Dn 1, 7 El jefe de los eunucos les puso nombres nuevos, llamando a Daniel Baltasar, a Ananías Sidrac, a Misael Misac y Azarías Abdénago. Dn 1, 8 Daniel decidió no contaminarse con la comida del rey y el vino de su mesa y pidió al jefe de los eunucos autorización para no contaminarse. Dn 1, 9 Dios concedió a Daniel el favor y la compasión del jefe de los eunucos. Dn 1, 10 Y éste dijo a Daniel: «Temo al rey, mi señor, quien os ha asignado vuestra comida y vuestra bebida, y si encuentra vuestros semblantes más desmejorados que los de vuestros compañeros, expondréis mi cabeza ante él.» Dn 1, 11 Entonces Daniel dijo al guardián que el jefe de los eunucos había asignado a Daniel, Ananías, Misael y Azarías: Dn 1, 12 «Por favor, pon a prueba a tus siervos durante diez días: que nos den legumbres para comer y agua para beber; Dn 1, 13 luego compara nuestro aspecto con el de los jóvenes que comen los alimentos del rey y actúa con nosotros según los resultados.» Dn 1, 14 Él aceptó la propuesta y los puso a prueba durante diez días. Dn 1, 15 Al cabo de los diez días tenían mejor aspecto y estaban más fuertes que todos los jóvenes que comían los alimentos del rey. Dn 1, 16 Desde entonces el guardián retiró sus raciones de comida y de vino y les dio legumbres. Dn 1, 17 Dios concedió a estos cuatro jóvenes un conocimiento profundo en toda clase de literatura y sabiduría. Daniel además sabía interpretar visiones y sueños. Dn 1, 18 Al cabo del tiempo fijado por el rey para su presentación, el jefe de los eunucos los llevó ante Nabucodonosor. Dn 1, 19 El rey conversó con ellos, y entre todos no encontró ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías, por lo que pasaron al servicio del rey. Dn 1, 20 Y en todas las cuestiones de sabiduría e inteligencia que les consultaba el rey, los encontró diez veces más competentes que todos los magos y adivinos de todo su reino. Dn 1, 21 Daniel permaneció allí hasta el año primero del rey Ciro.

El sueño de Nabucodonosor: Visión de la estatua. El rey interroga a sus adivinos. Cap. 2 Dn 2, 1 El año segundo de su reinado, Nabucodonosor tuvo unos sueños, que lo sobresaltaron y no le dejaron dormir. Dn 2, 2 El rey mandó llamar a los magos, adivinos, hechiceros y astrólogos para que le interpretaran sus sueños. Cuando llegaron a su presencia, Dn 2, 3 el rey les dijo: «He tenido un sueño que me ha sobresaltado al tratar de comprenderlo.» Dn 2, 4 Los astrólogos respondieron al rey en arameo: «¡Viva el rey eternamente! Cuéntanos el sueño y nosotros descifraremos su interpretación.» Dn 2, 5 El rey les respondió: «Tened bien presente mi decisión: si no me dais a conocer el sueño y su interpretación, os cortarán en pedazos y vuestras casas serán demolidas. Dn 2, 6 Pero si me dais a conocer el sueño y su interpretación, os colmaré de regalos, obsequios y honores. Por tanto, dadme a conocer el sueño y su interpretación.» Dn 2, 7 Ellos respondieron por segunda vez: «Que el rey nos cuente su sueño y nosotros descifraremos su interpretación.» Dn 2, 8 Pero el rey replicó: «Ya veo que lo que vosotros queréis es ganar tiempo, sabiendo que mi decisión está tomada. Dn 2, 9 Si no me dais a conocer el sueño, una misma será vuestra sentencia. Os habéis puesto de acuerdo en decirme mentiras y patrañas, mientras cambia la situación. Por tanto, contadme el sueño y me convenceré de que podéis darme también su interpretación.» Dn 2, 10 Los astrólogos contestaron al rey: «No hay nadie en el mundo capaz de descifrar lo que el rey pide. Ningún rey, por grande y poderoso que fuera, ha preguntado jamás cosa semejante a ningún mago, adivino o astrólogo. Dn 2, 11 Lo que el rey pide es difícil, y nadie se lo puede descifrar, excepto los dioses, que no habitan entre los mortales.» Dn 2, 12 Entonces el rey se enfureció terriblemente y mandó exterminar a todos los sabios de Babilonia. Dn 2, 13 Una vez promulgado el decreto de exterminar a los sabios, buscaron también a Daniel y a sus compañeros para matarlos. Intervención de Daniel. Dn 2, 14 Pero Daniel se dirigió de manera prudente y sensata a Arioc, jefe de la guardia real, que se disponía a ejecutar a los sabios de Babilonia. Dn 2, 15 Tomando la palabra, preguntó a Arioc, oficial del rey: «¿Por qué ha promulgado el rey un decreto tan severo?» Arioc le explicó el asunto Dn 2, 16 y Daniel se fue a pedir al rey que le concediese un plazo para descifrarle la interpretación. Dn 2, 17 Daniel regresó a su casa e informó del caso a sus compañeros Ananías, Misael y Azarías, Dn 2, 18 invitándoles a implorar la misericordia del Dios del Cielo sobre aquel misterio, para que no pereciesen Daniel y sus compañeros con el resto de los sabios de Babilonia. Dn 2, 19 El misterio le fue revelado a Daniel en una visión nocturna y él bendijo al Dios del Cielo, Dn 2, 20 diciendo: «Bendito sea el Nombre de Dios por los siglos de los siglos, pues suyos son la sabiduría y el poder.

Dn 2, 21 Él hace alternar años y estaciones, destrona y entroniza a los reyes, da sabiduría a los sabios y ciencia a los expertos. Dn 2, 22 Él revela honduras y secretos, conoce lo que ocultan las tinieblas, y la luz le acompaña. Dn 2, 23 Te doy gracias y te alabo, Dios de mis antepasados, porque me has dado sabiduría y poder has revelado lo que te habíamos pedido y nos has dado a conocer el asunto del rey.» Dn 2, 24 Luego Daniel acudió a Arioc, a quien el rey había encomendado la ejecución de los sabios de Babilonia, y le dijo: «No mates a los sabios de Babilonia. Llévame ante el rey y yo le daré la interpretación.» Dn 2, 25 Arioc se apresuró a llevar a Daniel ante el rey y le dijo: «He encontrado a un hombre entre los deportados de Judá que puede revelar al rey la interpretación.» Dn 2, 26 El rey dijo a Daniel, apodado Baltasar: «¿Eres capaz de contarme el sueño que he tenido y su interpretación?» Dn 2, 27 Daniel le respondió así: «No hay sabios, adivinos, magos o astrólogos capaces de descifrar el misterio que el rey quiere saber; Dn 2, 28 pero hay un Dios en el cielo, que revela los misterios y que ha dado a conocer al rey Nabucodonosor lo que sucederá al fin de los tiempos. Éstos eran el sueño y las visiones que tuviste mientras dormías: Dn 2, 29 «Tú, oh rey, reflexionabas en tu lecho sobre lo que ocurrirá en el futuro, y el que revela los misterios te ha dado a conocer lo que sucederá. Dn 2, 30 A mí se me ha revelado este misterio, no porque yo sea más sabio que el resto de los vivientes, sino para descifrar al rey su interpretación y para que tú comprendas las preocupaciones de tu mente. Dn 2, 31 «Tú, oh rey, tuviste esta visión: una estatua, una enorme estatua de extraordinario brillo y aspecto terrible se levantaba ante ti. Dn 2, 32 La estatua tenía la cabeza de oro puro, el pecho y los brazos de plata, el vientre y los lomos de bronce, Dn 2, 33 las piernas de hierro, y los pies mitad de hierro y mitad de barro. Dn 2, 34 Mientras estabas mirando, una piedra se desprendió sin intervención de mano alguna, golpeó los pies de hierro y barro de la estatua y los hizo pedazos. Dn 2, 35 Entonces todo a la vez se hizo polvo: el hierro y el barro, el bronce, la plata y el oro; quedaron como la paja de la era en verano, que el viento se lleva sin dejar rastro. Pero la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en una gran montaña que llenó toda la tierra. Dn 2, 36 Éste era el sueño; y ahora expondremos al rey su interpretación. Dn 2, 37 Tú, majestad, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado soberanía, fuerza, poder y gloria, Dn 2, 38 te ha sometido los hijos de los hombres, las bestias del campo y las aves del cielo, dondequiera que habiten, y te ha hecho soberano de ellos, tú eres la cabeza de oro. Dn 2, 39 Después de ti surgirá otro reino, inferior a ti, y luego un tercer reino de bronce que dominará toda la tierra. Dn 2, 40 Luego vendrá un cuarto reino, duro como el hierro, como el hierro que todo lo tritura y machaca; como el hierro que aplasta, así él triturará y aplastará a todos los demás. Dn 2, 41 Y los pies y los dedos que viste, mitad de barro de alfarero y mitad de hierro, corresponden a un reino que estará dividido; tendrá la solidez del hierro, pues viste el hierro mezclado con el barro.

