Sobre el curso de Gnosis - WordPress.com

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La naturaleza de un curso de Gnosis es, en cierto aspecto decisivo, muy ... Por su parte la Gnosis se dirige al espíritu, a la vez que su expresión y enseñanza se .
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Sobre el curso de Gnosis ¬ INTRODUCCIÓN. UN PRIMER COMENTARIO: La naturaleza de un curso de Gnosis es, en cierto aspecto decisivo, muy diferente a la de los cursos más comunes o habituales. Ya que por lo general las enseñanzas se dedican a la comunicación de un oficio, de una destreza, artesanal, profesional, empresarial, técnica. A menudo también se oye hablar de "seminarios", de control de las emociones, gestión de los conflictos, cómo ser feliz, cómo triunfar laboralmente, y otros diversos temas de ese tipo. Son a su vez usuales los denominados "talleres", dedicados al enriquecimiento afectivo o de la inteligencia, al cultivo la personalidad, del sujeto cultural y social, rendimiento y gestión de la memoria o de la empatía relacional, de cierta habilidad motriz, etcétera, Tales dedicaciones y finalidades son de tipo eminentemente psicológico, corporal, operativo o conductual. Por su parte la Gnosis se dirige al espíritu, a la vez que su expresión y enseñanza se promueven desde éste, desde el espíritu. Ahora bien, no entendemos por "espíritu" un halo pictórico de estampas de devotos o de santos, ni un rayo luminoso ni un espectro desde el lejano más allá, sino el contexto desnudo de lo real, lo inmediato, de la entera inmediatez. Esta sencilla definición se entenderá inmediatamente, es decir, espiritualmente, si atendemos al hecho de que, pese a lo paradójico de tal afirmación, para el ser humano no hay nada más lejano que lo próximo, nada más extraño e inasible que lo inminente o la pura cercanía; incluso el prójimo, el vecino de al lado. No sólo las personas que nos son cercanas, no sólo la realidad de la materia que vemos o usamos o tocamos sin intermediario (sin instrumental, por ejemplo de laboratorio), sino que incluso, o mucho más aún, si queremos capturar nuestra propia emoción o alguno de nuestros estados o de nuestros fugaces pensamientos, todo ello se nos escurre y difumina entre un torrente de movimientos y profusión inasible. Así, por tal razón, la vida transcurre o incluso se nos escurre entre los dedos haciendo de ella un intento por hallar y comenzar la vida. Se trata todo ello, de un desafío, de un problema, de un asunto espiritual, gnóstico. Se entenderá ahora por qué, en tanto en cuanto no haya inmediatez, todo será interpretado, recalificado, intermediado por un instrumental, una herramienta o un órgano de nuestro propio cuerpo, que nos hace de traductor y alejador. De este modo, todas las áreas de expresión del ser humano, no sólo las espirituales sino también las más operativas y comunes, llegan a su culmen únicamente con la participación integrada, con la dirección presencial y existencial del espíritu, es decir, la conciencia. Ya que la conciencia es para la Gnosis el espíritu en cuanto presencia y testigo existencial, no sólo en cada ser humano sino, a su modo, por doquier. Se trata de la Sophía de la Gnosis de los antiguos, se trata, la conciencia, del espíritu en cuanto participador vital y directo, integrado como psiquismo, concurrente, relacional, ya capaz de emplazarse relativamente, y ser también materia física y también naturaleza biológica. Pese a su importancia, el intelecto, la emoción, la motricidad, la personalidad, no son, para la Gnosis, los protagonistas primarios del aprendizaje ni del conocimiento ni de la experiencia sino que, cual intermediarios, actúan como complementos o mediadores y se hacen tanto más útiles cuanto más se 1

