Querido diario - Clara Persico Pucciarelli y Luana Morales - ICT

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Querido diario: Hoy en la mañana, cuando amanecí luego del frustrado baile de anoche la casa parecía otra… Desperté, abrí los ojos e inmediatamente saqué ...
Querido diario: Hoy en la mañana, cuando amanecí luego del frustrado baile de anoche la casa parecía otra… Desperté, abrí los ojos e inmediatamente saqué las sábanas

que cubrían mi

cuerpo para apoyar mis pies sobre el frío piso de mármol. Me quedé en silencio, no se oía ningún ruido fuera de mi cuarto, parecía que la mansión estaba deshabitada. Me levanté, y salí para inspeccionar el estado de mi casa. En el comedor no había nadie, como en la cocina y en todos los amplios salones de la casa. Entonces, fui hasta el cuarto de mi madre. Toqué la puerta tres veces, pero no recibí respuesta, entonces decidí pasar. Asomé mi cabeza por el marco de la puerta y la vi tendida en su cama, boca abajo. No se oía nada, solo el ruido de un triste llanto. Avancé, cerré la puerta detrás de mí y despacio me acerqué hasta el borde de la cama en donde me senté. De inmediato ella se levantó exaltada y me miró con una mirada distinta, sin ánimos, no se había levantado esa mañana. Su rostro no era el mismo, la decepción se le notaba en sus ojos. Fue una situación que me desequilibró. Nunca había visto a mi madre así, no pensé que algo la devastara tanto que podría llegar a quedar tan débil y frágil como se veía en esa cama. Se movió para abrazarme un momento y volver a recostarse, boca arriba esta vez para poder mirarme a la cara. Me preguntó cómo estaba, que qué tal había pasado la noche. Sorprendentemente me trataba bien, como pocas veces en mi vida. Parecía sin ánimos para retarme o corregirme cualquier cosa que hiciera. Habremos hablado cinco minutos, me contó que el baile no se había realizado pero no me explicó la razón (aunque yo ya sabía el motivo quería escuchar su versión, la explicación que tenía en su mente) pero no, se excusó con un dolor de cabeza y me pidió que me retirara de su cuarto así podría seguir durmiendo. Del tema de mi padre no pregunté nada y mucho menos ella lo nombró. Despacio como había entrado, me fui directo para mi cuarto. En el camino me crucé a Miss Betty quien me dijo que me acompañaría a leer un poco para entretenerme y no molestar a mi madre. Entré en mi cuarto y me sumergí en la lectura durante todo el resto del día. Al llegar la noche comprendí repentinamente que no volvería a ver a mi padre jamás, o por lo menos por un tiempo.

Clara Persico Pucciarelli y Luana Morales.