Dn 2, 42 Los dedos de los pies, mitad de hierro y mitad de barro, significan que el reino será a la vez fuerte y frágil. Dn 2, 43 Y como viste el hierro mezclado con el barro, así se mezclarán los linajes entre sí; pero no se fundirán uno con otro, como el hierro no se funde con el barro. Dn 2, 44 En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, ni cederá su soberanía a otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a todos estos reinos, y él subsistirá por siempre; Dn 2, 45 tal como viste desprenderse del monte, sin intervención de mano alguna, la piedra que redujo a polvo el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha revelado al rey lo que sucederá en el futuro. El sueño es verídico y su interpretación, fiel.» Profesión de fe del rey. Dn 2, 46 Entonces el rey Nabucodonosor ca-yó rostro en tierra, se postró ante Daniel, y ordenó ofrecerle oblaciones y perfumes. Dn 2, 47 Luego el rey dijo a Daniel: «Verdaderamente vuestro Dios es el Dios de los dioses, el señor de los reyes y el revelador de los misterios, ya que tú has logrado revelar este misterio.» Dn 2, 48 Y el rey ascendió a Daniel y le hizo muchos y valiosos regalos. Lo nombró gobernador de toda la provincia de Babilonia y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia. Dn 2, 49 A petición de Daniel, el rey encomendó la administración de la provincia de Babilonia a Sidrac, Misac y Abdénago; y Daniel se quedó en la corte. La adoración de la estatua de oro. Nabucodonosor erige una estatua de oro. Cap. 3 Dn 3, 1 El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, de treinta metros de alta por tres de ancha, y la colocó en la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia. Dn 3, 2 El rey Nabucodonosor mandó convocar a los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, abogados y jueces y a todas las autoridades provinciales, para que asistieran a la inauguración de la estatua que había erigido. Dn 3, 3 Se reunieron, pues, los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, abogados y jueces y todas las autoridades provinciales para la inauguración de la estatua erigida por el rey Nabucodonosor; y todos estaban en pie ante la estatua erigida por el rey Nabucodonosor. Dn 3, 4 El heraldo pregonó con voz potente: «A todos los pueblos, naciones y lenguas se os hace saber: Dn 3, 5 En el momento en que oigáis el sonido del cuerno, la flauta, la cítara, el arpa, el salterio, la zampoña y los demás instrumentos musicales, os postraréis para adorar la estatua de oro que ha erigido el rey Nabucodonosor. Dn 3, 6 Y aquél que no se postre y la adore será inmediatamente arrojado a un horno de fuego abrasador.» Dn 3, 7 Y efectivamente, en cuanto se escuchó el sonido del cuerno, la flauta, la cítara, el arpa, el salterio, la zampoña y los demás instrumentos musicales, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron a adorar la estatua de oro que había erigido el rey Nabucodonosor. Denuncia y condena de los judíos.

Dn 3, 8 Sin embargo, algunos caldeos se presentaron a denunciar a los judíos. Dn 3, 9 Tomaron la palabra y dijeron al rey Nabucodonosor: «¡Viva el rey eternamente! Dn 3, 10 Tú, majestad, has ordenado que todo hombre, al oir el sonido del cuerno, la flauta, la cítara, el arpa, el salterio, la zampoña y los demás instrumentos musicales, se postre y adore la estatua de oro, Dn 3, 11 y que aquél que no se postre para adorarla sea arrojado a un horno de fuego abrasador. Dn 3, 12 Pues bien, hay unos judíos, Sidrac, Misac y Abdénago, a quienes has encomendado la administración de la provincia de Babilonia, que no te hacen caso, majestad; no sirven a tu dios ni adoran la estatua de oro que has erigido.» Dn 3, 13 Totalmente enfurecido, Nabucodonosor mandó llamar a Sidrac, Misac y Abdénago, y cuando fueron introducidos ante el rey, Dn 3, 14 Nabucodonosor les dijo: «¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que no servís a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que yo he erigido? Dn 3, 15 ¿Estáis dispuestos ahora, cuando oigáis el sonido del cuerno, la flauta, la cítara, el arpa, el salterio, la zampoña y los demás instrumentos musicales, a postraros para adorar la estatua que yo he hecho? Porque si no la adoráis, seréis inmediatamente arrojados a un horno de fuego abrasador; y entonces ¿cuál será el dios que os libre de mis manos?» Dn 3, 16 Sidrac, Misac y Abdénago contestaron al rey Nabucodonosor: «No tenemos que responder sobre este asunto. Dn 3, 17 Si el Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego abrasador y de tu poder, majestad, nos librará. Dn 3, 18 Pero, si no lo hace, has de saber, majestad, que nosotros no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has erigido.» Dn 3, 19 Entonces Nabucodonosor, lleno de cólera y con el semblante alterado a causa de Sidrac, Misac y Abdénago, mandó encender el horno siete veces más fuerte que de costumbre, Dn 3, 20 y ordenó que algunos de los hombres más fornidos de su ejército ataran a Sidrac, Misac y Abdénago y los arrojaran al horno de fuego abrasador. Dn 3, 21 Al instante estos hombres fueron atados con sus calzones, túnicas, gorros y mantos, y fueron arrojados al horno de fuego abrasador. Dn 3, 22 Como la orden real era apremiante y el horno estaba al rojo vivo, las llamaradas mataron a los hombres que habían llevado a Sidrac, Misac y Abdénago, Dn 3, 23 mientras los tres hombres, Sidrac, Misac y Abdénago, caían atados dentro del horno de fuego abrasador. Cántico de Azarías en el horno. Dn 3, 24 Caminaban entre las llamas alabando a Dios y bendiciendo al Señor. Dn 3, 25 Entonces Azarías, de pie en medio del fuego, se puso a orar así: Dn 3, 26 «Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, digno de alabanza; que tu nombre sea glorificado por los siglos. Dn 3, 27 Porque nos has tratado con justicia, todas tus acciones son veraces, rectos todos tus caminos, todas tus sentencias justas. Dn 3, 28 Has aplicado condenas justas en todo cuanto has ejecutado contra nosotros, y contra Jerusalén, la ciudad santa de nuestros padres. Todo lo has ejecutado verdadera y justamente, a causa de nuestros pecados. Dn 3, 29 Porque hemos pecado, hemos obrado mal, alejándonos de ti, hemos fallado en todo y no hemos escuchado tus mandamientos,

Dn 3, 30 ni hemos obedecido, ni hemos cumplido lo que se nos mandaba para nuestro bien. Dn 3, 31 Y en todo cuanto nos has enviado, en todo cuanto nos has hecho, has actuado con justicia fiel. Dn 3, 32 Nos entregaste en poder de enemigos sin ley, malvados y apóstatas, y en poder de un rey injusto, el más perverso de toda la tierra. Dn 3, 33 Y ahora no podemos ni abrir la boca, la vergüenza y la deshonra abruman a tus siervos y a tus fieles. Dn 3, 34 ¡No nos abandones para siempre, por el honor de tu nombre, no rompas tu alianza, Dn 3, 35 no nos niegues tu misericordia, por Abrahán tu amigo, por Isaac tu siervo, por Israel tu consagrado, Dn 3, 36 a quienes tú prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de la orilla del mar! Dn 3, 37 Señor, somos el más insignificante de todos los pueblos y hoy nos sentimos humillados en toda la tierra, a causa de nuestros pecados. Dn 3, 38 En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocaustos, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso, ni un lugar donde ofrecerte las primicias y alcanzar tu misericordia. Dn 3, 39 Pero acepta nuestra alma arrepentida y nuesto espíritu humillado, como un holocausto de carneros y toros, y millares de corderos cebados. Dn 3, 40 Que éste sea hoy nuestro sacrificio ante ti y volvamos a serte fieles, porque los que en ti confian no quedarán avergonzados. Dn 3, 41 Ahora que te seguimos de todo corazón, que te respetamos y buscamos tu rostro, no nos avergüences. Dn 3, 42 Trátanos conforme a tu bondad y a tu gran misericordia. Dn 3, 43 Sálvanos como en tus maravillosas gestas y engrandece tu fama, Señor. Dn 3, 44 Que sean humillados todos los que maltratan a tus siervos, que se vean confundidos, privados de toda su fuerza y su dominio, y que sea destruido su poder. Dn 3, 45 Y que sepan que tú eres el Señor y el Dios único, glorioso en toda la tierra.» Dn 3, 46 Los siervos del rey que los habían arrojado al horno no cesaban de atizar el fuego con nafta, pez, estopa y sarmientos. Dn 3, 47 Las llamas se elevaban cuarenta y nueve codos por encima del horno Dn 3, 48 y, al extenderse, abrasaron a los caldeos que se encontraban junto al horno. Dn 3, 49 Pero el ángel del Señor bajó al horno junto a Azarías y sus compañeros, expulsó las llamas de fuego fuera del horno Dn 3, 50 e hizo que una brisa refrescante recorriera el interior del horno, de manera que el fuego no los tocó lo más mínimo, ni les causó ningún daño o molestia. Cántico de los tres jóvenes. Dn 3, 51 Entonces los tres se pusieron a cantar a coro, glorificando y bendiciendo a Dios dentro del horno de esta manera: Dn 3, 52 «Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, alabado y ensalzado por los siglos. Bendito sea tu nombre, santo y famoso, aclamado y ensalzado por los siglos.

Dn 3, 53 Bendito seas en el templo de tu santa gloria, aclamado y glorioso por los siglos. Dn 3, 54 Bendito seas en tu trono real, aclamado y ensalzado por los siglos. Dn 3, 55 Bendito tú, que sondeas los abismos sentado sobre querubines, alabado y ensalzado por los siglos. Dn 3, 56 Bendito seas en el firmamento celeste, alabado y glorificado por los siglos. Dn 3, 57 Todas las obras del Señor, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 58 Ángeles del Señor, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 59 Cielos, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 60 Todas las aguas celestes, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 61 Todas los ejércitos del Señor, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 62 Sol y luna, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 63 Estrellas celestes, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 64 Lluvia y rocío, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 65 Todos los vientos, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 66 Fuego y calor, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 67 Frío y borchorno, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 68 Rocíos y nevadas, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 69 Hielo y frío, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 70 Escarchas y nieves, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 71 Noches y días, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 72 Luz y oscuridad, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 73 Relámpagos y nubes, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 74 Bendiga la tierra al Señor, que lo alabe y lo ensalce por los siglos. Dn 3, 75 Montes y colinas, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 76 Plantas de la tierra, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 77 Manantiales, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 78 Mares y ríos, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 79 Cetáceos y seres acuáticos, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 80 Todas las aves del cielo, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 81 Todas las bestias y ganados, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos.