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supeditan a la conducción eficaz del espíritu, de la conciencia. Tras la acción inteligible de la mente, ésta debe ceder ante el silencio ostensible, inmediato y tangible de la conciencia. Tras la aportación sensible de la emoción, ésta debe darse a su compenetración. Tras la acción motriz del cuerpo, éste debe retornar al cauce de la Inminencia o sendero del espíritu. De no ser así, de no darse de este modo, la agitación y el desconcierto se apoderan del centro de la vida, del motor de la vivencia y la acción. ¬ RAZÓN Y MOTIVACIÓN DEL CURSO: En esa misma perspectiva, la de la conciencia o de lo cercano, la primera razón por la que se ofrece este curso de Gnosis es la solidaridad que enaltece, distingue y vincula a todos los espíritus revolucionarios, pero sobre todo a los anhelos extraviados, de forma que aquellos que anhelan y buscan es a los que se ofrece este Conocimiento. La segunda razón es que la calidad del lugar que nos rodea a todos depende de todo, así que nuestro compromiso, afán e interés, es que este ambiente humano sea lo más bello posible, lo más grato, y lo más próximo al Jardín esencial del Ser. Y también por eso lo cuidamos. Ofrecer un servicio nunca debiera significar “inocular una necesidad”, práctica ésta tan frecuente en el comercio de propagandas de los mercados, la mercadotecnia, en la cual envase y embalaje comportan más deseo y excitación que el propio contenido. Aunque a nuestra mente pudiera resultarle paradójico, hemos de subrayar que la Gnosis es un ofrecimiento que perdura para los que la “recuerdan”, es decir, para aquellos que en sus vidas presienten la pulsión de una remembranza, el influjo íntimo de su memoria eterna. Algo en nosotros sabe que existe la Gnosis, así que el encontrarla es un reencuentro, el conocerla es un reconocimiento. Por el contrario, en nuestras culturas estamos muy acostumbrados a que todo obedezca a la Ley del Más, de manera que todo quiere crecer de un modo material, significar de un modo social, ansía aumentar, perdurar, incrementar su poder relativo y el prestigio, o aumentar económicamente, figurar colectivamente, superponerse y abarcar, afamarse, sobresalir, dominar. De manera que cuando se presenta ante nosotros algo novedoso, suponemos que también estará sujeto a esas mismas características de lo general, la Ley del Más. Muy al margen de todo esto, la Gnosis no se antepone ni se preestablece, no compite ni se desenvuelve con acechanzas. Así lo hacen los diversos sectores y agentes sociales, seduciendo o hipnotizando a las gentes, intentando agrandar un cupo o un conjunto de seguidores, de afiliados o socios o una cartera de clientes. Realmente no nos agrada en absoluto ese ímpetu, ese modelo penetrante de innecesarias necesidades, ávido, inmodesto, en demasiadas ocasiones incluso farsante, absorbente, cruel. ¬ HIPNOSIS. NECESIDAD DE DESPERTAR: Sin embargo, tampoco debiéramos olvidar que las gentes también gustamos de ser hipnotizadas, y mucho. La hipnosis individual así como la colectiva nos proporciona cierta fruición, cierto sopor acomodado, el beneficio fácil de un sueño desinhibido. Así que parte de esta hipnosis nuestra, de todos nosotros, consiste en “dejar suceder”, y en “no querer saber”, un “no querer captar con precisión”, “no querer afrontar”, en “dejarnos llevar”, y de este modo en responsabilizar de una forma contagiosa, inercial, multitudinaria o compulsiva siempre a otro, y apenas o nada a nosotros mismos. Y por eso somos tan fácilmente engañados, manipulados, pues concebimos el mundo como un juego simple, en donde suponemos que un líder o un comité de mediadores y expertos, pueden influir y cambiar las cosas por el mero hecho de tomar medidas, de ejercer control, de "mover ficha". Esta es 2

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una visión tribal, infantil y hasta quizá mágica de la comprensión del Mundo, de la dirección y del gobierno de las naciones. Esa visión de nuestra parte, tan popular como irresponsable, nos expone a la "conjura de los advenedizos", es decir, nos expone a la participación, gestión, administración de individuos o colectivos más interesados en sí mismos o en sus respectivos bandos que en la necesidad colectiva real, a la vez que dispuestos a figurar y a obtener provecho abusivo de diverso tipo. Y es que la realidad es muy diferente, ya que nadie puede mover el mundo por sí sólo. Ningún pasajero puede bajar del tren y pararlo con el ímpetu convencido de su dedo. Nadie puede tomar medida alguna, decidir, en contra de la corriente de las totalidades. Si la totalidad no asume su responsabilidad consciente, la inercia es imparable, se haga lo que se haga al margen de la totalidad. La totalidad, el colectivo, es el resultado de la suma de sus individuos. Si el individuo no cambia el pueblo no cambia, con votos o sin votos. Y siempre habrá individuos, sujetos ilusos o bien pillos, dispuestos a hacer el papel que deseamos ver en ellos, el de líderes prometedores y más adelante el de culpables y culpabilizables. Dejamos transferir a otros el peso de nuestras conciencias y de las causas, y a su vez otros quieren que se las transfiramos. En las religiones también nos gusta atribuir ese poder nuestro a Dios, o bien responsabilizar de lo nuestro a algún otro agente mágico o mítico. Todavía heredamos esta mentalidad primitiva. Y sin embargo nada ni nadie puede cambiar el mundo por sí sólo, unilateralmente, ni lo divino ni lo humano. Ningún Cielo puede ni debe interferir. Ningún gobierno puede dirigir la inmensidad de los incalculables factores ni de las múltiples variables del destino, y menos aún al margen del espíritu de una totalidad. En todo caso, más tarde o más temprano los líderes políticos, gestores públicos pronosticadores, fascinadores y videntes de la palabrería, prestidigitadores del discurso y de la comedia mediática, nos harán pagar de un modo siempre muy oneroso el haber representado y constituido para nosotros este teatro falaz de gran propaganda demagógica, nuestro dulce sueño, su comedia pública, nuestra representación, en medio de este gran escenario mundial suelto y enloquecido de todos nuestros desentendimientos. Así que lo primero que nos concierne es superar la calidad humana o inhumana de esta historia, esta hipnosis. Debemos despertar, como sujetos, individualmente. La calidad de un pueblo es la suma de la de sus individuos, y también sus hechos, tanto activos como pasivos.

¬ ME PRESENTO: Soy gnóstico. Imparto clases sobre espiritualidad, iniciación, vida mística, autoconocimiento, despertar de la conciencia. Me dedico a ello por vocación, no por profesión. Es decir, mi prioridad no es el prestigio, ni la competitividad o el beneficio comercial. En la enseñanza gnóstica la prioridad es el beneficio espiritual, así como la creatividad ofrecida y dispuesta entre el conjunto del contexto humano. Me dedico a ello porque elijo, opto y decido conscientemente, vivir por y para la conciencia, para la hermandad del hombre, para el Sendero del Padre. No por ello me hago "utopista" o "ingenuo", pues muy al contrario, considero que la vía de la conciencia establece al hombre excepcionalmente fuerte, 3

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realista y perspicaz. La conciencia, y no la neurona, es la base de las potencias y actos sublimes del hombre. ¿Y por qué enseño “Gnosis” y no otro tipo de doctrina, religión, de filosofía o modelo de enseñanzas? Porque aunque la cultura, la religión pública y otros cultos cumplen un papel social y moral, se ha perdido en ellos aquel Conocimiento de los valores originarios y genuinos necesarios para el pleno desarrollo espiritual del ser humano, para la expresión y culminación de todo el potencial interno (la autorrealización íntima del Ser). Es innegable que un día lo tuvieron, resulta indudable que ese es el Fontanar Divino del cual brotaron, pero conforme crecían y se extendían, conforme este contenido genuino se diluía en la amplitud, al modo de las grandes masas de pobladores, su esencia se perdía, se iba desvirtuando. Ese contenido original del cual brota lo genuino impulsador de las religiones, los cultos esotéricos y místicos, las filosofías del Real Ser, se ha denominado “Gnosis” (con mayúscula). Por tanto es conveniente comprender que no denominamos Gnosis a una filosofía en concreto, ni a una religión ni a una doctrina en particular, sino que con ese término pretendemos asignar un nombre a la esencia sapiencial de la cual surgen todas las doctrinas o expresiones del Fontanar Divino. ¿Pero cómo; cómo se perdía esa esencia suya? ¿Por qué? Ha de comprenderse con claridad, que lo nuestro no es una anomalía sino que es anomalía la forma usual en la que hoy en día se entienden las ideologías en las sociedades. Ya que por el contrario, ha de comprenderse que esto de la Gnosis es del mismo modo que si nos preguntaran por la calle: "oiga, ¿qué tipo de alimento o nutriente prefiere usted?". Usted quizá diría: "pues yo como ternera"; o bien diría: "yo como legumbres"; pero nadie contestaría que se come a la ternera Juanita o a la alubia R34h2579/j, etcétera. Esto parece bastante evidente, ¿no?, ¿eh? Poner un nombre es una interesante costumbre y utilidad administrativa, un