Dn 3, 82 Seres humanos, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 83 Israelitas, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 84 Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 85 Siervos del Señor, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 86 Espíritus y almas de los justos, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 87 Santos y humildes de corazón, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Dn 3, 88 Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Porque él nos ha rescatado del abismo, nos ha salvado del poder de la muerte, nos ha sacado del horno de llama ardiente, nos ha sacado de en medio del fuego. Dn 3, 89 Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque su misericordia perdura por los siglos. Dn 3, 90 Todos los que adoráis al Señor, bendecid al Dios de los dioses, alabadlo y dadle gracias, porque su misericordia perdura por los siglos.» Reconocimiento del milagro. Dn 3, 24 El rey Nabucodonosor se quedó atónito, se levantó rápidamente y preguntó a sus consejeros: «¿No hemos arrojado al fuego a tres hombres atados?» Ellos le respondieron: «Así es, majestad.» Dn 3, 25 El rey repuso: «Pues yo estoy viendo cuatro hombres desatados que caminan entre el fuego sin sufrir daño, y el cuarto parece un ser divino.» Dn 3, 26 Entonces Nabucodonosor se acercó a la boca del horno de fuego abrasador y dijo: «Sidrac, Misac y Abdénago, servidores del Dios Altísimo, salid y venid aquí.» Y Sidrac, Misac y Abdénago salieron de entre el fuego. Dn 3, 27 Los sátrapas, prefectos, gobernadores y consejeros del rey se apiñaron para examinar a estos hombres: el fuego no había afectado a sus cuerpos, sus cabellos no estaban chamuscados, sus calzones estaban intactos y ni siquiera despedían olor a quemado. Dn 3, 28 Nabucodonosor exclamó: «Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que ha enviado a su ángel para salvar a sus siervos. Pues ellos, confiando en él, desobedecieron la orden del rey y han arriesgado sus vidas antes que servir y adorar a otro dios que no fuera el suyo. Dn 3, 29 Por ello, yo ordeno que todo hombre de cualquier pueblo, nación o lengua que hable mal del Dios de Sidrac, Misac y Abdénago sea cortado en pedazos y su casa derribada, porque no hay otro dios que pueda salvar como éste.» Dn 3, 30 Y el rey hizo prosperar a Sidrac, Misac y Abdénago en la provincia de Babilonia. El sueño y la locura de Nabucodonosor Dn 3, 31 El rey Nabucodonosor a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: ¡Que vuestra paz se acreciente! Dn 3, 32 Me complace daros a conocer los signos y prodigios que el Dios Altísimo ha hecho conmigo. Dn 3, 33 ¡Qué grandes son sus signos, qué poderosos sus prodigios! ¡Su reino es un reino eterno, su poder dura por siempre! Nabucodonosor cuenta su sueño. Cap. 4

Dn 4, 1 Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo y satisfecho en mi palacio, Dn 4, 2 cuando tuve un sueño que me asustó. Las pesadillas que tuve en mi lecho y las fantasías de mi mente me aterraron. Dn 4, 3 Entonces ordené que se presentaran ante mí todos los sabios de Babilonia, para que me dieran a conocer la interpretación del sueño. Dn 4, 4 Vinieron los magos, adivinos, astrólogos y hechiceros y yo les conté el sueño, pero no supieron darme su interpretación. Dn 4, 5 Por último se presentó ante mí Daniel, apodado Baltasar en honor de mi dios, que era hombre dotado de inspiración divina, y le conté el sueño: Dn 4, 6 «Baltasar, jefe de los magos, como sé que estás dotado de inspiración divina y que ningún misterio se te resiste, escucha el sueño que he tenido y dame su interpretación. Dn 4, 7 «Mientras estaba acostado, asaltaron mi mente estas visiones: «Había un árbol de gran altura en el centro de la tierra. Dn 4, 8 El árbol creció y se hizo corpulento, su altura llegaba al cielo y era visible desde los confines de la tierra. Dn 4, 9 Su ramaje era hermoso, y su fruto, abundante y tenía comida para todos; a su sombra se cobijaban las bestias del campo, en sus ramas anidaban las aves del cielo y alimentaba a todos los vivientes. Dn 4, 10 Mientras contemplaba en el lecho las visiones de mi cabeza, un vigilante santo bajó del cielo Dn 4, 11 y gritó con voz potente: “Abatid el árbol, cortad sus ramas, arrancad sus hojas, tirad sus frutos; que huyan las bestias de su sombra, y los pájaros de sus ramas. Dn 4, 12 Dejad solo en tierra el tocón con sus raíces, con cadenas de hierro y bronce entre los matojos del campo. Que lo empape el rocío del cielo y comparta con las bestias la hierba de la tierra. Dn 4, 13 Que se le quite su alma humana y se le dé un alma animal y viva así siete años. Dn 4, 14 Ésta es la sentencia dictada por los Vigilantes, la orden decretada por los Santos, para que reconozcan todos los vivientes que el Altísimo es el dueño de los reinos humanos: se los da a quien quiere y entroniza al más humilde de los hombres.” Dn 4, 15 «Éste es el sueño que yo, el rey Nabucodonosor, he tenido. Tú, Baltasar, aclárame su interpretación, pues ninguno de los sabios de mi reino ha podido darme a conocer su interpretación; tú puedes hacerlo, ya que estás dotado de inspiración divina.» Daniel interpreta el sueño. Dn 4, 16 Entonces Daniel, apodado Baltasar, quedó un instante perplejo y aturdido por sus pensamientos. El rey le dijo: «Baltasar, no te asuste el sueño ni su interpretación.» Respondió Baltasar: «¡Señor, que este sueño se refiera a tus enemigos y su interpretación a tus adver- sarios! Dn 4, 17 Ese árbol que viste crecer y hacerse corpulento, cuya altura llegaba all cielo y que era visible desde toda la tierra, Dn 4, 18 que tenía hermoso ramaje y fruto abundante, que tenía comida para todos, bajo cuya sombra se cobijaban las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo, Dn 4, 19 eres tú, oh rey, que te has hecho grande y poderoso, tu grandeza ha aumentado y ha llegado hasta el cielo, y tu soberanía se extiende hasta los confines de la tierra.

Dn 4, 20 «En cuanto al vigilante santo que el rey vió bajar del cielo y decir: “Abatid el árbol, destruidlo, pero dejad en tierra el tocón con sus raíces, con cadenas de hierro y bronce, entre los matojos del campo; que lo empape el rocío del cielo y comparta la suerte con las bestias del campo y que viva así siete años”, Dn 4, 21 ésta es su interpretación, majestad, y la decisión que el Altísimo ha tomado respecto a mi señor, el rey: Dn 4, 22 «Serás apartado de los hombres y vivirás con las bestias del campo; te darán de comer hierba, como a los toros, y quedarás empapado por el rocío del cielo; así vivirás durante siete años, hasta que reconozcas que el Altísimo es el dueño de los reinos humanos y que se los da a quien quiere. Dn 4, 23 «La orden de conservar el tocón y las raíces del árbol significa que tu reino se te devolverá cuando hayas reconocido que todo poder viene deDios. Dn 4, 24 Por tanto, majestad, acepta mi consejo: expía tus pecados con obras de justicia y tus delitos socorriendo a los pobres, para que tu felicidad sea duradera.» Cumplimiento del sueño. Dn 4, 25 Todo esto le sucedió al rey Nabucodonosor. Dn 4, 26 Al cabo de doce meses, estaba el rey paseándose por la terraza del palacio real de Babilonia, Dn 4, 27 e iba diciendo: «Ésta es la gran Babilonia que yo he convertido en residencia real con la fuerza de mi poder y en honor de mi majestad?» Dn 4, 28 Aún estaba hablando el rey, cuando una voz bajó del cielo: «¡Contigo hablo, rey Nabucodonosor! Se te ha quitado el reino. Dn 4, 29 Serás apartado de los hombres, vivirás con las bestias del campo; te darán de comer hierba, como a los toros, y así vivirás durante siete años, hasta que reconozcas que el Altísimo es el dueño de los reinos humanos, y que se los da a quien quiere.» Dn 4, 30 Inmediatamente estas palabras se cumplieron en Nabucodonosor: fue apartado de los hombres, se alimentó de hierba como los bueyes, su cuerpo quedó empapado por el rocío del cielo y le salieron pelos como plumas de águila y uñas como las de las aves. Dn 4, 31 «Al cabo del tiempo fijado, yo, Nabucodonosor, levanté mis ojos al cielo y recobré la razón; entonces bendije al Altísimo, alabé y glorifiqué al que vive por siempre, su poder es eterno, y su reino perdura de edad en edad. Dn 4, 32 Nada cuentan ante él todos los habitantes de la tierra y hace lo que quiere con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra. No hay nadie que resista a su poder o le pida cuentas de lo que hace. Dn 4, 33 «En aquel momento recobré la razón y recuperé también majestad y esplendor, para gloria de mi reino; mis consejeros y mis magnates me reclamaron, se me restableció en el trono y se me dio un mayor poder. Dn 4, 34 Y ahora yo, Nabucodonosor, alabo, ensalzo y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdad, todos sus caminos, justos, y puede humillar a los que actúan con soberbia.» El festín de Baltasar Cap. 5 Dn 5, 1 El rey Baltasar ofreció un gran banquete a mil de sus dignatarios y en presencia de ellos se puso a beber vino. Dn 5, 2 Bajo los efectos del vino, Baltasar mandó traer los vasos de oro y plata que su padre Nabucodonosor se había llevado del Templo de Jerusalén,

para que bebieran en ellos el rey, sus dignatorios, sus mujeres y sus concubinas. Dn 5, 3 Trajeron, pues, los vasos de oro y plata tomados del templo, de la Casa de Dios, en Jerusalén y bebieron en ellos el rey, sus dignatarios, sus mujeres y sus concubinas. Dn 5, 4 Y mientras bebían vino, alababan a sus dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de madera y piedra. Dn 5, 5 De repente aparecieron unos dedos de mano humana que se pusieron a escribir frente al candelabro, en la cal del muro del palacio real, y el rey vio el trozo de mano que escribía. Dn 5, 6 Entonces el rey palideció, se le turbó la mente, se le aflojaron las articulaciones de las caderas y le entrechocaron las rodillas. Dn 5, 7 El rey a gritos mandó a buscar a los adivinos, magos y astrólogos, y dijo a los sabios de Babilonia: «El que lea y me interprete este escrito, será vestido de púrpura, llevará un collar de oro al cuello y ocupará el tercer lugar del reino.» Dn 5, 8 Acudieron todos los sabios del rey, pero fueron incapaces de leer e interpretar al rey el escrito. Dn 5, 9 Entonces el rey Baltasar se turbó mucho y cambió de color, y sus dignatarios quedaron desconcertados. Dn 5, 10 La reina, al oir las palabras del rey y de sus dignatarios, entró en la sala del banquete y dijo: «¡Viva el rey por siempre! Que no se turbe tu mente ni palidezca tu semblante. Dn 5, 11 En tu reino hay un hombre dotado de inspiración divina que ya en el reinado de tu padre demostró luz, inteligencia y sabiduría semejante a la de los dioses. Tu padre, el rey Nabucodonosor, lo nombró jefe de los magos, adivinos, hechiceros y astrólogos, Dn 5, 12 ya que este Daniel, a quien el rey puso el nombre de Baltasar, tenía un don extraordinario, un saber y una inteligencia capaces de interpretar sueños, de descifrar enigmas y de resolver problemas. Así pues, que llamen a Daniel y él dará la interpretación.» Dn 5, 13 Inmediatamente Daniel fue introducido ante el rey, y éste le preguntó: «¿Eres tú Daniel, uno de los judíos deportados que mi padre el rey trajo de Judá? Dn 5, 14 He oído decir que estás dotado de inspiración divina y que posees luz, inteligencia y una sabiduría extraordinaria. Dn 5, 15 Han traído a mi presencia a los sabios y adivinos para que leyeran y me interpretaran este escrito, pero han sido incapaces de descubrir su sentido. Dn 5, 16 He oído decir que tú puedes dar interpretaciones y resolver problemas. Pues bien, si logras leer e interpretarme este escrito, serás vestido de púrpura, llevarás un collar de oro al cuello y ocuparás el tercer lugar del reino.» Dn 5, 17 Daniel tomó la palabra y respondió al rey: «Quédate con tus regalos y da tus obsequios a otro, pues yo de igual manera leeré e interpretaré al rey este escrito. Dn 5, 18 Majestad, el Dios Altísimo dio a tu padre Nabucodonosor soberanía, poder, fama y honor. Dn 5, 19 Y en virtud de este poder, todos los pueblos, naciones y lenguas lo temían y temblaban ante él. Mataba o dejaba vivir a voluntad, ensalzaba y humillaba a su antojo.