interesante uso social y relacional. Pero si no hemos preservado nuestra fidelidad a lo esencial de las cosas, o más aún de las personas, al poner nombres a las cosas habremos perdido a las cosas mismas, las habremos desplazado por aquella relación y significación social de los nombres, pero ya vaciada u olvidada de su esencia. Y como consecuencia, tras todo esto, hemos seguido y seguido y finalmente hemos transferido a los nombres, un prestigio o un desprestigio, un poderío o una ausencia de relevancia social, una representacion o imagen colectiva, incluso comercial, mediática, es decir, toda una significación ya ajena a la ternera directa, a la legumbre inmediata, al espíritu, a la Gnosis. Y al final, siglo tras siglo, año tras año, esto es lo que habrá sucedido con el paraje completo de nuestra realidad. Así que esto es lo que ha sucedido con todo, por ejemplo con la política, por ejemplo con la religión, con la economía y el concepto de riqueza, con el deporte o la sana competitividad, etcétera. Nada contiene ya su nombre, nada contiene ya su esencia, su significado inmediato y fiel, sino una intermediación recalificada, agregada o añadida, anómala, a la vez que enteramente vaciada o escindida de su inmediatez. Este contenido ficticio, antepuesto socialmente a lo esencial e inmediato, se lo constituye con mentalismo, con psiquismo, con emotivismo o emociones masificadas y estándar, con racionalismo hecho el todo significativo de una cultura, es decir, ídolo racional. Para seguir sosteniendo una realidad vaciada, la nuestra, se ha erigido el ostentoso imperio y una necesidad continuada de los mediadores. Denominamos realidad positiva o empírica, a un contacto con el instrumental, la herramienta, el escalímetro, el dispositivo, el precio, el valor financiero, incluso los llamados "valores de futuros", valores ideológicos (como por ejemplo los denominados "derechos"), el intermediario político, el intermediario sindical, el intermediador religioso. Incluso denominamos y 4

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percibimos como "actualidad" a esa modulación tan particular que nos presentan los medios y sus noticiarios acerca del entorno. Todo lo mediador se ha interpuesto y emplazado como escenario. Sin olvidar que el elemento con el cual se representa y se reconfigura lo esencial se denomina "ídolo". Sin embargo la Gnosis es lo antitético a todo eso mediador, a la realidad erigida a la manera de un escenario intermediario, al "ídolo". Como dijimos la Gnosis es el Conocimiento en cuanto inmediatez, por tanto en cuanto espíritu. No es que digamos nosotros que ése todo significativo sea toda la realidad o contenido absoluto de la cultura, ni mucho menos, pues existe un Conocimiento gnóstico acerca del qué y del para qué enriquecedor en cuanto al proceso civilizador-cultural de los pueblos, pero no se corresponde con este otro actual, mayormente o estrictamente racionalista, intermediador y agregado. Y sin embargo, aún perduran ciertos conatos actuales todavía gnósticos de las culturas. La Gnosis, salvando y prescindiendo de esa intermediación o reinterpretación interpuesta y agregada, subraya que la "esencia" es el rasgo distintivo, individual e íntimo y único de un Ser. A ese "rasgo esencial" lo conocemos también como su "signatura" íntima o verdadero "Nombre". Por ello a menudo los gnósticos hablamos indistintamente, de esencia, de espíritu o de conciencia, o bien del "Nombre" (nombre esencial y genuino, o verdadero). Por tal motivo, haciendo algo más extensiva esta idea, también se suele denominar “gnosis” (con minúsculas) al aspecto esencial o sapiencial de algún saber o técnica, tratado o ciencia. De este modo se habla de la “gnosis del Tao”, es decir, lo genuino y esencial del Tao; y lo mismo si decimos “gnosis del hinduismo” o “gnosis del cristianismo”, y hasta incluso “gnosis de las matemáticas”, “gnosis de la física”, de la gramática, expresando con ello la parte esencial y sapiencial de tales áreas del discernimiento, y por lo tanto también de la vida. Y ya, desde esta perspectiva más individual y particular, invitamos al lector a que considere las veces que se ha planteado asuntos del tipo del sentido de la vida, del porqué o para qué de la existencia, del sufrimiento y del dolor, del qué hacemos aquí, del qué somos o qué soy, del para qué