Dn 5, 20 Pero, como se volvió soberbio y arrogante, fue destronado y despojado de su gloria. Dn 5, 21 Fue apartado de los hombres y adquirió naturaleza animal; convivió con los asnos salvajes y comió hierba como los toros, con el cuerpo empapado por el rocío del cielo, hasta que reconoció que el Dios Altísimo es el dueño de los reinos humanos y entroniza a quien quiere. Dn 5, 22 Pero tú, Baltasar, su hijo, aun sabiendo todo esto, no te has humillado, Dn 5, 23 sino que te has rebelado contra el Señor del Cielo y has mandado traer aquí los vasos de su templo, para beber en ellos junto con tus dignatarios, tus mujeres y tus concubinas. Habéis alabado a dioses de plata y oro, de bronce y hierro, de madera y piedra, que ni ven ni oyen ni entienden, pero no has honrado al Dios que tiene en sus manos tu vida y todos tus caminos. Dn 5, 24 Por eso Dios ha enviado esa mano que trazó este escrito. Dn 5, 25 Lo que está escrito es: Mené, Téquel y Perés. Dn 5, 26 Y ésta es su interpretación: Mené: Dios ha contado los días de tu reinado y les ha puesto fin; Dn 5, 27 Téquel: has sido pesado en la balanza y te falta peso; Dn 5, 28 Perés: tu reino se ha dividido y ha sido entregado a medos ypersas.» Dn 5, 29 Entonces Baltasar mandó vestir de púrpura a Daniel, ponerle un collar de oro al cuello y proclamarlo como tercer mandatario del reino. Dn 5, 30 Aquella misma noche fue asesinado Baltasar, el rey de los caldeos. Daniel en el foso de los leones Envidia de los sátrapas. Cap. 6 Dn 6, 1 Y Darío el Medo, que tenía sesenta y dos años, se apoderó del reino. Dn 6, 2 Darío decidió nombrar en su reino ciento veinte sátrapas para que gobernasen el reino, Dn 6, 3 bajo el mando de tres ministros -entre los que estaba Daniel-, a quienes los sátrapas debían rendir cuentas, con el fin de impedir el menoscabo de los intereses del rey. Dn 6, 4 Daniel sobresalía entre los ministros y los sátrapas por sus extraordinarias dotes, por lo que el rey proyectaba ponerlo al frente de todo el reino. Dn 6, 5 Entonces los ministros y los sátrapas se pusieron a buscar algún motivo de acusación contra Daniel en lo referente a la administración del reino; pero no pudieron encontrar ningún indicio de acusación o falta, pues era leal y no se le podían reprochar negligencias o irregularidades. Dn 6, 6 Y aquellos hombres se dijeron: «No encontraremos ningún motivo de acusación contra este Daniel si no es en materia de observancia religiosa.» Dn 6, 7 Los ministros y sátrapas se presentaron, pues, inmediatamente ante el rey y le dijeron: «¡Viva el rey Darío por siempre! Dn 6, 8 Todos los ministros del reino, prefectos, sátrapas, consejeros y gobernadores aconsejan unánimemente que se promulgue un edicto real con esta prohibición: Todo aquel que en el plazo de treinta días dirija una oración a cualquier dios u hombre, fuera de ti, majestad, será arrojado al foso de los leones. Dn 6, 9 Así pues, majestad, sanciona esta prohibición y firma el edicto, para que no se modifique, conforme a la ley irrevocable de los medos y persas.» Dn 6, 10 Ante esto, el rey Darío firmó el edicto con la prohibición.

Oración de Daniel. Dn 6, 11 Cuando Daniel se enteró de que había sido firmado el edicto, entró en su casa. Su habitación superior tenía las ventanas orientadas hacia Jerusalén y tres veces al día se arrodillaba, para orar y dar gracias a su Dios, como había hecho siempre. Dn 6, 12 Entonces aquellos hombres llegaron de repente y sorprendieron a Daniel orando y suplicando a su Dios. Dn 6, 13 Inmediatamente acudieron al rey y le recordaron la prohibición real: «¿No has firmado, tú una prohibición según la cual todo aquel que en el plazo de treinta días dirigiera una oración a cualquier dios u hombre, fuera de ti, majestad, sería arrojado al foso de los leones?» El rey respondió: «Así está establecido, según la ley irrevocable de los medos y los persas.» Dn 6, 14 Y ellos replicaron: «Pues Daniel, el deportado judío, no te obedece a ti, majestad, ni la prohibición que tú has firmado, y reza sus oraciones tres veces al día.» Dn 6, 15 Al oír esto, el rey se disgustó mucho y se propuso salvar a Daniel; hasta la puesta del sol estuvo intentando librarlo. Dn 6, 16 Pero aquellos hombres volvieron en tropel ante el rey y le dijeron: «Recuerda, majestad, que según la ley de los medos y los persas toda prohibición o edicto real es irrevocable.» Daniel en el foso de los leones. Dn 6, 17 Entonces el rey dio orden de traer a Daniel y de arrojarlo al foso de los leones. El rey dijo a Daniel: «Tu Dios, a quien sirves tan fielmente, te librará.» Dn 6, 18 Trajeron una piedra para colocarla en la boca y el rey la selló con su anillo y con el de sus dignatarios, para que no se modificase la sentencia contra Daniel. Dn 6, 19 Luego el rey regresó a su palacio y pasó la noche en ayunas, sin recibir concubinas y sin poder dormir. Dn 6, 20 Al amanecer, el rey se levantó al rayar el alba y fue corriendo al foso de los leones. Dn 6, 21 Conforme se acercaba, gritó a Daniel con voz angustiada: «Daniel, siervo del Dios vivo, ¿ha podido tu Dios, a quien sirves tan fielmente, librarte de los leones?» Dn 6, 22 Y Daniel le respondió: «¡Viva el rey por siempre! Dn 6, 23 Mi Dios ha enviado a su ángel, que ha cerrado la boca de los leones y no me han hecho daño, porque soy inocente ante él, como tampoco he hecho nada contra ti.» Dn 6, 24 Entonces el rey se alegró mucho y mandó sacar a Daniel del foso. Cuando lo sacaron del foso, no le encontraron ni un rasguño, porque había confiado en su Dios. Dn 6, 25 Y el rey mandó traer a aquellos hombres que habían acusado a Daniel y echarlos al foso de los leones junto con sus mujeres y sus hijos. Y aún no habían llegado al fondo del foso, cuando ya los leones se habían lanzado sobre ellos y los habían devorado. Profesión de fe del rey. Dn 6, 26 Entonces, el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas de toda la tierra: «¡Que vuestra paz se acreciente! Dn 6, 27 Ordeno que en todos los dominios de mi reino sea respetado y temido el Dios de Daniel, porque él es el Dios vivo, que subsiste por siempre; su reino no será destruido y su imperio durará hasta el fin.

Dn 6, 28 Él salva y libera, hace signos y prodigios en el cielo y en la tierra y ha salvado a Daniel de las garras de los leones.» Dn 6, 29 Y el tal Daniel prosperó durante los reinados de Darío y de Ciro el Persa. Sueño de Daniel: las cuatro bestias. Visión de las bestias. Cap. 7 Dn 7, 1 El año primero de Baltasar, rey de Babilonia, Daniel tuvo un sueño y unas visiones mientras dormía. Inmediatamente puso el sueño por escrito. Dn 7, 2 En mi visión nocturna vi cómo los cuatro vientos del cielo agitaban el océano, Dn 7, 3 y cómo cuatro bestias gigantescas, todas diferentes entre sí, salían del mar. Dn 7, 4 La primera parecía un león con alas de águila. Mientras yo la miraba, le arrancaron las alas, la levantaron del suelo, se incorporó sobre sus patas como un hombre y le dieron una mente humana. Dn 7, 5 A continuación apareció una segunda bestia, semejante a un oso, erguida sobre un costado, con tres costillas en las fauces, entre los dientes. Y le decían: «Levántate y devora carne en abundancia.» Dn 7, 6 Luego, mientras seguía mirando, vi otra bestia parecida a un leopardo con cuatro alas de ave en su dorso y cuatro cabezas, a la que dieron el poder. Dn 7, 7 Después, en mis visiones nocturnas vi una cuarta bestia, terrible, espantosa y muy fuerte. Tenía enormes dientes de hierro; comía, trituraba, y pisoteaba las sobras con sus patas. Era diferente de las bestias anteriores y tenía diez cuernos. Dn 7, 8 Estaba yo observando los cuernos, cuando entre ellos despuntó otro cuerno pequeño y tuvieron que arrancarle tres de los cuernos anteriores para hacerle sitio. Este cuerno tenía ojos humanos y una boca que decía barbaridades. Visión del Anciano y del Hijo de hombre. Dn 7, 9 Mientras yo seguía mirando, prepararon unos tronos y un anciano se sentó. Sus vestidos eran blancos como la nieve; sus cabellos, como lana pura; su trono, llamas de fuego; las ruedas, fuego ardiente. Dn 7, 10 Fluía un río de fuego que manaba delante de él. Miles y miles le servían, millones lo acompañaban. El tribunal se sentó, y se abrieron los libros. Dn 7, 11 Seguía mirando, fascinado por las barbaridades que decía aquel cuerno, y vi que mataron a la bestia, destrozaron su cuerpo y lo arrojaron al fuego abrasador. Dn 7, 12 A las otras bestias les quitaron el poder, pero las dejaron vivas hasta un momento determinado. Dn 7, 13 Yo seguía mirando, y en la visión nocturna vi venir sobre las nubes del cielo alguien parecido a un ser humano, que se dirigió hacia el anciano y fue presentado ante él. Dn 7, 14 Le dieron poder, honor y reino y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su poder es eterno y nunca pasará, y su reino no será destruido. Interpretación de la visión. Dn 7, 15 Yo, Daniel, quedé profundamente preocupado por estas cosas y desconcertado por las visiones de mi fantasía.