esforzarme en esto o en aquello otro, de si existe la pareja polar o no, de si existe la reencarnación y un porqué comprensible para el destino, o si somos meras máquinas de carne o bien animales, y si en verdad tiene sentido alguno aquello de la Ley de causa-efecto (karma), si hay una ética absoluta o si la moral es necesaria, si somos esto que vivimos o si sólo vivimos una extraña película, si se puede gestionar espiritualmente el Mundo sin robar o prevaricar, si puede practicarse una economía rica que a la vez sea extensiva e inclusiva y no exclusivista y hostil y competitiva, o si existe un derecho jurídico natural, o bien si todo esto es una reinvención utilitaria de cada cultura, etcétera. Ésa es la Gnosis que nos urge, que pretendemos exponer, trabajar y dilucidar, a lo largo del temario de este curso de Gnosis cuya presentación es objeto de estas líneas. No se trata pues, de un tratado creyente o fervoroso de las creencias, ni de meros convencionalismos históricos o públicos, sino del tratado esencial de la existencia; algo que por otra parte busca únicamente la aplicación operativa y práctica que resuelva y culmine al ser humano que así lo busque, en el día a día de su vida, que lo libere, que nos nutra eficazmente, que nos auto-realice. La práctica eficiente y diaria es lo que realmente nos urge e interesa. Para nada resulta interesante quedarnos asentados en la mera teoría. Esta es la razón por la cual se dice que “Gnosis” es la llave o clave que explica y resuelve al ser Humano desde su experiencia existencial, desde la realidad directa y llana de su propia vida cotidiana en particular.

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Esta Gnosis de la existencia plantea por ejemplo que la vida (biológica o física o natural) no es un fin sino que nos vemos en ella como consecuencia de una precariedad en nuestro espíritu, en nuestra constitución más íntima y esencial. Se trata de lo que en ciertos cultos se ha denominado “mancha o carestía del Origen” (“pecado original” desde la tradición órfica), pero en realidad no se trata de una culpa sino de un lastre o padecimiento. Al contrario de lo que se sostiene entre los cultos y las religiones, el espíritu que vive y existe no es perfecto sino que adolece de precariedad, imperfección, necesidad, de ahí que caiga desde su excelencia y su dicha entre los accidentes, las redes y los errores del devenir y la vida. Se trata por tanto de aprender y superar. Así que podríamos sacar partido de esta situación, solventar tal precariedad accidental y así superar y remontar nuestro estado actual recuperando nuestra excelencia originaria. Ahora bien, el resultado y estado final recogerá además el fruto añadido de toda la experiencia. Por esa línea, si la vida natural no es la finalidad ni el valor más importante, no parece procedente que pretendamos vivir de cualquier manera moral, como si sobrevivir a toda costa fuera lo más relevante. La vida biológica no es el valor supremo de nuestro Ser, de nuestra realidad íntima, sino que lo es la Vida esencial, la Verdad que impregna, que resuelve y desentraña lo más genuino e íntegro de cada sujeto. Para el hombre esencial o gnóstico es primordial el valor, la elegancia y la dignidad, el servicio colectivo, la nobleza y la solidaridad, lo magnánimo, lo sapiencial, lo sublime y lo bello. Cada uno de nosotros tiene o entraña Gnosis, un saber directo y un ser objetivo, todo lo cual supera la mera opinión, y desde luego que se halla al margen del extravío. El problema es que no “recordamos”, ya no sabemos que sabíamos todo esto, e incluso no sabemos qué cosa es ese “saber evocador” intuitivo, directo. Nuestro estado psicológico se halla en la actualidad alterado, no es el genuino y sano, pero no sabemos cómo restituir nuestra naturaleza original. De tal manera que si habíamos dicho que esa inminencia, el Espíritu, se halla presente y se halla como conciencia por doquier, también lo estará su precariedad. Por consiguiente podemos comprender que al igual que sucede con las aguas de un océano y la contextura completa y entera de cada una de sus gotas, toda la plenitud del espíritu, incluso de la esencia y la conciencia, constituyen la Expresión o Manifestación del Todo, esa unidad del océano a la cual presentimos como Dios Absoluto. Y es aquí donde nos encontramos con lo más inesperado y sorprendente: pues muy al contrario de lo que por lo general se manifiesta en los cultos y religiones, el Absoluto o Dios participa de esa precariedad del espíritu. A Dios le caracteriza Su perfeccion al mismo tiempo que le caracteriza una imperfección e incluso cierta impotencia extensiva. Y dado que todos nosotros somos parte de ese espíritu y por lo tanto de esa divinidad, de esa precariedad que se extiende, como consecuencia, la solvencia y resolución y salud divinas dependen de la Auto-realización Íntima de cada Ser, de cada chispa divina, de cada átomo espiritual, de cada uno de nosotros. Mientras tanto y recíprocamente, todo lo que está al margen de Dios resulta absolutamente errático y miserable, frágil e ilusorio, ufano, irreal e incluso engañoso y enredador, y más tarde o más temprano resulta amargo y conflictivo, vacuo y decepcionante. Claro que, bien mirado, ¿qué hay en el hombre o fuera del hombre que se halle al margen del Ser Divino? Bien mirado, nada. Porque “mirar bien” es lo mismo que “ser bien”, es decir, “ser divinamente” (ananda, beatitud). Hemos querido hacer un Dios mítico, omnipotente, intocable, ajeno, y lo hemos hecho para nuestra mente racional, pero la realidad inminente de lo divino es más sencilla, más cercana, más nuestra. Le afectamos enteramente, y asimismo Él Nos afecta. ¬ GNOSIS. EL EXTRAVÍO ESENCIAL: 6

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Diré primero que para la Gnosis el origen del ser humano no es éste, el fundamento y la procedencia de cada sujeto no es sólo social ni sólo cultural sino divino. Nosotros no somos esto, o más bien, no somos únicamente o enteramente esto que vivimos en el cuerpo y que representamos aquí, en este escenario social, como escenas o película de una vida. En tal condición algunos seres humanos intuimos, añoramos internamente e íntimamente, nuestro origen de un modo más o menos intenso. Sentimos esa añoranza pero no sabemos explicarla, solventarla, darle salida. Y por tanto trasladamos esa añoranza hacia los lenguajes del exterior, de la sociedad y de la cultura común, del consumo, de los viajes vacacionales y la distracción, de las empresas más habituales, y así la convertimos en ansias, afanes finalmente inútiles, ciclos y ciclos incesantes, deseo, búsqueda exterior. Los gnósticos denominamos a eso El Extravío Esencial. La "personalidad" es un componente psicológico de nuestra comunicación y expresión en el mundo ante los demás. En tal sentido podemos decir que el ser humano es “persona social”, y que en nuestro modelo usual de vida todo en nosotros está “personalizado”. Sin embargo ser "persona social" no colma toda la posibilidad y amplitud de la "individualidad", del "individuo". Personalidad e individualidad no son principios equivalentes. La individualidad abarca a la personalidad, pero la personalidad no abarca a toda la individualidad. Por tanto, aparte de la persona, es decir, de una definición y emplazamiento cultural y social de la individualidad, no sabemos “ser”, y sin la “persona” tampoco sabemos “hacer”. Mientras que por su parte, la Gnosis afirma que entrañamos una identidad o individualidad previa a la personalidad, al papel social que desempeñamos, al papel cultural. La “persona” o “personalidad” es heredera de pautas colectivas, es imitativa, mientras que la esencia es lo originario u original, autónoma, la individualidad auténtica. Se comprenderá ahora que, dada nuestra estrecha y muy cercana relación con el Espíritu, el concepto de esencialidad e individualidad son muy cercanos al concepto de "divinidad". Pues si bien es cierto que si la personaldiad depende de un sinfín de parámetros relativos, sociales y culturales, afectivos o relacionales, de elementos cercanos que le sirven de referencia al humano en colectividad histórica y típica, por el contrario decimos que con independencia de todo eso, es divino aquel ser que enteramente navega entre sus propias referencias, que es medida y razón entera de sí mismo, que navega y se sostiene enteramente entre su propio vació. Es océano de su propio navío. Esto se ha representado míticamente con la imagen de un ser con alas: el ángel. Por tanto, desde la Gnosis, hemos definido y concretado qué es "divinidad". Y es divino todo ser o todo espíritu que se sustenta entre su propio ser o espíritu. Tal autonomía