Dn 7, 16 Me acerqué a uno de los presentes y le pedí que me explicara el sentido de todo aquello. Él me respondió, explicándome la interpretación de las visiones: Dn 7, 17 «Las cuatro bestias gigantescas corresponden a cuatro reyes que aparecerán en el mundo. Dn 7, 18 Pero los santos del Altísimo recibirán el reino y lo poseerán por los siglos de los siglos.» Dn 7, 19 Después quise saber el sentido de la cuarta bestia, diferente de las otras, extraordinariamente terrible, con dientes de hierro y uñas de bronce, que comía, trituraba, y pisoteaba las sobras con sus patas; Dn 7, 20 y el sentido de los diez cuernos de su cabeza, y del otro cuerno que despuntó eliminando otros tres, y que tenía ojos y una boca que decía grandes barbaridades, y que parecía más grande que los otros. Dn 7, 21 Yo veía cómo este cuerno declaraba la guerra a los santos y los vencía, Dn 7, 22 hasta que vino el anciano para hacer justicia a los santos del Altísimo y llegó el momento en el que los santos recibieron el reino. Dn 7, 23 Entonces me dijo: «La cuarta bestia corresponde a un cuarto reino que aparecerá en la tierra, diferente de todos los otros. Devorará toda la tierra, la pisoteará y la pulverizará. Dn 7, 24 Los diez cuernos corresponden a diez reyes que surgirán en ese reino. Después de ellos vendrá otro, distinto de los precedentes, que derrocará a tres reyes, Dn 7, 25 blasfemará contra el Altísimo y perseguirá a los santos del Altísimo. Tratará de cambiar las fiestas y la ley y los santos le quedarán sometidos durante tres años y medio. Dn 7, 26 Pero cuando el tribunal haga justicia, le quitarán el poder y será destruido y aniquilado totalmente. Dn 7, 27 Y la soberanía, el poder y la grandeza de todos los reinos del mundo serán entregados al pueblo de los santos del Altísimo. Su reino es un reino eterno y todos los poderes le servirán y obedecerán.» Dn 7, 28 Y aquí concluye el relato. Yo, Daniel, quedé muy preocupado, se me cambió el semblante y guardé todo en mi interior. Visión de Daniel: el carnero y el macho cabrío. La visión. Cap. 8 Dn 8, 1 El año tercero del reinado del rey Baltasar, yo, Daniel, tuve otra visión después de la anterior. Dn 8, 2 Contemplaba en la visión que me encontraba en Susa, plaza fuerte de la provincia de Elam, en la orilla del río Ulay. Dn 8, 3 Levanté la vista y vi un carnero que estaba en pie junto al río. Tenía dos cuernos; los dos cuernos eran altos, pero uno más que otro y el más alto había despuntado el último. Dn 8, 4 Vi que el carnero embestía contra el oeste, el norte y el sur. Ninguna bestia podía hacerle frente, nadie escapaba a su poder. Hacía lo que quería y dominaba. Dn 8, 5 Estaba todavía reflexionando, cuando vi un macho cabrío que venía de occidente, recorriendo toda la tierra sin tocar el suelo; el macho cabrío tenía un cuerno magnífico entre los ojos.

Dn 8, 6 Llegó hasta el carnero de dos cuernos que yo había visto en pie junto al río y se lanzó contra él con todo el ímpetu de su fuerza. Dn 8, 7 Vi cómo se acercaba al carnero y le embestía, enfurecido contra él, rompiéndole los dos cuernos, sin que el carnero tuviera fuerzas para hacerle frente; lo derribó en tierra y lo pisoteó, sin que nadie librara al carnero de su poder. Dn 8, 8 El macho cabrío se hizo muy grande y cuando era más fuerte, el cuerno grande se rompió y en su lugar despuntaron otros cuatro orientados a los cuatro puntos cardinales. Dn 8, 9 De uno de ellos salió otro cuerno pequeño, que creció mucho hacia el sur, hacia el este y hacia la Tierra del Esplendor. Dn 8, 10 Creció hasta alcanzar el ejército del cielo, derribó por tierra una parte del ejército y pisoteó sus estrellas. Dn 8, 11 Llegó incluso hasta el Jefe del ejército, suprimió el sacrificio perpetuo y socavó los cimientos de su santuario. Dn 8, 12 Le entregaron el ejército, en lugar del sacrificio instauró la iniquidad y tiró por tierra la verdad; y en todo cuanto emprendió tuvo éxito. Dn 8, 13 Oí entonces a un santo que hablaba, y a otro santo que le preguntaba: «¿Cuándo tiempo durará la visión: el sacrificio perpetuo, la iniquidad desoladora, el santuario y el ejército pisoteados?» Dn 8, 14 El otro respondió: «Dos mil trescientas tardes y mañanas; después el santuario será rehabilitado.» El ángel Gabriel explica la visión. Dn 8, 15 Mientras yo, Daniel, contemplaba la visión e intentaba comprenderla, vi de pronto delante de mí a alguien con aspecto humano, Dn 8, 16 y oí una voz humana junto al río Ulay, que gritaba: «Gabriel, explícale a éste la visión.» Dn 8, 17 Él se acercó a donde yo estaba y, cuando llegó, caí de bruces asustado. Me dijo: «Hombre, debes comprender que la visión se refiere al tiempo final.» Dn 8, 18 Mientras me hablaba, yo estaba aletargado, rostro en tierra. Él me tocó y me hizo incorporarme. Dn 8, 19 Después me dijo: «Mira, voy a manifestarte lo que ocurrirá al final de la cólera, porque el fin está fijado. Dn 8, 20 El carnero con dos cuernos que has visto representa a los reyes de Media y Persia. Dn 8, 21 El macho cabrío representa al rey de Grecia, y el cuerno grande entre sus ojos es el primer rey. Dn 8, 22 Los cuatro cuernos que despuntaron en lugar del que se rompió representan a cuatro reinos salidos de su nación, aunque menos poderosos. Dn 8, 23 «Y al final de sus reinados repletos de crímenes, surgirá un rey insolente y embaucador. Dn 8, 24 Aumentará su poder, será un destructor portentoso y triunfará en sus empresas; destruirá a poderosos y al pueblo de los santos. Dn 8, 25 Con su astucia hará triunfar la traición en sus obras, se envalentonará y con frialdad aniquilará a multitudes. Se sublevará contra el Príncipe de los príncipes, pero será destrozado sin intervención humana. Dn 8, 26 La visión referida de las tardes y mañanas es verídica; mantenla en secreto, porque va para largo.»

Dn 8, 27 Yo, Daniel, desfallecí y estuve enfermo por unos días. Luego me levanté para ocuparme de los asuntos del rey. Pero seguía desconcertado con la visión, sin poder comprenderla. La profecía de las setenta semanas Oración de Daniel. Cap. 9 Dn 9, 1 El año primero de Darío, hijo de Asuero, de estirpe meda y rey del imperio de los caldeos, Dn 9, 2 el año primero de su reinado, yo, Daniel, me puse a investigar en las Escrituras sobre los sententa años que, según la palabra de Yahvé dirigida al profeta Jeremías, debía durar la ruina de Jerusalén. Dn 9, 3 Me dirigí hacia el Señor Dios, implorándole con oraciones y súplicas, con ayuno, saco y ceniza. Dn 9, 4 Supliqué a Yahvé mi Dios y le hice esta confesión: «¡Señor, Dios grande y terrible, que mantienes la alianza y la fidelidad con los que te aman y cumplen tus mandamientos. Dn 9, 5 Hemos pecado, hemos cometido iniquidades y delitos y nos hemos rebelado, apartándonos de tus mandamientos y preceptos. Dn 9, 6 No hemos escuchado a tus siervos los profetas que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros antepasados y a toda la gente del país. Dn 9, 7 Tú, Señor, eres justo; a nosotros hoy nos humilla la vergüenza, igual que a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todos los israelitas, próximos y lejanos, en todos los países donde tú los dispersaste a causa de las infidelidades que cometieron contra ti. Dn 9, 8 Yahvé, a nosotros nos humilla la vergüenza, como a nuestros reyes y antepasados, porque hemos pecado contra ti. Dn 9, 9 El Señor nuestro Dios es compasivo y clemente, aunque nos hayamos rebelado contra él Dn 9, 10 y no hayamos escuchado la voz de Yahvé nuestro Dios ni seguido las leyes que nos dio por medio de sus siervos los profetas. Dn 9, 11 Todo Israel ha transgredido tu ley y ha desobedecido tu palabra. Por eso han caído sobre nosotros las maldiciones y amenazas escritas en la ley de Moisés, siervo de Dios, porque hemos pecado contra él. Dn 9, 12 Él ha cumplido las palabras que había pronunciado contra nosotros y contra nuestros gobernantes, enviando sobre nosotros y sobre Jerusalén una desgracia tan grande como nunca había caído bajo el cielo. Dn 9, 13 Como está escrito en la ley de Moisés, nos ha alcanzado toda esta desgracia, pero no hemos aplacado a Yahvé nuestro Dios, convirtiéndonos de nuestras iniquidades y reconociendo tu verdad. Dn 9, 14 Yahvé, consciente de esta desgracia, la ha descargado sobre nosotros, pues Yahvé nuestro Dios siempre actúa justamente, pero nosotros no hemos escuchado su voz. Dn 9, 15 Ahora, Señor Dios nuestro, que sacaste a tu pueblo de Egipto con gran poder, conquistando una fama que dura hasta hoy, nosotros hemos pecado y actuado injustamente. Dn 9, 16 Señor, por tu infinita justicia, retira tu cólera enfurecida de Jerusalén, tu ciudad y monte santo; pues por nuestros pecados y por los crímenes de nuestros antepasados, Jerusalén y tu pueblo son la burla de cuantos nos rodean.