y poder no actuan como factores de escisión sino que muh al contrario, sólo aquel que se posee a sí mismo entra en capacidad en inclinación natural de darse enteramente a sí mismo, de participar sin perderse, sin extinguirse entregarse magnanimamente, del modo más enriquecedor posible. El problema, de nuevo, es que ignoramos que ignoramos, que no sabemos que nos desconocemos; porque aprendimos a pensar y sentir culturalmente, es decir, sólo como “personas”. Y ahora no sabemos salir de ese marco para ver todo el conjunto de lo que somos, completamente, y de lo que no somos en absoluto. Ya que, dado que necesitamos referencias e identidad, acudimos a referencias colectivas, intermediadoras y en apariencia seguras, tradicionales, masivas, propias de la persona social, y las fortalecemos durante toda una vida al tiempo que huimos del Conocimiento (esencial), del saber. En la Gnosis íntima de cada ser humano, “conocer”, significa ante todo y primeramente “reconocer”, comenzar a percibir y capturar nuestro Extravío Esencial, y evocar así, empezar a recordar, nuestra genuina identidad, al tiempo que capturamos nuestra carencia de identidad 7

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propia y esencial. A esto lo denominamos auto-conocimiento. Para la Gnosis es imprescindible el auto-conocimiento; conocerse a sí mismo y resolverse a sí mismo. Tras esto, y si así lo elige el individuo, reintegrarse a la Fuente Divina, es decir, el retorno a su Origen. Añadamos que “retornar” tras el Extravío, implica capturar y adueñarse del beneficio de toda esa experiencia de los ciclos de vidas y vidas. Para quien retorna, el ciclo vital o existencial no ha sido algo vacío ni inútil. El Retorno o Regreso implica el despertar, el florecimiento de las cualidades de la esencia, del Ser, el despertar de la conciencia. Así que cuando hablamos de Regreso al seno del Padre hablamos por tanto de Autorrealización Íntima del Ser, y nos referimos a todo este aprendizaje, restauración y florecimiento. La Gnosis no percibe por otros. Da ciertas pautas prácticas para ver pero no dice qué hay que ver y qué no hay que ver, ni lo que hay o no hay que sentir ni lo que hay que pensar. Ante todo la Gnosis remueve y agita, los modos de un recuerdo. En todo caso nuestra didáctica comienza con un “curso introductorio” cuyas clases, por lo general, se imparten semanalmente con regularidad. ¬ CUALIDAD Y FUENTE DE LA GNOSIS. LA TRANSMISIÓN: Nuestra enseñanza no es una “enseñanza nuestra” sino que constituye una etapa más en la cadena ininterrumpida de una Transmisión milenaria, de un colectivo denominado Cuerpo de Iniciados, sin principio ni fin. La Transmisión anima y recoge el eco trascendente de los antepasados de un poder del no tiempo. Su expresión se denomina “magisterio”. Es de nunca y es de nadie. Hay un receptor y un transmisor, pero el magisterio no es exactamente de ninguno de los dos sino que es emplazado o evocado por el anhelo coincidente de ambos, por la “ocasión”. ¬ ANHELO, PACIENCIA, CONSTANCIA: La Gnosis, la Verdad esencial, no es originalmente para los pocos, pero acaba siendo para los pocos pues es muy excepcional y extraño que alguien se empeñe y persevere con sinceridad y pureza en su búsqueda. Encarnar la Gnosis es la más alta empresa que puede concebirse en el marco de la Eternidad, en el marco de cualquier vida. Ya que la Gnosis es de lo inminente. Así que no es fácil. La transformación espiritual es ardua, no es instantánea ni ofrece atajos como en un seminario vacacional o en un cursillo acelerado de fin de semana. Tampoco es asunto de visitantes superficiales ni de asiduos a cursos de encanto y afectada simpatía, del buen “estado dulce”. Como ya comenté, estas palabras expresan un ofrecimiento, pero en modo alguno tratan de adornar una propaganda seductora, convencer, o repartir simple literatura comercial engañosa para que atraigan a gentes hacia un curso. La Gnosis requiere un elevado anhelo, suma constancia y paciencia. Se debe a la extremada sencillez de lo esencial. Se debe a que nada nos resulta más difícil que lo puro, y ante todo que lo sencillo. La sencillez es el laberinto de lo esencial. Se trata de que para la rutina del pensamiento humano, para nuestra psiquis habitual y común, no hay nada más lejano que la proximidad, nada más mediado que lo inmediato.