Dn 9, 17 Y ahora, Dios nuestro, escucha la oración y las súplicas de tu siervo y mira con buenos ojos tu santuario arruinado, ¡por tu honor, Señor! Dn 9, 18 Inclina, Dios mío, tu oído y escucha; abre tus ojos y mira nuestra desolación y la ciudad en la que se invoca tu nombre, pues nuestras súplicas no se fundan en nuestra justicia, sino en tu gran misericordia. Dn 9, 19 ¡Señor, escucha! ¡Señor, perdona! ¡Señor, atiende y actúa sin tardanza! ¡Por tu honor, Dios mío, pues tu nombre se invoca en tu ciudad y en tu pueblo!» El ángel Gabriel explica la profecía. Dn 9, 20 Aún estaba yo hablando, rezando y confesando mis pecados y los de mi pueblo Israel, y presentando mi súplica a Yahvé mi Dios por su monte santo; Dn 9, 21 aún estaba rezando mi oración, cuando Gabriel, el personaje que yo había visto antes en la visión, se me acercó volando a la hora de la ofrenda de la tarde. Dn 9, 22 Y al llegar, me dijo: «Daniel, he venido ahora para infundirte comprensión. Dn 9, 23 Desde el comienzo de tu oración se ha pronunciado una palabra y yo he venido a comunicártela, porque eres un hombre apreciado. Entiende la palabra y comprende la visión: Dn 9, 24 «Setenta semanas han sido fijadas a tu pueblo y a tu ciudad santa para poner fin al delito, sellar los pecados y expiar la culpa; para establecer la justicia eterna, sellar visión y profecía y consagrar el santo de los santos. Dn 9, 25 Entérate y comprende: Desde que se dio la orden de reconstruir Jerusalén, hasta la llegada de un príncipe ungido, pasarán siete semanas y sesenta y dos semanas; y serán reconstruidos calles y fosos, aunque en tiempos difíciles. Dn 9, 26 Pasadas las sesenta y dos semanas matarán al ungido sin culpa y un príncipe que vendrá con su ejército destruirá la ciudad y el santuario. Su fin será un cataclismo y hasta el final de la guerra durarán los desastres anunciados. Dn 9, 27 Sellará una firme alianza con muchos durante una semana; y en media semana suprimirá el sacrificio y la ofrenda y pondrá sobre el ala del templo el ídolo abominable, hasta que la ruina decretada recaiga sobre el destructor.» La gran visión El tiempo de la ira Visión del hombre vestido de lino. Cap. 10 Dn 10, 1 El año tercero de Ciro, rey de Persia, Daniel, llamado Baltasar, tuvo una revelación, un mensaje veraz sobre la gran guerra. Él entendió el mensaje y su comprensión le fue dada a través de una visión. Dn 10, 2 En aquellos días yo, Daniel, estaba haciendo una penitencia de tres semanas: Dn 10, 3 no comía alimentos sabrosos, no probaba carne ni vino, ni me ungía con perfumes hasta que pasaron las tres semanas. Dn 10, 4 El día veinticuatro del primer mes, estando yo a orillas del gran río Tigris, Dn 10, 5 levanté la mirada y vi a un hombre vestido de lino con un cinturón de oro puro; Dn 10, 6 su cuerpo parecía de topacio; su rostro brillaba como un relámpago; sus ojos eran antorchas de fuego; sus brazos y piernas, bronce bruñido; y el sonido de su voz, como clamor de multitud.

Dn 10, 7 Sólo yo, Daniel, contemplé la visión; mis acompañantes no la veían, pero sintieron pánico y corrieron a esconderse. Dn 10, 8 Quedé yo solo contemplando esta gran visión, me sentí desfallecer, se me cambió y desfiguró el semblante y me fallaron las fuerzas. Aparición del ángel. Dn 10, 9 Oí el sonido de su voz y, al oírlo, caí de bruces al suelo sin sentido. Dn 10, 10 Pero una mano me tocó y me levantó tembloroso sobre mis rodillas y las palmas de mis manos. Dn 10, 11 Luego me dijo: «Daniel, hombre apreciado, presta atención a las palabras que voy a decirte e incorpórate, porque ahora me han enviado a ti.» Cuando dijo estas palabras me incorporé temblando. Dn 10, 12 Y él añadió: «No temas, Daniel, porque desde el primer día en que te esforzaste por comprender y te humillaste ante tu Dios, tus palabras fueron escuchadas y precisamente por ellas he venido yo. Dn 10, 13 El príncipe del reino de Persia me ha opuesto resistencia durante veintiún días, pero Miguel, uno de los Primeros Príncipes, ha venido en mi ayuda. Me he quedado allí junto a los reyes de Persia Dn 10, 14 Pero ahora vengo para darte a conocer lo que le sucederá a tu pueblo en los últimos días, pues todavía queda una visión para esos días.» Dn 10, 15 Cuando dijo estas palabras, caí de bruces al suelo y enmudecí. Dn 10, 16 Pero alguien de aspecto humano me tocó los labios; yo abrí la boca y hablé al que estaba delante de mí: «Señor mío, con esta visión me ha invadido la angustia y me han fallado las fuerzas. Dn 10, 17 ¿Cómo podrá tu servidor hablar con mi señor, si ahora mismo me fallan las fuerzas y me falta el aliento?» Dn 10, 18 El que tenía aspecto humano me tocó de nuevo y me fortaleció. Dn 10, 19 Luego me dijo: «No temas, hombre apreciado; la paz contigo; sé fuerte y ten ánimo.» Y, mientras me hablaba, recobré las fuerzas y dije: «Puedes hablarme, Señor, pues me has devuelto las fuerzas.» El Anuncio profético. Dn 10, 20 Entonces me dijo: «¿Sabes por qué he venido a ti? Ahora he de volver a luchar con el príncipe de Persia; cuando termine, vendrá el príncipe de Grecia. Dn 10, 21 Pero te revelaré lo que está escrito en el Libro de la Verdad. Nadie me presta ayuda para esto, excepto vuestro príncipe Miguel. Primeras guerras entre Seléucidas y Lágidas. Cap. 11 Dn 11, 1 En cuanto a mí, en el año primero de Darío el medo estuve a su lado para sostenerlo y ayudarlo. Dn 11, 2 Y ahora voy a revelarte la verdad. «Mira, en Persia habrá todavía tres reyes; el cuarto será mucho más rico que todos ellos, y cuando aumente su poder gracias a sus riquezas, incitará a todos contra los reinos de Grecia. Dn 11, 3 Entonces surgirá un rey belicoso que extenderá sus dominios y actuará a su antojo. Dn 11, 4 Pero apenas consolidado, su reino será dividido y repartido entre los cuatros puntos cardinales; aunque no entre sus descendientes, ni con el poderío que él había ejercido, pues su reino se desmoronará y pasará a manos ajenas. Dn 11, 5 «El rey del sur se hará fuerte; pero uno de sus generales lo derrotará y ensanchará sus dominios.

Dn 11, 6 Al cabo de unos años concertarán una alianza, y la hija del rey del sur acudirá al rey del norte para hacer las paces. Pero no conservará su poder, ni subsistirá su dinastía, pues ella será entregada junto con su cortejo, su hijo y su protector. Dn 11, 7 Entonces se alzará en su lugar un retoño de sus raíces, que atacará al ejército y entrará en la fortaleza del rey del norte, comportándose como vencedor. Dn 11, 8 Y se llevará como botín a Egipto incluso sus dioses, sus estatuas y sus vasos preciosos de plata y oro; y durante algunos años dejará en paz al rey del norte. Dn 11, 9 Éste invadirá el reino del rey del sur, pero regresará a su territorio. Dn 11, 10 Sus hijos romperán las hostilidades y reunirán ejércitos numerosos; y uno de ellos vendrá y pasará como una inundación, luego regresará y reanudará los combates hasta la fortaleza. Dn 11, 11 Entonces el rey del sur, enfurecido, saldrá a combatir contra el rey del norte, que movilizará un gran ejército; pero éste caerá en sus manos. Dn 11, 12 Tras la derrota del ejército se llenará de soberbia y aniquilará a miles de hombres, pero no llegará a imponerse. Dn 11, 13 El rey del norte volverá a movilizar una multitud mayor que la primera y, al cabo de unos años, atacará con un ejército numeroso y bien pertrechado. Dn 11, 14 Entonces muchos se levantarán contra el rey del sur y los hombres violentos de tu pueblo se rebelarán para que se cumpla la visión, pero fracasarán. Dn 11, 15 Después vendrá el rey del norte, levantará un terraplén y tomará una ciudad fortificada. Las tropas del rey del sur no podrán resistir; ni siquiera lo mejor del pueblo tendrá fuerzas para resistir. Dn 11, 16 El invasor lo tratará a su antojo, sin que nadie pueda resistirle; se establecerá en la Tierra del Esplendor, sembrando a su paso la destrucción. Dn 11, 17 Proyectará someter todo su reino; luego hará las paces con él y le dará una de sus hijas como esposa para perderlo, pero fracasará y no resultará. Dn 11, 18 Luego se dirigirá hacia las islas y conquistará muchas; pero un general pondrá fin a su afrenta, sin que él pueda devolverla. Dn 11, 19 «Entonces regresará hacia las fortalezas de su país, pero tropezará y caerá sin dejar rastro. Dn 11, 20 En su lugar surgirá otro rey , que enviará un emisario a por el tesoro del reino, pero en poco tiempo perecerá sin arrebatos ni luchas. Antíoco Epífanes. Dn 11, 21 «Le sucederá un miserable, sin prerrogativas reales: llegará por sorpresa y se apoderará del reino a base de intrigas. Dn 11, 22 Los ejércitos invasores se desmoronarán ante él y serán aniquilados, así como el príncipe de la alianza. Dn 11, 23 Actuará a traición por medio de sus cómplices y acrecentará su poder con pocos efectivos. Dn 11, 24 Invadirá a placer los territorios fértiles de la provincia y hará lo que no habían hecho ni sus padres ni sus abuelos: distribuirá entre ellos el botín, los despojos y las riquezas, y hará proyectos contra las fortalezas, aunque por poco tiempo. Dn 11, 25 «Concentrará todas sus energías en atacar al rey del sur con un gran ejército. El rey del sur saldrá a la guerra con un ejército muy grande y poderoso, pero no podrá resistir, pues sufrirá conspiraciones:

Dn 11, 26 sus mismos comensales lo arruinarán; su ejército se verá desbordado y sufrirá numerosas bajas. Dn 11, 27 «Ambos reyes, ocultando sus malas intenciones, se sentarán a la misma mesa para decirse mentiras; pero no tendrán éxito, porque todavía no será el momento. Dn 11, 28 El rey del norte regresará a su país con muchas riquezas y urdiendo planes contra la alianza santa, que llevará a cabo al volver a su país. Dn 11, 29 Llegado el momento, volverá a invadir el sur, pero esta vez no será como la anterior. Dn 11, 30 Lo atacarán las naves de los queteos y se retirará acobardado, descargando su rabia contra la alianza santa, aunque volverá a tener consideración con los desertores de la alianza. Dn 11, 31 «Enviará fuerzas que profanarán el santuario y la ciudadela, suprimirán el sacrificio permanente e instalarán el ídolo maldito. Dn 11, 32 Corromperá con halagos a los renegados de la alianza, pero la gente del pueblo que reconoce a su Dios se mantendrá firme y pasará a la acción. Dn 11, 33 Los maestros del pueblo instruirán a muchos; pero durante un tiempo habrán de sufrir asesinatos, torturas, prisiones y saqueos. Dn 11, 34 Mientras van cayendo, recibirán poca ayuda; y muchos se les unirán con alevosía. Dn 11, 35 Algunos de los maestros sucumbirán, pero servirán para probar, purificar y lavar a otros hasta el momento del fin, que aún estará por llegar. Dn 11, 36 «El rey actuará a su antojo; se envalentonará elevándose sobre todos los dioses y dirá cosas increíbles contra el Dios de los dioses. Cosechará éxitos hasta que se haya colmado la cólera, -porque lo que está decidido se cumplirá. Dn 11, 37 No tendrá en cuenta a los dioses de sus padres, ni al favorito de las mujeres, ni a ningún otro dios, pues se creerá superior a todos. Dn 11, 38 En su lugar glorificará al dios de las fortalezas; con oro, plata, piedras preciosas y joyas glorificará a un dios a quien sus padres no conocieron. Dn 11, 39 Actuará contra las ciudadelas fortificadas con la ayuda de un dios extranjero y colmará de honores a quienes lo reconozcan, otorgándoles poder sobre multitudes y repartiéndoles tierras en recompensa. El tiempo del fin Fin del perseguidor. Dn 11, 40 «En el momento final lo atacará el rey del sur. El rey del norte se lanzará contra él con carros, jinetes y numerosas naves; invadirá sus tierras y pasará como una inundación. Dn 11, 41 Después vendrá a la Tierra del Esplendor, donde perecerán muchos, pero de su poder se librarán Edom, Moab y la mayor parte de los amonitas. Dn 11, 42 «Extenderá su poder sobre otros países y ni siquiera Egipto podrá librarse. Dn 11, 43 Se apoderará de los tesoros de oro y plata y de todos los objetos preciosos de Egipto, y libios y nubios seguirán sus pasos. Dn 11, 44 Pero del este y del norte le llegarán noticias alarmantes y partirá enfurecido, con ánimo de destruir y exterminar multitudes. Dn 11, 45 Levantará el campamento real entre el mar y el santo monte del Esplendor. Pero entonces le sobrevendrá el fin y nadie lo ayudará. Cap. 12 La Resurrección y la Retribución.

Dn 12, 1 «En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran Príncipe que se ocupa de tu pueblo. Serán tiempos difíciles como no los habrá habido desde que existen las naciones hasta ese momento. Entonces se salvará tu pueblo, todos los inscritos en el libro. Dn 12, 2 «Muchos de los que descansan en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para vergüenza y horror eternos. Dn 12, 3 Los maestros brillarán como el resplandor del firmamento y los que enseñaron a muchos a ser justos, como las estrellas para siempre. Dn 12, 4 «Y tú, Daniel, guarda estas palabras y sella el libro hasta el momento final. Muchos lo consultarán y aumentarán su saber.» La profecía sellada. Dn 12, 5 Yo, Daniel, miré y vi a otros dos hombres que estaban de pie, uno a cada orilla del río. Dn 12, 6 Y pregunté al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río: «¿Para cuándo está fijado el fin de estos prodigios?» Dn 12, 7 Y oí al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río jurar, levantando sus dos manos al cielo, por el que vive eternamente: «Al cabo de tres años y medio, cuando se consuma la derrota del pueblo santo, se cumplirán todas estas cosas.» Dn 12, 8 Yo oí sin comprender y pregunté: «Señor mío, ¿cuál será el desenlace de todo esto?» Dn 12, 9 Él me respondió: «Vete, Daniel, porque estas palabras están guardadas y selladas hasta el momento final. Dn 12, 10 Muchos serán purificados, lavados y acrisolados; los malvados seguirán haciendo el mal, sin que ninguno comprenda; pero los sabios comprenderán. Dn 12, 11 Desde el momento en que se suprima el sacrificio permanente y se instale el ídolo maldito pasarán mil doscientos noventa días. Dn 12, 12 Dichoso el que sepa esperar y alcance los mil trescientos treinta y cinco días. Dn 12, 13 Tú, vete a descansar; te levantarás para recibir tu suerte al final de los días.» Susana y el juicio de Daniel Cap. 13 Dn 13, 1 Vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín. Dn 13, 2 Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jelcías, que era muy bella y fiel a Dios. Dn 13, 3 Sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Dn 13, 4 Joaquín era muy rico y tenía un jardín contiguo a su casa; como era el más ilustre de los judíos, todos solían reunirse allí. Dn 13, 5 Aquel año habían sido designados jueces dos ancianos del pueblo, de esos de quienes dice el Señor: «Los ancianos y jueces que presumen de guías del pueblo han traído la injusticia de Babilonia.» Dn 13, 6 Ellos frecuentaban la casa de Joaquín y todos los que tenían algún pleito pendiente acudían a ellos. Dn 13, 7 A mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana entraba a pasear en el jardín de su marido. Dn 13, 8 Los dos ancianos la veían a diario cuando entraba a pasear y llegaron a desearla apasionadamente.

Dn 13, 9 Perdieron la cabeza y desviaron su atención, olvidándose de Dios y de sus sentencias justas. Dn 13, 10 Los dos estaban locos de pasión por ella, pero no se atrevían a confesarse mutuamente su tormento, Dn 13, 11 pues les daba vergüenza reconocer el deseo de tener relaciones con ella, Dn 13, 12 y todos los días acechaban afanosamente para verla. Dn 13, 13 Un día se dijeron el uno al otro: «Vámonos a casa, que es la hora de comer».Al salir, se separaron, Dn 13, 14 pero dieron la vuelta y regresaron al mismo sitio. Tras preguntarse mutuamente el motivo, terminaron reconociendo su pasión y acordaron aprovechar la ocasión en que pudieran sorprenderla sola. Dn 13, 15 Un día, mientras acechaban el momento apropiado, entró Susana como en días anteriores acompañada solamente por dos criadas y, como hacía calor, quiso bañarse en el jardín. Dn 13, 16 No había nadie allí, excepto los dos ancianos que escondidos la espiaban. Dn 13, 17 Susana dijo a las criadas: «Traedme aceite y perfumes, y cerrad las puertas del jardín para que pueda bañarme.» Dn 13, 18 Ellas obedecieron, cerraron las puertas del jardín y salieron por la puerta lateral para traer lo que Susana había pedido, sin ver a los ancianos que estaban escondidos. Dn 13, 19 En cuanto salieron las criadas, los dos ancianos se levantaron, se acercaron corriendo a ella Dn 13, 20 y le dijeron: «Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve. Nosotros te deseamos; así que déjanos acostarnos contigo. Dn 13, 21 Si te niegas, te acusaremos diciendo que estabas con un joven y que por eso habías despedido a tus criadas.» Dn 13, 22 Susana empezó a gemir y dijo: «¡No tengo escapatoria! Si consiento, me espera la muerte; pero si me niego, no me libraré de vosotros. Dn 13, 23 Prefiero caer en vuestras manos por no consentir a pecar contra el Señor.» Dn 13, 24 Y Susana se puso a gritar a grandes voces. Pero los dos ancianos también gritaron contra ella, Dn 13, 25 y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín. Dn 13, 26 Al oír el griterío en el jardín, los de la casa se precipitaron por la puerta lateral para ver qué ocurría, Dn 13, 27 y cuando los ancianos contaron su historia, los criados quedaron abochornados, porque jamás se había dicho de Susana nada parecido. Dn 13, 28 A la mañana siguiente, cuando la gente se reunió en casa de Joaquín, su marido, llegaron también los dos ancianos con la perversa intención de condenar a muerte a Susana. Dn 13, 29 Y en presencia del pueblo dijeron: «Id a buscar a Susana, la hija de Jelcías y mujer de Joaquín.» Fueron a buscarla Dn 13, 30 y ella compareció acompañada de sus padres, sus hijos y todos sus parientes. Dn 13, 31 Susana era sumamente delicada y muy hermosa. Dn 13, 32 Aquellos canallas le ordenaron que se quitase el velo con el que estaba cubierta, para poder regodearse en su belleza. Dn 13, 33 Sus familiares y todos los que la veían rompieron a llorar.