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Lo adyacente se nos ha convertido en el sinónimo de “lo oculto”, de lo inalcanzable, de lo imposible. A cada paso lo obvio se nos complica. Hacemos de la vida un laberinto creciente que atajamos podando las posibilidades del ser, de la vida. Nada nos resulta más difícil que vivir de lo genuino, de lo traslúcido, lo instantáneo. El instante nos resulta casi imposible. Nuestra mente proyecta sin parar, profusamente, azarosamente, indomable. Nuestra mente habla y habla, parlotea, no para. Así no se puede pensar, autónomamente; tampoco sentir limpia y diáfanamente. En lugar de sentir y pensar uno es sentido y pensado desde su propio adentro, por su propio YO o pseudo-yo, el agregado psicológico. Un YO o EGO que no es uno sino muchos sustituye y suplanta a nuestra verdadera identidad. En lugar de presencia y atención, en lugar de verdadera individualidad, sufrimos la distracción, la charla psíquica y el conflicto, la sucesiva alternancia y el griterío interior de muchos yoes y no uno solo autónomo. Un “YO pluralizado” en constante concurrencia interior, aglomeración emocional, mental, etcétera. Si se superara esto que aquí digo, no haría falta curso de Gnosis alguno. ¬ INVITACIÓN: Se invita a toda persona sinceramente anhelante a comprender y aprovechar su vida, en el empeño de una búsqueda y realización de tipo espiritual y en el marco facilitador, completo y conjuntado de todos los demás aspectos y tareas de la vida afectiva y material. La Gnosis no es un retiro ni una renuncia a ninguno de los aspectos verdaderamente enriquecedores de la existencia. Pero la vida común no cuenta con los medios o herramientas ni necesarias ni suficientes para llevar a los individuos, a las sociedades, civilizaciones, a las culturas y a la persona cultural o social, hacia su estatus logrado y satisfactorio pleno. Ya que el fin social es el de proveer de ciertos aspectos culturales, psíquicos, institucionales, materiales y productivos, afectivos o relacionales, pero no la plenitud del ser humano, no la plenitud de un espíritu. Lo social no ha sido constituido en base al espíritu sino en base a la relación y cooperación racionales. Se trata, la sociedad, de personas o sujetos asociados, societarios. Por tanto lo social no puede abarcar ni resolver a lo espiritual sino que lo espiritual puede y entendemos que debiera abarcar a lo social y llevarlo hacia su superación. Los hombres y mujeres espirituales conforman un colectivo cuyo nexo es espiritual, del mismo modo en el que los sujetos racionales conforman uniones y nexos de tipo psicológico y material. Nuestra enseñanza no constituye ninguna asociación ni vínculo ni grupo de afiliados ni doctrina social o cultural de otro tipo diferente a aquella hermandad esencial e íntima del alma, la cual, entendemos, es la más genuina y fuerte que se ha concebido jamás. La Gnosis considera que entregarse a la búsqueda de una meta sublime ya es de por sí un logro sublime. ¬ EL DINERO: PRECIO MONETARIO DEL CURSO: El curso es gratuito. Xiao

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