Dn 13, 34 Entonces los dos ancianos se levantaron en medio de la asamblea y pusieron sus manos sobre la cabeza de Susana. Dn 13, 35 Ella, llorando, levantó la mirada al cielo, pues su corazón confiaba plenamente en el Señor. Dn 13, 36 Los ancianos dijeron: «Mientras paseábamos nosotros solos por el jardín, entró ésta con dos criadas, cerró las puertas y despidió a las doncellas. Dn 13, 37 Entonces se le acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella. Dn 13, 38 Nosotros estábamos en un rincón del jardín y, al ver la infamia, corrimos hacia ellos Dn 13, 39 y los sorprendimos abrazados, pero a él no pudimos atraparlo porque era más fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó. Dn 13, 40 A ésta, en cambio, la agarramos y le preguntamos quién era aquel joven, Dn 13, 41 pero no quiso decírnoslo. De todo esto nosotros somos testigos.» La asamblea los creyó como ancianos y jueces del pueblo que eran, y condenaron a muerte a Susana. Dn 13, 42 Entonces Susana se puso a gritar a grandes voces: «Dios eterno, que ves lo escondido y conoces todo antes de que suceda, Dn 13, 43 tú sabes que éstos han dado falso testimonio contra mí. Y ahora tengo que morir, sin haber hecho nada de lo que éstos han tramado injustamente contra mí.» Dn 13, 44 El Señor la escuchó Dn 13, 45 y, cuando era conducida a la muerte, despertó el san- to espíritu de un muchacho llamado Daniel, Dn 13, 46 que se puso a gritar: «¡Yo soy inocente de la sangre de esta mujer!» Dn 13, 47 Toda la gente se volvió hacia él y le preguntaron: «¿Qué significa eso que acabas de decir?» Dn 13, 48 Él, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan necios sois, israelitas, como para condenar a una hija de Israel sin hacer interrogatorios y sin investigar la verdad? Dn 13, 49 ¡Volved al tribunal, porque éstos han dado falso testimonio contra ella!» Dn 13, 50 La gente volvió rápidamente y los ancianos dijeron a Daniel: «Siéntate aquí en medio de nosotros e infórmanos, ya que Dios te ha concedido tal privilegio.» Dn 13, 51 Daniel les dijo: «Separadlos lejos el uno del otro, que voy a interrogarlos.» Dn 13, 52 Una vez separados, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo: «Envejecido en la maldad, ahora reaparecen tus delitos del pasado, Dn 13, 53 cuando dictabas sentencias injustas, condenando a los inocentes y absolviendo a los culpables, aunque el Señor ordenaba: «No condenarás a muerte al inocente ni al justo.» Dn 13, 54 Si realmente la viste, dinos bajo qué árbol los viste abrazados.» Él respondió: «Bajo una acacia.» Dn 13, 55 Y Daniel replicó: «Tu mentira se vuelve contra tí, pues un ángel de Dios ya ha recibido la sentencia divina y te partirá por medio.» Dn 13, 56 Una vez retirado éste, mandó traer al otro y le dijo: «¡Raza de Canaán, que no de Judá; la belleza te ha seducido y la pasión ha pervertido tu corazón!

Dn 13, 57 Así tratabais a las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros. Pero una mujer judía no se ha sometido a vuestra maldad. Dn 13, 58 Ahora dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?» Él respondió: «Bajo una encina.» Dn 13, 59 Y Daniel replicó: «También tu mentira se vuelve contra ti, porque el ángel del Señor ya está esperando con la espada, para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros.» Dn 13, 60 Entonces toda la asamblea se puso a gritar a grandes voces, bendiciendo a Dios que salva a los que esperan en él. Dn 13, 61 Luego se levantaron contra los dos ancianos, a quienes Daniel había declarado convictos por propia confesión de falso testimonio Dn 13, 62 y les aplicaron el mismo castigo que ellos habían tramado contra su prójimo: de acuerdo con la ley de Moisés, fueron ejecutados. Y aquel día se salvó una vida inocente. Dn 13, 63 Jelcías y su mujer dieron gracias a Dios por su hija Susana, lo mismo que su marido Joaquín y todos sus parientes, porque no había hecho nada vergonzoso. Dn 13, 64 Y a partir de aquel día, Daniel gozó de gran estima entre el pueblo. Bel y el dragón. Daniel y los sacerdotes de Bel. Cap. 14 Dn 14, 1 El rey Astiages fue a reunirse con sus padres y le sucedió en el trono Ciro el Persa. Dn 14, 2 Daniel era comensal del rey y el más apreciado entre todos sus amigos. Dn 14, 3 Los babilonios tenían un ídolo llamado Bel, al que ofrecían diariamente doce fanegas de flor de harina, cuarenta ovejas y seis toneles de vino. Dn 14, 4 También el rey lo veneraba y todos los días iba a adorarlo. Daniel, en cambio, adoraba a su Dios. Dn 14, 5 El rey le preguntó: «¿Por qué no adoras a Bel?» Él respondió: «Porque yo no venero a ídolos de fabricación humana, sino al Dios vivo, creador de cielo y tierra y señor de todos los vivientes.» Dn 14, 6 El rey replicó: «¿Piensas entonces que Bel no es un dios vivo? ¿Es que no ves todo lo que come y bebe a diario?» Dn 14, 7 Daniel se echó a reír y dijo: «No te engañes, majestad; eso es de barro por dentro y de bronce por fuera, y jamás ha comido ni bebido nada.» Dn 14, 8 Enfurecido el rey mandó llamar a sus sacerdotes y les dijo: «Si no me decís quién es el que se come este derroche, moriréis; pero si demostráis que se lo come Bel, morirá Daniel por haber blasfemado contra Bel.» Dn 14, 9 Daniel dijo al rey: «¡Que se haga como dices!» Los sacerdotes de Bel eran setenta, sin contar las mujeres y los hijos. Dn 14, 10 El rey se dirigió con Daniel al templo de Bel. Dn 14, 11 Los sacerdotes de Bel le dijeron: «Mira, nosotros vamos a salir fuera. Tú, majestad, manda poner la comida y el vino mezclado; luego cierra la puerta y séllala con tu anillo; si mañana por la mañana, cuando vuelvas, compruebas que Bel no se ha comido todo, moriremos nosotros; en caso contrario, morirá Daniel por habernos calumniado.» Dn 14, 12 Ellos estaban confiados, porque habían hecho debajo de la mesa un pasadizo secreto por donde entraban siempre a consumir las ofrendas. Dn 14, 13 Cuando salieron ellos, el rey hizo poner la comida ante Bel.

Dn 14, 14 Daniel mandó a sus criados que trajeran ceniza y la esparcieran por todo el templo, sin más testigos que el rey. Luego salieron, cerraron la puerta, la sellaron con el anillo real y se marcharon. Dn 14, 15 Los sacerdotes llegaron por la noche, como de costumbre, con sus mujeres y sus hijos, y se lo comieron y bebieron todo. Dn 14, 16 El rey salió muy temprano con Daniel. Dn 14, 17 El rey le preguntó: «Daniel, ¿están intactos los sellos?» Él respondió: «Sí, majestad.» Dn 14, 18 Nada más abrir la puerta, el rey miró a la mesa y exclamó a voz en grito: «¡Qué grande eres, Bel. No hay en ti ningún engaño!» Dn 14, 19 Daniel se echó a reír, detuvo al rey para que no entrara dentro y le dijo: «Mira al suelo y comprueba de quién son esas huellas.» Dn 14, 20 El rey contestó: «Veo huellas de hombres, de mujeres y de niños.» Dn 14, 21 Enfurecido el rey hizo arrestar a los sacerdotes con sus mujeres y sus hijos, y ellos le mostraron las puertas secretas por donde entraban a comer lo que había sobre la mesa. Dn 14, 22 El rey mandó matarlos y entregó a Bel en poder de Daniel, el cual lo destruyó junto con su templo. Daniel mata al dragón. Dn 14, 23 Había también un gran dragón al que los babilonios veneraban. Dn 14, 24 El rey dijo a Daniel: «No dirás que éste es también de bronce. Mira, está vivo, come y bebe. No puedes negar que es un dios vivo; así que adóralo.» Dn 14, 25 Daniel respondió: «Yo adoro al Señor mi Dios, que es el Dios vivo. Y si tú me das permiso, majestad, yo mataré a ese dragón sin espada ni palo.» Dn 14, 26 Y el rey le contestó: «Te lo doy.» Dn 14, 27 Entonces Daniel tomó pez, grasa y pelos; lo coció todo junto, hizo unas bolas y las echó en las fauces del dragón, que al comerlas reventó. Y Daniel dijo: «¡Mirad lo que adoráis!» Dn 14, 28 Cuando los babilonios se enteraron, se enfurecieron mucho y se amotinaron contra el rey, diciendo: «El rey se ha hecho judío: ha destruido a Bel, ha matado al dragón y ha degollado a los sacerdotes.» Dn 14, 29 Fueron, pues, a decir al rey: «Entréganos a Daniel; si no, te mataremos a ti y tu familia.» Dn 14, 30 Ante tan grandes amenazas, el rey se vio obligado a entregarles a Daniel. Daniel en el foso de los leones. Dn 14, 31 Ellos lo arrojaron al foso de los leones, donde permaneció seis días. Dn 14, 32 Había en el foso siete leones a los que se les daba diariamente dos cadáveres y dos carneros. Pero en esta ocasión no se les dio nada, para que devoraran a Daniel. Dn 14, 33 Estaba entonces en Judea el profeta Habacuc. Había preparado un guiso y desmigado panes en un plato, y se dirigía al campo a llevárselo a los segadores. Dn 14, 34 El ángel del Señor dijo a Habacuc: «Lleva esa comida que tienes a Babilonia para Daniel, que está en el foso de los leones.» Dn 14, 35 Habacuc respondió: «Señor, no he visto jamás Babilonia ni conozco ese foso.» Dn 14, 36 Entonces el ángel del Señor lo agarró por la cabeza y, llevándolo por los cabellos, lo dejó en Babilonia, encima del foso, con la rapidez de su soplo.

Dn 14, 37 Habacuc gritó: «Daniel, Daniel, toma la comida que el Señor te envía.» Dn 14, 38 Y Daniel exclamó: «Dios mío, te has acordado de mí y no has abandonado a los que te aman.» Dn 14, 39 Daniel se levantó y se puso a comer, mientras el ángel de Dios en un suspiro volvía a depositar a Habacuc en su lugar. Dn 14, 40 Al día séptimo el rey vino a llorar a Daniel; se acercó al foso, miró y encontró a Daniel sentado. Dn 14, 41 Entonces exclamó a voz en grito: «¡Qué grande eres, Señor, Dios de Daniel. No hay más dios que tú.» Dn 14, 42 Luego mandó sacar a Daniel del foso e hizo arrojar en él a los que habían buscado su perdición, y al instante fueron devorados en su presencia. * * *